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Asociación Educar. Monografía Final.
Alumna: Agustina Metri
Monografía final.
Curso de Neurobiología y Plasticidad neuronal
Asociación Educar
“Cerebro: razón y emoción”
Desde muy pequeña quise ser médica. De hecho, fui a la UBA mientras
cursaba mi último año del secundario. Me fascinaba leyendo la “Gran
enciclopedia médica”. Por otro lado, amaba enseñar. Entonces, me decía,
“Seré médica y docente”. Con gran avidez “consumía” los textos, escritos a
máquina. Día y noche. Recuerdo, que ponía mis apuntes debajo de la
almohada. De noche me despertaba a leer; pegaba la tabla periódica hasta en
el espejo del baño, porque había que memorizarla. Estudiaba… todo el tiempo,
estudiaba. Sin parar. Sin hacer otra cosa. Sin bailes, ni paseos, como otras
chicas de mi edad. Mi primer examen fue desaprobado, porque en esas
épocas, no existía el CBC, había que dar examen de ingreso. Me angustió
mucho…Pero, persistí. Redoblé la apuesta. Comencé a estudiar más, y más.
Asistía a todo curso que dictaba la UBA, de física, química, matemática y
biología. Me inscribí en el Sanatorio Güemes, para realizar un curso de Técnica
en Laboratorio. Allí compré el libro del Dr. Favaloro, “Memorias de un médico
rural”, y, al leerlo sentí que era eso lo que yo quería ser. Pero, todo lo que
estudiaba…”no me quedaba”. No podía retener en mi memoria. Sentía que
“debía dar bien ese examen”. Llegó el día. Todo lo que yo creía que no podía
recordar, de repente, apareció claramente en mi cabeza. Cuando fui a buscar
el resultado, y leí “aprobada, no ingresante” y sentí que me desplomaba
emocionalmente. Mi capacidad razonar, de entender, el porqué de ese
resultado desfavorable, después de tanto sacrificio, estaba anulada.
Y mi cuerpo empezó a hablar… Toda esa situación de estrés, previo y
posterior, había horadado lo más profundo de mi ser. Me diagnosticaron :
“Surmenaje”, lo que hoy se conoce como “El síndrome de burnout” , que es un
padecimiento que, a grandes rasgos, consistiría en la presencia de una
respuesta prolongada de estrés en el organismo ante los factores estresantes
emocionales e interpersonales que se presentan en el trabajo y/o el estudio,
que incluye fatiga crónica, ineficacia y negación de lo ocurrido. No pude
estudiar ni trabajar por un año.
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Entonces me dispuse a continuar estudiando, aún sin recuperarme del
todo, y comencé el Profesorado para la Enseñanza Primaria. Lo transité con
excelentes calificaciones, pero, yo me daba cuenta de que mi cerebro, no era el
mismo, lo sentía, lento, agotado. Todo me costaba el doble. Dedicaba más
tiempo al estudio pero no retenía los conocimientos como antes. Era la plena
época “conductista”. Me recibí de profesora y trabajé como docente hasta el día
de hoy, en la escuela y dando clases particulares. En el año 2007, hubo un
gran incremento de alumnos que concurrían en busca de apoyo escolar. Eso
me llenó de inquietudes:” ¿Qué pasa que los chicos van a la escuela y
necesitan ir a particular? ¿Por qué se llevan tantas materias?”, eran algunas de
las preguntas que me hacía. Muchos de mis alumnos eran derivados a
diferentes espacios de consulta, pero, yo no veía resultados significativos.
Observaba cómo los niños y jóvenes entraban en situación de estrés previo a
los exámenes y lo asociaba con lo que yo misma vivía en carne propia. Cómo
somatizaban, se descomponían, se angustiaban. No sólo ellos sino sus
familias. Sentía la necesidad de buscar respuestas que me dieran la posibilidad
de ayudarlos, y de paso, ayudarme a mí misma. Fue cuando me decidí a volver
a la Universidad. Ingresé a la UNSAM y estudié la carrera de Psicopedagogía.
Cursando la asignatura “Neurociencias aplicadas al aprendizaje”, llegó a
mis manos, gracias a mi Profesor, un neurólogo de excelencia, el libro “El error
de Descartes” de Antonio Damasio. Entonces comencé a transitar un camino
fascinante. Conocí la historia de Phineas Gage, quien sufrió una lesión en su
lóbulo prefrontal, por un accidente de trabajo. Damasio dice que, luego de ese
traumatismo, “Gage ya no era Gage”. (“El error de Descartes”, Damasio, A.
1994.Ed. Crítica, Barcelona). El autor describe cómo, a partir del caso, se
empezaron a desarrollar las Neurociencias.
Se avanzó mucho sobre las funciones de la corteza prefrontal.
La corteza prefrontal o córtex prefrontal es la parte anterior de los lóbulos
frontales del cerebro, y se ubica frente a las áreas motora y premotora. Esta
región cerebral está involucrada en la planificación de comportamientos
cognitivamente complejos, en la expresión de la personalidad, en los procesos
de toma de decisiones y en la adecuación del comportamiento social adecuado
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en cada momento. Se considera que la actividad fundamental de esta región
cerebral es la coordinación de pensamientos y acciones de acuerdo con metas
internas.
El término más utilizado para referirse a las funciones desempeñadas
por la corteza prefrontal es «función ejecutiva». Este término hace referencia a
la capacidad para establecer distinciones entre pensamientos conflictivos,
realizar juicios acerca del bien y del mal, predecir las consecuencias futuras de
actividades actuales, trabajar conforme a metas determinadas de antemano,
realizar predicciones de resultados, creación de expectativas, y control social
(la capacidad para inhibir comportamientos impulsivos que, de no ser
suprimidos, podrían desembocar en resultados socialmente inaceptables).
Muchos autores han señalado la existencia de una relación entre la corteza
prefrontal y las características de la personalidad de un individuo.
En Psicopatología leí el Manual de diagnóstico y estadístico de
trastornos mentales: DSM IV. Cada vez que avanzaba en la lectura, más me
interesaba en ver cómo, el funcionamiento del cerebro podría o no influir en
nuestras conductas, nuestras relaciones, vínculos, postura ante la vida,
frustraciones y éxitos. Volvieron a mi mente los recuerdos de aquellos días en
la Facultad donde, la frustración y las emociones, afectaron tan directamente a
mi cuerpo y, continuaba observando, cómo mis alumnos, se estresaban ante
situaciones de examen, entre otras. Cómo las emociones superaban a la razón.
Entonces sentí la necesidad por aprender sobre cómo nuestro cerebro, nuestro
cuerpo y nuestra mente, estaban unidos: en qué “lugar”, cómo y por qué.
Terminé mi carrera, me recibí de Psicopedagoga y mi deseo de
aprender, me llevó a contactarme con una nueva mirada, tan cercana a lo que
venía buscando: la NEUROSICOEDUCACIÓN. Aprendí lo que se conoce
como UCCM: UNIDAD CUERPO CEREBRO MENTE. “La UCCM, son
elementos que no pueden ser estudiados ni comprendidos de forma aislada,
sino teniendo siempre presente que representan una unidad indivisible, en
donde sus diferentes partes se relacionan entre sí, en todo momento. Pero
además se incluye una unidad mayor: UCCM MA (UNIDAD CUERPO
CEREBRO MENTE MEDIO AMBIENTE).
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El campo de las Neurociencias es apasionante porque, sobre todo, es
necesario ingresar en el campo de la Neurobiología, que es “El estudio de las
células del sistema nervioso y la organización de estas células dentro de
circuitos funcionales que procesan la información y median en el
comportamiento”, Shepard, G.M (1994). Las Neurociencias se ocupan de
estudiar al sistema nervioso con una mirada multidisciplinaria, con el aporte de
diferentes disciplinas, como: Neurobiología, Genética, Neuropsicología,
Neurofisiología, Embriología, entre otras. Es por ello que, para comprender el
funcionamiento del sistema nervioso, debe entenderse como una “unidad
cuerpo-cerebro-mente”, UCCM, en permanente intercambio con el medio
ambiente. Por eso en Neuropsicoeducación se utiliza la sigla UCCM-MA. Cómo
todo está encadenado de tal manera que a modo de un “nudo borromeo”, que
todos los componentes deberían funcionar armónicamente.
Desde hace más de un siglo, muchos científicos, se preguntaron
investigaron, escribieron acerca de la relación cerebro, cuerpo, mente y
emociones. Charles Darwin, nos sorprendió con su teoría de la evolución
mediante selección natural, la cual actualmente constituye la base de
la síntesis evolutiva moderna. Con sus modificaciones, los descubrimientos
científicos de Darwin aún siguen siendo el acta fundacional de la biología como
ciencia, puesto que constituyen una explicación lógica que unifica las
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observaciones sobre la diversidad de la vida. Ya en 1872 escribió “La expresión
de las emociones en el hombre y los animales”. Hace aproximadamente un
siglo, William James, cuyas intuiciones sobre el alma humana sólo han tenido
rival en las de Shakespeare y Freud, planeaba una hipótesis verdaderamente
sorprendente sobre la naturaleza de la emoción y del sentimiento. Él mismo
dijo: “Si experimentamos alguna emoción fuerte y después intentamos abstraer
de nuestra conciencia de ella todos los sentimientos de sus síntomas
corporales , encontraremos que atrás no hemos dejado nada, ningún “material
mental” del que pueda constituirse la emoción, y que todo lo que queda es un
estado frío y neutro de percepción intelectual”… “Para mí es imposible pensar
qué tipo de emoción de miedo quedaría si no estuvieran presentes la
sensación de latidos acelerados o de respiración entrecortada, ni la sensación
de labios temblorosos o de piernas debilitadas ni de carne de gallina o de
retortijones de tripas. ¿Puede alguien imaginarse el estado de ira sin sentir que
el pecho estalla, la cara se ruboriza, los orificios nasales se dilatan los dientes
se aprietan sin notar el impulso hacia la acción vigorosa? ¿Puede sentirse rabia
en cambio con los músculos relajados la respiración calmada y una cara
plácida?”. (W.James, 1890, The Principles of Psichology).
Una de las críticas que recibió W. James fue que siempre utilizamos el
cuerpo como “teatro de las emociones”. Considero que en muchas situaciones
las emociones y los sentimientos se originan de este modo, desde la mentecerebro al cuerpo y de vuelta a la mente-cerebro. También, en muchos casos,
el cerebro aprende a fraguar la imagen más débil de un estado corporal
“emocional”, sin tener que representarlo en el cuerpo propiamente dicho.
Mucho se ha escrito al respecto desde que caso “Phineas Gage”. ¿El
cuerpo domina las emociones o es un reflejo de las mismas? ¿Cómo influyen
el cerebro, las redes neurales, los neurotransmisores, las sinapsis en las
manifestaciones de nuestras conductas individuales y sociales? ¿Podemos
condicionar y manejar nuestras emociones desde nuestro razonamiento?
¿Cómo estamos condicionados filogenéticamente para sobrevivir y adaptarnos
a situaciones de estrés? ¿Cómo el ambiente en el que nacemos y crecemos
influye en las manifestaciones de nuestras emociones, sentimientos y/o
conductas? Estos y muchos interrogantes más pueden añadirse para poder dar
una explicación a lo que nos sucede cuando enfrentamos situaciones que nos
condicionan como individuos.
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Volviendo a mi experiencia personal, y a la que día a día me encuentro
con alumnos y pacientes, ya se puede pensar en responder algunas de esas
inquietudes, pensándonos como una UNIDAD: la UCCM. Descartes nos
concebía como dos unidades separadas. Por un lado la “res cogitans”. El
atributo por el que conocemos esta substancia, el que constituye su esencia y
del que dependen todas las demás es el pensamiento. Todas las propiedades
que encontramos en la “res cogitans” no son sino diferentes modos de pensar:
la imaginación, el sentimiento y la voluntad, dependen de tal modo de una cosa
que piensa, que no podemos concebirlos sin ella. Recordamos que, en
realidad, con “pensar” no se refiere aquí Descartes al pensamiento en sentido
estricto sino propiamente al “ser consciente de”, a todo aquello que puede estar
acompañado de consciencia. Por otro, la “res extensa”. El atributo por el que
conocemos esta substancia, el que constituye su naturaleza y esencia, y del
que dependen todas las demás, es la extensión en longitud, anchura y
profundidad. El resto de características que podamos atribuir a los cuerpos
(como la figura y el movimiento) presuponen la extensión. Descartes presenta
con estas ideas una concepción geométrica o matematizante de la realidad
física, puesto que considerará como reales sólo aquellas propiedades físicas
que se pueden describir matemáticamente.
Entonces desde que concebí el concepto de la UNIDAD CUERPO
CEREBRO MENTE (UCCM)), pude entender perfectamente qué había
sucedido con aquella jovencita que quería ingresar a la Universidad. Cómo el
sistema nervioso central, el autónomo, el inmune, dominaban el cuerpo en
situaciones de estrés.
Por eso decidí posicionarme desde otro lugar, como docente, con mis
alumnos, y como Psicopedagoga, con mis pacientes. Mirándome y
concibiéndome como una UNIDAD, sólo puedo mirar y concebirlos a ellos
como un TODO. Entonces, incluyo el trabajo con las inteligencias múltiples y la
inteligencia emocional, en pos de resultados positivos. No logré ser médica,
pero sí conseguí acercarme todo lo que pude al campo de la salud. Fui, soy y
seré docente, que es una vocación gratificante. Transito con “mis chicos” una
ruta hacia el autoconocimiento, para poder afrontar las situaciones de estrés,
tolerar las frustraciones, estudiar con alegría, economizar tiempo para aprender
más. He comenzado a recorrer este hermoso camino, de unir razón y
emoción…Lo mejor está por venir.
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