Viernes 29 de diciembre de 2006

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Viernes 29 de diciembre de 2006
La Nación
Tapar el sol con un dedo
Por Silvina Gvirtz
La reciente decisión de promover automáticamente a los niños de primer
grado en la provincia de Santa Fe abre un debate que puede resultar estéril o
enriquecedor.
La pregunta que rápidamente nos aparece es: ¿la promoción automática es
buena o mala? Pero eso es trabajar sobre un síntoma y no sobre el verdadero
problema. Muchos maestros y padres la rechazan con el argumento de que así
se minimiza el valor del esfuerzo. Otros señalan que hacer pasar de grado a
un chico que no aprendió los contenidos del año anterior retrasa a todos y le
sirve poco al alumno presuntamente beneficiado.
Quienes están en favor, en cambio, argumentan que la repitencia deja a los
niños una marca psicológica imborrable y con consecuencias poco felices a
futuro. Ambos tienen, al parecer, su cuota de razón.
De hecho hay países centrales que aplican la promoción automática, con muy
buen rendimiento en las pruebas internacionales y países que, sin este
recurso, también cuentan con sistemas de calidad. ¿En qué se diferencian
estos países? En el modelo pedagógico y en los principios de este modelo que
subyacen a la promoción automática.
***
Las altas tasas de repitencia son síntomas de un mal funcionamiento del
sistema. Son un fenómeno que refleja que nuestros niños no aprenden lo que
deberían aprender. Sin embargo, lo que hay que preguntarse es por qué no
aprenden y cómo hacemos para que aprendan. Este es el problema central y
lo que puede llevar a un debate enriquecedor. Si no discutimos esta pregunta
la promoción automática será una medida burocrática que, sencillamente, va
a trasladar el problema a los grados siguientes.
Muchos de los sistemas que cuentan con promoción automática consideran
que los chicos tienen diferentes ritmos de aprendizaje y organizan la
enseñanza por ciclos de dos o tres años buscando respetar estos tiempos.
Tienen un modelo pedagógico diferente. El grado pierde relevancia. Allí los
maestros trabajan en equipo y en varias ocasiones un mismo maestro
acompaña a los niños en varios grados.
Por el contrario, en la mayoría de nuestras escuelas el grado sigue siendo el
eje que organiza la enseñanza y los maestros tienen dificultades para trabajar
de modos alternativos.
Si no auxiliamos a los docentes con buena capacitación y no les ofrecemos las
condiciones necesarias de trabajo para que puedan ayudarlos a aprender más,
sólo vamos a tapar el sol con un dedo y no vamos a resolver el problema.
Apenas vamos a postergarlo uno o dos años más.
La autora es directora de la Escuela de Educación de la Universidad de San
Andrés.
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