tema 2 | epistemología

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TEMA 2. EPISTEMOLOGIA
1. El conocimiento.
Desde que nacemos, estamos sumergidos en un proceso continuo de
aprendizaje en el que vamos adquiriendo nuevos conocimientos. Durante los
primeros años, suele ser un proceso espontáneo e inconsciente, pero no por ello
carente de importancia. Más tarde, durante la escolarización y en la vida adulta,
somos conscientes del sacrificio necesario para conocer y de la gran cantidad de
cosas que aún desconocemos. Sin embargo, no solemos rendirnos, pues
reconocemos la importancia que tiene intentar ampliar, en lo posible, nuestro
acervo de conocimientos. Éstos nos permiten vivir mejor, con más garantías y
comodidades.
La epistemología es precisamente la rama de la filosofía que se ocupa de
analizar en qué consiste el conocimiento; pero también de determinar su origen, el
método que seguimos para obtenerlo y el límite de lo que podemos conocer.
Conocimiento. Se diferencia de otros conceptos afines. La opinión versa sobre
algo subjetivo que no nos da seguridad ni lo podemos demostrar. La creencia,
siendo también subjetiva e injustificable, nos aporta seguridad. El conocimiento
añade a la seguridad de la creencia, la objetividad (aceptable por todos) y la
demostración (justificación racional).
Se distinguen dos tipos tan relacionados que no pueden darse el uno sin el
otro:
Conocimiento práctico. No es una explicación o descripción del mundo, sino un
saber actuar, un saber hacer en todos los ámbitos: ya sea en la manipulación del
entorno y en la producción de bienes (técnico), en la elaboración de obras de arte
(artistico), o en la determinación de la acción correcta (moral).
Conocimiento teórico. Está constituido por aquellas informaciones que describen
y explican el mundo que nos rodea. Para unos, es un saber contemplativo y
desinteresado. Surge por el simple deseo de conocimiento, no para garantizar
nuestra supervivencia o bienestar, aunque lo cierto es que suele contribuir a ello.
Así, el conocimiento geológico de la Tierra nos permite saber cuáles son las zonas
de mayor turbulencia sísmica y, en consecuencia, poder tomar las medidas
adecuadas.
Los objetivos del conocimiento teórico son descripción, comprensión y
predicción. Describe la realidad e indica cuáles son sus características (ej: la
composición química de la sangre); pero, además, ha de explicar esa realidad, dar
cuenta de por qué tiene precisamente esas propiedades y no otras (ej: por qué
ningún otro líquido puede realizar la función de la sangre). Conocer qué
acontecimientos causan determinados fenómenos es de gran utilidad, pues
siempre que se den, podremos esperar que ocurran los mismos efectos. Gracias a
esto se puede predecir la realidad futura (ej: prever en qué condiciones estaría la
sangre infectada).
2. Lenguaje, pensamiento y realidad
Cuando aprendemos a hablar, hemos de aprender a reconocer y pronunciar
una sucesión de fonemas (significante) y también hemos de construir y asociarle
una idea o concepto (significado). Los conceptos o imágenes mentales nos
permiten reflexionar, anticipar, recordar, imaginar..., en definitiva, pensar.
La relación entre lenguaje, pensamiento y realidad es indiscutible. Sin
embargo, esta relación, aumque evidente, suscita muchos interrogantes
filosóficos: ¿es posible el pensamiento sin lenguaje?, ¿qué es anterior, el lenguaje
o el pensamiento?, ¿una lengua concreta determina nuestra forma de pensar y,
por tanto, cómo entendemos la realidad? Sobre estas cuestiones hay diversas y
controvertidas teorías filosóficas. Estas son las principales:
El relativismo lingüístico
Sapir y Whorf, tras investigar diversas lenguas, llegaron a la conclusión de que
no todas segmentan la realidad de la misma manera. Por ejemplo: la tribu de
indios creek designa el color verde y el amarillo con la misma palabra, porque no
distingue uno de otro; los esquimales no poseen una palabra para referirse a la
nieve, sino que disponen de tantas como estados y tipos de nieve distinguen en la
realidad; la anteposición o posposición del adjetivo al sustantivo en distrintas
lenguas ...
De casos como éstos, dedujeron que nuestra lengua determina la forma de
percibir la realidad y, por tanto, nuestra concepción del mundo, que será
diferente a la de los hablantes de otra lengua. Esta teoría, que no ha podido ser
demostrada, cuenta con adeptos y detractores. Entre los ultimos están todos
aquellos que se niegan a aceptar que haya insalvables diferencias culturales
causadas linguísticamente.
Teoría innatista del lenguaje
Para Noam Chomsky, tenemos una predisposición innata para el lenguaje,
ya que todo ser humano, en condiciones normales, es capaz de aprender una
lengua, en un periodo relativamente corto y a partir de escasos estímulos. Esta
predisposición consiste en la posesión universal de mecanismos para crear
oraciones correctas. Estos mecanismos constituyen una especie de gramática
interiorizada que explicaría por qué los hablantes somos capaces de crear
oraciones gramaticalmente correctas y de valorar la corrección o gramaticalidad
de oraciones que nunca hemos oído. Todo ello, incluso, sin haber estudiado
gramática.
Las teorías lingüísticas de Chomsky han resultado atractivas para muchos
pensadores; sin embargo, se oponen a ella aquellos que se niegan a admitir la
existencia de ningún tipo de capacidad innata. Para estos pensadores el
lenguaje se adquiere culturalmente por aprendizaje.
3. El conocimiento proposicional
No todas las oraciones de una lengua constituyen proposiciones. Así, ninguna
de estas oraciones puede considerarse una proposición: «¿Está mitificada la
ciencia en nuestra sociedad?», «¡Ojalá se descubra un remedio para la
diabetes!», «Hay que respetar a las personas mayores». Una proposición es una
oración declarativa que afirma o niega algo. Por tanto, oraciones como «El Ebro
pasa por Zaragoza», «La hipotenusa es el lado más largo de un triángulo
rectángulo» o «El tabaco produce cáncer» son proposiciones, y no lo son, en
cambio, las anteriores, porque no afirman nada (interrogan, prohíben...).
Existen dos tipos de proposiciones:
Proposiciones empíricas: afirman o niegan algo acerca del mundo. Tienen
contenido empírico que se puede contrastar con la experiencia. Por ejemplo, «El
Ebro pasa por Zaragoza», o «El tabaco produce cáncer».
Proposiciones formales: no tienen contenido empírico. No dicen nada acerca del
mundo, sino de las relaciones entre símbolos. Como, «3 elevado al cuadrado es
9» o «En el plano, la recta es la distancia más corta entre dos puntos».
Para que una proposición, tanto formal como empírica, contribuya al
conocimiento ha de ser verdadera y justificable. Por eso, la cuestión de la
verdad está muy relacionada con el conocimiento.
4. El problema de la verdad
Fíjate en los siguientes enunciados o proposiciones en los que se haIla la
palabra verdad o algún derivado suyo: «Santi busca a su verdadera madre», «El
collar era de perlas de verdad», «Es verdad que 32 es 9», «Es verdad que María
fue al cine». Aunque hay parentesco entre todos estos usos del término verdad y
sus derivados, el significado no es exactamente el mismo en todos ellos.
Verdad de hechos
Cuando decimos «Santi buscaba a su verdadera madre» o «las perlas eran de
verdad», estamos utilizando este término como sinónimo de auténtico (auténtica
madre, perlas auténticas).
La distinción entre realidad y apariencia ha sido objeto de una larga polémica
en la historia de la filosofía. Sin embargo, ha predominado la concepción que
considera que las apariencias son ocultaciones de la realidad. Las cosas no son
como parecen (los objetos no empequeñecen cuando se alejan, el bastón no se
quiebra cuando se sumerge en agua...). Las apariencias nos engañan y ocultan la
auténtica realidad, pues no nos dejarían ver cómo son realmente las cosas.
Según esta concepción, la verdad se identifica con la realidad auténtica, en
oposición a la realidad aparente; es decir, los hechos verdaderos son los hechos
auténticos frente a los aparentes o engañosos. Por ello, se entiende la búsqueda
de la verdad como un proceso de desvelamiento de lo auténtico, que, de otro
modo, permanecería oculto por las apariencias.
4.2. Verdad de proposiciones
La verdad no sólo se atribuye a la realidad, sino, sobre todo, a las afirmaciones
que hacemos acerca de ella. Así entendida, la verdad sería una propiedad que
pueden tener nuestras proposiciones. Ahora bien, de la misma forma que
diferenciamos dos tipos de proposiciones (empíricas y formales), distinguiremos,
también, dos clases de verdad.
a. Verdad de las proposiciones empíricas
Respecto a la verdad de las proposiciones que afirman algo de los hechos y
acontecimientos del mundo, existen varias teorías:
La verdad como correspondencia. Considera que una proposición es verdadera
cuándo hay una adecuación entre lo que la proposición expresa y la realidad a la
que se refiere. Por ejemplo, «María y Juan fueron al cine» es una proposición
verdadera si María y Juan fueron al cine, y es falsa sí no fueron. El primero que
propuso esta teoría fue Aristóteles. Desde entonces, numerosos filósofos
consideran que una proposición es verdadera cuando en la realidad sucede lo
que ésta indica. Sin embargo, aunque esta teoría resulta muy intuitiva, no
consigue determinar en qué consiste exactamente esta correspondencia entre el
lenguaje y la realidad.
La verdad como éxito. Considera que una proposición es verdadera cuando es
útil y, por tanto, conduce al éxito. La verdad o falsedad de una proposición
coincide con las consecuencias que resulten de aplicarla. Una proposición es
verdadera si su puesta en práctica tiene resultados positivos; en cambio, una
proposición falsa es aquella cuyas consecuencias son negativas. Así, una teoría
verdadera sobre el sida será aquella que permita curarlo. Williams James
(1842-1910) fue el principal autor de esta teoría.
b. Verdad de las proposiciones formales
Como las proposiciones formales no dicen nada acerca de la realidad, su
verdad no puede consistir en la correspondencia con ésta ni en la utilidad de su
aplicación. Así, en las proposiciones formales, el único sentido que puede tener la
verdad es como coherencia. Una proposición como «3 elevado al cuadrado es 9»
sólo puede ser verdadera si no entra en contradicción con el resto de las
proposiciones aceptadas del sistema o teoría. En este caso, la proposición
únicamente será verdadera si es coherente con las reglas y los principios que
forman el sistema matemático.
4.3. Criterios para reconocer la verdad
Saber en qué consiste la verdad no es suficiente. Además, necesitamos saber
cómo estar seguros. Necesitamos un criterio que nos permita reconocer la
verdad. Al respecto, suelen señalarse como criterios de verdad la evidencia y la
intersubjetividad.
a. La evidencia
La palabra evidencia proviene del término latino videre (ver) y se refiere a la
especial forma de presentarse que tienen ciertos hechos y proposiciones que
consideramos evidentes. Un conocimiento es evidente cuando produce una
certeza que nos impide dudar de su verdad. Por ejemplo, es evidente que «A es
A», «El todo es mayor que las partes»... Porque, aunque no puedo probarlo, su
verdad se me presenta de forma directa e indudable.
- Insuficiencia de este criterio. Este sentimiento de certeza y seguridad que
acompaña a la evidencia y que nos impide dudar es un estado mental o
sentimiento y, por tanto, es propio del sujeto que conoce y no de aquello que
conoce; o sea, es algo subjetivo. En consecuencia, no es un criterio satisfactorio.
Mientras que yo siento la certeza de que hay vida en otros planetas, otro puede
no sentirla y tener serias dudas acerca de ello. Además, la suficiencia de la
evidencia como criterio de verdad es rechazable por ilegítima. La educación
social nos conforma a ver las cosas de una determinada manera, tendemos a
considerar evidentes cosas que pueden no serlo. Nuestra concepción del
mundo, asimilada inconscientemente, puede distorsionar nuestra manera de
acercarnos a la realidad, de manera que lo falso nos resulta evidente e
incuestionable.
b. La intersubjetividad
Consiste en que nuestras creencias, para ser admitidas como verdaderas y
constituir conocimiento, han de ser aceptables para cualquier sujeto racional.
Este criterio se basa en la idea de que el conocimiento es objetivo y, por lo
tanto, compartible por todos y no exclusivo de una persona en particular.
Respecto al criterio de evidencia, tiene la ventaja de que no sólo se basa en el
reconocimiento de la verdad que haga un único sujeto, sino en el
reconocimiento de muchos; por lo que, en principio, existen más garantías de
acierto. La verdad no es algo privado, sino qué requiere el consenso de la
comunidad.
- Insuficiencia de este criterio. Aunque la verdad exija consenso, éste no es
suficiente garantía de verdad. Aunque los conocimientos verdaderos han de ser
admitidos por todos los sujetos, no es cierto lo contrario; esto es, que lo admitido
por todo el mundo haya de ser indudablemente verdadero. Prueba de ello son
las teorías que fueron admitidas y apoyadas durante tiempo por la comunidad
científica. Toda la comunidad puede estar equivocada, como lo estaba la
sociedad de Galileo.4.4. La crítica ideológica.
Ante estas dudas, siempre hemos de analizar las informaciones que se nos
presentan como verdaderas analizando los discurso normativos ( se limitan a
exponer hechos) y los descriptivos ( valora los hechos moralmente o plantea
cómo deberían ser).
A. Si el discurso es descriptivo:
A.1. Comprueba si todo lo que se presenta como un hecho lo es
efectivamente.
A.2. Analiza si la selección de hechos llevada a cabo es amplia y objetiva, o
parcial y sesgada.
B. Si el discurso es normativo:
B.1. Averigua si favorece a un grupo particular o vela por los intereses
generales.
B.2. Si favorece intereses particulares, determina si el favorecido es un
grupo privilegiado (ideología de mantenimiento) o desfavorecido (ideología
de transformación).
5. Actitudes ante la posibilidad de conocimiento
El nivel de conocimientos de que disponemos en la actualidad aumenta día a
día. Pero ¿hasta cuándo?, ¿existe un límite para nuestros conocimientos? Por otro
lado, ¿hasta qué punto podemos estar seguros de estos conocimientos que vamos
adquiriendo?
Descubrir las carencias de los criterios para reconocer la verdad puede
llevarnos a dudar de la existencia de un conocimiento válido y seguro; por ello,
haremos una breve exposición sobre las distintas actitudes ante la posibilidad de
conocimiento. Este recorrido debería servirnos para asumir la conquista de la
verdad como una tarea permanente.
Son varias las actitudes ante la posibilidad de un conocimiento global, válido y
seguro, sobre el mundo:
Dogmatismo. Posición filosófica según la cual podemos adquirir certeza de
nuestros conocimientos y ampliarlos progresiva e ininterrumpidamente. Ésta es la
actitud más optimista dentro de la filosofía. Uno de los filósofos que ha sido
considerado dogmático es Descartes. Es consciente de los peligros que acechan
a la razón, considera que, con un buen método, es capaz de proporcionar
conocimiento válido y universal acerca de todo lo que se proponga.
Escepticismo. Es la posición opuesta al dogmatismo. El escepticismo moderado
duda de que sea posible un conocimiento firme y seguro. El escepticismo radical
niega que sea posible tal conocimiento. Consideran que la pretensión de acceder
a un conocimiento firme y seguro es un deseo inalcanzable, mientras que para
algunos escépticos el deseo de conocer ha de ser aceptado como aquello que
orienta nuestra vida para otros debe ser rechazado por irrealizable. Hume es un
escéptico radical. Según él, la base de nuestras creencias acerca de la realidad
son las sensaciones. Y, como éstas son cambiantes, no pueden proporcionar
conocimiento firme y seguro.
Criticismo. Es una postura intermedia entre el dogmatismo y el escepticismo.
Para los pensadores críticos, como Kant(1724-1804), el conocimiento es posible
(a diferencia de lo que afirman los escépticos). Sin embargo, éste no es
incuestionable y definitivo (como defienden los dogmáticos), sino que debe ser
revisado y criticado continuamente para detectar posibles falsificaciones y
errores.
Relativismo (depende). Es la postura que niega la existencia de una verdad
absoluta, es decir, válida en sí misma en cualquier tiempo y lugar. Por esta razón,
rechaza la pretensión de un conocimiento objetivo y universal, y considera que
sólo existen opiniones particulares y válidas en un determinado contexto social,
cultural e histórico. Así, lo que es verdad en una determinada época y cultura no
lo es en otra. Los sofistas ( s. V-IV a.C. ) son considerados los padres del
relativismo epistemológico y moral.
Perspectivismo. Aunque tiene muchos puntos en común con el Relativismo, se
diferencia en uno fundamental: no niega la posibilidad teórica de una verdad
absoluta. Según el perspectivismo, cada sujeto o colectivo que conoce lo hace
desde un punto de vista o perspectiva particular, por lo tanto, tiene una visión
parcial de la realidad. Esta visión no es falsa y, además, es insustituible, porque
toda perspectiva recoge un aspecto importante de la realidad. Así pues, en su
medida, todas las perspectivas son verdaderas, y la reunión de todas ellas, si
fuese posible, sería la verdad absoluta. Ortega y Gasset ha defendido el
perspectivismo como forma de superar el dilema entre dogmatismo y
escepticismo.
La conquista de la verdad supone un esfuerzo continuo en una doble dirección:
salir de la ignorancia, aumentando el conocimiento mediante el estudio y la
investigación, y salir del error, mediante la crítica del falso conocimiento. Esta
doble tarea tiene que abordarse individual y colectivamente.
“Aunque la voz griega scepsis (de donde vienen escéptico y escepticismo) significa
“inquisición,
investigación, especulación”; el uso ha alterado algo la significación de estas
voces. Por lo cual hoy escéptico significa lo mismo que dubitante; y escepticismo, aquella
profesión particular que usan los escépticos de dudar y suspender el asenso en las materias
controvertibles, o disputables”
Feijoo, B. J., Teatro crítico universal.
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