Resumen El juego siempre ha sido considerado como la forma más adecuada de enseñar a niños pequeños y ha ocupado un lugar privilegiado en la historia de la educación infantil, sin embargo, recientes investigaciones han demostrado que el mismo está perdiendo espacios en las propuestas desarrolladas por las escuelas infantiles. Los estudios ponen en evidencia que a pesar de que los docentes valoran las actividades lúdicas como fuente de aprendizaje, a medida que el alumno avanza en el sistema educativo se ofrecen menos posibilidades para jugar. Partiendo de esta realidad y considerando los trabajos que muestran que el niño aprende mejor por medio del juego relacionando una educación basada en el mismo con calidad educativa, además de los que ponen en evidencia el papel fundamental que tiene el docente a la hora de proponer actividades lúdicas, este estudio enfoca su mirada sobre la formación de los profesores de Educación Inicial, como un elemento clave para favorecer la presencia del juego en las salas. Sin desconocer los múltiples factores que inciden en las prácticas docentes, se focaliza la mirada en los diseños curriculares, por ser los documentos que regulan aquello que debe ser enseñado, trazando de este modo trayectos de formación para los alumnos y poniendo en evidencia qué es valorado en un momento determinado. Desde esta perspectiva, se analizan los Contenidos Básicos Comunes Nacionales para la formación del profesor de Educación Inicial en la Argentina y particularmente los diseños curriculares de dos jurisdicciones: la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires. Se reflexiona por un lado sobre qué identidad cobra el juego en los documentos y por lo tanto qué posibilidades y restricciones habilitan en cuanto a la presencia del mismo en la enseñanza y por otro sobre el lugar dado a la formación lúdica, entendida como un diálogo entre la teoría y la práctica del juego. Se complementa el estudio con algunos aportes que invitan a repensar la formación lúdica con el objetivo de que los futuros docentes sean capaces de jugar, de valorar el juego y de habilitar propuestas lúdicas en sus salas.