Fátima: Un asunto pendiente

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Fátima:
Un asunto pendiente
por Catherine Pearson
El texto siguiente fue una comunicación presentada en la Conferencia El Desafío
de Fátima, que se realizó en Roma el 6 de mayo de 2010.
I PARTE
¿Qué es lo que no se hizo?
¡Buenas tardes! Quiero agradecer al Padre Gruner y a todos los otros
representantes de esta organización por me haber invitado a participar y a estar aquí con
Ustedes, y también por todo el trabajo que ellos han hecho durante tantos años a favor
de Nuestra Señora de Fátima.
Mi tema de hoy es “Fátima: Un asunto pendiente. No sólo el qué, sino también
el por qué”.
Difícilmente se podría imaginar una situación más auspiciosa para enfrentar el
desafío de este tema de que en esta Conferencia, aquí en el medio de Ustedes, sus
organizadores, oradores y otros participantes. Porque es obvio, desde los oradores que
hemos escuchado, y de aquello que muchos de ellos ya han estudiado y sobre que han
escrito en el pasado, que esto es un grupo capaz y deseoso de poner la historia de Fátima
en su contexto adecuado.
La historia de Fátima no es sólo la historia, aun si una notable y convincente
historia verdadera, de la Reina de la Paz que descendió a la tierra para traer un Mensaje
de paz, así como admoniciones urgentes a tres niños inocentes. Ni es simplemente un
Mensaje destinado sólo a ellos, sino que a todo el mundo, y confirmado por el
irrefutable y asombroso Milagro del Sol, testificado por decenas de miles de personas.
No. Fátima es todo eso y mucho más. Es, como el fallecido Padre Malachi
Martin señaló, el acontecimiento fundamental de los últimos cien años, la lente a través
de la cual la lucha gravísima entre el Bien y el Mal, con que se enfrentan las almas de
los hombres de nuestro tiempo, puede ser observada en su formidable y aterradora
realidad. Es el prisma a través del cual podemos ver toda la pauta que se reflecte en lo
que podría dar idea que hubiese sido una serie de desafíos variados e aislados en el
mundo contemporáneo – desafíos en las esferas sobrenatural, histórica, religiosa, moral
y geopolítica.
Aquí, por lo menos, está un grupo unido en su Amor y en su entrega a la Reina
del Cielo, y en su deseo radical de saber toda la verdad de nuestra existencia precaria,
confiado en que, sean cuales sean las tribulaciones que tengamos que enfrentar, por fin,
Su Inmaculado Corazón realmente triunfará. Aquí tenemos un grupo de hombres y
mujeres que conocen y aman su Fe católica, que son leales a las enseñanzas de la Iglesia
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y del Santo Padre, y que aprecian su Historia católica – la fuente de todo el Bien en la
civilización contemporánea, aun si aquellos que lo reciben al final tienen de eso
consciencia o no.
Hoy hay tanta gente, tantos católicos, que intentan comprender los peligros y las
degradaciones que asaltan el mundo y sus familias, concentrándose en una área en
particular, como la liturgia o la política, o adhiriéndose a la consolación de devociones
particulares o de movimientos en el interior de la Iglesia, pero son incapaces de ver el
cuadro en toda su grandeza. Están mirando sólo a una pequeña parte de la piel del
proverbial elefante. A través de la lente de Fátima y con la gracia del valor que el
Espíritu Santo nunca deja de proporcionar, podemos aprender a ligar los bocados, aun si
retrocedemos espantados ante la imagen que emerge.
¿Habrá aquí
asuntos pendientes?
Aquello que todos oímos en los últimos tres días y también ya hoy, orador tras
orador, confirmó lo que la mayor parte de nosotros ya conocía, o de que, por lo menos,
había fuerte sospecha, debido a lecturas o investigaciones personales a lo largo de
muchos años. Hay, en efecto, asuntos con respecto a Fátima que están pendientes. Hay,
en efecto, asuntos pendientes en la historia de Fátima, con respecto a las órdenes dadas
a la humanidad y al Santo Padre por Nuestra Señora, cuando apareció a Lucía, a
Francisco y a Jacinta en 1917, y que Ella y Nuestro Señor desarrollaron en subsecuentes
apariciones a Sor Lucía, en su convento.
Como nos fue recordado dramáticamente el martes, hay asuntos pendientes con
respecto al Tercer Secreto. Y, como nos fue recordado ya hoy, hay asuntos pendientes
con respecto a la Consagración de Rusia.
ellas:
Las muchas discrepancias en relación al Secreto aun no fueron explicadas. Entre

Las dimensiones y el aspecto del papel donde fue escrito;

La colocación de los sobres y lo que está escrito en ellos;

El abrupto cambio de posición de Sor Lucía en 1989;

La origen celeste contra supuestamente humana de la fecha de 1960 para
divulgación del Secreto y de la oración “Oh mi Jesús”;

Los detalles de la visión publicada en el 2000 contra las interpretaciones que
le fueron dadas;

Si su significado pertenece al futuro o completamente al pasado;

Lo que es que Sor Lucía realmente dijo al Cardenal Bertone en el 2000 y
2001.
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De izquierda a derecha, Suzanne Pearson, Catherine Pearson y el Padre
Gruner en el Desafío de Fátima, en mayo de 2010. Catherine es la autora
de este artículo, que suscita reflexión, así como de “La hora ha llegado”,
que publicamos en la edición 91ª de The Fatima Crusader.
Podríamos continuar aun más con estas minucias, pues cada detalle presentado
por el Vaticano sirve sólo para levantar más preguntas no contestadas. Y, claro, hay el
caso de los asuntos pendientes con respecto al Secreto que nadie puede negar de modo
creíble: el encubrimiento de las palabras de Nuestra Señora. Esto es claro, tanto por la
evidencia intrínseca como extrínseca:
 Hay el contenido, aún no revelado, del famoso “etc.”;
 Hay el hecho del comentario sobre la fe en Portugal no tiene conexión con los
asuntos anteriores y sólo se puede relacionar con lo que viene después;
 Hay el hecho de Nuestra Señora habiendo pensado necesario explicar la visión
del infierno, que, por la descripción de Lucía, no ofrecía cualquier duda a partir
de su aspecto “video”, aun no habiendo cualquier “audio” que lo explicase; y
quieren que creamos que nuestra Madre Santísima no vio cualquier necesidad de
explicar la visión del “Obispo vestido de blanco” que, como sabemos por
muchas interpretaciones que ya le fueron dadas, no se explica por sí mismo;
 Hay las referencias específicas a las “palabras” de Nuestra Señora, hechas por
aquellos que han leído el Secreto – no sólo Sor Lucía misma, pero también el
Cardenal Ottaviani (y, notablemente, por el portavoz del Papa Juan XXIII, que,
al explicar su decisión de no revelar el texto, dijo que, “aunque la Iglesia
reconoce las apariciones de Fátima, no se compromete a garantir la veracidad de
las palabras que los tres pastorcitos dicen haber oído de Nuestra Señora”).
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Y hay también el hecho de que las descripciones del contenido del Tercer
Secreto, hechas antes del año 2000 por personas que se sabe que lo habían leído,
apuntan a elementos que no se encuentran en la visión. Tenemos comentarios de los
Cardenales Ottaviani, Oddi, Ciappi, y del entonces Cardenal Ratzinger, así como del
Padre Malachi Martin (que dijo que el Cardenal Bea le había mostrado en ese entonces
en que el Papa Juan XXIII decidió no divulgarlo), y aun del Papa Juan Pablo II mismo
en 1980. Sin citar las palabras textualmente, todos estos lectores del Secreto se
refirieron a un contenido que es compatible con la visión divulgada en el 2000 pero que
no está, indudablemente, contenido en ella.
Aunque toda la verdad sobre el Secreto no pueda ser conocida con toda la
certeza – al final, es un Secreto – se podría pensar que habría poco espacio para dudas
en el caso de la Consagración de Rusia. Innumerables veces, hasta 1989, Sor Lucía
insistió en tres condiciones para que se cumpliese el pedido de Nuestra Señora para la
Consagración de Rusia: (1) que Rusia sea específicamente nombrada como siendo el
país a ser consagrado; (2) que la Consagración sea hecha de forma pública y solemne; y
(3) que el Papa debería hacer la Consagración juntamente con todos los Obispos
católicos del mundo.
Si tomamos literalmente estas condiciones, es simplemente un caso de registro
histórico que no ha sido hecha ninguna Consagración que las cumple:
 Rusia nunca fue mencionada por su nombre, excepto en una carta apostólica
enviada por el Papa Pio XII a los pueblos de Rusia en 1952. El texto incluía una
declaración de Consagración, pero no se hizo cualquier ceremonia.
 Las consagraciones públicas hechas por varios Papas, aunque pareciesen a la
primera vista hechas en respuesta al pedido de Nuestra Señora de Fátima,
fueron Consagraciones del mundo, y no de Rusia o de cualquier otro país en
particular.
 Y aunque algunas de estas Consagraciones hubiesen envuelto muchos Obispos,
ninguna llegó ni siquiera cerca de envolver todos los Obispos del mundo.
Como es evidente que la Consagración no fue hecha según las instrucciones de
Nuestra Señora, hay una tendencia para cambiar el debate a la cuestión de si lo que se
hizo haya sido o no suficientemente parecido para ser válido, del punto de vista de Dios.
El Cardenal Bertone relató que, en sus largas entrevistas con Sor Lucía en 2001,
ella le dijo que “la Consagración pedida por Nuestra Señora se hizo en 1984 y fue
aceptada por el Cielo”. Aunque la primera mitad de esta frase sea imposible de
reconciliar por completo con su insistencia permanente en cómo Rusia debería ser
nombrada, la segunda afirmación, de que había sido aceptada por el Cielo, no está
totalmente opuesta a la posición que ella siempre tuvo: que Dios y la Madre Santísima
acogen aun las tentativas imperfectas para cumplir Sus deseos, aun si no llegan a
cumplir Sus pedidos y, por lo tanto, no traen los beneficios prometidos. Por ejemplo,
Sor Lucía insistió que la Consagración del mundo hecha por Pio XII en 1942, ayudó a
apresurar el fin de la Segunda Guerra Mundial, así como, hoy, mucha gente (y tal vez
hasta Sor Lucía misma) consideró que la Consagración hecha en 1984 por Juan Pablo II
ayudó a realizar el colapso del Comunismo soviético.
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Pero por grandes que sean las bendiciones, no son la conversión de Rusia ni el
tiempo de paz que Nuestra Señora prometió si el Santo Padre consagrase a Rusia como
Ella pidió. Ni están de acuerdo con el escenario que Nuestro Señor expuso a Sor Lucía
hace tantos años: una conversión de Rusia tan efectivamente dramática – y directamente
siguiendo la Consagración de aquella nación, hecha por el Papa – que convencería toda
la Iglesia, en todo el mundo, sobre el poder de María y la importancia de la devoción a
Su Inmaculado Corazón.
Pero es posible que, durante la década de 1980, el Santo Padre y hasta Lucía
misma se habían resignado a la conclusión de que nada más sería posible en nuestro
tiempo. Aun en los primeros años de su pontificado, Juan Pablo II había dicho a una
audiencia en Alemania que era demasiado tarde para evitar las tribulaciones sobre que
Nuestra Señora de Fátima había avisado, y que estas sólo podrían ser mitigadas,
especialmente rezando el Rosario.
Así, tal vez Sor Lucía pudiese mantener consistentemente:
a) Que la Consagración a que las promesas originales de María estaban ligadas
no había sido hecha y tal vez ya no pudiese ser hecha; pero:
b) Que se había hecho una forma de Consagración que Dios consideró
aceptable, de acuerdo con las circunstancias, y que seguirían de ella
bendiciones significativas. Esto no es inverosímil, considerando que nuestro
Dios es misericordioso y que, hasta en el Antiguo Testamento, exigía la
conversión de toda una ciudad pero estaba dispuesto a ser satisfecho por diez
personas.
Casi que se puede imaginar el Papa Juan Pablo II – que se consideraba el “Papa
de Fátima”, que sentía tal gratitud para con Nuestra Señora que entregó su pontificado a
Sus brazos maternales –a decir, en efecto: “Aquí está, Madre; es lo mejor que vas a
recibir”. Y María Santísima concediendo las bendiciones limitadas que hemos visto
hasta hoy, con las palabras: “Aquí tienes, querido hijo, es lo mejor que vas a recibir”. Y
después los dos a mirarse en los ojos, y Nuestra Señora a añadir entre lágrimas: “Pero si
supieras lo mayor que quería darte”.
¿Pero tenemos que contentarnos con medio pan? ¿No debemos aspirar a obtener
todas las bendiciones que Nuestra Señora prometió? ¿No deberíamos hacer todo a
nuestro alcance para desviar las calamidades de que nos avisó, y a que Nuestra Señora
aludió al mencionar el destino del Rey de Francia?
Aunque Nuestro Señor hubiese dicho que sería tarde, tal vez aún no sea
demasiado tarde. El deseo ardiente de todos los que aquí están presentes, que nuestro
Santo Padre consagre realmente a Rusia por su nombre, pidiendo a todos los Obispos
que se asocien a él, se sigue naturalmente a partir de la respuesta a la última de nuestras
preguntas factuales: ¿Hay pruebas de que a Rusia ya se convirtió?
Como ya oímos esta mañana de forma convincente, sólo podemos inferir,
observando la evidencia del mundo real, que la Consagración no tuvo lugar, porque – a
pesar de la muy posible relación causal entre la Consagración de 1984 del Papa Juan
Pablo II y el colapso del Comunismo en el Bloque Soviético cinco años más tarde – es
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imposible apoyar la tese de que la conversión de Rusia ya tuvo lugar. A partir de casi
todos los criterios – si sean la práctica religiosa, la moral individual, la cultura popular,
la libertad religiosa, la responsabilidad gobernativa, o la busca de la paz – la situación
actual en Rusia, como ya oímos hoy, es de algunas maneras tan mala, o casi tan mala y
en ciertos aspectos aún peor de que cuando aún gobernaba el régimen soviético.
¿Entonces por qué no
la hacen?
A pesar de los esfuerzos del Vaticano para sofocar las especulaciones sobre
Fátima, la controversia continuó sin dar señales de disminuir. Pero la mayor parte de la
argumentación se ha centrado en establecer lo “que” de los temas controversiales de
Fátima – ¿dónde está la verdad en lo que respecta al Secreto, a la Consagración, todos
eses temas que acabé de enumerar? Pero en un sentido real, esas preguntas ya fueron
contestadas. Claro que no fueron contestadas en todos sus detalles, ni contestadas de
modo a satisfacer los escépticos en el seno de la Iglesia o en el mundo exterior, aun así,
de forma objetiva, los puntos principales están determinados, gracias a las personas que
gastaron su tiempo a investigarlos. Claro que puedo sólo imaginar cómo debe ser
frustrante, para muchos de los que están en esta sala, el hecho de haber intentado hace
décadas hacer con que el Vaticano reconozca los simples hechos que sus
investigaciones habían establecido hace mucho tiempo.
Pero, de muchas maneras, la pregunta más importante que debemos preguntar a
nosotros mismos no es sólo “el qué”, sino el “por qué”. O tal vez yo debiese decir:
¿“Por qué no? ¿Por qué no revelar el texto del Secreto? ¿Por qué no consagrar a Rusia
por su nombre”?
Dar a conocer
el Secreto integral
Dejaré para otra ocasión la mayor parte de los “por qués” sobre el Secreto,
aunque sean intrigantes e importantes. Efectivamente, voy a tener que desviarme de
ellos sólo por un momento. Debemos preguntar, por ejemplo, por qué el portavoz del
Papa Juan XXIII dijo que el Secreto no sólo no sería divulgado en 1960, lo más
probable era que quedase “para siempre bajo sigilo absoluto”. ¿Por qué el Cardenal
Ottaviani dijo que sería enviado a “uno de aquellos archivos que son como un pozo”
donde “se hundiría en las profundidades oscuras y negras”? ¿Por qué Juan Pablo II dijo
en 1982 que el Secreto podría ser “mal interpretado” y el Cardenal Ratzinger dijo en
1985 que su divulgación prematura podría resultar en “sensacionalismo” – en ambos los
casos mucho después de la recuperación del Papa del atentado de 1981?
La posibilidad de que el Secreto pueda dar una idea desfavorable de ciertos
eclesiásticos contemporáneos o alertar sobre grandes castigos que vendrán – hipótesis
que fueron sugeridas por personas que llegaron a leer el Secreto de Fátima – no parece
ser, sólo por sí, una razón probable para suprimir el Mensaje. Después de todo, otras
apariciones aprobadas fueron igualmente severas – La Salette alertando sobre la
apostasía en el seno de la jerarquía y Akita avisando sobre eso y sobre castigos físicos
severos, incluyendo el “fuego cayendo del cielo”, matando “una gran parte de la
humanidad”. El entonces Cardenal Ratzinger dijo, en verdad, que el Mensaje de Fátima
es semejante a lo de otras apariciones marianas y, específicamente, de Akita.
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Puede ser que la divulgación de un tal aviso en el caso mucho más publicitado
de Fátima tuviese repercusiones más generalizadas de que los mismos avisos en
apariciones menos conocidas, causando hasta pánico entre los fieles, como algunos han
temido.
El Papa Juan Pablo II mismo, durante un intercambio informal de impresiones
con intelectuales alemanes en 1980, levantó la cuestión sobre si sería deseable publicar
el Mensaje de Fátima – si, en verdad, ella se refiriese a inundaciones y a millones de
fatalidades, como algunos han especulado. Pero visto que él, momentos después,
insistió que debemos prepararnos para grandes tribulaciones y aun el martirio, y
debemos intensificar el recurso al Rosario, también podemos concluir que privando los
fieles de los avisos del Cielo, aun si sean asustadores, los privaría injustamente del
ímpeto de que pueden necesitar para prepararse.
Por lo tanto, viendo bien las cosas, el miedo de alarmar las personas no parece
ser una razón obvia para contrariar la Madre de Dios, Que pidió que el Secreto fuese
divulgado, pero no antes de 1960.
Sin embargo, es posible que haya razones más estrictas y más específicas. En el
mismo encuentro, el Papa Juan Pablo II dijo que sus “predecesores en el Oficio Petrino
preferían diplomáticamente aplazar la publicación, para no animar el poder mundial del
Comunismo a tomar ciertas medidas”. Del mismo modo, el Cardenal Ottaviani dijo en
1967 que el Secreto era un asunto tan delicado que era necesario evitar que “cayese en
manos ajenas”. Aún en 1996, el Cardenal Ratzinger hizo eco del concepto de
“aplazamiento estratégico”, diciendo que “divulgar el Secreto sólo debería ser hecho
cuando no fuese posible crear unilateralismo y desequilibrio”.
Malichi Martin fue uno de aquellos que colocaron tales preocupaciones en un
contexto geopolítico y hasta militar. El “poder mundial del Comunismo” a que el Papa
Juan Pablo II se refirió no era algo que el Padre Martin pensase haberse disipado en
1989, y él consideró que era enteramente posible que los Papas recientes tuviesen miedo
de que una divulgación inoportuna del Tercer Secreto de Fátima pondría el Occidente
en peligro, al exponer sus vulnerabilidades al enemigo, por haber cierta información
factual altamente sensible en las palabras específicas de Nuestra Señora.
Si bien es verdad, este escenario sorprendente explicaría la razón por qué el
Secreto haya sido tratado como fue, casi como un asunto de información militar, y
colocado, al que parece, en la pasta personal del Secretario de Estado, lo que es una
disposición bastante extraña en asuntos relativos a milagros y apariciones.
Sin saber las respuestas para todos nuestros “por qués” y “por qué nos” sobre el
Secreto, es imposible decir con certeza absoluta que la razón o razones para la falta de
la Santa Sede de divulgar el texto completo del Secreto no son buenas razones, o tal vez
suficientemente buenas para justificar la actitud que decidió tomar.
Lo que podemos decir es que la posición actual de fingir que el
Secreto ocultado no existe, no puede ser mantenida para siempre, y eso, sólo
por sí, afecta negativamente la credibilidad de la Santa Sede.
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Giuseppi De Carli, co-autor del libro El último Secreto de Fátima, juntamente con
el Cardenal Bertone, estaba deseoso de presentarse para intentar defender su posición en
la Conferencia El Desafío de Fátima. De Carli vino y aprendió muchos hechos en la
Conferencia El Desafío de Fátima, que parecía haber sido ocultado de él. Al salir, él
abrazó calorosamente el Padre Gruner, diciendo: “Gracias, Señor Padre Gruner, por el
gran trabajo que está realizando”. El 11 de mayo de 2010, pocos días después de haber
venido al Desafío de Fátima, oía el Papa Benedicto XVI a decir, a él y a todo el mundo:
“Quien piensa que la misión profética de Fátima pertenece al pasado se engaña a sí
mismo”. Y el 13 de julio de 2010, el Sr. De Carli falleció. Le rogamos unirse a nosotros en
oración por el descanso eterno de su alma.
Y podemos decir también que por más prudentes que fuesen las condiciones que,
durante los últimos cincuenta años, pudiesen haber aconsejado a no divulgar el Secreto
fueron ciertamente previstas en 1917 por Nuestra Señora, y que confiar de modo a hacer
lo que Ella pidió, fuesen cuales fuesen sus costos y riscos aparentes, puede muy bien ser
menos arriscado y menos oneroso de que las consecuencias de no hacer lo que Ella
pidió.
Consagrar a Rusia
por su nombre
Hoy, sin embargo, me gustaría concentrar más directamente en la Consagración
de Rusia. Esto es un acto a que están específicamente ligadas bendiciones casi
inimaginables si sea hecha, y graves consecuencias si no sea hecha. Al contrario del
Secreto, su contenido integral ya es conocido. No hay que temer que información
estratégica potencialmente prejudicial pueda caer en las manos erradas, ni que
revelaciones avergonzadas sobre la apostasía o la inmoralidad en la Iglesia, que
pudiésemos temer que causasen escándalo.
Parece un pedido tan simple, un pedido tan modesto e inocente de parte de
Nuestra Madre, es decir, efectuar una ceremonia feliz en que Ella es honrada de manera
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especial, consagrando a Su Inmaculado Corazón un país por el cual la Señora muchas
veces mostró Su afecto maternal a lo largo de la historia, y donde Ella ha sido, desde
tiempos inmemoriales, honrada en el arte, en la piedad popular y en la vida litúrgica de
la Iglesia católica y también de la Iglesia ortodoxa.
Se debe preguntar, aun si ya hubiese sido más o menos hecho, o hecho en efecto,
o que no fuese absolutamente necesario, o que podemos estar ciertos de que nuestra
Madre Santísima está dispuesta a aceptar menos:
¿Por qué no lo hacen, sea lo que sea?
¿Cual es el problema? ¿Qué mal hay en esto? ¿Por qué es que ha sido puesto de
parte durante 70 años, como si fuese algo absolutamente fuera de la cuestión? ¿Como si
fuese algo sobre el cual ni se debe hablar, o aun impensable? ¿Por qué?
Este asunto me parece ser importante para explorar, no para ver de quien es la
culpa – sino para intentar identificar cuáles serán estos impedimentos misteriosos,
para mejor actuar de modo a removerlos.
En este contexto, pienso que también es importante tener presente el escenario
que ya describí sobre el miedo de divulgar el Secreto. ¿Si hay enemigos globales en
cuyas manos el Secreto de Fátima pudiese ser usado para desencadenar grandes males
sobre la humanidad, no estarían las mismas fuerzas en posición para amenazar el
Vaticano con retaliaciones si se hiciese la Consagración de Rusia? No estoy a pedirles
que acepten este escenario como si fuese realidad, sino sólo que lo tengan presente
como una posibilidad. Mientras tanto, veamos algunas otras razones que puedan
explicar la reluctancia de los Papas en consagrar a Rusia por su nombre, como Nuestra
Señora había pedido.
Una teoría se refiere a la veracidad del testimonio de Sor Lucía – cuanto a
que Nuestra Señora pidió originalmente y la respuesta específica requerida. Si las
fuentes del Vaticano dudasen de la credibilidad de Sor Lucía en transmitir el pedido de
Nuestra Señora, eso va a perjudicar cualquier idea de certeza o urgencia en hacer la
Consagración. Y si dudasen de su credibilidad en la transmisión de las promesas de
Nuestra Señora, tal vez temiesen una pérdida de credibilidad potencial para la Iglesia si
el Santo Padre insistiese en seguir la fórmula de Fátima y no se diese la conversión de
Rusia o un tiempo de paz.
Que pudiese surgir tales preocupaciones en el caso de revelaciones particulares o
aun semi-públicas es un dado adquirido. Es precisamente para evitar exponerse a ese
tipo de escándalo que la Iglesia no acostumbra dar apoyo a las apariciones reportadas
antes que ellas hayan acabado, o a profecías de místicos antes de ser validadas por la
Historia, o a la santidad de personas santas mientras aún están vivas. Esto tal vez
pudiese explicar por qué es que el Secreto fue enterrado en 1960 y modificado
retroactivamente en el 2000.
Pero esta explicación – la preocupación sobre la credibilidad – no es convincente
en el caso de Fátima. Fue el espectacular Milagro del Sol en 1917, y la terrible precisión
de aquello que Nuestra Señora de Fátima había predicho con respecto a la Primera y a la
Segunda Guerra mundiales y a la Guerra Fría, que ya llevó numerosos Papas a una
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adhesión mucho más pública a Fátima que normalmente permitiría la regla de prudencia
en el caso de fenómenos en progreso. Y, en verdad, la afirmación del Vaticano en como
las Consagraciones del mundo ya tenían cumplido el pedido de María ya lo expuso al
desafío de probar el pedido de María. ¿Entonces por qué la consagración de Rusia
crearía cualquier risco nuevo a este respecto?
Si la Santa Sede, durante una sucesión de pontificados, quisiese realmente poner
en causa el fenómeno de Fátima, quisiese archivarlo, desanimar el interés público, etc.,
tenía muchas maneras de hacerlo. Pero en vez de distanciarse de esta “revelación
particular”, los Papas la han aceptado abiertamente con oraciones públicas, concesión
de indulgencias, la institución de la Fiesta Litúrgica del Inmaculado Corazón de María y
la Fiesta de Nuestra Señora de Fátima el 13 de mayo, visitas al Santuario de Fátima, y
correspondencia o visitas con Sor Lucía. Y varios Papas hicieron Consagraciones
claramente en respuesta a los pedidos de Nuestra Señora de Fátima.

En 1942, Pio XII consagró públicamente el mundo al Inmaculado Corazón
de María, haciendo una alusión que podría interpretarse como refiriéndose
a Rusia. Y más tarde, en la encíclica Ad Caeli Reginam, instruyó todos los
Obispos del mundo para que se asociasen a él en la renovación de aquella
Consagración en 1954.

En 1952, respondiendo a un pedido de los católicos rusos, Pio XII
consagró los pueblos de Rusia al Inmaculado Corazón de María, pero en
una carta apostólica, sin ceremonia ni la presencia de los Obispos.

Durante el Año Mariano de 1954, habiendo invitado los Obispos a
asociarse a él, Pio XII renovó la Consagración de 1942.

En el encerramiento de la sesión de 1964 del Concilio Vaticano II, el Papa
Pablo VI renovó la Consagración del mundo al Inmaculado Corazón,
hecha por Pio XII, y encomendó toda la Iglesia a Su cuidado.

El Papa Juan Pablo II, que afirmó públicamente que Nuestra Señora de
Fátima le había salvado la vida en la tentativa de asesinato de 1981,
consagró el mundo a Su Inmaculado Corazón durante su convalecencia en
1981, y nuevamente en 1982, de forma muy pública, en Fátima.

De nuevo en 1984, Juan Pablo II consagró el mundo al Inmaculado
Corazón de María, invitando todos los Obispos a asociarse a él. Algunos
Obispos, pero de ningún modo todos, participaron en verdad en
celebraciones simultáneas en diversas basílicas del mundo.

Finalmente, en octubre del 2000, el Papa Juan Pablo II, una vez más en una
ceremonia muy pública, con casi mil y quinientos Obispos presentes,
“confió” el “mundo” al Inmaculado Corazón de María. Esto a pesar de la
política firme del Vaticano, desde 1989 de insistir que todos, incluyendo
Sor Lucía, reconociesen que la consagración de 1984 ya había satisfecho
los pedidos de Nuestra Señora.
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Podemos aprender varias cosas de esta serie de iniciativas: (1) los Papas no
vacilaron en aceptar públicamente las apariciones y el Mensaje de Fátima; (2) Los
Papas no lo consideraron desconcertante hacer de nuevo la Consagración, sólo por
haber sido hecha antes; y (3) los Papas reflexionaron cada vez si realmente hubieron
cumplido, en verdad, lo que la Consagración requiere.
Tal vez el mundo en general, y hasta los seguidores de Fátima, hace mucho
hubiesen desistido de alguna vez ver la realización del escenario en tres partes de María
(la Consagración de Rusia, la conversión de Rusia y la era de paz en el mundo) si los
Papas mismos, en especial Pio XII y Juan Pablo II, no se mostrasen tan interesados en
desearla, hasta cuando no consiguieron llevarse a tomar las medidas necesarias para que
sucediese. Si la Consagración claramente hubiese sido bien hecha de primera vez, ¿por
qué es que cada uno de los Papas continuaría a intentar hacerla, una vez y otra, por lo
menos tres veces cada? ¿Por qué es que el Papa Juan Pablo II, menos de una semana
después de la Consagración de 1982, explicaría la falla en mencionar a Rusia con las
palabras, citadas en L’Osservatore Romano, que él “intentó hacer todo lo que era
posible en las actuales circunstancias”? Y dos años más tarde, ¿por qué es que se sintió
obligado a añadir, después de completar la fórmula de consagración de 1984, una
oración extra que no estaba en el texto original: “Ilumina especialmente los pueblos
cuya Consagración y entrega Tu estas esperando de nosotros”, – tal como Pio XII había
incluido una alusión velada a una Rusia no nombrada en su Consagración del mundo en
1942?
¿Por qué Juan Pablo II pensó que debía hacer otra Consagración más en el 2000,
después del Vaticano hubiese insistido desde 1989 que la Consagración de 1984 había
conseguido hacer todo lo que era necesario? ¿Por qué ambos estos Pontífices enviaron
repetidas veces emisarios de alto nivel para cuestionar a Sor Lucía sobre exactamente
aquello que Nuestra Señora había pedido? ¿Y por qué Juan Pablo II preguntó repetidas
veces a asesores próximos, después de ambas sus Consagraciones del mundo, si ellos
pensaron que lo que había sido hecho satisfaría las condiciones de Nuestra Señora para
la Consagración de Rusia?
Claro que estos Papas sintieron que era necesario más; quisieron hacerlo pero
pensaron que no podían. Intentaron hacer tanto cuanto era posible sin mencionar a Rusia
por nombre – una línea invisible que no osaron cruzar. Aparentemente, razones de
prudencia lo habían imposibilitado. A la luz de esta historia, el identificar, rever y
reexaminar estas razones es más importante que nunca.
II PARTE
¿Por qué no han hecho la Consagración?
En la edición de septiembre de 2008 de Inside the Vatican, mi artículo “La hora
ha llegado”, que algunos de Ustedes ya han visto, señalaba que ese miedo parece ser la
principal fuerza decisoria detrás de la política del Vaticano sobre la Consagración de
Rusia. El Papa Juan Pablo II comenzó su pontificado con la exhortación a los fieles que
se tornó, de cierta manera, su divisa: “No tengáis miedo”. Pero “miedo” es precisamente
el término que la reacción del Vaticano a la idea de consagrar a Rusia por su nombre,
http://www.fatima.org/span/crusader/cr96/cr96pg23.pdf
desde la década de 1930 hasta hoy, parece indicar. Así, tendremos que preguntar a
nosotros mismos: ¿“Pero de qué tienen miedo”?
Arriba (de izquierda a derecha), el Padre Gruner, John Vennari, Christopher
Ferrara y John Salza en El Desafío de Fátima, durante la sesión de Fuego Cruzado
sobre el tema: “‘Conversión de Rusia’ significa conversión a la Fe católica”. No deje de
leer la transcripción de sus respuestas, comenzando en la página 17
Seis temores posibles
Al considerar qué temores puedan estar a impedir los Papas de consagrar a Rusia
por su nombre – y podemos probablemente reducirlos a no más de media docena – es
importante tener presente que estamos considerando impedimentos potenciales en dos
niveles. Hay temores que pueden ser un factor en el pensamiento del Santo Padre
mismo; y hay quien pueda motivar otros en el Vaticano que están en una posición de
promover, acelerar, retrasar o hacer descarrilar una acción papal como la Consagración
colegial de Rusia.
Primer temor:
Ya vimos que, durante las últimas décadas, los Papas no vacilaron en asociar la
Iglesia y sus personas a las apariciones de Fátima, ni temieron hacer Consagraciones en
respuesta a los pedidos de Nuestra Señora. Es evidente que no temieron exponer la
Iglesia a vergüenzas inaceptables, en el caso de sus actos no produciendo resultados, o
que la credibilidad de las Consagraciones anteriores sería perjudicada si hiciese otra. No
sabemos la medida en que estas preocupaciones, de parte de otros funcionarios del
Vaticano, puedan haber atrasado o diluido las acciones tomadas por los Papas, o si
haciendo la Consagración en una manera a cumplir meticulosamente todos los
requisitos de Nuestra Señora – consagrando a Rusia por su nombre, en una ceremonia
solemne y pública en que todos los Obispos participasen – levantaría las expectativas a
un tal punto que el Santo Padre o su burocracia temiese una pérdida de credibilidad si
no siguiese una conversión dramática de Rusia. Pero sabemos que estuvieron dispuestos
http://www.fatima.org/span/crusader/cr96/cr96pg23.pdf
a ligar tales riscos a consagraciones parciales, en que la probabilidad de un resultado
decepcionante sería en verdad más grande. Así, eliminemos, al momento, este primer
temor posible, el temor de resultados que desaniman.
Segundo temor:
Un segundo temor, que fue probablemente lo que predominó durante la era
soviética, era el miedo de que, si consagrase públicamente a Rusia, seguiría una
represalia de parte del régimen soviético. Muchas personas en aquel tiempo creyeron, y
con razón, que la terrible persecución que los comunistas hacían a los cristianos, y en
especial, a los católicos, estaría aún peor si la Santa Sede hiciese alguna cosa que
provocase los rusos.
Tercer Temor:
Ahora, por lo menos supuestamente, la amenaza del Gobierno soviético ya no
existe, pero hay un tercer temor que emana de Rusia y que es mencionado con
frecuencia – el temor de ofender los miembros o jerarcas de la Iglesia ortodoxa rusa.
Un impedimento real –
¿pero será la verdadera razón?
Este tercer temor – el temor de ofender los ortodoxos – es más que especulación;
es probablemente la explicación corriente más generalmente expresada entre los que
conceden que hay un tabú en el Vaticano contra la mención de Rusia en una
Consagración. Y sabemos que afectó la Iglesia en el pasado. Ciertamente esta
preocupación ocupaba un lugar importante en la mente del Papa Juan XXIII, que tenía
gran interés en asegurar la participación de los ortodoxos rusos en el Concilio Vaticano
II, y esta preocupación se reflexionó en la política de acomodación en relación al
Bloque Soviético, que su sucesor, el Papa Pablo VI, también apoyaba antes y después
de su elevación a la Silla de San Pedro. La misma lógica subyacente a su lamentable
promesa de que los documentos del Vaticano II no incluirían cualquier condenación del
comunismo, también podría servir para rechazar la Consagración de Rusia.
Ahora el comunismo supuestamente se desagregó, pero manteniendo la suma
importancia de la reconciliación entre católicos y ortodoxos ha continuado ser una
preocupación primordial de Juan Pablo II, como también de Benedicto XVI. Como
notició el Inside the Vatican en noviembre del 2000, un destacado Cardenal, uno de los
consejeros más próximos de Juan Pablo II, dijo particularmente que el Papa había sido
aconsejado a no hacer mención de Rusia en ninguna ceremonia de Consagración,
porque eso ofendería los ortodoxos. Hace unos tres o cuatro años, una fuente de alto
nivel del Vaticano dijo en privado que los ortodoxos mismos habían dicho claramente a
sus pares católicos que cualquier mención de Rusia en una Consagración llevaría todo el
diálogo entre la Santa Sede y la Iglesia ortodoxa rusa a ser parado inmediatamente.
Si eso es verdad, quedaría resuelto tal vez el largo misterio de por qué es que
ningún de los Papas – sea que sea su ligación a Fátima – había osado consagrar a Rusia
por su nombre. A la luz de la mejora notable en las relaciones entre católicos y
ortodoxos que hemos visto en este pontificado, la presión de evitar ofender los
ortodoxos y precipitar un revés trágico podrá ser ahora más fuerte que nunca. Pero si es
http://www.fatima.org/span/crusader/cr96/cr96pg23.pdf
eso que está bloqueando la Consagración a Nuestra Señora de Fátima, el misterio es
elevado a otro nivel. ¿Por qué es que la Consagración de Rusia ofendería los ortodoxos?
La Consagración de un país, después de todo, no es una anatema ni un
exorcismo. Es una invocación de una bendición y protección especiales. El hecho de
María habiendo nombrado una nación en particular para un tal honor es señal de su
afecto maternal especial. Cuando Nuestro Señor dijo a Santa Margarita María que
hiciese el Rey de Francia consagrar su nación a Su Sagrado Corazón, Francia era un
país católico que estimaba el título de “hija mayor de la Iglesia”. Este pedido fue hecho
mucho antes que la Revolución y el Reino de Terror revelasen el género de problemas
contra las cuales la Consagración podría haber protegido aquella nación, si fuese
cumplido en el tiempo debido. Cuando Sor Lucía transmitió a los Obispos de Portugal
el pedido de Nuestra Señora para una Consagración episcopal de su país – un pedido
separado, que no debe confundirse con Su pedido de Consagración de Rusia – los
Obispos portugueses lo aceptaron con alegría. Muchas personas creyeron que ese acto
trajo grandes bendiciones y protección a Portugal en los años después, incluyendo la
exclusión de la nación del envolvimiento en la Guerra Civil de España o en la Segunda
Guerra Mundial.
Sería de esperar que cualquier nación que honrase la Madre Santísima
considerase como un privilegio envidioso ser elegida de propósito para una tal dignidad
por Santa María misma. Los ortodoxos rusos honran María, y aunque tal vez no acepten
el milagro y el Mensaje de Fátima como tales, como sucede con algunos llamados
“ramos de cristianismo”, creen que Ella puede intervenir e de hecho interviene
personalmente en la historia humana. Su tradición es rica en milagros marianos
oficialmente aceptados y en revelaciones particulares, muchas veces asociados con
ciertos íconos.
Entonces, si las cuestiones teológicas no parecen constituir un impedimento,
¿por qué la Consagración pedida en Fátima ofendería los ortodoxos rusos? Este punto es
importante para ser explorado, porque, si las verdaderas cuestiones subyacentes son
identificadas y abiertamente tratadas, tal vez puedan ser resueltas conjuntamente con
base en la razón, buena voluntad y un autentico diálogo. Y tal vez entonces el
impedimento pueda ser removido, en vez de perder los beneficios de la Consagración.
Una razón puede ser el orgullo nacional. ¿Los ortodoxos rusos se sentirían
insultados como rusos por la sugerencia de que necesitaban de convertirse más de que
los pueblos de otras naciones? El pedido de Nuestra Señora para la Consagración de
Rusia fue hecho en el contexto de discutir no sólo su necesidad de conversión (una cosa
que todas las personas, aun las que están en estado de gracia, deben buscar
constantemente), pero también sus futuros errores, persecuciones y responsabilidad por
guerras, martirios y aniquilación de naciones. ¿Daría este contexto la idea de que la
Consagración sería como una censura o un exorcismo, aun no siendo por su propia
naturaleza?
Esto sería comprensible, pero no es una explicación probable. Como eses males
anteriores se identifican tanto, en general, con el comunismo soviético y no con los
rusos como un pueblo, parecería que los cristianos ortodoxos – muchos de los cuales
también sufrieron mucho bajo el régimen soviético – muy probablemente verían
cualquier censura como dirigida a sus antiguos opresores, y no a ellos mismos. Debería
http://www.fatima.org/span/crusader/cr96/cr96pg23.pdf
Ed Faust presentando su
comunicación sobre “Fátima y
la Espiritualidad católica” en
El Desafío de Fátima. Vea un
extracto de esta comunicación
empezando en la página 88. En
el primer plano, se pueden ver
nuestras cámaras de televisión
grabando las alocuciones y
dando una cubertura casi
directa en el internet en
www.fatimachallenge.com. Las
alocuciones de la Conferencia
también están disponibles en
DVD del Fatima Center.
Vea la información para
pedirlas en las páginas 75 y 95
de esta edición.
ser posible tornar claro que ser consagrado a Nuestra Señora – por sí o por otro – no
limita en nada la libertad de un individuo o de una nación, y sirve sólo para hacer de
ellos beneficiarios especiales de la protección amorosa de la Madre de Dios. Este
pensamiento podría ser anatema para un régimen ateo, pero no podría ser un honor más
natural para una cultura tan ligada a la devoción mariana como es Rusia, y la ortodoxia
rusa. En verdad, es la Iglesia ortodoxa rusa que siempre promovió la idea de que la
“Santa Rusia” heredó el papel verdaderamente único de la cristiandad en la historia de
la salvación. De cierta manera, el pedido de Nuestra Señora de Fátima confirma y valida
esa creencia. En verdad, una definición de la palabra “consagrar” es “poner aparte”
como cosa sagrada. Ser una nación así puesta aparte por la Consagración a Nuestra
Señora de Fátima se integra perfectamente en la tradición rusa. Por otro lado, ese
significado de la palabra se pierde por completo cuando todo el mundo es consagrado.
Si, entonces, no es probable que la idea de ser consagrada a Nuestra Señora
ofenda los ortodoxos rusos como rusos, ¿será probable que la idea de ser consagrada por
el Pontífice Romano los ofenda como ortodoxos? Podría ser una simple cuestión de
territorio. Debido a la preeminencia numérica e histórica de la Iglesia ortodoxa en
Rusia, es posible que considerase presuntuosa cualquier iniciativa Papal
específicamente sobre Rusia, como una invasión del territorio ortodoxo. En un nivel
más profundo, es posible que cualesquier oraciones católicas pretendiendo “la
conversión de Rusia” – específicamente en esta era post-soviética en que algunos
sienten que ella ya se convirtió saliendo del comunismo – encontrasen oposición por
pretender una conversión de la Ortodoxia al Catolicismo.
Este último punto, aunque sea un deseo y una intención de oración
perfectamente apropiados de parte de los católicos, sería sin duda sensible para los
ortodoxos. Esto, más aún de que la cuestión de territorio, es una objeción potencial que
verdaderamente afecta los ortodoxos rusos no simplemente como rusos sino como
ortodoxos, y las relaciones entre las Iglesias católica y ortodoxa como entidades
religiosas distintas y, consecuentemente, como potenciales rivales a la disputa de los
corazones de los fieles. Considerando el objetivo perene del Vaticano a favor de la
http://www.fatima.org/span/crusader/cr96/cr96pg23.pdf
reconciliación con los ortodoxos, el actual desafío de la civilización occidental en
declinación, que clama por el testimonio común de una Iglesia reunida, y los desarrollos
muy prometedores obtenidos en los meses recientes en las relaciones entre el Vaticano y
la Iglesia ortodoxa rusa, se puede comprender fácilmente la reluctancia del Santo Padre
en hacer algo que haría descarrilar ese proceso.
Pero las divergencias por resolver entre las dos Iglesias, tanto como su rivalidad
potencial en la conquista del alma de Rusia, no fueron causadas por Fátima, y
rechazando la Consagración a Nuestra Señora de Fátima no las hará desaparecer. En
verdad, en mi artículo en Inside the Vatican, expuse una conclusión sorprendente – que
el potencial de Fátima para unir los grandes ramos oriental y occidental de la
Cristiandad es mucho mayor de que el potencial para dividirlos aún más.
La tragedia del Gran Cisma es que las Iglesias católica y ortodoxa, que están tan
cerca en sus creencias, en la oración, en la cultura, en la devoción, en la vida litúrgica y
sacramental, a pesar de esto se han mantenido divididas a lo largo de tantos siglos.
Ambas derivan su teología y jerarquía de raíces apostólicas. Sus doctrinas divergen en
sólo algunos pocos, de un número incontable, de artículos de fe. Veneran juntas santos
comunes, que comparten su milenio de historia conjunta. Sus prácticas litúrgicas –
especialmente considerando los ortodoxos lado al lado con los católicos de Rito oriental
– serían difíciles de distinguir para un observador externo casual. La posición exaltada
de la Madre de Dios – no sólo en la teología, en la piedad personal y en el arte, pero
hasta en la experiencia práctica de Su intervención en la Historia y en las vidas de los
hombres – es una poderosa dimensión unificadora que las Iglesias católica y ortodoxa
comparten. Pero la unidad que ambas profesan desear les ha escapado. Irónicamente, no
pueden aproximarse más, no a pesar del hecho de ya ser tan próximos, sino a causa de
eso.
Si la Iglesia católica y las iglesias ortodoxas fuesen denominaciones
protestantes, grupos separatistas cristianos, movimientos teológicos o asambleas de
pastores auto-ordenados, podrían sentarse alrededor de la misma mesa y repensar sus
doctrinas y encontrar soluciones de compromiso para sus diferencias, porque aquellas
denominaciones son entidades creadas por seres humanos. Pero ni las iglesias ortodoxas
ni la Iglesia católica creen que tengan el derecho de hacer compromisos sobre doctrina,
culto o jurisdicción. Cada Iglesia profesa que transmitió fielmente la autentica doctrina
cristiana desde los tiempos apostólicos, que su liturgia se desarrolló orgánicamente
desde el principio, y que la autoridad asumida y ejercida por su jerarquía se basa en los
derechos y responsabilidades de una derivación apostólica sin interrupción.
Estas afirmaciones de verdades y autoridad inmutables contrastan de tal manera
con el resto del mundo cristiano que deberían crear una poderosa alianza entre católicos
y ortodoxos y atraerlos unos a los otros. Y así sucede, pero sólo hasta el punto en que
ambas las partes, para ser fieles, deben insistir en que es imposible hacer más
compromisos. Claro que un tal callejón sin salida no puede ser superado sólo por
medios humanos.
Entra Nuestra Señora de Fátima prometiendo que convertirá a Rusia. La primera
impresión es que ella parece estar exactamente pisando el suelo del cual los ortodoxos
recularían. Pero no hay una María católica y una María ortodoxa; sólo hay una Madre
de Dios, a Quien ambas las partes han recurrido a través de la historia cristiana, y a
http://www.fatima.org/span/crusader/cr96/cr96pg23.pdf
Quien ambas las partes pueden solicitar con confianza total. ¿Qué género de conversión
es que Dios busca para Rusia? Católicos y ortodoxos responderían sin duda de forma
diferente, si tal les fuese preguntado, pero la belleza de Fátima es que nadie tiene que
imaginar, decidir o concordar qué género de conversión Ella tiene en mente, para
cumplir Sus pedidos y esperar por la concretización de Sus promesas.
La llave está en las palabras del pedido y promesa de Nuestra Señora de Fátima:
“Vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado
Corazón… Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá
paz…El Santo Padre Me consagrará Rusia que se convertirá y será
concedido al mundo algún tiempo de paz”
Fíjense la atribución de tareas. María no dice al Santo Padre o a nadie más: “Si
tu conviertes a Rusia, Yo traeré la paz”. En vez de eso, dijo no una, sino dos veces: “Si
consagraren a Rusia, Rusia se convertirá”. Queda para Ella resolver la cuestión de qué
género de conversión tendremos.
Supongamos que Rusia es consagrada por el Papa junto con todos los Obispos
católicos, tal como Nuestra Señora pidió. Al conformarse con la voluntad de Dios en
sus relaciones, tantos los católicos como los ortodoxos podrán en seguida observar lo
que va a suceder. Podría ser cualquier, o cualesquier, de las siguientes hipótesis:
 Tal vez ocurriesen cambios muy visibles en la arena pública – un padrón
diferente de servicio público, un fin de todo el género de abuso de
autoridad, el florecimiento de la justicia social, el aparecimiento de
instituciones harmoniosas de gobernación, la reconciliación entre
regiones y grupos étnicos, el desaparecimiento de la corrupción política
y del crimen organizado, políticas internacionales que reflexionan un
firme compromiso por la paz, tanto de los civiles como de los militares,
y honor dado a Dios en la plaza pública.
 O tal vez el cambio fuese a nivel individual, una transformación moral
que llevase los rusos a detestar los vicios, como el aborto, la pornografía
y la embriaguez, y desistir de ellos, una gran ansiedad por la castidad y
por el compromiso marital por toda la vida, una revolución de
comportamiento en los negocios y en la enseñanza, una elevación del
nivel del altruismo que se reflecte en actos de caridad y en el deseo de
tener hijos, todo esto cimentado con un florecimiento de la Fe y del
fervor religioso.
 Tal vez los dirigentes y los fieles comunes ortodoxos sean, en efecto, de
repente poseídos por un deseo de reconciliarse con Roma y de ya no
considerar un impedimento someterse a la autoridad papal y a las
enseñanzas del Magisterium.
O tal vez una resurrección religiosa en Rusia traiga un aumento de vocaciones,
un renacimiento de la vida monástica, y una participación muy aumentada en la liturgia
y en los Sacramentos, no sólo entre los rusos católicos sino también, o hasta
http://www.fatima.org/span/crusader/cr96/cr96pg23.pdf
especialmente, entre los ortodoxos, tornando claro a todos que el Cielo mira
favorablemente a la Ortodoxia rusa.
La conversión de Rusia, de cualquier forma que tomase, haría con que la
humanidad mirase con gran esperanza al cumplimiento de la promesa siguiente – la era
de paz – y también tendría ciertamente el resultado que Nuestra Señora dijo a Sor Lucía
que era Su gran objetivo: un gran movimiento de gratitud y devoción al Inmaculado
Corazón de María. Y un mejoramiento tan dramático en la vida religiosa y moral del
pueblo y del Gobierno de Rusia, siguiendo rápidamente después de la Consagración del
Papa, dará pistas necesarias tanto para los católicos como para los ortodoxos sobre la
dirección en que el Espíritu Santo está intentando llevarlos. Sabemos, como católicos,
que la Iglesia es guiada por el Espíritu Santo, y estoy cierta que también los Ortodoxos
– si creen realmente que una cierta orientación es lo que Dios y Su Santa Madre desean
– querrán moverse en esa dirección.
Pensando bien, por lo tanto, no hay una razón válida para que los ortodoxos se
opongan a una consagración papal de Rusia. No les traerá problemas. Si la iniciativa
fuese en verdad vacía, sin significado, inapropiada y/o no el cumplimiento de un
auténtico pedido del Cielo, o no trajese resultados visibles, no tendría cualquier
impacto. Pero si, en verdad, Dios lo quiere, y si resulta en cualesquier, o todos, los tipos
de conversión en Rusia que atrás describí, será una bendición inestimable para el pueblo
ruso, para las relaciones entre ortodoxos y católicos, y para todo el mundo.
Por eso pienso, de cierta manera, que aunque el temor de ofender los ortodoxos
sea actualmente la razón más invocada para la reluctancia del Vaticano en consagrar a
Rusia por nombre, sospecho que ese temor – el número 3 de la lista que he presentado –
pueda ser una mistificación. Creo que la cuestión es real. Pienso que es importante
obtener una respuesta de los dirigentes de los ortodoxos rusos, para poder resolver
sustancialmente la cuestión, si sea un impedimento, o ponerla de lado si sea una
mistificación. Pero, mientras tanto, necesitamos también examinar algunos de los otros
impedimentos posibles, otros temores que puedan estar impidiendo una decisión de ir a
frente con la Consagración de Rusia.
Impedimentos en el seno
de la Iglesia misma
Cuarto y Quinto temores:
Algunos de estos reflexionan la oposición que nace dentro de la Iglesia misma.
Vamos a hablar de dos que vienen a la memoria, los cuatro y quinto temores
potenciales. Ya mencioné el posible temor de que María no fuese a cumplir, y por qué
razón esa preocupación puede ser definitivamente puesto al lado. Otra posible fuente de
oposición sería de los que están dentro de la Iglesia y que, al contrario, teman que esa
Consagración haría demasiado en vez de menos. Es cierto que, durante el siglo que nos
separa de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima, hubo, sin duda, personajes de la
Iglesia que se opusieron a un “exceso de énfasis” sobre Fátima, y que podría temer que
intentando una Consagración de Rusia – aun, o hasta específicamente, una que diese
resultados dramáticos – enviaría un mensaje teológico equivocado o elevaría, en su
perspectiva, las facciones equivocadas en la Iglesia. Aquellos que quieren que la Iglesia
minimice la piedad, el misticismo, la devoción mariana, el miedo del infierno, la
http://www.fatima.org/span/crusader/cr96/cr96pg23.pdf
reparación y el sacrificio, la conversión de los pecadores – en resumen, todo el
programa de María – se sentiría naturalmente amenazada por Nuestra Señora de Fátima.
Esos son los obstruccionistas de Fátima a que nos podríamos legítimamente referir
como siendo “enemigos de Nuestra Señora”, y no Sus hijos que están a vacilar
meramente por ignorancia, incomprensión o timidez.
No creo que el Santo Padre, pasado o presente, esté entre esas personas, pero no
tengo dudas de que existen algunas dentro de la burocracia del Vaticano y entre los
Obispos. Se parte del principio de que nadie que se diga católico, aun si promueve una
agenda contraría, llegaría al punto de negar deliberadamente la paz al mundo; pero es
claro que no creerían, de cualquier modo, que Nuestra Señora fuese capaz de traer la
paz por los medios que Ella describió.
Pero además de estos que dudan de Nuestra Señora, sabemos también que
ciertos cargos administrativos y pastorales en la Iglesia son ocupados, en verdad, por
no-creyentes cien por ciento, ya sean agentes allí plantados por enemigos de la Iglesia, o
simplemente hijos errantes que han perdido la Fe. Es posible que estos lobos en piel de
oveja estén en cargos que les permitan argumentar contra la Consagración de Rusia y
obstruirla. Sólo podemos tener esperanza y rezar para que sean pocos y de influencia
que esté disminuyendo.
El hecho de que podrá ser necesario más que simplemente el deseo del Santo
Padre para consagra a Rusia nos lleva al quinto temor potencial: ¿Y si no es
objetivamente posible cumplir la condición de Nuestra Señora que todos los Obispos
católicos del mundo participen en la Consagración? ¿Y si fuese programada una
Consagración mencionando a Rusia por su nombre, siendo todos los Obispos católicos
dirigidos de participar, pero algunos de ellos se niegan? Sor Lucía indicó que era
posible alguna libertad de acción para los Obispos que se viesen impedidos de participar
por un Gobierno hostil o cualquier otro problema, pero es evidente que un boicot
deliberado podría viciar toda la iniciativa. Si, de hecho, el Vaticano cree que tendría que
pagar un precio en las áreas geopolítica o ecuménica si decidiese consagrar a Rusia por
su nombre, mucho menos estaría dispuesto a correr este risco si, de cualquier manera,
no consiguiese cumplir lo que María Santísima había pedido.
Han sido sugeridas varias soluciones para este problema potencial. Por ejemplo,
el Santo Padre puede anunciar anticipadamente que cualquier Obispo diocesano que se
niegue a participar habría presentado ipso facto su resignación, que sería aceptada,
dejando su Sede vaga. Esta opción está prontamente disponible, pero cualquier Papa la
consideraría con graves objeciones, especialmente si no supiese la extensión de la
desobediencia potencial. Aún en 1987, el Cardenal Stickler dijo que la Consagración no
había sido hecha, y que la razón para tal había sido la incertidumbre sobre cómo
asegurar la participación de todos los Obispos. Se sabe también que el Papa Juan Pablo
II tuvo algunas preocupaciones sobre esto.
Este temor no es despreciable, si consideramos que, desafortunadamente,
algunos Obispos están incluidos, casi con certeza, entre los lobos en piel de oveja ya
mencionados. Pero si el Santo Padre estuviese determinado en hacer una Consagración
de Rusia de acuerdo con Fátima, y los Obispos recalcitrantes fuesen el único
impedimento, estoy cierto de que los peritos de Derecho Canónico en la Iglesia podrían
llegar a una solución técnica apropiada. El hecho de esta cuestión siendo poco discutida
http://www.fatima.org/span/crusader/cr96/cr96pg23.pdf
indica una falta de urgencia en solucionar el problema. Es lo que se esperaría, mientras
los temores de consecuencias externas continúan bloqueando, de cualquier manera, la
Consagración de Rusia por su nombre.
[Nota del editor: Escribimos a los Obispos todos los meses. Menos de diez tienen la franqueza
de decir que no obedecerían.]
¿Podrá haber realmente
una amenaza externa?
Sexto Temor:
Esto nos lleva al último escenario de temor. ¿Y si la amenaza de una fuente
exterior es en verdad el impedimento misterioso que impide que el Vaticano consagre a
Rusia por nombre?
Esto no es tan inconcebible como se pueda imaginar. De hecho, hasta 1989 era
la explicación más generalmente aceptada. Como ya mencioné, hasta al colapso de la
Unión Soviética, mucha gente pensaba que era el miedo de represalias por parte del
Gobierno soviético que impedía la Iglesia de actuar decisivamente en lo que decía
respecto a Rusia. Es cierto que la descripción profética de Nuestra Señora de Fátima del
papel destructivo de Rusia en la historia del Siglo XX era algo que el Gobierno ruso de
aquel tiempo podía bien considerar ofensivo. La vulnerabilidad de los cristianos en el
territorio soviético les daba medios y motivos para causarles mal en retaliación. Hasta a
la Consagración que el Papa Juan Pablo II hizo en 1984, este temor podría bien haber
impedido que se mencionase a Rusia. Pero ahora, en la era post-soviética, esta
explicación es más difícil de mantener.
La amenaza externa, sin embargo, puede no haber desaparecido. Un temor
potencial es la posibilidad de que la amenaza soviética no esté tan muerta como se
piensa. Todas las razones de prudencia que se aplicaban durante la era soviética podrían
aún aplicarse, si los especialistas dentro del Vaticano creen que aún existía el potencial
para una retaliación de ese lado. Es un hecho que una minoría pequeña, pero
intelectualmente respetable, de la opinión mundial, aboga la necesidad de tener cuidado
con el tigre soviético que duerme. Algunos críticos, incluyendo el antiguo agente del
KGB Anatoliy Golitsyn, llegan hasta a alegar que todo el drama del cambio en la Unión
Soviética en 1989 fue un engaño coreografiado, cuya intención era llevar el Occidente a
la complacencia. Aunque todas las indicaciones sugieren que los responsables por la
política del Vaticano creen que el colapso del Comunismo soviético fue una
oportunidad real y tal vez enviada por el Cielo, hay siempre la posibilidad de que su
actitud pública oculte preocupaciones privadas. Si aún hay, de hecho, amenazas
viniendo de este lado, deberían ser tomadas en serio.
Finalmente, debemos tener presente que no es necesario que la amenaza venga
de Rusia para que la denominación de Rusia en una Consagración a Nuestra Señora de
Fátima sea una mecha. Ni podemos – después de un siglo en que los “errores de Rusia”
se han esparcido efectivamente por todo el mundo – partir necesariamente del principio
de que todas las fuerzas poderosamente organizadas en apoyo de estos errores en el
mundo de hoy vengan del territorio ruso.
http://www.fatima.org/span/crusader/cr96/cr96pg23.pdf
Astana: (1) La cumbre de la pirámide esotérica geo-masónica diseñada por Sir
Norman Foster. En este nivel, el “iniciado” es “iluminado”, y la piedra angular
pitagórica, en el esplendor de la luz solar, saluda el visitante en su “búsqueda”. Foster
parece haber diseñado la mayor parte de los nuevos edificios y recintos en esta ciudad
dedicada a satanás. (2) La estructura de Foster a la noche. Sobre este tema, lea “El
Anticristo vendrá pronto?”, comenzando en la página 3. [Fotografías de Soviet
Analyst, Vol. 31, Números 6 y 7 (2010 A.D.).]
Sabemos que María Santísima tiene verdaderos enemigos, y no sólo los
enemigos infernales mencionados en las Sagradas Escrituras. No deberíamos ser
sorprendidos si por lo menos algunos de los que procuran retrasar o impedir la
Consagración de Rusia por su nombre fuesen motivados, no por temer el fracaso o
daños colaterales a la Iglesia, sino por estar literalmente trabajando en oposición a los
designios de Nuestra Señora. Procurarían evitar que se cumpliesen los deseos de María
Santísima porque, efectivamente, no quieren la conversión de Rusia, el adviento de una
paz verdadera para el mundo, o el triunfo del Inmaculado Corazón de María. Estos, si
por casualidad existen, serían enemigos que el Vaticano reconoce como tales, pero no
osa ofender por las mismas razones de que tendrían que obedecer a un chantajista o un
terrorista que hubiese tomado rehenes. Al contrario de la antigua URSS, aunque tal vez
incluyéndola, estos enemigos no necesitarían tener algún interés especial en Rusia como
tal. Su interés es simplemente destruir la Iglesia católica.
Tales como los ideólogos anti-marianos dentro de la Iglesia, estos enemigos
externos podrían actuar por dentro, colocándose en lugares de donde puedan manipular
los pensamientos y los temores de los otros, reforzando la percepción de que la
Consagración de Rusia sería problemática de varias maneras, sería una cosa que era
mejor no ser hecha, o por lo menos no ser hecha en este momento. Podrían usar su
influencia haciendo presión directa sobre la Santa Sede, o convenciendo los ortodoxos a
mantener una posición que Roma no quería oponer.
Pero también es posible que un enemigo externo – actuando abiertamente como
un enemigo externo – pueda estar, de hecho, haciendo amenazas de gran impacto. Una
amenaza directa podría ser de muchos tipos – violencia física contra personas o
destrucción de lugares, revelación de secretos prejudiciales, represalias económicas
contra instituciones del Vaticano, provocando cismas o apostasías, o desencadenando
catástrofes ecológicas. Las amenazas podrían dirigirse expresamente al Santo Padre, o
http://www.fatima.org/span/crusader/cr96/cr96pg23.pdf
al Vaticano, o a los católicos en todo el mundo, o a naciones enteras, o hasta – si
implicase el uso de armas de destrucción masiva – a todo el mundo.
Nadie en el Vaticano ha sugerido que tuviesen las manos atadas cuanto a Fátima
por un enemigo externo de este género, pero es una posibilidad que no puede ser puesta
de lado, especialmente si, al agravarse la situación, ningunas otras razones para temer la
mención de Rusia se muestren válidas al ser analizadas. Mi opinión, valga lo que valga,
es que este escenario – aunque sea asustador de considerarse – es más plausible de que
cualquier de los otros escenarios. Un miedo real de este género explicaría más sobre las
preguntas todavía no respondidas que el miedo de ofender los ortodoxos, o de crear
expectativas que la Virgen María no pode cumplir, o lo de no ser posible movilizar
todos los Obispos, o hasta lo de supra-enfatizar la devoción mariana en la vida de la
Iglesia.
III PARTE
Lo que está en juego es enorme
Desde el inicio Roma ha liderado con Fátima no tanto como una revelación
privada, como un asunto de diplomacia, lleno de consecuencias geopolíticas. Aun antes
de 1960, había una cierta preocupación que el Secreto podría caer en las manos
equivocadas, y fueron impuestas restricciones a la posibilidad de Sor Lucía hablando
libremente.
En 1989, Sor Lucía fue silenciada casi por completo. Cuando el Vaticano
anunció la revelación del Tercer Secreto en el 2000, tuvo gran preocupación en
interpretar la visión con un abordaje retrospectivo del Siglo XX. Tal como la represión
de 1989 sobre las dudas acerca de la Consagración de 1984, esta acción parecía ser
calculada para impedir más especulaciones sobre lo que pudiese estar sucediendo en el
mundo, y particularmente en Rusia, que pudiese constituir una amenaza para la paz en
general, y para la Iglesia en particular. La orquestación de aquella divulgación y hasta la
construcción altamente ponderada de la declaración explicativa presentaban el lenguaje
y el arte de la diplomacia. Si consideramos el papel-llave que el Cardenal Bertone
desempeñó en la gestión delicada de este caso, que me parece ser el principal desafío
diplomático de los años post-Milenio de Juan Pablo II, era para mí casi inevitable,
siguiendo la elección del Papa Benedicto XVI, que este prelado – aunque sin otra
experiencia diplomática – fuese nombrado Secretario de Estado, y continuase a manejar
la saga de Fátima en esa capacidad.
El Desafío de Fátima
¿Qué especie de realidad geopolítica proporciona el contexto para el desafío de
Fátima?
Sabemos que María y Su enemigo [satanás], desde el principio de la historia, son
protagonistas de una lucha monumental, y que esta lucha es sobre las almas
individuales, así como sobre la orden temporal, mientras se avanza a la época de paz
que Ella prometió o para la sumisión al Anticristo. Sabemos que la Santa Sede, fortaleza
del Vicario de Cristo en la tierra, está siempre bajo ataque diabólico – a la semejanza de
http://www.fatima.org/span/crusader/cr96/cr96pg23.pdf
otros estrategas militares, el enemigo no ataca los soldados e ignora los generales.
Sabemos que, durante décadas, Rusia fue la base del mayor y más tecnológicamente
avanzado imperio oficialmente ateo que el mundo ya había conocido; y aunque demos
gracias por su implosión, no podemos rechazar la posibilidad – o hasta la probabilidad –
de que continúen a existir en el terreno por lo menos algunos vestigios humanos leales a
las fuerzas de elite del demonio (Véanse las fotos de las páginas 2, 22 y 51), tanto como
las herramientas que los hacen peligrosos.
Sabemos también que las fuerzas del humanismo ateo, aunque estén en retirada
bajo el disfraz de totalitarismo, están vivas y de buena salud en las diversas capitales del
mundo, alcanzando victorias sucesivas en la lucha para destruir los fundamentos de la
sociedad humana en la ley divina, colocando en su lugar el aborto, la perversión, la
pornografía y una serie de otras abominaciones. Sabemos que el Marxismo-Leninismo
fue sólo una expresión de un monstro multiforme que desde hace siglos ha ganado
terreno, orquestado por fuerzas ocultas entre los bastidores.
Nuestra Señora de Fátima vino a la Tierra en un momento crítico de esta batalla
cósmica. ¿Estaremos nosotros siguiendo Su liderazgo? Sí, la guerra requiere una
estrategia, y a veces la estrategia requiere movimientos defensivos, como hacer cuenta,
ganar tiempo, y no dejar que el enemigo sepa tanto como nosotros. Pero otras veces
también requiere pasar a la ofensiva.
En el escenario de Fátima, estamos en una corrida contra el tiempo. Ya
mencioné, a respecto del Tercer Secreto, que algunos observadores creen que el mensaje
suprimido podría dar informaciones secretas a las fuerzas de mal, y que la Iglesia, por
su silencio, está ganando tiempo para las fuerzas del bien cerrar la “brecha tecnológica”
que las hace vulnerables. Pero también puede ser verdad, cuanto a la Consagración, que
son los “malos” que necesitan ganar tiempo – que están buscando desesperadamente
retrasar la Consagración de Rusia completa, hecha por su nombre, hasta que hayan
consolidado su poder. En el caso, tal vez improbable, de que el escenario de la
“amenaza externa” que expliqué, pruebe corresponder a la verdad – si hay fuerzas
invisibles más poderosas a hacer presión sobre el Vaticano o sobre los ortodoxos, con
consecuencias terribles si Rusia fuese consagrada – sería mejor confrontarlos ahora, en
vez de más tarde.
Es asustador imaginar que puede haber un partido maligno con poder suficiente
para hacer chantaje a la Santa Sede, pero si existe, su orientación sería claramente
diabólica, y no habría razón para creer que cediendo a sus exigencias evitaría que se
concretizase el mal con que amenazó. Satanás no lucha con limpieza. Puede ser todo
sólo un juego cósmico de desafío, en que la amenaza de una represalia postConsagración es un bluff, en que es el lado del enemigo que está intentando
desesperadamente ganar tiempo para un ataque que está preparando pero que aun no
está listo para ejecutar, y en que la Consagración haría de hecho parar, y no
desencadenar, la calamidad que nos amenaza.
Ya mencioné el slogan constante del Papa Juan Pablo II: ¡“No tengáis miedo”!
Pero, como vimos, tanto él como todos los otros Papas que intentaron responder a los
pedidos de Nuestra Señora de Fátima parecen haber temido mencionar a Rusia por su
nombre. Si este miedo debilitante es de una catastrófica represalia diabólica o
simplemente de consecuencias humanas normales – como retrasos en el ecumenismo,
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complicaciones políticas o vergüenza pública – es tiempo de denunciar el bluff de
satanás. El pedido de la Virgen María es simple. La Iglesia reconoció su autenticidad.
Todo lo que resta es hacer lo que Ella mandó.
Y el tiempo está pasando.
El Papa Juan Pablo II, hablando en 1980, dijo que el castigo de que Nuestra
Señora nos avisó ya no podría ser evitado, pero sólo mitigado. Es trágico pensar en la
cuantidad de sufrimiento humano que resultó de los males del siglo pasado – la “Guerra
aún peor” (Segunda Guerra Mundial) que Nuestra Señora había anunciado, el flagelo
del Nazismo, la subyugación de Europa Occidental, las persecuciones de la Iglesia en
Rusia, en España y aun hoy en China, y los millones sin cuenta de asesinatos que están
saliendo de la caja de Pandora del Bolchevismo – Lenin, Estalín, Mao, y hasta el
holocausto de los abortos por todo el mundo, todo eso tuvo su comienzo en la Rusia
Soviética. ¿Cuánto de todo esto podría haber sido evitado, si los pedidos de Nuestra
Señora hubiesen sido atendidos, digamos, ya por los años de 1930?
En los treinta años que pasaron desde que el Papa Juan Pablo II hizo estos
comentarios, además del ataque contra el propio Santo Padre, vimos la crisis moral
agravándose progresivamente en todo el mundo – la guerra contra los niños no-nacidos
se expande a la clonación y a la explotación de los embriones; exigencias de los
homosexuales se expanden de tolerancia por la perversión a intolerancia por el punto de
vista contrario; la cultura popular se está ahogando cada vez más en la violencia y en la
degradación.
A pesar de la bienvenida caída del régimen soviético, la arena global ha
presenciado guerras constantes en el Medio Oriente, genocidio en África, limpieza
étnica en los Balcanes, amenazas nucleares en Corea, el ataque del 11 de septiembre y
la ascensión creciente del Islamismo militante, la aceptación de la tortura y el espectro
del terrorismo a la escala mundial. El fenómeno de la globalización – que concentra
cada vez más el poder económico y político en cada vez menos manos y en entidades
cada vez mayores – ofrece potencial para el avanzo de la humanidad, pero también quita
cada vez más los poderes individuales, y hace el mal potencialmente más difícil de
combatir.
En las áreas grises de las sombras, en que los “actos de Dios” no siempre son
fáciles de separar de las obras de las manos humanas – tal vez manos humanas ayudadas
por interferencia diabólica – hemos visto una cascada de desastres humanitarios y
ecológicos: hambre, secas, fenómenos meteorológicos extraños, tsunamis, huracanes,
terremotos, incendios incontrolados y cambios climáticos, al mismo tiempo de grandes
avances en la tecnología de espionaje electrónica, nuevas enfermedades asustadores,
bebés prediseñados, y progresos en la tecnología de las armas químicas y biológicas.
Mucha gente ha observado alteraciones en el ambiente físico que los gobiernos y la
comunicación social rechazan a tratar.
Parecería obvio que, si el Santo Padre y los Obispos pueden, por un simple acto,
conseguir la conversión general de una de las mayores naciones del mundo y un período
de paz para todo el mundo, sería mejor hacerlo, cuanto antes, mejor. Además, del punto
de vista del demonio, hasta un pequeño retraso puede representar una codiciada victoria,
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si le permite desencadenar alguna peste nueva y desconocida – entendida literal o
figurativamente – sobre la Humanidad.
¿Quien sabe que planos se están perfeccionando en este mismo momento –
nuevos tiranos carismáticos, en preparación para conducir las masas en algún lugar en el
mundo, nuevos escándalos siendo orquestados para desestabilizar y derrumbar
gobiernos, nuevas visiones del mal desarrollándose en las mentes de terroristas, nuevas
maneras de minar el matrimonio y la vida de la familia, nuevas guerras entre naciones o
civilizaciones enteras, nuevos escándalos y persecuciones para lisiar la Iglesia?
¿Quién sabe donde él pueda estar escondiendo armas nucleares, conspirando
para colocarlas en manos equivocadas? ¿Quién sabe qué horrores pueda estar
perfeccionando en algún laboratorio desconocido, casi prontos para pasar de la fase de
estudio a las noticias de la tarde – una nueva enfermedad, un nuevo tipo de desastre
natural, una monstruosidad genéticamente manipulada, o una nueva arma de destrucción
en masa?
El tiempo no está de nuestro lado. El centenario de las apariciones de Fátima,
que se aproxima y se festejará en 2017, no será reconfortante si nos recordamos del
aviso que Sor Lucía recibió, hace más de 80 años, de Nuestro Señor – que Sus ministros
“en vista de seguir el ejemplo del Rey de Francia en la dilación de la ejecución de Mi
petición, también lo han de seguir en la aflicción”. Nosotros, tal como Sor Lucía,
conocemos el contexto de esta referencia. El 17 de junio de 1689, Nuestro Señor, a
través de Santa Margarita María, ordenó al Rey de Francia que consagrase su reino a Su
Sagrado Corazón. El monarca reinante, y cada uno de sus sucesores, tuvieron
conocimiento del pedido de Nuestro Señor, pero fueron aconsejados a que no lo
cumpliese, por cualesquier razones que deben haber parecido ser “prudentes” en ese
entonces. Exactamente cien años después, el 17 de junio de 1789 – que fue considerada
por algunos historiadores como la fecha del inicio de la Revolución Francesa – el Rey
Luís XVI fue confrontado por una Asamblea Nacional que lo desafió, después de los
acontecimientos trágicos que acabarían con su ejecución, cuatro años más tarde.
Del mismo modo, Papas sucesivos aplazaron el cumplimiento del pedido de María
para el Santo Padre efectuar una Consagración solemne de Rusia a Su Inmaculado Corazón
en unión con todos los Obispos católicos del mundo. ¡“Ora mucho por el Santo Padre”!
Nuestro Señor había dicho también a Sor Lucía: ¡“El la hará, pero será tarde! Sin
embargo el Corazón Inmaculado de María ha de salvar a Rusia. Le está confiada”.
Y así el tiempo sigue pasando.
¿Cómo Roma corresponderá?
Nuestra pelea – nos dice el Espíritu Santo a través de San Pablo – “no es
solamente contra hombres de carne y sangre, sino contra los príncipes y potestades,
contra los adalides de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus malignos en los
aires”. (Efés. 6:12) Nuestro adversario infernal nunca tuvo falta de colaboradores aquí
en la Tierra, y de estructuras y redes humanas a través de las cuales los organiza.
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Mons.
Joseph
R.
Rodericks, Obispo Emérito de
Jamshedpur, India, era amigo de
larga fecha y seguidor del Fatima
Center. El Obispo Rodericks
envió una carta a todos los
Obispos de India, incitándolos a
ir a la Conferencia La última
oportunidad para la Paz en el
mundo que tuvo lugar en Tuy
(España) y Fátima (Portugal) en
octubre de 2006. También en
2010, él envió varias cartas
animando sacerdotes, Obispos y
expertos en Fátima a asistir a la
Conferencia El Desafío de
Fátima, que tuvo lugar en Roma,
en mayo de este año. Mons.
Joseph R. Rodericks partió para
su recompensa eterna el 14 de
julio de 2010, a los 88 años de
edad. ¡Les rogamos rezar por el
eterno descanso de su alma!
Aunque su identidad esté siempre enmascarada y continúe oculta a los ojos de muchos,
en esta Conferencia quedé impresionado con la claridad con que tanto oradores como
participantes parecen conocer su enemigo y nombrarlo abiertamente. Tal vez la urgencia
de la hora haya sido superpuesta a los cuidados habituales.
La corrida ya empezó. No sabemos al cierto si el Señor nos dará los cien años
ciertos que concedió a los Reyes de Francia, o, si los dé, actuará precisamente en ese
momento. Pero, sin duda, debemos preguntar a nosotros mismos cómo estos siete años,
potencialmente preciosos, pueden ser usados con el mejor efecto para avanzar el triunfo
de Nuestra Señora, mientras Sus enemigos trabajan contra él, sabiendo que cada retraso
aplaza esa bendición y da más tiempo para que nuevos males florezcan.
De lo que podemos estar seguros es que, mientras hablamos, fuerzas siniestras
siguen reuniéndose a puerta cerrada, diseñando estrategias de muerte y destrucción para
la humanidad, de inmoralidad y de apostasía, de control de gobiernos e instituciones, y
esperando retrasar el reinado de Cristo, derribando Su Iglesia.
¿Cuál es la contra-estrategia que la Iglesia está preparando?
Como es evidente, la respuesta generalizada de todos los católicos sería practicar
y promover los actos de oración, penitencia y devoción al Inmaculado Corazón que Ella
pidió de todos nosotros, y rezar también, para que el Santo Padre y los Obispos cumplan
los papeles específicos que les fueron exclusivamente destinados; pero la cuestión más
fundamental es cómo nuestro Santo Padre se enfrenta personalmente a estos desafíos.
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Siguiendo la elección del Papa Benedicto XVI, el editor del periódico británico
Catholic Herald escribió en el periódico secular London Spectator: “Una de las alegrías
de leer Ratzinger es verificar como él, muchas veces, se desvía sutilmente de las
obsesiones de Juan Pablo; sería sorprendente si oyésemos alguna cosa más sobre Fátima
durante este pontificado”. Gracias a los Cielos, podemos desvalorizar esta análisis
como siendo típica de la parcialidad y de la ignorancia que encontramos diariamente en
los medios de comunicación, tanto católicos como seculares. La próxima visita de Su
Santidad a Fátima señala lo que las personas bien informadas ya sabían: de hecho,
tenemos otro Papa verdaderamente Mariano, que toma con “absoluta seriedad” la
intervención de Nuestra Señora en la Historia, al aparecer en Fátima.
Sin embargo, si nos recordamos del papel central del entonces Cardenal
Ratzinger en la presentación en el 2000, de la visión del Tercer Secreto como un libro
cerrado, tendremos que preguntar a nosotros mismos si (o, tal vez hasta que punto) él
cree personalmente que los avisos de Fátima ya fueron totalmente revelados, cumplidos
y consignados a la historia del Siglo XX, o resguardado por la protección táctica de esta
posición pública – él, también por detrás de puertas cerradas y en su corazón, está
esforzándose por resolver, todos los días, la carga de cómo corresponder al asunto
pendiente de Fátima.
Ha sido un cierto número de relatos fragmentarios y no confirmados que
levantan cuestiones fascinantes, y sería un buen desafío para los eruditos entre nosotros
si los verificasen. Un site católico de internet relató que, cuando el Cardenal Ratzinger
habló en la iglesia de San Pedro en Nueva York el 27 de enero de 1988, alguien le dijo:
“Eminencia, me gustaría que pidiese al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, que
consagrase a Rusia al Inmaculado Corazón de María, inmediatamente y en unión con
todos los Obispos del mundo”. La respuesta que supuestamente dio – simple, directa y
espantosa, a la luz de la política del Vaticano después de 1984 – fue: ¡“Yo sé que tiene
que ser hecha”!
En mediados de 2005, después de ser Benedicto XVI, diversas fuentes on-line
informaron sobre una historia que había aparecido en la edición de mayo-junio de la
revista francesa Sous la Bannière, en que una fuente anónima afirmó que el Cardenal
Ratzinger había dicho recientemente a un Obispo austríaco, que era su amigo: “Tengo
dos problemas de conciencia: el Arzobispo Lefebvre y Fátima. Cuanto al último, mi
mano fue forzada”. Sin imputar precisión al relato anónimo, si este fue verdadero, sería
muy interesante determinar qué mano forzó el Cardenal, y por qué razones.
Ciertamente el Santo Padre no es ingenuo cuanto a la guerra en que él y la
Iglesia están envueltos, los peligros de nuestro tiempo, las profecías de San Juan Bosco
y de San Pio X y otros, y el significado del horario de Fátima. Cosa interesante, me
dijeron que un visitante que estuvo en el Vaticano al año pasado aprovechó la ocasión
de un encuentro con el Santo Padre para preguntarle lo que consideraba ser el mayor
peligro con que la Iglesia se enfrenta hoy. Se puede imaginar sin dificultad la gran
variedad de preocupaciones posibles que el Papa Benedicto XVI podría haber citado:
¿El avance del secularismo del Estado? ¿La legislación contra la vida y la familia? ¿La
pérdida de la Fe? ¿El descontrol litúrgico? ¿La crisis de vocaciones? ¿El escándalo de la
pedofilia? ¿El colapso económico global? ¿La persecución de cristianos? ¿El Islam
militante? ¿Guerras, la SIDA, y otros problemas en el mundo?
http://www.fatima.org/span/crusader/cr96/cr96pg23.pdf
Su contestación reveladora – al mismo tiempo simple y directo – fue: “La
Masonería”.
Es evidente que, como San Juan Bosco previó, la Barca de Pedro está bajo
ataque. No necesitamos de basarnos en el género de informes no confirmados a que
acabé de referirme para saber que está sucediendo una lucha monumental, que el tiempo
es de importancia esencial, y que nuestro Santo Padre comprende lo que está en juego.
Como Juan Pablo II, que había dicho a sus oyentes en 1980 que se preparasen
para grandes dificultades y estuviesen prontos a dar hasta la vida durante la tribulación
que estaba viniendo, también el Papa Benedicto XVI enfatizó el tema del martirio.
Desde el inicio de su pontificado, en sus encuentros con los Obispos, los exhortó acerca
de la importancia de estar dispuestos a dar la vida por sus ovejas. En la Misa de su
propia instalación, habló bastante sobre la fidelidad hasta el martirio, que se espera de
los Obispos y del Santo Padre mismo. Y pidió a los fieles: “Recen por mí, para que yo
no huya con miedo de los lobos”.
Debemos realmente hacer eso. Ante el misterio de Fátima, el desafío de Fátima,
la cosa de que la Iglesia, el Santo Padre y todos nosotros necesitamos es tener presente
la exhortación tantas veces repetida por el Papa Juan Pablo II, pero que, en el caso de
Fátima, escapó a su ámbito: ¡“No tengáis miedo”!
A camino del fin de este tiempo de Pascua, haremos bien en recordar las
palabras que en cada año cantamos en la Secuencia de Pascua: Victimae Paschali
Laudes: “Mors et Vita duello conflixere mirando” – “La muerte y la vida están
luchando en un espantoso conflicto, en un admirable duelo”.
No importa cuán terrible sea la batalla; sabemos que ya fue ganada por Nuestro
Señor Jesucristo. Con esta confianza, podemos enfrentar el asunto pendiente de Fátima,
rezando para que se apresure el día en que nuestro Santo Padre consagre a Rusia, en que
Rusia se convierta, en que triunfe el Inmaculado Corazón de María, y en que sea dado a
la humanidad un tiempo de paz.
¡Muchas gracias!
Nota: Presentamos aquí una versión un poco más detallada que el texto presentado en la
Conferencia, una vez que, por razones de tiempo, algunas partes fueron omitidas o
parafraseadas durante su presentación.
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