El Que Se Gloría, Gloríese En El Señor

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EL QUE SE GLORÍA, GLORÍESE EN EL SEÑOR
El Que Se Gloría, Gloríese En El Señor
Según las Escrituras, el hombre no tiene nada en sí mismo de que enorgullecerse, ya que
está perdido y condenado por su pecado. En Cristo, el redimido se jacta de la obra de Jesús y
agradecido lo alaba continuamente, tributándole toda gloria y alabanza. Una de las características
de la nueva criatura en Cristo es el aborrecimiento de los métodos de la sabiduría humana. “para
que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Cor. 1:31, RV 1960). “Si alguno
quiere enorgullecerse, que se enorgullezca del Señor” (Dios Habla Hoy).
Es interesante notar que las palabras que el profeta Jeremías atribuye a Jehová (Jer. 9:2324), el apóstol Pablo las atribuye a Jesucristo (1 Cor. 1:31; 2 Cor. 10:17), lo cual es una
indicación de la deidad del Señor. Para nuestro estudio, y siguiendo el hilo del tema, aquí
aprendemos además que no todo orgullo es malo. Hay una clase de orgullo que tiene su enfoque
en la obra de Dios y que es aprobado por el Señor. “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su
sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese
en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo mismo soy Jehová, que
hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero” (Jer. 9:23-24).
El gloriarse (gr. “kaucaomai”, jactarse, enorgullecerse) que menciona el apóstol Pablo,
tiene una razón elevada y noble, pues mira a Cristo el autor y consumador de la fe. “El origen y la
naturaleza del evangelio muestra que no le queda al hombre nada de qué gloriarse delante de
Dios en cuanto a su salvación y esperanza de vida eterna (Romanos 3:27). Pero sí puede y debe
gloriarse en el Señor porque él es la fuente de toda bendición espiritual para el hombre en Cristo
(Efesios 1:3). El hombre todo lo debe a Dios, y por eso debe expresarle continuamente su
agradecimiento...” (Notas sobre 1 Corintios, Bill H. Reeves).
Entonces, ¿hay algún motivo en nuestra vida para jactarnos? ¿Apreciamos debidamente lo
que Cristo ha hecho por nosotros? Debemos arrepentirnos del orgullo propio, la jactancia y la
vanidad. Dios aborrece los ojos altivos (Prov. 6:16-17). Si el centro de nuestra jactancia somos
nosotros mismos seremos quebrantados (Prov. 16:18). En cambio, la jactancia que Dios aprueba
es la que se enfoca en Cristo como el centro de nuestro orgullo y gloria. Este tipo de jactancia en
la práctica es humildad y gratitud (2 Cor. 10:17). Este tipo de jactancia es el reconocimiento de lo
que somos delante de Dios.
El humanismo actual promueve el egocentrismo, el orgullo y la jactancia personal. La
satisfacción se encuentra en superar a otros y ser mejor que otros. Según el humanismo el
hombre es la realidad final que determina para sí mismo lo que es bueno o malo. Todo gira en
torno al hombre. Se habla mucho de la autorrealización (libertad de las inhibiciones y temores, la
verdad relativa, el amor propio y la confianza en uno mismo). Muchas filosofías modernas son
fundamentadas en el humanismo secular, el cual promueve el disfrute de los deleites temporales
del pecado. Ni hablar de Dios y su palabra. El hombre es el centro del universo.
El sectarismo moderno promueve el egocentrismo, el orgullo y jactancia personal. La
satisfacción sectaria consiste en superar a otros grupos religiosos en práctica y doctrina. Se
produce competencia entre los líderes para mostrarse “competentes” frente a la “incompetencia”
de los otros. Se habla mucho de la pertenencia a un grupo religioso, porque todo hombre debe
pertenecer a un grupo para su satisfacción religiosa, y el grupo es el centro de la atención.
Entonces, la religión debe satisfacer el deseo de autorrealización del ser humano, proveyendo las
herramientas sociales que le permitan “surgir” en la vida. Según muchos, el grupo debe ser
atractivo, dinámico, interesante, moderno y entretenido, un grupo que predique el pseudoevangelio que desea oír el hombre carnal. De ahí que se debe predicar las características
impresionantes de la denominación (reglas y normas) y los errores de los otros grupos, que son
incompetentes frente a la dinámica moderna e interesante de la denominación más influyente.
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Por Josué Hernández
www.JosueEvangelista.com
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EL QUE SE GLORÍA, GLORÍESE EN EL SEÑOR
Así, pues, la satisfacción sectaria se encuentra en pertenecer a una denominación, donde
Cristo ya no es importante, porque se predica un evangelio humanista-sectario no Cristo-céntrico,
por el cual la denominación es defendida y promovida frente a las otras.
¿Cuántos llamados “cristianos” caen en lo mismo? La busca del poder y la gloria. La
competencia por predicar, ¿quién predica más y mejor? La competencia por alcanzar alguna
promoción y caer bien los predicadores con influencias, y como niños se pelea “yo lo vi primero”.
Elevar al “clero” a ciertos predicadores (Misionero, Ministro, Reverendo, Doctor, etc). Algunos ven
al evangelista como cabeza de las iglesias, “el encargado de la obra”, “el supervisor del distrito”.
La polarización en torno al predicador, por la cual el predicador llega a ser un Cacique de la tribu.
El predicador es “predicado” y “defendido”. Pero, ¿qué aprendemos de la Biblia? La Biblia dice que
debemos predicar a Jesucristo y defender su doctrina (1 Cor. 1:23-24; Fil. 1:17).
Para nuestro asombro, son varios los que predican al grupo y su doctrina: “Conozca lo que
predicamos”, “Somos el mejor grupo, nosotros estamos en todos los países del mundo”, “La
iglesia de Cristo enseña lo que es correcto”, “La iglesia de Cristo manda esta doctrina”, “La iglesia
de Cristo es la salvación”.
¿Qué hacer en medio de tanto orgullo carnal? Debemos enfocarnos en Cristo. El Padre
Celestial quiere que escuchemos a Jesús (Mat. 17:5). Él ha traído la revelación final para nosotros
(Heb. 1:2). No podemos ser del pueblo de Dios sin escuchar a Jesús (Hech. 3:22-23). Jesucristo
es la única esperanza que tenemos (Hech. 4:12). Si usted viene a Jesús jamás se va a equivocar
(Jn. 12:48). Por lo tanto, debemos agradar a Cristo. No debemos agradar “al grupo” (Gal. 1:10; 1
Tes. 2:4). Es Jesús quien será nuestro juez en el día final (2 Cor. 5:10, Hech. 17:30-31). ¿Cree
usted que le juzgará “el grupo” en el día final?
Entonces, ¿cuál será el enfoque de nuestro orgullo? ¿Nosotros o Cristo? ¿A quién
predicaremos (1 Cor. 1:23-24)? Nadie puede predicarse a sí mismo y a Cristo al mismo tiempo.
Usted debe elegir. No puede seguir a Cristo en comunión con los orgullosos. El sectarismo no
cumple el deseo de Jesús de un cuerpo de creyentes unido (Jn. 17:20-23; Mat. 16:18). Si usted
viene a Cristo, él le mostrará la iglesia que ganó con su propia sangre (Mat. 16:18; Hech. 2:47).
Mientras varios cometen el error de ir a una secta para conocer a Cristo, usted haga lo correcto,
venga a Cristo primero, para que él lo añada a su iglesia (Hech. 2:47).
CONCLUSIÓN
Según los hombres carnales del tiempo del apóstol Pablo, los cristianos eran necios y
débiles (1 Cor. 1:27), viles y menospreciados (v.28), y el evangelio de Jesús era una locura y un
tropezadero (v.23). Sin embargo, los de noble corazón se conmovieron ante la obra redentora de
Jesús (1 Cor. 1:24), para venir a él (Mat. 11:28-30) en sincera obediencia (Hebreos 5:9) y ser
salvos (Hech. 2:47; Ef. 5:23).
No necesitamos un evangelio atractivo según el estándar del mundo. Muchos han
sucumbido a la tentación de ofrecer un evangelio moderno, dinámico y divertido para no quedarse
atrás con la corriente progresista. Se pelean los bandos de cada grupo, pero no se defiende la
verdad de Cristo. Se pelean los exponentes de las diversas tendencias doctrinales, pero no se
predica la palabra de Cristo. El hombre ha dejado a un lado a Cristo y tiene una actitud negativa
ante las verdades de la Biblia. Lamentablemente, para ellos la Biblia es una obra de consulta, pero
no es la regla en doctrina y práctica.
Mientras los orgullosos se jactan de sí mismos en los diversos grupos del sectarismo
actual. Usted puede oír al Cristo vivo y verdadero que le invita con amor. “Venid a mí todos los
que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mat. 11:28-30).
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Por Josué Hernández
www.JosueEvangelista.com
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