el discurso del Embajador

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DISCURSO DEL EMBAJADOR
ENTREGA DE LAS INSIGNIAS DE OFICIAL DE LAS
« PALMAS ACADÉMICAS » AL SEÑOR MANUEL
CACERES
Estimado Doctor Caceres,
Siento un gran placer al recibirle el día de hoy, usted así
como varios miembros de su familia y algunos de sus
numerosos
amigos,
para
una
ceremonia
que
esperábamos todos desde hace varios meses.
No es exagerado decir que usted ha consagrado la
mayor parte de su vida al ejercicio de la medicina, y
bajo todas sus formas, si puedo expresarme así, puesto
que a la practica de la cirugía usted le agregó la de la
enseñanza, de la escritura así como la de la asistencia
operacional a personas en dificultad a través de su
acompañamiento a pacientes.
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Médico, teórico del arte medical, experto ante varias
compañías de seguros médicos, tal como lo veremos
más adelante, usted sirvió de diversas maneras pero
siempre con acierto y entusiasmo el juramento
hipocrático, tan bien que usted supo insuflar esta
vocación a sus hijos, de los cuales dos por lo menos,
por lo que sé, ejercen a su vez este oficio.
Pero permítanme regresar un poco atrás. Diplomado
de la facultad de ciencias médicas de la Universidad
nacional de San Carlos, luego interno del hospital
general San Juan de Dios, usted se especializó en
cuidados de urgencias y en unidades de cuidados
intensivos en la Escuela Superior de medicina de
Hanóver, en Alemania, de Mil novecientos setenta y
ocho (1978) a Mil novecientos ochenta y uno (1981) si
no estoy mal. Usted regresa después al hospital San
Juan de Dios como Encargado de clínica y enseña en
paralelo en la Universidad San Carlos de Guatemala,
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este tema que usted conoce especialmente, el trabajo
de las unidades de vigilancia intensiva.
Usted crea alrededor de Mil novecientos noventa una
empresa de asistencia médica, « Asistencia Médica »,
correspondiente en Guatemala de las principales
compañías de seguros, lo que le conduce en particular
a acompañar a pacientes europeos a sus países de
origen, para aconsejarles en sus trámites así como
sencillamente para asegurarles un seguimiento médico
a lo largo del viaje. Por esta razón, usted acudió, en
particular, varias veces a Alemania, y de nuevo
recientemente durante los últimos meses.
Porque, estimado Manuel Caceres, si usted es, como lo
sabemos todos, el médico consejero de la Embajada de
Francia desde principios de los noventa, usted es
también el médico de las Embajadas de Alemania, de
Suiza, de Noruega y de los Países-Bajos. Sin embargo,
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me permitirá hacer resaltar su papel reconocido a favor
de la comunidad francesa, en el seno de la cual usted
cuenta casi tantos pacientes como amigos, sabiendo
que numerosos pacientes le han ofrecido su amistad o
no se la han retirada, lo que no es la peor de las señales
para juzgar de la capacidad de un médico. Al respecto,
especifico que usted es además el médico de la Alianza
francesa de Guatemala y del Liceo francés « Julio
Verne ».
En el ejercicio de estas funciones, usted siempre tuvo
empaño en ayudar de la manera la más eficaz posible,
la cual implica a menudo cuidados de urgencia, y, más
allá del peritaje médico indispensable, una relación
fluida
y
constante
con
los
establecimientos
hospitaleros públicos y privados y un muy buen
conocimiento del entorno médico en general.
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En un país como Guatemala, aún marcado por la
violencia, dónde los servicios públicos no siempre son
los que podrían ser, y espero que esta lítote no
parecerá demasiada audaz, su papel es irreemplazable,
o al menos, sepamos ser humildes incluso cuando se
rinden honores, de una utilidad evidente.
Sus actividades no se limitan a las fronteras de la
medicina, incluso concebida en su aceptación la más
amplia, dado que usted desempeña de igual manera
funciones de naturaleza más diplomática como Cónsul
honorario de Austria y que cultiva por otra parte
excelentes relaciones con la comunidad diplomática,
dentro de la cual usted cuenta con numerosos amigos.
Me parece, estimado Manuel Caceres, que usted es de
los cuales cuya vida es un conjunto coherente y
harmonioso.
Sus
exigencias
profesionales,
su
preocupación de rigor en la manera de satisfacerlas , la
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importancia que da a ayudar las personas en dificultad,
todo eso me parece tener un enlace estrecho con sus
gustos muy confirmados, sus aspiraciones y las
actividades que usted pueda desempeñar afuera del
marco profesional en sí. Hubiera podido utilizar la
palabra « generosidad », seguramente no hubiera sido
fuera de lugar pero no hubiera cubierto el conjunto de
mi declaración, que pretende describirle como un
hombre cuya existencia es ampliamente desprovista de
aquellas fronteras interiores que compartimentan a
menudo nuestras vidas.
Sé sus gustos por los viajes, la exploración de los
rincones arquitectónicos de la vieja Europa que usted
conoce muy bien, en particular Alemania y Francia, su
amor por el arte en general y hasta su apetencia por los
placeres del buen comer. Su apetito por la vida se
reúne con su pasión por su oficio en el cual usted
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expresa con una gran naturalidad, un interés sincero y
a menudo desinteresado por los demás y por el mundo.
Me incumbe esta noche el placer de decirle, rodeado
de varios de sus allegados y de numerosos amigos, que
soy feliz que sus méritos, su abnegación excepcional,
particularmente al servicio de los Franceses de
Guatemala pero también de tantas otras personas, su
capacidad y sus cualidades humanas hayan sido
reconocidas de esta manera.
Estimado Manuel Caceres, en nombre del Ministro de
Educación Nacional, le entrego las insignias de Oficial
del orden de las « Palmas Académicas ».
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