Inmaculada Concepción La imagen actual que se conserva, posiblemente ejecutada en la primera mitad del XVIII, se salvó de su destrucción, en 1936, gracias a la actuación de las piadosas hermanas doña Genoveva y doña Dolores Pérez García, que la ocultaron en un almacén de su propiedad. Cuenta la tradición familiar que un grupo de anarquistas llegaron a la casa de ambas y conociendo que escondían varias imágenes de la iglesia les conminaron a que se las diesen todas para destruirlas. Genoveva Pérez, que había sido catequista de la mayoría de aquellos hombres negoció con ellos. A camvbio de salvar la Inmaculada no hubo más remedio que entregar a San Niclás y San Marcos, dos valiosísimas tallas que se perdieron. La Inmaculada de Adra es una talla de vestir, de marcada frontalidad, que, a diferencia de la mayoría de las representaciones escultóricas de la Inmaculada, que unen las manos por las palmas en actitud orante, aparece con estas cruzadas sobre el pecho. El tallista Francisco Gálvez Ferrer realzó la imagen con una peana que presenta tres ángeles con cuerpo de acanto, unidos por guirnaldas de flores sobre las que se sitúa un escudo con el anagrama del Ave María. Imagen de la Inmaculada Concepción. Titular de la iglesia de Adra. La Inmaculada Concepción es un dogma de fe católico que afirma que la Virgen María nació sin pecado original por gracia expresa de Dios. Esta cuestión provocó un largo conflicto teológico durante siglos entre partidarios y detractores, siendo las mitras del sur peninsular las más beligerantes en la defensa del misterio. Adra, en consonancia con el enorme movimiento vindicativo de su mitra, plasmó miméticamente en su devocionario lo que era vox populi en la diócesis. De este modo, la fiesta mariana debió guardarse desde principios del XVI -albores de la fundación de la villa-; mucho más por cuanto la erección parroquial de 1505 dio al templo el título de Nuestra Señora de la Encarnación. Este título mariano no era baladí, pues respondía a un programa asimilador de la Corona que, utilizando el buen hacer la Iglesia como instrumento real, pretendía recristianizar las antaño tierras del Islam. María, en cuyo seno se encarnó Dios, era el mejor medio para presentar la divinidad de Cristo, permitiendo así proclamar la Recuperación del Patrimonio Cultural de Adra © 2008 www.adracultural.es victoria de la fe verdadera y contradecir a los infieles. Dada la ascendencia de esta invocación, dentro del concepcionismo imperante en el ámbito granadino, no es extraño que en 1591 ya existiese en la iglesia abderitana una Cofradía de Nuestra Señora de la Concepción, considerándose esta fraternidad en estos momentos un elemento fundamental de la estructura devocional local. La piedad hacia esta advocación mariana fue muy intensa a lo largo de los siglos, representando su culto todo un símbolo de elitismo aristocrático en Adra, en el que ejército y clero iban de la mano. El culto a la Inmaculada Concepción llegará a su cenit al ser proclamada, por breve del papa Clemente XIII de 8 de noviembre de 1760, a propuesta del rey Carlos III, “especial patrona y abogada declarada de todos los Reynos y dominios de España y de las Indias”. Sin duda gran parte de su fuerza se debía al carácter esencialmente castrense de la plaza, dado que la Inmaculada es considerada patrona de los ejércitos. Los avatares militares por los que pasó la imagen y la villa no hicieron sino reforzar esta ligazón con la fuerza armada de Adra, que secundó su devoción bajo tintes providencialistas. En uno de los relatos que describe el asalto turco a Adra en 1620, se dice que un hombre “entró en la Iglesia y tomó en sus brazos a María Santísima de la Concepción”, trasladándola a la torre del macho del castillo para salvaguardarla de su destrucción. En el imaginario popular se asociaba la acción portentosa -salvación de la imagen del saqueo- a su más alta realización artística. Por eso, sólo un renombrado escultor como Pedro de Mena y Medrano (Granada, 1628-Málaga, 1688) -vinculado a la villa por los orígenes abderitanos de su madre, doña Juana de Medrano y Cabrera- podía ejecutarla; lo que evoca el periodista y poeta abderitano Ramón Blasco Segado, haciéndose eco de una tradición popular. El culto a su imagen recibió un generoso legado en el testamento del beneficiado don Diego de Utrera Iluminatti, fallecido el 14 de septiembre de 1746, que mandó que se diesen 200 reales de vellón a la hermandad de Nuestra Señora de la Concepción. Buena prueba de la gran pasión que en Adra inspiraba esta advocación es el testamento otorgado, el 27 de febrero de 1750, por doña Ana de Utrera y Gutiérrez. Esta dama, perteneciente a la más elitista oligarquía de la villa, no dudó en ordenar que “luego que fallezca de la Concepción de la parroquial de esta villa mi basquiña de nobleza y casaca de persiana, un zarcillo de los de oro y la mejor sortija o anillo de oro de los que tengo, para que estas alhajas sirvan en adorno de Su Majestad”. Más tarde, otro de los miembros de la familia, don Diego Avilés y Utrera, continuó con la devoción familiar al ordenar en su testamento, de 3 de enero de 1792, que se entregasen 300 reales a “María Santísima de la Concepción Purísima que se venera en la parroquial de esta villa”. Del lujo y fastuosidad con que se engalanaba y adornaba su imagen, son ejemplos el codicilo y testamento, respectivamente, de doña María Manuela Rodríguez-Chacón y Zavala y doña Josefa Bautista. En el primero, otorgado el 23 de julio de 1784, dicha dama donaba “por vía de legado la bata dorada de seda, como está, a María Santísima de la Concepción que se venera en esta parroquial; y así mismo, la polonesa de tela de oro e, igualmente, el reloj de oro para que se rife y su producto se invierta para ayuda a un camarín para el culto y veneración de dicha soberana imagen”. En el segundo, realizado el 3 de septiembre de 1800, se ordenaba que “a María Santísima de la Concepción se le ha de vender la Corona que tiene de plata y sobre su importe se le ha de agregar y comprar otra corona de plata igual a la que tiene María Santísima de los Dolores”. En 1694, se erigió la Cofradía del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora, cuya aprobación de estatutos corrió a cargo del arzobispo de Granada, don Martín de Azcargorta. La corporación fue víctima de los aires del reformismo ilustrado, ya que por real decreto de 19 de septiembre de 1798 fue intervenida, desapareciendo tras esta actuación. Ello no impidió que en la iglesia parroquial se concluyese en 1807, con la concurrencia del vecindario, un bello camarín, obra del cantero granadino José Ruiz de la Blanca, para ubicar la imagen mariana. Recuperación del Patrimonio Cultural de Adra © 2008 www.adracultural.es Sin duda, la enorme raigambre del culto a esta advocación no dejó de existir, pese a los avances liberales, como se evidencia en un informe sobre las cofradías de la parroquia, elaborado en 1869 por el cura de Adra, don Diego Fernández de Píñar y Quesada, que menciona en ese año una “Asociación de Señoras de la Inmaculada Concepción”. Igualmente, en septiembre de 1848, el presbítero exclaustrado de Murtas (Granada), don Pedro Alcántara Cáceres, donó 290 reales para su culto. FUENTE: EL CULTO A LA INMACULADA CONCEPCIÓN EN ADRA. Víctor Eugenio RODRÍGUEZ SEGADO Recuperación del Patrimonio Cultural de Adra © 2008 www.adracultural.es