“LA CANDIDATURA PRESIDENCIAL DE SARMIENTO”

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“LA CANDIDATURA PRESIDENCIAL DE SARMIENTO” - CAPÍTULO III:
Definiciones ante la inminencia del combate electoral.
(Autor: Dr. Julio Horacio Rubé – correo electrónico: [email protected] //
Abogado. Procurador Nacional. Profesor de Historia en el CMN-IESE. Docente
Universitario).
Resumen
Domingo Faustino Sarmiento, el polifacético Sarmiento, desde siempre anheló
ser Presidente, se preparó para ello, como adivinando su destino. En su tiempo los
comicios solían adquirir contornos altamente conflictivos, contribuían a esa atmósfera
agresiva hasta los propios candidatos y desde luego, sus seguidores. El sanjuanino no
tenía partido, pero una serie de circunstancias vinieron a favorecerlo para que desde
ciertos sectores, se viera su candidatura como la más apropiada en las circunstancias
que vivía el país.
El Presidente Bartolomé Mitre había logrado la unión de los argentinos
después de la Batalla de Pavón, la sucesión a su cargo era fundamental para afianzar
lo que se había adelantado hasta ese momento. A diferencia de lo que se esperaba,
Mitre se mantuvo prescindente del proceso electoral y si bien en privado manifestó sus
preferencias, y en su “Testamento Político” las conveniencias; el aparato político del
Estado no prestó apoyo a ningún candidato. La disputa electoral fue realmente
vibrante, la prensa se convirtió en el eco obligado de las aspiraciones de los
candidatos y de los distintos sectores políticos, hasta el Ejército estuvo presente en
este “combate” por la Presidencia de la Nación.
En este trabajo el proceso electoral se muestra en su plena complejidad, hasta
el punto de llegar a fatigar al lector con el cambiante panorama de los electores,
modificado en su número por las rebeliones provinciales y al momento del escrutinio,
por las más extrañas combinaciones. Con toda intención se describe con total realismo
y en toda su dimensión, la enorme dificultad que presentaron estos comicios en ese
tiempo.
La candidatura de Domingo Faustino Sarmiento se fue agigantando con el
pasar de los meses hasta ganar la popularidad que terminaría consagrándolo
Presidente. Toda la existencia del sanjuanino es sumamente interesante, el presente
trabajo aborda – en cuatro capítulos y entregas -, uno de los momentos más
apasionantes de su vida.
Desarrollo
EL TESTAMENTO POLÍTICO DE MITRE.
Desde hacía varias semanas, “La Nación Argentina”, comprometiendo la
posición de su inminente inspirador, enfilaba su artillería contra la candidatura de
Sarmiento, presentando al sanjuanino como personaje “incompetente y funesto”, “La
Tribuna”a su vez dirigía su fuego contra Elizalde, señalando su candidatura como
“imposible y perjudicial”. El inquieto Gutiérrez convencido que Mitre no se constituiría
en poder electoral ni habría de tomar iniciativa sobre el asunto, resolvió salir al
encuentro de los acontecimientos para provocar una definición haciendo conocer
franca y directamente sus opiniones a fin que los numerosos amigos que el General
Mitre tenía en el interior, la hicieran suyas.
En realidad Gutiérrez se había sentido sorprendido cuando allegados lo
invitaron a sumar su apoyo a la candidatura de Sarmiento, como se trataba de
verdaderos amigos y muy ligados al Presidente, se vio obligado a escribirle a fin de
conocer su opinión:
Para Gutiérrez, para “La Nación Argentina” y para gran parte del oficialismo, no
podía existir otro candidato que Elizalde.
“Buenos Aires, Noviembre 18 de 1867.
Excmo. Señor Brigadier General Don Bartolomé Mitre.
Mi querido General:
[...] También me ha escrito el general Don Emilio Mitre,
no en el sentido de explorar sus opiniones, como los
demás,
sino
invitándome
a
trabajar
por
Sarmiento,
candidatura que, según entiendo, promueve calurosamente en
el Ejército el Comandante Mansilla, y que algunos piensan
será simpática para Ud. al verla apoyada por Vedia, Gelly
y Mitre (D. E.) nombre al que este último se refiere
expresamente en su carta. A cuanto me han escrito en
particular he contestado lo siguiente: 1º. Que en cuanto
a candidatos, yo, como sostenedor de una política, no
puedo tener otro que el que la representa de modo más leal
y genuino, Elizalde, y que estimando como el que más a
Sarmiento, desconfío que su gobierno habrá reñido antes de
dos meses con toda la República. 2º . Que en cuanto a lo
que Ud. se refiere, si algo me consta, es que no se
constituirá nunca en poder electoral; pero que no siendo
conveniente que en puntos tan graves se establezca
silencio absoluto entre Ud. y sus amigos, lo natural es
que ellos le hagan conocer franca y directamente sus
opiniones, sin inducirlo a una iniciativa que no tomaría
probablemente. No sé si habré andado acertado en estas
respuestas; pero no deseo, en todo caso, cometer un
desacierto más alargando esta carta por lo que saludo con
la invariable amistad de siempre, deseando verlo pronto
cruzar nuestro muelle, aclamado por el pueblo, a quien
traerá la paz y la victoria.
José M. Gutiérrez.”1
Mitre entendió que el pedido de Gutiérrez requería una amplia explicación, el
documento que llamó “Programa” y que luego adquirió trascendencia como
“Testamento Político”, fue mucho más importante de lo que se supone, de ahí que el
análisis que se realiza a continuación es sobre el texto completo.
El Presidente sorprendió a Gutiérrez y a toda la opinión pública, su
conocimiento a la distancia, desde su Cuartel de Tuyú Cué, acerca del proceso
electoral, era completo, y actuó con la autoridad que le daba el haber sido el propulsor
indiscutido de la anhelada unión. Nadie poseía más autoridad moral que él.
Mitre, aparte de su acertada postura prescindente a favor de la democracia,
agregó con juicios claros los riesgos que representaban para el país, las candidaturas
que evocaban recuerdos de épocas autoritarias y por lo tanto retrógradas pero no las
vetó y admitía que pudieran ser consagradas por la opinión mayoritaria. Concedió a
esta instancia electoral, la primera después de la unión definitiva del país, una enorme
importancia, recordando seguramente aquel caos y aquella disolución política de que
hablaba el Congreso de 1862, cuando los pueblos le confiaron su reorganización.
Debía entonces más que nunca, preservarse la nación unida y mantenerse en toda su
integridad bajo el imperio de una sola ley; era un hecho y un derecho que nada ni
nadie debía destruir.
La elección del que debía sucederle en el mando, tenía que ser en paz y en
1
Archivo del General Mitre. Documentos y Correspondencia. Presidencia de la República. Campaña
Electoral 1867-68 (Intervención Nacional a Santa Fe). (1868), Bs. As., Biblioteca La Nación , 1911, T I,
p. 24.
libertad; los representantes del pueblo debían poner su sello legal a esta elección, el
poder iba a transmitirse por primera vez en toda su magnitud política y territorial, con
alcances más plenos que la elección de 1862, en toda la potencialidad de sus
facultades materiales y constitucionales.
“Tuyú Cué, Cuartel General, Noviembre 28 de 1867.
Señor Doctor Don José María Gutiérrez.
Mi querido amigo:
Tengo en mi poder su estimable del 18 del corriente, a las
que venían adjuntas dos cartas (que le devuelvo) relativas
ambas a la futura elección de presidente de la República y
al rol activo que, según ellas debo asumir en tal ocasión.
La carta de Ud. contiene tres puntos: 1º . Adjuntarme las
referidas cartas, para motivar en ellas el escribirme
sobre elección y candidaturas para presidente; 2º .
Hacerme saber de paso que Elizalde (y no otro), es su
candidato, y que rechaza la candidatura Sarmiento; 3º .
Manifestarme indirectamente la confianza que tiene de que
yo no me constituiré en poder electoral, ni tomaré
iniciativa sobre el asunto, aún cuando cree conveniente
que los amigos me hagan saber su modo de pensar.
Como ésta es una especie de notificación, en que no sólo
no se me pide opinión, sino que se cuenta de antemano con
mi
prescindencia,
dándome
por
notificado,
habría
contestado su carta del modo que parece Ud. desearlo.”
Mitre advirtió que su contestación debía ser clara y amplia, en principio
consideró que los trabajos electorales estaban mal orientados, en la “mala vía” según
sus palabras y, además, hizo presente el conocimiento completo que poseía de las
combinaciones de candidatos, incluso de las que el propio Gutiérrez le había confiado
a medias.
“Pero siendo la primera confidencia que sobre elección
presidencial recibo de un amigo de causa, debo honrarla,
agregando algunas palabras más, y en consecuencia no puedo
dejar de hacerlo, para hacer conocer a Ud. mi modo de
pensar sobre el particular, y contenerlos si es posible en
la mala vía en que veo han entrado todos los que se ocupan
de
trabajos
electorales.
Cuando
digo
la
“primera
confidencia”, me refiero a comunicación directa sobre el
particular; pues, por lo demás, estoy al cabo de todos los
trabajos y “combinaciones” en tal sentido, incluso de lo
que Ud. me confía a medias, exhibiendo la candidatura, sin
hablarme de la combinación de candidatos.”
Proclamó abiertamente su prescindencia y afirmó que mantuvo esta conducta
hasta en sus conversaciones confidenciales.
“Así como yo conozco esos trabajos, que no he querido ni
promover,
ni
autorizar,
ni
dirigir
directa
ni
indirectamente, creo que habrá muy pocos que no conozcan
mi modo de pensar sobre el rol que corresponde al actual
Presidente de la República
en la elección de que se
trata, porque ese rol me está prescripto por mis más
sagrados deberes; es la consecuencia lógica de los
principios que profeso; se liga en su práctica a la
existencia de la comunión política a la que pertenezco y
nadie puede creer que yo falte a mis deberes, y traicione
mis principios, y conspire contra la vida de mi partido,
usurpando
derechos
ajenos
al
asumir
el
papel
de
fabricantes de candidatos de mala ley, para sucederme en
el gobierno, como lo pretenden hombres caracterizados.
Esto, en la alta posición que ocupo, lo contrario no vale
nada y entonces es un escándalo, tan estéril como
perjudicial, que refluirá en daño de todos o importa poner
al servicio de una candidatura la influencia del poder
público, y entonces es más que un escándalo: es un
atentado.
A nadie he dado derecho ni aún con una reticencia, para
equivocarse respecto de mi modo de pensar sobre el
particular. Mi política en cuanto con asuntos electorales
se relaciona, está claramente formulada en mis actos, en
documentos judiciales, y conversaciones confidenciales. A
nadie de cuantos han hablado conmigo, he ocultado lo que
siento respecto de las condiciones generales que deben
acompañar a la elección y a la persona del futuro
presidente de la República; señalando con franqueza el
único caso en que, usando de mi autoridad moral y sin
prevalerme de mi posición oficial, haría la oposición que
me
correspondiera
a
candidaturas
que
de
antemano
consideraba funestas, viniendo en condiciones dadas; y
digo en condiciones dadas; porque podrían ser tales
nuestros errores y tal la desmoralización pública que
ellos produjesen, que llegase a encontrarme inhabilitado
para hacer uso ante mis ciudadanos de esa misma autoridad
moral. Mi constante empeño ha sido preparar al país a una
libre elección de presidente en las mejores condiciones
posibles para el gran partido nacional de principios, pues
el presidente de ese partido sólo de la libertad puede
sacar sus fuerzas, sólo con ella puede vencer a sus
enemigos, dándole a la vez garantías a todos los partidos
en el gobierno, y de aquí su razón de ser y su razón para
gobernar.”
Se pronunció abiertamente por la defensa de la libertad en la elección y por la
importancia de la opinión pública como factor decisorio.
“Sólo en una elección libre y en las condiciones
indicadas, pueden surgir candidaturas como las de Elizalde
y Sarmiento, Rawson, Valentín Alsina, Paz, etc., que no
pueden sino representar fuerza de opinión en un momento
dado y que sólo pueden sacar su poder para gobernar de esa
misma opinión.”
Pero también advirtió sobre las candidaturas que podían significar un retraso y
un perjuicio para el país.
“Fuera de esa condición suprema, las ventajas están en
favor de las candidaturas reaccionarias como las de
Urquiza y Alberdi, o las candidaturas de contrabando como
las de Adolfo Alsina, pues todas ellas representan la liga
inmoral de poderes electorales usurpados por los gobiernos
locales, sean simplemente reaccionarios en política, como
en Entre Ríos, sean francamente sediciosos como los
montoneros, sean enemigos solapados como Luque, o amigos
nuestros, como los Taboada en Santiago.”
Aclaró la necesidad de ser fieles a los principios que regían al partido y que
constituían su propia naturaleza y destino.
“Si el partido liberal no hubiese de triunfar en las
condiciones de su propia existencia, si no hubiese de
luchar con los principios de su credo político inscriptos
en su bandera y leal y valientemente practicados, si no
hubiese de valerse de medios análogos a sus fines, el
partido liberal no tendría razón de ser, ni merecería
triunfar, ni sería digno de gobernar y se haría acreedor a
la derrota; pues, para escamotear la soberanía del pueblo,
desacreditando la libertad, y desmoralizar al gobierno
dándole por base el fraude, la corrupción o la violencia,
ahí están sus enemigos que lo harán mejor (es decir, peor),
y que francamente proclaman esos medios y esos fines, que
son los únicos que tienen, porque son los únicos que
conocen.
Es preciso, pues, trabajar y triunfar con la verdad de
nuestros principios y con fe en ellos y por medios análogos
a los fines que nos proponemos, a fin de que el partido
liberal, teniendo razón de ser, tenga razón de triunfar y
de gobernar para bien y honor de todos; y que todo esto
suceda bajo el auspicio de la libertad que nos da vida y
aliento, y de los que hemos de sacar en todo tiempo la
fuerza que necesitamos para combatir contra el mal y obrar
el bien.
En esta atmósfera pura y luminosa, sólo pueden diseñarse
figuras nobles y correctas, que realicen hasta dónde es
posible el ideal de un pueblo libre y ese instinto de la
belleza moral que en política triunfa siempre, cuando el
patriotismo, el buen sentido y el poder material de que
disponen los hombres inteligentes se ponen a su servicio,
en vez de capitular cobardemente con el vicio, queriendo y
creyendo hacer política práctica, que yo llamo política
grosera, sin alcance y sin altura.”
Luego planteó el tema del candidato del partido liberal.
“Vea Ud., pues, cómo esta política fiel a la lógica
sirviendo a los fines del gobierno libre, prepara el
gobierno al partido liberal, diseñando de antemano los
contornos generales del candidato que lo haga representar
en el gobierno; y cómo por ese camino, determinando los
deberes de la autoridad y los derechos del pueblo, se
llega naturalmente a establecer con esta premisa de su
vasto programa electoral: “el candidato es el partido
liberal” ¿Quién lo ha de representar en el gobierno? He
aquí la primera cuestión.
Del método que se adopte para resolver la cuestión,
depende no sólo el acierto sino la vida misma del partido,
mucho más cuando ese partido no se halle en el hielo de
las condiciones favorables que he procurado prepararle,
depende en parte de la prolongación de una guerra
exterior, o de un hecho de armas desfavorable y hay que
buscar correctivos contra la desmoralización y flojedad de
la opinión pública así en sus desórdenes internos como en
su guerra extranjera.
Un hombre imparcial y bien intencionado que, amando sobre
todo a su patria, creyese que el mayor beneficio es
radicar en el gobierno los principios de un partido que
profese el culto de la libertad, para que esos principios
sean representados por hombres que los sirvan realmente en
el gobierno; que sin aspiraciones egoístas prescindiese de
preferencias personales o de cuestiones de detalle y que,
teniendo presente tan solo el grande y supremo interés de
la causa, buscase para el poder que quisiere fundar la
base firme y fuerza durable que lo han de hacer eficaz y
fecundo, ese hombre resolvería el problema con auxilio de
la lógica, y llegaría a resultados tan precisos y
prácticos como las demostraciones de álgebra, dando
significado a los nombres propios, cuerpo a la idea y
expansión a la verdad, salvando así a la República de los
peligros de una reacción brutal, o de la decadencia de una
democracia corrompida.
Eso sí que sería una política trascendental, y que, tan
práctica como la que condené antes, tiene la ventaja de
ser más valiente, más generosa y más moral.”
Mitre le pidió a Gutiérrez que supusiese que él era el hombre que reunía las
cualidades acordes al candidato ya que había sido elegido en forma libre y unánime; el
que le sucediera debía surgir de condiciones similares.
“Suponga que yo pueda ser ese hombre bien intencionado, yo
que no tengo ambición personal, porque no tengo qué
ambicionar; que no tengo hecho pacto individual con nadie,
que no estoy dispuesto a transigir con ningún vicio; yo
que busco sobre todo el bien de mi país y que lo vinculo
al triunfo de los principios que me tocó la fortuna de
hacer triunfar en el campo de batalla, levantándolos al
gobierno, con opinión y fuerza (por la primera vez); yo
que fui libre, unánimemente
elegido y que de ese origen
popular he sacado mi fuerza para gobernar; yo diría: que
el candidato mejor no sería aquél que más me gustase o le
gustase a otro, sino aquél que reuniese el mayor número de
voluntades de nuestro partido y que fuese más libremente
elegido. 1º.Porque esas voluntades tendrían necesariamente
que ser espontáneas y serían la expresión natural de las
opiniones de la mayoría, desde que no hubiese ni sombra de
presión moral o material por parte de la autoridad; 2º.
Porque de no preceder así, sus enemigos más compactos y
disciplinados podrían alcanzar el triunfo tomándonos
diseminados; 3º.Porque el triunfo de esa fracción de
nuestro partido, sólo podría dar origen a un gobierno
raquítico que no podría ni obrar el bien, ni reprimir el
mal; 4º.Porque con tal proceder nos cerrábamos, para el
último caso, las puertas de un triunfo relativo, cuando
tuviésemos que optar entre Urquiza, por ejemplo, y un
candidato cualquiera del partido liberal que con el
auxilio común podría convertirse en un gobierno de
compromiso entre los mismos amigos.”
Reiteraba la existencia de manera enfática, de candidatos que entendía no
serían convenientes para el país pero admitió no obstante, que podrían hacerse
legitimar por el apoyo de la mayoría.
“Y para que no quede ninguna duda del modo cómo yo
entiendo esto, agregaré que en mi programa que toma como
puntos de partida hombres como Elizalde, Sarmiento,
Rawson, etc., no está excluido ni el mismo Don Adolfo
Alsina, que es hoy una falsificación de candidato, el cual
podría darse el valor real por el apoyo de la mayoría. Por
lo demás, todos saben lo que pienso de la candidatura del
General
Urquiza, y no he ocultado que, llegado el caso,
le haría oposición de una manera digna, valiéndome
únicamente de mi autoridad moral ante mis compatriotas,
precisamente porque tal candidatura, que simboliza la
renovación de los gobiernos personales, sería la negación
de una elección libre y legal como la que yo busco y
deseo. Es, pues, eliminando candidaturas del calibre de
las de Urquiza, como yo entiendo que puede y debe hacerse
una elección libre, haciendo únicamente posible de este
modo el triunfo de candidaturas que sólo representan la
fuerza de la opinión, y que hagan prácticos en el gobierno
los principios de nuestro credo político, reaccionando
contra los vicios de un poder personal.
En vez de este proceder lógico, sencillo, práctico, que
nos asegura el triunfo a la buena causa y con el triunfo
los resultados a que debemos aspirar, y que, cuando peor
fuese todo, constituiría los nombres de libertad y
principios en una entidad poderosa que podría salvar una
situación, ¿qué es lo que hacen ustedes?”
Finalmente llegaba el reto para sus seguidores del Partido Liberal, que
mostrando diversos candidatos, habían contribuido con una mal planteada lucha
interna, a su división y debilidad.
“Puesta la cuestión, no procuran resolverla como el
matemático cuando se trata de un problema, y prefieren el
método infantil de las adivinanzas, echándose a caza de
nombres propios, antes de dar significado a esos nombres.
¿Quién será Presidente? Mansilla dice: “Sarmiento”, Ud.
dice: “Elizalde, y no puede ni debe ser otro”. “Conesa
dice: Alsina”, y Luque hace coro. Otro dirá: “Rawson”, y
sea excluyendo a los demás, sea haciendo alianzas con
alguna de las fracciones, tenemos el partido liberal
dividido (lo que vale tanto como disuelto) antes de
emprender la campaña electoral. Y no contentos con esa
división de fuerzas, que reunidas son las estrictamente
necesarias para triunfar del enemigo que las acecha, nos
entretenemos en despedazar nuestros propios candidatos.
La Tribuna prueba que Elizalde es imposible y perjudicial,
La Nación prueba que Sarmiento es incompetente y funesto;
El
Nacional,
más
moderado,
sólo
establece
los
vicepresidentes posibles.
Así, en lugar de desplegar su bandera, nuestro partido ha
desplegado tres banderitas y desplegará cuatro
o cinco
antes de entenderse sobre la palabra de orden que ha de
inscribir en su pendón, todo por no haber procedido con
método, por marchar sin plan y sin rumbo, por no empezar
por el principio, o, como diría Sancho Panza, por tomar el
rábano por las hojas.
En tales condiciones, el partido liberal debe ser
derrotado, y bien merecida le estará la derrota, si eso es
lo único que sabe y poder hacer.
Al decirle no crea que yo trate de lavarme cobardemente
las manos, como Pilatos, para el caso de que la opinión
pública, desalentada o extraviada, llegase, en un momento
dado, a preferir los Barrabases y pronunciase contra
nuestro partido la sentencia que puede acarrearle su
debilidad nacida de la división, y sus desaciertos, hijos
de la falta de disciplina y de la falta de cooperación, al
logro de los propósitos sanos que han sido y son la base
de mi política. No.”
Pero a pesar de su manifiesta prescindibilidad del proceso electoral, contempló
el caso extremo también, la circunstancia, en que intervendría comprometiendo la
última reserva antes de dejarlos sucumbir.
“Responsable, hasta cierto punto, de los extravíos de un
partido que confieso, y por lo mismo que siempre le he
dado consejos en el sentido que hago ahora por lo mismo
que deseo su triunfo para bien todos, por lo mismo que
vinculo a su existencia en el gobierno de estabilidad de
la nacionalidad argentina, el porvenir de la libertad y la
práctica de los principios de la democracia, por lo mismo
que no he de dejar a sus sostenedores perderse, si en un
momento preciso me fuese dado salvarlos, o hacerlos
triunfar, diciendo alguna palabra; y fuese indispensable
comprometería
la
última
reserva
antes
de
dejarlos
sucumbir, sin que esto quiera decir que violaría mis
propósitos. Imitaría el ejemplo de Washington, de aquél
padre de la democracia americana, que por lo mismo que
quería la libertad y no podía ser sospechado de quererla
comprimir,
pudo
en
un
momento
dado,
señalar
una
candidatura a sus conciudadanos. Y si mis amigos me
escuchasen
y
mis
conciudadanos
me
lo
permitieran,
entonces, y sólo entonces, me creería autorizado para dar
un consejo inspirado por el patriotismo. Pero mejor será
que no lo necesite.”
Aclaró los daños que podría acarrear su intervención.
“Hoy, una indicación mía, por indirecta que fuese, heriría
de muerte a cualquier candidato, y esa muerte sería
merecida, porque sería una iniciativa insolente a la faz
del pueblo, si entre dos o más candidatos del partido
liberal, me inclinase a uno con preferencia de otro, la
división del partido vendría a ser, o más profunda, o la
disolución se produciría.”
Vino después el fuerte reproche por el escándalo que significaron los ataques
entre candidatos, siendo la reprimenda para el propio Gutiérrez, y concedió un espacio
para referirse al programa de Sarmiento, que definió como una “coz”, origen de una
ardua polémica que se explicará más adelante.
“Excuso decirle que con este modo de pensar y con estos
sentimientos, no puedo aprobar ni una sola línea de su
artículo contra la candidatura de Sarmiento y contra el
hombre Sarmiento, sobre todo cuando es atacado con armas
que sólo existen en un arsenal secreto, de donde Ud. no
está autorizado a sacarlas. Por razones de orden tampoco
apruebo la carta-programa de Sarmiento, que siendo una coz
a nuestro partido, y un desconocimiento injusto de los
trabajos, sacrificios y conquistas de las generaciones
presentes, se prestaba a reflexiones más importantes y
trascendentales que la caricatura poco seria que Ud. hace
de él, citando hasta a Villergas para hacerlo más
humillante; y a Vicuña Mackenna, que acaba de retractarse
en Chile de esas líneas
inconsideradas que Ud. prodiga,
cuando su autor las reniega públicamente con rubor.
¿Qué se propone Ud. con eso? Si su artículo no es un
deshago personal, como en realidad no lo es, Ud. debe
proponerse por objeto hacer imposible la candidatura de
Sarmiento, puesto que toca contra él hasta la trompa de
alarma, para indicar que nos llevaría al abismo. Supongo
que consigue Ud. su objeto, lo que no es difícil, cuando
se trata de candidatos que sólo pueden prosperar en medio
de la benevolencia de los amigos. La de Elizalde se halla
en el mismo caso, compartida del mismo modo, debe Ud.
admitir como posible que sus enemigos obtengan el mismo
resultado.”
Decidió retar a casi todos los candidatos pero, además, hizo evidente más que
nada, su preocupación por Urquiza, que representaba el tipo de gobierno personal que
necesariamente recordaba a Juan Manuel de Rosas, que por otra parte no nombraba.
“Cada uno se saca un ojo y los dos se quedan tuertos
¡Bravo!
Los dos cantan victoria. La Nación cuelga de un farol a
Sarmiento y La Tribuna cuelga a Elizalde de otro farol.
Este sería el caso de preguntar: ¿ El partido de la
libertad está más claro ahora? Con estas dos luminarias ya
sabría que Rawson es peor que los dos colgados; que Paz es
peor que peor, que Alsina es archipeor, y que el resto no
sirve ni para taco de escopeta. Y eliminados todos los
candidatos probables o posibles que representan o puedan
representar gobiernos de principios, de opinión y de
libertad, en contraposición de las influencias personales
y de las ligas de gobierno electorales. ¿Con quién se
quedaba el partido liberal?
Entonces predominaría la
candidatura del General Urquiza u otra parecida porque
entonces tendría razón de ser y tendría a la par de la
fuerza relativa que le daría la disolución de sus
opositores, la fuerza negativa que le daría la opinión del
país, desorientada y desmoralizada en presencia del
espectáculo vergonzoso de un partido nacional disuelto en
fracciones
mezquinas,
animadas
de
odios
innobles,
incapaces de unirse ante el peligro común, y sucumbiendo,
sin combatir, ante una individualidad que sólo representa
el gobierno personal. Cuando se inicia la campaña
empezando por colgar o repudiar a sus hombres más
distinguidos
y se sacrifican víctimas humanas que son
sangre de nuestra sangre, en holocausto de nombres
propios, sin que quemar un grano de incienso a los
principios, ¿ qué otra cosa puede suceder?”
En un momento se le presentó la duda de si estaba resultando demasiado
severo y agregó que ni el mal de sus enemigos deseaba.
“Tal vez soy demasiado severo; pero sírvame de disculpa
que un sentimiento generoso es el que me inspira: que no
me anima ningún interés bastardo, y que cuando abogo por
la causa de todos, sin desear el mal ni aún de nuestros
enemigos, y sin excluir a ninguno de los que pueden hacer
el bien o recibir el beneficio, me es permitido echar una
rociada a mis amigos, como el elefante de la fábula: “yo
hablo con todos y con ninguno”.
Suyo siempre.
Bartolomé Mitre.”2
Gutiérrez la publicó en su diario, autorizado para ello por Mitre, que quiso de
ese modo dar a conocer al pueblo argentino su opinión sobre el panorama político y
electoral que vivía el país. Decía “La Nación Argentina”, el jueves 19 de diciembre de
1867:
“Entregamos hoy a la publicidad la carta con la que fuimos
honrados por el Grl. D. Bartolomé Mitre, en que expone sus
vistas sobre la cuestión de candidaturas a la Presidencia
de la República.
Hemos vacilado un instante antes de colocar al pie de un
documento histórico de tamaña importancia, la contestación
que le enviamos y que encerrándose en el círculo de las
exigencias actuales, no podrá jamás levantarse a la altura
de donde se descubre los grandes horizontes que abrazan
las inteligencias privilegiadas, cuando las guía la luz
del más puro patriotismo, se trata del General Mitre
[...]”3
REPERCUSIONES POR EL “TESTAMENTO POLÍTICO”. SARMIENTO y LA
POLÉMICA POR EL PROGRAMA. SARMIENTO Y SIEMPRE SARMIENTO.
El Presidente, además de conocer la opinión de los militares (entre ellos sus
parientes, Emilio Mitre, Nicolás de Vedia y J. A. Gelly y Obes) favorable a Sarmiento,
tenía clara conciencia que en Elizalde se personificaba el más ciego partidismo por él,
y que el solo nombre de su ministro era irritante fuera del estrecho círculo partidario de
Brasil. Jugar oficialmente a Elizalde –decía A. J. Pérez Amuchástegui- era exponerse
al ridículo, pues el apodo de candidato brasileño no era gratuito.
Cualquier político más o menos sagaz, podía advertir que el apoyo a Elizalde equivalía
al descrédito, aunque se lograra el triunfo, y Mitre –según Pérez Amuchástegui- que
aspiraba a una segunda presidencia, debía evitar el papelón.4
Mientras el Presidente planteaba su extenso análisis de la situación política y
Alsina se preparaba para responderle, Sarmiento, por su parte, seguía sumando
adhesiones.
Alsina reaccionó con otra carta, fechada el 24 de diciembre, en la que no
ahorró frases duras5 dirigidas contra Mitre, en ese mes había fallecido su madre,
2
Ídem; T I, p. 25 y ss..
“La Nación Argentina”; Jueves, 19 de diciembre, Año VI, Nro. 85.
4
Pérez Amuchástegui, Antonio Jorge; op. cit., T. IV, p. LXXXII. No tiene o no presenta fundamentos el
autor, para afirmar que fuera así, pero es una interpretación más.
5
Consta en Archivo del General Mitre. Documentos y Correspondencia. Presidencia de la República.
3
Antonia M. De Alsina, y los diarios se hicieron eco del deceso.6 Mitre le contestó en
enero 6 de 1868: Volvió a condenar severamente los procedimientos empleados para
la elección de candidaturas. Aclaró que no lo atacaba a Alsina por sus condiciones
personales, sino por los medios que se empleaban en su favor, uniendo tras de su
nombre a todos los que, sin llamarse federales, servían al federalismo o a sus
tendencias afines. No discutía sus títulos para ser candidato presidencial sino los
procedimientos utilizados por quienes lo apoyaban y creían contar, como si fuese cosa
propia, con los votos del electorado de sus provincias. “[...] Sin pretender
herir su persona, ni su carácter, ni pretender influir en mal en
sus destinos políticos”.7
En esa carta, el Presidente de la Nación, volvió a condenar severamente a los
gobiernos provinciales que habían empleado procedimientos que los convertían en
agentes electorales de precandidaturas presidenciales. Opinó que los buenos liberales
debían luchar por consolidar la nacionalidad, "acreditando y haciendo amar
la libertad por la práctica leal y sincera de las instituciones
que nos rigen, propendiendo así a dar a los gobiernos su
verdadera fuerza, y a que se concentren en torno de un interés
salvador de las voluntades de los hombres de principios, que
trabajan por el triunfo de las ideas más que por el triunfo de
determinados intereses y determinadas personas."8
A pesar de la defensa que Alsina hizo de su posición y de su conducta,
sosteniendo que no era un ambicioso en pos de la presidencia de la República,
afirmando que no había iniciado o realizado alianza o pacto con gobiernos de provincia
para fines electorales y en provecho propio, y negando a Mitre el derecho de
presentarlo como un mandón refractario, las cartas del primer magistrado fueron bien
recibidas por la opinión pública.
Se consideró ese acto suyo, como uno de los grandes aciertos de su vida política,
porque demostró que pudiendo volcar su influencia, que era mucha y muy poderosa, y
los recursos oficiales de cuyo manejo era responsable, en favor de un candidato de
sus simpatías, se abstuvo de hacerlo, dando a sus funciones presidenciales un
contenido de elevada ética política.
La opinión pública valoró debidamente ese gesto y lo aprobó, y en su aprobación
estuvo tácita la aceptación de las afirmaciones de esas cartas a las que consideró
elevados y bien inspirados documentos políticos, de gran valor cívico para la
educación del pueblo y dignos de un gran hombre público.9
Pero también reaccionaron los que no compartieron la prescindencia del
Presidente, por ejemplo: Elizalde y sus partidarios, habían creído en un seguro y firme
respaldo de Mitre, y por lo tanto se sintieron desilusionados. Tampoco agradó el gesto
de Mitre a los seguidores de Alsina, pese a la enconada defensa de este último,
consideraron que sus cartas habían desacreditado su candidatura, como lo reconoció
el mismo candidato.
Sarmiento también se sintió molesto, aunque al no favorecer a Elizalde, lo
habían favorecido indirectamente a él. A la señora Mary Mann le escribió, al enterarse
del contenido del “Testamento”: "Es un pobre documento; no se sabe si
está a mi favor o al de Elizalde" 10
Campaña Electoral 1867-68 (Intervención Nacional a Santa Fe; 1868), op. cit., T I, p. 44.
“La Tribuna”; Domingo, 15 de diciembre de 1867, Año XV, Nro. 4162.
7
Consta en Archivo del General Mitre; Documentos y Correspondencia. Presidencia de la República.
Campaña Electoral 1867-1868 (Intervención Nacional a Santa Fe; 1868), op. cit., T I, p. 55.
8
Ibídem.
9
Campobassi J. S.; Mitre y Sarmiento. Hombres de Mayo y de Caseros, op. cit., p. 204 y ss..
10
Ídem; p. 206.
6
Pero hubo algo más en esta carrera de sinceridades iniciada por el Presidente,
Mitre consideró la candidatura de Sarmiento como un cisma del liberalismo, y el
sanjuanino no se quedó atrás, le respondió a esa creencia con el articulo "La coz",
fechado el 22 de marzo de 1868 en Nueva York.
¿Pero de dónde había surgido lo de “La coz”? Para explicarlo se hace necesario
recapitular: El 20 de setiembre, cuando Mansilla recibió la carta de Sarmiento desde
Washington, decidió apresuradamente en una de sus tantas indiscreciones que lo
harían famoso, darla a publicidad en “La Tribuna”, en “El Nacional” y en un folleto con
el título de “Carta-Programa”, sin reparar que se trataba de un cordial acuse de recibo,
escrito sin la meditación que reclamaba un Programa Presidencial.
La carta molestó a Mitre, que en el documento de Tuyú-Cué, la consideró una “coz” al
partido –como se dijo-. Sarmiento sostuvo que era una carta particular y que Mitre sin
razón contra la opinión general, la había llamado Programa. Pero el Presidente no
falseaba la verdad. Mansilla, había dado a publicidad esa misiva como si se tratara de
un Programa Presidencial. Prueba es que en otra carta que escribió a Sarmiento, el 19
de diciembre, desde el Campamento de Tuyú-Cué, el inquieto Comandante le dijo:
“Contesto la de Vd. Fecha Setiembre 20, que me ha
permitido publicar como expresión de los sentimientos de
que está Vd. animado. Llegó a mis manos precisamente en
los momentos en que nuestros opositores
pedirían un
Programa y no era posible dejar de taparles la boca como
se las tapé. Perdone si he cometido una indiscreción y si
lo cree necesario enmiende Vd. mi plana, que hablando Vd.
no habrá que decir: la enmienda es peor que el soneto.”11
La palabra “coz” utilizada por Mitre para calificar lo que Mansilla había
presentado públicamente como el Programa Presidencial de Sarmiento, motivó del
sanjuanino, el artículo titulado puntualmente “La coz”, que envió a los diarios amigos y
que reflejaba el malestar momentáneo con Mitre.
Se expresó entonces en estos términos:
“Nueva York, Marzo 23 de 1868.
“La Coz.
Espero que transcurridos ya los términos electorales éstas
llegarán cuando el dado esté irrevocablemente tirado. Sin
esta seguridad habría guardado el silencio que sobre la
política militante de nuestro país me he impuesto [...]
Verdad es que hace tiempo dirigí a Dios esta humilde
oración _Líbrame, Señor, de mis amigos políticos, que de
los enemigos, su propia injusticia me guardará [...] Sólo
a un cargo de Gutiérrez responderé. Con motivo de una
alusión que creí personal en uno de sus anteriores
escritos [...] niego que yo haya solicitado, ser enviado a
los Estados Unidos [...] Paso, sin otro preámbulo, a
mitigar, si puedo, las duras apreciaciones del General
Mitre sobre mi carta-programa. Si me hubieran presentado
en pruebas el artículo de Gutiérrez y la carta del
General, a escoger entre dos males, habría preferido el de
Gutiérrez, como menos eficaz. Principio por negar que yo
haya escrito un programa en esa carta privada que tan a la
ligera escrita al Comandante Mansilla [...] Los que esto
11
Ministerio de Educación y Justicia. Dirección General de Cultura. Barreiro, J. T; Selección, prólogo y
notas, Domingo Faustino Sarmiento. Cartas y Discursos Políticos. Itinerario de una Pasión Republicana,
Bs. As., Ediciones Culturales Argentinas, 1965, T. III, p. 142 .
lean y sean padres, comprenderán el móvil de una carta mía
al Comandante Mansilla, ofreciéndole lo que un padre puede
ofrecer a un amigo, compañero y jefe del hijo malogrado.
A esto me contestó desde Fraile Muerto, hablándome de
elecciones, como tantos otros antes que él. Contestele lo
que ha dado lugar a tan poco benévolas apreciaciones. Que
el Comandante Mansilla no vio en la publicación cosa que
me desfavoreciese, resulta de su intento, aunque poco
feliz, de favorecerme [...]”
Sin embargo el General Mitre tenía hasta cierto punto, derecho a tomarla como
un Programa, por la circunstancia que Sarmiento ignoraba, de que sus partidarios
habían hecho la publicación con estos títulos: “Cartas de Sarmiento-Su programa.”
Sarmiento siguió refiriéndose a Mansilla, al diario “El Standard”, que tampoco
consideró la carta como un Programa, estaba realmente ofendido por la palabra “coz”
y agregó:
“[...]
vengo
diciendo,
“vamos
mal,
he
aquí
el
camino”_Perífrasis de la palabra extravío de que usa y
hecho que confiese el General. Cuestión de estilo o de
gramática. ¿Por qué en su pluma el acto asciende a la
elevación de Washington, y en la mía desciende hasta una
violencia puramente animal, como dar una coz? [...] Si
antes y en tiempo no quise hacer un programa, menos he de
querer ahora, ni aún por represalia a objeciones y cargos
infundados y maliciosos.”12
Pero en el mes de abril, acometió en forma directa contra el mismo Mitre, como
consecuencia de su designación como Ministro –que más adelante se explicará- sin
olvidar lo de “coz”.
“Nueva York, abril de 1868.
Excmo. Sr. General D. Bartolomé Mitre.
Con su carta explicándome los motivos del nombramiento de
ministro, me llegaba el de senador de San Juan [...]
Afortunadamente el nombramiento de senador me daba una
salida toute faite; pues si para otros era inexplicable el
nombramiento de ministro a última hora, mi aceptación en
preferencia a ser senador habría parecido inconcebible
[...] me refiere usted en su carta a lo que se ha llamado
su testamento, que hubiera deseado no hubiese usted
escrito [...] llamar “coz” a mis ideas, mientras que en el
mismo documento usted se compara con Washington, si hace
lo mismo que reprueba. Si no lo atribuyese a un descuido
del lenguaje en escrito en que sólo esta palabra dura se
registra, creería que hace años noto en usted que entre
dos interpretaciones de mis actos y conducta, usted se
inclina a la menos indulgente. De todos modos le agradezco
su intervención para contener el desafuero de su amigo
Gutiérrez [...] Si sucediese que vuelva a mi país de paso
definitivamente, cuento que con sólo vernos
se disipen
las nieblas que la distancia interpone entre actos y
palabras que toman e importancia que no tienen.”
12
. Sarmiento, D. F; Obras. Memorias, op. cit., T. XLIX, 269 y ss.. Archivo del General Mitre.
Documentos y Correspondencia. Presidencia de la República. Campaña Electoral 1867-68 (Intervención
Nacional a Santa Fe; 1868), op. cit., T I, p. 104.
D. F. Sarmiento.”13
Luego la emprendió por si acaso también, contra Urquiza, escribió un tremendo
articulo contra él, titulado:“El Uno (Urquiza) y el Otro (Sarmiento)”:14
“Dos candidatos reales tiene por delante el pueblo
argentino, para la próxima Presidencia [...] Rosas,
reformado
en
el
UNO,
por
afinidades;
Rivadavia
rejuvenecido en el OTRO por rasgos de familia [...] Más o
menos barbarie y violencia el UNO, todo lo que nuestro
país admite de civilización el OTRO, ambos pueden apelar
al juicio de la historia, el de sus contemporáneos [...]
El UNO es hijo de la violencia. Riquezas fabulosas se han
acumulado en torno suyo; y si la fortuna fuera en la vida
pública el premio de los servicios, diríase que Dios
premiaba en la tierra las grandes virtudes. Otros dudarían
de la justicia de la Providencia. Instrumento afilado de
la tiranía de Rosas, abandonólo para seguir los impulsos
de su propia ambición [...] El OTRO representa el polo
opuesto. Fiel a una idea fija [...] ni la fortuna le ha
sonreído al paso [...] sólo él tuvo una patria común,
apellidándose “porteño en las provincias, provinciano en
Buenos Aires” [...] Cada vez que el UNO agita el poncho
del viejo montonero, las malas pasiones se agitan en toda
la República, la guerra civil enciende su antorcha, la
cinta colorada resucita [...] Cuando el otro deja correr
la pluma, vense levantar Escuelas en las Pampas [...] Tras
del UNO, un reguero de sangre que señala su camino. Tras
el OTRO donde quiera que haya pasado,[...] algún esfuerzo
a favor de América [...] El UNO, suscitará secuaces donde
quiera que haya un bárbaro [...] ha sido con Rosas,
General, Presidente en una Confederación imposible y
Libertador hasta destronar a su antiguo Jefe; pero
General, Libertador o Presidente, fue y se quedó siempre
caudillo. El OTRO, publicista, administrador, legislador o
diplomático [...] mostró que era siempre maestro de
escuela, como él se ha llamado siempre para honrarse con
ello [...] Estos son los dos candidatos para la próxima
Presidencia [...]”15
Vélez, poseedor de esta pieza, obró adecuadamente, no dándola a publicidad;
Urquiza, posteriormente, se comportaría hidalgamente al aceptar la decisión popular y
Sarmiento buscaría su apoyo.
Volviendo a Mitre, en realidad tenía preferencias y temores en cuanto a
candidatos, y lo manifestó sinceramente evitando el peso de la administración para no
favorecer a ninguno. En los círculos privados, a Sarmiento y a Elizalde, les reconoció
verdaderas ventajas para ser gobernantes, aunque con algunas reservas con respecto
a Sarmiento.
Se inclinaba en la intimidad en favor de Elizalde, comentaban algunos de sus amigos
confidencialmente, personaje que había trabajado a su lado durante muchos años,
para ese hombre guardó las simpatías del amigo, correligionario y dirigente liberal.
Pero tuvo mucho cuidado de señalar que no se trataba de la opinión del gobernante, ni
13
Sarmiento, D. F.; Epistolario Íntimo, op. cit.; T II, p. 75.
Los paréntesis fueron agregados por el Autor de este artículo.
15
Obras de Sarmiento, D. F; Memorias, op. cit., T. XLIX, p. 281.
14
de una indicación para sus amigos, que quedaban en completa libertad de acción.16
La campaña electoral durante los tres primeros meses de 1868, fue mucho
más tranquila que en los últimos de 1867, y el pueblo siguió las alternativas de la lucha
con una mezcla de preocupación por los grandes y graves problemas internacionales
e internos de la República, y de esperanza en el progreso del país.17
16
17
Campobassi, J. S.; Mitre y Sarmiento. Hombres de Mayo y Caseros, op. cit., p. 206.
Campobassi; J. S.; Mitre y su época, Bs. As., Ed. Eudeba, 1980, p. 221.
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