Juan Sebastián Elcano

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Juan
Sebastián
Elcano
Jesús Flores Thies
Q
ueremos creer que, pese a los aires poco propicios para el estudio de la Historia de España (la de todos) en beneficio de las historias locales y taifas, la
mayor parte de los españoles con un mínimo de cultura saben que Juan Sebastián
Elcano fue el primer navegante que diera la vuelta al mundo. Pero si hiciéramos
una encuesta entre extranjeros, la cosa varía, y esta certeza nuestra, en muchos
de ellos se convertiría en una sorpresa o, lo que es peor, en una duda.
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JUAN SEBASTIÁN ELCANO
S
i abrimos muchos libros de Historia, al
salir a la luz este tema de la primera
circunnavegación del globo, saltará inmediatamente la figura de Magallanes, y se dirá,
casi sin excepción, que sería este navegante portugués el que iniciaría ese intento de circunnavegar el globo que sería completado, debido a su
muerte en la isla de los Ladrones, por Juan Sebastián Elcano. Y sin embargo esto no es del todo
cierto.
Tenemos una gran lámina adquirida hace años
en Inglaterra sobre barcos y marinos históricos,
en ella encontramos, entre los marinos españoles,
sólo a dos: a Torres, que sería el descubridor del
estrecho que separa Nueva Guinea de Australia,
y que gracias a Cook lleva su nombre, y a Juan
«de Elcano», del que dice que «completó la
circunnavegación de Magallanes». No sólo
no cita a más navegantes españoles notables, sino que se equivoca con Torres, que
era portugués, por supuesto que al servicio de la Corona Española. Y en cuanto
a Juan Sebastián Elcano, dice lo que ya
parece que ha de quedar definitivamente
para la historia: que completó una circunnavegación iniciada por Magallanes.
Lo cierto es que, si Magallanes tenía en
mente completar su misión principal
circunnavegando por zonas en las que
los portugueses le podían arruinar el
retorno, esta idea no figuraba en las
capitulaciones con la Corona.
Muchos se asombrarán de que tengamos el
valor de disentir cuando «todo el mundo sabe»
que esos fueron los hechos, pero vamos a demostrar que no estamos equivocados.
Es indudable que Elcano
iba en la expedición que al
mando de Magallanes salió de
Sanlúcar de Barrameda el 10 de
agosto de 1519, pero tanto el
marino vasco como Magallanes
o como el último de sus tripulantes sabía que, una vez alcanzado
el objetivo de la expedición a las
Molucas, para demostrar que estaban en la parte correspondiente
a España según el tratado de Tordesillas, el tornaviaje se haría por
la misma ruta de la ida. Y es que
la misión principal era la de llegar
hasta las Molucas, no por la ruta africana dominada por los portugueses, si no a través de un
paso que se debería encontrar en el continente
americano. Pero, lo repetimos, la vuelta se haría
por las misma ruta de la ida. De ahí que en los
cálculos para el tiempo del viaje de ida y vuelta y
los necesarios bastimentos, se hicieran considerando ese viaje de ida y vuelta por la misma ruta,
que se calculaba en dos años.
Transcribimos estas recomendaciones que corroboran lo que aquí exponemos: «…y si os pareciere dejar en ella (la tierra) algunos de los desterrados, para que entre tanto que vais a hacer
vuestros descubrimientos, tenga plática de lo que
en la tierra hay, para la tornada saber lo que tienen
descubierto y hallado en la tierra…», es decir, que
si alguno se «quedaba atrás» sería recogido en la
tornavuelta.
Arriba: monumento al afamado marino vasco.
Centro: escudo de armas de Juan Sebastián de Elcano.
Abajo: Una marinera y preciosa puesta de sol.
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REVISTA DE HISTORIA Y ACTUALIDAD MILITAR
Arriba: una interpretación de la Nao «Victoria».
Centro: cuadro que representa a Juan Sebastián Elcano.
Abajo: réplica de la nao con la que Elcano diera la primera vuelta
al globo.
Esta expedición soñada por Magallanes y su
compatriota Ruy Faleiro, el verdadero «técnico»
en el proyecto, tiene unas características que la
hacen diferente de las que hasta entonces se habían realizado, no ya en España, sino en el
mundo. Una de ellas era el tiempo que se consideraba necesario, dos años, para culminar la
empresa, un auténtico récord hasta entonces; y
otra característica era el nada habitual número
de extranjeros que se enrolaron en la expedición,
unos sesenta. Entre los españoles predominaban
los andaluces, seguidos de los vascos y castellanos, y entre los extranjeros
predominaban los portugueses, seguidos de franceses e
italianos. Incluso se enroló un
inglés. Hay que decir que muchos de estos portugueses llevaban en España muchos años
y se consideraban como españoles. Elcano iba como maestre en la «Concepción» al
mando del capitán Gaspar de
Quesada.
No vamos a relatar el viaje
hasta su paso por el estrecho
que el tesón de Magallanes
lograría encontrar y atravesar el 27 de noviembre
de 1520, sólo diremos que se había alcanzado el
hasta entonces denominado mar del Sur, descubierto por Vasco Núñez de Balboa en 1513 lo que
hizo, que durante 65 años, aquel inmenso océano
fuera un lago español. Sería en el año 1578
cuando Drake desembocaría, después del terrible
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paso por el estrecho de Magallanes, en aquel
océano que ya era el Pacífico, en un viaje depredador de las costas de la América que ya iba
siendo española, para completarlo con la segunda circunnavegación del globo.
En la Exposición Universal de
Londres, la primera que se hizo
después de la segunda guerra
mundial, se había levantado en el
pabellón de la Gran Bretaña un
arco en homenaje a Francis Drake
«el primer circunnavegador” del
globo». Habrá que buscar en las
hemerotecas, pero creemos recordar que hubo una discreta intervención de España y esa frase
desapareció muy oportunamente.
Muere Magallanes en Mactan, en la denominada isla de los Ladrones, en una absurda intervención en guerras locales, y la flota, ya mermada
por la deserción de la nao «San Antonio» y el
hundimiento de la «Santiago», se aleja de Matacán. Van tres naos, la «Trinidad» mandada por
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español, por lo cual se decidió que la «Trinidad», una vez reparada, regresará a España
por América, alcanzando Darién en Tierra
Firme, mientras que Elcano debería hacerlo
por el cabo de Buena Esperanza. Increíble
reto ya que deberían navegar todo el tiempo
sin tocar tierra y alejados de ella, por la amenazadora presencia de los portugueses, siguiendo una ruta para ellos desconocida pues
carecían de cartas de navegación ni poseían
la menor información sobre vientos, mareas,
corrientes… que celosamente guardaban los
portugueses.
Lope Carvalho, la «Victoria» al mando de Gómez
de Espinosa, y la «Concepción» al mando de Juan
Sebastián Elcano. Es Capitán General de la mermada flota el portugués Carvhalo que, olvidando la misión
encomendada por el Emperador Carlos, la había convertido
en poco menos que una flota
pirata que merodeaba por
aquellos archipiélagos. Es
destituido Carvahlo y la flota
recupera su misión, y el 6 de
noviembre de 1521 avistaron el archipiélago de las
Molucas donde ya navegaban los portugueses desde
hacía diez años. El viaje había durado
27 meses desde su salida de Sanlúcar de Barrameda, de los cuales ocho sin la capitanía de Magallanes. Ahora no había Capitán General, sino
un triunvirato: Espinosa. Elcano y Méndez.
La vecindad portuguesa podía frustrar el regreso de las naos a España, por lo que, convenientemente cargadas de clavo y otras
especias, la «Trinidad» y la «Victoria»,
capitaneadas por Espinosa y Elcano
respectivamente, inician el 18 de diciembre el regreso a España por la
ruta prevista y conocida, es decir
hacia el este, hacia el Pacífico. Pero
la nao «Trinidad» embarcaba tanta
agua que hubo que regresar, junto
con la «Victoria» al puerto de Tidore.
La reparación de la «Trinidad» iba a ser larga, posiblemente tres meses, con el peligro
que representaba la casi segura
presencia de una flota portuguesa dispuesta a hacer valer
sus derechos sobre el archipiélago y acabar con el proyecto
Es decir, que sería después de aquella fecha
del 18 de diciembre cuando se consideró la
posibilidad del regreso bordeando África, es
decir, circunnavegando el globo.
Elcano, al mando de la nao «Victoria», iniciaba
el viaje el 21 de diciembre, sólo tres días
después del precipitado regreso a Tidore. Cuando se
alejaba de la isla de Timor,
el 11 de febrero de 1522,
última escala antes del regreso a España, se iniciaba
una proeza que Elcano y sus
compañeros iban a realizar
en condiciones terribles, escalofriantes. Recordemos el incidente en las islas de Cabo
Verde, el 9 de julio de 1522,
cuando trató de conseguir agua
y víveres necesarios para culminar el viaje. Habían sido cinco meses de increíbles sufrimientos,
pero la habilidad marinera de Elcano y su tesón
consiguieron vencer todos los obstáculos, incluido
el portugués. Así que ya los tenemos,
después de otros 28 días de navegación, arribando el 6 de septiembre
a Sanlúcar de Barrameda.
No queremos quitar méritos a unos
ni exagerar los de otros, pero es indudable
que Magallanes nada tuvo que ver con el
proyecto de retorno por el cabo de Buena
Esperanza, y que este proyecto vino de la
decisión de Elcano y de Espinosa, casi podríamos decir que en el último momento.
Arriba: palos, jarcias, cabos y escalas de la réplica de la
nao «Victoria», con la que Elcano alcanzó la hazaña.
Centro: Sello de curso legal dedicado a Juan Sebastián
Elcano.
Abajo: Una de las estatuas que recuerdan a Juan Sebastián
Elcano.
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REVISTA DE HISTORIA Y ACTUALIDAD MILITAR
Tenemos que hablar, aunque sea brevemente,
del frustrado regreso de la «Trinidad» que en sus
vanos intentos de encontrar corrientes y vientos
propicios para llegar a América, casi alcanzó los
40 grados de latitud norte, desistiendo del viaje a
América cuando ya le faltaba muy poco para llegar al punto que años después llegaría Urdaneta,
y que le permitiría
encontrar las corrientes de Khuo
Shivo que les habría podido conducir a América.
Regresan a las inmediaciones de
las Molucas para
acabar en manos
de los portugueses.
Triste final de tantas
esperanzas y de tantos
esfuerzos.
Para no alargar más el
tema, diremos que Elcano participó en la segunda flota que el Emperador
Carlos enviaba a las Molucas para
hacer valer sus derechos, flota que iba al mando
de Loaysa, frustrada expedición en la que morirían, en pleno océano Pacífico, Loaysa y Elcano. Finalmente, el tratado de Zaragoza puso
fin al pleito hispano-portugués sobre las Molucas, cediéndolas al rey portugués a cambio de
350.000 ducados de oro. Por cierto, que en este
viaje se vio por primera vez el cabo de Hornos
(1525). Sería Francisco de
Hoces con la nao «San Lesmes», aunque no pasó al
Pacífico, dejándole a un
navegante holandés, Willem
Shauten, el honor de darle,
casi un siglo después (enero
de 1616), el nombre de uno
de sus navíos y el de sus
patrocinadores: «Hoorn».
En aquella expedición
viajaba, como paje de Elcano, un joven de 16 años,
también vasco y de Guetaria, Urdaneta, que sería
quien cuarenta años después descubriría la ruta de
regreso a América al subir
por el mar del Japón hasta
alcanzar las ya citadas corrientes de Khuo
Shivo. Urdaneta, preso de los portugueses, conseguiría la libertad junto con otros españoles
prisioneros, gracias a las gestiones del Emperador, y pudo regresar a la península Ibérica en
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Arriba: Réplica de la nao «Victoria».
Abajo: Llegada a Sanlúcar de Barrameda de los marinos que junto
a Elcano, habían realizado la proeza de circunnavegar el globo
terráqueo por primera vez en la historia
la nao «San Roque» por el cabo de Buena Esperanza, habiendo por tanto completado otra
circunnavegación
al globo.
Para acabar de
una vez hemos de
decir que no es jugar limpio el querer dar a Portugal
parte de la gloria
de estos viajes ya
que, lo que hizo, y
además a conciencia, fletando navíos y
flotas, fue querer impedir
por todos los medios el viaje
de la flota mandada por Magallanes. Y a lo largo de todas
sus singladuras, cada vez más
mermada, estaba el peligro portugués que podía en cualquier momento
acabar con cualquier proyecto. Porque, ya que
hablamos en términos marinos, que cada palo
aguante su vela.
Y unos toques de raro humor. En un libro de
autor alemán sobre «Exploraciones», hemos
leído que la Armada Invencible fracasó, entre
otras razones, porque los españoles estaban
acostumbrados a navegar
por el tranquilo Mediterráneo y no sabían lo que era
soportar los temporales del
Mar del Norte. La Armada
Invencible salió hacia Inglaterra en 1588 con marinos
españoles y portugueses que
llevaban casi un siglo soportando los temporales, tifones
y huracanes atlánticos, incluidos los de las Antillas o
los de los mares australes. Y
no olvidemos que navegantes santanderinos y vascos
pescaban por aquel mar del
Norte, luego tan inglés, casi
desde tiempo inmemorial.
Para escribir este relato
nos hemos apoyado en otros textos, especialmente en el libro «Juan Sebastián Elcano» publicado por la Editorial Ariel, del que es autor
el historiador Manuel Lucena.
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