El Palacio de Bellas Artes y el patrimonio cultural

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El Palacio de Bellas Artes
y el patrimonio cultural
Víctor Jiménez*
T
odos sabemos, en términos generales, por qué
se justifica que reflexionemos para dirigir nuestra atención hacia el Palacio de Bellas Artes en estos días, y también por qué debemos hacerlo en el
seno de una reflexión sobre el patrimonio cultural.
En un pasado reciente no se nos hubiese ocurrido, por ejemplo, que fuese posible hablar hoy, sin
exceso, de la destrucción del Palacio de Bellas Artes para referirnos a lo que se hizo con su espacio
más importante (y que es su razón misma de ser).
Creíamos que la noción de patrimonio cultural estaba tan arraigada en nuestra sociedad que el término “peligro” había desaparecido del horizonte
de ciertas obras de valor incalculable. Los riesgos
podían provenir de catástrofes naturales, pero no
de la mano del hombre, suponíamos, sobre todo
si se trataba de los bienes propiedad de la nación,
particularmente de aquellos que se encuentran en
manos de los responsables, por ley, de cuidar su integridad artística e histórica.
Es por ello que lo primero que nos preguntamos,
al saber de la magnitud del daño infligido —hace escandalosamente poco tiempo— a la Sala Principal
de Bellas Artes, es cómo sucedió lo inconcebible, lo
inadmisible, lo arteramente planeado, ejecutado y,
4 Litoral e
En un pasado reciente no se nos hubiese
ocurrido, por ejemplo, que fuese posible
hablar hoy, sin exceso, de la destrucción
del Palacio de Bellas Artes para referirnos
a lo que se hizo con su espacio más importante (y que es su razón misma de ser).
* Arquitecto por la UNAM, ha sido profesor de Historia de la Arquitectura y de Proyectos en la Facultad de Arquitectura de la UNAM,
así como Director de Arquitectura del INBA. Restauró las casas de
Juan O’Gorman para Diego Rivera y Frida Kahlo de San Ángel Inn
y el Museo Experimental “El Eco”, de Mathias Goeritz. Es autor
de numerosos artículos, libros y exposiciones sobre arquitectura
mexicana, desde el periodo colonial hasta el siglo XX, lo mismo que
de diversas investigaciones sobre la obra literaria y fotográfica de
Juan Rulfo. Director de la Fundación Juan Rulfo desde 1998.
La presente conferencia fue impartida por el autor en la Escuela Nacional de Antropología e Historia el 13 de agosto de 2011.
para colmo, falaz y tramposamente justificado. Que un edifico del mayor valor
artístico, emblemático de lo que entendemos como “patrimonio cultural” en México, protegido por una declaratoria de ley
que establece su calidad de monumento
artístico y que, en consecuencia, sólo se
debe tocar con el mayor cuidado, hubiese sufrido una agresión tan burda es un
crimen, pero también algo que no carece
de antecedentes. Algunos se remontan a
la época en que no había conciencia de
nuestra responsabilidad como sociedad
hacia el patrimonio cultural, y podemos
ejemplificar con dos casos de los años sesenta, cuando el clero intentó llevar hasta el final,
después del incendio de 1967, la acción del fuego al
interior de la Catedral de la Ciudad de México. Lo
que deseaban los religiosos en ese edificio, del que
no son propietarios, era tirar el viejo coro del templo. Podemos hablar también del regente Ernesto
Uruchurtu cuando intentó demoler todas las construcciones del costado norte de la calle de Tacuba
para ampliarla: hay que recordar que, a diferencia de
lo que es moneda corriente hoy, el entonces director
Lo primero que nos preguntamos,
al saber de la magnitud
del daño infligido —hace
escandalosamente poco tiempo—
a la Sala Principal de Bellas Artes,
es cómo sucedió lo inconcebible,
lo inadmisible, lo arteramente
planeado, ejecutado y, para
colmo, falaz y tramposamente
justificado.
Litoral e 5
caminos
el hombre en el cruce de
6 Litoral e
general del Instituto Nacional de
Antropología e Historia, Eusebio
Dávalos Hurtado, se plantó en la
calle para impedir el paso de quienes pretendían “remozar” de esa
forma el Centro de la Ciudad de
México.1
En aquella década, empero,
había indicios de un cambio de
actitud: en 1964, México se convertía en país signante de la Carta
de Venecia y en fundador, el año
siguiente, del ICOMOS (organismo que adoptó la Carta como
documento de origen), así que el
futuro parecía menos ominoso.
1
Debo esta información al arquitecto Rogelio
González Medina.
Porque las batallas de
la Catedral y la calle de
Tacuba, con las nuevas
armas de la Carta y el
peso de una UNESCO
no mercantilizada, y
por tanto muy diferente de la actual, se ganaron. En 1972 se promulgó la Ley Federal
sobre Monumentos y
Zonas Arqueológicos,
Artísticos e Históricos,2 que fue un paso
quizá insuficiente pero
no desdeñable hacia su
respeto y conservación.
En la década de 1980, en fin, se quiso pasar una línea
del metro por el Zócalo y el proyecto pudo abortarse
por la oposición, entre otros actores, del sindicato
del INAH. No obstante, la arquitectura de los siglos
XIX y XX no gozaba todavía de un reconocimiento
generalizado sobre su valor y continuó, pese a algunos esfuerzos, la destrucción de la misma. Hasta
hoy: un remanente de ese desprecio se encuentra, sin
duda, en la desenfadada actitud con la que se destruyó el principal recinto del Palacio de Bellas Artes,
aunque la agresión debió hacerse sin informar sobre
sus verdaderos alcances y ejecutarse a puerta cerrada, revelándose así que los responsables sabían que
actuaban contra la ley y contra lo que podía aceptar
la sociedad, a la que pretendían enfrentar con un fait
accompli presuntamente irreversible.
2 Publicada en el Diario Oficial de la Federación el 6 de mayo de 1972, con
modificaciones publicadas el 13 de enero de 1986.
Ahora vemos con claridad que ha existido, en
los hechos, un proceso mediante el cual la idea de
un patrimonio cultural que debe ser defendido se
fue desvaneciendo (sobrevivió en el discurso oficial
y daré un ejemplo de ello) en los últimos lustros,
para dejar su lugar a una colección de propuestas
“exitosas” en el territorio mercantil y mediático
vulgar. Lo “cultural” dejó de ser, en un lapso muy
breve, perdonando el anglicismo, highbrow, para
amanecer lowbrow. Me explico: ya no sería motivo de reflexión intelectual, sino de legitimación
de un mercado que depende de los gustos del rebaño. Iván Franco, en un libro reciente,3 expone
cómo las acciones culturales a cargo del Estado
han sido minimizadas con “recortes presupuestales, propuestas legislativas de corte privatizador,
nombramiento de funcionarios ineptos, facciosos
y demás”, y no debe sorprendernos, en modo alguno, que alguien como Teresa Vicencio haya llegado,
gracias y no a pesar de sus limitaciones, a la dirección del Instituto Nacional de Bellas Artes, y que lo
hiciese con la idea de convertir al ahora ex Palacio
de Bellas Artes en algo muy cercano a los espacios
que administra una empresa como OCESA, es decir,
con la mente puesta en espectáculos más propios
del show business. En este punto quiero citar a Manfredo Tafuri y Francesco Dal Co, grandes historiadores italianos de la arquitectura, quienes aseguraban que no se trata de hablar sólo de las formas de
los edificios, sino de lo que las mismas ocultan. Lo
hecho en el ex Palacio de Bellas Artes lo exige, aunque Vicencio argumente que sacar a la luz lo que
no desea que veamos sea “politizar” la discusión.
3
¿Quiénes lucran con el patrimonio cultural en México?, Mérida: Unas letras, 2011.
Pero no podemos atenderla: ella eligió la política
de favorecer los negocios por encima del respeto al
patrimonio cultural, y es en este territorio donde
debemos incursionar, precisamente.
A diferencia de los sesenta, las nuevas amenazas
al patrimonio cultural no provienen sólo de la ignorancia, sino de una involución cultural. Estamos
frente a lo que Iván Franco llama el “giro neoliberal” en la concepción de la cultura de gobiernos e
instancias como la UNESCO: a mediados de la década de 1990 aparecieron síntomas de esa regresión
frente al patrimonio cultural en México, cuando algunos dilettanti aprobaron y ejecutaron los pastiches
que liquidaron la autenticidad de conocidos edificios coloniales de Oaxaca, como si no existiesen la
Carta de Venecia e ICOMOS. El “caso Oaxaca”, que
no es todavía historia pasada, evoca las falsificaciones decimonónicas de Viollet-Le-Duc, que tanto
adulteraron el patrimonio cultural francés, pero los
resultados no parecen importar a muchos, pese a
que se denunció reiteradamente que ahí se estaba
perpetrando una disneylandia neocolonial. La relativa indiferencia podría deberse a que no estamos
aquí frente a una arquitectura de gran reconocimiento exterior (la colonial no pasa de ser pintoresca, en el mejor de los casos, y muchos extranjeros la
encuentran incluso tétrica), y el marketing de matriz
turística que la eligió como
experimento exitoso pudo
llegar al final y festinarse
como modelo hasta nuestros días, con el turismo de
masas a la vista.
La intención de atornillar
miles de focos de colores a las
pirámides de Teotihuacan,
Litoral e 7
Los precedentes consumados en Oaxaca y
frustrados (hasta ahora)
en Teotihuacan se combinaron en el caso de Bellas
Artes, y los promotores
del marketing cultural
articulados con funcionarios inevitablemente
ineptos, como establece
Iván Franco, ya que no
puede ser de otra manera, entregaron el Palacio a
un equipo integrado por
arquitectos y técnicos del
sector más comercial de
sus profesiones.
8 Litoral e
consumada en parte hace un par
de años y luego revertida, elevó la
alarma ante la magnitud de la ignorancia que revelaba, condición
de la dócil entrega del patrimonio
cultural a la mercantilización más
vulgar. Pero Teotihuacan, a diferencia de los edificios coloniales,
sí figura en el elenco de la arquitectura reconocida en el ámbito
académico mundial, y los estudiosos que se ocupan de ella hicieron valer sus razones. Son, después de todo, al menos algunos,
más estrictos que los dilettanti que
suelen fatigarnos con su pasión
colonial, en general señoras (por
la vocación de género que explica
Pierre Bourdieu) que cambiaron
las formas de socialización de sus
madres y abuelas por una pasión
historiográfica que tampoco desdeña las sacristías. Pero la alarma
no es cosa del pasado: el nuevo
gobernador del Estado de México, elegido por Peña Nieto y la
burocracia electoral de esa entidad, anunció en su campaña que
retomaría la idea de convertir la
antigua ciudad arqueológica en la
versión mexiquense de Las Vegas.
Los precedentes consumados
en Oaxaca y frustrados (hasta
ahora) en Teotihuacan se combinaron en el caso de Bellas Artes, y
los promotores del marketing cultural articulados con funcionarios
inevitablemente ineptos, como
establece Iván Franco, ya que no
puede ser de otra manera, entregaron el Palacio a un equipo integrado por arquitectos y técnicos
del sector más comercial de sus
profesiones, ignorantes a lo largo
de toda su trayectoria de cualquier noción sobre lo que implica
intervenir en un edificio declarado patrimonio cultural, técnica y
legalmente (aunque sabían, como
dije, que actuaban contra la ley).
El contratista que se llevó la parte del león, según los datos que se
han revelado, es quien destruyó la
maquinaria teatral original (a pesar de que ésta funcionaba bien,
según un estudio del Instituto de
Ingeniería de la UNAM que dio a
conocer Carmen García Bermejo,
de El Financiero)4 para instalar una
nueva, escandalosamente cara y
que funciona mal. Esta sustitución innecesaria se llevó más de
420 millones de pesos de los casi
700 del monto total del gasto, según revela Alida Piñón, de El Universal.5 Quien ha hablado por la
empresa proveedora de la maquinaria escénica (sería Teletec, según un reportaje previo de García Bermejo)6 es el señor Phillipe Amand. La sustitución
de la acústica original
4
El Financiero, 17 de agosto de 2011.
El Universal, 15 de agosto de 2011.
6 El Financiero, 2 de febrero de 2011.
5
por bocinas estuvo a cargo de la misma Teletec, propiedad de unos señores Alexander emparentados con una actriz cuyo género histriónico
es el más comercial. Teletec, según la misma Alida
Piñón, cobró 37 millones y medio de pesos por llenar
la sala de Bellas Artes con bocinas. Un experto en el
tema nos confió que Teletec es ampliamente conocida como proveedora de efectos de sonido en espectáculos como ferias, conciertos de rock y cosas así.
No puede extrañarnos que el modelo a seguir que
mencionó Phillipe Amand al exaltar las bondades de
la nueva maquinaria teatral fuese el Cirque du Soleil, que le debe parecer el epítome del refinamiento
cultural y, por lo tanto, buen ejemplo de lo que Vicencio considera debería ser la vocación “multiusos”
de Bellas Artes, que ha aparecido furtivamente en su
discurso y en la programación misma del ex Palacio, cada vez más
abiertamente mercantil. No
es casual que el crítico musical de Reforma, Lázaro Azar,
hable ya del Vicencio’s Convention Hall para referirse al
ex Palacio de Bellas Artes.
García Bermejo publicó
también un reportaje7 en que
rastrea la trayectoria de Teresa Vicencio al frente del Centro
Cultural Tijuana,
7
cuyo auditorio le sirvió de campo de pruebas
para lo que ejecutaría en Bellas Artes. Vicencio cruzó la frontera para observar las bondades
del show business californiano, que decidió importar
a la ciudad donde se formaba como empresaria cultural, en una especie de curso de capacitación que
el PAN le otorgó, a cargo de nuestros impuestos,
como parte de la cuota a ciertas familias de ese partido con las que se deben cerrar viejas heridas
(esa beca asciende hoy a un millón y medio
de pesos anuales, más prestaciones, como
publicó Alida Piñón en El Universal).8
Ahora sabemos que cuando llegó
a Bellas Artes la señora
traía en la maleta el
El Financiero, 2 de febrero de 2011.
Universal, 16 de agosto de 2011.
8 El
Litoral e 9
La idea de que Bellas Artes fuese un edificio protegido por la
ley jamás les preocupó, y con
ese desenfado decidieron acabar con lo existente al margen
de cualquier consideración hacia su vocación cultural, integridad arquitectónica y funcionalidad originales. Ellos apuestan
por los buenos negocios y éstos
requieren un aspecto moderno.
Lo que hoy vemos los escépticos
en el espacio que ocupó la Sala
es la butaquería más vulgar, un
sonido sensurround para antros,
iluminación de discoteca y una
maquinaria escénica para presentar saltimbanquis.
10 Litoral e
manual de Tijuana: no tenía otro. Sin descartar el
poderoso móvil del beneficio económico que obtuvieron algunos contratistas, los miembros del equipo de funcionarios y proveedores de equipos que se
fueron sobre el ex Palacio actuaron como si fueran
a remozar algún auditorio cualquiera (caso de Tijuana), o de reabrir con nuevas funciones un viejo
y destartalado cine comercial del Distrito Federal.
La idea de que Bellas Artes fuese un edificio protegido por la ley jamás les preocupó, y con ese desenfado decidieron acabar con lo existente al margen de cualquier consideración hacia su vocación
cultural, integridad arquitectónica y funcionalidad
originales. Ellos apuestan por los buenos negocios
y éstos requieren un aspecto moderno. Lo que hoy
vemos los escépticos en el espacio que ocupó la
Sala es la butaquería más vulgar, un sonido sensurround para antros, iluminación de discoteca y una
maquinaria escénica para presentar saltimbanquis, sin olvidar revestimientos de salón de fiestas
de la colonia Narvarte, como una chapa de nogal
que ha sido rápidamente recalificada por algunos
como “melamina ponderosa”, evocando la vieja publicidad de una cadena de mueblerías famosa por
KATHARSIS
su mercadería corriente. Este revestimiento ha comenzado a desprenderse,
como cabía esperar.
William Blake, el gran poeta y dibujante inglés de finales del siglo XVIII,
dijo en sus Proverbios del Infierno que la
hipocresía es el homenaje que el vicio
rinde a la virtud. Un razonamiento similar es el que explica que, pese a tener ya en mente el proyecto de destruir
la Sala de Bellas Artes, Teresa Vicencio leyese a finales de julio de 2009, a
unos días de haber asumido el cargo
que hoy detenta, un “Programa de Fortalecimiento del Resguardo del Patrimonio Artístico”,9 donde destacaba la
“vinculación efectiva con las
organizaciones ciudadanas
como coadyuvantes de la divulgación y protección del
patrimonio cultural”. Ahora
nos queda claro que “patrimonio cultural” eran palabras utilizadas por ella como
mero conjuro retórico. En lugar de eso, es decir, de
preocuparse por la “protección del patrimonio cultural”, en agosto de 2011 desconoció la autoridad
de ICOMOS México, que le ha resultado absolutamente incómoda desde que en diciembre de 2010
la presidenta del organismo, Olga Orive, denunció
la destrucción de Bellas Artes como un hecho inaceptable y no negociable. A partir de la visita a
México, en mayo, de Gustavo Araoz, presidente de
ICOMOS internacional, Vicencio dirigió su estrategia a negociar con este funcionario y gente de su
círculo, mientras diseñaba la absolución mediática
que requería y después encargó a ocho “expertos”
(entre personas de confianza de Araoz, un estu-
diante de arquitectura y algunos más especialistas
en cualquier cosa) mediante 700 dólares (más gastos) por cabeza. Ellos redactaron y rubricaron una
especie de Acta de descargo sin valor legal alguno,
luego de sesionar a puerta cerrada y de espaldas a
los críticos de quien los había contratado. La enseñanza de todo esto es que incluso los destructores
más decididos del patrimonio cultural sienten la
necesidad de rendir homenaje verbal a la “protección” del mismo antes de llamar a la compañía de
demoliciones, y si las cosas se complican pueden
encargar después el lavado de imagen que su presupuesto les permita. Los expertos de 700 dólares,
según El Universal, fueron Salvador Aceves, Carolina Castellanos, Ignacio Gómez Arriola, William
Monge, Louise Noelle, José de Nordenflycht, Francisco Pérez de Salazar y Juan Ruesga.10 La señora
Vicencio, lejos ya de los homenajes al discurso del
“patrimonio cultural” que hacía en 2009, sostiene
en una entrevista reciente “que en el ‘remozamiento’ no hubo daño alguno al patrimonio arquitectónico”, pero quizá son palabras que sólo mencionó
su entrevistadora de Proceso, y aparecen apenas
una vez, dichas de paso, en un largo alegato en que
la funcionaria defiende la nueva versatilidad de la
Sala y expresa sobre todo su asombro ante el “fenómeno mediático”, como lo llama, que despertó la
destrucción de ese recinto. Es decir, denuncia un
ruido, no entiende qué lo causa y sale a defender su
carrera como empresaria de espectáculos. La indignación de la sociedad civil le resulta inexplicable y
no comprende que la actitud de los medios ha sido
de responsabilidad hacia el patrimonio cultural de
nuestro país, algo que debe encontrar anacrónico
(en diciembre hablaba de “diferencia de gustos”,
como si la estética no existiese en el ámbito de la
arquitectura, para no hablar de la autenticidad de
un bien cultural, tema ajeno a consideraciones so-
9
10
Agradezco a Alfonso Suárez del Real haberme permitido conocer este documento.
Excélsior, 10 de agosto de 2011, la autoría de esta nota es de Luis Carlos
Sánchez.
Litoral e 11
12 Litoral e
tormento de cuauhtemoc tormento de cuauhtemoc tormento
bre el gusto). Sólo vislumbra una conspiración.
El diario Reforma inició en diciembre de 2010
una serie de artículos y entrevistas a cargo de
Óscar Cid de León y otros reporteros, que tuvo
gran eco. Lo mismo han hecho Sonia Sierra y
Alida Piñón en El Universal, Carmen García Bermejo en El Financiero y Luis Carlos Sánchez en
Excélsior. Hablar de ellos es hacerlo de sus secciones culturales, claro, y seguramente olvido a
algunos periodistas y medios que también pertenecen a este elenco de conspiradores. Proceso publicó en diciembre dos textos de Alberto
Pérez Amador enviados por él, y en enero una
entrevista a Olga Orive, con otras en febrero,
aparte de la ya citada de Vicencio. La Jornada se
ha mostrado más bien amable en sus críticas,
ellos sabrán por qué.
Las declaraciones de Vicencio a Proceso ob-
tuvieron la respuesta de Alfonso Suárez del Real y Alberto Pérez-Amador, cuyas cartas
fueron publicadas por la revista. No ocurrió lo mismo con la
que yo les dirigí, y por lo mismo la reproduzco ahora:
Señor director:
A Teresa Vicencio le diseñaron una política para reducir
a tema mediático (lo dice en la
entrevista que, ¡al fin!, concedió
a Judith Amador) la destrucción de la Sala del ex Palacio de Bellas Artes: 1) Convocó a una reunión a modo (a 700
dólares por cabeza, más gastos), excluyendo
a sus críticos e ignorando que ICOMOS dijo
a sus miembros presentes en la junta que
no podían hablar en su nombre. 2) Elaboró
un boletín, alargado con entrevistas, en que
proclama que sus invitados —uno de ellos
estudiante de arquitectura y los demás ni
eso, o especialistas en cualquier cosa ajena al
ex Palacio— son grandes técnicos en la materia, y que al bendecir la destrucción de Bellas Artes cerraron un barullo injustificado.
La estrategia de Vicencio, hoy, es proclamar que debe acabar el ruido, como hace el
gobierno federal ante el profundo, intolerable sufrimiento que agobia a nuestro país: no
se hable más de ello y seamos “positivos”.
Atentamente,
Víctor Jiménez
nueva democracia nueva democra
Lo que el público necesita saber es que la
Sala de Bellas Artes, más temprano que tarde,
será restaurada a su estado original, recuperando su integridad artística y la seguridad
que ofrecía al público, sin olvidar el escenario
(aunque ya no pueda presentarse ahí el Cirque
du Soleil), y que eso costará mucho menos que
los 700 millones de pesos que causó su destrucción. Los críticos no nos desviaremos de
esa meta.
Capítulo aparte merece la integridad del
público: de ser una sala segura, la de Bellas
Artes se convirtió en una de “ALTO RIESGO”, según la califica, con mayúsculas, la
Secretaría de Protección Civil del Gobierno del Distrito Federal en el documento
oficial emitido ante la presión de la opinión calificada de quienes lanzamos la voz
de alarma. Sin embargo, para entender por
qué se cometió tal acto de irresponsabilidad es necesario recordar el contexto de
frivolidad e ineptitud que ha regido todas
las decisiones tomadas sobre Bellas Artes.
El primer presidente de CONACULTA en
este sexenio, Sergio Vela, conocido dilettante musical, decidió retirar la maquinaria escénica instalada
por Boari (y protegida por la misma ley que declaró
Monumento Artístico al Palacio) con el fin de poder regresar como director escénico de una ópera,
en la forma que lo había hecho ya con El oro del
Rhin, costosísima producción multianual que
pude ver más por disciplina que por placer, y
que le redituó ganancias nada despreciables,
como se publicó en la época. El nuevo foro debía permitirle presentar espectáculos aún más
vistosos. Vela ya había colgado con cuerdas a
las cantantes, convertidas así en trapecistas, y
en estos días se ha vuelto a presentar en el escenario del ex Palacio de Bellas Artes un show
de cantantes voladoras. La conversión de Bellas Artes en circo es estúpida, pero adicionalmente, y por las mismas razones (facilitar el
desplazamiento de los saltimbanquis), alguien decidió eliminar la pendiente inferior al 2 por ciento
del piso del escenario, sin pensar en las consecuencias que esto acarrearía: la visibilidad de la sala
quedaba irremediablemente afectada (simplemenLitoral e 13
Como colofón
el nuevo piso escalonado disminuyó
la altura libre entre
éste y el techo de la
parte posterior de la
luneta, y fue necesario suprimir cientos
de plazas, cuyo vacío
se intentó disimular
colocando una inútil
e inmensa caseta en
esa zona, clausurando de paso una salida de emergencia.
¿Puede concebirse
mayor ineptitud profesional?
te no se vería el suelo del escenario desde la luneta). Ampliaron el
presupuesto para irse ahora sobre
la geometría del piso de la luneta
y los niveles superiores, eliminando en la primera la pendiente de
doble curvatura que permitía un
desplazamiento seguro del público y proporcionaba una visibilidad óptima hacia el foro original.
Los contratistas dejaron en manos incompetentes el problema,
y la pendiente continua fue reemplazada por un piso escalonado
que no tomó en cuenta el Reglamento de Construcciones del Distrito Federal, al eliminar también
los pasillos laterales y sembrar de
obstáculos las vías de evacuación
en caso de emergencia. Algo parecido ocurrió en los niveles superiores, con nuevas escaleras más
inseguras que las previamente
existentes. La vida de los asistentes a la Sala está hoy en verdadero peligro, y no lo
digo yo, sino la autoridad competente.
Como colofón, el nuevo piso escalonado disminuyó la altura libre entre éste y el techo de la parte posterior de la luneta, y fue necesario suprimir
cientos de plazas, cuyo vacío se intentó disimular
colocando una inútil e inmensa caseta en esa zona,
clausurando de paso una salida de emergencia.
¿Puede concebirse mayor ineptitud profesional?
Los arquitectos a cargo de esto, de apellido Gantous, nunca habían trabajado en un edificio de valor artístico o histórico, o que les impusiese la res14 Litoral e
ponsabilidad de cuidar la seguridad
de un público numeroso. Jamás han
pensado en el significado de “patrimonio cultural” y desconocen el
Reglamento de Construcciones del
Distrito Fedral, incluidas sus normas de seguridad. En su curriculum
destacan el premio obtenido por la
decoración de un salón de belleza,
pero el Gobierno del Distrito Federal no hizo lo único que procede en
estos casos de acuerdo con la ley:
clausurar la Sala hasta que la misma
recupere las condiciones de seguridad que tuvo cuando aún poseía su
geometría original. En un cruce de
favores, las dependencias federales
y la capitalina consideraron muy
aceptable intercambiar la seguridad
del público de Bellas Artes por algún
apoyo en cualquier otro apuro. Lo
explico brevemente: en octubre de
2007 la llamada Autoridad del Centro Histórico de la Ciudad de México, que responde al nombre de Alejandra Moreno
Toscano, consideró necesario sacar a los vendedores ambulantes de las calles turísticas de la zona, y
no vio mal que se demoliese, para instalarlos, una
casa del siglo xviii en la calle de Regina 97, declarada Monumento Histórico. Moreno Toscano tenía
todos los elementos para limar las asperezas que se
produjeron con el INAH, donde no tardaron mucho
en declarar que debían evitarse las confrontaciones, pensando quizá en un quid pro quo cuando se
ofreciera. Ebrard obtendría en 2010 un trato igualmente libre de confrontaciones en otra ventanilla
Es esencial
mantener nuestra
atención en esas dos
palabras, patrimonio
cultural, que casi han
desaparecido del discurso burocrático en
que el vicio mercantil
rinde homenaje a la
virtud cultural. Ante
todo, no debemos
permitir que mañana
nos pidan reconocer
las bondades de los
recintos multiusos,
óptimos para espectáculos circenses y
música de bar.
cultural, cuando decidió agregar
una quinta pata al Monumento a la
Revolución, declarado Monumento Artístico y que no admitía tales
ocurrencias. Ahora tocó al INBA cerrar los ojos. No extraña entonces
que el Gobierno del Distrito Federal frenase la posible acción de su
propia Secretaría de Protección Civil en el caso de Bellas Artes. Moreno Toscano declaró, cuando lo de
Regina 97, que la gente (es decir,
los ambulantes) era más importante que las piedras. Pero no ha dicho
lo mismo cuando otra gente (el público que acude al ex Palacio) pone
en riesgo su vida por la inacción del
gobierno local. Alguien vinculado a
su área de responsabilidad, el señor
Inti Muñoz, firmó como testigo de
calidad el Acta absolutoria de Vicencio elaborada por los “expertos”
de 700 dólares. Otros testigos fueron ciertos funcionarios de la SEP,
el INAH y CONACULTA. El INAH, hay que decirlo,
cabildeó desde el principio donde hizo falta (París, por ejemplo) y con lo que hizo falta (los buenos
oficios de sus encargados del patrimonio cultural,
simples operadores políticos en realidad), para cobijar a Vicencio. No estamos ya sólo ante la vulgar
mercantilización de la cultura, sino también frente
a la omisión deliberada de responsabilidades en el
terreno del riesgo para la vida de los usuarios de
Bellas Artes.
Los palcos originalmente tenían dos secciones,
frontal y posterior, ésta un poco arriba de la primera.
No ofrecían la mejor visibilidad (en
todos los teatros ocurre lo mismo),
pero es un elemento arquitectónico
que no puede “modernizarse” sin
tomar en cuenta que el público está
habituado a las características de
los mismos. Los proyectistas decidieron reducirlos a la mitad, disminuyendo aún más el cupo de la Sala,
supuestamente para mejorar igualmente la acústica, pero no hicieron
los estudios necesarios para sustentar tal afirmación. De hecho, y sólo
por razones económicas (es decir,
para contar con un contrato más,
con las ganancias que esto implica
para proveedores e instaladores),
convencieron a los administradores
temporales de Bellas Artes de que
era necesario sembrar cientos de
bocinas en la Sala (algunas de ellas
dentro de los palcos), solución absolutamente insólita y nociva en un
recinto para música de concierto,
pero que sin duda existirá en teatros destinados al
show business, modelo que Vicencio y sus contratistas tuvieron siempre en mente, mintiendo (como
comprobó Alberto Pérez Amador) al afirmar que
hay salas de música seria generosamente provistas
de estos bafles.
Como el presente no es un texto de carácter
técnico, para su elaboración aludo a otro de 1995
cuando se realizó un estudio sobre la acústica de
la Sala de Bellas Artes, que nos puede servir de referencia. El tiempo de reverberación de la misma
excedía en unas décimas lo deseable, por lo que se
Litoral e 15
El Palacio de Bellas
Artes perdió sus
cualidades originales
en lo que respecta a
su funcionamiento
escénico y de mecánica
teatral, y se deformó
la personalidad de
la sala al alterar
sus características
formales.
16 Litoral e
hicieron recomendaciones para alcanzar el punto óptimo, de 1.5 segundos.
Para esto debía colocarse de nuevo
la alfombra retirada dos años antes y
fijar algunos paneles de madera en la
pared curva del fondo de la luneta. El
costo hubiese ascendido a 107,000 pesos de entonces. Quizá hablaríamos
del doble o el triple en 2009, antes de
la destrucción de la geometría y los
materiales originales de la Sala, cuya
conversión en un espacio con acústica
de cine o antro costó casi 38 millones de pesos.
Es esencial mantener nuestra atención en esas
dos palabras, patrimonio cultural, que casi han
desaparecido del discurso burocrático en que el
vicio mercantil rinde homenaje a la virtud cultural. Ante todo, no debemos permitir que mañana
nos pidan reconocer las bondades de los recintos
multiusos, óptimos para espectáculos circenses y
música de bar, que es el punto con el que Vicencio
quiere ganar la partida mediática. Es sintomático
que ella y quienes la defienden quieran confundir a
la opinión pública con el argumento de las ventajas
del show business, pero, por si las moscas, encarguen
al mismo tiempo un dictamen exculpatorio de
5,600 dólares más gastos, según el cual debe darse
carpetazo a la enfadosa insistencia en el ya superado tema del patrimonio cultural, que sólo entorpece los negocios.
Por último: un grupo de personas que no aceptamos la política de hechos consumados que se
quiere imponer al caso del ex Palacio de Bellas
Artes redactamos una carta que aquí transcribo.
Contiene una síntesis de algunos datos que aquí he
expuesto y su principal objetivo consiste en per-
mitirnos transitar, con el apoyo a la misma, del
análisis y la reflexión a la impostergable acción
colectiva:
A LA SOCIEDAD MEXICANA Y A LOS DEFENSORES
DEL PATRIMONIO ARTÍSTICO EN EL MUNDO:
El Palacio de Bellas Artes es uno de los edificios
más emblemáticos del Centro Histórico de la Ciudad de México. Comenzó a construirse en 1904 de
acuerdo al proyecto original del arquitecto italiano
Adamo Boari, bajo los cánones estilísticos de la arquitectura de principios del siglo XX, y fue concluido 30 años después cuando el arquitecto Federico
Mariscal modificó el proyecto original, dando por
resultado un edificio ecléctico cuyas características ornamentales se insertan en la corriente del nacionalismo mexicano.
A partir de su inauguración el inmueble se mantuvo prácticamente íntegro en sus características
formales, siendo una sala con excelentes condiciones en su funcionamiento escénico y en sus condiciones de visibilidad, de acústica y de seguridad.
El 4 de mayo de 1987 fue declarado Monumento Artístico Nacional y en diciembre de ese mismo
año se incluyó dentro del perímetro considerado
Patrimonio Mundial por la UNESCO.
A pesar de ser el edificio artístico más significativo de los protegidos por la Ley Federal sobre
Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e
Históricos, en 2009, con el argumento de conmemorar el Centenario de la Revolución y con el irrisorio pretexto de mejorar sus condiciones, la autoridad encargada de su defensa propuso una restauración, que una vez aprobada transformó en remodelación, en la que, haciendo caso omiso de los
criterios profesionales para la intervención
en inmuebles de gran valía y de los acuerdos
internacionales de conservación y restauración
de los que México es firmante, destruyó innecesariamente el interior de la Sala.
Como resultado, el Palacio de Bellas Artes perdió sus cualidades originales en lo que respecta a
su funcionamiento escénico y de mecánica teatral,
y se deformó la personalidad de la sala al alterar
sus características formales. La modificación del
escenario, al eliminar la pendiente original de menos del dos por ciento (dos centímetros por metro), horizontalizándolo, obligó a la destrucción
de la luneta sin conseguir mejores condiciones de
visibilidad y convirtiendo el piso original de ésta,
antes en pendiente, en una superficie escalonada
con graves inconvenientes para los usuarios.
Estas alteraciones generaron riesgos para la
seguridad del público. La Sala contaba con condiciones muy aceptables de protección civil; sin
embargo, al eliminar su geometría original, sin la
autorización de Protección Civil y con el desconocimiento de la ley por parte del INBA, no solamente
se dañó el patrimonio de los mexicanos sino que se
puso en peligro la vida de los asistentes por tratarse de un recinto público con un aforo significativo.
La Secretaría de Protección Civil del Distrito
Federal emitió un dictamen en enero pasado en
donde se confirma que los pisos de todos los niveles son más peligrosos en una situación de emergencia de lo que eran anteriormente. Si se quisieran
corregir estos errores habría que volver a las condiciones previstas por Federico Mariscal en 1934,
mismas que se conservaban íntegras hasta 2009.
Aunado a todo lo anterior, la acústica fue destrozada al imponer el criterio de sala multiusos ajeno a
Litoral e 17
su vocación original. Lejos de estudiar las condiciones
preexistentes, que
según un estudio de
1995 estaban muy
cerca de ser óptimas con la simple
colocación de una
alfombra a un costo insignificante, se decidió prescindir de la acústica
natural de la sala para instalar innecesariamente un
carísimo sistema electrónico de micrófonos y bocinas
que no tienen razón de ser en un recinto histórico
concebido para música de concierto y ópera como el
Palacio de Bellas Artes.
En tal virtud, los abajo firmantes, unidos por la
lucha encaminada a la protección de la vida del público usuario, de nuestros bienes culturales y de su
entorno, exigimos:
1. Revertir el daño patrimonial de carácter artístico e histórico infligido al Palacio de Bellas Artes
y a la seguridad del público asistente, trabajadores
y artistas.
2. Restituir, como consecuencia obligada de lo
anterior, las características originales del Palacio
de Bellas Artes.
3. Trasparentar los gastos realizados en las acciones lesivas al patrimonio artístico nacional en el caso
que nos ocupa, en función del derecho de rendición
de cuentas de que gozamos los mexicanos y aman18 Litoral e
tes del arte en general, ya que resulta
inaceptable erogar
más de 700 millones provenientes
del erario público
para destruir el patrimonio artístico y
convertir una sala
segura en otra que
no lo es, al ofrecer condiciones de alto riesgo, según
los expertos en protección civil.
4. Sancionar conforme a derecho a todo aquel
funcionario responsable de la protección civil y del
patrimonio nacional por la destrucción que se realizó, así como a los contratistas involucrados en el
diseño de la aberración cometida contra uno de los
edificios más significativos del patrimonio artístico de México.
5. Rechazar que los mencionados funcionarios
y contratistas insistan en asumir ante terceros el
papel de jueces de sus propias acciones, cuando
son parte interesada como ejecutores del gravísimo daño sufrido por el Palacio de Bellas Artes.
MEXICANOS UNIDOS POR LA PROTECCIÓN DE LA
VIDA DEL PÚBLICO USUARIO, DE NUESTROS BIENES
CULTURALES Y DE SU ENTORNO.
Puede apoyar esta carta dirigiéndose a: reconstrucció[email protected]
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