Guerra ruso-japonesa EJEiYiPiiHR: 10 céntimos.

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Madrid 14 Febrero de 1904.
fllma Espaüola
Guerra ruso-japonesa
•i.
EL BOMBARDEO Y COMBATE NAVAL DE PUERTO-ARTURO
Nuestro distinguido colaborador señor Caula, con datos precisos á la vista, ha reconstruido en un sugestivo dibujo el primer combate
de la contienda ruso-japonesa. El resumen de la versión oficial rusa es el siguiente: la escuadra japonesa—16 barcos y 20 torpederos sorprendió en la noche del 8 á la rusa, fondeada en el lago del Puerto-Arturo, ocasionándola averias de consideración. En la popa del Cesarewich, un torpedo destruyó el departamento del timón y el servomotor. Otros torpedos causaron graves daños en la proa del Rewistar y en
el Pallada. La caldera de este último estalló, y en principio se juzgó el barco perdido; pero merced á hábiles maniobras pudo salvársele.
En la madrugada del 9 fue bombardeada por los japoneses la orilla de Puerto-Arturo, sosteniéndose un fuego muy vivo entre la escuadra y los fuertes. Murieron dos oficíales y ocho marinos rusos. Hubo 50 heridos.
DIBUJO DE CAULA.
EJEiYiPiHR: 10 céntimos.
HIma Espaííola
EL eONFIíICTO RUSOOñPOHES
choque entre Rusia y el Japón era inevitable desde 1898.
La campaña que el imperio japonés sostuvo contra China, 1894 y 1895, tenia por objeto establecer ¡a hegemonía del Japón en
Asia, iniciar la reforma en el Celeste Imperio, impedir á tiempo que ios rusos se apoderasen de la Mandchuria y librar á Corea de
la dominación china.
Los japoneses lograron en aquella lucha
una completa victoria. Obligaron á China á
reconocer la independencia de la nación coreana, y que cediese ai Japón la Península de
Lico-tung, con Puerto-Arturo, que
los japonese; habían' conquistado
quedando asentada la supremacía
de! Imperio del Sol Naciente en
Asia.
Dueño el Japón de Puerto-Arturo y su Península, juzgó conjurado
el peligro de la invasión de la
Mandchuria por Rusia; pero el gobierno del zar, apoyado por Francia y Alemania, notificó entonces
a' gobierno de Tokio que la posesión de la Península de Lico-tung
en manos de los japoneses constituía una amenaza constante para
la capital de China, y hacia ilusoria la independencia de Corea. En
su consecuencia se le conminaba
para abandonar lo conquistado, so
pena de ser arrojado por la fuerza.
Ante ia amenaza de las potencias europeas c ligadas, no tuvo
el Japón más remedio que ceder; pero previendo lo que podría ocurrir, demandó que
Rusia se comprometiera oficialmente á que
las tropas del zar no ocuparían ni PuertoArturo ni su Península.
La única respuesta recibida fué que Rusia
no tenía designio alguno sobre la Mandchuria, y cuando ei Japón pidió que tal manifestación se consignara en un Tratado formal,
se le contestó que esto era dudar de la buena fe de Rusia.
Dos años más tarde, hacia la mitad de
1397, la Mandchuria estaba literalmente invadida por comisiones de ingenieros, brigadas de topógrafos y de obreros, todos rusos
y escoltados por cosacos, que reconocían el
país, construían vías férreas, estaciones y
fuertes para protegerlas, disponían alojamientos para destacamentos y efectuaban
otra porción de actosque denunciaban claramente los propósitos del gobierno de! zar.
En el invierno de aquel mismo año, asi que
los japoneses evacuaron Puerto-Arturo, presentóse allí una escuadra rusa manifestando
que iba sencillamente de invernada. El Japón, alarmado, pidió seguridades de que
que así seria, y se le afirmó que, transcurrido
eí invierno, los buques rusos saldrían del
puerto.
W Febrero de 1904
Pero ocurrió todo lo contrario. Al año siguiente se supo que Rusia había negociado
con China el permiso para ocupar PuertoArturo, como en alquiler, y el almirante moscovita conminó á los buques de guerra ingleses, que se hallaban á la sazón en aquella
bahía, á evacuarla inmediatamente, pues
si no serían expulsados por la fuerza. Inglaterra ced'ó,, y este acto de debilidad fue un
golpe tremendo para el prestigio británico
en el Extremo Oriente.
matanzas y atropellos cometidos contra tos
europeos. En cambio de esta complacencia,
c! gobierno de San Petersburgo trató de obtener nuevas concesiones de China en Mandclmria, que nominahnente, al menos, continuaba figurando como provincia del Celeste
Imperio. Pero no pudo Rusia entonces conseguir lo que pretendía, viéndose, por el
contrario, obligada á ajusfar un convenio
por el que se comprometía á evacuar la
Mandchuria y entregarla á las autoridades
De este modo la plaza conquistada por
chinas en 8 de Octubre de 1903.
ios Japoneses en franca lid en 1895, pasó, por
Llego la fecha señalada para la evacuación,
una serie de subterfugios, á manos de Rusia y Rusia, lejos de cumplir lo convenido, ocuen 1898.
pó á A-liilíden el 3Ü de Octubre del mismo
Los rusos entonces se dieron prisa á forti- año, y siguió acumulando tropas y más trotificar Puerto-Arturo de un modo formidable; pas en ia región ocupada contra derecho, y
aproximándose cada día más á las
ro nteras septentrionales de Corea.
El Japón formuló entonces de im
modo preciso y categórico sus demandas ai gobierno del zar, pidiendo á éste que reconociese en un
Tratado formal la soberanía de
China sobre !a Mandchuria, no satisfaciéndole las va.-as promesas
que h.nsta entonces había dado Rusia, y las cuales nunca habían sido
cumplidas.
Porque es de advertir que Rusia,
dueña de la Mandchuria y de Puerto-Arturo, domina á Corea y ame •
naza constantemente á Pekin, que
se encuentra á poca distancia.
«Corea es una flecha que apunti
al corazón del Japón», según dicen
los hijos del Imperio del Sol Naciente. Por cientos y cientos de kiDESTACAMENTO RUSD
lómetros, las costas de Corea se
hallan frente á frente á las costas de! Japón, y
prolongaron hacia la cesta el ferrocarril á
través de la Mandchuria, levantaron fuertes desde la isla de Tsushima, situada á !a mitad
en todos los puntos estratégicos de la co- de! Estrecho que separa el Japón de la Comarca, establecieron guarniciones y funcio- rea, los japoneses pueden casi distinguir las
narios públicos; en fin, contra todas las se- (ierras de la Península vecina. De la Corea
guridades y promesas hechas ai Japón, con- obtiene asimismo el Japón muchos de los
virtieron toda ia Mandchuria en una provin- productos alimenticios que necesi'a, y es
asimismo aquel país territorio necesario á la
cia rusa.
Estalló entonces el levantamiento de los expansión de la siempre creciente población
boxers, y el Japón se apercibió para la gue- japonesa. Corea, independiente, no es un peligro para los japoneses, sino un campo
rra. Sus escuadras estaban dispuestas; el
ejército no aguardaba más que una señal; abierfo á su actividad, con beneficio de! pais
pero, por influencias de Inglaterra, los japo- coreano. Pero aquella Península, en manos
neses abandonaron sus propósitos contra de Rusia, es la pérdida segura de la existenRusia, y en lugar de la campaña "í intenta- cia del Japón como nación independiente, en
ban contra ésta, entraron en la coalición eu- un plazo brevísimo.
Los gobiernos de! zar han comprendido
ropea para libertar las legaciones en Pckin
•también ia excepcional importancia de la Pey castigar á ios boxers.
Esto dio á Rusia algún respiro; pero las nínsula coreana, tanto para redondear con su
horrorosas matanzas cometidas por las tro- posesión su supremacía sobre Asía, como
pas moscovitas en Blagoveslchensk, en la para reducir á la impotencia al rival que han.
encontrado en el Imperio del Sol Naciente.
Mandchuria, avivaron la tensión y el odio del
Por más de treinta años han luchado Rusia
japonés contra el ruso.
y Japón para doitiinar con su influencia en la
.>
;. . . .
5P¥¥
..;
corte de Corea. Los japoneses apreciaron en
Después que las tropas aliadas libertaron seguida que, á menos que los coreanos adopá Pekín de manos de los boxers, ííusia apo- tasen rápidamente los procedimientos que el
yó á China en su resistencia al castigo de las Japón había seguido para desterrar las antiautoridades que resultaban culpables de las guas rutinas asiáticas y entrar decididamen-
14 Febrero de 1904
(c en el campo de la reforma á la europea,
caeriaii inatíectiblcineiiíe bajo el dominio
del poderoso imperio ruso colocado á su vecindad. De aquí ios esfuerzos que ferminaroii
en la guerra de 1894, en la que las tropas japonesas conquistaron !a Corea tras una rá*pida campaña.
En 189(3 ajustóse un Tratado entre el Japón
y Rusia, por virtud del cual las dos potencias
signatarias ejercerían en mancomún una especie de protectorado sobre Corea á fin de
asegurar la implantación de reformas progresivas en aquel país.
Rusia no cumplió aquel Tratado, sino que,
al contrario, desembarcó tropas en Cliemulpo, consiguió tener en sus manos al rey de
Corea y pretendió alcanzar algunas concesiones particulares que la colocaban en posición ventajosa y preferente con respecto al
Japón. Pero éste adoptó una actitud enérgica, tomó medidas decisivas, y Rusia, que no
estaba preparada para la guerra, cedió. Por
el protocolo Nishi-Roscn, firmado en 1898,
Rusia reconoció la supremacía industrial y
comercial del Japón en Corea.
Pero á los dos arios, ó sea en 1900, Rusia
intentó íiacerse dueña de Masampó, magnífico puerto en el Sur de la Península coreana,
y desde el cual se domina el mar del Japón
y el Estrecho de Corea. Sobrevino entonces
el levantamiento de los boxers, y esto distrajo la atención de I^usia, con lo cual fracasó
su intento de hacerse dueña de Masampó.
Las tácticas del gobierno de San Petersburgo tomaron entonces otra dirección, encaminándose á dominar en las vastas regiones
de la Mandchuria, desde las que podían ser
una amenaza constante para el Imperio Cliino y dominar la Corea en el momento en que
lo ju^v:a3en conveniente. Además la posesión
de Puerto-Arturo aseguraba á los rusos el
dominio inmediato del golfo de Pet-ch¡íi-li y
del Mar Amarillo.
El gobierno del zar lia conseguido en los
últimos tres anos lo que pretendía con respecto á la Mandchuria. Ma ocupado militar-
.JNl-^NTERÍA JAPONESA
Hlma Española
ineníc el país; ha Icvaniadü íortaiezas en los
punios estratégicos; ha construido vías férreas que han puesto en coniiniicaeión Puerto-Arturo y Uladivostok entre si y con c¡ íerrocarril transiberiano, ó sea con la Rusia
europea; ha fundado el impoitaníe puerto
militar de Dalmy, que contribuye, con Puerto-Arturo, á ía posesión del Mar Amarillo, y
ha conseguido, en fin, dominar prácticamente
la ribera occidental del rio Yaiu, que constituye la frontera entre la Corea y la Mandchuria.
Las consecuencias de todo esto ¡as apreciaron bien pronto tanto Rusia como el Japón. Los coreanos, pueblo débil, no tardarían
en inclinarse al Jado del más fuerte; China en
decadencia iría, de concesión en concesión,
hasta someterse por completo á la influencia
del coloso moscovita, y el imperio japonés
quedaría completamente anulado iiasta llegar á ser una dependencia esclava de Rusia.
Contra esto no podía menos de rebelarse el
sentimiento nacional del Japón y, sin considerar lo desigual de la lucha con el inmenso
poderío del zar, aprestarse á ella con todos
sus medios disponibles.
En 13 de Enero último el Japón dirigió á
San Petcrsburgo una Nota diplomática, cortés y amistosa en el tono, pero firme en el
fondo, en la cual pedia á Rusia, por medio de
un Tratado, el reconocimiento definitivo de
la soberanía china en ¡a Mandchuria y la
abstención, por parte de Rusia, de toda ingerencia en Corea. Ni se pedía en esla Nota la
evacuación de Puerto-Arturo ni el abandono
del ferrocarril construido por los rusos á
través de la Mandchuria.
Pero las semanas iban transcurriendo, y la
respuesta de Rusia no llegaba. Entre tanto,
Rusia iba concentrando por tierra formidables elementos de guerra en la Mandchuria y
enviando por mar fuerzas navales á reforzar
los que ya poseía en el E.xtremo Oriente.
Así, pues, después de veinticuatro días de
espera, el Japón se encontraba sin respuesta
oficial de Rusia, y las fuerzas militares y na-
vales de ésta aumentando constantemente de
un día para otro, de suerte que e¡ diicma para
el Japón era bien claro, ü seguir D!];uardanco
una respuesta de Rusia que podía no ser satisfactoria y llegar cuando el enemigo hubiera acumulado tantos eleuieníos que luiblcran
hecho la ¡ucha absolutamente imposible para
los japoneses y renunciar entonces á su existencia como nación, ó adoptar una decisión
radical y declarar rolas las negociaciones y
afrontar decididamente la lucha armada.
Y esto es lo que han hecho.
VICENTE VERA.
rricf^^-rt..«»-
.f» ^ n r . . y ~ - ^
^ L juicio que en mi anterior artículo emití
^ respecto á la civilización japonesa me lia
producido bastantes interpelaciones, escritas
y verbales, aprobatorias unas y contradictorias otras. A contestarlas todas dedico ias
siguientes líneas, sin el menor comentario.
Hace unos doce años vino á Europa el barón japonés Rentaro Kaneko, entre los suyos
político eminente y filósofo spcnceriila; diré
de paso que, según un célebre librero japonés, Maruga (el Fernando Fe de Nihon-bashí), ya los japoneses miran á Spencer como
anticuado. Eí barón Kaneko, miembro de la
Asociación de Derecho Internacional, venia
á Europa á abogar por que se suprimiera
para el Japón la marca étnicamente infamante
del derecho de extra-territorialidad de los
europeos residentes en su país; pero de paso
quiso visitar á Spencer, y obtuvo para él una
carta de recomendación.
Vivía el filósofo muy retirado, y el japonés
tenia pocas esperanzas de ser recibido; pero
con gran satisfacción vio que Spencer lo recibía con los brazos abiertos, lo convidaba á
ARTILLERÍA JAPONEÍi.V
11 Febrero de 190*
fllma Española
Encaramándose idealmente sobre las fronalmorzar con él en el Athencum Club, y no
se cansaba durante muchos días de oírle con- teras, se ve el vivir de los demás pueblos.
testar á infinitas preguntas sobre todo lo hu- Inglatera se arquea, Francia bulle, Alemania
mano y divino japonés. Marchó, por último, é Itaüa se desperezan para la' acción. Sólo
el buen Kaneko á Ginebra, donde se reunía . en las negradas africanas ó en las montañas
la Asociación, y allí defendió bravamente la del Tibet, la vida transcurre en un bostezo
causa de la igualdad de japoneses y europeos animal que no tiene término ni consuelo.
Yo pienso con estupor todavía en aquel
ante el progreso; pero sus colegas no le convencían, y llamó en su auxilio á su reciente tremendo 2 de Mayo de 1898 en que se hizo
amigo Spencer, el cual, con fecha 26 de pública en Madrid !a noticia del desastre de
Agosto de 1892, ie contestó lo que en subs- Caviíe. ¡Ah, me condenara el cielo á vivir
tancia, voy á transcribir de la carta que re- centenares de años, y no lo olvidaría jamás!
Veo la larga caravana de gente que se dicientemente publicada en The Times tengo
rige jubilosa á la Plaza de toros; oigo el claá la vista.
moreo insistente y monótono con que los
«La política japonesa debe consistir, sobre aurigas ofrecen sus trenes á la comodidad ó
todo, en mantener ian alejados como se pue- al afán de los que temen llegar con retraso
da á europeos yamericanos. Vuestra posi- á la truculenta fíes*a de la sangre; evoco
ción en presencia de estas dos razas, mucho ios corrillos mal olientes de la Puerla del
más poderosas^ será de continuo peligro. Sol, en los que el cesante prorrumpe en
Cambiad con ellos productos materiales y
trenos contra la ínsfabtlidad de don Práxeaun mentales, pero no permitáis que se os des y el covachuelista, en misereres por su
acerquen más que lo absolutamente necesa- posible inestabilidad; advierto, con mortal
rio para este fin. No reviséis los tratados desasosiego, que cada cual marcha con la
para abrir el Japón á gente blanca, ni á su
misma indiferencia mecánica.que de ordinacapital; en cuanto ganen un punto de apoyo rio á sus quehaceres ó á sus regalos... Y me
en vuestro imperio, empezará eí proceso de pregunto imperativamente, si es que no estoy
vuestra sumisión. No concedáis á razas po- loco: si este 2 de Mayo de 1893 no es una
derosas propiedad territorial, ni siquiera lar- cfeméridc tremenda de la I-Iistoria; sí no se
gos arriendos de territorio; arriendos anuaacaba de cometer en el mundo un colosal
les, y gracias; y digo lo mismo respecto á
despojo; si una porción de hermanos nuespermisos de residencia. Ni siquiera para ex- tros no acaban de fenecer tostados por las
plotar vuestras minas contratéis técnicos ni llamas ó sorbidos por las olas; sí no se acaobreros blancos, ni en manos de éstos dejéis ba de rectiíicar, torciéndolo, e! curso de los
vuestro cabotaje. Y en cuanto al permiso y pueblos; sí es posible que Madrid sepa eso y
fomento de matrimonio entre blancos y ja- no se dé por advertido; si es posible, por
poneses, no por razones de filosofía social, fin, que de lo alio el cielo escupa tales rensino por razones biológicas, impedidlos á
cores y que el hombre siga indiferen.e su
toda cosía; cuando el resultado de una evo- camino, sin crispaciones en los puños, sin
lución de millares de años ha establecido dimás calor en las mejillas....
vergencias étnicas, como las que hay cn're
Digo que fui testigo de la impía escena
el blanco y el japones, el mestizo, sobre que señalo. Silvela tuvo razón a! decir poco
todo á la segunda generación, presenta una después que España era un país sin pulso. constitución caótica, impropia para vivir ni
Hubo luego una tentativa heroica que no
á la europea, ni siquiera á la japonesa.»
conviene dejar en olvido... Aquel toque de
Spencer concluye rogando aí barón Kaneko rebato de la Cámara Agrícola del Alto Araque no dé á ¡a publicidad su carta, que re- gón, en que se reveló como un luminar nuevo
sultaría muy impopular en Inglaterra, donde el verbo avasallador de Costa. Y nada tamya se tramaba la alianza anglo-japonesa.
poco. El país, por lo visto, seguía aún sin pui•so.
Malos augures de luto vestidos anunciaJB^JARO ALAS.
ron cu aquellos días el fin de la nacionalidad».:.
os ríos son carreteras que marclian",—dijo
Pascal.—Así los tiempos. Y acarrean, en
sus ondas, con las iágrimas, el ardiente anhelar de las generaciones.
Pueblo parado, es pueblo muertb. Las petrificaciones no convienen á la vida. La gente gubernamental de Espaíía sufre, sin embargo, el anhMo ó mejora, la obsesión de la
tranquilidad, de la tranquilidad á todo trance, de una tranquilidad espesa y material y
alta como una montaña que lo circundara
todo. Eso no se halla sino en las viejas tumbas, al día siguiente de las hórridas fermentaciones.
\v-,
..;^,.,,.
•.%.;.";.•.'.:.•:-•
.'
•
Malos augures. Porque España está en pie
y con un rayo en cada mano. Torpe y ciego
quien no lo vea.
Yo no sé suficientemente sí la vieja parábola de la resurrección de Lázaro podría tener lugar acomodado en estas líneas, porque
muchas veces físicos é historiadores han
confundido el colapso con la muerte. Pero
esta actividad moral de que España comii nza á dar lozanas muestras, oirece en lo externo todas las maravillas de una resurrección. Mal año para nuestros profesionales de
la política, porque barrunto que no se trata
ya de gobernar necrópolis. A los sepulture-
ros va á ser fuerza que substituyan los hombres de Estado.
¡Oh, vivir! ¡Pero es que esos autores de los
catecismos políticos al uso no han podido
sospechar siquiera la soberana extensión de
la vida! Vivir no es someterse constantemente, sino muchas veces resistir. Vivir no
es mostrarse siempre de humor plácido, sino
algunas veces irascible. Vivir no ^es entonar
á todas horas el Rosario, sino de cuando en
cuando la Carmañola. Vivir no es solo dormir, sino gritar y rebullirse. Vivir es tener un
hígado con bilis, y un cerebro con pensa
mientoíí, y un corazón que ritma sus latidos
al compás de todas las brisas y todos los
huracanes de la vida. Viví es atacar, vivotear, es desistir.
Señales de los tiempos son que el pueblo
español resurja verticalmente á la vida.
ALEJANDRO
SAWA.
MIRANDO Á EUROPA
E cuando en cuando, sobre nuestro pueblo
adormecido pasan ráfagas de energía. Las
multitudes silban á políticos retóricos; grupos'de trabajadores exaltados dan mueras al
paso de unos frailes; las caricaturas de la
Prensa agitan los mentidcros de café, y el
couplet político llena los,teatros por horas.
¿Cómo FC determinan estas sacudidas populares, estas callejeras agitaciones, estos
vientos de fronda aldeana? ¿Quién produce
tales renacimientos periódicos? ¿Cuál es, y
de qué clase, esta corriente poderosa que, de
cuando en cuando, reanima el fatigado espíritu popular? Meditando sobre estas cosas,
he leído las iníe-esantes opiniones que acerca de El patriotismo y el amor á la Itumanidad exponen en La Revue los más autorizados filósofos, moralistas, poetas, historiadores, etnógrafos y cuentistas de Francia.
Porque, ¡caso singular, que debe ser recogido y aun comentado largamente!: en cuantas enquetes ha publicado La Revue, ni un
solo político profesional metió ia .cuchara.
Las alturas de la meditación y del sentimiento están, en aquel país intelechial, vírgenes de la planta del político. Ai revés que
aquí, donde nuestros primates del Congreso
dominan caciquilmente en las Academias, y
donde no hay Ateneo, ni Sociedad literaria ó
científica, libre de ser presidida por cualquier
vulgar ex subsecretario.
Por la curiosa enguele desfilan, sinceros y
valientes, desde Emilio Boiitraux, director de
la Fundación Thiers, sabio de rincón y de
ostracismo, hasta Octavio Mirbeau, literato
de los más populares y íeneur de los más
conocidos en el mundo dé la elegancia.
Toda esa guardia pretoriana de la mentalidad, toda esa nobleza del talento, expone
Ideas singulares acerca del paírioiismo-lieclio, enfrente del patriotismo-idea. Y es muy
de notar, que aun '¿s mismas plumas, capita-
lí Febrero de 190*
ñas de la Francia señora, siempre irritables
C Á U S T I C O DE L A ^ S E M A N A , POR KARIKATO.
ante la memoria de Sedán, luchadoras incansables por el pafrioiismc-lierlio, cantan, en el
recogimiento de la soledad, la suprenrcía
moral dei pafriotismo-idca.
Es decir, que Alfredo Fouillé, que Julio
Claretie, que Emiíio Faguet, que Anatole
France, que Paul y Víctor Margueritte..., que
todos esos hombres en cuyos libros, en cuyos versos, en cuyas crónicas, en cuyo teatro vibra el odio á los intrusos de la Alsacia, ó desfallecen las melancolías de la debaele —hoy, puestos en confesión, dicen ¡os sentimientos de su alma.
El patriotismo es la injusticia, es la fuerza,
es la barbarie. Los antiguos conquistado; es
son hordas de asesinos, y entre Napoleón y
Atilano no hay más diferencia que la del liaje.
Hoy mismo, el patriotismo de la cancillería
y del protocolo sigue siendo injusto, bárbaro
y brutal. En las correctísimas notas diploniálicas hay un malvado fondo de at-opcHo, y
la serpiente l.'ite bajo la yerba... Siendo esto
asi, el pafriotisiiw-idea~no
como sentimiento, ni como especulación, nt como utopia,
sino como realidad que serenamente va penetrando en las almas—, condena las farsas
del viva, e( virus de la charanga patriotera,
la sumisión del pueblo inconsciente, el rebaño por la integridad del territorio.
EL HERMANO DE LA PAZ... JAPO^ESA
El patriotismo de! porvenir es la ¡dea de
Una
cosa
es
predicar
y otra cosa es el dar trigo.
aquella Internacional ahogada por los rencores, mueita en flor por odios plebeyos. No se
dirá que haya fronteras geográficas, ni límites comerciales, ni ch\ses distintas. Serán pauna dificultad insuperable para la producción
triotas del porvenir el obrero y el patrono, el
dramática; ya el espectador se avergonzaría
literato y el gafián, el rey y el mozode cuerda.
de ser inconsciente, de rendirse á la emoción
¿Es que la idea de semejante patriotismo niiSUNfiS eONSIDERIieíOHES
sin i mptear el juicio y hacer intervenir el raSOBRE El» TERTIÍO MODERNO zonamiento; y el saber novicio, aplicado con
está informada por un espíritu sensiblero,
por un latido romántico, por un altruismo de
s digno de estudio el estado de ánimo del apresuramiento disculpable, es causa de errocomedia cursi? No. Semejantes lirismos ranres peregrinos: se da el caso de que gentes
público actual, con respecto á las obras
cios no caben en los espíritus serenos; re- dramáticas: desdeña lo viejo y aún no ha
que por intuición y sentimiento hubiéranlo
pugnan al delicado gusto natural de los hom- aprendido á estimar y saborear lo nuevo; por aplaudido, rechazan un final de acto, neganbres artistas; son el liumas que fecunda la lo cual, verdaderamente, es muy difícil darle do la buena ley dramática al procedimiento
planta del político farsante.
gusto, y creo yo que los autores de buena fe de efecto, sólo porque han oído decir que el
La id^a del patriotismo del porvenir-viene que al mismo tiempo se sientan con la abne- efectismo es tacha en los modernos cánones
de los cerebros pensadores, y llegará á los gación suficiente para renunciar á la popula- dramáticos. Pero estos mismos que niegan
la legahdad artística de ciertas viejas leyes
corazones grandes. ¿Sin fronteras, sin ejérci- ridad inmediata, más que de halagaría, han
tos, sin escuadras, sin ministerios," sin obis- de preocuparse de educar esta opinión esté- teatrales, no saben, sin embargo, prescindir
de ellas, y porque faltan, niegan su sanción á
pos, sin generales? ¿Es, pues, la hilra anar- tica que vacila, se desorienta y no sabe á
otras obras.
quista?
qué carta quedarse.
No. Hay que negarlo en redondo, porque
Es evidente que la cultura artística del púTodo autor que innova ha de sufrir el desresueltamente hay que rechazar á los falsos blico,—sobre todo en cuestión literaria,—se vío dei público, compendiado en la frase saintérpretes. No se pide el incendio, ni se pre- ha extendido notablemente durante los últi- cramental «esto no es teatro», y si persiste,
dice la demolición, ni se vocifera el extermi- mos quince años: las gentes van aprendiendo acontece que, andando los tiempos, viene á
nio. Como dice Anatole France, «se habla la á leer, y ya saben, aunque sólo sea de oídas, reputarse obra genial del autor la casi fracaverdad, que siempre ha bastado».
qTie hay buen gusto y mal gusto en cuestión sada. Acaece en otras ocasiones que un autor
Cada hombre convencido de que el patrio- de comedias y de libros. Y acaece que nada
ha logrado ganarse la estimación del públitismo-lieclio es la barbarie, de que la guerra
es tan variable como estos calificativos refi- co, y que en aquel momento histórico llega á
es una salvajada, de que su conquista es un riéndose á obras dramáticas, tanto en lo con- noticia de la masa el nombre y el ensalzamiento de una cualidad—maestra según el
crimen, será un patriota del porvenir...
cerniente á la creación de ellas como en
Y se reirá de estos grandes comediantes aquello otro que con la interpretación se re- último figurín—en las lides teatrales: estrena
de las alturas que, devotos del amor á la lacione. Autores y actores son juzgados harto por entonces el autor de tanda una obra
humanidad, inician, como el zar, el Congreso diversamente por generaciones distintas y á cualquiera, y el público y la crítica le atribuyen in continenti la tal cualidad, aun cuando
de Ginebra, ó dibujan, como el kaiser, por 'veces por una misma generación.
sea la única que falte en la obra, y de las
sus propias imperiales manos, el escudo de
Esta media ciencia del público actual,—
obras del autor la primera que carezca de la
la bandera de la paz.
precursora de un bien, puesto que indica
tal cualidad.
CRISTÓBAL DE CASTRO.
principio de cultura,—constiluye hoy por hoy
Hlma Española
De esta ¡¡icSecisióii del público participan,—
naturalmente, puesto que de él viven,—las
empresas. Convencidas están de que lo antiguo ya no da dinero, y, sin embargo, no se
atreven á esfrenar lo nuevo por miedo de
que tampoco le de; andan en querencia de la
obra maestra y no saben en qué la han de
conocer; quisieran ir con !a evolución y no
quieren oír á los evolucionistas, que han de
ser, por ley natural, los modernos, los jóvenes; oyen hablar de tendencias nuevas, de
estilos y doctrinas de íronteras al'á, desean
obras de acuerdo con tales tendencias, hecíias con arreglo á tales estilos, inspiradas
en (ales doctrinas..., pero han descubierto,
para recíiazarías si se presentan, el comodín
de la imitación.
Y no se representa ninguna. Con lo cual el
teatro de Espaíía languidece por culpa de
iodos. La temporada q :e vamos pasando no
puede ser más triste; á pocas como ella, los
españoles habrán perdido definitivamente la
costumbre de ir al teatro.
¿F^or qué sucede esto? Claro es que no
abundan tos autores geniales; esto no ocurre
solamente en España. La actualidad de! arte
es una medianía discreta y de buen gusto,
como es la vida de esta nuestra época: no
hay en !o cotidiano de !a exisíi^ncia moderna
de esos grandes ciioques ó de esas ardorosas impaciencias que han soliviantado el
alma de otras generaciones y que han puesto
en su arte grandes alientos y soplos gallardos. Nuestras emociones son matices, y
nuestras desdichas tedios; ya las resonantes
catástrofes y los temerosos problemas no
nos interesan: es más, nuestro espíritu, debíitado por la morbosidad del ambiente, acaso
no pudiera resistirlos. Vivimos socíalmcnte
en atmósfera de tibieza, y vamos alcanzando
el perfeccionamiento de !a individualidad;
esta evolución intima, si contribuye al perfeccionamiento de las personalidades, es
también causa del decaimiento de las agrupaciones. Cuanto más se cultivan los individuos, cuanto más cuidan su propio jardín,
más incapaces se van haciendo para la vida
colectiva, y las grandes palabras «humanidad, raza, patria», etc., van poco á poco perdiendo su sentido; ya no pueden ni conmover, ni mucho menos suscitar conflictos. Va
el hombre-poco á poco, á medida que depura su espíritu, aislándose del hombre, y para
que volviesen los grandes entusiasmos colectivos habría de volver un poco de la antigua
barbarie. El sentido cristiano del individualismo, ahora reflorece como nunca, traído
por las filosofías y las ciencias que han intentado destruirle. ¿Es un bien ó un mal?
Es así.
Y así conio es la vida ha de ser el arte
dramático: basado—para que interese—en
ios conflictos de ¡a individualidad, sencillo
de forma, nimca simbóEico—lo voluntariamente simbólico es odioso y contraproducente: claro que las obras de vida, inspiradas
e¡f los aspectos evidentes y en las modalidades esenciales del espíritu y de !a existencia
14 Febrero de 1904
serán siempre símbolos, puesto que son figuras que encierran verdad—y poético. Esto
de la poesía en el teatro es como la sal de
las obras, y no se opone en nada á la realidad, sino que forma parte inherente de ella;
pasaron por fortuna los tiempos en que se
tuvo por realismo único lo repugnante, lo vicioso, lo triste; la poesía es una realidad más
frecuente en la vida de lo que se cree; no
aquella que consiste en el atildamiento del
vocablo y en lo amerengado de las imágenes,
ni siquiera aquella otra más real que ésta en
los bellos aspectos de la naturaleza ó en el
gesto de las nobles acciones, sino la poesía
misma del vivir, la que está en la esencia de
cada cosa y de cada día, la que es á veces
triste y á veces gozosa: de esta no podrá
nunca prescindirse en obra alguna que pretenda simpatías del público; sin ella, dramas
y comedias podrán ser buenos, pero-serán
áridos, y para emplear la palabra que el público emplea, antipáticos, precisamente por
falta de realidad, por mutilación del modelo,
que es la vida, y no puede ser otro.
G. MARTÍNEZ SIERRA.
Cruzaban alegres la verde pradera
los recién casados...,
rudo y fuerte el mozo como roble nuevo,
y ella delicada como joven álamo.,.
Jugaban, corrían... riendo tiraban
el uno del otro, cogidos del brazo,
como dos eslabones unidos
¡y á la intensa llama dei amor forjados!
Por la verde pradera volvían
ios recién casados,
sin reir, sin ansias,
rendidos, despacio...
Como de una carga, tiraban el uno
del otro del brazo...
para siempre unidos...
¡como dos eslabones forjados!
VICENTE MEDINA.
—Debes ser obediente, sumiso, humilde,
resignado.
—¿A quién? ¿A las leyes naturales, á las
positivas ó á las morales?
Porque si me someto siempre y en todos
los casos á las leyes naturales, califico á
Franklin de haber sido un abominable sujeto
al oponerse á la ley natural de la caída del
rayo, y usted, que me aconseja el uso de todos esos adjetivos, no debe saber lo que
dicCj ó dice á sabiendas lo contrario de lo
que siente, desde el instante en que se arropa usted y se guarece bajo una casa con él
intento deliberado y resuelto de oponerse
eficazmente á la ley natural que le soltó á
usted en el mundo en pelota y á la intemperie.
Entonces Dato es un mal hombre al oponerse de hecho á las leyes positivas que desamparaban al obrero accidentado en el trabajo, ó usted es ese mal hombre al querer
alimentar mis naturales y justos anhelos con
sus adjetivos, mientras usted se come los
sustantivos.
Entonces Cristo fué un grandísimo majadero al oponerse estoicamente á las leyes
morales de escribas y fariseos, ó usted sabe
más que Cristo.
—«Con la .violencia no se va á ninguna
parte.»
Perdone usted. Con la violencia se va á
todas partes. Sin la violencia no se va á ninguna part.\ Y si no, tome usted la prueba en
usted mismo. Aplique usted los adjetivos que
tan generosamente me regala. Dígale usted á
!a puerta de su casa que sea obediente, sumisa, humilde, resignada, y que se abra por
la eficacia de sus adjetivos, para que usted
pase. La rebelde puerta no se abre asi, y
como usted tiene precisión absoluta de que
se abra, la abre usted violentamente, ó sea
alterando violentamente la estática con la
dinámica, ó bien faltando usted al respeto de
las máximas que me aconseja con la macsíría
y con la buena fe que se está viendo. Otra
cosa. Cuando va usted á encender uno de
esos vegueros que le han acarreado sus estúpidas y perversas predicaciones, ¿se conforma uslcd con requerir verbalmente a! mÍ-\to para que se encienda, ó le arrima usted
un violento achuchón? ¿No ha hecho usted
lo mismo con el prójimo que no le ha hecho
á usted caso? ¿No lo ha perseguido usted de
muerte hasta quemarlo vivo? Ante esto ha
tenido usted un rasgo: *liaz lo que te digo, y
no hagas lo que yo hago.»
Alas como yo resulto ya mayor de edad, y
razono además, veo claramente sus mentiras
y opto, naturalmente, por la verdad, ó sea
por hacer aquello que debo con ó sin violencia, según que sea ó no precisa.
Se me figura que ya queda demostrado ío
estúpido de sus predicaciones, y ahora voy á
demostrarle lo perverso de las mismas.
Arrinconar la razón como un estorbo dentro del suntuoso mobilario espiritual, es lo
mismo que arrancar el eje á un cuerpo de revolución, y exigirle luego que voltee. Y como
así no puedo dar regularmente vueltas, sobreviene al momento lo que usted buscaba,
ó sea el pretexto para sermonear, para agobiarme con sus aspavientos, conminaciones y
amenazas infernales, después de que usted
me ha desequilibrado á sabiendas, para posibilitar su destructor oficio, ó sea con sus
incesantes á mí razón y á mis justas energías, como si Dios me hubiese dado otros
medios para obrar y desenvolverme. Luego
la persistente tendencia de usted á convertirme en bestia—y en bestia responsable—, no
puede ser más perversa. Y si me objeta usted que con esas bestialidades ha conseguido
usted que se establezcan millones de hospí-
Hlma EsDsñoIa
n Febrero de I904
Y mientras la educación no se asiente sotales, yo le replicaré que sin esas bestialidades no se habrían necesitado ni ciento de bre los principios de ¡a resistencia activa á
esos hospitales. D.Juan de Robres debe ar- todo género de ínjnsíicias; mientras no deje
der á estas horas en ese infierno que usted de administrarse por sistema esas opiatas,
acónitos y anestésicos contra la voluntad,
predica.
Pero liombre, ¿ha v'sto usted alguna v.z contra la sangre y contra los nervios; mienque un grano de trigo produzca un melón? tras no cesen las predicaciones insensatas
¿!ía visto usted que ningún hombre equili- de usted, que sólo sirven para aumentar, exbrado sienta placer cuando le cortan un bra- tender y propagar la guerra entre los hcmzo ó le insultan? Pues si cada cosa engendra bres y para retardar con su apoyo al fuerte
contra el débi! la realización de la justicia,
su semejante en el orden físico, y cada acción
despierta su análoga en el orden moral, ¿quién que ai fin y al cabo sobreviene, aunque á deses usted, ni yo, ni nadie, para oponerse á !a tiempo y entre los ríos de sangre que usted
naturaleza esencial de las cosas y de las abre en la sociedad con sus calculadas malpersonas? ¿Dónde está, pues, !a razón filosó- dades; mientras la gente no se convenza de
fica ni teológica que abone m¡ obediencia, que la moral de usted ha dado siempre esos
mi satisfacción y hasta mi alegría contra toda resultados, y que los seguirá dando desgrainjusticia que se me mande ejecutar, ó contra ciadamente en adelante, porque con la enertoda justicia que se nos niegue? Porque si vación física y moral no se va á ninguna
yo obedezco la tiranía, triunfa fa violencia parte provechosa á la humanidad, sino al redel tirano contra mí; luego tampoco resulta baño que sirve de pasto á la voracidad de los
cierto que con la violencia no se va á ningu- tiranc^; en una palabra, mientras no se recona parte, pues con ella lia ido adonde que- nozca que es más mora!, más humano y más
ría, y no adonde debía ir el violento, cosa sencillo exterminar á los lobos que aumentar
queno hubiera sucedidosi yohubieseopuesto los corderos, será completamente ocioso que
á su injusta violencia la justa violencia mía. ALMA ESPA^JOLA ande preguntando por el
—¡Pero así no es posible la paz moral y porvenir y por la base del engrandecimiento
de España.
social entre los hombres!
UN PRÓJIMO.
—Perdone usted. Así es como únicamente
puede haber momentos de paz entre los
hombres. Y si no, vamos á cuentas: ¿existe
hoy esa paz moral y social?—No.—¿Qué
tiempo hace que la viení usted predicando?—
Desde Adán hasta la fecha.—Luego su moral
pRA el difunto Presidente de la Real Acadees notoriamente inútiíála simple vista, y heré^ mia de Medicina sumamente popular entica á [a simple reflexión. Mire usted—y déjese
de gazmoñerías—; cuando á un hombre se le tre sus compafíeros, por haber sido maestro,
de nmchas generaciones médicas; todos los
atrepella, aunque se calle paciente, cobarde,
que hemos frecuentado las aulas del antiguo
humilde y resignado por influjos del descuaje
hecho por usted en la economía psíquica de
ese infeliz, el perturbado equilibrio moral
tiende, naturalmente (¡qué quiere usted que
yo le haga!), á restablecerse, porque el telekino moral, impresionado fatalmente, envía
por conducto del éter filosófico una onda imperativa á la conciencia ética, y ésta se subleva á pesar de los cucos que usted mete,
y la paz es imposible mientras la justicia no
se realice: son fuerzas naturales que sólo se
contrarrestan con empujes justicieros. Ni
más, ni menos.
—Pero entonces, ¿adonde va á parar la
moral del Evangelio? ¿Y el sacrificio propio
CALVO V MARTÍN
en aras de! bien ajeno?
—Perdone usted. Admitamos por un instante que debemos querer al prójimo como Colegio de Sanearlos recordamos al veneá nosotros mismos, cosa que en la práctica rable catedrático entrando en clase con sonrisa placentera, andar pasí-corto, los lentes á
no siempre resulta; pero, ¿en dónde dice la
moral evangélica que debemos querer al pró- punto de caer de la punta de la nariz, donde
jimo más que á nosotros mismos? Y cuando siempre los llevaba cabalgando, y responusted me recomienda que sea humilde ante diendo con frases ingeniosas á las preguntas
más ó menos guasonas que le dirigían sus
la tiranía, me recomienda algo más que amar
á mi prójimo como á mí mismo, pues me discípulos.
Alcanzó el doctor Calvo la época en que
aconseja que quiera yo el injusto bien de mi
el vasto saber y erudición científica se preprójimo más que el justo bien mío. ¡No puede
miaban con la cátedra sin más oposición, y
ser! Luego sobre el imposible me ordena usfué nombrado para desempeiíar la de operated una herejía, ó sea que usted remienda
ciones, apositos y vendajes, ingresando en
burdamente el Evangelio.
1851 como individuo de número de la Real
Academia de Medicina; desde entonces ha
venido prestando á la docta Corporación su
valioso concurso, y á pesar de su avanzada
edad—noventa años—frecuentemente intervenía en los debates científicos, demostrando
uní serenidad de juicio y un caudal de conocimientos que para sí ambicionarían muchos
jóvenes.
Los asuntos médicos del día, puestos á
discusión en !a Academia, sirvieron más de
una vez para demostrar que en él no se habían amortiguado con los afíos las aficiones
al estudio, ofreciéndose como ejemplo que
imitar á todos los que en poco tiempo quieren conseguir mucho con escaso esfuerzo, el
contemplar á un hombre en los límites de la
vida, l'eno de honores, acudiendo con su
grano de arena á la obra magna de la regeneración científica de nuestro país.
Entusiasta defensor de la modesta clase de
médicos titulares, instituyó en vida un premio en metálico para que sea adjudicado todos los años al médico-rural que más se distinga en el ejercicio de la profesión.
El doctor Calvo fué médico de Cánovas
del Castillo, quien le hizo nombrar senador
vitalicio; en la alta Cámara, en lugar de enmudecer, como lo han hecho oíros muchos
médicos, levantó su voz con suma frecuencia, y viejo y achacoso interpelaba á nuestros gobernantes sobre asuntos sanitarios de
palpitante interés; recientemente hizo algunas preguntas relacionadas con las epidemias
de tifus exantemático y viruela, abogando
siempre por el mejoramiento higiénico de
Madrid, especialmente en lo que se refiere á
la salud de las clases obreras.
La suerte no fué ingrata con nuestro inolvidable maestro, y las riquezas y honores le
fueron prodigadas por clientes y Corporaciones sabias. Ha sido catedrático, consejero, senador, gran cruz de Alfonso XII, presidente de la más estimada Corporación, médico de nuestra patria, y en sus tiempos gozó
Justa fama de operador habilidoso y concienzudo.
Pero todo lo hubiera cambiado por haber
tenido el vigor necesario para no verse en la
precisión de abandonar la cátedra; aquella
hora pasada entre gente joven le remozaba é
inyectaba energías para sus tareas científicas; sus alumnos tampoco le habrán olvidado,
y cuando estas líneas, escritas al correr de la
pluma, sean leídas en las remotas aldeas ó en
los grandes centros de población, allá donde
haya un discípulo del ya perdido maestro,
seguramente que al tener noticia de su muerte, todos recordarán la frase sacramental con
que á coro le saludábamos al verle entrar
en la cátedra, sonriendo maliciosamente y
con los lentes oscilando en la punía de la
nariz:
¡Buenos días, D. José!
¡Descanse en paz el venerable anciano!
DR.
CALATRAVEÑO.
.'.:.-i\.. k.:^¿:.y.v •vU:^'>-i^^"^>;
Hlma Espaüola
KIma Españoia
ciiiiiwet-. .
NÚMERO \.—Pamiatozova, crucero acorazado: su material es de acero. Mide 117 metros de eslora, 15 de manga y 7,62 de puntal. Su despíazamiento es de 6.096 toneladas y 1!.5!0 caballos de
fuerza, con una velocidad de 17,5 nudos por hora. — Similares: Admiral Nakhimora, Dmiiri
Douskoi, General Admiral, Mergo Edinbunzgski, Kuiaz-Pojarski, Minia, Vlad-Monomakh y Riurik.
NúAi. 2.~-Borodino, acorazado de escuadra con torres barbeta: su material es de acero. Mide
en metro^. 121 de eslora, 23 de manga y 8 de puntal. Su desplazamiento es de 13.500 toneladas
y 16.500 caballos de fuerza, con andar de 18 nudos.—Similares; Cesarevifcli, E. Alexandre ///, Ozel,
Kiiiaz y Siivaroff.
NÚM. 3. —Pallada, crucero de primera clase, protegido: su material es de acero. Mid e 125 metros
de eslora, 17 de manga y 640 di puntal. Su desplazamiento es de 6.800 toneladas y 16AJ30 caballos
de fuerza, con andar de 21 millas por hora -".í di-líQj', • Kornilov, Rinda, Svietlana, Avrora, Dlana, Askold, B Jgjlyr, Boyazln, Waryjg, Noví'^' ^^^ ^*, W/raz, Kagul y Oldiakoff.
NJvi. 4. Retvisan, acorazado de escuafl'* gt qup | "^os: aunque no son del mismo tipo, este
buque y sus similares, con ias mismas condíc"' '
las del Borodino, señalado con el núm. 2.Similares: Alexandre II y Sinvi-Veliky.
^df^On
Jrres; su
su nmaterial
es uc
de a^-ciu.
acero. m
Mide
NÚM. 5. —rW-SWaíe/ííí, a c o r a z a d o de eSC" c-i^" ^Orics;
m i u n a i ca
i u e 115
iiJ
metros de eslora, 22 de manga y 8,90 de P""*^ por h^'^zamiento es de 12.500 toneladas y 10.000
caballos d i fuerza, con andar de 17,5 nudo^ v "^a.-—similares: Mino, Rostinlav y otros en
construcción.
NÚM. &.-~Eka¡erine ///, acorazado de escua
n ton -.s: su material es de acero. Mide 103
NUMERO \.~Mikasa, acorazado con torres barbetas: su material es de acero. Mide 124 metros
de eslora, 23 de manga y 8,50 de puntal. Su desplazamiento es de 12.450 toneladas y 14.103 caballos de fuerza, con un andar de 18 nudos y 7 décimis.-Similares: Fuji-Jami, Yashima y Asihi.
NÚM. 2.—HatsüSC, acorazado de escuadra, con torres: su material es de acero. Mide 135 metros
de_eslora, 23 de manga y 8,50 de puntal. Su desplazamiento es de 15.100 toneladas y 14.933 caballos de fuerza, con una velocidad de 18 nudos por hora.—Similares: Shikishima y Azuma.
NÚM. 'A.—Chin-Yen, acorazado de torres, de segunda clase: su material es de acero. MI le 9!
metros de eslora, 18 de manga y 6,10 de puntal. Su desplazamiento es de 7.430 tonelad:iá y 0.300
caballos de fuerza, con un andar de lí ^^tin^acu P^^" hora.—Similares: Asania y Tokiwa.
NÚM. A.—Chitose, crucero protegido de ^T^spíaz^-^.^e: su material es de acero. Mide 120 metros
de eslora, 16 de manga y 5,53 de puntal. Su " ^yinii]"¡.snío es de 4.900 toneladas y 16.503 caballos
de fuerza, con un andar de 23 nudos por ^^'.jáse'^^u ní^P" ^^Sogi, Yoshino y Takasago.
Núw. 5.—7a/mmo, crucero de primara ¡.(aziíiiip^^erial es de acero. Mide 133 metros de
eslora, 20 de minga y 7,03 de puntal. Su desp ^ f ^^'^la es de 9.850 toneladas y 15.503 caballos de
fuerza, con un andar de 23 millas y 7 décim^^^sf!• su „ ^''^Hares: Idzumo é Uvate.
NÚM. e.—Tsus/íímo, crucero de segunda''
"Material es de acero. Mide 102 metros de
metros de eslora, 21 de manga y 7 de puntal. Su desplazamiento es de 10.180 toneladas y 13.000
caballos de fuerza, con andar de 19 millas con 3 décimas por hora.—Similares: Sinope, Tchesma,
Dvenadtsat-aposfolov, Georgi-Pobiedonocetz y Kn.
Potemkin-Tarritcherski.
NüM. l.—Gromovoi, crucero acorazado: su material es de acero. Mide 146 metros de eslora, 21
de manga y 8 de puntal. Su desplazamiento es de 12.400 toneladas y 14.500 caballos de fuerza, con
una velocidad de 20 millas.—Similares: Rossia, Osliablias, Peresviet, Povieda, Bayan y Askold.
NÚM. 8.—Imperator Nicolai I y II, acorazado de escuadra, torres cerradas: sus similares varían
en muy poco, y su material es de hierro y acero. Mide 101 metros de eslora, 20 de manga y 7,70 de
puntal. Su desplazamiento es de 8.440 toneladas y 8.500 caballos de fuerza, con andar de 16 nudos
por hora.—Similares: Navarin, Petz-Veliky, Pel'ropaulosk, Poltava y Sevastopol.
eslora, 13,4 de manga y 4,93 de puntal. Su desplazamiento es de 3.420 toneladas y 7.000 caballos
de fuerza, con un andar de 19 millas.—Similares: Nltaka, Akitsushima, Idzamí, Lama y Akashl.
NáM. l.—Milsiishima, cru:ero guardi-costa pi"otegÍdo: su material es de acero. Mide 99' metros de eslora, 16 de manga y 6,45 de puntal. Su desplazamicito es de 4.300 toneladas y 5.400
caballos de fuerza, con una velocidad de 17 nudos por hora.—Similares: ¡tsiiküshima y Hashídate.
Nú'í. 8. Chiyoda,tipo de caza-torpedero, linico en su clase: su material es de acero. Mide 94
metros de eslora, 17 de manga y 5 d3 pLintal. Su desplazamiento es de 2.450 toneladas, y su andar
de 19 millas por hora.
HIma Española
ESPAÑA EN FILIPINAS
os españoles llegaron por primera v e z a
Filipinas en 1521, coi\ Magallanes, que
niiirió en dicho año peleando con los indios
de Cebú. Las expediciones de Loaisa (1524) v
de Villalobos (1542), no dieron en rigor ningún resultado práctico. La definitiva, la que
trajo aparejada la conquista, fué la de Miguel Lóp?z de Legazpi (1565), dirigida, moral y técnicamente, por el ex. marino Fr. Andrés de Urdaneta, agustino. Fué aquélla una
conquista «sin ias abominaciones y crueldadades sangrientas de que abundan los anales
de la América española*, como ha dicho el
sabio Blumentriít. Consolidada la conquista,
la colonia española fué paulatinamente, grad'ialriiente, ejerciendo en el país esa acción
civilizadora que produjo una total transíorniación en los usos y costumbres de los indios, ^elevándolos al mayor grado de civüizaciíjn de que eran susceptibles unas razas
que antes de la conquista yacían en la barbarie más espantosa». (El duque de Alearon )
Con los encomenderos comienza la colonización propiamente dicha, y con ellos á difundirse nuestra sangre por todo el archipiélago. Se les ha juzgado con dureza, por falta
de crítica razonable. Quien juzga las cosas
de ayer con el pensamiento en las de hoy, se
equivoca. Dése á cada época lo suyo, á más
de que no hay que perder de vista circunstancias de cierta índole, que son á manera de
datos fundamentales para resolver acértadamcníe los problemas que la crítica ofrece á
cada paso. Los primeros encomenderos fueron buenos; eran los mismos hombres que en
unión de los fraües habían verificado, sin
guerrear apenas, la conquista; espíritus como
los de Juan de Salcedo y Gabriel de Rivera
tenían que conducirse con cierto desinterés y
elevada dignidad. No así ios sucesores, que
iban á la ventura, á tierra de bárbaros, á
país conquistado, con el propósito preconcebido de enriquecerse, en compensación del
riesgo que corrían de perecer por los rigores
de un clima aniquilador; como justo desquite
del sacrificio que implicaba abandonar la tierra natal para vivir en otra tan diferente. El
concepto que en !o antiguo se tenía de las
colonias distaba mucho del que se tiene en
nuestros días. No es lógico conceder que los
magnates [¡ue vivían tranquila y cómodamente en España hubieran abandonado sus palacios por ir á dirigir una hacienda en los campos de Luzón ó de Mindoro, y dormir la
siesta en los bahais filipinos. A América fué
lo peor de España; á Filipinas fué lo peor de
lo que en America sobraba. Tenía que ser
así. Pero aquellos hombres, si rudos los más
si inhumanos no pocos, produjeron beneficio?!,consciente ó inconscientemente;al transmitir su sangre, creáronse nuevos lazos de
unión entre ambas razas; si allí morían, su
capital quedaba en el país, y en todo caso,
del contacto de ellos con los naturales provi-
10
no necesiriamente la difusión de nuestra lengua, de nuestras costumbres, de nuestro espíritu, y estas son cantidades positivas que
marcan huella transcendental en los preblos,
mientras que las vejaciones á que fuesen sometidos unos cuantos centenares de malayos, con ser sensibles, nada valen parangonadas con la ignominiosa esclavitud de los
autóctonas, que España se complació en abolir á raíz de la conquista.—Las encomiendas fueron suprimidas á principio del siglo XIX.
En el período que pudiéramos llamar lieroico, que abraza los primeros cincuc.nta
años de vida colonial, la obra de los frailes
fué notable, y su influencia, por tanto, decisiva. Lo fueron todo, porque lo hicieron
todo: reducir los indios á poblado, despojarles de cuanto había de bárbaro en sus costumbres, enseñarles á cultivar la tierra; importaron productos agrícolas, crearon la imprenta, fundaron la Universidad y algunos
otros centros de enseñanza; estudiaron á lo
hondo los dialectos indígenas, y en nada de
tiempo publicaron obras á granel, que causan
aún la admiración de los grandes lingüistas
europeos... Jugaron gran papel en la expedición de Legazpi; jugáronlo en la obra de
afianzar la dominación de España; eran los
únicos que entendían á los indios y los que
defendían á éstos contra los abusos de los
aventureros... ¿Qué más? El país era malo;
no producía apenas; vivía á expensas de México; se pensó seriamente en el abandono;
pero un fraile logró llegar hasta Felipe 111, y
convencerle de que era anticristiano abandonar Filipinas, y el monarca contestó:—«Id
con Dios, P. Moraga; prefiero mi ruina á que
se pierda para el cielo una tan sola de aquellas almas,»—¿No es cierto que, con estos
antecedentes, la influencia del fraile estaba
justificada?
Al período heroico sucede el de decadencia, que duró hasta bien entrado el siglo xix.
La colonia española degeneró por la fuerza
de las circunstancias: la avidez de riquezas,
la nostalgia, el influjo de un medio social relajado, porque, entre otros vicios, tuvo el que
allí impone el clima (el vicio de no hacer
nada), y la murmuración, el juego y la vanidad vinieron á ser las notas características
de los dominadores. Pero, ¡qué mucho! En
aquellos tiempos, América lo llevaba todo;
América era la rica por excelencia; la tierra
de los ensueños, de las grandes esperanzas y
de las grandes realidades; en tanto que Filipinas era un apartadísimo rincón del globo
que, lejos de producir á la metrópoli, vivía,
como es dicho, á expensas del virreinato de
México. ¿Quién, pues, podía ir á Filipinas
que no fuesen los tributarios de la Desesperación? Aunrentó la escoria social, pero por
por causas propias, precisamente, de Filipinas. A la verdad, no se concibe á un Hernán
Cortés, luego de la batalla de Otumba, de
capitán general de Filipinas: era demasiado
hombre para tan poca tierra, demasiado co-
14 Febrero de 1904
razón para tan tímidas gentes, demasiado
carácter para soportar, como soportó Legazpi, mentecatadas de reyezuelos intonsos; del
propio modo que no se concibe en igual puesto al Pizarro conquistador del Perú, luego de
haber sido dueño del fabuloso Tesoro de los
Incas. Filipinas era nada; á España le sobraban tierras, y á América millones. ¿Qué gentes habían de ir á Filipinas?... ¿Se comprende
por qué hubo tanta escoria? Como clase social, la que menos dañaba á los Indios (y a.sí
lo comprenderá quien sea un tanto filósofo y
conozca profundamente la historia del Archipiélago) era la que los frailes constituían.
La invasión francesa, las Cortes de Cádiz
y la independencia en América produjeron en
Filipinas honda conmoción: de esos hechos
arranca el período politico, al q u e puso
trágico remate en el puerto de Cavite la
escuadra de Dewey. Filipinas comienza entonces á vivir de sus propios recursos exclusivamente; ve aumentar su inmigración, y
siente las consecuencias de ideas que le habían sido desconocidas. Durante la Regencia
de Cristina, logra que se le conceda representación en Cortes, pero sus diputados no
logran tomar asiento en el Parlamento. ¡Primera decepción! Decrétanse aquí deportaciones, y allá van, á la mansión de los frailes, nuestros revolucionarios, y con ellos sus
ideas... Ábrese el canal de Suez, facílítanse
las comunicaciones, y aumenta considerablemente el trasiego de los funcionarios, los
más de ellos inspirados en la teoría (castizamente hispano-colonial) de aprovechar el
tiempo... Los funcionarios miran demasiado
al porvenir; los frailes demasiado al pasado.
Se recrudece la lucha secular.«j Esto es nuestro!», exclaman unos y otros: los frailes fundan su derecho en los antecedentes históricos; los no frailes, en la credencial con que
les ha favorecido un ministro..., uno cualquiera de los muc'.ios que hubo desconocedores
de nuestra historia colonial.
Estamos en la entraíía del asunto. Mil y
pico de islas pobladas por cerca de siete millones de Indígenas. Soldados peninsulares,
mit, porque el presupuesto no daba para
más. ¿Cómo sostener la colonia para España? Los filipinos de mayor meollo y mayor
ilustración viajan por Europa, impregnándose de ios aquí sagrados Derechos del Hombre; considéranse dignos, ya que no de la independencia inmediata, á lo menos de disfrutar de todas las ventajas legislativas que
los españoles tienen en su casa solariega.
Iniciase un movimiento asiniilísta; y nuestros
políticos, señaladamente los que ejercen funciones de gobierno, comienzan á cavilar. De
vez en cuando (Moret en 1870, Gamazo
en 1886, Becerra en 1889, Maura en 1893),
lanzan una reform'a liberal, y cada reforma
surte el efecto de un dardo contra los frailes.
Los filipinos liberales aplauden y piden «¡Más,
más!", y cierran la ovación gritando: «¡Viva
España! ¡Viva el Ejército! ¡¡Abalo los frai-
14 febrero de 1904
les!!» Así lo decían Rizal, López Jaena, Antonio Luna, Marcelo del Pilar... Y véanse los
periódicos publicados durante !a efímera República que presidiera Aguinaldo: en esos
papeles figuran los retratos de Rizal, López
aena, Antonio Luna, Marcelo del Pilar..., con
esta leyenda que los circunda á modo de aureola; -LOS PRECURSORAS DE LA INDEPENDENCIA FILIPINA.»
El régimen de los frailes y el régimen verdaderamente asimista eran de todo punto incompatibles: ó uno, ú otro; ó herrar, ó quitar
el banco. Pero los gobiernos seguían asimilando y sosteniendo á los frailes. Justo es
confesar que !a masa general del país quería
á los espafíoles; pero no puede negarse que,
entre los ilustrados, eran rarísimos los que
los querían; mejor dicho, no querían depender de España. Harto comprendían éstos, sin
embargo, que sacudirse la dominación no era
obra de un momento, y así laboraban poco á
poco, con astucia, con esa perseverante tenacidad propia de los filipinos, que en cosas
de esta índole nunca llegan á cansarse. El
indio, ieóricamente, era un ciudadano libre;
prúciicainente, era víctima de inicuos menosprecios. Y, liartos de la secular tutela, se sublevaron en 1896.
A la perdida de Filipinas han... /icmos contribuido (¡no quiero excluirme!) todos, absohitamentc iodos los empalióles, pero de un
modo espccialisinio los que decretaron el fusilamiento de Rizal, de aquel insigne romántico, ídolo de los filipinos: de su sangre surgió el valladar que había de separar para
siempre la raza española de la raza malaya.
En 1898 lo dije en el prólogo del tomo iv de
una de mis pnbücacionesi «Creo ingenuamente que fué un error político fusilarlo. Indultado Rizal, ¿qué hubiera podido acontecer? Todo lo más, que Filipinas se hubiera
perdido para Espaíía. Pues bien; Filipinas se
ha perdido, á pesar del fusilamiento de Rizal.
Indultado Rizal, pudo y debió utilizarlo Polavieja para desarmar á los insurrectos de Cavite; á lo menos, para calmar la excitación
>de los ánimos en otras provincias, sobre todo
•en la de Manila. Se le fusiló, y el efecto fué
^contraproducente...»
Mas cualesquiera que sean los juicios que
la Historia formule acerca de la dominación
üc España en Filipinas, nadie podrá desmentir los siguientes hechos:
1." Ningún país colonial, análogo al filipino, ha progresado ío que éste en los últimos veinticinco años: con leves modificaciones, la metrópoli trasplanto en la colonia lo
más esencial de su legislación; los insulares
compartían con los peninsulares los puestos
de todos los organismos dei Estado, y el
filipino pudo llegar á ser, como Azcárraga,
ministro de la Corona.
2.^ En 1820, la población del Archipiélago ascendía á poco más de dos millones y
medio de habitantes; en 1898 era de siete millones.
HIma Española
II
3.° En I8I0, el total del movimiento mercantil del comercio exterior sumaba once
millones de pesos; en 1896 lie ó á más de
sesenta millones de pesos.
Y 4." E! número de los analfabetos qu?.
había en Filipinas en 1898, era muy inferior al
que hay actualmente en Espaíía.
Por lo tanto, en el orden moral, en el político, en el económico y en el intelectual, España benefició considerablemente á Filipinas.
¡Triste sino el de España! En todo tiempo
ha sido creadora, y en todo tiempo ha sido
destructora, y ni al crear ni a! destruir ha solido darse cuenta de lo que hacía.
¿Para qué ha adquirido el Muni? ¿Hay allí
autoridades, frailes y aventureros? Pues se
perderá irremisiblemente. ¡Estamos á ello fatalmente condenados!
W. E. RETANA.
engañado alguna vez. Yo no sé si estoy aquí,
sentado junto al fuego, vestido con una bata,
teniendo este papel entre las manos... (1).»
'•^Cogitaiio, linee snla a me divelli neguit, ego
siim, ego existo, certum csf-^ (2). Partiendo
de este principio constituye, en el espacio de
siete años, su vasto sistema, en que se trata
de la Naturaleza y del hombre, de las Ciencias y de la Filosofía, dei Mundo y de Dios.
Por entonces Descartes es de mediana estatura, bien repartido de miembros, enjuto.
Lleva abundante cabellera, de color castaño,
finos bigotes, caídos en sus guías, y una pequeña mota bajo el labio Inferior. Tiene los
ojos negros, misteriosos é insinuantes, la nariz recia, la boca fina, la barbeta prominente,
las cejas arqueadas y sedeñas, el entrecejo
fruncido.
Isabel, la princesa palatina, hija de Federico V, rey de Bohemia, desterrado en La
Haya, establece amistad con el filósofo. Este
vive ahora en el castillo deEndegert, cultiva
las flores de su jardín, perdido en las infinitas llanuras flamencas, donde los molinos y
«Descartes, director espiritual. Con este titulo aparecerá
dentro de breves días en la librería Alean un volumen in-16,
de 300 páginas, adornado con
retratos, dibujos y autógrafos.
Su autor es M. Víctor Swarte,
y lleva un prefacio de M. Emilio Boutroux.»
i://-7^í)ro, 18 Enero, 1904.
f A vida de Descartes es la de un espirita
^ inquieto y desasosegado. De niño vésele á
todas horas meditabundo, ensimismado. Su
padre, un gentil hombre flamenco, le llama
el pequeño filósofo. «A los ocho años, en el
Colegio de La Fleche, el pequeño filósofo
asombra á sus maestros, los jesuítas, por la
profundidad c independencia de su espíritu,
por la repugnancia que muestra hacia las
opiniones consagradas» (1).
A los diez y ocho años agota la ciencia
contemporánea y reconoce su insuficiencia y
vanidad. Antes de cerrar los libros quiere
«abrir el gran libro del mundo». Transcurre
un largo período de azarosas correrías, de
militares andanzas. La naturaleza es un libro
mudo.
Detenido en IG19 en Neubourg, sobre el
Danubio, á causa del invierno, solo, en una
pequeña habitación, y «en las condiciones
más á propósito para dejarse llevar de sus
pensamientos». Descartes sueña con una
ciencia más general que la Geometría, y que
la Aritmética y el Algebra; con una matemática universal que quiza le descubra el secreto de la naturaleza (2).
En 1629 retírase á Franeker, y allí, á solas
consigo mismo, estrechado por la duda, exclama: «Mis sentidos me han engañado algunas veces, y la prudencia exige no fiarse
jamás enteramente de aquellos que no han
(1)
(2)
Liard.—Gro^í/e Encyclopedie.
A. Feuillée.—Descaríes, pág. 11.
DESCARTES
ios árboles frondosos recortan duramente
sus siluetas sobre el cielo plácido. Sorbiere
dice: "Es el Demócrito de este siglo,.. Se diría que conche con la naturaleza, y que se
muestra ella á éí completamente desnuda.»
A partir de esta época, Descartes es algo,
muy ambicionado por el marqués de Brademín, exconfesor de princesas y teólogo de
amor. Al mismo tiempo que con la princesa
palatina, cambiaba frecuentes epístolas con
ia reina Cristina de Suecia, en las cuales se
trataba del amor, del odio, del impulso que
nos anastra hacia el amor, del sumo bien, etcétera, etc.
A fines de Í649 Descartes marcha á Stokolnio requerido por su regia díscípula. La
reina le recibe á las cinco de la mañana, todos los días, en pleno invierno. El filósofo,
(1) Meditación 1.^
(2) Meditación 2.^
ñlmn Espaftola
12
cuya salud es muy débil, muere al poco tiempo, diciendo, sobre poco más ó menos, si
hemos de dar crédito á Campoamor:
¡Sacadme, Dios de bondad,
de esta eterna confü ion!
¿Mi verdad es la verdad?
¿Mi razón es la razón?
Lector, si algo liay dentro de tu alma que
hayan engendrado Espinosa, Kant, Goethe...
piensa en Descartes, el padre de todos, aquel
dulce pensador de mirada misteriosa y triste
sonrisa, que á las cinco de. !a mañana, envuelto en el silencio del cortesano recinto,
platicaba de metafísica con la extraña hija de
Gustavo Adolfo.
RAMÓN PÉREZ DE AYALA.
Ei poder vivir aí día,
en España es la ambición
de una inmensa mayoría,
y casi aseguraría
que de toda la nación.
Hay que procurar, lectores,
mirar e! mundo á través
de prismas encantadores.
¿Valle de lágrimas es?
Pues liay que liacerle de flores.
Esa costumbre merece
respetos, pues oreo yo
que el pueblo se estacionó
pon|ue de instrucción carece;
por vivir al día, no.
Aquí, la instrucción primaria
tan olvidada se tiene,
qi'C el maestro, como un paria^
vive en siíuicióii precaria;
¡de milag'-o se mantiene!
JOSB SÁNCHEZ GONZÁLEZ.
Esta aspiración, ya rancia,
tiene bastante importancia,
porque es !a costumbre esa
efecto de la ignorancia
-de un pueblo que no progresa.
Así lo afirman, lectores,
sus enemigos, porque
' •
tiene muchos detractores.
¡Y hay que oÍr á esos señores
en la mesa del café!
Mas si España es inconstante
y no camina adelante
por la senda del progreso,
¿giíé tienen que ver con eso •
los fósforos de Cascante?
Pues, por la vida, al nacer,
hay que luchar y vencer;
quien en tai lucha es vencido,
jamás podrá resolver
•el problema del cocido.
La existencia, para amarla
ó poder sohre'íevarla,
porque á veces desespera,
es necesario endulzarla
cada cual á su manera.
Yo, le dignificaría,
tanto, que procuraría
nue esa costumbre adquiriera...
Hagamos que viva al día,
y,España se regenera.
VIVIR AL D Í A
Pensarlo me descompone,
-y hasta nervioso me pone
tan estupenda teoría;
pues vivir, aun siendo al día,
ya una victoria supone.
cuanto gane en la bebida?
Pues nadie me negará
que á tragos pasa la vida.
.• . '
-.
Por esto, vivir al día
no debe ser censurado;
vivir de ese modo ansia
quien nació desheredado
y tiene sed de alegría.
Si una vez puede gozar
ya que por ello se afana,
¿ie vamos á censurar •
porque pretenda arrojar
la casa por la ventana?
Que se gaste diariamente
lo que diariamente obtiene
trabajando tenazmente,
¿qué pecaminoso tiene
si es la cosa más corriente?
^ ¿Que hay quien de todo se olvida
y siempre se gastará
r A vida material de ¡os pueblos, del mismo
*^ modo que la de los individuos, pues no
en balde se admite como exacta la comparación qu'i entre el organismo de los unos y
el de los otros hacia Heriberto Spencer, exige bien poco al medio ambiente para desarrollarse: fuerzas naturales, aplicadas con
mayor ó menor acierto, según sea la inteligencia del artífice. Mas la vida espiritual,
aquella que siempre está condicionada á la
alteza de miras y al culto de la idea, pide con
imperio un grado de educación cívica que no
siempre responde al desenvolvimiento de la
historia de las naciones ó al de la existencia
de los individuos.
Pero es que la vida espiritual y la material, por modo obligatorio, se condicionan
mutuamente; necesitan la una de la otra, forman ima integración que, cuanto más armónica es, mayor perfección da al pueblo ó al
individuo.
Esta armonía estriba, ó, hablando con más
propiedad, debe estribar en la supremacía
del ideal sobre la materia, del fin que en c\
ciclo histórico mueve á las naciones sobre 'a
existencia puramente material de las nu'sma?.
Sin embargo, y aun admitiendo esta supremacía, aparecen siempre los ideales apoyándose sobre !a fuerza; es decir, sobre la materia.
Alemania, la actual Alemania, nacida del
gigante esfuerzo de los rudos burgraves de
la Pomerania, llega en menos de dos siglos
á constituirse la nación militar más potente
de Europa, á pesar de sufrir crisis tan terrible como la derrota de [ena.
14 Febrero de I90i
Inglaterra consigue encerrar al mundo entero dentro de un circulo de hierro que parece ahogar lentamente las energías de las demás naciones.
Los Estados LTnidns de la América del
Norte, cuyo nacimiento es obscuro y cuya
historia es brevísima, alcanzan actualmente
una vitalidad y un predominio tal, que confirman la originalísima teoría del alemán
Gumplovitz acerca de los r-esultados de la
ludia de razas.
Y, por último, y por no citar más ejemplos,
Pusia, que á pesar de la inmensidad de su
territorio y la poca densidad de su población logra predominar en el Asia, aunque,
conio decía un querido maestro mío, aún no
íiaya conseguido «adorar á Dios en los templos de Constantinopia y ver brillar las lanzas y cascos de sus cosacos en ¡as aguas del
Mar Negro».
¿A qué se deben, pues, los resultados que
nos muestran estos ejemplos? Una vez más .
lo repito: á la Integración entre los ideales y
la fuerza, á la prosecución constante de
aquéllos, apoyándose en los elementos armados dotados de organización previsora y
compacta. Alemania persigue su unidad,y una
vez obtenida, se expansiona en África. Inglaterra tiende á monopolizar el comercio universal, y lo consigue conservando y extendiendo de una manera tan admirable como sabia
un gran imperio colonial. Los Estados Unidos
desean el dominio de toda la América; y con
lentitud, y sacrificando despiadadamente á
los débiles, han realizado en gran parte su
deseo. Rusia, desde la absorción de la Polonia y la Finlandia, el hábil tratado de Berlín
y la intrusión en la Mandchuriaj,paraiizada
en ¡os actuales momentos, consigue señorearse de una gran extensión de Europa
y Asia.
Las naciones citadas se han basado, para
realizar sus ideales, en ¡a fijeza de los mismos y en la constitución inteligente, robusta
y sana de sus fuerzas militares.
La fijeza de ideales no es más que la consecuencia de la aparición periódica de los
grandes hombres, de su permanencia en el
gobierno, y la constancia de los no menos
grandes encargados de realizar las hermosas
concepciones de aquéllos. Y la constitución
inteligente, robusta y sana de las fuerzas militares, es también sscuela indispensable de
la fijeza del organismo central de uno d^ los
lóbulos del cerebro militar, como diri.i 11
ilustre Jenaro Alas.
El alma española, pese á los malos cumplidores de !a voluntad de Isabel la Católica,
alienta un ideal histórico. Alas para realizarlo
precisa los dos elementos citados: grandes
hombres que infundan en el cuerpo social la
vitalidad perdida ó en suspenso, y un cerebro
militar (y vuelvo á usurpar la frase) que,
con unidad de pensamiento y fijeza en la acción, enderece la existencia nacional, torcida
de su natural camino desde el siglo xv.
.,.
MACÍCELO DE U S E R A .
II Febrero de 1904
S. M. ALIX, EMPERATRIZ DE RUSIA
S. Al. HARUKO, EMPERATRIZ DEL JAPÓN
n
Rima EspaíSoía
S. M. NICOLÁS^II.^EMPERADOR DE RUSIA
S. M. MUTSUHITO EMPERADOR DEL JAPÓN
14 Febrero de 1901
T | E los males c imperfecciones en que abun** da.el sistema parlamentario hablan con
frecuencia, y con frecuencia muy acertadamente, nuestros políticos, así los partidarios
resueltos de tal régimen como sus adversarlos decididos. No es poco, siquiera ineficaz
por lo que al momento se refiere, para ir,
más ó menos tarde, camino de la sofíada positiva transformación; bueno íerá recordarles
á todos su labor crítica en este punto, pues
así la olvidarán, también, menos difícilmente,
y no será malo que la tengan en cuenta, y la
mediten, y la aprovechen para remediar tantas cosas, los ciudadanos españoles.
UJI día es el Sr. Silvela quien, disertando
acerca DE LA DECADENCIA DEL ¡ÍÉGIMEN PARLAMENTARIO EN ESPAÑA, nos dice, aparte
otras manifestaciones de profunda substancia, que ''aparece la necesidad perentoria de
que los Parlamentos se penetren y convenzan de que ha llegado para ellos la hora de
la critica, del combate, de la censura, apoyados en fuertes corrientes de opinión pública, y que cuando esa hora llega para las
instituciones políticas y para todas IHS inslitucioncs, ha llegado también ia de las grandes continencias, de la severísima higiene, y
es llegado e! día, por tanto, de que los Parlamentos abandonen aquellos desahogos y
amplitudes que-podian ejercitarse sin peligro
cuando se trataba de inslituciones vigorosas
y sólidas, apoyadas con ¡'reflexivo entusiasmo por la opinión pública, y que son peligrosos y suicidas en las instituciones sitiadas y
puestas en dispu'a por esas mismas fuerzas
que antes les apoyaban».
Otro día es el Sr. Maura quien, tratando
DE LAS GARANTÍAS DEL DERECHO INDIVIDUAL
en nuestro pais, expone: -La exrericncia decisiva y abrumadora de todo un siglo no ha
bastado á convencer, como á todos debiera
tener ya convencidos, de que no pueden forjarse las leyes en la fragua encendida para
aguzar las armas. Sirven las Cortes, si no
nacen de la corrupción, ni degeneran en ensayadas comedias, para traer á los alcázares
del poder soberano las demandas y anhelos
populares, aquí donde f! pueblo ha mostrado
ser el único elemento vivo de la uacionali
dad; sirven para tener á raya la omnipotencia ministerial, vestigio execrable del antiguo
absolutismo, del cual conserva la substancia
sin la consistencia, como el canto rodado
que fué roca viva; sirven para la fiscalización
y para la publicidad, que atenúan deficiencias éticas y templan egoísmos incurables;
sirven para trazar den oteros, formular designios, prohijar ó repudiar determinada política; pero no sirven ni pueden servir para
desenvolver en estatutos concertados, claros,
previsores y serenos el pensamiento ¡generador de una ley, y todavía pueden servir menos, ellas que toman aliento en las fluctuaciones y los vaivenes de la vida nacional entera, para mantener en el conjunto de las le-
yes positivas la armónica solidaridad y el
esmerado engranaje, sin los cuales mil veces
quedan triturada la justicia é inmolado el
derecho in.'ividaal.»
No mucho más tarde resume así el Sr. Moret sus opiniones relativas á LAS CAUSAS
QUE HAN PRODUCIDO LA DECADENCIA Y DESPRESTIGIO DEL SISTEMA PARLAMENTARIO: SÍ
tal sistema «está desprestigiado en España y
amenazado de impopularidad creciente, débese en parte á los defectos de su organización, que culminan en el abuso de la palabra;
pero nace, sobre todo, de las deficiencias
profundas del régimen representativo, porque si éste ha de funcionar, si ha de producir y vivificar las energías nacionales, también ha de recibir el impulso y !a vitalidad
de las clases directoras de la sociedad, lo
cual exige, ante todo, que estas clases tengan conciencia de su misión, energías bastantes para desarrollarla y abnegación suficiente para sacrificar parte de su tiempo, de
su fortuna y hasta de sus preocupaciones al
bien general».
El Sr. Canalejas, en discurso reciente, ha
señalado el primero de los males que al sistema afligen, diciendo: «No habrá en España
un verdadero régimen parlamentario, sino de
ficción, de apariencias, de hueras y vanas
exterioridades de todo régimen parlamentario, mientras la voluntad electoral no sea la
que determine el nombre y la calidad de sus
representantes, 'toda nuestra educación política en materias electorales, ha de ir en ese
sentido..."
Y el Sr. S3Ímeiün acaba de expresar asimismo en un debate de Cortes, que si aquí
se impone masque en todos los pueblos cultos la Prensa, es porque no sólo cumple ésta
en su función alíisinios deberes, sino porque
«el Parlamento no representa á la nación, ni
con los intereses nacionales se compenetra",
lamentándose á seguida de que el Parlamento no sea órgano del p:'ís y sí. «una superchería infame^.
Así todos, Azcárate, Romero Robledo, monárquicos y republicanos, en discursos políticos y en obras doctrinales, observan, analizan, combaten, desde múltiples punios de
indagación crítica, tantas impurezas y daños
tantos.
Quien, como Maura en las frases precedentes, se fija en los limites de la función
parlamentaría, determinando, tal vez sin quererlo, atribuciones de los gobernantes; quien,
como Süvela en las pa'abras antedichas, se
contrae á !a parte de saneamiento moral, sin
duda indispensable, que el problema oíu^ce;
í¡uien, como Canalejas, Salmerón, More!, se
refiere á oíros delicados aspectos, exaiiiinados en detalle ó juzgados y calificados en
conjunto, de cuestión tan compleja.
Procedimiento electora!, procedimiento de
las Comisiones de actas, imparcialidad de
los Gobiernos y de las mayorías parlamentarías; íiincionanúento de las Cortes, utilidad
de la fiscalización que en ellas se ejerciia
contra los Gobiernos y eficacia -de la obra
legislativa que en ellas se va realizando;
ejemplo y enseñanza que de tales eficacia y
utilidad, nutridas del más puro de los oliruismos,el altruismo patriótico, ha de transcender á la conciencia nacional, medio único
de que ésta despierte de su letargo político
y aplique sus necesarias energías á la práctica resuelta, inarrollable de los derechos to-,
dos que consigo lleva la función de la soberanía popular; rcsponsa¡>ilÍdad aneja á la
representación de diputados y senadores,
responsabilidad ministerial, responsabilidad
de los ciudadanos por abandono, descuido ó
falseamiento de sus derechos mismos, que
son política y socialmente sus deberes; manifestaciones injportaníísimas de un magno
y difícil asunto resultan todas estas, y otras
en número y extensión sin límite cuasi, planteadas por hombres de Estado y hombres de
ciencia, y no olvidadas, reconózcase con
justicia, por unos y otros en nuestro pobre pais.
No olvidadas, teóricamente á lo menos;
pero, ¿cabe decir que la observación del
problema ha servido para facilitar su solución posible? Si creemos á los que del régimen parlamentario opinan como, por ejeniplo, Escipión Sígheíe, autor de la obra COMTRO IL PARLAMENTARISMO, desconfiaremos
de hallar esa solución, y hasta dudaremos,
con Franklin, de la aptitud de las Asambleas
para obtener nada útil y fecundo en bienes.
No discurriendo así, creyentes en la virtualidad de las Asambleas políticas cuando su
organización y funcionamiento responden á
la índole de sus propios fines, extralimitados
ahora quizá en mucha parte, nos parece que,
si aún no lograda, si aún no practicad-", es
aquí verosímil la más ó menos pronta y debida mejora de! sistema parlamentario entero, desde que se inicia con la emisión del
voto libre hasta que se complcla con la sanción de las leyes, la disolución de ¡as Cámaras ó la separación de los ministros responsables.
Se reduce el problema á los siguicnles términos: libre emisión del voto, libre acción de
las Corles. Así, pues, se trata de ejercicio de
la libertad por parte de electores, legisladores y Gobiernos. Se trata de toda lapedagO'
gia polilica. El Sr. Costa, en su discurso de
recepción en la Real'Acadeniia de Ciencias
/Morales y Políticas, se duele de que, componiéndose Espaíía, mucho más que otros pueblos, «de una minoría muy exigua que va
casi con e! siglo, y de una mayoría inmensa
que, por su atraso intelectual, por su apartamiento respecto de la moderna institución Y
por su condición económica, inferior á menudo á la de ia gleba feudal, sigue viviendo
en centurias pretéritas^, hayamos uniformado
el derecho para todos, «y en vez de adoptar
el tipo inferior—que parecía lo lógico, primero, por ser el propio de la mayoría, y después, porque quien puede saber !o más puede saber lo menos, pero no viceversa—se ha
adoptado el tipo superior, imponiendo á todos uniformemente y sin excepción el conocí-
filma Española
W Febrero de !904
miento perfecto del derecho positivo»...
Tales palabras en labios de un demócrata
republicano tienen, sin duda, valor inapreciable, y si se aplican al derecho político positivo, que consagra las libertades más preciada.s, entre ellas y sobre ellas la deí sufragio
universa!, obtendremos la consecuencia lógica, tan l'^gica como triste, de que el Sr. Costa no fia mucho, hoy por hoy, en la aptitud
de la generalidad de los españoles para el
uso adecuado de libertades tamañas. Otro
demócrata republicano, P1 Sr. Calderón, discurriendo acerca del voto obligatorio, que
establece un proyecto de ley hace poco leído
en el Parlamento, se exp-csa de este modo;
«Quiero suponer que el legislador logra su
intento. La abstención electoral desaparece.
El censo entero vota como un solo elector.
La dolencia se cura. ¿Y qué? ¿iiabrá la ley
hecho ciudadano á los que antes no lo fueran? ¿Les habrá infundido la capacidad, la
convicción, el patriotismo, io que da al sufragio valor moral y garantía de acierto?
Esos sufragios forzosos carecerán de verdadero sentido jurídico. Tendremos electores por miedo, como ha habido un héroe por fuerza y un medico á palos. Las urnas se llenarán de papeletas, no de votos...
Dejan unos de votar por incultura, por incapacidad para concebir las complejas relaciones que implica el concepto de la vida pública. Oíros por indiferencia, por ese egoís.mo feroz, tan propio de nuestro pueblo, que
persuade al individuo á no tomarse la menor
molestia por lo que importa á los demás. Muchos por recelo, por una desconfianza justificadísima respecto de la lealtad de los que
dirigen el cotarro. Educar á los incultos, interesar á los egoístas, inspirar fe á los recelosos, seria curar el mal en su raíz. Obligarlos á votar por fuerza, incultos, desconfiados,
indiferentes, es lo mismo que no hacer nada«.
De cuyas aserciones no resulta muy bien parado, tampoco, el cuerpo electoral de España, y de ellas á decir con Cánovas del Castillo que la Monarquía «entre nosotros tiene
que ser una fuerza real y efectiva, decisiva,
moderadora y directora, porque no hay otra
en el país», media sólo un paso que adelantar
impone, ó retrasar si mejor parece, la lógica
misma, aun cuando se abdique por lo pronto
de la fe republicana, fe que no me explico
en un país y en un momento de inculiura,
egoísmo y recelo, cuando la mayoría inmensa sigue viviendo en pretéritas centurias.
Que urge educar, interesar, inspirar amor
hacia el derecho, amoral Poder, como indica Filangieri, es evidentísimo. No se extiende
á otros términos el problema.
La libertad requiere el concurso de dos
grandes virtudes: tolerancia y abnegación.
Ellas han resplandecido á veces en la vida
político-parlamentaria española, y no por
cierto en los días más próximos, singularmente, sino en otros ya lejanos, menos propicios que los actuales quizá para evidenciarlas, puesto que á la sazón eran en mayor
grado intensos los odios de partido, y estaban como no han estado después encendidas
las pasiones de bando.-Lo recordaba D. Augusto UÜoa en el Congreso al apoyar una
importante proposición de ley, hace veintiocho años. En 1838 el partido moderado
fué Gobierno merced á unas elecciones generales convocadas por el partido progresista luego de formada la Constitución. ¿Concebimos ahora la posibilidad de un hecho semejante? Ejemplo de sinceiidad electoral no
son por aquellos tiempos desusados, y
en 1843 la lectura en el Congreso mismo de
cierta carta de un gobernador de provincia
que recomendase confidencÍ''lníente á un
candidato, produjo tal escándalo, que bastó
para declarar nula la elección, siendo uno de
los motivos alegados por los progresistas
para que se formara la coalición contra la
Regencia de Espartero, y en 184í5 ó 47, ya
influido del funesto ejemplo francés el cuerpo electoral, se entendió suficiente para declarar también determinada elección nula el
que un agente de policía hubiese recorrido
cierto distrito de Madrid. Cuando la corrupción electoral fué adquiriendo visibles proporciones, los hombres públicos que inconscientemente creaion aquel orden de cosas,
confesaron sus errores con lealtad; el jefe del
partido moderado, el que redactó y aplicó
mucho tiempo un sistema administrativo, se-
gún el cual se tenía en tutela continua ai Municipio y la provincia, el que hubo creado los
alcaldes corregidores, se levantó en el Parlamento para manifestarse arrepentido de su
obra y para llamará dichos alcaldes agentes
corruptores; y Donoso Cortes, moderado,
dijo que tenía que volver los ojos con horror
y el estómago con asco para no presenciar
las iniquidades cometidas.
Pero la tolerancia y la abnegación suponen una profunda fe en los resultados de la
libertad. Y en España, textos monárquicos y
textos republicanos lo demuestran, esa fe no
existe, ó existe amortiguada y cobarde. De
ahí el olvido de toda educación política y cl
abandono de los derechos electorales; de
ahí, en no poco extremo, las fáciles elaboraciones de una opinión mentida. Mientras
tanto, ni libre emisión del voto, ni libre acción de las Cortes.
ADOLFO PONb Y UMBERT.
El comerciante que anuncia camina sobre
alas: el que no anuncia va á paso de carreta.
—Enípresa anunciadora Los Tiroleses, Fíomanones, 7 y 9, entresuelo.
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14 Fe&rero de 1904
16
Faculíaíilías como Especiales, á paríiculares, Colegios
y ñcademias.de lYIodrid v Provincias; ídem eoníal)Ies
V Auxiliares para Oíicinas.
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poscñíiES, 25 eÉNCimos.
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