«AMOR FRATERNO»

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«AMOR FRATERNO»
24/24-03-2016/638
JUEVES SANTO
1ª lectura (Éxodo 12,1-8.11-14.): Este día será para vosotros memorable.
Salmo (115,12-13.15-16bc.17-18): «El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo»
2ª lectura (1ª Corintios 11,23-26): Haced esto en memoria mía.
Evangelio (Juan 13,1-15): Os he dado ejemplo para que vosotros también lo hagáis.
La liturgia nos presenta en este día dos hechos muy concretos y nos propone un tercero: la institución de la
Eucaristía (2ª lectura), la del Sacerdocio ministerial (Evangelio) y de ambas tradiciones surge el que también a este día
se le llame “Día del Amor Fraterno”.
En la persona de Jesús todo ello está unido. Él solo celebró una Eucaristía porque solo vivió una vida; no fue
sacerdote del templo porque allí no había sitio para todos; y pudo lavar los pies de los discípulos, como los esclavos,
porque es la única manera de que los demás te vean como “un señor como Dios manda”.
En nuestra sociedad y en nuestras comunidades está vivo el debate de si hay que dar comida a las familias que
lo están pasando mal o acompañarlas en sus luchas para que puedan tener posibilidades de conseguirla con su propio
trabajo. Esta disyuntiva nos lleva a pensar que las personas, además de la comida, tenemos otras hambres que saciar.
El hambre de trabajo. Casi cinco millones de personas se encuentran sin empleo en nuestro país; por
supuesto que no todas ellas viven las mismas situaciones, pero si hay muchas que no auguran un futuro esperanzador,
por ejemplo la situación de los jóvenes de los cuales el veinticinco por ciento no han encontrado un empleo todavía.
Toda esta hambre de trabajo solo se puede paliar con panes de solidaridad.
El hambre de compañía. También esta cifra es millonaria; son muchos los ancianos que viven solos; la
familia no está cerca, la familia no quiere complicaciones, la familia no puede atenderlos porque no paran en casa.
Ahora son los panes de la relación los necesarios para acompañar los últimos años de esas personas que no esperaron
nunca encontrarse en esa situación. ¡Qué buen papel están jugando en este terreno los que vinieron de fuera!
El hambre de ser. Aquí cabemos todos, unos conscientemente buscamos y vamos dando pasos para llegar a
ser un poco más personas; otros, que no sacian su hambre de ser con las cosas materiales, ni con el poder sobre otros,
ni con el placer de los sentidos. Solo llenan el yo, que cada día es más potente aunque más insatisfecho; necesitan los
panes de la participación en empresas que, con otras personas, puedan desarrollar proyectos que ayuden a otros a
poder ser alguien en la vida.
El memorial de la Eucaristía, solo la celebramos de verdad cuando lo hacemos en una comunidad de
servidores, dentro y fuera de la misma, en la que todos sus miembros se igualan en el amor de hermanos.
Cuando una comunidad de creyentes se sienta en torno a la mesa de la Eucaristía lo hace trayendo la
experiencia del hambre del mundo, de las causas que la generan y de las nefastas consecuencias para quienes la sufren.
Y todos los miembros de la comunidad sintiéndose, en parte, responsables de ello, piden perdón y se llenan de ansia
de ser más y mejores personas: “Venimos preparados para comer”.
Pero esto no basta, debemos venir: “Preparados para ser comidos”. Si acogemos el mandato de Jesús al
completo: «Lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis». Todos aquellos que nos sentimos
queridos por nuestro Maestro y Señor hemos de estar dispuestos a querernos entre nosotros y a “lavar los pies” de
todas las personas que sufren las consecuencias de nuestra fatal distribución de las riquezas del mundo.
Cuando pretendemos conseguir algún trabajo o alguna prebenda buscamos la forma de estar lo más cerca
posible de las personas que nos los pueden otorgar. Nos enteramos de los lugares a los que suelen acudir y de los
eventos en los que suelen hacerse presentes: “nos hacemos invitar”. Y tratamos de estar lo más cerca posible de esas
personas para que se queden con nuestra cara y con nuestra manera servicial de tratarlos si en algún momento pueden
necesitarnos.
Pero el anterior no es el estilo de los seguidores de Jesús; nuestra experiencia con Él no es esa. A lo largo del
evangelio reconocemos que es Jesús quien se acerca a las personas. Él es quién invita o Él mismo se invita a sentarse a
la mesa de aquellos que tienen necesidad de Él.
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