Voces: CAUSAHABIENTE ~ MUERTE DEL CONYUGE

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Voces: CAUSAHABIENTE ~ MUERTE DEL CONYUGE ~ DISOLUCION DE LA SOCIEDAD
CONYUGAL ~ INDIVISION POSTCOMUNITARIA ~ ESTABLECIMIENTO ~ BIEN GANANCIAL ~
LIQUIDACION DE LA SOCIEDAD CONYUGAL ~ CONYUGE SUPERSTITE ~ CODIGO CIVIL ~
MATRIMONIO ~ CONYUGE ~ DERECHO DE HABITACION DEL CONYUGE SUPERSTITE ~
ESTABLECIMIENTO AGROPECUARIO ~ HOGAR CONYUGAL ~ ESTABLECIMIENTO COMERCIAL ~
SOCIEDAD CONYUGAL ~ DIVISION DE LA SOCIEDAD CONYUGAL ~ SUCESION ~ ACERVO
HEREDITARIO
Título: Los bienes que integran la sociedad conyugal: ¿deben dividirse sí o sí a la muerte de uno de los
cónyuges? Una propuesta de modificación
Autor: Borda, Guillermo J.
Publicado en: LA LEY 16/08/2011, 16/08/2011, 1 - LA LEY2011-D, 1319
Cita Online: AR/DOC/2645/2011
La ley 14.394 (Adla, XIV-A, 237) introdujo, en su momento, importantes reformas al Código Civil al
incorporar a nuestro sistema legal diversos casos de indivisión de los bienes hereditarios: a) cuando lo dispone
el causante por un lapso no mayor a los diez años, cuando se tratare de un establecimiento comercial, agrícola,
ganadero, minero o de cualquier otro que constituya una unidad económica, plazo éste que puede extenderse si
hubiere hijos menores de edad; b) cuando lo pidiere el cónyuge supérstite, en los casos antes mencionados, y
que lo hubiere adquirido o formado en todo o en parte y, c) cuando lo acordaren los coherederos.
Años más tarde la ley 20.798 (Adla, XXXIV-D, 3326) agregó un nuevo caso de indivisión temporaria de la
herencia, al reconocer al cónyuge supérstite un derecho de habitación sobre el inmueble en que estaba
constituido el hogar conyugal, al incorporar como art. 3573 bis del Código Civil lo siguiente: "Si a la muerte del
causante, éste dejare un solo inmueble habitable como integrante del haber hereditario y que hubiera constituido
el hogar conyugal, cuya estimación no sobrepasare el indicado como límite máximo a las viviendas para ser
declaradas bien de familia, y concurrieran otras personas con vocación hereditaria, o como legatarios, el
cónyuge supérstite tendrá derecho real de habitación en forma vitalicia y gratuita. Este derecho se perderá si el
cónyuge supérstite contrajere nuevas nupcias".
El reconocimiento de este derecho real de habitación en favor del cónyuge reconoce como fundamento la
necesidad de proteger una situación de hecho preexistente a la muerte del causante, es decir, tiene un importante
carácter asistencial en favor del cónyuge sobreviviente que se presupone existente en el ánimo del cónyuge
fallecido con fundamento en el matrimonio.
La finalidad asistencial que persigue el art. 3573 bis del Cód. Civil responde a una inteligencia legislativa
comprometida con la protección de aquellos que se encuentran en una posición, personal, económica, social y
cultural desfavorable frente a la aplicación matemática de una determinada regla de derecho, en este caso de
derecho sucesorio.
Siguiendo estos lineamientos, creemos que la aplicación del derecho sucesorio, tal como se encuentra
vigente, en determinadas circunstancias, deja al cónyuge sobreviviente en condiciones verdaderamente
desfavorables puesto que a la pérdida del cónyuge, con todo lo que ello significa, se le suma la división de los
bienes gananciales producida con tal motivo.
Los cónyuges con el correr de los años van formando, con el trabajo de ambos, sea por el aporte de cada uno
o, con el apoyo de uno y el sacrificio del otro, un patrimonio, para disfrutarlo entre los dos o para que a la
muerte de uno de ellos, el supérstite no pase privaciones, ni estrecheces. Más aun, en nuestro país, con un
sistema previsional deficitario (tanto que en la mayoría de los casos no alcanza a cubrir las necesidades básicas,
sumado a que muchas veces los "beneficiarios" se ven obligados a promover acciones para la actualización de
sus magros beneficios), se los obliga dividir los bienes gananciales con sus hijos y consecuentemente dejar de
percibir las rentas de los bienes adquiridos con enorme esfuerzo a lo largo de toda una vida, de matrimonio, lo
que constituye casi un despojo.
Una cosa es que la nuda propiedad pase a los herederos y otra es que quienes trabajaron para hacer ese
patrimonio pierdan su usufructo.
Los cónyuges que se prepararon a lo largo de los años para vivir una vejez sin dificultades económicas, sin
privaciones, en un marco de decoro, se ven, de la noche a la mañana, no sólo con la falta del esposo o de la
esposa de largos años o de toda una vida, sino también con una reducción de su calidad de vida, cuando no de
enormes privaciones. Es evidentemente una injusticia. Esta situación lleva, muchas veces, sobre todo en
matrimonios de estándares elevados a constituir un trust o fideicomisos en burla del derecho sucesorio, cuando
no, a colocar fondos en el exterior fuera del alcance de los herederos, para evitar estas penosas situaciones. Pero
estas "soluciones" no alcanzan a los matrimonios de menores recursos, que no conocen de estas artilugios
legales y que son los más damnificados en estos casos. Son justamente estos casos los que la ley debe cuidar y
proteger. Ese es el fundamento de nuestra propuesta, en protección del esfuerzo común.
La realidad de la vida pone al derecho frecuentemente frente a situaciones como las siguientes: un
matrimonio de personas de edad avanzadas, jubiladas, con hijos y nietos, ha logrado con el esfuerzo común de
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su trabajo y sus ahorros adquirir dos inmuebles de valores similares, uno de los cuales ha sido destinado al
hogar conyugal y el otro ha sido afectado a la producción de rentas. Al fallecer uno de los cónyuges, y
producirse la división de los bienes de la sociedad conyugal, la viuda o el viudo conservará la propiedad del
inmueble afectado como hogar conyugal y deberá desprenderse del segundo, que pasará a ser propiedad de los
hijos, del cual obtenía una renta, que sumada a la jubilación, le permitía vivir. Muy seguramente el supérstite se
verá obligado a desprenderse de su hogar por no poder sufragar los costos, el prejuicio es evidente.
La división de los gananciales en la forma prevista produce, así, una afectación sustancial en la calidad de
vida de la viuda; si en vida del difunto o de la difunta el matrimonio acostumbraba a darse pequeñas
gratificaciones con el producido de aquella renta (vacaciones, excursiones) y también gozaba de seguridad en la
atención de su salud, de una vida social fluida, etc., éstas se pierden para la viuda o el viudo con la división de
los bienes.
La situación es en extremo injusta, pues la muerte de uno de los cónyuges priva al sobreviviente no sólo de
la compañía de su cónyuge sino también de los frutos derivados del esfuerzo en común.
La forma en que deben distribuirse los bienes como consecuencia de la muerte de una persona no responde a
principios inmutables, por el contrario ha ido cambiando a lo largo de los años, tanto en el derecho nacional
como en el comparado. Se pasó del mayorazgo a la distribución de los bienes en forma igualitaria; de la
distinción entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales a su completa equiparación, de la posibilidad de
disponer por testamento de todo o parte de los bienes, a no afectarse la legítima, de no poder ser privado de una
porción hereditaria a la de ser privado de ella.
En estos días, en nuestro país, hay un reclamo de parte de la sociedad y de los operadores jurídicos para la
ampliación de la porción disponible. Nuevas costumbres y realidades sociales aparecen en el horizonte y no
podemos ser ajenos a la consideración ético-jurídica de esta realidad.
Entendemos entonces que los hijos deberían tener la nuda propiedad de los bienes inmuebles, pero el goce
de ellos o su renta deberían ser del supérstite. Ahora bien si el cónyuge supérstite contrae nuevo matrimonio, es
razonable que pierda ese beneficio.
Es en este marco nuestra propuesta, que trasciende el carácter asistencial que le reconocemos al art. 3573 bis
Código Civil, y que reposa en un marco axiológico más amplio, cual es el de reconocer al cónyuge
sobreviviente derechos que se relacionan con el derecho a una vida digna, proporcional a lo que se ha vivido.
De lege ferenda
Art. 3573 bis: "Producido el fallecimiento de uno de los cónyuges, el sobreviviente tendrá el derecho de uso
y goce de los bienes gananciales que integren la sociedad conyugal hasta lo que fuese necesario para conservar
el nivel de vida que tenía en vida del causante, si concurrieran otras personas con vocación hereditaria, o como
legatarios, y sin perjuicio del derecho de los herederos o legatarios a inscribir la nuda propiedad de dichos
bienes. Este beneficio cesará en caso de que el cónyuge supérstite contraiga nuevas nupcias".
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