424 - Noble Compañía de Seguros

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424.548.- “VILLALBA ALEJANDRO RAÚL C/ HOSPITAL MUNICIPAL DE
VICENTE LÓPEZ PROF .B. HOUSSAY Y OTROS S/ COBRO DE
SUMAS DE DINERO” (14).-
// nos Aires, Capital de la República Argentina, a los veintiocho
días del mes de junio de dos mil cinco, reunidos en Acuerdo los Señores
Jueces de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala “E”, para
conocer en el recurso interpuesto en los autos caratulados: “VILLALBA ALEJANDRO
RAÚL C/ HOSPITAL MUNICIPAL DE VICENTE LÓPEZ PROF .B. HOUSSAY Y
OTROS S/ COBRO DE SUMAS DE DINERO”, respecto de la sentencia corriente a fs.
1248, el Tribunal estableció la siguiente cuestión a resolver:
¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada?
Practicado el sorteo resultó que la votación debía efectuarse en el
siguiente orden: Señores Jueces de Cámara Doctores CALATAYUD. DUPUIS.
MIRÁS.
El Señor Juez de Cámara Doctor CALATAYUD dijo:
1.- En la sentencia de fs. 1248/73, la señora juez rechazó la defensa de
prescripción articulada por el hospital “Centenario” y la Dra. Lidia Teresa Iwama e hizo
lugar a la demanda entablada contra ellos y contra el hospital municipal de Vicente
López “Profesor Bernardo Houssay” y los Dres. Héctor Santiago Caldevilla, Bojan
Botanic y Carlos Rego, a quienes los condenó a pagar al actor la suma de $ 290.000,
con más sus intereses calculados a la tasa del 6% anual hasta el plazo de diez días que
otorgó para el cumplimiento del citado decisorio, estableciendo la pasiva promedio que
publica mensualmente el Banco Central de la República Argentina para la hipótesis de
que no se cumpliera en tiempo y forma, y las costas del proceso. Dicha cantidad
proviene del justiprecio que efectuara de los daños y perjuicios que se le ocasionaran a
aquél derivados de la mala praxis profesional en que habrían incurrido en la prestación
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médica cuando Villalba fuera internado a raíz de un accidente de tránsito acaecido en la
ruta internacional n 36 en la localidad de Gualeguaychú, Pcia. de Entre Ríos, con fecha
1 de febrero de 1997 y a raíz de la cual sufriera la amputación del miembro inferior
izquierdo.
Contra dicha decisión, se alzan todas las partes, quienes expresan los
agravios que le merece el fallo en las presentaciones de fs. 1381/82 el hospital
“Centenario”, fs. 1383/96 el actor, fs. 1400/03 el hospital “Houssay”, fs. 1407/10 Carlos
Rego, fs. 1412/23 Héctor Caldevilla, fs. 1423/34 Lidia Iwama y fs. 1435/36 Bojan
Batinic.
2.- Por una simple cuestión metodológica, comenzaré con los agravios
relativos a la defensa de prescripción, cuestión sobre la cual insiste únicamente la Dra.
Iwama, alegando que, al trabajar en un hospital y desempeñarse como funcionario
público, se le aplica el plazo bienal que contempla el art. 4037 del Cód. Civil.
Es verdad -como refiere- que al comentar un precedente de nuestro
Máximo Tribunal, Ghersi y Lovece sostuvieron que la relación del Estado a través del
hospital público con el administrado es de derecho constitucional-administrativo, y la
relación médico-funcionario público con el paciente-administrado, es de derecho
administrativo y/o constitucional y la responsabilidad es extracontractual, motivo por
el cual el plazo de prescripción de la acción -que se inicia desde que el hecho fuente del
daño es conocido por el damnificado- es el de dos años que contempla la norma de
fondo recién citada (ver “Derecho constitucional a la salud. Hospital publico [La
relación médico-paciente es extracontractual]”, en J.A. 1998-II-347, en especial aps. IV
y V en pág. 353).
Sin embargo, al margen de que en dicho precedente la Corte Suprema
sostuvo que los médicos de hospitales, como eran funcionarios públicos, estaban
obligados a efectuar la denuncia de delito de acción pública, tal como lo dispone el
actual art. 177 del Código Procesal Penal (ver J.A. 1998-II-338), por lo que -a mi juicio-
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no se refiere a la relación privada que se establece entre el médico que se desempeña en
un nosocomio público y el paciente que concurre a éste para ser atendido por una
dolencia, lo cierto es que la opinión de sus autores, como ellos mismos se encargan de
aclarar en la introducción de su trabajo, es una postura netamente minoritaria (ver pág.
347, ap. I).
Es que, diría en forma casi unánime, la doctrina y jurisprudencia se
orientan en el sentido de que se está en presencia de una vínculo contractual y que así
debe examinarse lo atinente a la responsabilidad profesional consiguiente (ver Bueres,
“Responsabilidad civil de los médicos”, pág. 41 y citas de la nota 33) y es lo que ha
entendido invariablemente la Sala, sin efectuar distingos entre la prestación médica
hecha en forma privada, en hospitales públicos o en clínicas o sanatorios (ver, entre
muchas otras, causas 20.463 del 29-4-86, 181.789 del 23-4-96, así como también la
publicada en L.L. 1979-C-19, con anterior composición).
Ello resulta suficiente para desechar los agravios vertidos sobre el punto,
lo que así propicio.
3.- Con carácter previo, quiero destacar -tal como lo hiciera la señora juez
de primera instancia- que en esta materia, más que en cualquier otra, la prueba pericial
adquiere una relevancia especial, habida cuenta que nos encontramos en presencia de
cuestiones esencialmente científicas, sobre las cuales el juzgador es un lego y depende
esencialmente de la opinión de quienes son especialistas. Es así, que esta Sala tiene
decidido que, si bien el perito es un auxiliar de la justicia y su misión consiste en
contribuir a formar la convicción del juzgador, razón por la cual el dictamen no tiene, en
principio, efecto vinculante para él (art. 477 del Cód. Procesal; CNCiv. esta Sala, en
E.D. 89-495 y sus citas), la circunstancia de que el dictamen no obligue al juez -salvo en
los casos en que así lo exige la ley-, no importa que éste pueda apartarse arbitrariamente
de la opinión fundada del perito idóneo, en tanto la desestimación de sus conclusiones
ha de ser razonable y fundada (conf. fallo citado y votos del Dr. Mirás en causas 34.389
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del 9-2-88 y 188.579 del 26-3-96 y, en el mismo sentido, CNCiv. Sala “D” en E.D. 6300; Colombo, “Código Procesal Civil y Comercial Comentado y Anotado”, 4a. ed., t. I
pág. 717 y nota 551).
Y, en sentido concordante, invariablemente ha adherido a la doctrina
según la cual aun cuando las normas procesales no acuerdan al dictamen pericial el
carácter de prueba legal, cuando el informe comporta -como en el caso- la apreciación
específica en el campo del saber del perito -conocimiento éste ajeno al hombre de
derecho-, para desvirtuarlo es imprescindible contar con elementos de juicio que
permitan concluir fehacientemente en el error o el inadecuado uso que el experto
hubiese hecho de sus conocimientos técnicos o científicos, de los que por su profesión o
título habilitante ha de suponérselo dotado (conf., entre muchas otras, causas 21.064 del
15-8-86, 11.800 del 14-10-85, 32.091 del 18-12-87, 131.829 del 29-7-93 y 169.102 del
6-6-95).
Ello aclarado, en autos se han producido dos dictámenes; uno llevado a
cabo por el perito médico especialista en Ortopedia, Traumatología y Cirugía de pierna
y pie, Dr. Luis León Donzis -designado de oficio por el Juzgado, con la imparcialidad
que el origen de su nombramiento permite presuponer- y, otro encarado por el Dr.
Primitivo Héctor Burgo, integrante del Cuerpo Médico Forense, cuya reconocida
solvencia y objetividad ha sido destacada por nuestro más Alto Tribunal (ver “Fallos”,
299:265; íd., en L.L. 1978-B-290).
Y ambos han coincidido sobre los aspectos centrales de la controversia
suscitada en el sub exámine. Así, están de acuerdo en que lo que desencadena el
proceso que lleva a la lamentable amputación de la pierna izquierda del actor es la serie
de desaciertos en cuanto a los tiempos con que se encaró desde un comienzo la lesión
sufrida por Villalba y respecto de los métodos empleados. Debido al tipo de fractura
sufrida, ello hacía necesario un estudio minucioso del estado vascular del miembro
afectado, pues ella está asociada a lesiones de la arteria poplítea que requiere un
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seguimiento no sólo por eco- doppler -como se le hizo-, sino también a través de una
arteriografía, estudios que debieron practicársele de inmediato, al llegar al hospital de
Vicente López.
Adviértase -tal como lo hace el Dr. Donzis- que de la historia clínica de
este último nosocomio surge que ya el día 3 de febrero (el paciente había arribado el 1
del mismo mes) el Dr. Sotelano advierte sobre la posibilidad de sufrimiento vascular del
pie, el día 7 reitera la existencia de signos de isquemia en el pulpejo del Hallux
izquierdo con sensibilidad abolida, los días 9 y 10 señala isquemia progresiva de los
dedos del pie izquierdo, los días 17, 18, 19 y 20, siempre de febrero, informa la
presencia de signos de necrosis de los cinco dedos, con disminución de sensibilidad en
la cara dorsal y plantar de ese pie. No obstante estas advertencias, recién el 10 del
mismo mes de febrero se ordena un eco-doppler que, como hemos visto, no era el único
estudio aconsejable, máxime ante las señales destacadas por otro profesional del mismo
hospital que -reitero- apuntaban claramente hacia la posibilidad de un compromiso
vascular. Por último, es finalmente el 24 de febrero que se deriva al actor a la clínica
“Olivos” para efectuársele una arteriografía, la que da como resultado obstrucción total
a nivel del tercio medio de la arteria poplítea, visualizándose una recanalización a nivel
del origen del tronco tibio peróneo (ver fs. 685).
Ambos profesionales son concluyentes, entonces, en que debe quedar
perfectamente en claro que la conducta médica seguida en autos no fue la adecuada en
relación a la lesión vascular que padecía el enfermo. Ello así, por cuanto desde un
comienzo estaban presentes signos de isquemia -que, por otra parte, constaban en la
historia clínica del hospital de Gualeguaychú-, aclarando el Dr. Burgo que la
arteriografía debió ser realizada simultáneamente con la estabilización del foco
fracturario. El día décimo contado a partir del accidente la pierna era isquémica y tarde
para cualquier tratamiento, pues el estado era irreversible, de manera que el estudio
efectuado por el Dr. Caldevilla del día 10 de febrero, además de ser inútil por tardío,
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expresa una conclusión errónea, pues señala que no hay lesión arterial troncular, cuando
la obstruida era la poplítea. Advierte también este médico forense que el temperamento
quirúrgico vascular se debió tomar al ingreso del enfermo en el hospital o, en el peor de
los casos, 24 horas después, en un intento desesperado por ofrecer alguna alternativa
positiva.
En suma, sostiene el Dr. Burgo que la cascada de hechos irreversibles que
desembocan en la amputación comienza desde la tardía derivación de doce horas
después del accidente y se acrecienta a partir del ingreso en el hospital de Vicente López
en las 24 horas siguientes por falta de una conducta diligente frente a la complicación
vascular, motivo por el cual, si no se estaba en condiciones médicas, se debió haber
dispuesto su derivación inmediata a un centro de mayor complejidad.
Se encuentra absolutamente claro, entonces, que ambos profesionales
comparten la conclusión en orden a la serie de errores médicos que condujeron al
lamentable desenlace o, al menos, que coartaron las posibilidades de ofrecer una
solución a la grave lesión que padecía Villalba.
Es verdad que el Dr. Burgo mencionó que todos los autores están de
acuerdo en aceptar que los músculos toleran bien cuatro horas de isquemia, que después
de seis horas el resultado es incierto y, tras ocho horas, el daño es irreversible (ver fs.
964) -aspecto éste sobre el que hacen hincapié varios de los demandados apelantes para
señalar que la magistrada no tuvo en cuenta la irreparabilidad del daño-, así como
también que la derivación del hospital “Centenario” y posterior llegada del paciente
demoró más del tiempo límite aludido, pues lo hizo aproximadamente unas 12 horas
después del suceso, pero igualmente lo es que el forense aludido insistentemente señaló,
una y otra vez, en que en el hospital “Houssay” no se adoptaron las conductas médicas
apropiadas, no sólo en materia de tiempo, sino tampoco en los estudios a encarar, que
seguramente habrían conducido a ofrecer al paciente una alternativa, sobre lo que reitero- coincide también el Dr. Donzis. Es decir, al no haberse observado las reglas del
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arte de curar apropiadas, no se conoce con certeza el real alcance de la evolución de la
lesión de Villalba para aseverar que, en su caso particular, el daño ya no podía ser
reparado.
Por tanto, no resulta de aplicación el precedente citado por el
representante de aquella institución hospitalaria, habida cuenta que -como surge de sus
constancias- se trataba de un supuesto de una enfermedad terminal en donde estaba
acreditado que el paciente falleció habiendo ingresado ya en estado crítico a la clínica a
la que pretendía imputársele responsabilidad, cuando la situación fatal ya se había
desencadenado y, se hiciere lo que se hiciere, el desenlace era el mismo (ver CNCiv.
Sala “F”, voto de la Dra. Highton de Nolasco, causa 331.362 del 15-8-02, in re: “Matina
Radamés Roberto y otro c/ IOMA y otros s/ Daños y perjuicios - Resp. Prof. Médicos y
Aux.”). Y, en la especie -tal como he señalado-, no se tenía la tal certeza.
En lo que atañe a la débil defensa que ensaya el hospital “Centenario” en
orden a que el plazo de derivación no fue excesivo, como acertadamente apunta el
médico forense, no obstante detectarse signos de compromiso vascular en ese
nosocomio -temperatura disminuida debajo de la rodilla y disminución de los pulsos de
las arterias pedias y tibial posterior- existió demora en la derivación a un centro de
mayor complejidad, toda vez que la lesión diagnosticada no admitía tardanza alguna,
ello ameritaba el inmediato traslado, posponiendo para horas vespertinas el tratamiento
de la fractura expuesta de la mano -y no de inmediato como se hizo en Gualeguaychú-,
acondicionando el miembro afectado en férulas adecuadas simplemente escayoladas,
considerando razonable que se pudo disponer aquel traslado hacia las 8 o 9 horas de la
mañana, lo que hubiera permitido arribar a Vicente López no más allá de las 12 o 13
horas y no a las 16 -como llegó-, considerando todas las dificultades que en el viaje
pudieran existir. Por ello, aun cuando se tratase -como se afirma- de un “modesto
hospital provinciano”, la demora ha tenido su incidencia causal en el desenlace final.
Por consiguiente, contrariamente a lo sostenido por el Dr. Rego -médico
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de guardia del hospital de Vicente López que recibió a Villalba-, por lo antes expresado
no procedió de acuerdo a la lex artis. Es que -como se destacara-, había sido derivado
del hospital de la provincia de Entre Ríos por la existencia de signos claros de
compromiso vascular, de manera que no debió limitarse a realizar un eco doppler,
adoptando una conducta expectante, sino que era indispensable encarar la realización de
un estudio arteriográfico para determinar si existía obstrucción de la arteria poplítea o
sospechar fundadamente el diagnóstico de síndrome compartimental, para lo cual debió
pedir consulta con cirugía vascular de inmediato.
Ello establecido, es claro entonces que ha existido responsabilidad de
todos los involucrados, la que -como ha sido solicitado- deberá ser distinguida según el
grado de incidencia causal, dado que no se está en presencia de solidaridad entre los
intervinientes, sino de un supuesto de obligaciones concurrentes. Más allá de que la
discriminación en la graduación no haya sido reclamada especialmente al juez de
primera instancia, en los supuestos que se haya demandado -como en el caso- a todos
los participantes, es conveniente que la sentencia establezca los porcentajes de
culpabilidad que se imputa a cada uno de aquéllos, lo que será de utilidad para que haga
cosa juzgada en el caso de que se inicie un juicio de reintegro posterior (conf.
Kemelmajer de Carlucci en Belluscio, “Código Civil y leyes complementarias
comentado, anotado y concordado”, t. 5 pág. 380 y fallos citados en nota 176).
Así las cosas, es mi convicción, a tales efectos, que es diferente la
incidencia causal que le cupo a los profesionales que intervinieron en un primer
momento, integrantes del staff del hospital “Centenario” de Gualeguaychú, quienes si
bien no procedieron con la premura que las circunstancias imponían, incurriendo en
cierta tardanza en la derivación del enfermo hacia un centro de mayor complejidad, de
todas maneras lo hicieron sin dilatarla en demasía. Pero el mayor grado de
responsabilidad habrá de recaer, sin hesitación, sobre los profesionales que dependían
del hospital “Bernardo Houssay” de Vicente López, provincia de Buenos Aires, los que,
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pese a contar con elementos que llevaban a sospechar fundadamente, desde un primer
momento, acerca de la existencia de isquemia en la pierna afectada del paciente,
incompresiblemente no asumieron la conducta médica adecuada, tardando sobremanera,
no obstante, además, de que uno de los médicos de la misma institución ya había
alertado -en más de una oportunidad- sobre dicha posibilidad. Juzgo, pues, que el primer
nosocomio habrá de responder en un 20%, en tanto los restantes demandados deberán
asumirla en el 80% restante.
4.- En lo que se refiere a la condena que contiene el pronunciamiento del
Dr. Bojan Batinic, tal como lo requiere deberá revocársela, toda vez que -como apuntaa fs. 1161 el actor desistió de la acción y del derecho en su contra, lo que así éste admite
al contestar los agravios del citado profesional (ver ap. VII a fs. 1468 vta.).
5.- Corresponde, a esta altura, proceder a examinar las quejas vertidas
sobre los montos indemnizatorios, aclarando, desde ya, que las expuestas por los
codemandados hospital “Centenario” y Dres. Caldevilla e Iwama no reúnen, ni siquiera
en mínima medida, los recaudos exigidos por el art. 265 del Cód. Procesal, por lo que
no podrán ser atendidos en esta instancia. Es que, la doctrina y jurisprudencia,
interpretando la norma legal mencionada, han establecido como principio que no
constituye una verdadera expresión de agravios el escrito que sólo contiene
afirmaciones dogmáticas sin una verdadera crítica (conf. Fassi y Yáñez, “Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación Comentado, Anotado y Concordado”, 3a. ed., t.
2 pág. 483 nº 15 y jurisprudencia citada en nota nº 18; Palacio, “Derecho Procesal
Civil”, t. V pág. 267 notas 6 a 8; CNCiv. esta Sala, mis votos en causas 134.750 del 179-93 y 162.820 del 3-4-93). E, igualmente, decidió que, en ausencia de argumentos
específicamente referidos a las consideraciones determinantes de la decisión adversa a
las pretensiones del recurrente, no hay agravios que atender en la Alzada (conf. CNCiv.
esta Sala, mis votos en causas 140.830 del 26-11-93, 138.762 del 9-12-93 y 165.681 del
26-4-95, entre muchas otras).
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Y mencionar simplemente que los importes son elevados (ver fs. 1382, n
3), o que exceden los reconocidos por los fallos judiciales o imputándole a la magistrada
que se ha fundado exclusivamente en manifestaciones unilaterales del propio interesado
cuando -como se verá más adelante- ello no es exactamente así (ver fs. 1421, punto 6.3,
y fs. 1433 vta., punto 7.3) es, sin lugar a dudas, incurrir en la falencia argumental antes
aludida.
Por ende, sólo analizaré las críticas que, sobre las diferentes partidas,
expone el actor.
A) Incapacidad sobreviniente. Tal como destaca el apelante citando un
precedente de la Sala, es doctrina del Tribunal que ella abarca cualquier disminución
física o psíquica que afecte tanto la capacidad laborativa del individuo, como aquélla
que se traduce en un menoscabo en cualquier tipo de actividad que desarrollaba con la
debida amplitud y libertad (conf. Kemelmajer de Carlucci en Belluscio, op. y loc. cits.,
pág. 219 nº 13; CNCiv. esta Sala, causas 24.116 del 20-10-86, 43.169 del 18-4-89 y
66.946 del 18-5-90, entre muchas otras). Es que la integridad corporal de la persona
tiene, por lo común, un valor económico instrumental, como capital destinado a ser
fuente de beneficios, tanto económicos como de otra índole. Por ello, su afectación se
proyecta necesariamente al futuro, cercenando o menoscabando probabilidades de
desenvolvimiento, éxito e inserción en el mundo de relación (conf. Zavala de González,
“Daños a las personas - Integridad sicofísica”, t. 2a pág. 41; CNCiv. esta Sala, causa
124.883 del 22-3-93).
El Dr. Donzis estimó el grado de incapacidad física, parcial y permanente,
en el 70%, para lo cual empleó los baremos de Romano y Fernández Blanco (ver fs.
743/8), en tanto el Dr. Burgo la calculó en un 50% (ver fs. 953/87), mientras que, la
licenciada en psicología -integrante también del Cuerpo Médico Forense- concluyó que
el actor padecía de una moderada reacción anormal neurótica, con manifestación
depresiva, subyacente, que según Baremo Nacional le corresponde un 30% de
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incapacidad psíquica (ver fs. 950/52).
Ello establecido, se ha resuelto que, para fijar el respectivo quántum
indemnizatorio, debe atenderse a la naturaleza de las lesiones sufridas, así como
también a la edad del damnificado, su estado civil y demás condiciones personales,
cómo habrán aquéllas de influir negativamente en sus posibilidades de vida futura e,
igualmente, la específica disminución de sus aptitudes laborales (conf. Kemelmajer de
Carlucci en Belluscio, op. y loc. cits., pág. 220 y citas de la nota 87; Llambías, “Tratado
de Derecho Civil - Obligaciones”, t. IV-A pág. 120; CNCiv. Sala “F” en E.D. 105-452;
íd., en E.D. 102-330; esta Sala, causas anteriormente citadas).
De la misma manera, no resulta ocioso recordar que se ha resuelto
reiteradamente que los porcentajes de incapacidad que otorgan los diferentes baremos
representan meras pautas para el juzgador, y no lo vinculan (ver CNCiv. esta Sala,
causas 169.316 del 8-6-95, 170.721 del 20-6-95 y 173.810 del 20-7-95, entre otras),
debiendo aquí pronunciarse sobre la incidencia en la vida de relación de la víctima de
las dolencias verificadas y, a partir de estas comprobaciones, fijar la cuantía resarcitoria
de la partida en examen (conf. CNCiv. esta Sala, votos del Dr. Mirás en causas 113.816
del 28-8-92 y 114.858 del 30-9-92).
Así las cosas, habida cuenta que Villalba contaba, a la época del
accidente, con 29 años de edad y, si bien era soltero a ese momento, con posterioridad
contrajo matrimonio, del cual hubo una hija menor de edad; que ambos esposos trabajan
contando con un ingreso mensual aproximado de $ 1.100, siendo de presumir el nivel
socio-económico del grupo familiar (ver constancias del incidente sobre beneficio de
litigar sin gastos), la suma reconocida en la sentencia resulta, a mi juicio, equitativa y
adecuada a las circunstancias que he puntualizado.
B) Daño estético. Ha sostenido este Tribunal que la falta de un criterio
matemático o inequívoco a los fines de la fijación del quántum por daño estético, obliga
a recurrir a otros parámetros, como lo son la edad de la víctima, el sexo, su carácter
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psicológico, el círculo de su actuación y demás condiciones personales (conf. voto del
Dr. Dupuis en causa 15.594 del 20-9-85, con cita de fallos de la CNCiv. Sala “B” en
E.D. 58-282; Sala “C” en E.D. 56-453; Sala “F”, causas 213.201 del 23-8-77 y 6.008
del 28-9-84; Sala “G”, causa 8.187 del 3-10-84).
Ello así, en atención a las particularidades que presenta el supuesto de
autos y las demás condiciones personales que he destacado anteriormente, también en
este caso el importe fijado por este concepto aparece como justo y apropiado, de manera
que deberán ser desestimadas las críticas vertidas sobre el punto.
C) Gastos médicos -pasados y futuros- y anexos. La limitación
probatoria de la que ahora se lamenta el actor fue dispuesta por la señora juez a quo a fs.
649, en decisión que fue por él consentida, mientras que tampoco en esta instancia
intentó reiterar, en los términos del art. 260 del Cód. Procesal, la que oportunamente
ofreciera y le fuera denegada por inoficiosa, de manera que su queja deviene tardía.
Es verdad- come refiere- que, en lo que atañe a tales erogaciones, la Sala
ha resuelto reiteradamente que ellos no requieren prueba documental, debiendo ser
admitidos siempre que resulten verosímiles en relación con las lesiones provocadas por
el evento dañoso (conf. mi votos en causas 157.723 del 1-3-96 y 204.192 del 23-12-96;
voto del Dr. Mirás en causa 69.534 del 13-7-90; votos del Dr. Dupuis en causas 44.825
del 2-5-89 y 138.134 del 3-2-95, entre muchas otras).
No obsta a la admisión de la partida la pertenencia de la víctima a una
obra social, adhesión a un sistema de salud pre-pago o su atención en hospital público,
pues existe siempre una serie de gastos que se encuentra a cargo de los afiliados o
parientes y que aquellos no cubren, sin perjuicio de que, cuando existe total o parcial
orfandad de prueba documental, en el monto a fijarse deben ser consideradas tales
circunstancias (conf. esta Sala, causas 107.157 del 30-4-92, 113.652 del 24-8-92,
127.547 del 19-4-93, 119.174 del 15-12-92, 146.808 del 18-5-94, 154.150 del 6-10-94 y
164.495 del 23-3-95; Sala "M", causa 61.766 del 27-3-91; Sala "C", causa 129.891 del
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2-11-93).
De la misma manera, es reiterada la jurisprudencia que ha admitido la
procedencia de los gastos de traslado en función de la prerrogativa del art. 165 del
ritual, cuando puede presumirse, dada la índole de las lesiones, que la víctima se ha
visto necesitada de recurrir a gastos extraordinarios de movilidad, como podría ser, por
ejemplo, la utilización de autos taxímetros (conf. CNCiv. Sala “D” en E.D. 34-328; esta
Sala, causas 81.236 del 25-4-91, 96.383 del 13-11-91 y 121.482 del 14-12-92, entre
otras).
También es cierto que, a estar a lo informado por el perito de oficio, el
precio de una prótesis oscila entre los $ 7.000 y $ 12.000 (ver fs. 747, punto 39) o entre
los $ 5.000 y $ 7.000 según el médico forense (ver fs. 974, punto 39), en tanto no obra,
contrariamente a lo que sostiene el apelante, prueba fehaciente y objetiva -más que la
opinión del consultor técnico de parte que, como tal, resulta interesada- que deba ser
-como afirma- repuesta cada 4 años o requiera de un service habitual. Por tanto, si se
considera que la magistrada de la anterior instancia reconoció por estos conceptos la
suma de $ 30.000, ese importe aparece como razonable y adecuado a la naturaleza y
entidad de las lesiones, máxime ante la orfandad probatoria que presenta el proceso.
D) Daño moral. Se entiende por tal cualquier lesión a los sentimientos o
afecciones legítimas de una persona, o cuando se le ocasionan perjuicios que se
traducen en padecimientos físicos o, en fin, cuando de una manera u otra se han
perturbado la tranquilidad y el ritmo normal de vida del damnificado (conf. CNCiv. Sala
“D” en E.D. 61-779; íd., en E.D. 69-377; Sala “F” en E.D. 42-311; íd., en E.D. 53-350;
Sala “G” en E.D. 100-300; esta Sala, causas 502 del 26-12-83, 66.984 del 30-5-90 y
77.842 del 7-11-90).
Es de señalar que, a los fines de establecer su cuantía, se hace
imprescindible valorar un cúmulo de factores, entre los que merecen ser destacados, a
modo de ejemplo, la gravedad de la culpa del autor del hecho, la existencia y cuantía de
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los perjuicios materiales, las condiciones personales de aquél y las de la víctima, etc.,
factores todos que quedan librados al prudente arbitrio judicial (conf. CNCiv. Sala “B”
en E.D. 57-455; Sala “D” en E.D. 43-740; esta Sala, causas 19.073 del 13-3-86 y
124.140 del 16-11-94).
A la luz de tales principios, habida cuenta la importancia de las lesiones y
sus secuelas, el dolor y sufrimiento que seguramente ha debido atravesar Villalba, quien
al tiempo de sufrir el accidente y con motivo de la mala praxis médica perdió uno de sus
miembros inferiores, con los inconvenientes y padecimientos que ello le trajo aparejado,
condiciones personales que he puntualizado, la cantidad por la cual prosperara este ítem
resulta, en mi concepto, una equitativa y apropiada ponderación del perjuicio.
E) Intereses. Es doctrina de la Sala, aquella que dispone que, cuando el
sentenciante omitió -como en autos- mencionar la fecha en que ha calculado los valores
de las diferentes partidas, precisamente por esa circunstancia es que debe interpretarse
que ellos han sido fijados a la época del dictado del pronunciamiento, habida cuenta que
ése resulta ser el criterio más razonable, pues cierto es que establecerlos pensando en los
vigentes en años atrás aparece como una tarea casi imposible por más que la inflación se
haya mantenido dentro de carriles moderados o bajos (conf. mis votos en causas
150.490 del 11-8-94, 154.327 del 4-10-94 y 159.464 del 7-2-95).
Por consiguiente, la condena al pago de una tasa del 6% anual desde la
fecha del hecho resulta ajustada a derecho y no podrá ser modificada.
F) Costas por el rechazo de la defensa de prescripción. Según sostiene
el accionante, la desestimación de esta excepción merece una regulación por separado,
pues se trata de una incidencia articulada por dos de los demandados y no por la
totalidad de ellos.
No asiste razón al recurrente. Es que, conforme lo ha decidido
reiteradamente el Tribunal, no corresponde una regulación autónoma por las tareas
desarrolladas en materia de defensas resueltas en el pronunciamiento definitivo, pues los
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honorarios que en él se fijen comprenden la totalidad de los trabajos desarrollados al
respecto (conf., entre otras, mi voto en causa 308.281 del 30-4-01 y cita que contiene de
causa 170.274 del 3-5-95, in re: “Pomar Gregorio c/ López de Aimone s/ Desalojo”).
6.- En definitiva, voto para que se modifique la sentencia de fs. 1248/73,
atribuyéndose al hospital “Centenario” un 20% de responsabilidad, en tanto el 80%
restante estará a cargo del hospital municipal “Dr. Bernardo Houssay” y el resto de los
demandados, dejándosela sin efecto en cuanto condena a Bojan Batinic. Se la confirma
en todo lo demás que decide y fue materia de agravio expreso, con costas de Alzada a
los demandados, parte sustancialmente vencida (art. 68 del Cód. Procesal).
Los Señores Jueces de Cámara Doctores Dupuis y Mirás por análogas
razones a las expuestas por el Dr. Calatayud, votaron en el mismo sentido. Con lo que
terminó el acto. MARIO P. CALATAYUD. OSVALDO D. MIRÁS. JUAN CARLOS
G. DUPUIS
Este Acuerdo obra en las páginas Nº
a Nº
del Libro de Acuerdos de la Sala “E” de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en
lo Civil.
Buenos Aires, junio veintiocho
de 2005.-
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Y VISTOS:
En atención a lo que resulta de la votación de que instruye el acuerdo que
antecede, .se modifica la sentencia de fs. 1248/73, atribuyéndose un 20% de
responsabilidad al hospital “Centenario”, de la ciudad de Gualeguaychú, Pcia. de Entre
Ríos, en tanto el 80% restante estará a cargo del hospital municipal de Vicente López,
Pcia. de Buenos Aires, “Dr. Bernardo Houssay” y los demás demandados, Dres. Héctor
Santiago Caldevilla, Lidia Teresa Iwama y Carlos Rego, dejándosela sin efecto en
cuanto condena al Dr. Bojan Batinic. Se la confirma en lo demás que decide y fue
materia de agravio expreso. Las costas de Alzada se imponen a los demandados.
Es sabido que se encuentran legitimados para apelar las regulaciones de
honorarios quienes resulten beneficiados por las mismas o aquella parte, directa o
indirectamente, obligada a su satisfacción. Toda vez que la parte apelante de fs. 1294 no
es quien resulta obligada al pago, y que el Tribunal de apelación está facultado para
examinar de oficio la procedencia del recurso, así como las formas en que se lo ha
concedido, pues sobre el punto no está obligado ni por la conformidad de las partes ni
por la resolución del juez de grado (conf. Fassi, "Código Procesal...", T. II, pág. 468 y
572; C.N.Civil, esta Sala, c. 27.643 del 6-8-88 y antecedentes allí citados; c. 134.706 del
27-7-93, entre otros), corresponde declarar mal concedido su recurso, en lo que a los
honorarios de los letrados del Hospital Centenario y del codemandado Rego respecta, lo
que así se resuelve.
En atención al monto de la condena, a la calidad, eficacia y extensión de
la tarea realizada, etapas cumplidas y lo dispuesto por los arts. 6, 7, 9, 19, 37 y concs. de
la ley 21.839, se confirma la regulación de los Dres. Daniel Ricardo Amuy y María
Nives Ramos Salcines, letrados apoderado de la Municipalidad de Vicente López y la
del Dr. Eduardo S. Stanislavsky, letrado apoderado de los codemandados Caldevilla,
Batinic e Iwama, por resultar bajas y habérselas apelado solamente “por altas” y se
modifica la de los Dres. Gustavo Alberto Prats y Fernando Martín Serrano, letrados
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apoderados de la actora, fijándose su retribución conjunta en CINCUENTA Y SEIS
MIL QUINIENTOS PESOS ($ 56.500.-).
Por la actuación cumplida en esta instancia, resultado obtenido y lo
dispuesto por el art. 14 del arancel, se regulan los honorarios del Dr. Prats en DIEZ Y
SEIS MIL NOVECIENTOS CINCUENTA PESOS ($ 16.950.-), los de la Dra. María
Lorena González, letrada apoderada de la Municipalidad de Vicente López, en NUEVE
MIL CUATROCIENTOS PESOS ($ 9.400.-), los de la Dra. María Eugenia Urquijo,
letrada apoderada del Hospital Centenario, en NUEVE MIL CUATROCIENTOS
PESOS ($ 9.400.-), los del Dr. Stanislavsky en TRES MIL CIENTO CINCUENTA
PESOS ($ 3.150.-) por la actuación cumplida por cada uno de sus representados y los
del Dr. Miguel Ángel Quintabani, letrado apoderado del codemandado Rego, en
NUEVE MIL CUATROCIENTOS PESOS ($ 9.400 .-) .
Por la tarea de fs. 743/748, 785/794, 873/876, 936/937 y 997/998, su
mérito y extensión y la debida proporción que los honorarios periciales deben guardar
con los de los profesionales intervinientes en todo el proceso (ley 24.432, art. 10; esta
Sala, c. 66.064 del 19/3/90), se modifican las regulaciones apeladas, fijándose la
retribución del médico Luis León Donzis en ONCE MIL SEISCIENTOS PESOS
($ 11.600.-) y la del consultor técnico Enrique Ángel Elli en CINCO MIL
OCHOCIENTOS PESOS ($ 5.800.-) .
En virtud de lo dispuesto por el art. 21.3. del decreto 91/98 se confirma la
regulación de la mediadora Blanca Ester Mues por resultar ajustada a derecho. Not. y
dev
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