podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles... ya

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Queridos hermanos y hermanas,
Hoy en la segunda lectura hemos proclamado el que se
considera uno de los himnos al amor más bonito y
profundo que se haya escrito nunca. Dos ideas de este
himno:
• En la primera parte del himno dice San Pablo: “Ya
podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los
ángeles... ya podría tener el don de profecía... podría
tener fe como para mover montañas... o podría repartir
en limosnas todo lo que tengo..., si no tengo amor... de
nada me sirve”·. Se puede decir más fuerte, pero no
más claro. Lo que es importante no es lo que hacemos...
sino el amor que ponemos en aquello que hacemos.
Decía la Beata Madre Teresa de Calcuta: “No estoy
completamente segura de cómo será el cielo, pero sí sé
que cuando muramos y llegue la hora de que Dios nos
juzgue, él NO preguntará, ¿Cuántas cosas buenas has
hecho en tu vida?, más bien preguntará, ¿Cuánto AMOR
pusiste en lo que hiciste?”. “En esta vida no podemos
hacer grandes cosas. Sólo podemos hacer pequeñas
cosas con un gran cariño.”
María ha sido la persona humana más santa, y no ha
hecho ninguna cosa espectacular (no ha fundado una
congregación, o una red de orfelinatos, no ha escrito
ninguna Summa Teológica,...). Ha hecho con mucho amor
las cosas pequeñas de cada día. Y aquí ha encontrado su
santificación.
Todos sabemos que Jesús es Salvador, pero Jesús no
sólo nos salva con la pasión, muerte y resurrección, allí
culmina su salvación, pero toda su vida es una vida
salvadora. Con sus 30 años de vida oculta también nos
está salvando Sus 30 años de vida escondida dan
sentido a las cosas pequeñas de cada día.
Estos dos ejemplos dejan muy clara que nuestra
santificación pasa por santificarnos en las cosas
ordinarias de cada día, que quiere decir poner mucho
amor en lo que hemos de hacer.
Nos hace falta revisar constantemente cuánto amor
ponemos en lo que hacemos. Nuestra vida hace falta
que sea una vida que de gloria a Dios, y lo que da gloria
a Dios no es lo que hacemos, sino el amor que ponemos
en lo que hacemos.
A los ojos de Dios, tan importante puede ser un
basurero como un médico muy famoso... y siendo los dos
cristianos puede dar más gloria a Dios el basurero que
el médico, si pone más amor en lo que hace.
La gente mayor, quizá no podáis hacer muchas cosas,
las energías ya no os acompañan demasiado, pero sí que
las podéis hacer con mucho amor. Y esto es lo
importante: para que os santifiquéis y santifiquéis
aquello que hacéis, esparciendo así la salvación...
• La segunda idea que vale la pena destacar es que San
Pablo al hablar del amor en ningún momento habló ni de
sentimientos, ni de emociones, ni de enamoramientos.
Hoy en día se vive un culto a la emoción (hace un tiempo
un chico en la universidad me decía: “cambio de carrera
porqué ya no me emociona”), vivimos cultural y
socialmente un culto al sentimentalismo y esto nos
puede llevar a errores graves: por ejemplo:
“Yo no voy a misa porqué no siento nada”: He escuchado
un montón de veces esta frase. Una cosa son los
sentimientos y otra es fe. Y en un acto de fe, a veces
intervendrán los sentimientos y a veces no. (Más bien
no). Pero hace falta distinguir fe y sentimientos.
“Yo no rezo porqué me parece que hablo con la pared,
no siento nada”. La oración es un acto de fe, en la
plegaria vamos para encontrarnos con Cristo, no para
emocionarnos. Y siempre que recemos, Jesús nos sale al
encuentro, aunque no sintamos y no nos emocionemos
nada.
La eucaristía podríamos decir que no actúa a corto
plazo, de forma inmediata, sino que poco a poco, si la
vivimos bien, va modelando nuestro corazón a imagen
del de JC.
Hoy la primera lectura y el evangelio coinciden en una
actitud que ponen delante de nosotros: la valentía. En la
primera lectura, en la llamada a Jeremías Dios le hace
una exhortación a la valentía (“ponte en pie y diles lo
que yo te mando. No les tengas miedo”). En el evangelio
vemos cómo vive Jesús estas palabras y se muestra muy
valiente. No tiene nada de miedo y esta actitud hoy lo
lleva a chocar con la gente de su pueblo y a ser casi casi
despeñado desde un precipicio.
Jesús empieza su predicación pública chocando con el
judaísmo, y chocará constantemente hasta que esto lo
lleve a ser muerto en cruz.
De esta actitud de Jesús nosotros hemos de tomar
nota. Nosotros hemos de seguir su ejemplo y vivir y
comportarnos sin miedo. No podemos tener miedo. El
miedo nunca es criterio de actuación para Jesús. A
primera vista parece que no tenemos miedo de nada.
Pienso que el miedo está más presente en nuestras
vidas de lo que parece.
• Los sacerdotes, por ejemplo, tenemos miedo a que
cumpliendo con nuestra tarea la gente nos critique.
• Los padres y madres, no pocas veces tienen miedo a
hablar con sus hijos adolescentes, a hablar de su vida,
de lo que sienten, de sus complejos (que los tienen), de
sus problemas (que los tienen), de sus ilusiones, de su
sexualidad,... Hay miedo.
• Entre el marido y la mujer también hay miedo. Hay
cosas de las que no se quiere hablar. Y esto hace mucho
daño, y le quita verdad al amor conyugal.
• Tenemos miedo a decir que somos cristianos, que
vamos a misa.
• Tenemos miedo al qué dirán, al qué pensarán, tenemos
miedo a perder estatus social, miedo a no ir a la moda,..
Si miramos nuestra vida con sinceridad y profundidad
descubriremos muchos miedos, lo que pasa es que
hemos aprendido a convivir con ellos, y nos parece
normal.
Jesús con su ejemplo y su fuerza nos ayuda a luchar
contra nuestros miedos. Y a llevar una vida más
auténtica.
Cuando nos vengan los miedos recordemos lo que le dice
hoy Dios a Jeremías: “No les tengas miedo, porque yo
estoy contigo”.
Cómo tener miedo, si Dios nos ha llamado a ser
sacerdotes, madres, padres, hijos, vecinos, compañeros
de trabajo, y está con nosotros.
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