FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES SEDE ACADÉMICA DE MÉXICO Maestría en Derechos Humanos y Democracia VI (sexta) promoción 2012-2014 DERECHO A LA IDENTIDAD DE LOS NIÑOS Y NIÑAS NACIDOS FUERA DEL MATRIMONIO EN EL CÓDIGO CIVIL PARA EL ESTADO DE GUANAJUATO. ANÁLISIS A LA LUZ DEL PRINCIPIO DE IGUALDAD Y NO DISCRIMINACIÓN. Tesis que para obtener el grado de Maestra en Derechos Humanos y Democracia Presenta: Ma. del Carmen Zúñiga Cleto. Directora de tesis: Marta Subiñas Abad Seminario de tesis: “Protección Internacional de los Derechos Humanos” Línea de Investigación: “Estado, democracia y derechos humanos” México D.F., Octubre de 2014. Esta tesis fue posible gracias al apoyo brindado por el Consejo de la Judicatura Federal. Resumen Esta investigación es un estudio jurídico dogmático. Se analiza el derecho a la identidad personal de niños y niñas, en su vertiente de acceso inmediato a la filiación paterna. Sostenemos que en el Estado de Guanajuato no está garantizado por igual, porque para su acceso subsiste la distinción entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales, la cual analizamos a partir de la presunción de paternidad matrimonial, de cuyos antecedentes históricos obtenemos que surgió por la imposibilidad de conocer con certeza la relación sexual que originó la procreación y con la finalidad de proteger estabilidad de la familia matrimonial. Mediante el test de razonabilidad demostramos que en el contexto actual esas razones no son válidas por la aceptación de otros tipos de familia distintos a la basada en el matrimonio legal y por la certidumbre que respecto del origen biológico otorga la prueba de ADN. Proponemos la igualación del acceso a la filiación paterna mediante la eliminación de la presunción de paternidad matrimonial y la implementación del deber de ambos padres de acudir al registro civil a inscribir al menor y, ante la ausencia del padre, a través de la implementación de la presunción de paternidad imputada por la madre. Palabras clave Igualdad, discriminación, identidad, matrimonial, razonabilidad, reforma. filiación, niño(a), presunción paternidad Abstract This research is a dogmatic law firm. Analysis of the right to personal identity of children in his side immediately access paternal filiation. We argue that in the State of Guanajuato is not guaranteed equally because their access remains a distinction between marital and extramarital children, which we analyze from the presumption of marital paternity, whose historical background we obtain that arose from the impossibility of knowing with certainty that originated intercourse and procreation in order to protect the stability of marriage family. By reasonableness test showed that in the current context these are not valid reasons for accepting other than the marriage-based family and legal certainty regarding the biological origin that gives the DNA test. We propose equalizing access to paternal affiliation by removing the presumption of marital paternity and implementation of the duty of both parents to go to the registry office to register the child and, in the absence of the father, through the implementation of the imputed presumption of paternity by the mother. Key Words Equality, discrimination, identity, affiliation, child(a), presumption parenthood marriage, reasonableness, reform. I DEDICATORIA A Dios, por todo. A mis padres, por su amor y por cuidar a Vale mientras yo me dedicaba a esto. II Agradecimientos Al Consejo de la Judicatura Federal, por poner a mi alcance esta meta académica. III Índice general 1 Introducción Capítulo I Igualdad y no discriminación. Marco conceptual 1.Concepto de derechos humanos 2. Igualdad 2.1. Igualdad como principio y como derecho 2.2. Dimensiones de la igualdad 2.2.1. Dimensión formal o de iure 2.2.2. Dimensión sustancial, material o de hecho 2.2.3. Dimensión estructural 3. Discriminación 3.1. Razonabilidad del trato diferenciado. Algunas precisiones terminológicas 4. Observancia del principio de igualdad y no discriminación. Parámetros analíticos 4.1. Bloque de constitucionalidad en México 4.2. Los tratados de derechos humanos como parámetros interpretativos 4.3. El interés superior del niño como principio de interpretación aplicable al caso 4.4. Principio pro personae o pro homine Capítulo II Derecho a la identidad de niños y niñas. Doctrina y convenciones internacionales 1. Derecho a la identidad personal 8 11 12 13 14 14 17 19 22 30 31 35 36 38 2. Derecho a la filiación 2.1.Evolución normativa del derecho a la filiación en el Estado de Guanajuato 3. Derecho al nombre 4. Derecho a la inscripción del nacimiento 41 48 50 58 60 Capítulo III Regulación del derecho a la identidad en el Código Civil para el Estado de Guanajuato. Análisis y propuesta 1. Referencia introductoria 2. Presunción de paternidad matrimonial, su razón de ser 3. Aplicación del test de razonabilidad a la presunción de paternidad matrimonial. 4. Eliminación de la presunción de paternidad matrimonial 4.1. Derecho a la identidad del menor vs derecho a la intimidad del padre 5. Nuevo texto del Código Civil para el Estado de Guanajuato 64 65 68 77 78 82 Conclusiones Bibliografía 92 IV Índice de cuadros 1. Subprincipios del principio de proporcionalidad. Comparación entre el escrutinio ordinario y el escrutinio estricto. 29 2. Modificaciones a los artículos del Código Civil para el Estado de Guanajuato relativos a la mecánica para determinar la filiación (periodo 1967-2011) 55 3. Propuesta de reforma al Libro Primero, Título Séptimo, Capítulos I, II, III y IV del 82 Código Civil para el Estado de Guanajuato V Introducción Del hecho jurídico de la procreación se deriva un vínculo biológico y un vínculo jurídico entre padre, madre e hijos o hijas; por parte de los padres, es conocido como “paternidad” o “maternidad”, según sea el caso, y como “filiación” cuando se enfoca desde el punto de vista de hijos e hijas (Baqueiro Rojas y Buenrostro Báez, 1990: 179). Particularmente por lo que ve a la filiación, Ignacio Galindo Garfias la considera como el presupuesto jurídico necesario, la condición sine qua non para conocer la situación jurídica en que se encuentra una persona como hija de otra y como el elemento previo indispensable para determinar su estado civil y pertenencia a una familia. Asimismo, citando a Planiol y Ripert, distingue la filiación, que surge del proceso natural de la concepción, de su concepto jurídico, que concibe como una construcción del derecho a través de la cual se atribuye a los sujetos de la relación creada un conjunto de deberes, obligaciones, prohibiciones y derechos (Galindo Garfias, 1981: 255 y 257). Uno de esos derechos a favor de las y los hijos es el concerniente a su identidad personal, la cual se conforma por dos aspectos diversos que, asociados, son valorados como bienes jurídicos dignos de protección por el ordenamiento jurídico. El primero constituye su dimensión estática, relacionada con la identificación del sujeto: nombre, nacionalidad, imagen, su emplazamiento en un estado familiar, su identidad genética. El segundo corresponde a su dimensión dinámica que tiene que ver con todo lo asociado al plan de vida del sujeto, su sistema de valores, sus creencias, su ideología, bagajes culturales, entorno social, sus acciones sociales (Fernández Sessarego, 2003). Dadas esas dimensiones que comprende el derecho a la identidad personal, su protección jurídica, en cuanto derecho humano esencial, debe ser integral, es decir, debe comprender los múltiples y complejos aspectos de la personalidad que se concreta en las respuestas que numerosos seres humanos han dado a las preguntas ¿quién soy? y ¿quiénes son mi padre y madre? Interrogantes transcendentales cuya respuesta se procura en el sistema jurídico mexicano, precisamente, a través de la figura jurídica de la filiación, en cuanto 1 institución del derecho de familia que pretende regular el fenómeno de la procreación (filiación natural) tanto dentro como fuera del matrimonio e, incluso, en el caso de la adopción (filiación civil), extendiéndose a personas extrañas al crear entre ellas un vínculo jurídico como si fueran padre o madre e hijo o hija (Pérez Duarte y Noroña, 1998: 29). Ahora bien, como manifestación del derecho a la identidad de niños y niñas encontramos el derecho al nombre, que se traduce en el reconocimiento de la filiación a través de la inscripción registral del nacimiento. En efecto, para lo que a este estudio interesa, la filiación natural parte del presupuesto biológico de que toda persona tiene un padre y una madre pero, para que esa realidad biológica trascienda en el plano jurídico, deben realizarse los trámites que la legislación establece, tales como la inscripción del nacimiento en el registro civil, a fin de reconocer la existencia jurídica de la persona y establecer los vínculos familiares del niño o niña. Por ende, la inscripción del nacimiento de las personas en el registro civil es un trámite que forma parte del derecho a la identidad de las personas, resultando algo imprescindible y esencial para garantizarlo y proteger todo lo que de ello derive, como se advierte del artículo 7 de la Convención sobre los Derechos del Niño (en adelante CDN) que indica “el niño será inscrito inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho desde que nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medida de los posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos”. El ejercicio de esas prerrogativas no debe ser obstaculizado, al contrario, el Estado Mexicano debe procurar los medios para hacerlas efectivas, en cumplimiento a lo previsto por el artículo 8 de la Convención que lo compromete a respetar el derecho del niño a preservar su identidad. La observancia de tal obligación de respetar ese derecho supone que el Estado ciña su actuación al principio subyacente de igualdad y no discriminación que, en su acepción positiva, lo vincula a garantizar que todas las personas sean iguales en el goce y ejercicio de sus derechos y, en la negativa, se traduce en que no realice distinciones arbitrarias e injustas. 2 En el Estado de Guanajuato el acto de la inscripción del nacimiento presenta una realidad cuando quienes procrean celebran un contrato de matrimonio y otra distinta cuando no lo hacen, ya que en el Código Civil se encuentra el Título Séptimo denominado “DE LA PATERNIDAD Y LA FILIACIÓN”, cuyo capítulo segundo se denomina “De la Prueba de la Filiación de los lo Hijos Nacidos de Matrimonio”, mientras que el cuarto se intitula “Del Reconocimiento de los Hijos Nacidos Fuera de Matrimonio”. El problema que se advierte en esa normatividad es que la filiación respecto de los hijos e hijas nacidos fuera del matrimonio, se establece automáticamente con relación a la madre, más no así por lo que corresponde al padre, puesto que se considera que ésta sólo se da cuando hay un reconocimiento voluntario, una presunción legal o una declaración judicial de paternidad. Ello se traduce en que el vinculo filial del niño o niña con su padre es inmediato cuando está casado con su madre, pues basta la presentación del acta que consigna ese acto jurídico ante el oficial del registro civil para que obtenga el apellido de su progenitor, inmediatez que no está garantizada a los hijos e hijas nacidos fuera de matrimonio, porque la filiación estará sujeta a que el padre se apersone ante el oficial del registro civil a manifestar su voluntad de reconocer como propio al menor o a la conclusión de un juicio en el que se demande tal reconocimiento. Esa situación trasciende a la esfera jurídica de la o el menor, porque mientras no se establezca la filiación y, como consecuencia de ello, no se registre con los apellidos de ambos progenitores, no estará definida su identidad en su dimensión estática. Por lo que a la luz del principio de igualdad y no discriminación, consagrado en el artículo 1.1. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (desde aquí CADH), entre otros instrumentos internacionales, y recogido en el artículo 1° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (en lo subsecuente CPEUM), sostenemos que el Código Civil para el Estado de Guanajuato (más adelante CCG) infringe el derecho a la identidad de niños y niñas. 3 Se demostrará que el trato diferenciado que da al hijo o hija nacida fuera del matrimonio respecto de quien ha nacido dentro de un matrimonio reconocido por la ley conduce a situaciones contrarias a la justicia, porque carece de un fin que en tiempos actuales pueda considerarse valioso, cual es, la preservación de la familia basada en la institución del matrimonio legal. Este análisis que se realizará a partir del contenido y alcance de diversos conceptos jurídicos desarrollados durante la maestría (igualdad, no discriminación, razonabilidad, desigualdad formal), obedece a que la realidad social nos revela la renuencia de los hombres a aceptar su responsabilidad como padres, desprotegiendo a niños y niñas no solo económica, sino también emocionalmente, convirtiéndolos en objeto de señalamiento por el desconocimiento de su origen y condenándolos a vivir situaciones de rechazo e injusticia. En este sentido y toda vez que las reformas legales se constituyen en un mecanismo de protección no jurisdiccional de los derechos humanos, a través del estudio de las normas que para la definición de la filiación paterna como elemento de la identidad personal establece el CCG, justificaremos la eliminación de la distinción jurídica con el fin de avanzar en la efectivización del derecho a la identidad de niños y niñas en igualdad de condiciones. Ese ejercicio argumentativo es necesario porque, como se verá, aunque se ha avanzado en la igualación de derechos entre los hijos matrimoniales y los nacidos fuera de esa unión legal, la existencia o no de matrimonio entre sus progenitores trasciende a la vida del menor, al conocimiento de su origen biológico y, por ende, a su cotidianidad en la que es conocido como el hijo de alguien. Lo que se persigue con esta investigación es evidenciar que el sistema para definir la filiación en la legislación civil, no permite que sin distinción los niños y niñas nacidos en Guanajuato, de manera sencilla y rápida, adquieran el apellido del padre, estableciendo un vínculo con él, que posibilite el ejercicio inmediato de los derechos derivados del hecho natural de su nacimiento. 4 Para ello se analizará la presunción de paternidad matrimonial y una vez que demostremos que los procedimientos diferenciados que a partir de esta figura el legislador guanajuatense implementó para que niños y niñas obtengan el apellido paterno, no persiguen un fin constitucionalmente válido, propondremos su eliminación y la implementación, en aras del interés superior del niño, del deber de ambos padres de acudir a reconocer al menor como su hijo y, en caso de no presentarse el padre, crear una presunción de paternidad imputada por la madre, correspondiendo al presunto progenitor desvirtuarla, con la correlativa sanción a la madre de demostrarse la falsedad de la imputación. Con ello se garantiza que desde el inicio de su vida niños y niñas, sin distinción por las condiciones de su nacimiento, adquieran el apellido paterno procurándoles de esa manera la protección integral de su identidad personal. Así, los objetivos de esta investigación se traducen en el análisis de la ley y la propuesta de modificación en la parte que regula la determinación de la filiación paterna. Esto es posible porque bajo la perspectiva de la discriminación formal o de jure puede analizarse si el cumplimiento del deber estatal de garantizar a niños y niñas el ejercicio del derecho a la identidad personal en su vertiente de derecho al nombre, a la filiación y a la inscripción oportuna del nacimiento, implica eliminar de la legislación relativa los factores explícitos de distinción que directa o indirectamente restrinjan, obstaculicen o limiten ese derecho, sin atender a un fin razonable. En el caso es cuestionable que siga operando a favor de los hijos nacidos de matrimonio la presunción de paternidad, porque ello se traduce en que de manera inmediata puedan ser inscritos su nacimiento con el apellido del padre, beneficio del que no gozan quienes fueron concebidos por padres que no están casados. Para el análisis del tratamiento legislativo diferenciado y la demostración de su arbitrariedad como sustento de la propuesta legislativa anunciada, se hará uso de un método esencialmente jurídico a través de un estudio dogmático, mediante la implementación de un test de razonabilidad siguiendo los pasos del escrutinio estricto. Dicho método es referido en la doctrina constitucional indistintamente como test de razonabilidad o de proporcionalidad y se ha desarrollado a partir de la distinción que 5 entre reglas y principios propuso Robert Alexy. Diversos tribunales constitucionales, incluido el nuestro a través de las jurisprudencias P./J. 130/2007 y P./J. 42/2010 del Pleno de la Suprema Corte de justicia de la Nación (en lo que sigue SCJN) y 1ª./J. 2/2012 de la Primera Sala, lo ha utilizado como un sistema de verificación que permite determinar la adecuación de las normas legales a las reglas y principios insertos en la Constitución, y tiene como punto de partida establecer si la distinción normativa deriva o no de una categoría sospechosa, para luego aplicar las siguientes gradas de análisis: la primera consiste en la posibilidad de deducir del texto de la norma estudiada un trato diferenciado respecto de situaciones diferentes; la segunda, en identificar si el fin perseguido por la norma es objetivo y legítimo a la luz de la Constitución, y la tercera en develar la proporcionalidad de dicho fin, lo cual se traduce en la relación que existe entre los medios y el fin, esto es, la racionalidad de la medida que se analiza. Esta última etapa, a su vez, se desarrolla en tres estadios que se traducen en la elucidación de si los medios escogidos son adecuados e idóneos para la consecución del fin perseguido y si existe proporción entre medios y fines. Así, en el primer capítulo se revisará la noción de igualdad, su división doctrinal en igualdad formal, material y estructural, así como el mandato de no discriminación, lo que se hará con apoyo en material bibliográfico, textos normativos y jurisprudenciales. En el segundo se precisará el contenido del derecho a la identidad personal. Para ello, será necesario hacer referencia a las instituciones de derecho civil vinculadas a ese derecho humano, tales como el nombre, la filiación, y la inscripción registral del nacimiento, para lo cual se acudirá a las convenciones internacionales suscritas por México y sus protocolos facultativos relativos a la identidad, así como a su interpretación realizada en opiniones consultivas (las utilizadas se identificaran por su siglas OC) y sentencias emitidas, respectivamente, por la Comisión y por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante Corte IDH). Finalmente, a partir de esas precisiones terminológicas basadas en la doctrina y en el marco normativo tanto de carácter nacional como convencional, se obtendrán los lineamientos conforme a los cuales en el tercer capítulo se hará el test de razonabilidad con un escrutinio estricto, para demostrar que la distinción que en el CCG el legislador 6 realizó entre hijos matrimoniales e hijos extramatrimoniales, a partir de la implementación de la presunción de paternidad matrimonial, viola el derecho a la identidad personal en su vertiente de derecho al nombre, a la filiación y la inscripción oportuna del nacimiento, en virtud de que la protección de la familia matrimonial identificada como el objetivo mediato de índole constitucional que se desprende de esa codificación no es relevante porque, si bien en el artículo 4° de la norma fundamental se vincula al Estado a procurar la protección de la familia, en su labor interpretativa nuestro tribunal constitucional, siguiendo la jurisprudencia internacional, ha concluido que lo que protege la Constitución es la institución familiar como realidad social, sin importar la forma como se constituya, esto es, si está sustentada en la existencia de matrimonio heterosexual o no, extendiendo su protección a las uniones de hecho (homosexuales o heterosexuales) y a las familias homoparentales. Aunado a que la segunda razón por la que el legislador local implementó la distinción, como es la imposibilidad de saber con certeza cuál fue la relación sexual de la que derivó la procreación del niño o niña, en la actualidad no encuentra justificación dados los avances científicos en materia de identificación genética. 7 CAPÍTULO I IGUALDAD Y NO DISCRIMINACIÓN. MARCO CONCEPTUAL El objetivo de este capítulo es proporcionar los conceptos de los que se obtiene el conocimiento de los alcances y contenido de la exigencia de igualdad y no discriminación, a partir de su compresión como derecho humano relacional con el resto de los que están dotados hombres, mujeres, niños y niñas, y del deber del Estado en cada una de las funciones que desempeña de observarlo, respetarlo y garantizarlo, así como exponer los mecanismos de los que el operador jurídico puede echar mano para dilucidar si tal exigencia ha sido incumplida por el legislador al implementar normas diferenciadoras, los cuales son proporcionados por la doctrina y la jurisprudencia internacional en materia de derechos humanos y que han sido adoptados en nuestro sistema jurídico. 1. Concepto de derechos humanos Reflexionar sobre derechos humanos es una labor compleja. A lo largo de la historia han sido analizados desde distintas perspectivas, enunciándolos como derechos fundamentales, garantías individuales o derecho públicos subjetivos; por lo que, ante la falta de uniformidad en la doctrina de lo que debemos entender como tales, es la fundamentación teórica de su naturaleza la que delimita su concepto y los dota de contenido. Como punto de partida y para evitar perdernos en posturas filosóficas sobre la naturaleza de los derechos humanos, me parece adecuado iniciar con lo expresado por Alexy en el sentido de que, a pesar de que la discusión entre moral y derecho lleva más de dos mil años, siguen existiendo como posiciones básicas la positivista y la no positivista (Alexy, 2004: 13). Para la corriente positivista los derechos humanos se equiparan a derechos escritos reconocidos en ordenamientos jurídicos, porque el derecho es una construcción humana, basada en hechos sociales complejos. 8 Acerca de Nino, Bulygin expresa que la mayoría de los autores de cuño positivista consideran que su posición es incompatible con la creencia en la existencia de un derecho natural (Bulygin, citado por González Contró, 2012-2014: 92). Así se advierte de los postulados sostenidos por Bobbio, quien distinguía el positivismo jurídico desde tres perspectivas: como enfoque, como teoría y como ideología. Como enfoque o modo de acercarse al estudio del derecho, porque lo caracteriza como hecho y como valor, distingue lo que es de lo que debe ser y vincula al jurista a ocuparse únicamente de lo que es. Como teoría, en cuanto indica que se trata de la común identificación del positivismo jurídico con la teoría estatal del derecho, particularmente con aquéllas que sostienen la coactividad del derecho, la imperatividad de la norma, la supremacía de la ley como fuente del orden jurídico y que la actividad del juzgador es eminentemente lógica. Como ideología, en virtud de que, por su sola existencia y con independencia del valor moral de sus reglas, confiere al derecho un valor positivo que lo torna justo y útil para la obtención de fines deseables, tales como el orden, la paz, la certeza y, en general, la justicia legal (Bobbio, citado por Atienza y Ruiz Manero, 2007: 11 y 12). En contrapartida, el pensamiento iusnaturalista asume una posición no positivista, ya que su postulado esencial es que los derechos humanos existen y los posee el sujeto, independientemente de que se reconozcan o no en el derecho positivo. A esta corriente de pensamiento pertenece Carlos Ignacio Massini, quien considera que la positivación de los derechos humanos en declaraciones y normas no es suficiente, porque la proliferación de esos instrumentos no ha logrado impedir la generalizada violación de los derechos que proclaman (Massini, citado por Beuchot, 2008: 40 y 41). Pero existe una tercera posición, el pensamiento moralista que pudiéramos llamar ecléctico porque, si bien considera a los derechos humanos como exigencias y valores que tienen las personas por el solo hecho de ser humanos, se coloca en una posición intermedia, toda vez que no niega el carácter jurídico del derecho positivo, sino su obligatoria observancia cuando no cumple con los principios contenidos en el derecho natural. 9 Alexy en su Teoría de los Derechos Fundamentales y Dworkin en Los Derechos en Serio asumen esta tercera posición pues, básicamente, proponen que el derecho está dotado del contenido moral que tienen los principios. En el mismo sentido se pronuncia Nino quien afirma que los sistemas o las normas jurídicas, aun creados e impuestos por el poder estatal, no podrán ser calificados como derecho si no satisfacen los principios aludidos en el derecho natural; añade que hay principios que determinan la justicia de las instituciones sociales y establecen parámetros de virtud personal que son universalmente válidos, asequibles a la razón humana, cuya validez no depende del reconocimiento efectivo de ciertos órganos o individuos (Nino, 1989: 15 y16). En el concepto que proporciona Pérez Luño incorpora todas estas perspectivas, afirma que los derechos humanos son un conjunto de facultades e instituciones, que en cada momento histórico concretan las exigencias de dignidad, libertad e igualdad humanas, las cuales deben ser reconocidas positivamente por los ordenamientos jurídicos a nivel nacional e internacional (Pérez Luño, citado por Nogueira Alcalá: 30). De particular relevancia para el tema que aquí se abordará resulta la posición de Peces Barba, quien para la comprensión y fundamentación de los derechos humanos los dota de un contenido ético, jurídico, histórico y social. Para este autor sólo cabe hablar de derechos cuando se trata de pretensiones morales justificadas y susceptibles de ser eficaces, porque la fundamentación de los derechos humanos está conectada con la idea de que éstos no se completan hasta su positivación y de que tienen que contar con una dimensión de la realidad social que los efectivice, aunque su origen se encuentre en el plano de la moral; a lo que añade que la comprensión de los derechos no puede hacerse prescindiendo del análisis racional de su historia, pues es ésta la que debe conducir a descubrir las causas de la aparición de los derechos humanos y las razones que tuvieron los hombres para pensarlos y para impulsarlos en la realidad (Peces Barba,1989: 268). En “La Concepción Dualista de Gregorio Peces Barba”, de Asís explica que la importancia de la razón es consecuencia de la exigencia de aportar razones morales y jurídicas a la hora de plantear una concepción de los derechos; en tanto que la relevancia 10 de la historia se traduce en la contextualización histórica de las propuestas morales (De Asís Roig, 2008: 394-395). Así, la historia (contexto) y la razón (moral y jurídica) son el por qué y el para qué de los derechos; la respuesta que se dé a esas interrogantes serán el sustento de su exigibilidad cuando son transgredidos. Del marco doctrinario referido con antelación obtenemos como una primera aproximación al tema de estudio, que los derechos humanos tienen su basamento en la idea de dignidad humana y en la noción de igualdad, los cuales no pueden desvincularse porque todos somos portadores de dignidad, entendida como el mínimo de consideración y respeto que merecemos por el hecho de ser personas humanas, independientemente de la situación y las circunstancias en que nos encontramos, esto es, de nuestra condición existencial1. Esto significa que por encima de las diferencias que nos individualizan y nos distinguen unos de otros, el Estado debe garantizarnos a todos el goce y ejercicio de dicha dignidad, entre otros mecanismos, a través de la regulación de cada uno de los derechos a los que nuestra común naturaleza sirve de razón y fundamento. 2. Igualdad En su noción más básica, la idea de igualdad parte del reconocimiento de que aunque diferentes en lo accidental, los seres humanos coincidimos en lo sustancial al participar todos de la naturaleza humana. Asimismo, es un concepto que no puede estructurarse aisladamente, sino en relación con otros, porque solo frente a alguien más somos o no iguales. Además, no se refiere a una identidad absoluta entre los individuos, porque la identidad de hecho es materialmente imposible en virtud de que el ser humano es único e irrepetible, sino a la aceptación de que existe una esencia común compartida por todos, que el Estado no puede arbitrariamente trastocar para unos y garantizar para otros, apelando solamente a la distinción de hecho. 1 Corte IDH. Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño. Opinión Consultiva OC-17/02 del 28 de agosto de 202. Serie A No. 17.Voto Razonado del Juez A.A. Cançado Trindade, párr. 35. 11 Es decir, no se niega que existen diferencias fácticas entre los individuos, lo que se proscribe es que con sólo apelar a ellas se construyan desigualdades normativas, materiales o estructurales, según se reflejen en la ley o en todo un sistema de convivencia, soslayando la identidad sustancial de la que participa todo ser humano. En ese sentido, clasificar o diferenciar requiere de una razón especial, pues si no hay ninguna razón suficiente para la permisión de un tratamiento desigual, entonces está ordenado un tratamiento igual y si no hay una razón suficiente para ordenar un tratamiento igual, entonces está ordenado un tratamiento desigual (Alexy, 1993: 395). Por tanto, la actividad del Estado que se traduce en un trato desigual, impone analizar si ese proceder tiene un fundamento válido; validez que, como se verá más adelante, está determinada por el apego de la diferenciación a los principios que rigen en un sistema legal determinado y que se encuentran consagrados en la norma fundamental. De tal manera que para dilucidar si existe igualdad en una situación concreta, debe partirse de la Constitución porque es la norma fundante del Estado y el ordenamiento que estructura el poder público encargado de respetar, proteger, garantizar y promover los derechos humanos. 2.1. Igualdad como principio y como derecho Desde el ámbito del derecho constitucional, las normas se distinguen en principios y reglas. Los principios son mandatos de optimización, una pauta general que debe orientar la función estatal para la consecución de un fin reconocido como válido en un tiempo y en lugar determinado (Alexy, 1993: 86), lo que de suyo implica ponderar las posibilidades de su observancia en un contexto histórico concreto. Las reglas por su parte solo pueden o no ser observadas, bastando la subsunción del hecho concreto a la hipótesis legal, sin tomar en cuenta factores diversos a los específicamente enunciados en la norma. En México, en virtud de su Constitución Política, la igualdad es concebida con una naturaleza dual, es decir, como principio y como derecho. 12 Como principio, porque es un criterio básico para la creación de las normas, su posterior interpretación y aplicación. Puede concretarse de la siguiente manera: 1) un mandato de trato idéntico a destinatarios que se encuentren en circunstancias idénticas; (2) un mandato de trato enteramente diferenciado a destinatarios cuyas situaciones no compartan ningún elemento común; (3) un mandato de trato paritario a destinatarios cuyas situaciones presenten similitudes y diferencias, pero las similitudes sean más relevantes que las diferencias (trato igual a pesar de la diferencia); y (4) un mandato de trato diferenciado a destinatarios que se encuentren también en una posición en parte similar y en parte diversa, pero en cuyo caso, las diferencias sean más relevantes que las similitudes (trato diferente a pesar de la similitud) (Bernal Pulido, 2002: 51). Como derecho, porque indefectiblemente la igualdad se vincula a la esfera de derechos de un individuo concreto frente a otro. Lo anterior se traduce en el deber de los órganos del Estado de abstenerse de establecer diferencias arbitrarias, ya sea que el legislador cree normas que sin justificación las prevean, que el juzgador valide su observancia mediante una interpretación restrictiva de derechos fundamentales o que el ejecutivo desarrolle políticas públicas irrazonablemente excluyentes. Frente a ese deber está el derecho inmanente del particular de ser tratado igual en situaciones idénticas, lo que se traduce en una exigencia individualizada oponible al poder público y que, derivada de la distribución de funciones que éste desempeña, puede manifestarse o analizarse desde tres dimensiones o enfoques, a saber, formal, sustancial o material y estructural. De ello derivamos que el quién de la igualdad es el ser humano y el qué son todos los derechos que le son inmanentes, aquellos sin los que no sería lo que es y que por lo mismo no pueden ser mermados por el Estado, en cuanto sujeto pasivo, sin una causa justa. 2.2 Dimensiones de la igualdad Son varios los autores que se han pronunciado sobre el contenido del principio-derecho de igualdad a partir de diferentes perspectivas de estudio, dando lugar a lo que en la doctrina se han denominado las dimensiones de la igualdad, las cuales no pueden 13 entenderse como manifestaciones aisladas de ese derecho fundamental, sino como parte de un todo por ser universal y oponible a todos los órganos de Estado y, en ese sentido, será la actividad de un ente específico lo que determine que el análisis lo llevemos a cabo desde el enfoque formal, el material o el estructural. 2.2.1 Dimensión formal o de iure La igualdad desde una perspectiva formal o de iure está relacionada con la creación y aplicación de la ley, por lo que se proyecta en dos facetas: como igualdad en la norma jurídica, obligando al legislador a no crear distinciones irrazonables, y como igualdad frente a la norma jurídica, proscribiendo el tratamiento injustificadamente desigual por los órganos encargados de su aplicación. La igualdad en la ley es consecuencia de factores político sociales (Giménez Gluck, citado por De la Rosa Jaimes, 2010: 24). Su pretensión es que el ordenamiento jurídico esté diseñado de tal manera que su aplicación produzca los mismos resultados en cuanto a las condiciones de vida de los ciudadanos, lo que se traduce en que en su quehacer público el legislador debe respetar el principio de igualdad en el contenido de la norma. En tanto que la igualdad ante la ley consiste en que todos los que pertenecen a una misma categoría creada por el legislador sean tratados de la misma manera, es decir, es la proscripción de distinciones en donde la ley no distingue. Se vincula con la idea de igualdad ante los tribunales y con el principio de legalidad que rige la actuación de la administración pública. Ambas facetas de este enfoque de la igualdad no significan para el Estado la adopción de medida positiva alguna, sino que se traduce en un deber de abstención consistente en evitar el establecimiento de clasificaciones legislativas bajo criterios prohibidos y la construcción de privilegios extralegales. 2.2.2 Dimensión sustancial, material o de hecho En su dimensión material, el derecho de igualdad supone no sólo una exigencia negativa, es decir, la abstención de tratos discriminatorios; sino, además, una exigencia positiva por parte del Estado de equiparar situaciones desiguales, removiendo los obstáculos que 14 impiden a los grupos menos favorecidos el ejercicio real y efectivo de sus derechos humanos. Para Prieto Sanchiz esto es viable cuando la igualdad material se basa en un derecho fundamental de naturaleza prestacional directamente exigible; cuando la pretensión de igualdad sustancial se acompaña de un derecho, ya que aun cuando éste no sea de naturaleza prestacional, existe una cierta presunción de que el bien se considera valioso y merece protección, y cuando la igualdad material se apoya en una exigencia de igualdad formal (Prieto Sanchiz, 1994: 382-383). Esto se traduce en que si existe un derecho humano que en la realidad no es ejercido, el Estado debe actuar para lograr que sea efectivo, que el gobernado logre su materialización, porque si la igualdad formal en la legislación no ha sido suficiente, es imperante que el Estado genere las condiciones necesarias para lograr una igualdad real entre las personas, a fin de que cuenten con las mismas oportunidades de ejercicio y goce del derecho y que con éste obtengan los mismos resultados. Este tipo de igualdad se logra mediante la implementación de acciones positivas que, conceptualizadas por sus características y finalidad, son medidas temporales útiles para corregir la desigualdad material y, por ende, subsisten hasta en tanto se resuelvan las desventajas en el acceso a los derechos humanos, por lo que permiten dar un trato diferencial para acelerar la igualdad de facto. Entre los instrumentos internacionales que refieren de manera expresa las acciones afirmativas se encuentra la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW por sus siglas en inglés), que en su artículo 4.1 obliga a los Estados parte a adoptar medidas especiales de carácter temporal encaminadas a acelerar la igualdad de facto entre el hombre y la mujer; precisa que ello no se considerará discriminación en los términos que la propia Convención la define; proscribe el mantenimiento de normas desiguales o separadas y restringe su duración a la consecución de los objetivos de igualdad de oportunidad y trato. Particularmente por cuanto ve a los derechos de niños y niñas es el artículo 4 de la CDN el que prevé la posibilidad de su implementación, en cuanto dispone: 15 Artículo 4 Los Estados Partes adoptarán todas las medidas administrativas, legislativas y de otra índole para dar efectividad a los derechos reconocidos en la presente Convención. En lo que respecta a los derechos económicos, sociales y culturales, los Estadas Partes adoptarán esas medidas hasta el máximo de los recursos de que dispongan y, cuando sea necesario, dentro del marco de la cooperación internacional. En el sistema interamericano de derechos humanos la Corte IDH dejó en claro que la CADH obliga a los Estados a adoptar medidas positivas para revertir o cambiar situaciones discriminatorias existentes en sus sociedades, en perjuicio de determinado grupo de personas. Esto implica el deber especial de protección que el Estado debe ejercer con respecto a actuaciones y prácticas de terceros que, bajo su tolerancia o aquiescencia, creen, mantengan o favorezcan las situaciones discriminatorias (Corte IDH, OC 18/03: párr.104). Asimismo, sostuvo que los Estados Partes en la Convención Americana tienen el deber de tomar todas las medidas positivas que aseguren protección a los niños contra malos tratos, sea en sus relaciones con las autoridades públicas, sea en las relaciones interindividuales o con entes no estatales (Corte IDH, OC 17/02: párr.87). En el ámbito nacional es La Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, la que expresamente refiere las acciones afirmativas, al establecer en la fracción I del artículo 5, que para los efectos de esa ley se entenderá por acciones afirmativas el conjunto de medidas de carácter temporal. Cabe precisar que como estas acciones tiene que ver con el deber del Estado de garantizar el ejercicio de todos los derechos humanos en condiciones de igualdad, aun cuando las convenciones internacionales que los contienen no las estatuyan específicamente, el deber de su implementación se entiende inmerso en la obligación general de efectivizarlos. En suma, la igualdad sustancial es la igualdad de hecho o material por oposición a la igualdad de derecho o formal y se traduce en un hacer del Estado, equiparando las condiciones para que cada persona tenga la oportunidad de ejercer sus derechos con resultados efectivos, se traduce en tratar desigual a desiguales, esto es, en darles un trato equivalente considerando sus diferencias, entrando en juego las medidas de acción 16 positiva o medidas afirmativas, como instrumentos que permiten dar un trato diferencial, con el objetivo de eliminar las desventajas. Tratándose de los derechos de los niños, por ejemplo, el quinto párrafo del artículo 4 de la CPEUM establece que los niños y niñas tienen derecho a la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento para su desarrollo integral. Conforme a ese postulado constitucional existe igualdad formal por cuanto ve al derecho a la salud, para cuya efectivización el Sistema Nacional de Salud en nuestro país implementa la aplicación de un cuadro básico de vacunación; empero, dentro de ese cuadro básico no se incluye, por ejemplo, la vacuna de la meningitis que de presentarse en el menor puede causarle la muerte. A esa medida preventiva de salud tienen acceso los niños cuyos padres pueden sufragar su costo, de manera que los niños con padres en condiciones de pobreza verán limitado el acceso a dicha vacuna. Ante esta situación, bajo una perspectiva de igualación material del derecho humano a la salud, podría vincularse al Estado Mexicano a implementar una política de salud en la que subsidiara el costo de la vacuna para quienes no tienen acceso a ella y se encuentran en riesgo de contraer la enfermedad. En términos prácticos esto se traduciría en la implementación de una acción afirmativa aplicada a remediar la discriminación material causada por la pobreza, para garantizar el acceso al derecho a la salud de niños y niñas pobres mediante el otorgamiento de un trato preferencial, el cual a su vez se constituiría en una discriminación inversa que afectaría a niños y niñas que pertenecen al grupo de personas con mayores ingresos económicos y mejores oportunidades de desarrollo. 2.2.3. Dimensión estructural Esta visión de la igualdad parte de considerar la situación fáctica de quien es víctima de la desigualdad, pero no únicamente la desigualdad proveniente de una situación de hecho, como en su dimensión material, sino aquella que es consecuencia de una situación de exclusión social o de sometimiento de unos grupos por otros. En otras 17 palabras, se toma en consideración la situación de la persona individualmente considerada, pero como integrante de un grupo sistemáticamente excluido. En el desarrollo argumentativo que propone Roberto Saba, destaca la incidencia del contexto social, en cuanto afirma: El principio de igualdad ante la ley entendido como “no discriminación”, tiene su raíz en una versión individualista de la igualdad. Esta versión se vincula, por un lado, con una visión descontextualizada de la situación de cada individuo, como contraria a una visión “sociológica” o contextualizada de una realidad social más amplia que contempla la pertenencia de ese individuo a un grupo que se encuentra sometido a ciertos tratos o prácticas sociales como consecuencia de ser ese grupo. Por otro parte, la versión individualista de la igualdad requiere de una supuesta intención de discriminación reconocida a partir de la irrazonabilidad del criterio seleccionado. Vale la pena aclarar que la versión sociológica de la igualdad no se asocia necesariamente con una perspectiva holista (y por ello, no liberal) que identifica la existencia de entes superiores y diferentes a las partes que los componen. Esta visión no individualista de la igualdad continúa reconociendo a las personas como fines en sí mismos y valiosos en términos individuales, sólo que incorpora, además, el dato de su pertenencia a un grupo determinado que le permite reconocer su identidad, tanto a ella misma, como a los terceros que comparten su condición y aquellos que no (Saba, 2007: 185). Es decir, para esta autor es en el contexto social en el que el trato (des)igual se lleva a cabo, porque las personas además de ser fines en sí mismos y valiosas en términos individuales, también deben ser contempladas a partir de su pertenencia a determinados grupos que en un contexto determinado son excluidos de sus derechos fundamentales. Entonces, la visión estructural de la igualdad parte de la noción de que el individuo vive inmerso en colectividades, no es un ser aislado, forma parte de un grupo con el que comparte algún rasgo característico por el que, como integrante de ese conglomerado, sufre exclusión que le impide logar la igualdad real en tanto sujeto libre e igual en derechos al resto de los seres humanos. Por ejemplo, en relación con el derecho a la educación de niños y niñas indígenas, existe un pronunciamiento de la Comisión Nacional para Prevenir la 18 Discriminación, en el sentido de que la prueba ENLACE aplicada en 2011 resultó discriminatoria porque: Causa un agravio a la población infantil indígena e impide el ejercicio pleno de sus demás derechos, tales como el derecho a la igualdad y a la educación de calidad. Asimismo, deja de observarse el principio del interés superior de las niñas y niños al no haber una plena satisfacción del ejercicio de su derecho a la educación reflejada en los resultados de los instrumentos educativos estandarizados, que al aplicarse en poblaciones indígenas, pueden carecer de objetividad ya que no se adecuan a los contextos culturales, entorno social y de lenguaje predominante (CONAPRED, 2011). Lo que llevó a dicha comisión a solicitar de la Secretaría de Educación Pública la realización de un estudio documental y de campo, respecto de las lenguas maternas que predominan por ubicación geográfica en el país y el contexto cultural en el que se desenvuelven cada una de esas comunidades, a fin de actualizar el catálogo de las lenguas indígenas nacionales y el contexto sociocultural en las que se imparten las clases y comunican las y los profesores con las y los alumnos en las escuelas a nivel primaria y secundaria de los pueblos y comunidades indígenas del país y, hecho lo anterior, adecuara los reactivos de la prueba de manera progresiva, procurando que su diseño y contenido se basaran en el contexto y entorno cultural de los grupos y comunidades indígenas. 3. Discriminación La discriminación es un vocablo negativo, se traduce en la falta de tratamiento igualitario a situaciones análogas. Carlos de la Torre destaca tres elementos alrededor de los cuales se construye. En primer término, afirma que la discriminación se materializa en una desigualdad de trato que implica una exclusión, restricción o preferencia a una persona o grupo de personas. Como segundo elemento refiere que la causa que motiva el trato desigual, es una cualidad o condición específica de la persona o alguna convicción que ha adoptado. En tercer lugar, sostiene que estamos en presencia de discriminación, cuando se anula o menoscaba el reconocimiento, goce o ejercicio de derechos humanos o libertades 19 fundamentales de las personas que son discriminadas (De la Torre Martínez, citado por De la Rosa Jaimes, 2010: 26) Conforme a esos elementos, será a partir del análisis del derecho a la igualdad que estaremos en posibilidad de determinar si una actividad u omisión concreta del Estado se traduce en discriminación directa por inexistencia de igualdad formal, derivada de una distinción explícita y carente de justificación plasmada en la ley o reflejada en su aplicación. Al respecto, cabe mencionar que en relación con los derechos de niños y niñas, salvo la distinción entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales, no encontramos en la legislación vigente de nuestro país alguna disposición que expresamente establezca categorías de niños y niñas; por lo que para ilustrar de qué manera podría una norma configurar una discriminación formal, a manera de ejemplo se trae a colación que el sitio web <http://www.crin.org/es/biblioteca/publicaciones/toolkit-sobre-los-derechos-de-losninos-y-el-derecho-no-ser-discriminado>, informa que en Irán la edad de la responsabilidad criminal para los niños es de 14 años y siete meses, y para las niñas 8 años y nueve meses; mismo tópico que se abordó en el Informe sobre la aplicación de la CDN en Pakistán elaborado por el Comité de los Derechos del Niño en la 34ª sesión celebrada en Ginebra en septiembre de 2003, ya que dicho organismo advirtió que el marco jurídico de Pakistán es contradictorio en lo que respecta a la protección de niñas y mujeres de la discriminación, en virtud de que mientras los hombres cumplen penas a partir de los 18 años o una vez alcanzada la pubertad, las niñas lo hacen a partir de los 16 o una vez alcanzada la pubertad que puede equivaler a los 11 o 12 años de edad (CDN en OMCT, 2003). Retomando el concepto de discriminación, a partir de los elementos que enuncia De la Torre Martínez, estaremos en posibilidad identificar si obedece ya no a la ley sino a la falta de igualdad sustantiva de un individuo (como en el ejemplo del niño pobre o en condiciones de calle frente a niño con padres solventes, en que el primero enfrentará más obstáculos para el ejercicio pleno de los derechos sociales tales como salud o educación), o de igualdad estructural de un grupo determinado originada en la aparente neutralidad de un función pública, pero que, sin preverlo, produce un tratamiento 20 diferenciado sin bases razonables (como aconteció en 2011 con la aplicación de la prueba ENLACE a los niños indígenas sin prever su particular idiosincrasia y forma de vida). Por ende, será de acuerdo con los distintos enfoques o dimensiones del concepto de igualdad que se configurará algún tipo de discriminación a la que corresponderá un concreto mecanismo de solución. En la hipótesis específica de que lo que se advierta sea un tratamiento diferenciado en la ley, su solución implicará analizar si los criterios de inclusión o de exclusión en la norma son objetivos y razonables, porque no se prohíbe al legislador cualquier desigualdad, sino sólo aquellas desigualdades que carezcan de validez, por ello la diferenciación de trato debe basarse en una diferenciación razonable. En ese sentido se pronunció la Corte IDH en la OC 4/84, ya que definió que no todas las diferenciaciones constituirían discriminación sino sólo aquellas que no fueran objetivas ni razonables ni proporcionales a objetivos legítimos (Corte IDH, OC 4/84: párrs. 56-57). Además, detalló que el principio de igualdad y no discriminación impone a los Estados el deber de abstenerse de realizar acciones que de cualquier manera vayan dirigidas, directa o indirectamente, a crear situaciones de discriminación de jure o de facto, que explicó, se traduce, por ejemplo, en la prohibición de emitir leyes, en sentido amplio, de dictar disposiciones civiles, administrativas o de cualquier otro carácter, así como de favorecer actuaciones y prácticas de sus funcionarios, en aplicación o interpretación de la ley, que discriminen a determinado grupo de personas en razón de su raza, género, color, u otras causales (Corte IDH, OC 18/03: párr. 103). En el análisis de razonabilidad también incidirá que la distinción normativa recaiga o no en el núcleo duro del derecho a la igualdad, entendido como toda diferencia basada en cualquier dimensión subjetiva y que en el derecho interno se consagra en el último párrafo del artículo 1 de la norma fundamental que dice: Art. 1o. Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, 21 la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas. En este sentido, si el trato diferenciado se basa en alguna de esas categorías, la ley que lo contiene se presumirá inconstitucional mientras la autoridad no demuestre lo contrario, en virtud de que sobre tal distinción recaerá la sospechosa de inconstitucionalidad, porque la categoría utilizada para hacer la distinción confronta directamente una prohibición de la Carta Magna (Saba, 2008: 698). 3.1 Razonabilidad del trato diferenciado. Algunas precisiones terminológicas El problema de la compatibilidad o incompatibilidad que las regulaciones diferenciadas pueden presentar con el principio de igualdad, se resuelve a partir de la existencia o no de una justificación razonable. En la doctrina constitucional se alude indistintamente a los términos de racionalidad, razonabilidad, proporcionalidad y ponderación como mecanismos de solución ante la colisión de derechos fundamentales. Por ejemplo, Prieto Sanchiz menciona que el modo de resolver los conflictos entre principios recibe el nombre de ponderación, aunque a veces se habla también de razonabilidad, proporcionalidad o interdicción de la arbitrariedad (Prieto Sanchiz, 2000: 19); en tanto que Sánchez Gil, en relación con el principio de proporcionalidad, señala que se han usado varias denominaciones como principio de razonabilidad o juicio de ponderación, pero que finalmente todos traen consigo la idea de una solución materialmente justa (Sánchez Gil, 2008: 243). Dada esa homologación conceptual, para acotar el contenido del mecanismo que ocuparemos para el análisis que aquí se realizará, cabe hacer las siguientes precisiones terminológicas. Para Atienza una decisión es estrictamente racional si respeta las reglas de la lógica deductiva y los principios de la racionalidad práctica; si se toma sin evadir la fuente del derecho que le resulta vinculante y si se basa en criterios éticos y/o políticos establecidos, genérica o específicamente, en el ordenamiento jurídico. En cambio, la 22 razonabilidad es un concepto jurídico indeterminado, es una noción de contenido variable o un valor función que debe entenderse tanto en un sentido histórico social, porque lo que se considera razonable depende de circunstancias temporales y espaciales, como en un sentido lógico, ya que lo que se debe entender por razonable en cada caso depende del campo en que se aplique, pues sería irrazonable lo que es inadmisible en una comunidad en un momento dado (Atienza, 1987: 193). Citando a Perelman, distingue racionalidad y razonabilidad de la siguiente manera: “Mientras que en el Derecho las ideas de razón y racionalidad han estado unidas por una parte a un modelo divino y, por otra parte, a la lógica y a la técnica eficaz, las de lo razonable y su opuesta, lo irrazonable, están ligadas a las reacciones del medio social y su evolución” (Atienza, 1987: 191). Por cuanto ve a la proporcionalidad, se desarrolla en tres exigencias que tienen que superarse conjunta y articuladamente, a saber, la adecuación de la medida, su necesidad y la proporcionalidad en estricto sentido. La adecuación tiene que ver con su fin porque debe ser constitucionalmente válido, y con su idoneidad, puesto que debe ser capaz de producir el objetivo deseado. La necesidad supone que no existe otra alternativa para alcanzar el objetivo buscado con la distinción legal. La proporcionalidad, se refiere al equilibrio que debe existir entre lo que se persigue con la medida y lo que se sacrifica para lograrlo (Sánchez Gil, 2007: 36-56). Un ejemplo de la aplicación de este ejercicio argumentativo a un caso concreto dentro de nuestro sistema jurídico lo encontramos en la tesis: 2a. CXXVIII/2013 (10a.) de rubro: “SUPLENCIA DE LA QUEJA DEFICIENTE EN EL JUICIO DE AMPARO LABORAL. LA CIRCUNSTANCIA DE QUE SÓLO OPERE EN BENEFICIO DEL TRABAJADOR, NO VULNERA EL DERECHO HUMANO DE IGUALDAD Y NO DISCRIMINACIÓN”. En la ejecutoria de la que derivó ese criterio, la Segunda Sala de la SCJN identificó la existencia de un tratamiento normativo diferenciado en la Ley de Amparo de anterior vigencia, en cuanto establecía la suplencia de la queja deficiente en materia laboral solo para la parte trabajadora. Luego, refirió que el fin que persigue la distinción es solventar las desigualdades procesales (el patrón tiene los recursos para defenderse) y proteger bienes básicos de la clase trabajadora (que por falta de 23 conocimiento de tecnicismos jurídicos y recursos económicos para defenderse pierda su medio de subsistencia). Identificados los fines, concluyó que la distinción de trato en referencia con el trabajador está plenamente justificada, que resulta proporcional porque sí guarda una relación razonable con el fin que se procura alcanzar, dado que tal diferenciación constituye una acción positiva que tiene por objeto medular compensar la situación desventajosa en la que históricamente se ha encontrado la clase trabajadora frente a la patronal. 2 Por su parte la ponderación consiste en sopesar los argumentos en favor y en contra de una decisión. A fin de establecer la mayor medida posible en la que un principio debe ser cumplido, es necesario contrastarlo con los principios que juegan en sentido contrario o con los principios que dan fundamento a las reglas que juegan en sentido contrario (Bernal Pulido, 2008: 53), entonces se traduce en sopesar los intereses que entran en juego ante un conflicto que va mas allá de la estructura normativa, estos es, del valor que subyace de las mismas. Por eso, si partimos de la concepción de razonabilidad como no arbitrariedad, esta noción servirá como instrumento para descalificar medidas legislativas que no atiendan a una finalidad válida, derivado de que el motivo para sacrificar ese valor no sea relevante. Lo anterior significa que en el plano normativo, para concluir si una distinción es razonable, debe emitirse un juicio de valor sobre los fines de su establecimiento, de esa manera se podrá definir si el objetivo que persigue con ella el creador de la norma atiende a un fin relevante en un contexto histórico y social determinado, dado el carácter evolutivo de los derechos humanos y si tal distinción es el medio idóneo para su consecución. Ese método es aceptado en nuestro sistema jurídico. En efecto, la SCJN a través de la Primera Sala, estableció en la ejecutoria dictada en el amparo en revisión 1629/2004, que dio origen a la jurisprudencia 1a./J. 55/2006 de 2 En Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, Materia Constitucional, Libro 2, Enero de 2014, Tomo II, página 1595. 24 rubro: “IGUALDAD. CRITERIOS PARA DETERMINAR SI EL LEGISLADOR RESPETA ESE PRINCIPIO CONSTITUCIONAL” que el principio de igualdad puede ser descompuesto en dos principios parciales que facilitan su aplicación, a saber: 1. Si no hay ninguna razón suficiente para la permisión de un tratamiento desigual, entonces está ordenado un tratamiento igual. 2. Si hay una razón suficiente para ordenar un tratamiento desigual, entonces está ordenado un tratamiento desigual. Acotó que en un inicio debe atenderse al primer principio parcial de igualdad; y, excepcionalmente debe hacerse una distinción, pero deberá justificarse plenamente, la pretensión de establecer un trato diferenciado, y que el núcleo del principio de igualdad queda establecido en términos de la razón suficiente que justifique el trato desigual. 3 Por su parte el Pleno de la SCJN en sentencia pronunciada en el amparo en revisión 309/2007 de la que derivó la jurisprudencia P./J. 130/2007 de epígrafe: "GARANTÍAS INDIVIDUALES. EL DESARROLLO DE SUS LÍMITES Y LA REGULACIÓN DE SUS POSIBLES CONFLICTOS POR PARTE DEL LEGISLADOR DEBE RESPETAR LOS PRINCIPIOS DE RAZONABILIDAD Y PROPORCIONALIDAD JURÍDICA”, determinó que las restricciones a los derechos humanos no pueden ser arbitrarias, por lo que para su validez todo acto legislativo que delimite un derecho fundamental, debe cumplir con los principios de razonabilidad y proporcionalidad. Esto es, la distinción ha de perseguir una finalidad constitucionalmente legítima; ser adecuada, idónea, apta y susceptible de alcanzar el fin perseguido; ser necesaria, es decir, suficiente para lograr dicha finalidad, de manera que no implique una carga desmedida, excesiva o injustificada para el gobernado; y, estar justificada en razones constitucionales. 4 En tanto que en el amparo en revisión 1260/2006 que dio lugar a la tesis aislada 2a. LXXXII/2008, rubro: “PRINCIPIO GENERAL DE IGUALDAD. SU CONTENIDO Y ALCANCE”, la Segunda Sala sustentó que ante un caso en el que la ley distingue entre dos o varios hechos, sucesos, personas o colectivos, debe analizar si dicha 3 En Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Materia Constitucional, Tomo XXIV, Septiembre de 2006, página 75. 4 En Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Materia Constitucional, Tomo XXVI, Diciembre de 2007, página 8. 25 distinción descansa en una base objetiva y razonable, o si, por el contrario, constituye una discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las capacidades diferentes, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas. Añadió que con la finalidad de lograr un control constitucional más completo, la existencia de una justificación debe apreciarse en relación con la finalidad y con los efectos de la medida examinada, sin desconocer los principios que generalmente prevalecen en las sociedades democráticas. 5 Acorde con esa línea interpretativa reiterada en las jurisprudencias P./J. 42/2010 del Pleno de la SCJN y en la identificada con el número de control 1ª./J. 2/2012 del índice de la Primera Sala, en su orden intituladas: “IGUALDAD. CRITERIOS QUE DEBEN OBSERVARSE EN EL CONTROL DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE NORMAS QUE SE ESTIMAN VIOLATORIAS DE DICHA GARANTÍA” y "RESTRICCIONES A LOS DERECHOS FUNDAMENTALES. ELEMENTOS QUE EL JUEZ CONSTITUCIONAL DEBE TOMAR EN CUENTA PARA CONSIDERARLAS VÁLIDAS”, el análisis correspondiente debe realizarse tomando en cuenta que una diferencia de trato que repercuta sobre un derecho consagrado por la CPEUM no sólo debe perseguir una finalidad legítima, sino que también se ve violentada cuando se aprecie claramente que no existe una razonable relación entre los medios empleados y la finalidad perseguida, debiendo las primeras guardar relación con las segundas. Así pues, el trato diferenciado de dos situaciones de hecho diversas no constituirá una discriminación, siempre y cuando se cumplan las siguientes condiciones: a) que las circunstancias de hecho sean distintas; b) que la decisión del tratamiento diferente esté fundada en un fin aceptado constitucionalmente; c) que la consecución de dicho fin por los medios propuestos sea posible y, además, adecuada. 5 En Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Materia Constitucional, Tomo XXVII, Junio de 2008, página 448. 26 Asimismo, la jurisprudencia nacional refiere la necesidad de que este método interpretativo (test de razonabilidad/proporcionalidad) se aplique con diferentes intensidades de acuerdo con la injerencia de los poderes públicos en el derecho fundamental objeto de consideración. Ejemplo de ello son las resoluciones dictadas en la acción de inconstitucionalidad 1/2002, en el amparo en revisión 581/2012, en el amparo en revisión 152/2013 y en el amparo en revisión 203/2013, de las que derivaron, en su orden, las tesis aisladas P. XXIV/20116, 1a. CI/2013 (10a.)7, 1a. CCCXII/2013 (10a.)8 y 1a. CCLX/20149 (10a.), de rubro: “MATRIMONIO ENTRE PERSONAS DEL MISMO SEXO. AL TRATARSE DE UNA MEDIDA LEGISLATIVA QUE REDEFINE UNA INSTITUCIÓN CIVIL, SU CONSTITUCIONALIDAD DEBE VERIFICARSE EXCLUSIVAMENTE BAJO UN PARÁMETRO DE RAZONABILIDAD DE LA NORMA (ARTÍCULO 146 DEL CÓDIGO CIVIL PARA EL DISTRITO FEDERAL, REFORMADO MEDIANTE DECRETO PUBLICADO EN LA GACETA OFICIAL DE LA ENTIDAD EL 29 DE DICIEMBRE DE 2009)”, “CONSTITUCIONALIDAD DE DISTINCIONES LEGISLATIVAS QUE SE APOYAN EN UNA CATEGORÍA SOSPECHOSA. FORMA EN QUE DEBE APLICARSE EL TEST DE ESCRUTINIO ESTRICTO”, “INTENSIDAD DEL ANÁLISIS DE CONSTITUCIONALIDAD Y USO DEL PRINCIPIO DE PROPORCIONALIDAD. SU APLICACIÓN EN RELACIÓN CON LOS DERECHOS HUMANOS” y “MATRIMONIO ENTRE PERSONAS DEL MISMO SEXO. NO EXISTE RAZÓN DE ÍNDOLE CONSTITUCIONAL PARA NO RECONOCERLO”. En dichas resoluciones la SCJN reconoció como un primer nivel de análisis de la constitucionalidad de leyes el test de mera razonabilidad cuya utilización circunscribe a los casos en que la norma que no incida directamente sobre los derechos humanos. 6 En Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Materia Constitucional, Tomo XXXIV, Agosto de 2011, página 873. 7 En Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, Materia Constitucional, Libro XIX, Abril de 2013, Tomo 1, página 958. 8 En Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, Materia Constitucional, Libro XXV, Octubre de 2013, Tomo 2, página 1052, 9 En Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, Materia Constitucional, Libro 8, Julio de 2014, Tomo I, página 151. 27 Como un segundo nivel del estudio de la compatibilidad de la norma secundaria con la Constitución refirió al escrutinio estricto, cuya implementación supedita a que el caso que se tenga que resolver involucre alguna categoría sospechosa detallada en el artículo 1°, párrafo quinto, de la norma fundamental, o bien, que el ordenamiento legal sometido al tamiz constitucional afecte derechos humanos reconocidos por el propio texto constitucional y/o por los tratados internacionales, o incida directamente sobre la configuración legislativa que la Constitución prevé de manera específica para la actuación de las autoridades de los distintos niveles de gobierno. Dicha matización tiene sus raíces en la jurisprudencia de la Corte Suprema de Estados Unidos respecto de la aplicación de la equal protection, en la que desarrolló una escala de intensidades para la aplicación del principio de la igualdad, que Conesa Labastida explica de la siguiente manera: a) Rational basis review (escrutinio racional) — Se trata del estándar más laxo de revisión y el más utilizado. El juez determina primero si la medida cuya constitucionalidad se controvierte tiene un fin razonable o si el órgano tuvo una base racional para emitirla. En caso afirmativo se determina que la medida es «legítima» y acto seguido se estudia si se encuentra razonablemente encaminada a la consecución del fin buscado. De ser así, la medida ha pasado la prueba constitucional. Es una rara ocurrencia que una política sea declarada inconstitucional bajo este escrutinio. b) Strict Scrutiny (escrutinio estricto)—Se trata del estándar más exigente, el cual se utiliza cuando exista una diferenciación basada en «categorías sospechosas » como la raza o la nacionalidad.22 Ante éstas el Juez debe determinar primero si existe no una finalidad «legítima» sino un «interés vinculante y prevalente con respecto a otros» —compelling or overriding state interest—. […]Siguiendo con la aplicación del test, el fin perseguido por la medida debe ser «extremadamente importante» y no basta con una mera base racional. De satisfacerse el requisito, la medida es catalogada como «permisible» y lo siguiente es determinar si ésta es la única manera para alcanzar el fin buscado. Si hay otra manera—cualquiera— de lograrlo sin dañar a la clase sospechosa la medida será declarada inconstitucional. c) Intermediate standard of review (escrutinio intermedio)—Se trata de un punto intermedio entre los dos extremos anteriores, utilizado para las diferenciaciones con base en género —el cual si bien no tiene el grado máximo de categoría sospechosa para la jurisprudencia norteamericana, sí merece protección especial—. Bajo el presupuesto que toda medida que asume o propaga roles tradicionales de género tiene tintes de discriminatoria, en estos casos la autoridad 28 debe mostrar un interés «importante» y que la medida esté «substancialmente relacionada » a su consecución (Conesa Labastida, 2010: 358-360). No obstante la distinción, el Máximo Tribunal acotó que para la aplicación de uno y otro método hermenéutico, se acude el principio de proporcionalidad (fin legítimo, idoneidad, necesidad y proporcionalidad en estricto sentido), porque éste irradia y aplica sobre la totalidad de los derechos humanos. Así, de acuerdo con esas directrices doctrinarias y jurisprudenciales, en el ámbito nacional, una vez que se ha determinado que la distinción normativa se basa en una categoría sospechosa, el escrutinio riguroso de su razonabilidad se desarrolla en los siguientes pasos: 1. Respecto de la finalidad: a) identificar qué pretendió el legislador con su implementación, b) dilucidar si dicha finalidad es conforme a la Constitución, es decir, su legitimidad, y c) determinar si ese objetivo constitucionalmente válido es relevante. 2. Agotado ese análisis, se verifica que la medida se la adecuada para la consecución del fin constitucionalmente válido y relevante. 3. Luego, se analiza la necesidad o indispensabilidad de su implementación. 4. Finalmente, se ponderan los derechos en juego. Este mecanismo de análisis de la observancia del principio de igualdad y no discriminación implementado en nuestro derecho interno, es una combinación de los criterios norteamericano (escrutinio estricto) y alemán (proporcionalidad), lo que se ilustra con el siguiente cuadro comparativo (Díez Gargari, 2012: 81-82). Subprincipios Finalidad objetiva constitucionalmente válida. y Adecuación. Proporcionalidad sentido estricto. en Escrutinio estricto Deberá tratarse de un constitucionalmente importante. objetivo La medida legislativa deberá estar directamente conectada con la consecución de los objetivos constitucionales. Será necesario que la diferencia de trato refleje un balance cuidadoso de las distintas exigencias normativas en juego, y que no se detecten alternativas menos gravosas para los derechos capaces de conducir a ese fin. 29 Escrutinio ordinario Basta con una finalidad constitucionalmente admisible, esto es, una finalidad no abiertamente contradictoria con las disposiciones constitucionales. Será suficiente con que la medida esté suficientemente conectada con la consecución de tales objetivos. Basta que no exista desbalance grosero entre el objetivo al servicio del cual está la medida clasificadora. Conforme a ese marco conceptual, en uno u otro caso, es decir, si la distinción se base o no en una categoría sospechosa, el primer filtro por el que una distinción normativa debe pasar es el de perseguir un fin objetivo y constitucionalmente válido. Es ese orden de ideas, no es sólo el tipo de afectación los derechos humanos (directa en el escrutinio estricto por referirse a una categoría sospechosa, o indirecta en el escrutinio débil), lo que distingue a uno y otro método hermenéutico, la manera como se concreta cada uno de los subprincipios del principio de proporcionalidad es lo que los diferencia. Observamos que para ponderar las diferenciaciones legales, ambos métodos de análisis convergen en que el fin que se persigue con ella debe ser valioso a la luz de Constitución, de manera que en uno y otro caso debe identificarse la justificación de la medida legislativa, esto es, su razonabilidad. Este marco conceptual nos permitirá verificar con un escrutinio estricto la razonabilidad de la distinción legal entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales para efectos de la determinación de la filiación paterna, desarrollada normativamente a partir de la presunción de paternidad matrimonial, ejercicio argumentativo que supone establecer en primer lugar que dicha distinción normativa se basa en una categoría sospechosa, para luego identificar qué persiguió el legislador con esa distinción, el derecho que se ve afectado con ello y el ejercicio de éste con cuáles entra en conflicto, para lo cual se hará uso de los parámetros analíticos que enseguida se mencionan. 4. Observancia del principio de igualdad y no discriminación. Parámetros analíticos El principio de igualdad y no discriminación posee un carácter fundamental para la salvaguardia de los derechos humanos tanto en el derecho internacional como en el interno; se trata de un principio de derecho imperativo que obliga a los estados a no introducir en su ordenamiento jurídico regulaciones discriminatorias, eliminar las regulaciones de carácter discriminatorio, combatir las prácticas de este carácter y establecer normas y otras medidas que reconozcan y aseguren la efectiva igualdad ante la ley de todas las personas (Corte IDH, caso No. 127, párr. 185). 30 Este principio es relacional a todos los derechos fundamentales, porque todos deben ser ejercidos en igualdad de condiciones y sin distinciones arbitrarias, por eso su violación por parte de los órganos del Estado con motivo del ejercicio indebido de alguna de las funciones públicas que desarrolla, necesariamente se traduce en la trasgresión a una prerrogativa específica y consustancial al ser humano. Si lo que se plantea es una violación formal al derecho fundamental de igualdad, entonces tendremos que verificar si la actividad legislativa produce directa o indirectamente una distinción que carezca de una causa justa. Para resolver esa problemática el operador jurídico debe apegarse a parámetros de interpretación y de control, ya que como parte de su análisis debe determinar si el sentido de la norma es acorde con los ordenamientos nacionales e internacionales que consagran los derechos humanos y que formen el bloque de constitucionalidad del país. 4.1. Bloque de constitucionalidad en México El bloque de constitucionalidad puede entenderse como el conjunto normativo que contiene disposiciones materialmente constitucionales, fuera de la constitución documental (Bidart Campos, 2003: 264), es decir, una Constitución como norma fundamental del Estado puede ser normativamente algo más que su propio texto, porque sus normas pueden ser más numerosas que aquellas que pueden encontrarse en el articulado del ordenamiento fundamental escrito (Uprynmi Yepez, 2008: 32); luego, son aquellas normas, principios y valores que sin ser parte del texto constitucional en sentido formal, por disposición y mandato de la propia Constitución se integran a ella. Esta creación doctrinaria fue acogida por nuestro país mediante la reforma, entre otros, del artículo 1 de la CPEUM, publicada en el Diario Oficial de la Federación el diez de junio de dos mil once. Los tres primeros párrafos disponen: Artículo 1º. En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las 31 garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece. Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia. Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley. Conforme a ese precepto, a partir del once de junio de dos mil once, los tratados internacionales sobre derechos humanos en los que el Estado Mexicano sea parte, tendrían el mismo nivel de la Constitución Federal, porque existe una interrelación funcional entre ambos y por ende ha integrado un bloque de constitucionalidad donde las normas de la Ley Fundamental se complementan con las disposiciones de los Tratados Internacionales en materia de Derechos Humanos como normas supremas del Estado Mexicano. Cabe destacar que el 3 de enero de 2013 fue publicada en la Gaceta Parlamentaria de la Cámara de Diputados la iniciativa de reforma constitucional suscita por el diputado federal por el Partido Revolucionario Institucional, Francisco Agustín Arroyo Vieyra, con el fin de modificar el segundo párrafo del artículo 1° constitucional, para establecer que, de existir una contradicción de principios entre esta Constitución y los tratados internacionales de los que México sea parte, debía prevalecer el texto constitucional. Esa propuesta generó el rechazo de un sector de la sociedad civil conformado especialistas, académicos y representantes de organizaciones civiles y sociales, así como por personas defensoras de derechos humanos, quienes mediante una carta dirigida al actual titular del Ejecutivo Federal y a los integrantes de la Cámara de Diputados, expresaron su preocupación por el retroceso exponencial que, de ser aprobada, esta iniciativa implicaría para los derechos humanos en México. Sostuvieron que la reforma es regresiva porque para efectos hermenéuticos, propone una jerarquía normativa que deja de garantizar la protección más amplia para la persona, y deja sin sentido el reconocimiento constitucional del principio “pro persona” y la interpretación 32 conforme a tratados, pues al establecer que el texto constitucional es el que debe prevalecer, desnaturaliza y nulifica dichos criterios constitucionales de interpretación; va en contravía del principio constitucional de progresividad en la interpretación de las obligaciones de garantizar, promover, proteger y respetar los derechos, que prohíbe interpretaciones que restringen la efectividad de los derechos ya reconocidos, así como de sus garantías ya adoptadas, aunado a que excluye a nuestra Constitución del grupo de constituciones de avanzada en América, regresándola al lado de constituciones propias de Estados con democracias débiles o en proceso de consolidación10. Aunque esa propuesta legislativa fue rechazada el 30 de septiembre de 2007; empero, en su quehacer jurisdiccional el Estado Mexicano acogió esa línea interpretativa que para muchos significa un retroceso en materia de derechos humanos. En efecto, a raíz del debate que su suscitó en el Pleno de la SCJN al resolver la contradicción de tesis 293/2011, 11 el Máximo Tribunal del País acotó los alcances del bloque de constitucionalidad, pues llegó a la conclusión de que los derechos humanos reconocidos en los tratados internacionales son perfectamente válidos como derecho positivo en todo el territorio nacional, y que sólo en caso de que exista una restricción expresa en la CPEUM al ejercicio de alguna determinada garantía individual deberá sujetarse a lo que indica la norma constitucional por encima del derecho supranacional, aun en el caso de que el ordenamiento internacional de derechos humanos provea una protección más amplia (Sentencia CT 293/2011-PL: 47-64) Dicha vertiente no incide en el tema que abordaremos, ya que respecto de los derechos del niño no existe una limitante ordinaria expresamente consignada en el texto constitucional, como por ejemplo si la encontramos para la libertad de expresión, porque está constreñida a no constituirse en ataque a la moral, a la vida privada o los derechos de terceros, a provocar algún delito, o a perturbar el orden público12, o de manera más 10 Véanse los sitios: <http://sitl.diputados.gob.mx/LXII_leg/iniciativaslxii.php?comt=30&tipo_turnot=1&edot=T> y <https://www.change.org/p/dip-francisco-agustín-arroyo-vieyra-presidente-de-la-cámara-de-diputados-se-retire-lainiciativa-de-reforma-al-artículo-1-constitucional-2> 11 12 La sentencia íntegra puede consultarse en <http://mxscjnbiblio.scjn.pjf.gob.mx> Primer párrafo del artículo 6 de la CPEUM 33 clara, la libertad personal que puede ser restringida por el Estado sin previo juicio a través del arraigo13. Tampoco es viable esa restricción en situaciones extraordinarias o de emergencia, ya que el propio texto de la norma fundamental lo prohíbe. En efecto, en el primer y segundo párrafos del artículo 29, la CPEUM, dice: Art. 29.- En los casos de invasión, perturbación grave de la paz pública, o de cualquier otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto, solamente el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, con la aprobación del Congreso de la Unión o de la Comisión Permanente cuando aquel no estuviere reunido, podrá restringir o suspender en todo el país o en lugar determinado el ejercicio de los derechos y las garantías que fuesen obstáculo para hacer frente, rápida y fácilmente a la situación; pero deberá hacerlo por un tiempo limitado, por medio de prevenciones generales y sin que la restricción o suspensión se contraiga a determinada persona. Si la restricción o suspensión tuviese lugar hallándose el Congreso reunido, éste concederá las autorizaciones que estime necesarias para que el Ejecutivo haga frente a la situación; pero si se verificase en tiempo de receso, se convocará de inmediato al Congreso para que las acuerde. En los decretos que se expidan, no podrá restringirse ni suspenderse el ejercicio de los derechos a la no discriminación, al reconocimiento de la personalidad jurídica, a la vida, a la integridad personal, a la protección a la familia, al nombre, a la nacionalidad; los derechos de la niñez; los derechos políticos; las libertades de pensamiento, conciencia y de profesar creencia religiosa alguna; el principio de legalidad y retroactividad; la prohibición de la pena de muerte; la prohibición de la esclavitud y la servidumbre; la prohibición de la desaparición forzada y la tortura; ni las garantías judiciales indispensables para la protección de tales derechos. Esta disposición constitucional es acorde con el artículo 27 de la CADH, que prevé la suspensión de garantías, en los siguientes términos: Artículo 27. Suspensión de Garantías 1. En caso de guerra, de peligro público o de otra emergencia que amenace la independencia o seguridad del Estado Parte, éste podrá adoptar disposiciones que, en la medida y por el tiempo estrictamente limitado a las exigencias de la situación, suspendan las obligaciones contraídas en virtud de esta Convención, siempre que tales disposiciones no sean incompatibles con las demás obligaciones que les impone el derecho internacional y no entrañen discriminación alguna fundada en motivos de raza, color, sexo, idioma, religión u origen social. 13 Octavo párrafo del artículo 16 de la CPEUM 34 2. La disposición precedente no autoriza la suspensión de los derechos determinados en los siguientes artículos: 3 (Derecho al Reconocimiento de la Personalidad Jurídica); 4 (Derecho a la Vida); 5 (Derecho a la Integridad Personal); 6 (Prohibición de la Esclavitud y Servidumbre); 9 (Principio de Legalidad y de Retroactividad); 12 (Libertad de Conciencia y de Religión); 17 (Protección a la Familia); 18 (Derecho al Nombre); 19 (Derechos del Niño); 20 (Derecho a la Nacionalidad), y 23 (Derechos Políticos), ni de las garantías judiciales indispensables para la protección de tales derechos. 3. Todo Estado Parte que haga uso del derecho da suspensión deberá informar inmediatamente a los demás Estados Partes en la presente Convención, por conducto del Secretario General de la Organización de los Estados Americanos, de las disposiciones cuya aplicación haya suspendido, de los motivos que hayan suscitado la suspensión y de la fecha en que haya dado por terminada tal suspensión. 4.2. Los tratados de derechos humanos como parámetros interpretativos Las normas del bloque de constitucionalidad, esto es, los tratados de derechos humanos que se han colocado en el mismo rango que la constitución se utilizan como parámetro de control de los derechos fundamentales que consagra la norma suprema, porque son los que los delimitan y dotan de contenido. Por eso para la problemática que aquí se abordará, tendrá que atenderse a la CADH, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (en adelante PIDCP) y a CDN, por ser instrumentos internacionales que México ha suscrito, cuyo contenido informa sobre el derecho a la identidad de niños y niñas. También es viable acudir a las sentencias y las Opiniones Consultivas de la Corte IDH, por ser sus interpretaciones vinculantes cuando México es parte, y orientadoras cuando no lo es14 y que en uno y otro caso configuran el contenido mínimo de los derechos que los Estados han de garantizar. Por su relevancia, será necesario atender al alcance que la Corte IDH dio al principio de igualdad y no discriminación formal en la OC 4/84 sobre la propuesta de 14 Tesis aislada P. LXVI/2011 (9a.), del Pleno de SCJN, que dice: “CRITERIOS EMITIDOS POR LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS CUANDO EL ESTADO MEXICANO NO FUE PARTE. SON ORIENTADORES PARA LOS JUECES MEXICANOS SIEMPRE QUE SEAN MÁS FAVORABLES A LA PERSONA EN TÉRMINOS DEL ARTÍCULO 1o. DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. En. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Decima Época, Libro III, Diciembre de 2011, Tomo 1, página 550. 35 modificación a la Constitución Política de Costa Rica relacionada con la naturalización, ya que en ese instrumento se pronunció sobre la prohibición de tratamiento discriminatorio de origen legal, en relación con la diversa en OC 18/03, cuyos principales aportes en relación con la anterior, fue la definición del principio de igualdad y no discriminación como jus cogens y la ampliación del catálogo de categorías prohibidas de diferenciación nombrando, por ejemplo, la edad y el estado civil y destacando así que la lista mencionada en la CADH es referencial y no agota todas las posibilidades de supuestos de discriminación (Corte IDH, OC-18/03: párrs. 100 -101). De igual manera, son criterios relevantes y aplicables a la práctica interpretativa las recomendaciones del Comité de Derechos Humanos15, las recomendaciones e informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y las Observaciones Generales del Comité de los Derechos del Niño, entre otros. Por ser el tema en análisis el derecho a la identidad de niños y niñas, de especial relevancia resulta atender a la normatividad internacional de derechos humanos y su interpretación que desarrollan el concepto de interés superior del niño, a cuyo contenido y alcance a continuación se hará referencia. 4.3. El interés superior del niño como principio de interpretación aplicable al caso El artículo 3 de la CDN, establece que en todas las medidas concernientes a los niños que tomen las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades administrativas o los órganos legislativos, una consideración primordial a que se atenderá será el interés superior del niño. De esa disposición convencional se deduce que el interés superior del niño es un criterio orientador para la generación de normas y políticas públicas y se traduce en un deber del Estado frente a los niños en aras de efectivizar sus derechos. Es un principio de 15 “…Aun cuando la función del Comité de Derechos Humanos en el examen de las comunicaciones individuales no es formalmente la de un órgano judicial, las opiniones emitidas por el Comité, en virtud del Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, pueden tener algunas de las características importantes de una decisión judicial. En ese sentido, se llegó a un espíritu judicial, incluida la imparcialidad y la independencia de Miembros del Comité, debido al carácter determinante de las decisiones”. En Observación general número 33 del Comité de Derechos Humanos, “Las Obligaciones de los Estados partes en virtud del Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos”. 36 carácter garantista, porque lo que dispone es una limitación, una obligación, una prescripción de carácter imperativo hacia las autoridades, ya que básicamente consiste en que cualquier medida que se tome respecto de los niños, debe tender a la protección de sus derechos fundamentales y no a conculcarlos; pero, como ningún derecho fundamental es absoluto, en caso de colisión, el interés superior del niño es también un principio que permite “arbitrar” conflictos jurídicos de derecho (Cillero Bruñol, 1999). En ese sentido se pronunció la Primera Sala de la SCJN en la jurisprudencia 1a./J. 25/2012 de rubro: “INTERÉS SUPERIOR DEL MENOR. SU CONCEPTO”, que al hacer propio el concepto de interés superior del niño dado por la Corte IDH, interpretó que esa expresión “implica que el desarrollo de éste y el ejercicio pleno de sus derechos deben ser considerados como criterios rectores para la elaboración de normas y la aplicación de éstas en todos los órdenes relativos a la vida del niño.”16 En la legislación nacional este principio está previsto en la Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolecentes, reglamentaria del párrafo sexto, artículo 4° de la CPEUM, en cuanto señala que la protección de los derechos de niñas, niños y adolescentes tiene como objetivo asegurarles a estos menores de edad un desarrollo pleno e integral, lo que implica la oportunidad de formarse física, mental, emocional, social y moralmente en condiciones de igualdad, siendo principios rectores de la protección del interés superior de la infancia; la no discriminación por ninguna razón, ni circunstancia; la igualdad sin distinción de raza, edad, sexo, religión, idioma o lengua, opinión política o de cualquier otra índole, origen étnico, nacional o social, posición económica, discapacidad, circunstancias de nacimiento o cualquier otra condición suya o de sus ascendientes, tutores o representantes legales; vivir en familia, como espacio primordial de desarrollo; tener una vida libre de violencia; la corresponsabilidad de los miembros de la familia, Estado y sociedad, así como la tutela plena e igualitaria de los derechos humanos y de las garantías constitucionales. Como puede verse, la noción de este principio esta dada por su función consistente en que la actuación del Estado, cuando se ven involucrados derechos del 16 En Semanario Judicial de la Federación, Décima Época, Libro XV, Diciembre de 2012, Tomo 1, página 334. 37 menor, debe decantarse por la decisión que se traduzca en su garantía y efectiva realización. Junto con los tratados internacionales de derechos humanos y los instrumentos que los interpretan, este es el parámetro que regirá nuestro análisis. 4.4. Principio pro personae o pro homine En el ámbito del derecho internacional de los derechos humanos, importa tener en cuenta una regla que esté orientada a privilegiar, preferir, seleccionar, favorecer, tutelar y por lo tanto, a adoptar la aplicación de la norma que mejor proteja los derechos fundamentales del ser humano. En el ámbito del derecho nacional, a raíz de la reforma constitucional de junio de 2011 en materia de derechos humanos, nuestra Carta Magna concede a todas las personas el disfrute de los derechos humanos reconocidos por ella, así como aquellos determinados en los instrumentos internacionales de los que nuestro país es parte. Asimismo, determina que las normas relativas a los derechos humanos son susceptibles de ampliarse e interpretarse de la manera más favorable a las personas, lo cual posibilita que las mismas puedan integrar sus contenidos mediante un sistema de re envíos hacia otros ordenamientos (Caballero Ochoa, 2012: 109), esto es lo que en la doctrina internacional de derechos humanos se conoce como el principio pro homine o pro persona y es un criterio hermenéutico que informa todo el cuerpo normativo de los derechos humanos, en virtud del cual se debe acudir a la norma más amplia o a la interpretación más extensiva, cuando se trata de reconocer y proteger derechos de las personas; será útil para nuestro estudio ya que armoniza el sentido y alcance de las disposiciones constitucionales. La relevancia de la reforma constitucional en comento y la adopción del principio interpretativo de que se habla, estriba en que se tradujo en la implementación de un sistema jurídico por el que se devolvió a las personas la apropiación de sus derechos, mediante el fortalecimiento del concepto de derechos humanos en la Constitución y la apertura al derecho internacional de los derechos humanos, no sólo por el primero y segundo párrafo del artículo 1° de la CPEUM, que admiten expresamente a 38 los tratados como fuente de derechos constitucionalizados, sino también por las obligaciones puntuales del Estado frente a ellos, así como por los principios del derecho internacional que acompañan su reconocimiento y protección (Caballero Ochoa, 2012: págs.103-104). Hasta aquí podemos establecer que la igualdad y no discriminación son conceptos correlacionados y complementarios. La noción de igualdad esta referida a la dignidad que como seres humanos compartimos todas las personas, niños y adultos; la cual no puede ser vulnerada por el Estado sin una razón que lo justifique. Desde un enfoque formal, la posibilidad de que existan diferencias normativas deriva de que la igualdad no es absoluta pues, aunque todos somos humanos y compartimos esa consustancial naturaleza, existimos de diferente manera, no podemos negar que nuestra individualidad tiene sus rasgos particulares que nos distinguen de los demás; sin embargo, aunque aceptamos las diferencias accidentales de nuestra existencia, por si solas no bastan para darnos un trato que merme el ejercicio de nuestros derechos ¿cuáles?, todos, todos los que son necesarios para vivir dignamente, entre ellos, el derecho a la identidad cuyo contenido, como más adelante veremos, se encuentra desarrollado en los instrumentos normativos e interpretativos, vinculantes y orientadores, en el ámbito internacional. En este sentido, la restricción a un derecho fundamental mediante el establecimiento de un trato diferenciado que incida en su ejercicio, debe sustentarse en razones válidas, entendidas como lo que en un contexto determinado resulte aceptable, pues no debe soslayarse que los derechos humanos son evolutivos, lo digno de protección y los mecanismos para llevarlo a cabo varían, porque responden a una realidad social concreta. Con esta perspectiva de análisis se demostrará que en el Estado de Guanajuato, el legislador ha incumplido con el deber de garantizar el ejercicio efectivo del derecho a la identidad personal de niños y niñas nacidos fuera del matrimonio, porque su acceso no es inmediato como sí lo es para quienes nacieron dentro de esa unión legal, y ello obedece a la distinción normativa entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales que en el contexto actual carece de un motivo que pueda estimarse valioso y justo para los 39 menores y, por ende, torna el actuar del Estado discriminatorio y lesivo de la igualdad formal por inobservancia del creador de la norma de su deber de no establecer en ley distinciones irrazonables. Para tal fin, es necesario referir el contenido y alcance del derecho a la identidad personal de niños y niñas, lo que hará en el capítulo subsecuente. 40 CAPÍTULO II DERECHO A LA IDENTIDAD PERSONAL DE NIÑOS Y NIÑAS. DOCTRINA Y CONVENCIONES INTERNACIONALES El objetivo de este acápite es delimitar el derecho a la identidad personal en cuanto identificación del sujeto, lo que se hará a partir de la enunciación de los sub derechos que lo integran tales como la filiación, el nombre y la inscripción registral del nacimiento, por ser en éstos en los que incide la distinción normativa que analizamos. Además, a partir de la evolución legislativa del tratamiento diferenciado cuestionado se identificarán las razones que llevaron al legislador local a su implementación, lo que se hará preponderantemente con apoyo en los conceptos que proporciona la doctrina civil, así como en la regulación del derecho a la identidad tanto en el sistema internacional, como en el sistema interamericano de derechos humanos y en los criterios interpretativos emitidos al respecto por los organismos internacionales, los cuales ha sido acogidos a nivel interno por la SCJN. 1. Derecho a la identidad personal El vocablo identidad es definido por la Real Academia de la Lengua Española, como el conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracteriza frente a los demás, o bien, como la conciencia que tiene una persona de ser ella misma y distinta a los otros. Esta conceptualización coincide con la que desde el punto de vista psicológico aporta Edwing Goffman, quien distingue la identidad personal de la identidad social y de la identidad del yo. La identidad personal, la entiende relacionada con el supuesto de que el individuo pueda diferenciarse de todos los demás, mediante señas distintivas que se perfecciona a través del conocimiento de su biografía y sus atribuciones sociales. La identidad social tiene que ver con las categorías a las que pertenece el individuo. La identidad del yo es la conciencia que el individuo tiene de sí mismo, el sentido subjetivo de su propia situación, continuidad y carácter que alcanza como resultado de las diversas 41 experiencias sociales por las que atraviesa (Goffman, citado por Argulló Tomás, 1997: 185 y 186). De acuerdo con estas definiciones, la identidad tiene un componente eminentemente intrínseco, consistente en la apreciación que tenemos de nosotros mismos, pero que no se desarrolla ajena a los demás, sino que, como miembros de una sociedad organizada, se construye en la interacción con los otros y propicia una serie de relaciones reguladas por el Estado. En este sentido se pronuncia Fernández Sessarego, para quien la identidad es el conjunto de atributos y características que permiten individualizar a la persona en sociedad. A partir de ese concepto, dicho autor confiere dos aspectos a la identidad, a saber: a) uno estático, configurado por los signos externos referidos a la identificación de la persona, los cuales pueden ser visibles como el nombre o recónditos como la clave genética; y b) otro dinámico, constituido por el conjunto de atributos y características cambiantes en el tiempo que configuran el patrimonio ideológico y cultural de cada persona, tales como los ideales políticos o religiosos (Fernández Sessarego, 2003). Desde una perspectiva jurídica, en la normatividad internacional el derecho a la identidad se entiende como un bien amplio y complejo, ya que es definido a partir de la combinación de varios componentes. Por ejemplo, la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) alude a él cuando hace referencia al derecho de la persona a su nacionalidad y a gozar de una educación orientada hacia la comprensión entre los distintos grupos étnicos y religiosos; 17 en tanto que la CADH, lo menciona al disponer que toda persona tiene derecho a un nombre propio y a los apellidos de sus padres o al de uno de ellos, así como a una nacionalidad. 18 La referencia específica a este derecho humano la encontramos en la regulación de los derechos de niños y niñas. Por lo que es a partir de éstos que las convenciones 17 18 De la DUDH, artículos 15 y 26. De la CADH, artículos 18 y 20. 42 internacionales delimitan con mayor claridad el contenido de la identidad, lo que tiene sentido porque aunque es un bien jurídico que no está reservado para los menores, es en los albores de la vida que surge su exigencia de tutela y garantía, derivada de la necesaria identificación del individuo y su diferenciación desde el momento mismo en que surge como ser humano. Así, el PIDCP declara en el artículo 24 que todo niño será inscrito inmediatamente después de su nacimiento, que deberá tener un nombre y que tiene derecho a adquirir una nacionalidad; tales prerrogativas son signos exteriores que hacen jurídicamente posible la identidad y coinciden con los enunciados en la CDN, que en los artículos 7 y 8, prevé lo siguiente: Artículo 7 1. El niño será inscrito inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho desde que nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos. 2. Los Estados Partes velarán por la aplicación de estos derechos de conformidad con su legislación nacional y las obligaciones que hayan contraído en virtud de los instrumentos internacionales pertinentes en esta esfera, sobre todo cuando el niño resultara de otro modo apátrida. Artículo 8 1. Los Estados Partes se comprometen a respetar el derecho del niño a preservar su identidad, incluidos la nacionalidad, el nombre y las relaciones familiares de conformidad con la ley sin injerencias ilícitas. 2. Cuando un niño sea privado ilegalmente de algunos de los elementos de su identidad o de todos ellos, los Estados Partes deberán prestar la asistencia y protección apropiadas con miras a restablecer rápidamente su identidad. Conforme a esas disposiciones normativas, el derecho a la identidad es un complejo de derechos compuesto por el nombre, la nacionalidad y las relaciones familiares; empero, esos datos distintivos del menor no son los únicos, ya que en su labor interpretativa la Corte IDH, además de conceptualizar la identidad personal como el conjunto de atributos y características que permiten la individualización de la persona en sociedad, especificó que, aunado al derecho a la nacionalidad, al nombre y a las relaciones de familia también comprende el de conocer la verdad sobre la propia 43 identidad (Corte IDH, caso No. 221, párr. 122 y 123) y el reconocimiento de la personalidad jurídica para defenderlos (Corte IDH, caso No. 120, párr.15). En ello coincide el Comité Jurídico Interamericano quien, al pronunciarse sobre el alcance del derecho a la identidad, estimó que la redacción que hace la CDN no implica necesariamente que los elementos ahí citados sean todos los que corresponden al derecho a la identidad; porque la frase “incluidos la nacionalidad, el nombre y las relaciones familiares…” hace expresa mención de ciertos derechos que no pueden dejar de estar incluidos, pero no cierra necesariamente el círculo del universo de las pertenencias y mucho menos de los indisociables y estrechos vínculos con otros derechos esenciales como el derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica y a ser inscrito inmediatamente después de su nacimiento, porque éste último forma parte inseparable de los derechos enunciados expresamente en dicha Convención (CJI, 2007). Por cuanto ve al ordenamiento nacional, aun cuando la CPEUM no reconoce en su texto el derecho a la identidad, ello no puede constituir un obstáculo para su adecuada protección y respeto a cargo de todos los órganos del Estado, dada su estrecha vinculación con la dignidad humana y porque se encuentra protegido expresamente en los tratados internacional antes mencionados, los cuales se encuentran vigentes en nuestro país y forman parte del bloque de constitucionalidad por haber sido ratificados por México. Tan es así que a nivel federal y a nivel local existen ordenamientos específicos derivados de la ratificación de la CDN, realizada mediante decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 31 de julio de 1990. En efecto, el 29 de mayo de 2000 se publicó en el citado medio de difusión oficial la Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, cuyo artículo 22 dice: Del Derecho a la Identidad Artículo 22. El derecho a la identidad está compuesto por: A. Tener un nombre y los apellidos de los padres desde que nazca y a ser inscrito en el Registro Civil. 44 B. Tener una nacionalidad, de acuerdo con lo establecido en la Constitución. C. Conocer su filiación y su origen, salvo en los casos que las leyes lo prohíban. D. Pertenecer a un grupo cultural y compartir con sus integrantes costumbres, religión, idioma o lengua, sin que esto pueda ser entendido como razón para contrariar ninguno de sus derechos. A fin de que niñas, niños y adolescentes puedan ejercer plenamente el derecho a su identidad, las normas de cada Entidad Federativa podrán disponer lo necesario para que la madre y el padre los registren, sin distinción en virtud de las circunstancias de su nacimiento. Al respecto, la Primera de la SCJN en las contradicciones de tesis 154/2005, 50/2011 y 152/2011 que dieron lugar a los criterios con número de control 1ª./J 101/2006, 1ª. CXVI/2011 y 1ª/ 15/2012 de rubros: “JUICIOS DE PATERNIDAD. EN LOS CASOS EN QUE A PESAR DE LA IMPOSICIÓN DE MEDIDAS DE APREMIO LOS PRESUNTOS ASCENDIENTES SE NIEGAN A PRACTICARSE LA PRUEBA PERICIAL EN MATERIA DE GENÉTICA (ADN), OPERA LA PRESUNCIÓN DE LA FILIACIÓN CONTROVERTIDA (LEGISLACIONES DE NUEVO LEÓN Y DEL ESTADO DE MÉXICO)”, “DERECHO A LA IDENTIDAD DE LOS NIÑOS” y “PATERNIDAD. EL VARÓN DISTINTO DEL MARIDO ESTÁ LEGITIMADO PARA CUESTIONAR LA DEL HIJO NACIDO EN EL MATRIMONIO DE LA MADRE CON AQUÉL, PERO LA ADMISIÓN DE LA DEMANDA DEPENDERÁ DE LA PONDERACIÓN QUE HAGA EL JUZGADOR PARA DETERMINAR QUE EL EJERCICIO DE LA ACCIÓN ARMONIZA EL INTERÉS SUPERIOR DEL MENOR CON LOS DEMÁS DERECHOS INHERENTES (LEGISLACIONES DE LOS ESTADOS DE GUANAJUATO Y DE NUEVO LEÓN)”,19 consideró que los niños tienen todos los derechos generales establecidos en la Constitución Federal, en los diversos tratados internacionales, además de algunos otros derechos especiales previstos en el artículo 4o. de la Carta Magna. En ese tenor, dijo, el derecho a la identidad como derecho de los niños puede derivarse y dotarse de contenido desde las disposiciones de orden internacional. 19 En su orden en: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XXV, Marzo de 2007, Materia Civil, página 111; Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XXXIV, Septiembre de 2011, Materia Constitucional, página: 1034, y Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Décima Época, Libro X, Julio de 2012, Tomo 1, Materia Constitucional, Civil, página 705. 45 Asimismo, a partir de lo que establece el artículo 22 la Ley para la Protección de los Niños, Niñas y Adolescentes, la cual es de orden público, de interés social y de observancia obligatoria en toda la República, indicó que el estado civil comporta un atributo propio de la persona, inherente y consubstancial al derecho de la personalidad jurídica y al nombre que, en el caso de los menores, reviste el carácter de derecho fundamental, por lo que el hecho de que el menor tenga la certeza de quién es su progenitor constituye un principio de orden público y hace parte del núcleo esencial del derecho fundamental a la personalidad jurídica. Conforme a lo anterior, en nuestro sistema jurídico a nivel federal es el citado artículo 22 de la ley mencionada el que, en observancia de los ordenamientos internacionales de derechos humanos obligatorios en nuestro país, delimita el contenido del derecho humano de niños y niñas a su identidad personal conformado por tener un nombre y los apellidos de los padres desde que nazca y conocer su filiación y su origen, salvo en el caso que las leyes lo prohíban. La relevancia de esos atributos de la personalidad fue destaca por el Máximo Tribunal del país en las sentencias mencionadas, al referir que la importancia de esa prerrogativa fundamental no se limita a dichos elementos y consecuente posibilidad de solicitar y recibir información sobre su origen, sino que, a partir de ese conocimiento, el menor adquiere una nacionalidad y el derecho a exigir de sus ascendientes la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento, para su desarrollo integral. Cabe precisar que en concordancia con la normatividad internacional, en su labor interpretativa nuestro tribunal constitucional no limita el contenido del derecho a la identidad a los elementos que enuncia el artículo 22 citado, puesto que en diversa resolución que dio lugar a la tesis P. LXVIII/2009, de epígrafe: “DERECHO A LA SALUD. NO SE LIMITA AL ASPECTO FÍSICO, SINO QUE SE TRADUCE EN LA OBTENCIÓN DE UN DETERMINADO BIENESTAR GENERAL”, lo definió como el derecho de la persona a tener sus propios caracteres, físicos e internos y sus acciones, que lo individualizan ante la sociedad. Así, la identidad personal es el conjunto y resultado de todas aquellas características que permiten individualizar a una persona en 46 la sociedad, es todo aquello que hace ser “uno mismo” y no “otro” y se proyecta hacia el exterior, permitiendo a los demás conocer a esa persona y, de ahí, identificarla.20 La regulación a nivel local no dista mucho de la federal, salvo porque la Ley para la Protección de Niñas, Niños y Adolescentes del Estado de Guanajuato, publicada el 19 de noviembre de 2010 en el Periódico Oficial de la entidad, a diferencia de la normatividad federal, en preceptos diversos distingue entre identidad personal e identidad grupal, de la siguiente manera: Derecho a la identidad Identidad Artículo 32. Niñas, niños y adolescentes tienen derecho a la identidad, conformada por: I. El nombre propio; II. La nacionalidad; III. La historia filial y genealógica; y IV. El reconocimiento de la personalidad jurídica. Identidad grupal Artículo 33. Niñas, niños y adolescentes tienen derecho a pertenecer a un grupo cultural y compartir con sus integrantes: costumbres, religión, idioma o lengua. De las normas y los criterios interpretativos referidos con antelación claramente se observa que tanto en el ámbito internacional como en el nacional, se dota al derecho a la identidad de un contenido complejo que parte del nombre como dato distintivo e individualizador de la persona, y alcanza las relaciones familiares, concretamente, al derecho del niño a establecer vínculos filiares con sus padres o progenitores y que, en cuanto derecho subjetivo oponible erga homnes, impone al Estado el deber de garantizarlo, implementando las medidas de protección apropiadas para su pleno ejercicio. 20 En Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XXX, Diciembre de 2009, Materia Constitucional, página 6. 47 Sentado que el derecho a la identidad, por su integralidad, abarca diversos aspectos, procede ahora mencionar el alcance de aquellos que, como se verá, son en los que incide directamente la circunstancia de que los padres se encuentren unidos o no, en matrimonio legal. 2. Derecho a la filiación Para Planiol y Rippert la filiación es el lazo de descendencia que existe entre dos personas, una de las cuales es el padre o la madre de la otra; es decir, genera una relación inmediata entre el padre o la madre y el hijo (Planiol y Ripert, 2007: 282). En similares términos se pronuncia Jaime Sanz-Diez de Ulzurrun Escoriaza, en cuanto afirma que la filiación es el vínculo que se establece entre una persona y sus progenitores; añade que inicialmente es un puro hecho biológico que se basa en el vínculo natural de sangre que se crea cuando una persona ha sido procreada o engendrada por otra, pero que al ser recogida y regulada por el derecho crea una relación jurídica entre padres e hijos (Sanz-Diez, 2006: 2). Así lo entiende Ernesto Gutiérrez y González, ya que considera que si bien la filiación deriva de un hecho de la naturaleza, la realidad es que mientras el derecho no sancione ese fenómeno natural, no tendrá la relevancia jurídica que merece (Gutiérrez y González, 2004: 414-415). La relevancia jurídica que dicho autor menciona es destacada por Méndez Costa al afirmar que de las notas distintivas del estado de familia es la de mayor jerarquía dentro del parentesco por ser la portadora de las más importantes consecuencias jurídicas (Méndez Costa, 1986: 13). Ahora bien, ya se dijo en el apartado que antecede que en el ámbito internacional este derecho humano forma parte del derecho a la identidad, de manera que los preceptos que lo consagran son también el fundamento de la filiación, pero no solo los que ya se refirieron. En efecto, en el ámbito del Sistema Universal de Protección de Derechos Humanos, a la figura jurídica de la filiación también refieren los preceptos que consagran obligaciones estatales vinculadas a la paternidad y a la maternidad, como es el 48 articulo 25.2 de la DUDH que preconiza la igual protección social de los niños, nacidos de matrimonio o fuera de él; o los que expresamente refieren las condiciones en que se regulará en el ámbito interno, como el artículo 10.3 del Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales (PIDESC) que constriñe al poder público a adoptar medidas especiales de protección y asistencia a favor de los niños y adolescentes, sin discriminación alguna por razón de filiación o cualquiera otra condición, al igual que el articulo 24.1 del PIDCP que establece el derecho de todo niño a las medidas de protección que su condición de menor requiere, sin discriminación, entre otros, por motivo de nacimiento, a cargo de la familia, del Estado y de la Sociedad, En el ámbito regional de protección de derechos humanos, el artículo 17 de la CADH, en los puntos 4 y 5, dice: Artículo 17. Protección a la Familia 4. Los Estados Partes deben tomar medidas apropiadas para asegurar la igualdad de derechos y la adecuada equivalencia de responsabilidades de los cónyuges en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del mismo. En caso de disolución se adaptarán disposiciones que aseguren la protección necesaria a los hijos, sobre la base única del interés y conveniencia de ellos. 5. La Ley debe reconocer iguales derechos tanto a los hijos nacidos fuera de matrimonio como a los nacidos dentro del mismo. Ahora bien, de acuerdo con el concepto de derechos humanos que proporciona Pérez Luño, referido con antelación, podemos afirmar que una de las características de los derechos humanos es que son evolutivos porque su institucionalización en el derecho internacional obedece a lo que en un contexto histórico determinado se considere valioso para concretar las exigencias de dignidad del ser humano, por eso para realiza un análisis dogmático jurídico de la filiación tendente a dilucidar si en el contexto estatal su regulación responde a estándares internacionales de derechos humanos, es necesario conocer el tratamiento que el legislador le ha dado a lo largo de la historia, porque esos antecedentes son los que permitirán conocer qué fue lo que el creador de la norma consideró valioso y digno de protección y si ello corresponde con lo que el derecho internacional de derechos humanos preconiza. 49 2.1 Evolución normativa del derecho a la filiación en el Estado de Guanajuato La filiación parte del hecho natural del nacimiento de una persona. Históricamente su regulación en el derecho interno atiende a las diversas situaciones jurídicas en que materialmente pueden encontrarse los progenitores, al vínculo legal que los una y las condiciones materiales de su convivencia, esto es, si están o no casados, si viven en concubinato, si estando casados existe una separación de hecho, si están unidos legalmente con diversa persona al coprogenitor, etc. Todas esas circunstancias, aunque ajenas al concebido, desde el punto de vista jurídico formal, inciden en el acceso a su emplazamiento filial en condiciones de igualdad, ya que es a partir de ellas que a lo largo de la historia se han regulado distintas "categorías filiatorias" que surgen de una distinción primaria, los hijos matrimoniales y los extramatrimoniales. Cierto, de la época pagana de la antigua Roma, al Código Civil de Napoleón, pasando por Justiniano y por el medioevo, el tratamiento de los hijos nacidos fuera del matrimonio evolucionó de su inexistencia jurídica, a la concesión limitada de derechos. De acuerdo con Josefa Méndez Costa (1984), en un primer momento histórico el hijo nacido fuera del matrimonio no se ligaba ni al padre ni a la madre y, aunque su situación legal mejoró con el cristianismo el cual subrayaba la filiación divina de todos los hijos de Dios, en la Francia del siglo XVIII seguían limitados pues, a pesar de que se les reconocieron derechos hereditarios y la posibilidad de legitimación, esas prerrogativas se concedieron sólo a los hijos naturales, no a los adulterinos (nacidos del adulterio porque al momento de la concepción uno de los padres estuviere casado con diversa persona al coprogenitor), ni a los incestuosos (los nacidos de la relación sexual habida entre parientes); subsistiendo hasta esa época las clasificaciones peyorativas establecidas en el derecho de Justiniano, en donde se identificaba a los hijos extramatrimoniales como naturales o nacidos de concubina, espurios o nacidos de mujer de baja condición o deshonesta, adulterino o incestuoso según nacieran de un la unión prohibida por razón de ligamen o parentesco (Méndez Costa, 1984: 59-61). 50 En el México prehispánico la situación social de las esposas secundarias21 y de sus hijos no soportaba ningún estigma (Chávez Ascencio, 2004: 383). Fue con la conquista que se inició la distinción, al implementarse en la Nueva España los calificativos que se consignaban en la legislación española, aplicada no solo durante la colonia, sino en los albores la de vida independiente. De la legislación española implementada en nuestro país por virtud de la conquista, Sara Montero Duhalt destaca Las Siete Partidas, por ser las que influenciaron el Código Francés de 1804, conforme a las cuales, los hijos podían ser: a) Legítimos, nacidos de matrimonio. b) Ilegítimos, nacidos fuera de matrimonio. 1. Naturales, habidos con mujer soltera, barragana, amiga del hombre, pero no su esposa. 2. Fornecinos, hechos contra la ley o razón natural. 2a) Adulterinos. 2b) Incestuosos. (“fechos en parienta”). 2c) Sacrílegos (mugeres de orden). 2d) Mánceres (de prostitutas). 2e) Espurios (de barraganas infieles). 2f) Notos (de mujer casada adúltera que vive con su marido y hace pasar al hijo como de él) (Montero Duhalt, 2013: 437-438). No fue sino hasta 1870 que, influenciado por el Código Civil Francés, a su vez imbuido por la distinción que Las Siete Partidas consagraban entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales, se emitió en nuestro país el primer Código Civil en el que se justificó el tratamiento diferenciado y las limitaciones al asentamiento del nombre del padre en la partida de nacimiento del hijo extramatrimonial, en el respeto a la familia, en 21 Respecto de la noción de “esposas secundarias”, citando a Soustelle (1974), Rodríguez Shadow (2000: 195) refiere que en la cultura azteca mujeres y varones podrían celebrar la ceremonia de la boda una vez en su vida, pero el marido tenía derecho a tener tantas esposas secundarias como deseara; por lo que el matrimonio mexica era una especie de transición entre la monogamia y la poligamia, ya que solo existía una mujer legítima pero los nobles y algunos guerreros distinguidos podían tener un número indefinido de concubinas. 51 la tranquilidad y armonía de los matrimonios y en evitar el escándalo; además, se prohibió la investigación de la paternidad de los hijos ilegítimos, salvo en caso de rapto o violación (Montero Duhalt, 2013: 442). En el Código Civil para el Distrito Federal y Territorio de la Baja California de 1884 se reiteró la prohibición de investigar la paternidad de los hijos extramatrimoniales, con las excepciones antes indicadas, lo que se justificó en el “velo impenetrable de la paternidad”; asimismo, se reiteró la presunción matrimonial de paternidad, fundada en la cohabitación del marido y la mujer, en el deber de fidelidad de ésta y en el hecho de que, fuera del matrimonio, no existía criterio alguno para llegar a su demostración, porque las pruebas que existieran no serían concluyentes, sino dudosas y acompañadas del escándalo (Montero Duhalt, 2013: 445). Esta última codificación se adoptó también en el Estado de Guanajuato el 13 de abril de 1894 y entró en vigor el 1 de julio de ese año; rigió hasta el 14 de mayo de 1967 cuando inició la vigencia del actual Código Civil, en cuya exposición de motivos relativa se aludió a la intención de que todos los hijos gozaran de los mismos derechos, evitando las diferencias entre los legítimos y los nacidos fuera de matrimonio. Sin embargo, se mantuvieron referencias expresas a la calidad de los hijos en razón de las condiciones de su nacimiento. Por ejemplo, en el artículo 67, el legislador local dispuso la manera como debía realizarse el registro del nacimiento de los hijos de matrimonio 22 y en el 68, el de quienes fueron procreados fuera de esa unión legal23; no sólo eso, subsistieron los calificativos indicativos de las condiciones de pareja que imperaron cuando los 22 Art. 67. Cuando el nacido fuere presentado como hijo de matrimonio, se asentarán los nombres, domicilio y nacionalidad de los padres; los nombres y domicilios de los abuelos y de las personas que hubieren hecho la presentación. Los testigos de que habla el artículo 66, declararán también acerca de la nacionalidad de los padres del presentado al Registro. 23 Art. 68. Para que se haga constar en el acta de nacimiento el nombre del padre de un hijo nacido fuera de matrimonio, es necesario que aquél lo pida por sí o por apoderado especial constituido en la forma establecida en el artículo 52; haciéndose constar en todo caso la petición. La madre no puede dejar de reconocer a su hijo; su nombre figurará en el acta de nacimiento. Si al hacerse el registro no se da el nombre de la madre, se pondrá en el acta que el presentado es hijo de madre desconocida, pero la investigación de la maternidad podrá hacerse ante los tribunales de acuerdo con las disposiciones relativas de este Código. Además de los nombres de los padres se hará constar en el acta de nacimiento su nacionalidad y domicilio; declarando acerca de la primera circunstancia los testigos que deben intervenir en el acto. 52 progenitores concibieron al menor, ya que en los artículos 70 y 71 se indicaba la manera de asentar el nacimiento de los hijos adulterinos, según que el casado fuera la madre o el padre,24 mientras que el numeral 72 estaba referido al registro de los hijos incestuosos. 25 Conforme a lo expuesto, aun cuando en 1967 la intención del legislador fue igualar los derechos de todos los hijos para evitarles sufrir las consecuencias de una situación que no les es imputable, y de que para tal fin se les concedieron algunos derechos relacionados con la filiación, les fueron otorgados “con las restricciones naturales, por lo que hace a esta última, que indican la prudencia y la necesidad de evitar el escándalo”, como expresamente se razonó en la exposición de motivos. De manera que, no obstante esa pretendida igualación de derechos para logar el emplazamiento filial, fue la intención del legislador local mantener la distinción entre hijos de padres casados y de los que no lo están, propósito que obedeció al sentir moral sobre el ideal de familia de aquella época, sustentado en la figura del matrimonio, lo que de manera tangencial expuso cuando expresó la razones para conceder derechos hereditarios a la concubina.26 Lo que además se evidencia por el hecho de que en el Libro Primero “De las personas”, Título Séptimo “De la paternidad y la filiación”, regulara el entroncamiento filial de los hijos de matrimonio (Capítulo I) y las pruebas para tal fin (Capítulo II), distinguiéndolo de la legitimación (Capítulo III) y del reconocimiento de los habidos fuera de él (Capítulo IV). También es indicativo de esa ratio legis, que fuera a partir de la presunción de paternidad a favor de los hijos cuyos padres contrajeron matrimonio, que se desarrollaron las acciones con relación a la paternidad y la filiación de los hijos, a 24 Art. 70. Si el hijo fuere adulterino, podrá asentarse el nombre del padre, casado o soltero, si lo pidiere; pero no podrá asentarse el nombre de la madre cuando sea casada y viva con su marido, a no ser que éste haya desconocido al hijo y exista sentencia ejecutoria que declare que no es hijo suyo. Art. 71. Cuando el hijo nazca de una mujer casada que viva con su marido, en ningún caso, ni a petición de persona alguna, podrá el Oficial del Registro asentar como padre a otro que no sea el mismo marido, salvo que éste haya desconocido al hijo y exista sentencia ejecutoria que así lo declare. 25 Art. 72. Podrá reconocerse al hijo incestuoso. Los progenitores que lo reconozcan tienen derecho de que conste su nombre en el acta, pero en ella no se expresará que el hijo es incestuoso. 26 “…Como consecuencia de la equiparación de los hijos nacidos dentro y fuera del matrimonio se hicieron las modificaciones consecuentes con lo aprobado en el Libro de las Personas. No obstante que la Comisión cree que el medio moral y legal de constituir la familia es el matrimonio, consideró las relaciones que nacen del concubinato…”. Extracto de Exposición de motivos del Código Civil para el Estado de Guanajuato, de 14 de Mayo de 1967. 53 saber: a) la contradicción de la paternidad de los hijos nacidos de matrimonio (artículos 382 a 395); el reconocimiento de los hijos nacidos fuera de matrimonio (voluntario o forzoso de acuerdo con el artículo 416); la contradicción del reconocimiento de paternidad de los hijos nacidos fuera de matrimonio (artículos 423 y 425); y la investigación de paternidad (artículo 438). Ese propósito del creador de la norma se mantiene hasta nuestros días, porque los cambios legislativos que se implementaron desde entonces respecto de la filiación son más de forma que de fondo. En efecto, la estructura normativa para llevar a cabo el registro de los nacimientos y el reconocimiento de los hijos naturales (artículos 62 a 87), sufrió una primera modificación mediante reformas que entraron en vigor el 29 de enero de 1982, sin embargo, sólo se eliminó la obligación que expresamente establecía el artículo 81 en el sentido de consignar en el acta de nacimiento la expresión de ser hijo natural el nacido fuera del matrimonio y, posteriormente, con las reformas de 27 de diciembre de 2011, de la redacción de los artículos 70 y 72 se suprimieron las expresiones que aludían a los hijos como adulterinos e incestuosos. Por cuanto ve a la mecánica implementada desde 1967 para definir el status filii, se mantuvo prácticamente intocada hasta 2011, en que tuvo verificativo la última reforma en esta materia, la cual entró en vigor a partir del 1 de enero de 2012; toda vez que de los 64 artículos que la desarrollan, el legislador únicamente realizó reformas a 4 artículos y adicionó 1. En 1970 reformó el texto del artículo 404 para disminuir de veinticinco a veintidós años, la edad de fallecimiento del hijo de matrimonio, como una condición para que en su lugar sus herederos intenten la acción de reconocimiento de ese estado. En 1983 modificó el texto del artículo 445 para establecer que comprobada la filiación de los hijos nacidos fuera de matrimonio en los términos del artículo 416 (por el solo nacimiento respecto de la madre y respecto del padre mediante reconocimiento voluntario o forzoso), tienen derecho a llevar el apellido paterno de sus progenitores, o 54 ambos apellidos del que los reconozca, abandonando la anterior redacción, en el que sólo se indicaba el derecho a llevar los apellidos de los progenitores. En 2008 adicionó el artículo 416-A a través del cual se amplió la posibilidad de probar la filiación extramatrimonial, a cualquier medio de prueba (no sólo el reconocimiento) y creó la presunción de paternidad del presunto progenitor, en caso negarse al desahogo de la prueba biológica. En 2011 modificó la redacción del artículo 417 para establecer que el reconocimiento de los hijos puede llevarlo a cabo quien tengan la edad exigida para contraer matrimonio y que exista una diferencia de al menos once años con el reconocido, a diferencia de la anterior disposición en la que a la edad matrimonial se sumaba la del menor a reconocer. Igual aconteció con el texto del artículo 425 relativo a los modos de hacer el reconocimiento, ya que en la fracción I se cambió la expresión “partida de nacimiento” por “acta de nacimiento”, y en la fracción II se cambió de “acta especial ante el Oficial del Registro Civil”, por “anotación en el acta de nacimiento” también ante el funcionario indicado, añadiendo el pago de derechos. Así lo ilustra el siguiente cuadro comparativo: Texto publicado en el Periódico Oficial del Estado del 14 de mayo de 1967r Art. 404. Los demás herederos del hijo podrán intentar la acción de que trata el artículo anterior: Texto vigente (Reformado el 16 de julio de 1970) Art. 404. Los demás herederos del hijo podrán intentar la acción de que trata el artículo anterior: I. Si el hijo ha muerto antes de cumplir veinticinco años; I. Si el hijo ha muerto antes de cumplir veintidós años; II. Si el hijo cayó en demencia antes de cumplir los veinticinco años y murió después en el mismo estado. Art. 445. Comprobada la filiación de los hijos nacidos fuera de matrimonio, en los términos del artículo 416, éstos tienen derecho: I. A llevar el apellido de los progenitores; II. Si el hijo cayó en demencia antes de cumplir los veintidós años y murió después en el mismo estado. Art. 445. Comprobada la filiación de los hijos nacidos fuera de matrimonio, en los términos del artículo 416, éstos tienen derecho: (Reformada el 14 de octubre de 1983) I. A llevar el apellido paterno de sus progenitores, o ambos apellidos del que los reconozca; II. A ser alimentados por éstos; II. A ser alimentados por éstos; III. A percibir la porción hereditaria y los alimentos que fije la ley. 55 III. A percibir la porción hereditaria y los alimentos que fije la ley. (Adicionado el 13 de junio de 2008) Art. 416-A. La paternidad y la maternidad pueden Art. 417. Pueden reconocer a sus hijos los que tengan la edad exigida para contraer matrimonio, más la edad del hijo que va a ser reconocido. Art. 425. El reconocimiento de un hijo nacido fuera del matrimonio deberá hacerse de alguno de los modos siguientes: probarse por cualquiera de los medios ordinarios. Si se propusiere cualquier prueba biológica o proveniente del avance de los conocimientos científicos y el presunto progenitor se negara a proporcionar la muestra necesaria, se presumirá, salvo prueba en contrario, que es la madre o el padre. (Reformado el 27 de diciembre de 2011) Art. 417. Pueden reconocer a sus hijos los que tengan la edad exigida para contraer matrimonio y que exista una diferencia al menos de once años entre él y quien va a ser reconocido. Art. 425. El reconocimiento de un hijo nacido fuera del matrimonio deberá hacerse de alguno de los modos siguientes: I. En la partida del nacimiento ante el Oficial del Registro Civil; (Reformada el 27 de diciembre de 2011) I. En el acta de nacimiento ante el Oficial del Registro Civil; II. Por acta especial ante el mismo Oficial; III. Por declaración expresa contenida en una escritura pública; IV. Por testamento; V. Por confesión judicial directa y expresa. (Reformada el 27 de diciembre de 2011) II. Por anotación en el acta de nacimiento ante el mismo Oficial del Registro Civil, previo pago de derechos; III. Por declaración expresa contenida en una escritura pública; IV. Por testamento; V. Por confesión judicial directa y expresa. Como puede observarse, existe cierta evolución en el Código Civil en virtud de que ha prescindido de las denominaciones insultantes y ha igualado los derechos y obligaciones de los padres respecto de sus hijos porque, fincado el vínculo filial, los derechos y obligaciones de los padres respecto de sus hijos son las mismas; sin embargo, al mantener la distinción respecto al diverso modo de probar la filiación según que se trate de hijos de matrimonio o de hijos habidos fuera de esa unión legal, la igualdad se refiere a los efectos de la filiación una vez que se haya determinado, pero no a su acceso que sigue siendo diferenciado, lo que se patentiza en las formas de determinación y en la manera de ejercer la acciones de estado: impugnación, reclamación, desconocimiento o nulidad del reconocimiento. Por ejemplo, la reclamación del estado de hijo matrimonial es imprescriptible para él y sus descendientes (artículo 403), mientras que la investigación de la paternidad extramatrimonial, está limitada a hacerse valer en vida del padre y, ante su fallecimiento, 56 se indica un plazo prescriptivo de cuatro años luego de cumplida la mayoría de edad del hijo (artículo 444). De modo tal que, aun cuando los hijos son iguales ante la ley, no adquieren la filiación de la misma manera; esa es la principal implicación jurídica de la distinción legal, pero no es la única, si se siguieran comparando todas las consecuencias normativas que acarrean para el niño o niña el que sus padres se encuentren o no unidos en matrimonio civil, no sólo respecto de la filiación, sino respecto del derecho a alimentos o el acceso a los servicios de salud, por citar algunos, la lista se podría enriquecer considerablemente. Además, esa afectación no se queda sólo en el plano normativo, porque al partir de la concepción del matrimonio como forma socialmente aceptada de formar una familia y traer hijos al mundo, se mantiene y propicia la estigmatización de los hijos extramatrimoniales como producto de la ilegalidad; son ellos y no los padres quienes soportan el señalamiento social, son el resultado de un ilícito, de lo que no se debe hacer, de una prohibición moral llevada a la norma, de algo que el colectivo social no aprueba; lo que desde luego impacta no sólo en el aspecto estático del derecho a la identidad, en la adopción del nombre, sino en el dinámico, en la concepción que de sí mismo tiene el niño dentro de su entorno social. Así, las ideas morales imperantes hace más de cien años se mantienen en la regulación actual de la figura jurídica de la filiación; lo moral, lo correcto de aquella época, pervive en el derecho actual, porque sólo previo matrimonio legal de los padres, los hijos llegan al mundo con título de legitimidad. Nos cuestionamos si ello es razonable Antes de dar respuesta a esa interrogante es necesario aludir al contenido de los derechos al nombre y a la inscripción registral del nacimiento, prerrogativas fundamentales interdependientes de la filiación y la identidad, por ser los signos externos mediante los cuales una y otra se materializan, identificando al individuo en sociedad y dotándolo de la personalidad jurídica que le permite acceder a diversos derechos derivados de la relación paterno filial y ser sujeto de las obligaciones que de ese vínculo subyacen; por ejemplo, el pago de alimentos o los derechos hereditarios o, si el padre es derechohabiente de una institución pública de salud (IMSS o ISSSTE) la 57 atención a la salud del menor, incluso antes de nacer (cuidados maternos prenatales), o el pago de pensiones por orfandad. 3. Derecho al nombre En sentido lato, el nombre de las personas físicas es el conjunto de palabras que sirven para designarlas. Es a partir de la noción de que el ser humano no puede concebirse desvinculado de los demás que en la doctrina se ha analizado la naturaleza jurídica de esta figura, entendida por unos como un atributo de la personalidad, por otros como un derecho de familia y por otros más como una institución de policía. En nuestra opinión, estas posturas se complementan ya que el nombre se encuentra ligado a la persona y, al conformarse por nombre de pila y apellido, revela un emplazamiento familiar; sin embargo, no se agota sólo en ese fuero, en el de las relaciones paterno filiales, sino que, como elemento individualizante, atiende a un fin público de identificación dentro de la colectividad, para efectos de control dada la necesaria interrelación del individuo con otros que no son su progenitores. No nos imaginamos interactuar en sociedad sin saber siquiera el nombre de las personas con las que nos relacionamos pues, cualquiera que sea la naturaleza de los vínculos que establezcamos con los demás, requerimos conocer con quién estamos tratando. Tan es así que en nuestra primera aproximación solemos preguntar ¿cómo te llamas? Además, si no tenemos nombre, si no tenemos identidad oficial, jurídicamente no existimos; los derechos oponibles a particulares y al Estado se atribuyen a un alguien en concreto y a quien, dada la bilateralidad de las relaciones jurídicas, se le pueden exigir obligaciones de derecho. Por ende, como elemento identificador, está justificado que el nombre deba ser regulado jurídicamente. 58 Así, en el ámbito internacional el artículo 18 de la CADH lo reconoce como un derecho intrínseco a la dignidad humana, al establecer que toda persona tiene derecho a un nombre propio y a los apellidos de sus padres o al de uno de ellos y que será la ley la que reglamentará la forma de asegurarlo para todos. En el mismo sentido, el PIDPC en el artículo 24.2 establece que todo niño será inscrito inmediatamente después de su nacimiento y deberá tener un nombre. De igual manera, la CDN lo incluye como uno de los componentes de la identidad. Conforme la normatividad citada, el ser humano desde el mismo momento de su nacimiento tiene derecho a ser individualizado, por lo que para tal efecto se le dota de una identidad a través de la asignación de un nombre y de un apellido, de este último teniendo en cuenta quiénes son los progenitores, siendo este elemento lo que revela las relaciones de parentesco. En este sentido, el nombre de pila es un signo que individualiza al ser humano frente a los miembros de la familia y, de conformidad con lo previsto por el artículo 66, fracción IV, del CCG, reformado el 27 de diciembre de 2011 en las actas de nacimiento debe evitarse la imposición de nombres que se presten a burlas o humillaciones hacia la persona, estableciendo como obligación del Oficial del Registro Civil exhortar a quien presente a un menor “para que el nombre que proponga no contenga abreviaturas, diminutivos, claves, números y adjetivos que denigren la dignidad de la persona”. Entonces el nombre propio, además de ser un elemento que identifica a la persona, debe ser respetoso de su dignidad humana. El apellido por su parte, cumple una función individualizante ante la sociedad, en cuanto indica su pertenencia a una familia determinada. Por ende, el apellido cumple una función jurídica de enorme trascendencia para la persona individualmente considerada y para la familia de la cual forma parte, siendo el emplazamiento filial lo que lo convierte en una cuestión de orden público, porque mas allá de los vínculos familiares que derivan del apellido, como colectividad nos interesa saber con quien nos relacionamos, este es el motivo por el cual la identificación de las personas deja de ser un asunto de interés privado. 59 4. Derecho a la inscripción del nacimiento Sin identificación no hay identidad, por eso el derecho nos adjudica ciertos atributos como el nombre, que es revelador del emplazamiento familiar y se exterioriza mediante la inscripción del nacimiento en un documento oficial que acredita la existencia del ser humano jurídicamente hablando y, por ende, es el primer paso para garantizar el ejercicio de los derechos fundamentales; junto con el nombre, es con la inscripción registral del nacimiento que se nos reconoce personalidad jurídica. El nombre, la inscripción registral del nacimiento y personalidad jurídica, como componentes del derecho a la identidad personal, en el sistema universal de derechos humanos se encuentran protegidos en el artículo 24.2del PIDESC, 27 al establecer que todo niño será inscrito inmediatamente después de su nacimiento y deberá tener un nombre, así como en el artículo 16, el cual estatuye que todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica. La CDN lo estipula en el artículo 7 antes transcrito, en cuanto señala que el niño será inscrito inmediatamente después del nacimiento. Dicha inscripción de acuerdo con el Manual de Aplicación de la CDN, publicado por la UNICEF en 2004, debe ser: Universal: en el sentido de asegurar la cobertura a todos los niños y niñas en el territorio de un país, independiente de su origen étnico, sexo, condición económica, origen geográfico, o el estatus migratorio o nacionalidad de sus padres. Gratuito: en el sentido de que se elimine el cobro de cualquier tarifa oficial o extra oficial por servicios de registro de nacimiento o emisión del acta respectiva, sin importar si el registro se da de manera oportuna o tardía. La gratuidad del registro contribuye a la universalidad y a la oportunidad del mismo, al disolver barreras económicas que muchas veces lo obstaculizan. Oportuno: en el sentido de que el registro se realice inmediatamente después del nacimiento. El plazo para considerar el registro como oportuno varía de país a país. En consecuencia y con el fin de orientar los criterios que en cada caso se 27 Respecto de este precepto, en la Observación General No. 17, el Comité de Derechos Humanos acotó que el derecho de todo niño a ser inscrito inmediatamente después de su nacimiento y a tener un nombre, debe interpretarse en vinculación con el derecho a medidas especiales de protección, porque tiene por objeto favorecer el reconocimiento de la personalidad jurídica del niño. Asimismo, destacó que el establecimiento del derecho al nombre reviste especial importancia con respecto a los hijos extramatrimoniales. 60 siguen para ello, el Comité de los Derechos del Niño ha señalado en diversas ocasiones que la oportunidad del registro debiera implicar un plazo de días más que de meses. En el sistema regional de protección de derechos humanos, la CADH prevé el derecho al nombre en el artículo 18 antes referido y el de la personalidad jurídica en el 3. Siguiendo esas directrices la Corte IDH ha destacado la importancia de que los Estado parte de la CADH reconozcan la existencia jurídica de los individuos, al pronunciase en el sentido de que toda persona tiene derecho a que se le reconozca en cualquier parte como sujeto de derechos y obligaciones, y a gozar de los derechos civiles fundamentales, derecho que, dice ese tribunal regional, es consecuencia directa del reconocimiento de la personalidad jurídica, que implica la capacidad de ser titular de derechos y deberes; por lo que la falta de reconocimiento de la personalidad jurídica lesiona la dignidad humana, ya que niega de forma absoluta su condición de sujeto de derechos y hace al individuo vulnerable frente a la no observancia de sus derechos por el Estado o por particulares (Corte IDH. Caso No. 130, párrs. 176-179). En esa línea de pensamiento, ha indicado que los problemas de accesibilidad a los mecanismos de identificación y registro generan esa falta de reconocimiento, por lo que el Estado debe implementar mecanismos que permitan a toda persona obtener el registro de su nacimiento resguardando que estos procesos, en todos sus niveles, sean accesibles jurídica y geográficamente, para hacer efectivo el derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica (Corte IDH. Caso No. 146, párr. 193). Asimismo, en el documento intitulado “Reflexiones preliminares sobre la universalidad del registro civil y el derecho a la identidad”, elaborado en 2007 por la Comisión de Asuntos Jurídicos y Políticos del Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos, a través de la Secretaría Ejecutiva para el Desarrollo Integral, dependiente del ese organismo regional, puso de relieve que la falta del registro del nacimiento, imposibilita el acceso a los servicios básicos; asimismo, indicó que el derecho a la personalidad jurídica permite que cada individuo tenga plena capacidad de ser sujeto de derechos y obligaciones y es interdependiente del derecho al nombre, el derecho a ser registrado y el derecho a la nacionalidad, debido a que no es posible el reconocimiento de la personalidad jurídica de una persona, es decir, no puede ser titular 61 de derechos y obligaciones si carece de las condiciones que el derecho al nombre, a su calidad de registrado y de nacionalidad, plantea (CP/CAJP/OEA-2482/07 corr.1: págs. 1 y 5). Tópico el de la personalidad jurídica que en relación con los derechos de niños y niñas, fue explicado por el Juez Cançado Trindade en su voto razonado emitido en la OC 17/02, en cuanto expresó que la personalidad jurídica se manifiesta como categoría jurídica en el mundo del derecho, como la expresión unitaria de la aptitud de la persona humana para ser titular de derechos y deberes en el plano del comportamiento y las relaciones humanas reglamentadas y que por virtud de ese derecho el niño debe ser tratado como verdadero sujeto de derecho, con personalidad propia distinta inclusive de las de sus padres (párrs. 41 y 45). Conforme con lo hasta aquí dicho, la inscripción registral del nacimiento como mecanismo de reconocimiento del sujeto individualmente considerado en la sociedad es el medio para ejercer el resto de derechos. El acta de nacimiento es el instrumento en que consta su existencia jurídica. De lo hasta aquí expuesto y tomando como referente la normatividad internacional supra citada, los conceptos doctrinarios y los criterios interpretativos referidos, podemos establecer que la identidad es un derecho humano que en su aspecto estático se define a partir de la filiación, la cual se traduce en la asignación de un apellido que distingue al individuo en sociedad y le reconoce su existencia jurídica mediante la inscripción registral del nacimiento, acto jurídico que a su vez posibilita el ejercicio de los restantes derechos. Como derecho humano que es, los instrumentos de carácter universal y regional invocados en este acápite preconizan la protección de la identidad, integrada por los elementos aquí enunciados, contra toda forma de discriminación injustificada. En ese tenor, cualquier obstáculo al que el menor se enfrente para acceder a su emplazamiento filial, esto es, para obtener los apellidos de sus progenitores y su debido registro, en principio, serán contrarios a los ordenamientos de derechos humanos antes referidos. 62 Sostenemos que así acontece con el CCG ya que por cuanto ve al acceso a la filiación paterna da un tratamiento diferenciado al hijo o hija nacida fuera del matrimonio respecto de quien ha nacido dentro de un matrimonio reconocido por la ley. En efecto, mientras para el descendiente de padres casados legalmente el legislador local previó la presunción de paternidad que posibilita su inmediato acceso al apellido paterno, el emplazamiento filial del de los hijos extramatrimoniales está sujeto a reconocimiento voluntario o a declaración judicial en ese sentido, lo que se traduce en que deba esperar para obtener el asiento registral del apellido de su progenitor y por consiguiente, que el goce de un nombre completo con nombre de pila y ambos apellidos deba aguardar a la voluntad del padre o a la solución de un juicio y, derivado de ello, que al reconocimiento pleno de su existencia jurídica no sea inmediato al nacimiento, como si lo es para el hijo matrimonial. Afirmamos que dicha distinción normativa infringe el derecho a la identidad de niños y niñas pues, como se demostrará, la diferenciación anunciada no atiende a un fin razonable. 63 CAPÍTULO III REGULACIÓN DEL DERECHO A LA IDENTIDAD EN EL CÓDIGO CIVIL PARA EL ESTADO DE GUANAJUATO. ANÁLISIS Y PROPUESTA En este capítulo se implementará el mecanismo hermenéutico denominado test de razonabilidad, para demostrar que la distinción normativa entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales que para efectos de la determinación de la filiación paterna se contiene en el CCG, a partir de la presunción de paternidad matrimonial, no atiende a un fin constitucionalmente válido y relevante, por tanto, de acuerdo con los conceptos proporcionados por el marco jurídico expuesto en los acápites anteriores, se torna lesivo del principio/derecho de igualdad y no discriminación; de igual manea, se indicará la solución jurídica que proponemos. 1. Referencia previa. El marco doctrinario, convencional, legal y jurisprudencial referido en los acápites anteriores proporciona como punto de partida para el desarrollo de este apartado que el derecho a la identidad personal de niños y niñas está conformado por el derecho a la filiación, es decir, por el status filii del menor a través del vínculo con sus padres el que, desde el punto vista estrictamente jurídico, se materializa mediante el registro de su nacimiento con el apellido de quienes lo procrearon, mecanismo a través del cual logra su plena individualización e identificación en sociedad a través del nombre. Como derecho humano que es, a él deben tener acceso inmediato en igualdad de condiciones y sin discriminación de ninguna índole, a menos que la distinción que desde el punto de vista formal se establezca en la legislación encuentre un sustento razonable. Al estar conformado por las diversas prerrogativas a que se ha hecho mención, en el ámbito nacional el derecho a la identidad se desarrolla como parte del derecho de familia. En el Estado de Guanajuato, el Libro Primero, Título Séptimo, del Código Civil, norma las especies de filiación, la manera como se prueba y los efectos que ella produce. En esa normatividad la manera de acceder a la filiación paterna y, por ende la obtención 64 del apellido del padre, es diferente para los hijos matrimoniales y los extramatrimoniales. A la luz del principio de igualdad y no discriminación, consagrado en el artículo 1.1. de la CADH, entre otros instrumentos internacionales, y recogido en el artículo 1° de la CPEUM, sostenemos que no atiende a un fin razonable ese tratamiento jurídico diferenciado. Lo anterior porque aun cuando los hijos son iguales ante la ley, no adquieren la filiación de la misma manera y eso es lo cuestionable. ¿A qué se debe la permanencia de esa diferenciación? A que, como se verá, persiste un sesgo conservador del concepto de familia, que se aprecia primordialmente en la subsistencia de la presunción de paternidad matrimonial, respecto de la cual enseguida nos pronunciaremos. 2. Presunción de paternidad matrimonial, su razón de ser La filiación es consustancial e innata al ser humano. De inicio es un hecho biológico porque todo ser humano desde el punto de vista físico necesariamente tiene una madre y un padre. También genera consecuencias legales que permiten la concreción y goce del derecho a la identidad, en eso no hay discusión. El problema estriba en que idénticos hechos naturales como lo es el nacimiento, no tienen tratamiento normativo idéntico, particularmente, el acto jurídico de la prueba y constitución de la filiación paterna. El sistema jurídico que para tal efecto se implementó en el Estado de Guanajuato es el de establecer diversas reglas aplicables según se trate de hijos de los cónyuges o de hijos de personas que no se encuentran unidas por el acto jurídico del matrimonio. Así, en el artículo 381 del Código Civil se establece la presunción de paternidad matrimonial, por virtud de la cual se atribuye el carácter de hijos de los cónyuges a los nacidos después de ciento ochenta días de celebrado el matrimonio o dentro de los trescientos siguientes a su disolución, contados en caso de divorcio o nulidad, desde la fecha en que por orden judicial los cónyuges queden separados. Para que opere esta presunción no se requiere de ningún acto voluntario por parte de los involucrados, de manera que el estatus filiatorio y, por ende, el apellido paterno, 65 se obtiene por el solo hecho del nacimiento del niño o la niña, lo que permite su inmediata inscripción registral con el nombre de pila y ambos apellidos, quedando definida su identidad personal. No sucede así con los hijos extramatrimoniales a quienes para lograr su completa identificación no les basta con nacer. De conformidad con el numeral 416 de ese ordenamiento subjetivo la filiación de los hijos que nacen de personas que no están unidas por el matrimonio se establece por el reconocimiento voluntario, como acto jurídico consistente en la afirmación de paternidad que confiere un status filii que lo liga al reconocedor. Esa manifestación de voluntad puede hacerse ante el encargado del Registro Civil, en testamento o en escritura pública. El reconocimiento forzoso surge porque así lo presuma la ley o por una sentencia que lo declare. Por cuanto vea la filiación matrimonial, el texto del artículo 381 se ha mantenido en esos términos desde 1967. El legislador local de aquélla época no razonó en la exposición de motivos el porqué de su implementación, por lo que no es posible conocer el ánimo del creador de la norma; sin embargo, como es de similar redacción al numeral 324 del Código Civil para el Distrito Federal que entró en vigor en 1932 y rigió hasta mayo 2000, cabe mencionar que al ocuparse de este último precepto, en la doctrina nacional se ha considerado que la atribución de la paternidad al marido de la madre se funda en un hecho biológico y en los deberes de fidelidad y cohabitación entre los cónyuges (García Mendieta, 2014: 302), es decir, se considera como regla moral que la esposa copule sólo con su esposo y, en tal sentido se da por hecho, salvo prueba en contrario, que los hijos pueden nacer sólo como consecuencia de ese acto físico. Asimismo, se ha considerado que el objetivo de tal disposición es dar solidez y firmeza a las relaciones entre los miembros de la familia (Salas Alfaro, 1998: 90). Esas razones que han sido tomadas como válidas por diversos Tribunales Colegiado de Circuito al ponderar diversas problemáticas relacionadas con la filiación,28 28 Por ejemplo: RECONOCIMIENTO DE PATERNIDAD. NO PUEDE HACERSE POR PERSONA DISTINTA AL MARIDO, EXCEPTO CUANDO EXISTA SENTENCIA QUE DECLARE QUE NO ES HIJO SUYO. El artículo 324, fracción I, del Código Civil para el Distrito Federal consigna una presunción de paternidad, en el sentido de que el hijo por haber sido concebido dentro del matrimonio se reputa engendrado por el marido de la madre. Presunción que tiene su base en que las relaciones sexuales son 66 doctrinariamente apelan a los antecedentes de dicha figura, básicamente al Derecho Romano, en el que se pregonaba pater is est quem nuptia demostrant (padre es el que demuestra las nupcias) y que Planiol y Ripert, explican de la siguiente manera: La paternidad es un hecho que no puede probarse. Si el hijo de una mujer casada estuviera obligado a demostrar que su concepción fue obra del marido de su madre, casi nunca lograría hacerlo. La ley viene en su ayuda estableciendo en su favor una presunción legal. Se llama presunción la consecuencia que se deriva de un hecho conocido a otro desconocido: el hecho conocido es el estado de matrimonio en que ha vivido la madre; la paternidad el hecho desconocido. ¿Quién es el padre del hijo de aquella? La ley presume que su marido. Está autorizada para ello, porque normalmente los hijos que nacen durante el matrimonio tienen como padre al marido de la madre. Ésta pudo ser una esposa infiel, pero la ley debe considerar como regla los hechos ordinarios y no los excepcionales (Planiol y Ripert, 2007: 299). De lo expuesto obtenemos que la presunción de paternidad matrimonial descansa en las siguientes premisas: La imposibilidad de determinar con certeza cuál fue la relación sexual generadora de la concepción. La fidelidad de la mujer y la cohabitación de los esposos. El nacimiento en el plazo legal de gestación. La solidez y firmeza de la familia. Identificadas las razones que justifican la existencia normativa de la ficción legal de la presunción de paternidad, procede ahora valorar su mérito. 3. Aplicación del test de razonabilidad a la presunción de paternidad matrimonial. habituales dentro del matrimonio, además de que se fundamenta en la fidelidad que debe haber en las relaciones conyugales que dan firmeza al matrimonio y estabilidad a la familia, pero tal presunción legal puede desvirtuarse cuando el marido demuestra que en la época en que fue concebido el hijo, le fue físicamente imposible tener acceso carnal con su mujer; de ahí que por regla general no se puede reconocer el hijo de mujer casada por persona distinta del marido, excepto en el caso de que éste lo haya desconocido y por sentencia ejecutoriada se haya declarado que no es hijo suyo. Lo anterior se justifica para mantener la integridad de la familia, ya que el reconocimiento de quien no es el marido podría dar lugar a grandes desavenencias conyugales, en la medida en que si los cónyuges se encontraban separados por motivos de trabajo, enfermedad o apartamiento transitorio debido a rencillas, esa situación podría generar la ruptura definitiva del matrimonio. Tomado del Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XVIII, Julio de 2003, página 1194. 67 Paso previo a la implementación del test: ¿La distinción normativa se basa en una categoría sospechosa? Como punto de partida para responder esa interrogante inicial, cabe recordar que el artículo 1 de la CPEUM contiene en su primer párrafo la cláusula general de igualdad, configurada como valor y principio que se constituye un una obligación y límite a los poderes públicos al exigir de ellos que los supuestos de hecho iguales sean tratados idénticamente en sus consecuencias jurídicas, de tal manera que para introducir diferencias sea menester una justificación suficiente. En ese sentido, no toda desigualdad de trato normativo supone una infracción del mandato de igualdad, sólo las que introduzcan una diferencia entre situaciones que puedan considerarse iguales, sin que se ofrezca una justificación objetiva y razonable, es decir, lo que está vedado es la utilización de criterios de diferenciación injustificados por no contar con un sustento razonable y que en el caso que se analiza deriva de la falta de adecuación de la norma al contexto social actual. Además, ya se dijo que ese precepto constitucional no se agota en la cláusula de igualdad sino que además contiene una prohibición de discriminación por una serie de motivos – origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil–, esa enunciación no es taxativa, ya que el precepto en mención contiene una cláusula de apertura – cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personases– que permite abarcar situaciones análogas. Por ello, aunque en ese precepto no se encuentra expresamente como criterio de diferenciación prohibido las condiciones de nacimiento, es dable tenerlo como categoría sospechosa porque en los tratados internacionales de derechos humanos de los que México es parte y que integran junto con la norma fundamental el bloque de constitucionalidad, se enuncia como tal, por ejemplo, en el artículo 1.1 de la CADH, que dice: Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos 68 1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social. Así como en el 24.1 del PIDCP, que del tenor: Artículo 24 1. Todo niño tiene derecho, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, origen nacional o social, posición económica o nacimiento, a las medidas de protección que su condición de menor requiere, tanto por parte de su familia como de la sociedad y del Estado. Por ende, el principio de igualdad y no discriminación obliga a los poderes públicos a asegurar la igual protección de los derechos de los niños con independencia de las circunstancias de su nacimiento, de manera que toda porción normativa que por su contenido quebrante esa prohibición configurará una violación formal a ese mandato constitucional. Particularmente por cuanto ve al derecho a la identidad, conformado entre otros por el derecho a la filiación, al nombre y a la inscripción registral del nacimiento antes desarrollados, su regulación básica está recogida en los artículos 381 y 416 del CCG, porque es en esos preceptos que se indica la manera como el niño o niña puede acceder al apellido paterno. Dichos preceptos, dicen: De los hijos de matrimonio Art. 381. Se presumen hijos de los cónyuges: I. Los hijos nacidos después de ciento ochenta días contados desde la celebración del matrimonio; II. Los hijos nacidos dentro de los trescientos días siguientes a la disolución del matrimonio, ya provenga ésta de nulidad, de muerte del marido, o de divorcio. Este término se contará en los casos de divorcio o nulidad, desde que de hecho quedaron separados los cónyuges por orden judicial. […] 69 Del reconocimiento de los hijos nacidos fuera de matrimonio Art. 416. La filiación de los hijos nacidos fuera de matrimonio resulta, con relación a la madre del sólo hecho del nacimiento. Respecto del padre, sólo se establece por el reconocimiento voluntario, porque así lo presume la ley o por la sentencia que declare la paternidad. Como puede observarse, los artículos reproducidos consignan dos mecanismos para que niños y niñas obtengan la filiación paterna según se trate de hijos habidos en una relación matrimonial o no. En conclusión, por remisión expresa de la norma fundamental a los tratados internacionales de los que México es parte, entre los factores prohibidos de discriminación se encuentra el nacimiento, de lo que resulta que la filiación extramatrimonial reclama igualdad de derechos con la matrimonial, pues ambas determinan el establecimiento de una idéntica relación jurídica entre los progenitores y el hijo. Paso 1 del escrutinio estricto. Finalidad de la distinción. Establecida que la distinción normativa parte de una categoría sospechosa, corresponde ahora identificar y calificar la finalidad que persigue, como punto de partida para realizar ese ejercicio argumentativo, cabe mencionar que la igualdad o desigualdad legal, implica establecer entre qué sujetos se presenta o frente a quién, respecto de que bien jurídico tutelado y a que obedece la diferenciación. El caso que se somete a escrutinio es el tratamiento diferenciado que para la determinación de la filiación paterna se da entre los hijos matrimoniales y los nacidos fuera de esa unión legal, lo que trasciende en el acceso inmediato a la identidad personal de los último, compuesta, entre otros elementos, por el nombre de pila y los apellidos de ambos progenitores. Ahora bien, de los antecedentes históricos de la distinción entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales para efectos de determinación de la filiación paterna, emerge que la ficción jurídica de la presunción de paternidad matrimonial que consagra el artículo 381 antes reproducido fue creada por el legislador para salvaguardar 70 la solidez y firmeza de la familia (finalidad mediata de rango constitucional). Con ello se agota el primer paso antes mencionado al identificar con base en su teleología el objetivo que persigue la norma, cual es, la protección de la familia, finalidad no sólo legítima para el legislador, sino constitucionalmente ordenada, por el artículo 4° de la norma fundamental, que en su primer párrafo establece que el varón y la mujer son iguales ante la ley y que ésta protegerá la organización y el desarrollo de la familia. Paso 2. Adecuación de la medida con la finalidad constitucionalmente relevante. Esta grada no se supera porque la distinción legislativa no está estrechamente vinculada con la finalidad constitucionalmente imperiosa, porque al dilucidar cuál es el contenido preciso del mandato constitucional de protección, aun cuando la protección de la institución familiar está constitucionalmente ordenada en el artículo 4° de la Carta Fundamental, ello fue previsto por el constituyente sin mayor especificación. En ese sentido se pronunció el Pleno de la SCJN en la acción de inconstitucionalidad 2/2010, lo que reiteró en el amparo en revisión 152/201329, al resolver que la Constitución tutela a la familia entendida como realidad social, lo cual se traduce en que esa protección debe cubrir todas sus formas y manifestaciones existentes en la sociedad (Sentencia AI-2/2010-PL: párr. 2-12). Ello es así porque si bien es cierto que la familia es la unidad fundamental y natural de la sociedad, si atendemos a los fines que con dicha estructura social básica se persiguen, se puede afirmar que la realidad social revela que hoy en día existen varias formas de constituirla, no sólo a través del matrimonio legal. Así como la familia entendida en su concepto más básico es la unión de seres humanos que adjuntan sus esfuerzos para el sustento y desarrollo de los integrantes de la misma, también persigue proveer a las necesidades biológicas de subsistencia, constituir la base emocional de las relaciones afectivas interpersonales, facilitar el sentido de pertenencia a un grupo y propiciar la transmisión de valores (Jiménez Hernández, 2014: 29 La sentencia es de 23 de abril de 2014. 71 721-725). Sin embargo, puede afirmarse que la realidad social es reveladora de que el matrimonio legal no es la única vía para logar esos objetivos. En efecto, partiendo de la existencia de familias con hijos, por ejemplo, el hecho de que la pareja decida vivir en unión libre, no pugna con la consecución de los fines antes mencionados, porque aun sin la oficialización de su relación, pueden decir apoyarse mutuamente y transmitir valores a su descendencia; lo mismo puede decirse de la familia monoparental, en la que uno sólo de los progenitores asume esos deberes para con los hijos. Luego, en su función legislativa, el Estado debe reconocer esas nuevas formas de constitución de la familia, es decir, al crear las leyes debe tomar en cuenta la nueva realidad social a la que incluso el Comité de Derechos Humanos hizo referencia al definir el alcance del artículo 23 del PIDCP, en cuanto expresó en el párrafo 2: 2. El Comité observa que el concepto de familia puede diferir en algunos aspectos de un Estado a otro, y aun entre regiones dentro de un mismo Estado, de manera que no es posible dar una definición uniforme del concepto. Sin embargo, el Comité destaca que, cuando la legislación y la práctica de un Estado consideren a un grupo de personas como una familia, éste debe ser objeto de la protección prevista en el artículo 23. Por consiguiente, en sus informes, los Estados Partes deberían exponer la interpretación o la definición que se da del concepto de familia y de su alcance en sus sociedades y en sus ordenamientos jurídicos. Cuando existieran diversos conceptos de familia dentro de un Estado, "nuclear" y "extendida", debería precisarse la existencia de esos diversos conceptos de familia, con indicación del grado de protección de una y otra. En vista de la existencia de diversos tipos de familia, como las de parejas que no han contraído matrimonio y sus hijos y las familias monoparentales, los Estados Partes deberían también indicar en qué medida la legislación y las prácticas nacionales reconocen y protegen a esos tipos de familia y a sus miembros. Por ende, el modo como los progenitores se relacionen entre sí, la formalidad o informalidad que impriman a su unión, incluso el exclusivismo sexual entre ellos que, cabe mencionar no está previsto como un deber del matrimonio, porque el apartado relativo solo enuncia deberes genéricos de apoyo mutuo para su subsistencia y de cohabitación, son circunstancias ajenas al menor que no deberían incidir en el emplazamiento filial. 72 Es decir, consideramos que los términos en que la pareja decide llevar su relación no debe interferir en el pleno ejercicio del derecho a la identidad de los hijos que resuelvan procrear, toda vez que las leyes no deben imponer veladamente un modelo de familia, estableciendo como una sanción a las familias constituidas de distinta manera a la matrimonial, restricciones normativas para que sus hijos, que son ajenos a ese parámetro de conducta socialmente impuesto, adquieran el apellido paterno y, por ende, su plena identidad. Así las cosas, de acuerdo con el fin que persigue, la institución jurídica de la presunción de paternidad matrimonial regulada en el CCG resulta contradictoria con el concepto amplio de familia aceptado en nuestro sistema jurídico. Esto es, no puede considerase que el fin que persigue la norma sea constitucionalmente valioso porque como históricamente la institución que regula atendió a la necesidad de evitar el escándalo y a la protección de la familia matrimonial, su implementación sesga el velo de protección que se ha ampliado a las familias estructuradas de otra manera. En ese sentido, la condición extramatrimonial de los hijos no podría aceptarse como causa de desigualdad porque con ello se reduciría el espectro de protección constitucional que comprende a todo tipo de familia. Además, nos parece alejado de la realidad sostener la paz familiar a base de estructuras legales, consideramos que ello no puede ser así, que la estabilidad de la familia como agrupación social de ayuda mutua se sustenta en vínculos afectivos y no en disposiciones normativas. Ahora bien, como el orden del test es relevante porque está establecido de una manera tal que un paso procede sólo si el precedente ha sido satisfecho, es innecesario analizar la necesidad o indispensabilidad de la implementación de la distinción normativa, por lo que los motivos hasta aquí expuestos bastarían para sostener que es violatoria del principio de igualdad y no discriminación (paso 3 del escrutinio estricto); sin embargo, como una razón adicional para soportar esa conclusión consideramos necesario pronunciarnos respecto de la segunda finalidad obtenida de la figura jurídica que aquí se analiza. 73 Así, partiendo de que la filiación por naturaleza, entendida como el vínculo biológico entre padres e hijos, puede tener lugar tanto dentro como fuera del matrimonio, y de que otra de las razones reveladas por el contexto histórico desarrollado con antelación por las que surgió la ficción legal de presunción de paternidad matrimonial descansa en la imposibilidad material de determinar con certeza dicho nexo biológico, es dable sostener que esos motivos son irrazonables. Es así porque en el contexto actual esa ficción legal no es la alternativa más adecuada para definirlo. La imposibilidad de determinar con certeza la relación sexual que generó la concepción y los plazos de gestación, son argumentos obsoletos ante los avances científicos y tecnológicos en materia de estudios genéticos. En efecto, esas razones se sostuvieron en un momento limitado de la ciencia –ya se dijo que vienen desde el derecho romano–, en que no había manera de obtener una prueba fehaciente del nexo biológico; sin embargo, ahora, por virtud de la prueba de ADN, es posible conocer las características únicas e inmutables que nos son dadas desde el momento de la concepción, por la dotación genética que recibimos de ambos padres. En este sentido, es a través de este avance científico que se superan las condiciones imperantes en la fecha de creación de la disposición normativa en comento, que obstaculizaban la certeza de la relación sexual entre los progenitores y que dieron lugar a determinarla a base de presunciones. En tiempos modernos es materialmente posible vincular a un padre con su hijo, al constituir la prueba científica un elemento de juicio para afirmar la existencia de la relación íntima de aquél con la madre de éste. Así las cosas, consideramos que en la actualidad el examen del ADN es un elemento suficiente para emitir una decisión en los juicios de filiación, pues da luz sobre el nexo biológico existente entre ascendiente y descendiente. La certeza que proporciona ese avance científico en materia de filiación no está en duda, ya que desde el año 2008 el legislador guanajuatense lo adoptó como uno de los medios de prueba tratándose de la acción de reconocimiento de paternidad 74 extramatrimonial,30 entonces, implícitamente reconoció el peso que para dilucidar el vínculo biológico entre un hijo y su padre tiene la prueba genética. De manera tal que, ante el aceptado valor probatorio de los exámenes genéticos que pueden establecer un elevado grado de certeza biológica, la paternidad determinada automáticamente para sólo algunos niños, a base de hechos no probados, deja de tener sentido. En suma, la realidad social actual se caracteriza por notables avances científicos útiles para la determinación certera de quién es el padre y por la aceptación paulatina de que el matrimonio no es la única manera de constituir una familia. Ello incluso se ha reflejado en el plano normativo con la regulación de la prueba genética y con el reconocimiento de las uniones de hecho, lo cual priva de razonabilidad a los argumentos del actual diseño del régimen legal de la filiación; por lo que, en nuestra opinión, se impone afianzar el derecho de todos los niños y niñas a la fijación plena de su identidad filiatoria, sin distinciones, prescindiendo de las circunstancias fácticas en que se llevó a cabo la procreación. En consecuencia, sostenemos que el CCG prevé disposiciones discriminatorias en relación con el derecho a la identidad de niños y niñas, en razón de que, para efectos de determinación de la filiación paterna, no atiende a un fin razonable el trato diferenciado que da al hijo o hija nacida fuera del matrimonio respecto de quien ha nacido dentro de un matrimonio reconocido por la ley. La presunción de paternidad matrimonial se traduce en un privilegio para los hijos de padres casados frente a los extramatrimoniales, para quienes el ejercicio pleno de su derecho a la identidad mediante la obtención y registro del apellido paterno está supeditado al reconocimiento voluntario o forzoso del padre. Por ende, se requiere una reformulación de los mecanismos legislativos existentes para que niños y niñas accedan a la filiación paterna, desde luego, respetando 30 Art. 416-A. La paternidad y la maternidad pueden probarse por cualquiera de los medios ordinarios. Si se propusiere cualquier prueba biológica o proveniente del avance de los conocimientos científicos y el presunto progenitor se negara a proporcionar la muestra necesaria, se presumirá, salvo prueba en contrario, que es la madre o el padre. 75 los derechos de las partes involucradas, toda vez que el derecho a la verdadera filiación con todas sus derivaciones, y el derecho a la identidad personal demandan que las normas jurídicas no obstaculicen que el ser humano sea tenido legalmente como hijo de su padre desde el momento mismo de su nacimiento, sin aguardar a un acto volitivo o a las resultas de un juicio, por eso las normas que otorgan la filiación desde los albores de la vida sólo para algunos pero la dejan en suspenso para otros son inconstitucionales. Luego, la condición extramatrimonial no podría aceptarse como causa de desigualdad de trato dado que sería expresión de una minusvaloración de unos niños y niñas frente a otros, que es lo que la tendencia legislativa de los últimos años en materia de derecho familiar ha querido eliminar al reconocer los efectos desfavorables para los hijos nacidos de relaciones extramatrimoniales. Aunado a ello la vulneración del derecho fundamental de igualdad y la prohibición de discriminación también debe declararse porque la presunción legal de paternidad matrimonial ocasiona en los hijos extramatrimoniales un impacto o resultado adverso, porque a diferencia de aquéllos, éstos deben aguardar para el goce de una plena identidad en su aspecto estático, configurado por los signos externos referidos a la identificación de la persona y que lo individualizan a través del nombre y los apellidos de sus progenitores. De tal manera que mantener mecanismos diferenciados para la determinación de la filiación es validar un esquema legal directamente discriminatorio porque se sustenta en un tratamiento jurídico diferenciado y desfavorable de una persona basado en un factor prohibido como son las condiciones de su nacimiento. Todo ello abunda en la necesidad de procurar una equiparación de derechos que satisfaga las necesidades de los hijos extramatrimoniales en idéntica medida que para los matrimoniales, pues aquéllos no deben sufrir una peor situación para efectos del emplazamiento filial por el hecho de que sus padres no contrajeran matrimonio. Ello además porque directamente conectado con el principio constitucional de igualdad y no discriminación arbitraria consagrado en el artículo 1 de la norma 76 fundamental, se encuentra el diverso mandato constitucional recogido en párrafo sexto del artículo 4 constitucional reglamentado por la Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, consistente en el deber del Estado de proteger sus derechos a fin que logren un desarrollo pleno e integral, lo que conlleva la obligación de los poderes públicos de procurar que todos puedan ejercer plenamente sus derechos fundamentales y la de sus padres de prestarles asistencia, sean habidos dentro o fuera del matrimonio. 4. Eliminación de la presunción de paternidad matrimonial. El derecho a la filiación coincide con el derecho a la identidad, que demanda que existan normas jurídicas que lo faciliten y garanticen a niños y niñas por igual. ¿Cómo? Eliminando la presunción de paternidad matrimonial y estableciendo, en aras del interés superior del niño, el deber de ambos padres de acudir a reconocer al menor como su hijo y, en caso de no presentarse el padre, crear una presunción de paternidad imputada por la madre, correspondiendo al presunto progenitor desvirtuarla, con la correlativa sanción a la madre de demostrarse la falsedad de la imputación; en el entendido de que la prueba idónea para dilucidar los conflictos que sobre la filiación se suscitaran sería la pericial genética y que correspondería al Estado la implementación de la política social necesaria para garantizar el acceso efectivo de este derecho humano a niños y niñas31. ¿Qué se lograría con ello? Desde el inicio de su vida niños y niñas, sin distinción por las condiciones de su nacimiento, adquirirían el apellido paterno; para todos se efectivizaría el derecho a la identidad personal, porque la de los hijos extramatrimoniales no estaría sujeta a la voluntad paterna, como en el actual régimen; es decir, en ningún caso sería necesaria la aceptación del padre para que el menor sea inscrito inmediatamente después del 31 Tema a parte es el despilfarro de ingresos públicos en actividades que desde mi perspectiva son, al menos, cuestionables. Pero creo, si tenemos dinero para mantener la “democracia”, con adecuada política pública, podría invertirse en pruebas de ADN y tener menos niños sin padre. 77 nacimiento como hijo de él y ello redundaría en la igualación de derechos del menor con independencia de las condiciones de su origen que, se reitera, no le son imputables. 4.1. Derecho a la identidad del menor vs derecho a la intimidad personal y familiar del padre Se ha demostrado que las razones que sustentaban la distinción entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales no son razonables y que, por ello, carece de fundamento de derecho mantener procesos diferenciados para que niños y niñas logren el estatus filial, debido a la falta de adecuación de ese tratamiento diferenciado con el derecho constitucional que con su implementación pretendió proteger el legislador, aunado a la certeza que sobre la paternidad otorga la prueba de ADN. No se soslaya que la propuesta podría generar una colisión de derechos entre los del niño y los del presunto padre, al trasladar a éste la carga de desvirtuar la imputación a través de la prueba genética. Sin embargo, consideramos que en conflicto entre dos derechos personalísimos como son el derecho a la intimidad del adulto, y el derecho a la identidad del menor, deben conciliarse teniendo en cuenta el interés superior del niño, porque una vez concebido, lo único que queda en el fuero privado de padre y madre fue la decisión de sostener relaciones sexuales, pero una vez que de ese acto natural ordinariamente voluntario, surge un nuevo ser humano, no es válido que, apelando a la intimidad del progenitor, se obstaculice el ejercicio pleno de los derechos de ese nuevo ser, ya que aun cuando la intimidad es un derecho humano que exige la no interferencia arbitraria en la vida privada de las personas32, como todos, no es un derecho absoluto. En efecto, de acuerdo con Miguel Carbonell el derecho a la intimidad o la vida privada quedaría establecido como aquel ámbito de libertad necesario para el pleno desarrollo de la personalidad, espacio que debe estar libre de intromisiones ilegítimas, y 32 La Corte IDH ha sostenido que la CADH contiene dos artículos que protegen la vida familiar de forma complementaria: el artículo 11, numeral 2, exige la protección estatal de los individuos frente a las acciones arbitrarias de las instituciones estatales que afectan la vida privada; y el artículo 17, que reconoce el papel central de la familia y la vida familiar en la existencia de una persona y en la sociedad en general. En: <http://www.corteidhr/docs/casos/articulos/seriec_239_esp.pdf> 78 que constituye el presupuesto necesario para el ejercicio de otros derechos (Carbonell, 2005: 2). Este derecho está protegido en el artículo 12 de la Declaración de los Derechos del Humanos de 1948, que establece que nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio, su correspondencia ni ataques a la honra o a su reputación. Se reiteró en esos términos en el artículo 17 del PIDCP. También se reproduce en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, en el artículo V, del capítulo primero de los derechos, en que se sostiene que toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra los ataques abusivos de su honra, su reputación y a su vida privada y familiar. En el ámbito interno es la exposición de motivos de la Ley Federal de Protección de Datos Personales en Posesión de los Particulares, las que ilustra el contenido de que se ha dotado por el legislador federal, en cuanto estableció: El derecho a la privacidad en uno de los derechos humanos esenciales que dan contenido y substancia a la dignidad humana. Nuestra cultura actual reconoce que existe un ámbito de la vida de cada persona que solamente concierne a ésta y que queda reservado para los demás. Este ámbito es la consecuencia de la individualidad, de la autonomía y de la libertad que se admite como propias de todo ser humano, es de allí de donde se desprende el derecho de todo hombre de mantener secretas e inviolables ciertas manifestaciones de su vida, sin su expreso consentimiento nadie puede inmiscuirse dentro de este ámbito El derecho a la intimidad se manifiesta así, como la facultad que tiene cada persona de disponer de su esfera, reducto infranqueable de la libertad individual, el cual no puede ser invadido por terceros, ya sean particulares o el propio estado. El reconocimiento y salvaguarda de este derecho presuponen pues, las condiciones mínimas indispensables para que el ser humano pueda desarrollar su individualidad en inteligencia y libertad33. Este derecho, sin embargo, no es absoluto ya que el Comité de Derechos Humanos, al interpretar el alcance del artículo 17 del PIDCP, en su Observación General No. 16, señaló que en aun cuando en el artículo 17 se prevé el derecho de toda persona a ser protegida respecto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, 33 En <http://bovmsilap.scjn.pjf.gob.mx/LF/DetalleProcesoLeg.aspx?IdLey=75562&IdRef=1&IdProc=1> 79 su domicilio o su correspondencia, así como de ataques ilegales a su honra y reputación, como todas las personas viven en sociedad, la protección de la vida privada es por necesidad relativa. Esa fue la línea que siguió nuestro Tribuna Constitucional, ya que la Primera Sala de la SCJN, en la ejecutoria de la que derivó la jurisprudencia 1ª./J. 101/2006, referida en el capítulo precedente, ya que se pronunció respecto a la naturaleza de los juicios de paternidad, de la prueba pericial genética y del derecho a la intimidad con relación al desahogo de ese medio de convicción, concluyendo que cuando se ofrece la prueba pericial en genética de ADN y el demandado se niega o se opone a la realización de dicha prueba, es preponderante el derecho de los menores a conocer su identidad y la posibilidad de que los menores demanden de sus presuntos ascendientes el reconocimiento de la relación paterno-filial, frente a la invasión a la intimidad que sufre el progenitor. Al respecto, razonó. De esta manera, se tiene que el estado civil comporta un atributo propio de la persona, inherente y consustancial al derecho de la personalidad jurídica y al nombre que, en el caso de los menores, reviste el carácter de derecho fundamental. Por ello, el hecho de que el menor tenga la certeza de quién es su progenitor constituye un principio de orden público y hace parte del núcleo esencial del derecho fundamental a la personalidad jurídica. La importancia de ese derecho fundamental a la identidad no sólo radica en la posibilidad de conocer el nombre y el origen biológico (ascendencia), sino que, a partir de ese conocimiento, puede derivarse en primer lugar, el derecho del menor a tener una nacionalidad y, por otra parte, el derecho del menor, constitucionalmente establecido (artículo 4o.), de que sus ascendientes satisfagan sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento, para su desarrollo integral. Este derecho a la obtención de los satisfactores básicos para lograr el desarrollo es una extensión del derecho a la vida, pues éste implica que las condiciones de vida deben ser lo suficientemente buenas para que el menor crezca sana y armoniosamente, garantizándose su pleno desarrollo. Todo lo anterior permite concluir que no únicamente en nuestra Ley Fundamental, sino que en diversas normas internacionales y otras de derecho interno que la desarrollan, se consagra el principio del "interés superior de la niñez", y es innegable que debe garantizarse el derecho del menor a conocer su filiación, esto es, la identidad de sus ascendientes, toda vez que de esta circunstancia se deriva el derecho del infante a percibir de sus ascendientes la 80 satisfacción de sus necesidades y a obtener así una vida digna que permita su desarrollo (Sentencia CT 154/2005-PS, pág. 19 a 21). Tendencia que fue reiterada en los últimos años por diversos órganos del Poder Judicial de la Federación. Cuando se ha sometido a su conocimiento cuestiones de paternidad, se han pronunciado en el sentido de que la prueba pericial en genética en un juicio, tanto de reconocimiento como de desconocimiento de la paternidad, no es violatoria de la privacidad o la intimidad del padre y que el derecho para conocer el origen genético constituye un bien jurídico con mayor relevancia frente a los derechos derivados del concepto de familia.34 Por lo que siguiendo esa línea interpretativa, estimamos que el derecho del niño y la niña a la determinación de la filiación paterna mediante la adquisición de apellido de su progenitor como uno de los elementos del derecho al nombre, efectivizado a través de la inmediata inscripción registral de su nacimiento, es el que debe prevalecer. Mientras la intimidad del progenitor recae en la esfera de lo individual, el conocimiento del estado filiatorio de la persona, como un aspecto de la identidad personal y del desarrollo de la vida social, se convierte en una situación de orden público, en virtud de que los vínculos de filiación pertenecen al ámbito de las relaciones familiares que, como núcleo básico de la sociedad, merece especial protección del Estado. En ese sentido, no cabría que el padre se ampara en su derecho a la privacidad para que, en caso de conflicto, se negara a rendir una prueba, estando de por medio un derecho de mayor entidad, como es el de la obtención del apellido paterno, en cuanto elemento de la identidad personal de un menor, pues reviste un mayor interés que en la edad temprana quede definida para que el menor tenga un mejor desenvolvimiento en su vida tanto afectiva como social, al tener la noción completa de su origen. 5. Nuevo texto del Código Civil para el Estado de Guanajuato 34 Por ejemplo la tesis aislada I.10o.C.73 C, sustentada por el Décimo Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito, intitulada: “MENORES DE EDAD. EL DERECHO PARA CONOCER SU ORIGEN GENÉTICO CONSTITUYE UN BIEN JURÍDICO CONSTITUCIONALMENTE LEGÍTIMO CON MAYOR RELEVANCIA FRENTE A LOS DERECHOS DERIVADOS DEL CONCEPTO DE FAMILIA”. Publicada en la Novena Época del Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXX, Agosto de 2009, página 1661. 81 El interés superior del niño es un principio rector de la actividad estatal. Se traduce en que cualquiera de las funciones que llevan a cabo los entes públicos – ejecutiva, legislativa o judicial– debe procurar el bienestar de los menores privilegiándolo sobre cualquier otro interés. Ello permite que en aras de ese interés superior la paternidad pueda ser imputada por la madre a un sujeto determinado para garantizarle el inmediato acceso al apellido paterno como elemento del derecho a la identidad personal, pero sin dejar indefenso al presunto padre quien podrá oponerse a dicha imputación y sin tolerar falsas imputaciones por parte de la madre. Por lo que debe eliminarse la presunción de paternidad matrimonial y regular una genérica de filiación a fin de que todos los niños y niñas accedan en igualdad de condiciones al derecho a la identidad, medida que impactara en la actual regulación del Título Séptimo del CCG. La iniciativa de reforma podría redactarse de la siguiente manera: Diputado ___________________ Presiente del Congreso del Estado _________________ Legislatura Presente Quienes suscribimos diputadas y diputados integrantes del grupo parlamantario del Partido ___________________ de la _________________ Legislatura del Honorable Congreso del Estrado de Guanajuato, con fundamento en los artículos 56, fracción II, de la Constitución Política del Estado de Guanajuato y 146, fracción II, de la Ley Orgánica del Estado Libre y Soberano de Guanajuato, sometemos a consideración del Congreso la iniciativa por la que se reforman diversos artículos del Título Séptimo del Código Civil para el Estado de Guanajuato, se modifican otros y se derogan unos más, para eliminar la presunción de paternidad matrimonial, de conformidad con la siguiente: EXPOSICIÓN DE MOTIVOS (El contenido de este capítulo) Por todo lo anteriormente expuesto, sometemos a consideración del Honorable Congreso del Estado de Guanajuato, la presente iniciativa con proyecto de Decreto por le que se reforman diversos artículos del Título Séptimo del Código Civil para el Estado de Guanajuato, se modifican otros y se derogan unos más, para eliminar la presunción de paternidad matrimonial, y quedar ese acápite como sigue: Texto vigente Texto propuesto (*El ajuste se destaca con sombreado y cursiva) [Al eliminarse la distinción entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales desaparece la denominación de los títulos I, II, III y IV, en su orden, “De los hijos de matrimonio”, “De las pruebas de la filiación de los hijos de matrimonio”, “De la legitimación” y “Del reconocimiento de los hijos nacidos fuera de matrimonio”, condensados en un primer capitulo intitulado: “Capítulo 1 De filiación natural”. El capítulo IV, sería capítulo II, “De la adopción”] 82 Título Séptimo De la paternidad y filiación Capítulo I De los hijos de matrimonio Título Séptimo De la paternidad y filiación Capítulo I De la filiación natural. [Reforma. Cambia completamente el texto] Art. 381. Se presumen hijos de los cónyuges: I. Los hijos nacidos después de ciento ochenta días contados desde la celebración del matrimonio; Art. 381. Ambos progenitores deben concurrir ante el Oficial del Registro Civil a reconocer como propio al menor. II. Los hijos nacidos dentro de los trescientos días siguientes a la disolución del matrimonio, ya provenga ésta de nulidad, de muerte del marido, o de divorcio. Este término se contará en los casos de divorcio o nulidad, desde que de hecho quedaron separados los cónyuges por orden judicial. Si alguno de ellos no acude, se presume progenitor del menor el indicado por la madre o el padre ausente, salvo prueba en contrario a cargo de quien niegue la filiación. Art. 382. Contra esta presunción no se admite otra prueba que la de haber sido físicamente imposible al marido tener acceso carnal con su mujer, en los primeros ciento veinte días de los trescientos que han precedido al nacimiento. Art. 383. El marido no podrá desconocer a los hijos alegando adulterio de la madre, aunque ésta declare que no son hijos de su esposo; a no ser que el nacimiento se le haya ocultado o que demuestre que durante los primeros ciento veinte días de los trescientos que precedieron al nacimiento, no tuvo acceso carnal con su esposa. Art. 384. El marido podrá desconocer al hijo nacido después de trescientos días contados desde que, judicialmente y de hecho, tuvo lugar la separación provisional prescrita para los casos de divorcio y nulidad; pero la mujer, el hijo o el tutor de éste, pueden sostener en tales casos que el marido es el padre. Art. 385. El marido no podrá desconocer que es padre del hijo nacido dentro de los ciento ochenta días siguientes a la celebración del matrimonio: De desvirtuarse la presunción, los gastos ocasionados por la imputación de paternidad o maternidad correrán a cargo de quien hubiere realizado la imputación. (Reforma. Cambia completamente el texto) Art. 382. Contra la presunción de paternidad se admitirán las siguientes pruebas: I. El haber sido físicamente imposible al varón tener acceso carnal con la mujer, en los primeros ciento veinte días de los trescientos que han precedido al nacimiento. II. La prueba biológica o proveniente del avance de los conocimientos científicos. Art. 383. DEROGADO Art. 384. DEROGADO Art. 385. DEROGADO I. Si se probare que supo antes de casarse el embarazo de su futura consorte; para esto se requiere un principio de prueba por escrito; II. Si concurrió al levantamiento del acta de nacimiento, y ésta fue firmada por él, o contiene su declaración de no saber firmar; III. Si ha reconocido expresamente por suyo al hijo de su mujer; IV. Si el hijo no nació capaz de vivir. Art. 386. Las cuestiones relativas a la paternidad del hijo 83 Art. 386. Las cuestiones relativas a la paternidad [se nacido después de trescientos días de la disolución del matrimonio, podrán promoverse en cualquier tiempo por la persona a quien perjudique la filiación. Art. 387. En todos los casos en que el marido tenga derecho de contradecir que el nacido es hijo de su matrimonio, deberá deducir su acción dentro de sesenta días contados desde el nacimiento, si está presente; desde el día en que llegó al lugar si estuvo ausente o desde el día en que descubrió el engaño, si se le ocultó el nacimiento. Art. 388. Si el marido está bajo tutela por causa de demencia, imbecilidad u otro motivo que lo prive de inteligencia, este derecho puede ser ejercitado por su tutor. Si éste no lo ejercitare podrá hacerlo el marido después de haber salido de la tutela, pero siempre en el plazo antes designado, que se contará desde el día en que legalmente se declare haber cesado el impedimento. Art. 389. Cuando el marido, teniendo o no tutor, ha muerto sin recobrar la razón, los herederos pueden contradecir la paternidad en los casos en que podría hacerlo el padre. Tratándose del caso a que se refiere el artículo 383 el plazo de sesenta días se contará a partir de la fecha de la declaración de herederos. Art. 390. Los herederos del marido, excepto en el caso del artículo anterior, no podrán contradecir la paternidad de un hijo nacido dentro de los ciento ochenta días de la celebración del matrimonio, cuando el esposo no haya comenzado esta demanda. En los demás casos, si el esposo muere dentro del término hábil para hacer la reclamación sin haberla iniciado, los herederos tendrán, para proponer la demanda, sesenta días contados desde aquél en que el hijo haya sido puesto en posesión de los bienes del padre, o desde que los herederos se vean turbados por el hijo en la posesión de la herencia. Art. 391. Si la viuda, la divorciada, o la mujer cuyo matrimonio fuere declarado nulo, contrajeran nuevas nupcias dentro del periodo prohibido por el artículo 155, la filiación del hijo que naciere después de celebrado el nuevo matrimonio, se establecerá conforme a las reglas siguientes: I. Se presume que el hijo es del primer matrimonio si nace dentro de los trescientos días siguientes a la disolución del mismo y antes de ciento ochenta días de la celebración del segundo; II. Se presume que el hijo es del segundo marido si nace después de ciento ochenta días, de la celebración del segundo matrimonio, aunque el nacimiento tenga lugar dentro de los trescientos días posteriores a la disolución del primer matrimonio. El que negare las presunciones establecidas en las dos fracciones que preceden deberá probar plenamente la imposibilidad física de que el hijo sea del marido a quien se atribuya; 84 elimina “después de trescientos días de la disolución del matrimonio”] podrán promoverse en cualquier tiempo por la persona a quien perjudique la filiación, dentro del plazo de sesenta días a partir de que tuvo conocimiento de la imputación. Art. 387. DEROGADO Art. 388. Si el presunto padre está bajo tutela por causa de demencia u otro motivo que lo prive de inteligencia, este derecho puede ser ejercitado por su tutor. Si éste no lo ejercitare podrá hacerlo después de haber salido de la tutela, pero siempre en el plazo antes designado, que se contará desde el día en que legalmente se declare haber cesado el impedimento. Art. 389. Cuando el presunto padre, teniendo o no tutor, ha muerto sin recobrar la razón, los herederos pueden contradecir la paternidad en los casos en que podría hacerlo el padre. (Reforma. Cambia completamente el texto) Art. 390. Si el presunto padre muere dentro del término hábil para hacer la reclamación sin haberla iniciado, los herederos tendrán, para proponer la demanda, sesenta días contados a partir de que tengan conocimiento de la paternidad imputada. (De derogan el párrafo primero, y las fracciones I a III, la fracción IV queda como un sólo párrafo]. Art. 391. El desconocimiento de un hijo se hará por demanda en forma ante el juez competente. Todo desconocimiento practicado de otra manera es nulo. III. El hijo se presume nacido fuera de matrimonio si nace antes de ciento ochenta días de la celebración del segundo matrimonio y después de trescientos días de la disolución del primero; IV. El desconocimiento de un hijo, de parte del marido o de sus herederos, se hará por demanda en forma ante el juez competente. Todo desconocimiento practicado de otra manera es nulo. Art. 392. En el juicio de contradicción de la paternidad serán llamados la madre y el hijo, a quien, si fuere menor, se proveerá de un tutor interino. Art. 393. Respecto de los legalmente no nacidos, nunca ni por nadie se podrá entablar demanda sobre la paternidad. Art. 394. No puede haber sobre la filiación, ni transacción ni compromiso en árbitros. Art. 395. Puede haber transacción o arbitramento sobre los derechos pecuniarios que de la filiación legalmente adquirida pudieren deducirse. Las concesiones que se hagan al que se dice hijo no importan la adquisición de estado de hijo de matrimonio. Capítulo II De las pruebas de la filiación de los hijos nacidos de matrimonio Art. 396. La filiación de los hijos nacidos de matrimonio se prueba con la partida de nacimiento, pero si se cuestiona la existencia o validez del matrimonio de los padres, debe presentarse el acta de matrimonio de éstos. Art. 397. A falta de actas o si éstas fueren defectuosas, incompletas o falsas, se probará con la posesión constante de estado de hijo nacido de matrimonio. En defecto de esta posesión son admisibles para demostrar la filiación todos los medios de prueba que la ley autoriza, pero la testimonial no es admisible si no hubiere un principio de prueba por escrito o indicios o presunciones resultantes de hechos ciertos que se consideren bastante graves para determinar su admisión. Si uno sólo de los registros faltare o estuviere inutilizado y existe duplicado, de éste deberá tomarse la prueba sin admitirla de otra clase. Art. 398. Si hubiere hijos nacidos de dos personas que han vivido públicamente como marido y mujer y ambos hubieren fallecido, o por ausencia o enfermedad les fuere imposible manifestar el lugar en que se casaron, no podrá disputarse a estos hijos haber nacido de matrimonio sólo por la falta de presentación del acta del enlace de sus padres, siempre que se pruebe que tienen la posesión de estado de hijos de ellos o que, por los medios de prueba que autoriza el artículo anterior, se demuestra la filiación y no esté contradicha por el acta de nacimiento. Art. 399. Si un individuo ha sido reconocido constantemente como hijo de matrimonio por la familia de los padres y en la sociedad, quedará probada la posesión de estado de hijo de matrimonio si además concurre 85 Art. 395. Puede haber transacción o arbitramento sobre los derechos pecuniarios que de la filiación legalmente adquirida pudieren deducirse. [Se deroga segundo párrafo] [Se elimina la denominación del capítulo] Art. 396. DEROGADO Art. 397. DEROGADO Art. 398. DEROGADO Art. 399. DEROGADO alguna de las circunstancias siguientes: I. Que el hijo haya usado constantemente el apellido del que pretende que es su padre, con anuencia de éste; II. Que el padre lo haya tratado como a hijo nacido en su matrimonio, proveyendo a su subsistencia y educación o establecimiento; III. Que el presunto padre tenga la edad exigida por el artículo 417. Art. 400. Declarado nulo un matrimonio, haya habido buena o mala fe en los cónyuges al celebrarlo, los hijos tenidos durante él se consideran como hijos de matrimonio. Art. 400. DEROGADO Art. 401. No basta el dicho de la madre para excluir de la paternidad al marido. Mientras que esté viva, únicamente él podrá reclamar contra la filiación del hijo concebido durante el matrimonio. Art. 401. DEROGADO Art. 402. Las acciones civiles que se intenten contra el hijo por los bienes que ha adquirido durante su estado de hijo nacido de matrimonio, aunque después resulte no serlo, se sujetarán a las reglas comunes para la prescripción. Art. 402. Las acciones civiles que se intenten contra el hijo por los bienes que ha adquirido durante su estado de hijo del padre imputado, aunque después resulte no serlo, se sujetarán a las reglas comunes para la prescripción. Art. 403. La acción que compete al hijo para reclamar su estado es imprescriptible para él y sus descendientes. Art. 403. DEROGADO Art. 404. Los demás herederos del hijo podrán intentar la acción de que trata el artículo anterior: Art. 404. DEROGADO I. Si el hijo ha muerto antes de cumplir veintidós años; II. Si el hijo cayó en demencia antes de cumplir los veintidós años y murió después en el mismo estado. Art. 405. Los herederos podrán continuar la acción intentada por el hijo, a no ser que éste se hubiere desistido formalmente de ella o nada hubiere promovido judicialmente durante un año, contado desde la última diligencia. También podrán contestar toda demanda que tenga por objeto disputarle la condición de hijo nacido de matrimonio. Art. 406. Los acreedores, legatarios y donatarios tendrán los mismos derechos que a los herederos conceden los dos artículos anteriores, si el hijo no dejó bienes suficientes para pagarles. Art. 407. Las acciones de que hablan los tres artículos que preceden prescriben a los cuatro años contados desde el fallecimiento del hijo. Art. 408. La posesión de hijo nacido de matrimonio no puede perderse sino por sentencia ejecutoriada. Art. 409. Si el que está en posesión de los derechos de 86 Art. 405. DEROGADO Art. 406. DEROGADO Art. 407. DEROGADO Art. 408. DEROGADO padre o de hijo fuere despojado de ellos o perturbado en su ejercicio, sin que preceda sentencia por la cual deba perderlos, podrá usar de las acciones que establecen las leyes para que se le mantenga o restituya en la posesión. Capítulo III De la legitimación Art. 410. El matrimonio subsecuente de los padres hace que se tenga como nacidos de matrimonio a los hijos habidos antes de su celebración. Art. 411. Para que el hijo goce del derecho que le concede el artículo que precede, los padres deben reconocerlo expresamente antes de la celebración del matrimonio, en el acto mismo de celebrarlo o durante él, haciendo el reconocimiento los padres, junta o separadamente. Art. 412. Si el hijo fue reconocido por el padre y en su acta de nacimiento consta el nombre de la madre, no se necesita reconocimiento expreso de ésta para que la legitimación surta sus efectos legales. Tampoco se necesita reconocimiento del padre, si ya se expresó el nombre de éste en el acta de Nacimiento. Art. 413. Aunque el reconocimiento sea posterior, los hijos adquieren todos sus derechos desde el día en que se celebró el matrimonio de sus padres. Art. 414. Se estimarán también legitimados los hijos que hubieren fallecido antes de celebrarse el matrimonio de sus padres si dejaron descendientes. Art. 415. Pueden gozar también de ese derecho los hijos no nacidos, si el padre al casarse declara que reconoce al hijo de quien la mujer está encinta, o que lo reconoce si aquélla estuviere encinta. Capítulo IV Del reconocimiento de los hijos nacidos fuera de matrimonio Art. 416. La filiación de los hijos nacidos fuera de matrimonio resulta, con relación a la madre del sólo hecho del nacimiento. Respecto del padre, sólo se establece por el reconocimiento voluntario, porque así lo presume la ley o por la sentencia que declare la paternidad. Art. 416-A. La paternidad y la maternidad pueden probarse por cualquiera de los medios ordinarios. Si se propusiere cualquier prueba biológica o proveniente del avance de los conocimientos científicos y el presunto progenitor se negara a proporcionar la muestra necesaria, se presumirá, salvo prueba en contrario, que es la madre o el padre. Art. 417. Pueden reconocer a sus hijos los que tengan la edad exigida para contraer matrimonio y que exista una diferencia al menos de once años entre él y quien va a ser reconocido. Art. 418. El menor de edad no puede reconocer a un hijo sin el consentimiento del o de los que ejerzan sobre él la patria potestad, o de la persona bajo cuya tutela se encuentre o, a falta de éstos o por su negativa injustificada, sin la autorización judicial. Art. 419. No obstante, el reconocimiento hecho por un menor es revocable si prueba que sufrió engaño al hacerlo, pudiendo intentar la revocación hasta cuatro años después 87 [Se elimina denominación del capítulo] Art. 410. DEROGADO Art. 411. DEROGADO Art. 412. DEROGADO Art. 413. Aunque la determinación de la filiación sea posterior, los hijos adquieren todos sus derechos desde el momento mismo del nacimiento. Art. 414. DEROGADO Art. 415. DEROGADO [Se elimina la denominación del capítulo] Art. 416. DEROGADO Art. 416-A. DEROGADO de la mayor edad. Art. 420. Puede reconocerse al hijo que no ha nacido y al que ha muerto si ha dejado descendencia. Art. 421. Los padres pueden reconocer a su hijo conjunta o separadamente. Art. 422. El reconocimiento hecho por uno de los padres produce efectos respecto de él y no respecto del otro progenitor. Art. 423. El reconocimiento no es revocable por el que lo hizo, salvo lo dispuesto en el artículo 419, y si se ha hecho en testamento, cuando éste se revoque, no se tiene por revocado el reconocimiento. Art. 424. El reconocimiento puede ser contradicho por un tercero interesado. Art. 421. DEROGADO Art. 422. DEROGADO El heredero que resulte perjudicado puede contradecir el reconocimiento dentro del año siguiente a la muerte del que lo hizo. Art. 425. El reconocimiento de un hijo nacido fuera del matrimonio deberá hacerse de alguno de los modos siguientes: I. En el acta de nacimiento ante el Oficial del Registro Civil; II. Por anotación en el acta de nacimiento ante el mismo Oficial del Registro Civil, previo pago de derechos; III. Por declaración expresa contenida en una escritura pública; IV. Por testamento; V. Por confesión judicial directa y expresa. Art. 426. Cuando el padre o la madre reconozcan separadamente a un hijo, no podrán revelar en el acto del reconocimiento el nombre de la persona con quien fue habido, ni exponer ninguna circunstancia por donde aquélla pueda ser identificada. Art. 426. DEROGADO Las palabras que contengan la revelación se testarán de oficio, de modo que queden absolutamente ilegibles. Se exceptúa de lo dispuesto en este artículo, el caso de reconocimiento del hijo que no ha nacido cuando se haga por cualquiera de los tres últimos medios, a no ser que a la vez sea hijo de mujer casada, en cuyo caso no se podrá hacer el reconocimiento. Art. 427. El Oficial del Registro Civil, el Juez de Primera Instancia, en su caso, y el Notario que consientan en la violación del artículo que precede, serán sancionados con suspensión en el ejercicio de sus funciones, por un término que no baje de dos ni exceda de cinco años. Art. 428. La mujer casada podrá reconocer, sin el consentimiento del marido, a su hijo habido antes de su matrimonio; pero no tendrá derecho de llevarlo a vivir a la habitación conyugal si no es con el consentimiento 88 Art. 427. DEROGADO. [Reforma. Cambia completamente el texto) Art. 428. Los hijos habidos con persona distinta al cónyuge antes o durante el matrimonio no deberán vivir expreso del esposo. Art. 429. El marido podrá reconocer a su hijo habido antes de su matrimonio o durante éste; pero no tendrá derecho de llevarlo a vivir a la habitación conyugal, si no es con el consentimiento expreso de la esposa. Art. 430. El hijo de una mujer casada no podrá ser reconocido como hijo por otro hombre distinto del marido, sino cuando éste lo haya desconocido, y por sentencia ejecutoria se haya declarado que no es hijo suyo. Art. 431. El hijo mayor de edad no puede ser reconocido sin su consentimiento, ni el menor sin el de su tutor, si lo tiene, o el del tutor que el Juez le nombrará especialmente para el caso Art. 432. Si el hijo reconocido es menor, puede reclamar contra el reconocimiento cuando llegue a la mayor edad. Art. 433. El término para deducir esta acción será de cuatro años, que comenzará a correr desde que el hijo sea mayor de edad, si antes de serlo tuvo noticia del reconocimiento; y si no la tenía, desde la fecha en que la adquirió. Art. 434. La mujer que cuida o ha cuidado de la lactancia de un niño, a quien le ha dado su nombre o permitido que lo lleve; que públicamente lo ha presentado como hijo suyo y ha proveído a su educación Y subsistencia, podrá contradecir el reconocimiento que un hombre haya hecho o pretenda hacer de ese niño. En este caso no se le podrá separar de su lado, a menos que consienta en entregarlo o que fuere obligada a hacer la entrega por sentencia ejecutoriada. El término para contradecir el reconocimiento será el de sesenta días, contados desde que tuvo conocimiento de él. Art. 435. La madre que hubiere reconocido a su hijo podrá contradecir el reconocimiento hecho sin su consentimiento por un tercero; en tal caso quedará éste sin efecto, y la cuestión relativa a la paternidad se resolverá en el juicio contradictorio por ella iniciado. Art. 436. Cuando el padre y la madre que no vivan juntos reconozcan al hijo en el mismo acto, convendrán cual de los dos ejercerá sobre él la patria potestad, y en caso de que no lo hicieren, el Juez de Primera Instancia de lo Civil, oyendo a los padres y al Ministerio Público, resolverá lo que creyere más conveniente a los intereses del menor. Art. 437. En caso de que el reconocimiento se efectúe sucesivamente por padres que no vivan juntos, ejercerá la patria potestad el que primero hubiere reconocido, salvo que se conviniere otra cosa entre los padres, y siempre que el Juez de Primera Instancia de lo Civil no creyere necesario modificar el convenio por causa grave, con audiencia de los interesados y del Ministerio Público. Art. 438. Está permitido al hijo nacido fuera de matrimonio y a sus descendientes investigar la paternidad en los siguientes casos: I. En los casos de rapto, estupro o violación cuando la 89 en la habitación conyugal, salvo consentimiento expreso del cónyuge. Art. 429. DEROGADO. Art. 430. DEROGADO. Art. 431. DEROGADO. Art. 432. DEROGADO. Art. 433. DEROGADO. Art. 434. DEROGADO. Art. 435. DEROGADO. Art. 437. DEROGADO. Art. 438. DEROGADO época en que se cometieron coincida con la de la concepción, de acuerdo con las pruebas que se rindan ante el Tribunal Civil; II. Cuando el hijo se encuentre en posesión de estado de hijo del presunto padre; III. Cuando el hijo haya sido concebido durante el tiempo en que la madre habitaba bajo el mismo techo con el pretendido padre, viviendo maritalmente, fuera del caso mencionado en la fracción I del artículo 440; IV. Cuando el hijo tenga a su favor un principio de prueba contra el pretendido padre. Art. 439. La posesión de estado se justificará demostrando por los medios ordinarios de prueba que el hijo ha sido tratado por el presunto padre o por su familia como hijo del primero, y que éste ha proveído a su subsistencia y educación o establecimiento. Art. 440. Se presumen hijos del concubinario y de la concubina: Art. 439. DEROGADO Art. 440. DEROGADO I. Los nacidos después de ciento ochenta días, contados desde que comenzó el concubinato; II. Los nacidos dentro de los trescientos días siguientes al en que cesó la vida común entre el concubinario y la concubina. Art. 441.- Está permitido al hijo nacido fuera de matrimonio y a sus descendientes investigar la maternidad, la cual puede probarse por cualquiera de los medios ordinarios, pero la indagación no será permitida cuando tenga por objeto atribuir el hijo a una mujer casada al tiempo de nacer aquél. Art. 442. No obstante lo dispuesto en la parte final del artículo anterior, el hijo podrá investigar la maternidad si ésta se deduce de una sentencia civil o criminal. Art. 443. El hecho de dar alimentos no constituye por sí sólo prueba, ni aun presunción de paternidad o maternidad. Tampoco puede alegarse como razón para investigar éstas. Art. 444. Las acciones de investigación de paternidad o maternidad sólo pueden intentarse en vida de los padres. Si los padres hubieren fallecido durante la menor edad de los hijos, tienen éstos derechos de intentar la acción dentro de los cuatro años de haber alcanzado la mayoría de edad. 90 Art. 441.- Está permitido al hijo que haya sido registrado sin el nombre de alguno de su progenitores y a sus descendientes investigar la maternidad o paternidad, la cual puede probarse por cualquiera de los medios ordinarios de prueba (se elimina la prohibición de investigar la maternidad imputada a mujer casada). Art. 442. DEROGADO Art. 443. DEROGADO Art. 445. Comprobada la filiación de los hijos nacidos fuera de matrimonio, en los términos del artículo 416, éstos tienen derecho: Art. 445. Determinada la filiación, los hijos tienen derecho: I. A llevar el apellido paterno de sus progenitores, o ambos apellidos del que los reconozca; I. A llevar el apellido paterno de sus progenitores, o ambos apellidos del que los reconozca; II. A ser alimentados por éstos; II. A ser alimentados por éstos; III. A percibir la porción hereditaria y los alimentos que fije la ley. Capítulo IV De la adopción III. A percibir la porción hereditaria y los alimentos que fije la ley. Capítulo II De la adopción TRANSITORIOS Único. El presente decreto entrara en vigor treinta días posteriores a su publicación en el Periódico Oficial del Gobierno del Estado. Guanajuato, Gto. a ___ de _________ de 2014. Los diputados y diputadas integrantes del grupo parlamentario del Partido ______________________. 91 Conclusiones Los derechos humanos son un conjunto de facultades e instituciones que en cada momento histórico, concretan las exigencias de dignidad, libertad e igualdad humanas; su comprensión implica dilucidar las razones que tuvieron los hombres para pensarlos e impulsar su positivización. El derecho humano a la identidad personal es un bien amplio y complejo definido a través de sus componentes. Respecto de niños y niñas, a partir de la interpretación realizada por los organismos internacionales de derechos humanos a los tratados internacionales obligatorios para el Estado Mexicano y que han sido acogidas tanto en la leyes como en la jurisprudencia nacional, formando parte del bloque de constitucionalidad, se conoce que ese derecho comprende, entre otros, los diversos a la filiación, al nombre y a la inscripción inmediata del nacimiento que, conjuntados, identifican al menor en el mundo del derecho, dotándolo de personalidad jurídica necesaria para exigir el respeto de todos su derechos fundamentales, incluidos los derivados de la relación paterno filial, tales como la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento para su desarrollo integral. A la identidad personal le es consustancial el principio-valor de igualdad y no discriminación, conforme al cual los derechos humanos no pueden ser obstaculizados o restringidos por el Estado sin razones constitucionalmente válidas, las cuales se determinan por lo que en un contexto determinado resulte aceptable. La razonabilidad de las normas diferenciadoras debe realizarse sometiéndolas a un escrutinio estricto cuando la distinción parte de una categoría de las expresamente proscritas en el artículo 1°, párrafo quinto, de la norma fundamental o en los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por México, o que incida directamente sobre la configuración legislativa que la Constitución prevé de manera específica para la actuación de las autoridades de los distintos niveles de gobierno. Para la aplicación del escrutinio estricto la SCJN identifica los siguientes pasos que deben seguirse escalonadamente: 1. Identificar la finalidad qué pretendió el legislador con su implementación dilucidando si es conforme a la Constitución, es decir, su 92 legitimidad, y si ese objetivo constitucionalmente válido es relevante. 2. Verificar que la medida sea la adecuada para la consecución del fin. 3. Analizar la necesidad o indispensabilidad de su implementación. 4. Ponderar los derechos en juego. Las condiciones del nacimiento son una categoría sospechosa de inconstitucionalidad porque aun cuando no esta expresamente enunciada en la Constitución, sí es una categoría prohibida en los artículos 1.1 de la CADH y 24.1 del PIDCP a cuya observancia se encuentra vinculado el Estado Mexicano. En el CCG la determinación de la filiación paterna, como elemento de la identidad personal de niños y niñas, está sujeta a las condiciones del nacimiento del menor, pues queda definida automáticamente si y solo si se trata de un menor nacido de padres unidos en matrimonio legal. En caso de un hijo o hija extramatrimonial se sujeta al reconocimiento voluntario del padre o por la vía forzosa, mediante declaración judicial en ese sentido. Esa distinción normativa, que a su vez repercute en el ejercicio inmediato del derecho al nombre y en la inmediata inscripción registral del niño o la niña con los apellidos de ambos progenitores, se regula a partir de la presunción de paternidad matrimonial. Los antecedentes históricos de la presunción de paternidad matrimonial revelan que las finalidades de la implementación de esa ficción jurídica, desde el derecho Romano, son garantizar la solidez y firmeza de la familia (en la que quedan inmersos el deber de fidelidad de la mujer y la cohabitación de los esposos), así como la imposibilidad de determinar con certeza cuál fue la relación sexual generadora de la concepción (en el que se subsume el nacimiento en el plazo legal de gestación). La solidez y firmeza de la familia es una finalidad no sólo legítima para el legislador, sino constitucionalmente ordenada por el artículo 4° de la norma fundamental, por lo que supera el primer paso del escrutinio estricto de razonabilidad, no así la segunda grada, ya que la distinción legislativa no está estrechamente vinculada con la finalidad constitucionalmente imperiosa, en virtud de que al dilucidar cuál es el contenido preciso del mandato constitucional de protección la SCJN, siguiendo los criterios emitidos por los organismos internacionales de derechos humanos facultados para interpretar los 93 tratados, concluyó que la Constitución tutela a la familia entendida como realidad social, por lo que esa protección cubre todas sus formas y manifestaciones existentes en la sociedad, no sólo a la familia matrimonial. La imposibilidad de determinar con certeza la relación sexual que generó la concepción y los plazos de gestación, son argumentos obsoletos ante los avances científicos y tecnológicos en materia de estudios genéticos. El CCG prevé disposiciones discriminatorias en relación con el derecho a la identidad de niños y niñas, en razón de que, para efectos de determinación de la filiación paterna, no atiende a un fin razonable el trato diferenciado que da al hijo o hija nacida fuera del matrimonio respecto de quien ha nacido dentro de un matrimonio reconocido por la ley, porque la diferenciación atiende a las razones por las que se implemento la presunción de paternidad matrimonial, razones que dados los avances de la ciencia y la aceptación de diversas formas de constituir la familia, no encuentran justificación en el contexto social actual. La vulneración del derecho fundamental de igualdad y la prohibición de discriminación también debe declararse porque la presunción legal de paternidad matrimonial ocasiona en los hijos extramatrimoniales un impacto o resultado adverso porque, a diferencia de aquéllos, éstos deben aguardar para el goce de una plena identidad configurada por los signos externos referidos a la identificación de la persona y que lo individualizan a través del nombre y los apellidos de sus progenitores. Se requiere una reformulación de los mecanismos legislativos existentes para que niños y niñas accedan a la filiación paterna, desde luego, respetando los derechos de las partes involucradas, toda vez que el derecho a la verdadera filiación con todas sus derivaciones, y el derecho a la identidad personal demandan que las normas jurídicas no obstaculicen que el ser humano sea tenido legalmente como hijo de su padre desde el momento mismo de su nacimiento, sin esperar a un acto volitivo o a las resultas de un juicio. 94 Bibliografía Alexy, Robert. (2004). “El concepto y la validez del derecho”. Serie Cla.De.Ma./Filosofía del Derecho, 2a. Edición, Barcelona, Gédisa, febrero, pág. 13, en <https://docs.google.com/file/d/0B9kLS4xnCL8SWnZjNktvcmhPU0U/edit?pli=1>, consultado en enero de 2014. _______________ (1993). “Teoría de los derechos fundamentales”. 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