Eje temático: Justicia y seguridad jurídica PRINCIPIOS Y REGLAS

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Eje temático: Justicia y seguridad jurídica
PRINCIPIOS Y REGLAS EN DERECHO PENAL A PROPÓSITO DE UN
FALLO JUDICIAL DE LA PROVINCIA DE ENTRE RIOS
Autor: Ibarzábal, José Manuel; Paraná, Entre Ríos, calle Santa Cruz N°80 1°A,
C.P.:3100, teléfono: (0343)156111325, mail: [email protected], argentino.
Universidad Católica Argentina. Facultad de Derecho, Subsede Paraná.
Palabras claves: principios, reglas, argumentación.
Resumen: Las lagunas axiológicas en materia penal no pueden ser suplidas por vía de
argumentación en base a principios en los casos de delitos comunes aberrantes, aún
cuando dichos principios se sustenten en convenciones internacionales y la decisión
judicial implique una posible situación de injusticia material. El principio de legalidad
penal y una de sus manifestaciones, el instituto de la prescripción, constituyen una
barrera infranqueable a la pretensión de ampliar la punibilidad para delitos comunes
prescriptos, en la medida de que la decisión contraria, socava el poder punitivo del
Estado controlado por reglas y retrotrae la praxis forense a épocas previas a la
Ilustración. Las excepciones, claro está, son los delitos de lesa humanidad o aquellos
delitos en los que el Estado tenga responsabilidad directa en la impunidad delitos
violatorios de derechos humanos.
Desarrollo
A)
Un fallo del S.T.J. de Entre Ríos1. El caso y los votos de la sentencia.
Siete víctimas del delito de corrupción de menores agravada reiterada (Art.125
3er., párr. y 55 del C.P.), entablaron la denuncia penal contra un religioso encargado de
la formación de los denunciantes, 20 años después del último hecho datado en el año
1992. En su momento, los denunciantes eran adolescentes. La defensa del acusado,
planteó como cuestión previa la prescripción de la acción penal. El planteo llegó al
máximo tribunal provincial y se decidió dos votos a uno, a favor de la
imprescriptibilidad de la acción para este caso concreto. El planteo, actualmente, está
radicado en la C.S.J.N.
a.1) La posición del voto que rechaza la prescripción, reconoce, empero, que los
únicos delitos indiscutiblemente imprescriptibles son los enunciados en el art.7° del
Estatuto de Roma2. Por ese motivo, la argumentación se focaliza en describir las aristas
inéditas de los hechos denunciados a fin de equipararlos a los delitos de lesa humanidad.
Se hace hincapié, en ese sentido, en el contexto de vulnerabilidad de los niños al
momento de los hechos: estaban internados en un seminario, bajo la tutela y confianza
del sacerdote acusado. Luego, las autoridades eclesiales, al tomar conocimiento de los
1
S.T.J.E.R., Sala N°1 de Procedimientos Constitucionales y Penal sentencia de fecha 27/04/2015. "I.J.J.
s/Promoción a la corrupción agravada-Incid. de extinción por prescripción s/Impugnación
extraordinaria".2
Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. Aprobado por Ley N°25390 (B.O.23/01/01), e
implementado por Ley N°26200 (B.O. 9/1/07).
abusos, no los denunciaron ante la autoridad civil; se inició una investigación canónica
secreta y se obligó a los niños a guardar silencio, a espaldas de sus padres.
Se sostiene que, estos hechos puestos en conocimiento de la justicia 20 años
después son tan aberrantes que implican una lesión a los derechos humanos de los
niños, quienes, indefensos, no pudieron denunciar oportunamente, por eso, aun
transcurrido el plazo de la prescripción, el derecho a obtener una respuesta de la justicia
debe ser satisfecho por el Estado. Argumentan en base a dos principios contenidos en
Tratados internacionales: tutela judicial efectiva (Art. 25 de la C.A.D.H.) e interés
superior del niño (Art. 3.1 C.D.N.) y los precedentes de la C.I.D.H en los que se
condenaron Estados-partes por obstaculizar investigaciones en casos de graves
violaciones a derechos humanos.3
Se trasluce, pues, una argumentación aporética: a partir de la singularidad del
caso se construye la justificación de la decisión judicial a favor de la investigación,
descartando la extinción de la acción penal, y desplazando la prescripción por la
interferencia de los dos principios con base moral más jurisprudencia de la C.I.D.H.
a.2) La argumentación del voto minoritario, partiendo de un análisis lógicodeductivo riguroso, contrasta las fechas de la noticia criminis y el plazo regulado en el
art.62 inc.3° del C.P., luego, verifica la inconcurrencia de causas de suspensión y/o
interrupción del curso prescriptivo y concluye que la acción está extinguida (Art.59
inc.2° del C.P.). Si bien reconoce que existen delitos que por su extrema gravedad, la
comunidad internacional ha juzgado imprescriptibles, señala, empero, que los hechos
imputados son delitos comunes y no encuadran en ninguna categoría de lesa humanidad.
Sostener lo contrario, se aduce, violenta la prohibición de la analogía en perjuicio del
reo, equiparando los delitos de este caso a los delitos de lesa humanidad mediante una
extensión indebida del concepto y se interpretan los principios de tutela judicial efectiva
e interés superior del niño in malam partem.
Por último, juzga inaceptable la asimilación del caso con los precedentes
invocados en el voto mayoritario, pues en esos precedentes fue el Estado que impidió la
investigación, aquí fueron las propias víctimas que no denunciaron y dejaron prescribir
la acción.
B) Principios y reglas en la argumentación jurídica para reflexionar el caso
Para analizar ambas piezas discursivas, cabe recordar que Dworkin colocó a los
principios jurídicos en uno de los ejes de discusión más relevantes en la Filosofía del
Derecho contemporánea. Insistente es la referencia al precedente “Riggs vs. Palmer”4
que Dworkin trajo a colación para ejemplificar cómo los jueces acuden a principios para
argumentar y decidir en un sentido determinado en los casos difíciles, apartándose del
“modelo de las normas” (Dworkin, 1995, pp. 61/101) de su maestro Hart.
3
Bulacio vs. Argentina (18/09/20003), “Bueno Alves vs. Argentina” (11/05/2007), “Albán Cornejo y
otros vs. Ecuador” (22/11/07), “Vélez Restrepo y familiares vs. Colombia” (3/09/2012) entre otros.
4
En ese caso, un tribunal de Nueva York denegó a un nieto la herencia de su abuelo, según la ley
sucesoria, porque el nieto había asesinado a su abuelo y, si bien, la ley consideraba irrelevante esa
circunstancia, el tribunal postuló que en ese caso rige el principio “nadie puede sacar provecho de su
propia acción ilícita”.
Desde entonces, los autores se empeñan en aclarar las distintas acepciones del
término “principio”. En breve síntesis, se habla de principios en cuanto: 1) “normas
muy generales”, Ej.: principios aplicables a todos los contratos; 2) términos jurídicos
indeterminados, Ej.: “buena fe”, 3) expresiones de valores superiores del orden jurídico,
Ej.: igualdad ante ley; 4) norma programática o directriz, Ej.: afianzar la justicia; 5)
normas dirigidas a los órganos de aplicación, Ej.: criterios de interpretación de una
norma; 6) máximas de generalidad considerable, Ej.: iura novit curia (Ruiz Manero,
1996, pág.151). Asimismo, en la distinción entre principios y normas, autores como
Alexy y Vigo hablan de principios en sentido fuerte cuando se distinguen de las normas
por criterios sustantivos (Ej.: exigencia de justicia superior a las normas, validez
derivada de la “intrínseca juridicidad” del principio, “mandatos de optimización”, entre
otros), o distinción débil cuando el criterio de separación con las normas es meramente
cuantitativo o formal (Alexy, 1988, pp.139/141-Vigo, pp.468/477).
El voto mayoritario, sin embargo, no argumenta en qué acepción utiliza los
principios a los que alude, ni en qué sentido fuerte o débil emplea los mismos, al efecto
de distinguirlos de la norma que establece la prescripción. Se puede inferir, no obstante,
que el principio de tutela judicial efectiva es aplicado como una norma programática
que obliga al Estado argentino a optimizar los recursos a su alcance para investigar
casos como corrupción de niños. Por lo tanto, no utiliza el principio en sentido estricto,
sino más bien como una directriz que orienta a la solución a la que arriba.
Más engorroso es determinar en qué sentido utiliza “el interés superior del niño”,
y en qué medida dicho principio obligaría al Estado argentino a eludir el mandato de
legalidad. Para ello, viene útil acudir al enfoque estructural y funcional como criterios
de distinción entre principios y reglas (Atienza-Ruiz Manero, 1991, pp.107/110). Desde
la perspectiva estructural, normas y principios, enlazan un supuesto de hecho con una
consecuencia deóntica, con la diferencia de que las reglas determinan el supuesto de
hecho y la consecuencia jurídica en forma cerrada, mientras que los principios
determinan en forma cerrada sólo la consecuencia jurídica, no así el supuesto de hecho.
Visto así, el interés superior del niño tampoco califica ni como norma ni como principio
en sentido estricto, pues no específica en forma cerrada qué supuesto de hechos ha de
regular ni qué consecuencia jurídica emana del mismo. Es, entonces, otra directriz
programática en este contexto. Por lo tanto, sobre la base de dos directrices amplísimas
se pretende derrotar la regla de la prescripción, asignándoles un contenido normativo
que podría reconstruirse de este modo: “dado el supuesto de hecho X –corrupción de
menores en un seminario-, debe excluirse la regla sobre la prescripción, en virtud de los
principios A y B (tutela judicial efectiva e interés superior del niño)”.
Se deduce, pues, que la argumentación extrae de los principios referidos una
consecuencia jurídica que, en puridad, dichos principios no ordenan expresamente, en
razón de su enorme vaguedad, y no están en condiciones de expresar salvo que medie
una argumentación inédita que siempre será en perjuicio del reo. Pero la argumentación
in malam partem está proscripta en Derecho penal, en virtud del principio de taxatividad
legal que sí es un principio en sentido estricto. Aquí reside el primer yerro de la
solución vencedora. Es cierto que la C.A.D.H. obliga al Estado a la tutela judicial de
todo ciudadano que reclama una respuesta ante la autoridad civil y es incontrovertible
que en todo conflicto jurídico en el que haya intereses de niños involucrados, se debe
adoptar las decisiones más favorables a ellos, sin embargo, no se obliga a los Estados a
optimizar tales exigencias de cualquier modo, legitimando la arbitrariedad, menos en
derecho penal sorteando las reglas de instrumentación del ius puniendi, aún con la
loable intencionalidad de colmar lagunas axiológicas.
Por otro lado, desde un enfoque funcional, los principios y reglas son “razones
para la acción” (Atienza-Ruiz Manero, 1991, pp.110/113), con el distingo de que las
reglas son razones perentorias y los principios no. Esto significa que, dado el supuesto
de hecho, la regla constituye una razón de primer grado para seguir la consecuencia
jurídica estipulada, mientras que los principios al no determinar, a priori, bajo qué
condiciones rigen, dado el supuesto de hecho, se debe ponderar todavía si constituye el
principio una razón para actuar o no, o bien, si rigen otros principios (Vigo, pp472/474).
El voto mayoritario entiende que la razón perentoria consagrada en la regla de la
prescripción, cede ante la tutela judicial efectiva y el interés superior del niño, porque la
consecuencia jurídica de la regla genera una solución injusta. Es decir, se plantea la
antinomia regla versus principio, la aplicación de la primera conduce a una injusticia
intolerable, la segunda optimiza la justicia. Pareciera, pues, utilizarse un criterio de
distinción fuerte. Ahora bien, a mi entender, tal antinomia es engañosa porque resulta
erróneo postular que la aplicación de la regla de la prescripción soslaya principios, niega
toda justicia y obsta la necesaria vinculación entre derecho y moral (Alexy, 2009,
pp.72/75). Pues, la regla de prescripción se asienta sobre un modelo de derecho penal
cuyos principios y reglas preestablecidas para su ejecución se fundan en el concepto de
justicia general concebida como la praxis orientada al bien común de la sociedad
(Finnis, 1992, pp.194/195).
Profundizando esta idea, cabe señalar que las reglas penales, sobre todo las que
restringen el poder punitivo como la prescripción, descansan en principios que “dotan
de sentido a la institución o sector normativo que se trate” (Ruiz Manero, 1996,
pág.157). ¿Cuáles principios dotan de sentido a la regla de la prescripción?, al menos
dos: legalidad estricta (Ferrajoli, 1995, pp.33/40) y seguridad jurídica.
Por un lado, la legalidad proscribe la analogía en perjuicio del reo, salvo que la
legalidad en sí misma esté viciada de injusticia radical como en el caso de los
“Guardianes del Muro”5. Por otro, la seguridad jurídica no ha de ser entendida como en
los totalitarismos para defender a ultranza la autosuficiencia y supremacía del orden
jurídico del Estado, sino que actualmente la seguridad jurídica resurge como un vital
componente del Estado Constitucional de Derecho para garantizar los derechos
fundamentales, vale decir, para afianzar no cualquier legalidad sino aquella
estrictamente necesaria a los fines de custodiar el régimen de libertades de los
ciudadanos (Peréz Luño, 1996, pp.483).
En este marco, el principio de legalidad estricta y el valor seguridad jurídica se
ubican en la dimensión más amplia de la justicia general, por eso, el caso problemático
constituye, en el fondo, un problema de justicia, es decir, sobre qué tipo de justicia se
persigue mediante el Derecho penal. Ahondar en ello excede esta ponencia, por eso,
conviene cerrar con las siguientes conclusiones:
5
“Mauerschützen”, fallo del Tribunal Supremo de Alemania, BGHSt, 39,1, fecha 26/07/1994, confirmó
el fallo del Tribunal Territorial de Berlín, pero cambió los argumentos, empleó la fórmula de Radbruch:
“la injusticia extrema no es derecho”.
1) La argumentación por vía de principios, siguiendo el modelo de
argumentación del caso “Riggs vs Palmer”, no tiene cabida en Derecho penal cuando la
invocación de un principio implique derrotar una regla limitadora del ius puniendi, con
excepción de las reglas intrínsecamente injustas y/o los delitos de lesa humanidad.
2) A los fines de ilustrar la conclusión precedente, se analizó un fallo en cuyo
voto mayoritario, por vía de una argumentación sobre principios, se justificó la elusión
de la regla de prescripción habilitando la investigación de una denuncia de hechos
prescriptos. El voto en minoría argumentó por vía de reglas a favor de dicho instituto,
privilegiando el valor de la seguridad jurídica para afirmar a ultranza un sistema
garantista que no concibe un derecho penal sin legalidad estricta.
3) Se concuerda con énfasis, que el Derecho contemporáneo ha privilegiado
principios sobre reglas en casos de extrema injusticia, ante la pretensa aplicación de
reglas denigrantes de la dignidad humana como el precitado caso de los “Guardianes del
muro”, pero fuera de esas excepciones, la prescripción no constituye siempre una regla
de ese calibre, al contrario, es un componente de la justicia general cuyo fin es la paz
social. Es decir, los límites del ius puniendi, como la prescripción, se fundan en el
principio de legalidad estricta y el valor de seguridad jurídica que performan un
Derecho penal orientado al bien común de la sociedad.
4) Este modelo de poder punitivo no impide consecuencias indeseadas, por
ejemplo, que denuncias de hechos delictivos aberrantes puedan estar prescriptas y no se
investiguen, pero como argumenta el voto en minoría: “…tales restricciones, por
definición, significan asumir la posibilidad de que la efectiva aplicación de una pena se
frustre, pero si un ejercicio limitado del poder punitivo es lo que nos define como
sociedades civilizadas, no parece que el precio sea demasiado alto.” (Considerando: II-V).
5) Por tanto, la argumentación por vía de principios en Derecho penal ha de ser
descartada cuando: a) implique ignorar las reglas limitadoras del poder punitivo que no
fundamenten per se consecuencias degradantes a la dignidad humana, en los términos
de extrema injusticia como la “fórmula de Radbruch” y, en consecuencia, b) amplíe la
punibilidad mediante una justificación de la decisión sobre principios, in malam partem.
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