Los síntomas eran claros e inequívocos, y los médicos no se

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UN SOLO CORAZÓN PARA LOS DOS
por el Hermano Pablo
Los síntomas eran claros e inequívocos, y los médicos no
se hicieron ilusiones. El cuerpo de Donna Ashlock, de
diecisiete años, empezaba a rechazar el corazón de Félix
Garza, de quince, implantado en ella tres años antes. A la
muchacha la llevaron al hospital y la pusieron en cuidados
intensivos. Pero la naturaleza respondió negativamente, y
Donna murió el 7 de marzo de 1989. Durante tres años ella
había vivido con el corazón de Félix. Dos personas, dos
seres, dos vidas jóvenes: un solo corazón.
He aquí el ideal de todo noviazgo, de todo matrimonio. Dos
vidas, dos personas, dos voluntades, pero un solo
corazón. Un solo corazón para tener los mismos
sentimientos, sufrir las mismas penas, gozar las mismas
alegrías.
Félix murió de un aneurisma cerebral. Presintiendo su
muerte, había donado su corazón a Donna, que lo
necesitaba. Donna tenía catorce años, y vivió tres años
con el corazón de Félix.
¿Qué hace que un matrimonio sea estable y duradero?
El amor. ¿Cómo se fundamenta el buen amor? Cuando
ambos corazones, el de él y el de ella, laten al unísono.
¿Cómo hacer que ambos corazones latan juntos? Ese
es el gran secreto de un matrimonio duradero, estable y
feliz. ¿Cómo se logra eso? La palabra clave es
«compromiso». Esos votos que uno y otro se hacen ante el
clérigo, los testigos y Dios, tienen que ser más que sonidos
y articulaciones. Tienen que estar fundamentados en un
compromiso, una lealtad, una unión de por vida. No puede
haber siquiera la posibilidad de separación o divorcio. El
compromiso es la clave. Él jura lealtad y amor eterno a
ella, y ella jura lealtad y amor eterno a él.
Creemos que todo matrimonio comienza con esos
ideales, pero algo pasa: enfriamiento, hastío, disgusto
y, a partir de ahí, peleas e infidelidades, y al final el
divorcio.
¿Qué ha ocurrido en los matrimonios fracasados? Para
responder a eso hay que apelar a lo espiritual. El salmista
dijo: «Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan
los albañiles» (Salmo 127:1). Es que los cónyuges hicieron
caso omiso del gran edificador de hogares.
Si Dios no es el centro de nuestra vida y de nuestro hogar,
fracasará nuestra familia. Cristo está a la puerta de nuestro
matrimonio y nos pide que le permitamos entrar.
Abrámosle hoy la puerta de nuestro corazón y de nuestro
matrimonio.
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mensaje a la conciencia
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