Des(APARICIÓN) incen(DIARIA) 1 Las piernas débiles de Soriano

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Des(APARICIÓN) incen(DIARIA)
1
Las piernas débiles de Soriano apenas tienen fuerzas para seguir corriendo,
la noche que apenas comienza aturde sus oídos con la sinfonía de los disparos
venidos de todas direcciones, la melodía que gobierna el lugar ambiciona ser
sangrienta, larga y fría. Su respiración es más persistente y menos eficaz, siente
que el aire le falta por momentos, escucha gritos por todos lados, desconcierto total
de sus compañeros que también corren para refugiarse de la refriega en la que se
encuentran, las groserías solamente enaltecen la incomprensión de la noche, no
existen oídos para las clemencias sólo para las órdenes, hay ojos que fijan blancos
corriendo, uno de ellos es Soriano que como puede escapa del apabullante
escenario, los motores de las patrullas que van y vienen estremecen más la escena
con el alarido de sus torretas y colores. Soriano sigue corriendo y ve opacamente
cómo se levanta el polvo bajo sus pies y se mezcla con la sangre que derrama lenta
y sutil alguna parte de su cuerpo. Piensa que está corriendo velozmente pero la
realidad es que va perdiendo el control sobre sus piernas, su cuerpo y su ser, su
visión es cada vez más opaca y su coordinación física y mental hace que se
tambalee sobre la calle, escucha su vertiginosa respiración. De pronto deja de ver
la esquina de la calle a donde se dirigía ansiosamente, escucha tan lejanos y
distantes los últimos disparos, gritos, y motores, no sabe si es por el enérgico
sonido de su respiración o es que sus sentidos caprichosos juegan con él, haciéndole
creer que se halla lejos, muy lejos del peligro, o peor aún, que está quedando
sordo. Como un mago que engaña los sentidos, su cuerpo no responde más a su
mente, un dolor inmenso lo invade, ve parpadeantemente sus pies y cae.
Vuelven las ráfagas de plomo a herir el viento, muchos siguen corriendo hacia los
carros, las puertas y muros de las casas para protegerse, a su paso levantan
remolinos de tierra con sus pies. Las balas colorean de rojo los cuerpos, el sonido
de los cartuchos que caen sobre el pavimento marcan el ritmo del concierto que los
policías y militares están orquestando y llevando a cabo por órdenes superiores.
Soriano está tirado sobre la calle que yace desolada y hostil, a un costado de él un
charco de sangre lo acompaña silenciosa y fielmente sin que pueda darse cuenta de
ello. El vals que suena bajo el compás de las armas es bailado dichosamente por la
muerte, el poder y la corrupción.
Con el último disparo que se escuchó, una engañosa calma y un silencio absoluto
imperó en el lugar, las miradas de incomprensión, asombro y miedo eran enviadas
y regresadas de la misma manera entre quienes seguían escondidos detrás de los
muros. Ya no se escuchaban más disparos, sólo el motor de las últimas camionetas
marcharse rápidamente, las perpetuas y obedecidas órdenes de los superiores
daban por finalizado el operativo. En algunas calles se percibían los últimos
destellos rojos y azules que pasaban de un lado a otro matizando las fachadas de
las casas.
Retumban en los oídos de Soriano los atropellados latidos de su corazón, siente que
éste va a salir corriendo de su pecho, se arrastra como puede bajo una camioneta
dejando una pincelada de sangre sobre el pavimento, recostado boca arriba
Soriano apenas respira, de repente deja de escucharse a sí mismo y minutos
después ya no logra ver nada, cree que ha perdido los oídos y los ojos. De repente
su visión opaca se hace nítida, y las lejanas voces que ya salen de sus escondites se
empiezan a escuchar muy quedamente. La impresión de los hechos le produce un
extraño y profundo estado de reflexión inexplicable, sus ojos fijos sobre el motor
de la camioneta y su cuerpo inmóvil le dan un aspecto de muerto sobre la calle. Los
pocos pensamientos que apenas logra tener son interrumpidos por el frío que
recorre su espalda, detrás de su cabeza las gotas de sangre escurren como
serpientes sobre su piel escabulléndose entre su cuerpo. Mueve sus manos para
tocar su nuca, e intenta tocarse la espalda pero no puede; un dolor en el costado
derecho se lo impide, la sangre resbala sobre su mano teñida de rojo, la deja caer
al suelo y en este instante se desmaya.
2
Soriano trata de respirar y aguantar los empujones que le llegan de todos
lados, las personas reunidas en la plaza de la Ciudad quieren estar lo más cercanas
al templete. Por más que intenta mirar el templete no lo ve, son miles las personas
frente a él. Voltea de un lado a otro tratando de reconocer las caras pero no lo
consigue, su vista apenas puede dilucidar un rostro e inmediatamente lo olvida. De
repente una voz se escucha, Soriano trata de ubicar el lugar de dónde proviene, al
parecer viene del templete que aún no encuentra:
“Nunca había sentido tanto tu ausencia, es quizás porque siempre pensé que
estarías conmigo y serías tú quien sufriría por mi, porque la juventud es rebelde a
la muerte, pero ahora me doy cuenta que también la vejez es subversiva a ella.
Nunca antes habías desaparecido, es por eso que desde hace muchos meses, eres en
mi corazón, mente y cuerpo esa “aparición diaria”, que como el sol, marca cada
mañana las horas de trabajo durante el día, así ahora tú marcas las horas y
fuerzas para otra jornada, porque lo has hecho desde hace veinte y tantos años a
partir de aquel día en que naciste, porque cuando llegaste agrandar nuestra
familia, sabía que el sol quemaría doble porque el trabajo tenía que ser mayor, en
ese entonces éramos tu madre, tú y yo, y bien sabes de tu hermana pequeña y tus
dos hermanos que te siguen ahora, esta gran familia ha crecido y así como nunca
ha parado de luchar y trabajar día a día para salir adelante, para comer, para
vestir, para resistir la realidad en la que vivimos, tampoco ha parado de crecer.
Pero también las manos y pies necesitan descanso después de un día férvido bajo el
sol y tú más que nadie lo sabe, porque las manos llenas de ampollas arden cuando
la rozan las gotas que caen de la frente y las piernas tiemblan después de horas y
horas parado sosteniendo la pala, el machete o el pico.”
Soriano atónito había dejado de buscar el templete sólo escuchaba cada palabra
del discurso.
“Por eso cada noche recupero las fuerzas y sueño contigo, te sueño
abrazándote, recorriendo el campo mientras percibimos nuestros desgastados
huaraches, nuestros descoloridos pantalones, caminando juntos el uno con el otro,
padre e hijo, bajo el hombro sostienes el morral donde llevamos las tortillas que
nos ha hecho tu madre, y durante esa caminata escuchó tus anhelos, tus ganas, tus
inquietudes, pero también tus convicciones y deseos; estudiar y apoyarnos en todo
lo que puedas. Recuerdo como después de terminadas esas agotadoras jornadas,
conforme el sol iba pereciendo, y el dulce rostro de la luna venía acompañarnos,
soñabas igual que yo lo hago ahora. Y recuerdo que nos contabas tus sueños, y
eran poder ayudarnos algún día y es válido después de una arduo día laboral,
tenemos que descansar como ya te mencioné, no somos máquinas, tenemos que
soñar con algo, por lo menos ahí en ese lugar es donde la realidad no es tan
terrible, pero pasa que al despertar te das cuenta de muchas mentiras, o muchas
realidades, y no es por el destierro que el sol hace a la luna, porque eso siempre
será así o al menos hasta ahora lo ha sido. Lo que pasa es que la realidad cuando se
acaban los sueños se nos presenta distinta, y no culpes al sol por el destierro,
agradece que nos da otra posibilidad de cambiar esta “nuestra” realidad, porque
él marca nuestras horas de trabajo y lucha, por eso somos sus hijos, porque
trabajamos toda nuestra vida bajo su tutela, no hay descanso para nosotros los
bastardos de la revolución y la independencia, de la riqueza y el poder. Somos
hijos de las putas sierras, hijos de las salvajes tierras del sur, esclavos e indios,
amantes del agua, hermanas y hermanos de las flores y animales.”
De repente las miles de personas que se encontraban junto a Soriano
desaparecieron. No podía ver sus manos ni sus pies, intentaba tocarse pero no se
sentía, sabía que estaba, pero increíblemente no sabía ni dónde ni como, todo el
espacio era blanco y sólo escuchaba la voz:
“Debes saber hijo, que los sueños no son mentiras, me atrevo a decirte que
son actos que están por realizarse, porque los sueños se alcanzan, se hacen
existencia, porque tu sueño era vernos trabajar menos y estudiar mucho, y el mío
ahora es encontrarte pronto, porque extrañarte se me ha hecho insoportable, no
poder sentirte y quererlo con todas las fuerzas es cansado, querer mirar tu sonrisa
y no poder verla es morir sigilosamente, porque escuchar la palabra “padres” en el
silencio tormentoso de mi mente me ha dejado a punto de la locura, porque poseer
muchas fuerzas para abrazarte y no tenerte frente ha vuelto un tanto triste el color
de mis ojos, porque de tanta soledad mi corazón rayando a la muerte se encuentra.
Sólo unas preguntas hijo mío, ¿Sabías que mataban por estudiar?, ¿Sabías que la
educación no es para los pobres, campesinos, indígenas, esclavos?, ¿Lo sabías? Si
no lo sabías, qué orgulloso me siento de ti, bendita sea tu ignorancia porque a
pesar de ella tu sabiduría de jamás darte por vencido a pesar de las adversidades
para sacarnos adelante fue lo mejor, siempre tan rebelde como esos hombres y
mujeres de las sierras. Si es que sí lo sabías, maldigo tu necedad, porque no te
tengo conmigo, pero honro y alabo tus sueños, tu desobediencia, tu juventud, tus
ganas, tus metas, tu entusiasmo porque ahora más que nunca sé que las aulas
donde no estas serán ocupadas y así pronto se labrarán muchas realidades. Porque
me has abierto el corazón y entiendo cuál era el punto de seguir el camino de la
educación, porque ahora no eres un estudiante, eres mi maestro. Porque me
educaste a luchar y a perseguir los sueños, me enseñaste que en la ausencia se
forman lazos de resistencia, hermandad y humanidad, y hoy eres catedrático de un
mundo digno, justo y libre. Y lo haz logrado, sabías que la educación era el mejor
trabajo que podías hacer y por eso quisiste ese camino, y por ese camino ahora te
estoy buscando. Sabes que cuando decidiste estudiar me puse triste y lloré, era
evidente que el sol quemaría mil veces y más fuerte, porque no sólo se marchaban
las manos que me ayudaban a cultivar la tierra, sino que renunciabas a tu familia
para encontrarte con otra. Y no sólo fui yo, tu madre encontró en la soledad de tu
cuarto, y en la distancia de tus brazos, el más oscuro estadio de su vida. Tu
hermana pequeña y tus hermanos lloraron mucho pero decidieron dejar sus
lágrimas y honrarte de otra manera, eres su ejemplo a seguir, ahora tu sueño es el
mismo de ellos. Donde quiera que te encuentres, encuéntrame siempre a tu lado
porque a pesar de nuestra ausencia siempre estaremos juntos.
Desde un tiempo para acá, tienes más hermanos y más padres, ahora ya somos una
familia más grande, mucho más grande hijo, siempre lo hemos sido, sólo que no
habíamos tenido la oportunidad de conocernos, seguimos creciendo y como cuando
un sueño es grande se necesitan muchas noches y días para realizarlo, ahora somos
miles que apoyamos para lograrlo. Mi corazón ya no tiene lágrimas, tiene rabia,
rebeldía, clama justicia, y sobre todo manifiesta por el mundo la enseñanza de vida
de mis 43 hijos.”
3
Soriano apenas tiene fuerzas para abrir sus ojos después de varios meses en estado
de coma, ve borrosamente que el cuarto es completamente blanco. Ahora sabe que
los sueños se hacen realidad. Sabe que aquella noche del 26 de septiembre de 2014
todavía no ha terminado, apenas empieza para él. ¡PORQUE VIVOS SE LOS
LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS!
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