Desista de la frustración

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Desista de la frustración!
por Bel Cesar - [email protected]
Traducido por Melissa Park - [email protected]
Cuando nos descubrimos diciendo: “Hice todo lo que podía y no dio resultado” más de tres veces sobre
una misma cuestión, está en el momento de desistir: salir afuera, desconectarse de su fuente de
frustración.
Desistimos de alguien o de alguna situación cuando tomamos la decisión de no querer más ser tocados
por ella. No basta no querer más. Es preciso ir más allá, esto es, no precisar más oír ni hablar sobre algo
o alguien que nos lleva innumerables veces a sentir que nuestras actitudes son inútiles y, por lo tanto,
descartábles.
Desistir de la frustración no es una actitud displicente, en la cual aparentemente demostramos hacer
poco caso de algo, pero que, por dentro, continuamos acumulando cada vez más resentimiento. Desistir
de la frustración es una elección que surge de la madurez de haber observado y reflexionado sobre
como nos envolvemos continuamente en situaciones que no queremos más vivenciar.
Si escuchamos nuestros resentimientos, ellos revelarán nuestras falsas esperanzas: cómo aún
esperamos por justicia y reconocimiento de personas que aún continúan perjudicándonos.
Es como si tuviésemos la esperanza secreta de hacer las paces con el enemigo, de ser amados por él.
Mientras tanto, como dice el dictado - no es posible agradar al mismo tiempo a griegos y troyanos -,
tenemos que encarar la realidad humana de que no seremos amados por todos. Al final, amar es un
reflejo de nuestro interior: quien ama incondicionalmente ya superó hace mucho tiempo esa necesidad
compulsiva de ser amado “de cualquier manera”.
Esperar por refuerzos positivos, como elogios y agradecimientos de aquellos que nos frustran, es una
trampa que nos hace quedar cada vez más presos a la frustración.
Desista de ella: de a sí mismo una nueva chance, una nueva vida. En cuanto carguemos la pesada
carga emocional de nuestras frustraciones, tendremos una vida insatisfactoria. El secreto está en
relacionarse con lo real: estreche sus relaciones con las personas que cumplen lo que dicen y apártese
de aquellas que obstruyen su tiempo.
Lo mejor es ser más selectivos en nuestras relaciones: debemos buscar estar con personas que siempre
encuentran una manera de motivarnos hacia arriba, porque tienen placer en vernos subir. Pues ellas ven
en la competencia una perdida de tiempo y creen que privilegiar al otro es la mejor inversión para
enriquecer nuestra participación en este mundo.
Mientras, son comunes las relaciones competitivas. Muchas veces, aprendemos a buscar relaciones de
confrontación aún cuando niños: el gusto por el juego venía del desafío, de la capacidad de disputar el
mejor lugar. Como en el juego de las escondidas: el mejor era aquel que no era descubierto porque
aguantaba más tiempo, en silencio, en el cuarto oscuro. O sea, sabía aguantar su situación solito.
Claro que aprender a defendernos es necesario, pero también precisamos saber crear vínculos basados
en el compañerismo, donde cada uno dona su energía para el otro porque sabe que vale la pena sumar
fuerzas. Mas, en nuestra sociedad capitalista, vemos al mundo como una constante amenaza, y por eso
estamos más propensos a defendernos que a crear complicidades en pro del propio mundo.
Por lo tanto, precisamos cambiar el enfoque: dejar de atacar y aprender a hacer juntos. Para eso,
precisamos percibir que ya desenvolvimos nuestra fuerza: no precisamos más de situaciones o de
personas que nos desafíen para recordarnos cuanto somos capaces de soportar.
Sólo desistiremos del hábito de generar desafíos para movilizar nuestra fuerza interior cuando pasemos
a usarla con mayor claridad de intención, esto es, cuando decidimos no más cultivar relaciones basadas
en la dependencia y en el miedo.
En este sentido, debemos discernir la diferencia entre enfrentar desafíos que estimulan nuestro
desenvolvimiento y aquellos que nos tornan vulnerables y cada vez más defensivos, carentes y frágiles.
Desistimos de una frustración cuando finalmente concluimos que nuestro compromiso con la vida
significa ser capaces de eliminar totalmente aquello que genera negatividad. De esta forma, se nos
ofrecieran un plato de arroz para comer y nos dijeran que un grano está envenenado, vamos rechazar
todo el plato! Podemos hasta responder: “Gracias, de negatividad ya estoy saciado...”
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