EL ISLAM EN ÁFRICA Las civilizaciones swahili y sudanesa Las

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EL ISLAM EN ÁFRICA
Las civilizaciones swahili y sudanesa
Las primeras noticias seguras sobre la historia del Africa interior coinciden con
la llegada a la zona de los musulmanes árabes en el siglo VIII. Mediante la
penetración política, religiosa y comercial, el Islam desempeñará un papel
catalizador que sentó las bases para una solidaridad histórica continental.
Mientras que en África septentrional la hegemonía islámica posibilitó la
creación de estados unitarios autóctonos y fuertemente organizados (Túnez,
Marruecos, Egipto), en algunas regiones subsaharianas el contacto con los
árabes y bereberes islamizados favoreció y aceleró la unión de las
comunidades negras en unidades políticas territoriales estables y
estructuradas. Esto fue en general el caso de los grandes imperios africanos
como Malí, Ghana, Kanem-Bornú y otros reinos menores como Futa Ÿalón,
Liptako, Haussa-Damana, Sennar, Darfur y mucho otros.
Por otra parte, es digno de mencionar que será la denominación musulmana
del continente la que finalmente perdurará hasta nuestros días, África. Esta
deriva de Ifriqiya, la antigua provincia integrada primeramente al califato omeya
(hoy República de Tunicia o Túnez), —base logística fundamental a mitad de
camino entre Egipto y Marruecos—, que según el historiador musulmán Ibn
Jaldún recibe este nombre de su primer conquistador, Ifricos o Efriqish que vino
con los himÿaríes o fenicios unos mil doscientos años antes de la era
occidental (cfr. Ibn Jaldún: Introducción a la historia universal. Al Muqaddimah,
FCE, México, 1977, pág. 104).
LA ISLAMIZACION DEL SUDAN ORIENTAL
El Sudán (del árabe Bilad as-Sudán "país de los negros")
es una vastísima región intertropical de Africa, que limita al norte con el Sahara
—la gran extensión desértica— separado , con el mar Rojo al este, con el
océano Atlántico al oeste y al sur con el macizo etiópico, los grandes lagos, el
Africa ecuatorial y las selvas de Guinea.
El mensaje monoteísta del Profeta Muhammad (BPD) llegó al Sudán oriental
hacia 641. En ese año apareció en el norte del actual país denominado
República Democrática del Sudán (Ÿumhuriyat as-Sudán ad-Dimukratiya) un
ejército de veinte mil hombres comandados por Abdallah Ibn Sa'ad que llegó
hasta Dongola —capital de Makurra, el reino más importante de los existentes
en la región fundado en el siglo VI— en 643. Las hostilidades entre los
musulmanes y los nubios cristianos monofisitas —originalmente vinculados a la
Iglesia ortodoxa bizantina (llamados por los primeros rumat al-
hadaq "agujereadores de pupilas", por su infalible habilidad para acertar con
sus terribles flechas en los ojos de los adversarios) continuaron hasta el siglo
XII, cuando Salahuddín al-Ayyubí (1138-1193), el Saladino de los cruzados,
derrotó a los nubios y conquistó la ciudad de Ibrim (localizada hoy en Egipto, al
norte de Asuán)
El siglo XIII es testigo de un acontecimiento muy importante para el Islam en
esa región del levante sudanés. El sultán y héroe mameluco Ruknuddín
Baibars (1223-1277), llamado al-Bundukdarí(el ballestero), vencedor de
mongoles y cruzados (solicitar apunte Los mamelucos guardianes del Islam, 19
págs.), logró hacia 1260 islamizar el territorio y el idioma árabe fue adoptado
por la mayor parte de la sociedad. Hacia 1291 la región fue visitada por dos
comerciantes genoveses, los hermanos Ugolino y Vadino Vivaldi.
Aparentemente, este fue el primer intento de los europeos de llegar por mar a
la India. Se dice que los Vivaldi circunnavegaron el continente negro y fueron
hechos prisioneros por un rey etíope.
El último rey de Dongola, Kudanles, fue derrotado en 1323 por el comandante
Kanz ad-Daula, enviado del sultán mameluco Muhammad Ibn Qala'ún (g. 13091340), que inicia la islamización de la cultura kushito-cristiana.
Entre el Chad y el Nilo
En los siglos XIV y XV se produjo el definitivo establecimiento de los
musulmanes, que avanzaron hasta Darfur, y el progresivo debilitamiento de los
reinos cristianos, cuya total desaparición coincidió con la del reino de Soba.
El reino cristiano de Soba, a orillas del Nilo Azul, dejó de existir con la entrada
en escena del sultanato de Funÿ en 1504, año del que proceden las primeras
noticias escritas de la historia del Sudán oriental. Este sultanato creado por
Amara Dunkas (g. 1504-1534) asociando otros más pequeños, fijó su capital en
Sennar, a orillas del Nilo Azul, mantuvo muy buenas relaciones con los
musulmanes árabes de la confluencia de los Nilos Blanco y Azul, y alcanzó su
esplendor entre los siglos XVI y XVII. Los dominios del mismo se extendían
desde Dongola al norte hasta l región de Burún en el sur, mientras por el este
no sobrepasaron la cordillera etiópica y hacia el oeste se quedaron a orillas del
Nilo Blanco, que sólo atravesaron en alguna ocasión para establecer contacto
con las montañas Nuba.
En el siglo XVI comenzó la penetración portuguesa en la región la cual se
dirigió a combatir la presencia musulmana con especial encarnizamiento. En el
Cuerno de Africa, en la zona de Harar había surgido un poderoso reino
musulmán entre los nómadas somalíes. Su caudillo Ahmad Gran (1506-1543),
dirigente reformista y militar, atacó la Etiopía cristiana hacia 1527. El soberano
etíope solicitó entonces ayuda a los lusitanos, y así derrotaron a los
musulmanes en 1542. Ahmad Gran fue capturado y degollado por los invasores
mandados por Lisboa. Estos construyeron diversas fortificaciones para repeler
los ataques islámicos, entre ellos el castillo de Gondar (al norte del lago Tana,
Etiopía) que hoy día se encuentra casi intacto.
Suleimán Solón (1596-1637) impone la preponderancia del reino de Darfur.
Más tarde tenemos el reino de Ahmad Bokor (1622-1722) que difunde el Islam
y garantiza cierta seguridad.
Todos estos reinos entrarán posteriormente en una rápida decadencia hasta
que la región sea conmovida por la revolución islámica de Muhammad Ahmad
al-Mahdí (1844-1885) y su lugarteniente Abdullah at-Taishí (1846-1899), que
expulsará a los anglo-egipcios y mantendrá hasta 1898 un estado islámico
conocido como la Mahdiyya, conquistado a sangre y fuego por el imperio
británico (cfr. Donald Featherstone: Jartum 1885. La última resistencia de
Gordon, Osprey/Ediciones del Prado, Londres/Madrid, 1994; Donald
Featherstone: Omdurman 1898. La victoria de Kitchener en el Sudán,
Osprey/Ediciones del Prado. Londres/Madrid, 1995).
LA CIVILIZACION DEL SUDAN OCCIDENTAL
Sin lugar a dudas, una de las dos grandes civilizaciones del Islam negro es la
del Sudán occidental que engloba riquísimas culturas e imperios fascinantes.
Veamos entonces cómo se estableció el Islam en la región a mediados del
siglo XI.
Almorávides y Almohades
Alrededor de 1030 Abdallah Ibn Yassin y algunos bereberes musulmanes de
Marruecos emigraron hacia lo que llamaban Bilad as-Sudán y fundaron
un ribat (en ár. ermita, convento-fortaleza cuyos habitantes reciben el nombre
de al-murabitún, morabitos) en una isla del río Senegal (curso de agua que hoy
constituye la frontera entre la República Islámica de Mauritania y Senegal).
Hacia 1042 ya contaban con algunos millares de seguidores, bereberes del sur
magrebí y negros islamizados, con los que, en 20 años, lograrían controlar todo
el territorio entre el Senegal y el Mediterráneo.
El nuevo imperio que crearon fue conocido por su designación primitiva:
Almorávide, derivado de al-murabit, o morabito, «el que está de guarnición en
un ribat», y se mantendría durante un siglo.
Hacia 1070 el líder Yusuf Ibn Tashufín (m. 1106) fundó la ciudad de Marrakesh
que sería la capital de la dinastía.
Hacia 1076 los almorávides, con Yusuf Ibn Tashufín a la cabeza, conquistaron
el reino sudanés de Ghana-Uagadú, llevando el Islam al centro del Africa
En 1086 los almorávides abandonaron Ghana concentrando sus fuerzas para
cruzar el estrecho de Gibraltar y desembarcar en España, donde llegaron como
aliados de los llamados «reinos de taifas», los restos fragmentados del otrora
brillante califato cordobés (929-1010) —ver el documento Al-Ándalus I (7111010). El califato de Córdoba—. Estos régulos habían pedido su intervención
debido a las constantes aceifas cristianas que amenazaban la misma
existencia de al-Ándalus.
Yusuf Ibn Tashufín cruzó entonces su ejército a través del estrecho de Gibraltar
y con los refuerzos recibidos en Málaga, Granada y Sevilla venció
completamente a las fuerzas de Alfonso en la batalla de Zalaca (23 de octubre
de 1086), cerca de Badajoz.
Sin embargo, en pocos años los almorávides se convirtieron en los dueños de
todos esos estados musulmanes andalusíes, unificándolos con la porción
africana del imperio. Véase J. Béraud Villars: Les Tuaregs au Pays du Cid. Les
invasions almoravides en Espagne aux XIe. et XIIe. siècles, Livrarie Plon,
París, 1946; Jacinto Bosch Vilá: Los almorávides. Historia de Marruecos,
Estudio preliminar Emilio Molina López, Editora Marroquí, Tetuán, 1956
(Universidad de Granada, Granada, 1990).
La cultura hispano-árabe-africana que nació allí se reveló extremadamente rica
y creativa, a pesar de los sobresaltos políticos. La creciente debilidad del
gobierno almorávide generó un nuevo período de reinos de taifas (que algunos
historiadores denominan segundas taifas), el que fue un paréntesis antes de la
llegada del poderoso imperio almohade a la Península.
Hacia 1125 los almohades (del ár. al-muahhidún: defensores del Tauhíd, la
"Unicidad de Dios"), bereberes del Atlas Central, se levantaron en armas
siguiendo la prédica de Muhammad Ibn Abdallah Ibn Tumart (1080-1130) que
se proclamó Mahdí «el Bien Guiado» y reprocharon a los almorávides haber
resignado los principios islámicos y ser negligentes en la lucha contra los reyes
cristianos en al-Ándalus que había provocado la pérdida de importantes
ciudades como Zaragoza, Tudela, Lérida, Tortosa, Cuenca, Albarracín y
muchas otras. La lucha se prolongó durante 20 años, al cabo de los cuales el
último sultán almorávide, Ishaq Ibn Alí, fue derrotado y muerto cerca de Orán
(hoy Argelia) en 1147.
El primer califa almohade, Abd al-Mumin (1094-1163), consolidó su dominación
sobre la parte africana del imperio, extendiéndolo a toda Argelia, Túnez, y parte
de Libia, al este, y a Mauritania, al sur. Su sucesor, el califa Abu Ya'qub Yusuf
(g. 1163-1184) cruzó el estrecho, imponiéndose con facilidad a los divididos
emires almorávides en al-Ándalus, en 1165. El imperio almohade adquirió así
su máxima extensión, yendo desde el Senegal hasta el Ebro y desde el
Atlántico hasta Libia. Sin embargo, su talón de Aquiles era la parte peninsular,
donde los ejércitos cristianos ejercían constante presión desde el norte.
Por ineptitudes análogas a las evidenciadas oportunamente por los
almorávides —por ejemplo, la incapacidad de movilizar y organizar un gran
ejército afro-bereber-andalusí que pudiese erradicar la amenaza cristiana
detrás de los Pirineos—, los almohades se dejaron arrinconar por sus
enemigos norteños. El 16 de julio de 1212 los almohades sufrieron la primera
gran derrota en las Navas de Tolosa (cerca de Jaén) y al-Ándalus se quebró en
las llamadas «terceras taifas», que fueron conquistadas por los cristianos una a
una: Córdoba en 1236, Valencia en 1238, Sevilla en 1248. Así, el dominio
musulmán en la península estuvo a punto de sucumbir sino fuese por el
paradójico y admirable surgimiento de la dinastía nazarí de Granada que
sobreviviría 280 años (ver el documentoAl-Ándalus III: el sultanato de Granada
(1232-1492).
Los almohades se retiraron de la península ibérica y entonces perdieron
paulatinamente terreno en el resto de su imperio. En 1269, los bereberes Banu
Marín, más conocidos como mariníes o benimerines, ocuparon Marrakesh y
pusieron fin al califato almohade. El Magreb ingresó en un período de
decadencia, sin embargo, las semillas sembradas durante dos siglos por
almorávides y almohades habían fructificado allende el Sahel, y el Islam estaba
en el Sudán occidental más vivo que nunca. Véase A. Huici Miranda: Historia
política del imperio almohade, Tetuán, 1956-57; C.A. Julien: Histoire de
l’Afrique du Nord, de la conquete arabe à 1830, Payot, 1978.
LOS FABULOSOS REINOS ISLÁMICOS DE MALÍ
Malí fue el corazón de los sucesivos imperios de Ghana, Malí y Songai,
existiendo centros de comercio, aprendizaje y cultura en ciudades como Ÿenné,
Timbuktú y Gao localizadas a orillas del río Níger. El reino de Ghana se fundó a
comienzos de la era cristiana y llegó a su apogeo entre los años 950 y 1050;
hacia 1240 desapareció de la historia. El año 977, el historiador musulmán Ibn
Hauqal (fl. entre 943-977) declara lisa y llanamente : «El rey de Ghana es el
hombre más rico del mundo» (Ibn Hauqal: Kitab al-masalik ua al-mamalik "Libro
de los caminos y de los reinos", traducido por M.J. de Goeje, E.J. Brill, Leiden,
1967).
El relevo de Ghana en la cúspide del poder lo tomó el imperio de los malinké
(en lengua mandinga: "hombres de Malí") que fundó la nación de Malí.
El imperio de Malí
Los príncipes tribales de Malí, que durante mucho tiempo dependieron de
Ghana, habían aceptado el Islam en el siglo XI.
Según la tradición, la sequía asolaba el reino de Niani cuando su rey, más
tarde llamado Musa Keita y apodado Allakoi ("Quiera Dios"), aceptó el Islam
aconsejado por los almorávides; de inmediato empezó a llover copiosamente, y
el soberano hizo la peregrinación a La Meca —de donde volvió con el título de
sultán, en 1050— para mostrar su agradecimiento.
Bajo el legendario soberano Sundiata o Sunÿata (g. 1230-1255), los malinké
terminaron de islamizar completamente el territorio. En 1235 Sunÿata enfrentó
a los Sussus (uno de los pueblos malinké, de lengua mandinga como los
bambara, los ÿula y los dialonké) en la épica batalla de Kirina, cantada hasta
hoy por los juglares malíes. La victoria no sólo confirmó a Sunÿata como jefe de
todos los malinké —pasó a llamarse Malí Ÿata ("León de Malí")—, sino que lo
hizo dueño de una vasta región que iba de la desembocadura del Senegal en el
oeste hasta las orillas del Níger, y desde Walata, importante ciudad de paso
para las caravanas comerciales en Mauritania, hasta las montañas del sur. El
imperio de Malí basaba su economía en el comercio a través del Sáhara y en
los ricos yacimientos auríferos de Wangara. En 1240, Sunÿata anexó el antiguo
reino de Ghana y, al morir en 1255, sus dominios se extendían desde el
Atlántico hasta la curva del Níger; desde los bosques ecuatoriales al desierto
de Sáhara, incluyendo los actuales países de Senegal, Gambia, GuineaBissau, norte de Guinea (Conakry), mitad de Mauritania, sur de Argelia y todo
Malí. Excepto su extremidad oriental que sólo sería incorporada en 1325.
Niani, en el extremo sur, Ÿené en el centro, y Timbuktú en el norte, se
convirtieron en importantes centros comerciales, en especial la última, donde
terminaba la ruta del desierto más frecuentada en la época.
El más conocido de los sucesores de Sunÿata fue Kankan Musa (g. 13121337), el «sultán de los negros», famoso entre los cronistas musulmanes —e
incluso venecianos— por su legendaria riqueza y prodigalidad: fue tanto el oro
que gastó y regaló en El Cairo mameluco de 1324, cuando hizo su
peregrinación a La Meca, que la cotización del metal se vino abajo, siendo
necesario que pasara 12 años para que recuperara su nivel normal.
Un aspecto menos folclórico pero igualmente significativo fue el número de
sabios, artistas y letrados que trajo consigo de Egipto, Siria, Arabia y alÁndalus—entre ellos el granadino as-Sahilí—, quienes contribuyeron
decisivamente al desarrollo de una cultura musulmana rica en elementos
locales, y a dar prestigio internacional a la recién creada madrasa o
«Universidad Islámica» de Timbuktú.
El historiador inglés Thomas Hodgkin, ex director del Centro de Estudios
Africanos de la Universidad de Accra, Ghana, comenta en su obra
monumental Nigerian Perspectives: an Historical Anthology (Londres,
1975): «Prescindiendo de los diferentes climas intelectuales creados por el
Islam y el cristianismo, un estudiante de Timbuktú, del siglo XIV, se hubiese
sentido perfectamente en casa en la Oxford del mismo siglo».
El viajero tangerino Ibn Battuta (1304-1377) visitó Timbuktú hacia 1352-1353,
haciendo esta mención en su crónica: «En este lugar se halla la tumba del
señero poeta Abu Ishaq as-Sahilí el Granadino, conocido en su patria chica por
at-Tuwayyin. También está allí sepultado Siray ad-Din Ibn al-Kuwayk,
comerciante muy principal y alejandrino de nación» (Ibn Battuta: A través del
Islam, Alianza, Madrid, 1988, págs. 775-787).
«En Timbuktú, las principales líneas de transmisión pasaron por tres familias, la
Aqit, la And-Agh-Muhammad y la al-Qadí al-Haÿÿ, surgidas en el siglo XV y que
durante cientos de años destacaron por su labor docente. "En contraste con las
dinastías frágiles e inestables de los gobernantes, las familias sagradas
adquirieron tal poder y prestigio que se convirtieron en el verdadero armazón
de la sociedad sudanesa", declara un historiador del Sudán del Nilo. Tales
familias jugarían un papel destacado en la transmisión del mensaje del Islam
adonde no llegaban los príncipes muslímicos. Los más notables fueron los
Saghananughu, una familia de ulamas, cuyos orígenes se remontan a la región
del Níger superior en el siglo XV, desde donde viajaron durante varias
generaciones a través de la sábana de Guinea, Costa de Marfil, Burkina Faso y
Ghana, fundando a su llegada escuelas de estudios sobre el Corán, algunas de
las cuales se han conservado en plena labor hasta nuestros días. Fue así como
el Islam se extendió por buena parte del Africa occidental y no sólo por la
región de la sábana sino penetrando también hasta las selvas meridionales; y
así, los ulamas también respondieron a las necesidades de mercaderes
musulmanes aislados que reclamaban una guía religiosa y a las de aldeanos
gentiles que buscaban una magia más poderosa. Y, como cabía esperar,
florecieron centros importantes de enseñanza islámica. Tales fueron, entre
otros, los de Aussa y Harar en Adal, en el este de Africa; Ngazargamu en el
centro, y Walata más al oeste. Aunque el más importantes de todos fue
Timbuktú, un núcleo rural islámico desde sus comienzos y que creció
literalmente con la construcción de sus mezquitas. Y el conocimiento de las
ciencias islámicas echó raíces amplias y profundas. Los ulamas en ciernes
estudiaron allí con la misma brillantez que en cualquier otro sitio, leyendo libros
y comentarios que se utilizaban en todo el mundo islámico, desde el Muwatta
de Malik Ibn Anás hasta las obras del historiador egipcio al-Suyutí y los
estudios de los doctores locales. El centro del sistema educativo lo constituía el
estudio de la ley y la jurisprudencia; interés que se refleja en la producción del
sabio más famoso de la ciudad, Ahmad Baba (1556-1627), cuyas obras se han
conservado en el Norte de Africa. Una contribución, a la vez que una
participación en el fondo común de la ciencia islámica, significa la posesión de
muchos libros, y Timbuktú alardeaba de grandes bibliotecas particulares que
contenían centenares y hasta millares de volúmenes. Así, los libros fueron las
mercancías que alcanzaron los precios más altos en el comercio del siglo XVI,
buscando los eruditos los libros más raros y más voluminosos... Además, ese
afán de aprender no se circunscribía a unos pocos, sino que en cierta medida
parece ser que lo compartió el pueblo llano. Por aquella época, la ciudad
contentaba con más de 150 escuelas del Corán; lo que supone que una buena
parte de la población, cifrada en 75.000 habitantes (hoy tiene menos de
40.000), asistía al primer grado de enseñanza... el gran al-Suyutí (1445-1505)
de El Cairo y al-Maghilí (m. 1504) de Tlemcén, viajaron al Sudán occidental,
donde el último de ellos dejó a un hijo, que fundó la familia Kano. El prestigio
intelectual de Timbuktú llegó a ser tan grande en Marruecos, que el erudito
sultán Ahmad al-Mansur invitó a Ahmad Baba, el más preciado trofeo de su
victoria sobre Songhai, y lo llevó a Marrakesh, donde los marroquíes acudían
para escuchar sus lecciones. La más alta estima de que gozó Ahmad Baba es
la expresión más tangible de los logros que la ciencia islámica obtuvo en
Sudán» (Francis Robinson: El mundo islámico. Esplendor de una fe, Folio,
Barcelona, 1993, págs. 98-99). Resta mencionar que bajo el soberano
shonghai Muhammad I, durante el siglo XVI, la universidad de Timbuktú llegó a
competir con la universidad de al-Azhar en El Cairo (cfr. E.N. Saad: Social
History of Timbuktu: the Role of Muslim Scholars and Notables, Northwestern
University, Illinois, 1979).
LA CIVILIZACIÓN SWAHILI
Los escritores, geógrafos e historiadores musulmanes nos han dejado
numerosos documentos sobre las ciudades costeras, desde el shií irakí alMas'udí (m. 957) en su Muruÿ ad-dahab ua ma’adin al-ÿawahir ("Campos de
oro y minas preciosas"), generalmente citado en Occidente como «Las
praderas de oro» (traducida al francés en 9 tomos por Charles Barbier de
Meynard y Pavet de Courteille, París, 1861-1877, y 1962), a al magrebí al-Idrisí
(1099-1166) en su Kitab nuzhat al-mustaq fi ihtiraq al-afaq ("Libro del placer de
quien esta poseído por el deseo de abrir horizontes"), también conocido
como Kitab al-Ruÿarí ("Libro de Roger") —las traducciones más recomendables
son la española de Antonio Blásquez (Madrid, 1901) y la italiana por Michele
Amari y Celestino Schiaparelli (Roma, 1883)—.
Estos autores nos hablan de una costa considerada como el país de Zanÿ, es
decir, «de los negros», generalmente bantúes de la región de Tanzania. E Ibn
Battuta nos aclara que en Kilwa o Quiloa (Mozambique), en 1331, la mayoría
de la gente son «Zanÿ de color muy negra, que tienen sajaduras en la
cara» (Ibn Batutta. O. cit., pág. 348).
Una cultura de origen shií
La historia de la civilización africana de los musulmanes swahili comienza en
695, cuando el caudillo shií Hamza de Omán llegó a la isla de Zanzíbar (zanÿ
bar significa en persa "costa de los negros") —en la actual Tanzania— con un
grupo de partidarios. En 740 otros shiíes que huían de La Meca, luego de
haber fracasado la revolución de Zaid Ibn Alí al-Husain Ibn Alí Abi Tali (699740) —cfr. Fouad El-Khoury: Las revoluciones shi'íes en el Islam (660-750),
Fundación Argentino Arabe, Buenos Aires, 1983, Cap. V, págs. 109-191—,
fundaron Muqdisho (italianizado Mogadiscio, la actual capital de Somalía).
Hacia 834, shiíes vencidos en Basora (Basra, Irak), se instalaron en la sila de
Socotra frente a Adén, y se convirtieron en prósperos comerciantes y audaces
marinos.
Sin embargo, la migración más decisiva sería la de 975, cuando Alí Ibn Sultan
al-Hasan, príncipe de la ciudad iraní de Shiraz, con un grupo de seguidores —
perseguidos por su confesión shií— y siete navíos llegaron a la región y
fundaron los puertos de Kilwa (975) en Mozambique, Manisa o Mombasa (978)
en Kenia, Sofala (980) en Mozambique, Pemba (980) en tanzania, Malindi
(990) y Lamu (1005) en Kenia y Mozambique (1080). Sus descendientes —y
por extensión toda la población mestiza negro-arabopersa de la costa— fueron
conocidos como los «shirazis», denominación genérica que se mantuvo hasta
nuestros días.
Cerca de Malindi, de donde partió la flota de Vasco da Gama (1469-1524) en
su etapa final a la India en 1498 guiada por el coaccionado navegante
musulmán Ibn Maÿid al-Naÿdí (1437?-1501?), floreció una legendaria ciudad
musulmana llamada Guedi —sus ruinas subsisten todavía— con hermosas
mezquitas, palacios, casas de varias plantas, jardines y tumbas de estilo persa
y una enorme muralla de seis metros de altura que la rodeaba enteramente.
Una sociedad plural en las antípodas del racismo europeo
Tantos los árabes como los persas blancos se mezclaron totalmente con los
pueblos negros somalíes y bantúes de la costa. El mestizaje entre poblaciones
africanas y asiáticas bajo la bandera del Islam dio nacimiento a una lengua
específica, el swahili (de sáhil, plural de sawahili, la "costa" en árabe), escrita
en caracteres árabes a partir del siglo XVI —con una base gramátical bantú y
más de 40% de su léxico tomado del árabe y en parte del persa—. Este
dinámico idioma daría comunidad cultural a todo el litoral entre Mogadiscio y
Sofala —y una extensa franja interior— facilitando a sus poblaciones el acceso
a la civilización islámica sin perder su identidad africana, y, además, el
conocimiento de los mercados adecuados para ubicar los productos regionales
allende el Indico. En la actualidad, el swahili, escrito en alfabeto latino, es
la lingua franca de todo el Africa oriental y se enseña en Kenia, Tanzania y
Uganda.
Esta integración superlativa logró establecer un activo intercambio directo con
Arabia, Persia, India, Siam y China. En 1415, por ejemplo, una embajada de
Malindi regresó al Zanÿ escoltada por la flota de sesenta juncos gigantescos
del primer almirante del imperio Ming, el musulmán Zheng He (1371-1435).
«Cuando los portugueses llegaron al Zandj en camino hacia la India, en 1498,
quedaron profundamente impresionados por el tamaño y la limpieza de las
ciudades, la calidad de las casas y el lujoso buen gusto con que eran
decoradas, también por la belleza y elegancia de las mujeres, que participaban
de la vida social. Sin embargo, dado que su interés primordial era el comercio
con la India y luego el monopolio del tráfico mercantil, los lusitanos vieron en
las ciudades zandj temibles competidores que debían ser eliminados: en 1500
atacaron y destruyeron Mozambique, y continuaron su obra con tal saña que,
en medio siglo, habían destruído todas las ciudades de la costa oriental. Su
objetivo era transferir todo ese activo comercio hacia las factorías que crearon.
Pero no sólo no lo consiguieron, sino que su presencia significó un enorme
retroceso económico y cultural para los pueblos afectados» (Guía del Tercer
Mundo 91/92 dirigida por Roberto Remo Bissio, Instituto del Tercer Mundo,
Montevideo, 1991, pág. 590).
Las expediciones de los zanÿ hacia el interior del continente negro para
procurarse oro, marfil, hierro y maderas preciosas fueron conocidas
como safaris (del árabe safar, "viaje"). La civilización swahili tuvo un fluido y
rico intercambio con el reino de Monomotapa o civilización del Gran Zimbabwe
(la palabra zimbabwe significa "la gran casa de piedra", alusiva al palacio real
construido enteramente en piedra), localizado en las actuales repúblicas de
Zambia y Zimbabwe.
La civilización musulmana swahili tuvo su último esplendor en el siglo XIX con
dirigentes como Sa'id Ibn Sultan (1791-1856), sultán de Muscat, Omán y
Zanzíbar, y el comerciante Muhamamd bin Hamid llamado «Tipu Tib» (18371905).
El declive de la civilización del Islam occidental, desde al-Ándalus (siglo XV) a
la costa swahili (siglo XVI), pasando por el Sudán oriental y occidental (siglo
XIX), que durante siglos había constituido una barrera casi insalvable entre
Europa y Africa, permitió el acceso al continente negro para los europeos y la
posterior depredación de sus inmensas riquezas y la sistemática aniquilación
de sus culturas y pueblos milenarios. Por esta razón, Africa, hoy día, es el
continente más pobre, con menos recursos y con la mayor tasa de mortalidad
del planeta.
Bibliografía consultada
Bouvat, C.: L'Islam dans l'Afrique nègre. La civilization swahili, Revue du
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Ki-Zerbo, Joseph: Historia del Africa negra, 2 vols., Alianza, Madrid, 1980
.
R.H. Shamsuddín Elía
Profesor del Instituto Argentino
de Cultura Islámica
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