Monasterio de San Lorenzo del Escorial Basílica

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Monasterio de San Lorenzo del Escorial
Basílica
El interior de la Basílica es un grandioso espacio desnudo cuya mayor riqueza decorativa se concentra en el
Altar Mayor y en los cenotafios de Carlos V y Felipe II. El Tabernáculo −una auténtica joya− se sitúa
exactamente en la vertical del panteón de los Reyes.
Considerando el Templo en su totalidad e incluyendo los accesos que lo rodean, tienen de largo, desde la
fachada de los Reyes hasta la pared del ábside, poco más de 100 metros por 64 de ancho. Pero la iglesia
propiamente dicha es un cuadrado de 50 metros de lado. La materia es aquí también piedra berroqueña, la más
blanca y fina que se halló.
En el vestíbulo, se encuentra la bóveda de este recinto, la cual estando construida de piedra y siendo muy
grande la abertura entre los pilares de sostén, la bóveda aparece enteramente llana; cosa tanto más de admirar
cuanto que sobre ella descansa todo el peso del coro alto.
El retablo tiene 26 metros de alto por 14 de ancho. Las quince estatuas de bronce que lo adornan son de los
Leoni, padre e hijo, y los mármoles de Juan Bautista Comane y Pedro Castello.
Por la puerta central del vestíbulo se penetra en el atrio del templo, de planta cuadrada con capillas en los
ángulos y una sorprendente bóveda de apariencia plana. A continuación del atrio encontramos los coros de los
seminaristas, formados por asientos de nogal corridos y, de inmediato, tres grandes arcos que corresponden a
otras tantas puertas cerradas por verjas de bronce, labradas y doradas a fuego, que dan entrada a la iglesia.
Tras pasar por debajo del coro nos introducimos en el templo propiamente dicho. cuyas trazas fueron dadas
por el ingeniero militar Paccioto. La basílica es de tres naves y forma de cruz griega constituyendo en su
conjunto un cuadrado de cincuenta metros de lado construido de piedra berroqueña, siguiendo el orden dórico,
con un trazado que recuerda al de San Pedro de Roma. En el centro cuatro enormes pilares forman el crucero
y sostienen la gigantesca cúpula de 92 metros de altura. A diferencia de lo que ocurre con las catedrales
españolas, el coro se sitúa en lo alto, al modo conventual, y por ello al penetrar en el recinto la sensación de
asombro que se experimenta se corresponde con el gigantismo del conjunto de la obra del Escorial.
El pavimento lo forman grandes losas de mármoles blancos y pardos, y en lo alto cierran el templo bóvedas de
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ladrillo revestidos con pinturas al fresco. La iluminación natural se consigue a través de 38 ventanales, de los
cuales 8 corresponden al cimborrio.
La Capilla mayor pone término a la nave central del templo, está es de gran majestuosidad, se
eleva respecto del piso mediante una doble escalinata de mármol sanguíneo; el primer tramo nos sitúa en el
prebisterio cuyo pavimento de mármoles y jaspes blancos, verdes y encarnados muestra bellísimas labores con
sus entrelazas. En este punto la grandiosidad nos rodea: al frente el tabernáculo y retablo
mayor, a los lados los oratorios reales, y en lo alto, en la vuelta que hace la bóveda, está pintada la Coronación
bajo el arco del cielo.
El portentoso retablo tiene su origen en un diseño de Juan de Herrera ajustado al modelo romano con
columnas de los distintos órdenes clásicos superponiéndose en cada uno de los cuatro cuerpos en los que
aparecen quince espléndidas esculturas de bronce dorado del taller milanés de los Leoni y diversas pinturas
estimables de artistas italianos de la segunda mitad del XVI.
El Tabernáculo ocupa el lugar donde es mayor la carga expresiva y simbólica: constituye la culminación de
nuestro recorrido que desde la fachada exterior, donde la amplitud era infinita, se ha ido reduciendo hasta la
intimidad mínima del Sagrario. Es una joya de perfección y riqueza insuperables ideado por Juan de Herrera y
realizado por el orfebre Trezzo a quien fue encargado en 1579 (tardó 7 años en hacerlo). Adopta forma de
templete circular de orden corintio con mármoles y jaspes finísimos y bronce dorado a fuego, rematando el
conjunto una cúpula que imita a la de la basílica. La dedicatoria real, que dicen redactó el humanista Arias
Montano, es muy curiosa, traducida del latín viene a decir: A Jesucristo, sacerdote y víctima, Felipe II, rey,
dedicó esta obra, toda de mármoles españoles, ejecutada por Jacobo de Trezzo, milanés.
Completan la solemnidad de la Capilla mayor los oratorios reales situados a ambos lados del altar; están
formados por dos grupos escultóricos de tamaño natural, en bronce dorado, de los que sobresalen las figuras
de los más poderosos monarcas españoles en piadosa actitud orante, con las familias en la penumbra de los
intercolumnios, en un entorno de mármoles coloreados de profundo clasicismo, ya que se encuadran bajo
grandes arcos triunfales cuya arquitectura supone el máximo purismo en la obra de Juan de Herrera. Son obras
de gran majestad y perfección en las que trabajó Pompeyo Leoni durante más de diez años a fines del XVI en
un elegante estilo que entronca más con el realismo español que con el manierismo italiano.
En el lado del Evangelio vemos a Carlos V, la emperatriz Isabel y su hija María, que casó con el emperador
Maximiliano de Alemania; en un segundo plano están las hermanas del Cesar, María y Leonor, reinas de
Hungría y Francia. En el lado de la Espístola vemos a Felipe II, a su derecha la reina Ana su cuarta esposa
(madre de Felipe III); detrás la reina Isabel, su tercera esposa; a la derecha de ésta, la reina María, su primera
mujer, tras la que está su hijo el desdichado príncipe Carlos; falta su segunda esposa María de Tudor.
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Abandonando la Capilla mayor dejamos atrás los púlpitos laterales, también de mármoles y broncas dorados
pero obras ya del XIX. Por el lado del Evangelio podemos empezar la visita a los 43 altares situados en los
huecos de los nichos abiertos en los pilares del templo.
El templo contenía 4 grandes órganos, dos monumentales colocados a ambos lados del crucero de la iglesia y
dos poco más pequeños situados en los laterales del coro. De ellos sólo se han conservado las hermosas cajas
de los dos del crucero; todo lo demás ha sido reconstruido con acierto en este siglo, celebrándose con ellos
frecuentes conciertos en el verano.
Subiendo la escalera llamada del Patrocinio que comienza junto a la puerta de los Panteones, se llega a dos
corredores o tránsitos alrededor del templo, donde pueden verse cuadros de Coxcie (Jesucristo y la Virgen
rogando al Eterno), Borrás (San Jerónimo en Oración) y Navarrete el Mudo (La vocación de los Apóstoles).
Los tránsitos nos llevan a los dos antecoros, espaciosas salas soladas con mármoles y cubiertas por bóvedas
decoradas con frescos de Lucas Jordán con historias de David −en el antecoro del colegio−y del rey
Salomón−en el del convento en las que hallamos abundantes libros de coro de descomunal tamaño, una
estatua de tamaño natural de San Lorenzo en mármol blanco (encontrada en unas excavaciones en Roma y
enviada por el embajador de España a Felipe II), una gran pila de agua bendita y puertas que comunican con
el claustro principal alto.
Se llega al coro pasando bajo dos grandes arcos que separan este recinto de los antecoros. Ocupa un amplio
espacio a unos 8 metros de altura desde donde se domina perfectamente el conjunto del altar mayor y su
retablo. La sillería, compuesta de 124 escaños del austero diseño de Juan de Herrera, se divide en dos tramos:
el inferior, muy sencillo y separado de él por un espacioso andén, se encuentra la sillería alta cuyos asientos
son idénticos a los bajos pero cubiertos por una cornisa apoyada sobre columnas que realza elegantemente el
conjunto.
Entre los asientos hay que destacar la silla prioral de destacada arquitectura, que se adorna además con un
lienzo del Nazareno de Sebastián del Piombo (fines del XVI) y con una pequeña imagen de San Lorenzo;
desde el lado de la evocación curiosa hay que alertar al visitante sobre el asiento que siempre ocupó Felipe II
cuando asistía a los oficios en el coro, es algo más ancho que los restantes y se sitúa en el ángulo izquierdo
junto a una pequeña puerta de discreto acceso para el rey. También hay que destacar en el coro el descomunal
facistol, de más de 4 metros de altura, 30 toneladas de peso, en forma de pirámide truncada rematada por un
bello templete que aleja una estatuilla de la Virgen atribuida a La Roldana, todo ello iluminado por los
amplios ventanales que dan al patio de los Reyes.
El coro, además, es un excelente observatorio de las pinturas que decoran los laterales del propio coro−junto a
los dos órganos−y las bóvedas de esta parte del templo. Los frescos de los laterales, que simulan ser grandes
cuadros con sus marcos figurados, son obras en las que intervienen Rómulo Cincinato y Lucas Cambiasso
(Luchetto) representando distintos episodios de la vida de San Lorenzo y San Jerónimo; en el frontal se
representan en gran tamaño las figuras de estos dos santos, la Anunciación y, decorando otros espacios
menores, podemos ver figuras de matronas que representan la Fe, la Iglesia, la Prudencia, la Justicia, la
Caridad, la Esperanza, la Fortaleza y la Templanza; todas estas figuras son obra de Luchetto.
También pintó este mismo artista la bóveda del coro llenando todo el espacio con una amplísima versión de
La Gloria con la Santísima Trinidad sobre un trono de luz rodeado de querubines y espíritus celestiales; María
se sitúa a la derecha de Jesucristo y detrás el coro de los Apóstoles, entre los que destaca San Juan; el resto de
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la composición está formado por monótonas filas de ángeles y santos que se reconocen por sus hábitos,
insignias o instrumentos de su martirio, sin que falten las imágenes para la inmortalidad del insigne obrero y
lego del monasterio fray Antonio de Villacastín u frac él el propio pintor.
La puerta que esta en la divisoria del coro y el antecoro del convento conduce a la gran cornisa volada y al
cimborrio. La cornisa rodea el templo a considerable altura y, por tanto, permite dominar toda la extensión y
magnificencia de la nave mayor, las colosales proporciones del altar mayor y el detalle de las pinturas de las
bóvedas.
Verdaderamente asombroso es el alarde que despliega el prolífico Luca Giordano, Lucas Jordán en España,
pues en pocos meses rellenó de magníficos frescos las ocho bóvedas centrales del templo, que en los primeros
tiempos del monasterio quedaron estucadas. Giordano, Fa presto como le llamaron sus contemporáneos por su
vertiginosa velocidad, desarrolla como temas principales: el Misterio de la Encarnación, los israelitas
cruzando el desierto y el mar Rojo, el triunfo de la Iglesia militante, la Resurrección de la carne, la pureza de
la Virgen, la victoria de los israelitas sobre los amalecitas, el juicio de San Jerónimo y la muerte, entierro y
Asunción de la Virgen.
Desde el tránsito parten cuatro escaleras que suben a la gran torre del cimborrio, cuya circunferencia supera
los 80 metros, en cuyo primer cuerpo se abren 8 ventanas en arco de casi 10 metros de alto. Otras escaleras, de
caracol, conducen a una cornisa exterior en forma de balcón circular con vistas de vértigo sobre el conjunto
del monasterio, los jardines, la población, las casitas, el horizonte llano, los bosques, la sierra.
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