“LA CANDIDATURA PRESIDENCIAL DE SARMIENTO” - CAPÍTULO III: Definiciones ante la inminencia del combate electoral. (Autor: Dr. Julio Horacio Rubé – correo electrónico: [email protected] // Abogado. Procurador Nacional. Profesor de Historia en el CMN-IESE. Docente Universitario). Resumen Domingo Faustino Sarmiento, el polifacético Sarmiento, desde siempre anheló ser Presidente, se preparó para ello, como adivinando su destino. En su tiempo los comicios solían adquirir contornos altamente conflictivos, contribuían a esa atmósfera agresiva hasta los propios candidatos y desde luego, sus seguidores. El sanjuanino no tenía partido, pero una serie de circunstancias vinieron a favorecerlo para que desde ciertos sectores, se viera su candidatura como la más apropiada en las circunstancias que vivía el país. El Presidente Bartolomé Mitre había logrado la unión de los argentinos después de la Batalla de Pavón, la sucesión a su cargo era fundamental para afianzar lo que se había adelantado hasta ese momento. A diferencia de lo que se esperaba, Mitre se mantuvo prescindente del proceso electoral y si bien en privado manifestó sus preferencias, y en su “Testamento Político” las conveniencias; el aparato político del Estado no prestó apoyo a ningún candidato. La disputa electoral fue realmente vibrante, la prensa se convirtió en el eco obligado de las aspiraciones de los candidatos y de los distintos sectores políticos, hasta el Ejército estuvo presente en este “combate” por la Presidencia de la Nación. En este trabajo el proceso electoral se muestra en su plena complejidad, hasta el punto de llegar a fatigar al lector con el cambiante panorama de los electores, modificado en su número por las rebeliones provinciales y al momento del escrutinio, por las más extrañas combinaciones. Con toda intención se describe con total realismo y en toda su dimensión, la enorme dificultad que presentaron estos comicios en ese tiempo. La candidatura de Domingo Faustino Sarmiento se fue agigantando con el pasar de los meses hasta ganar la popularidad que terminaría consagrándolo Presidente. Toda la existencia del sanjuanino es sumamente interesante, el presente trabajo aborda – en cuatro capítulos y entregas -, uno de los momentos más apasionantes de su vida. Desarrollo EL TESTAMENTO POLÍTICO DE MITRE. Desde hacía varias semanas, “La Nación Argentina”, comprometiendo la posición de su inminente inspirador, enfilaba su artillería contra la candidatura de Sarmiento, presentando al sanjuanino como personaje “incompetente y funesto”, “La Tribuna”a su vez dirigía su fuego contra Elizalde, señalando su candidatura como “imposible y perjudicial”. El inquieto Gutiérrez convencido que Mitre no se constituiría en poder electoral ni habría de tomar iniciativa sobre el asunto, resolvió salir al encuentro de los acontecimientos para provocar una definición haciendo conocer franca y directamente sus opiniones a fin que los numerosos amigos que el General Mitre tenía en el interior, la hicieran suyas. En realidad Gutiérrez se había sentido sorprendido cuando allegados lo invitaron a sumar su apoyo a la candidatura de Sarmiento, como se trataba de verdaderos amigos y muy ligados al Presidente, se vio obligado a escribirle a fin de conocer su opinión: Para Gutiérrez, para “La Nación Argentina” y para gran parte del oficialismo, no podía existir otro candidato que Elizalde. “Buenos Aires, Noviembre 18 de 1867. Excmo. Señor Brigadier General Don Bartolomé Mitre. Mi querido General: [...] También me ha escrito el general Don Emilio Mitre, no en el sentido de explorar sus opiniones, como los demás, sino invitándome a trabajar por Sarmiento, candidatura que, según entiendo, promueve calurosamente en el Ejército el Comandante Mansilla, y que algunos piensan será simpática para Ud. al verla apoyada por Vedia, Gelly y Mitre (D. E.) nombre al que este último se refiere expresamente en su carta. A cuanto me han escrito en particular he contestado lo siguiente: 1º. Que en cuanto a candidatos, yo, como sostenedor de una política, no puedo tener otro que el que la representa de modo más leal y genuino, Elizalde, y que estimando como el que más a Sarmiento, desconfío que su gobierno habrá reñido antes de dos meses con toda la República. 2º . Que en cuanto a lo que Ud. se refiere, si algo me consta, es que no se constituirá nunca en poder electoral; pero que no siendo conveniente que en puntos tan graves se establezca silencio absoluto entre Ud. y sus amigos, lo natural es que ellos le hagan conocer franca y directamente sus opiniones, sin inducirlo a una iniciativa que no tomaría probablemente. No sé si habré andado acertado en estas respuestas; pero no deseo, en todo caso, cometer un desacierto más alargando esta carta por lo que saludo con la invariable amistad de siempre, deseando verlo pronto cruzar nuestro muelle, aclamado por el pueblo, a quien traerá la paz y la victoria. José M. Gutiérrez.”1 Mitre entendió que el pedido de Gutiérrez requería una amplia explicación, el documento que llamó “Programa” y que luego adquirió trascendencia como “Testamento Político”, fue mucho más importante de lo que se supone, de ahí que el análisis que se realiza a continuación es sobre el texto completo. El Presidente sorprendió a Gutiérrez y a toda la opinión pública, su conocimiento a la distancia, desde su Cuartel de Tuyú Cué, acerca del proceso electoral, era completo, y actuó con la autoridad que le daba el haber sido el propulsor indiscutido de la anhelada unión. Nadie poseía más autoridad moral que él. Mitre, aparte de su acertada postura prescindente a favor de la democracia, agregó con juicios claros los riesgos que representaban para el país, las candidaturas que evocaban recuerdos de épocas autoritarias y por lo tanto retrógradas pero no las vetó y admitía que pudieran ser consagradas por la opinión mayoritaria. Concedió a esta instancia electoral, la primera después de la unión definitiva del país, una enorme importancia, recordando seguramente aquel caos y aquella disolución política de que hablaba el Congreso de 1862, cuando los pueblos le confiaron su reorganización. Debía entonces más que nunca, preservarse la nación unida y mantenerse en toda su integridad bajo el imperio de una sola ley; era un hecho y un derecho que nada ni nadie debía destruir. La elección del que debía sucederle en el mando, tenía que ser en paz y en 1 Archivo del General Mitre. Documentos y Correspondencia. Presidencia de la República. Campaña Electoral 1867-68 (Intervención Nacional a Santa Fe). (1868), Bs. As., Biblioteca La Nación , 1911, T I, p. 24. libertad; los representantes del pueblo debían poner su sello legal a esta elección, el poder iba a transmitirse por primera vez en toda su magnitud política y territorial, con alcances más plenos que la elección de 1862, en toda la potencialidad de sus facultades materiales y constitucionales. “Tuyú Cué, Cuartel General, Noviembre 28 de 1867. Señor Doctor Don José María Gutiérrez. Mi querido amigo: Tengo en mi poder su estimable del 18 del corriente, a las que venían adjuntas dos cartas (que le devuelvo) relativas ambas a la futura elección de presidente de la República y al rol activo que, según ellas debo asumir en tal ocasión. La carta de Ud. contiene tres puntos: 1º . Adjuntarme las referidas cartas, para motivar en ellas el escribirme sobre elección y candidaturas para presidente; 2º . Hacerme saber de paso que Elizalde (y no otro), es su candidato, y que rechaza la candidatura Sarmiento; 3º . Manifestarme indirectamente la confianza que tiene de que yo no me constituiré en poder electoral, ni tomaré iniciativa sobre el asunto, aún cuando cree conveniente que los amigos me hagan saber su modo de pensar. Como ésta es una especie de notificación, en que no sólo no se me pide opinión, sino que se cuenta de antemano con mi prescindencia, dándome por notificado, habría contestado su carta del modo que parece Ud. desearlo.” Mitre advirtió que su contestación debía ser clara y amplia, en principio consideró que los trabajos electorales estaban mal orientados, en la “mala vía” según sus palabras y, además, hizo presente el conocimiento completo que poseía de las combinaciones de candidatos, incluso de las que el propio Gutiérrez le había confiado a medias. “Pero siendo la primera confidencia que sobre elección presidencial recibo de un amigo de causa, debo honrarla, agregando algunas palabras más, y en consecuencia no puedo dejar de hacerlo, para hacer conocer a Ud. mi modo de pensar sobre el particular, y contenerlos si es posible en la mala vía en que veo han entrado todos los que se ocupan de trabajos electorales. Cuando digo la “primera confidencia”, me refiero a comunicación directa sobre el particular; pues, por lo demás, estoy al cabo de todos los trabajos y “combinaciones” en tal sentido, incluso de lo que Ud. me confía a medias, exhibiendo la candidatura, sin hablarme de la combinación de candidatos.” Proclamó abiertamente su prescindencia y afirmó que mantuvo esta conducta hasta en sus conversaciones confidenciales. “Así como yo conozco esos trabajos, que no he querido ni promover, ni autorizar, ni dirigir directa ni indirectamente, creo que habrá muy pocos que no conozcan mi modo de pensar sobre el rol que corresponde al actual Presidente de la República en la elección de que se trata, porque ese rol me está prescripto por mis más sagrados deberes; es la consecuencia lógica de los principios que profeso; se liga en su práctica a la existencia de la comunión política a la que pertenezco y nadie puede creer que yo falte a mis deberes, y traicione mis principios, y conspire contra la vida de mi partido, usurpando derechos ajenos al asumir el papel de fabricantes de candidatos de mala ley, para sucederme en el gobierno, como lo pretenden hombres caracterizados. Esto, en la alta posición que ocupo, lo contrario no vale nada y entonces es un escándalo, tan estéril como perjudicial, que refluirá en daño de todos o importa poner al servicio de una candidatura la influencia del poder público, y entonces es más que un escándalo: es un atentado. A nadie he dado derecho ni aún con una reticencia, para equivocarse respecto de mi modo de pensar sobre el particular. Mi política en cuanto con asuntos electorales se relaciona, está claramente formulada en mis actos, en documentos judiciales, y conversaciones confidenciales. A nadie de cuantos han hablado conmigo, he ocultado lo que siento respecto de las condiciones generales que deben acompañar a la elección y a la persona del futuro presidente de la República; señalando con franqueza el único caso en que, usando de mi autoridad moral y sin prevalerme de mi posición oficial, haría la oposición que me correspondiera a candidaturas que de antemano consideraba funestas, viniendo en condiciones dadas; y digo en condiciones dadas; porque podrían ser tales nuestros errores y tal la desmoralización pública que ellos produjesen, que llegase a encontrarme inhabilitado para hacer uso ante mis ciudadanos de esa misma autoridad moral. Mi constante empeño ha sido preparar al país a una libre elección de presidente en las mejores condiciones posibles para el gran partido nacional de principios, pues el presidente de ese partido sólo de la libertad puede sacar sus fuerzas, sólo con ella puede vencer a sus enemigos, dándole a la vez garantías a todos los partidos en el gobierno, y de aquí su razón de ser y su razón para gobernar.” Se pronunció abiertamente por la defensa de la libertad en la elección y por la importancia de la opinión pública como factor decisorio. “Sólo en una elección libre y en las condiciones indicadas, pueden surgir candidaturas como las de Elizalde y Sarmiento, Rawson, Valentín Alsina, Paz, etc., que no pueden sino representar fuerza de opinión en un momento dado y que sólo pueden sacar su poder para gobernar de esa misma opinión.” Pero también advirtió sobre las candidaturas que podían significar un retraso y un perjuicio para el país. “Fuera de esa condición suprema, las ventajas están en favor de las candidaturas reaccionarias como las de Urquiza y Alberdi, o las candidaturas de contrabando como las de Adolfo Alsina, pues todas ellas representan la liga inmoral de poderes electorales usurpados por los gobiernos locales, sean simplemente reaccionarios en política, como en Entre Ríos, sean francamente sediciosos como los montoneros, sean enemigos solapados como Luque, o amigos nuestros, como los Taboada en Santiago.” Aclaró la necesidad de ser fieles a los principios que regían al partido y que constituían su propia naturaleza y destino. “Si el partido liberal no hubiese de triunfar en las condiciones de su propia existencia, si no hubiese de luchar con los principios de su credo político inscriptos en su bandera y leal y valientemente practicados, si no hubiese de valerse de medios análogos a sus fines, el partido liberal no tendría razón de ser, ni merecería triunfar, ni sería digno de gobernar y se haría acreedor a la derrota; pues, para escamotear la soberanía del pueblo, desacreditando la libertad, y desmoralizar al gobierno dándole por base el fraude, la corrupción o la violencia, ahí están sus enemigos que lo harán mejor (es decir, peor), y que francamente proclaman esos medios y esos fines, que son los únicos que tienen, porque son los únicos que conocen. Es preciso, pues, trabajar y triunfar con la verdad de nuestros principios y con fe en ellos y por medios análogos a los fines que nos proponemos, a fin de que el partido liberal, teniendo razón de ser, tenga razón de triunfar y de gobernar para bien y honor de todos; y que todo esto suceda bajo el auspicio de la libertad que nos da vida y aliento, y de los que hemos de sacar en todo tiempo la fuerza que necesitamos para combatir contra el mal y obrar el bien. En esta atmósfera pura y luminosa, sólo pueden diseñarse figuras nobles y correctas, que realicen hasta dónde es posible el ideal de un pueblo libre y ese instinto de la belleza moral que en política triunfa siempre, cuando el patriotismo, el buen sentido y el poder material de que disponen los hombres inteligentes se ponen a su servicio, en vez de capitular cobardemente con el vicio, queriendo y creyendo hacer política práctica, que yo llamo política grosera, sin alcance y sin altura.” Luego planteó el tema del candidato del partido liberal. “Vea Ud., pues, cómo esta política fiel a la lógica sirviendo a los fines del gobierno libre, prepara el gobierno al partido liberal, diseñando de antemano los contornos generales del candidato que lo haga representar en el gobierno; y cómo por ese camino, determinando los deberes de la autoridad y los derechos del pueblo, se llega naturalmente a establecer con esta premisa de su vasto programa electoral: “el candidato es el partido liberal” ¿Quién lo ha de representar en el gobierno? He aquí la primera cuestión. Del método que se adopte para resolver la cuestión, depende no sólo el acierto sino la vida misma del partido, mucho más cuando ese partido no se halle en el hielo de las condiciones favorables que he procurado prepararle, depende en parte de la prolongación de una guerra exterior, o de un hecho de armas desfavorable y hay que buscar correctivos contra la desmoralización y flojedad de la opinión pública así en sus desórdenes internos como en su guerra extranjera. Un hombre imparcial y bien intencionado que, amando sobre todo a su patria, creyese que el mayor beneficio es radicar en el gobierno los principios de un partido que profese el culto de la libertad, para que esos principios sean representados por hombres que los sirvan realmente en el gobierno; que sin aspiraciones egoístas prescindiese de preferencias personales o de cuestiones de detalle y que, teniendo presente tan solo el grande y supremo interés de la causa, buscase para el poder que quisiere fundar la base firme y fuerza durable que lo han de hacer eficaz y fecundo, ese hombre resolvería el problema con auxilio de la lógica, y llegaría a resultados tan precisos y prácticos como las demostraciones de álgebra, dando significado a los nombres propios, cuerpo a la idea y expansión a la verdad, salvando así a la República de los peligros de una reacción brutal, o de la decadencia de una democracia corrompida. Eso sí que sería una política trascendental, y que, tan práctica como la que condené antes, tiene la ventaja de ser más valiente, más generosa y más moral.” Mitre le pidió a Gutiérrez que supusiese que él era el hombre que reunía las cualidades acordes al candidato ya que había sido elegido en forma libre y unánime; el que le sucediera debía surgir de condiciones similares. “Suponga que yo pueda ser ese hombre bien intencionado, yo que no tengo ambición personal, porque no tengo qué ambicionar; que no tengo hecho pacto individual con nadie, que no estoy dispuesto a transigir con ningún vicio; yo que busco sobre todo el bien de mi país y que lo vinculo al triunfo de los principios que me tocó la fortuna de hacer triunfar en el campo de batalla, levantándolos al gobierno, con opinión y fuerza (por la primera vez); yo que fui libre, unánimemente elegido y que de ese origen popular he sacado mi fuerza para gobernar; yo diría: que el candidato mejor no sería aquél que más me gustase o le gustase a otro, sino aquél que reuniese el mayor número de voluntades de nuestro partido y que fuese más libremente elegido. 1º.Porque esas voluntades tendrían necesariamente que ser espontáneas y serían la expresión natural de las opiniones de la mayoría, desde que no hubiese ni sombra de presión moral o material por parte de la autoridad; 2º. Porque de no preceder así, sus enemigos más compactos y disciplinados podrían alcanzar el triunfo tomándonos diseminados; 3º.Porque el triunfo de esa fracción de nuestro partido, sólo podría dar origen a un gobierno raquítico que no podría ni obrar el bien, ni reprimir el mal; 4º.Porque con tal proceder nos cerrábamos, para el último caso, las puertas de un triunfo relativo, cuando tuviésemos que optar entre Urquiza, por ejemplo, y un candidato cualquiera del partido liberal que con el auxilio común podría convertirse en un gobierno de compromiso entre los mismos amigos.” Reiteraba la existencia de manera enfática, de candidatos que entendía no serían convenientes para el país pero admitió no obstante, que podrían hacerse legitimar por el apoyo de la mayoría. “Y para que no quede ninguna duda del modo cómo yo entiendo esto, agregaré que en mi programa que toma como puntos de partida hombres como Elizalde, Sarmiento, Rawson, etc., no está excluido ni el mismo Don Adolfo Alsina, que es hoy una falsificación de candidato, el cual podría darse el valor real por el apoyo de la mayoría. Por lo demás, todos saben lo que pienso de la candidatura del General Urquiza, y no he ocultado que, llegado el caso, le haría oposición de una manera digna, valiéndome únicamente de mi autoridad moral ante mis compatriotas, precisamente porque tal candidatura, que simboliza la renovación de los gobiernos personales, sería la negación de una elección libre y legal como la que yo busco y deseo. Es, pues, eliminando candidaturas del calibre de las de Urquiza, como yo entiendo que puede y debe hacerse una elección libre, haciendo únicamente posible de este modo el triunfo de candidaturas que sólo representan la fuerza de la opinión, y que hagan prácticos en el gobierno los principios de nuestro credo político, reaccionando contra los vicios de un poder personal. En vez de este proceder lógico, sencillo, práctico, que nos asegura el triunfo a la buena causa y con el triunfo los resultados a que debemos aspirar, y que, cuando peor fuese todo, constituiría los nombres de libertad y principios en una entidad poderosa que podría salvar una situación, ¿qué es lo que hacen ustedes?” Finalmente llegaba el reto para sus seguidores del Partido Liberal, que mostrando diversos candidatos, habían contribuido con una mal planteada lucha interna, a su división y debilidad. “Puesta la cuestión, no procuran resolverla como el matemático cuando se trata de un problema, y prefieren el método infantil de las adivinanzas, echándose a caza de nombres propios, antes de dar significado a esos nombres. ¿Quién será Presidente? Mansilla dice: “Sarmiento”, Ud. dice: “Elizalde, y no puede ni debe ser otro”. “Conesa dice: Alsina”, y Luque hace coro. Otro dirá: “Rawson”, y sea excluyendo a los demás, sea haciendo alianzas con alguna de las fracciones, tenemos el partido liberal dividido (lo que vale tanto como disuelto) antes de emprender la campaña electoral. Y no contentos con esa división de fuerzas, que reunidas son las estrictamente necesarias para triunfar del enemigo que las acecha, nos entretenemos en despedazar nuestros propios candidatos. La Tribuna prueba que Elizalde es imposible y perjudicial, La Nación prueba que Sarmiento es incompetente y funesto; El Nacional, más moderado, sólo establece los vicepresidentes posibles. Así, en lugar de desplegar su bandera, nuestro partido ha desplegado tres banderitas y desplegará cuatro o cinco antes de entenderse sobre la palabra de orden que ha de inscribir en su pendón, todo por no haber procedido con método, por marchar sin plan y sin rumbo, por no empezar por el principio, o, como diría Sancho Panza, por tomar el rábano por las hojas. En tales condiciones, el partido liberal debe ser derrotado, y bien merecida le estará la derrota, si eso es lo único que sabe y poder hacer. Al decirle no crea que yo trate de lavarme cobardemente las manos, como Pilatos, para el caso de que la opinión pública, desalentada o extraviada, llegase, en un momento dado, a preferir los Barrabases y pronunciase contra nuestro partido la sentencia que puede acarrearle su debilidad nacida de la división, y sus desaciertos, hijos de la falta de disciplina y de la falta de cooperación, al logro de los propósitos sanos que han sido y son la base de mi política. No.” Pero a pesar de su manifiesta prescindibilidad del proceso electoral, contempló el caso extremo también, la circunstancia, en que intervendría comprometiendo la última reserva antes de dejarlos sucumbir. “Responsable, hasta cierto punto, de los extravíos de un partido que confieso, y por lo mismo que siempre le he dado consejos en el sentido que hago ahora por lo mismo que deseo su triunfo para bien todos, por lo mismo que vinculo a su existencia en el gobierno de estabilidad de la nacionalidad argentina, el porvenir de la libertad y la práctica de los principios de la democracia, por lo mismo que no he de dejar a sus sostenedores perderse, si en un momento preciso me fuese dado salvarlos, o hacerlos triunfar, diciendo alguna palabra; y fuese indispensable comprometería la última reserva antes de dejarlos sucumbir, sin que esto quiera decir que violaría mis propósitos. Imitaría el ejemplo de Washington, de aquél padre de la democracia americana, que por lo mismo que quería la libertad y no podía ser sospechado de quererla comprimir, pudo en un momento dado, señalar una candidatura a sus conciudadanos. Y si mis amigos me escuchasen y mis conciudadanos me lo permitieran, entonces, y sólo entonces, me creería autorizado para dar un consejo inspirado por el patriotismo. Pero mejor será que no lo necesite.” Aclaró los daños que podría acarrear su intervención. “Hoy, una indicación mía, por indirecta que fuese, heriría de muerte a cualquier candidato, y esa muerte sería merecida, porque sería una iniciativa insolente a la faz del pueblo, si entre dos o más candidatos del partido liberal, me inclinase a uno con preferencia de otro, la división del partido vendría a ser, o más profunda, o la disolución se produciría.” Vino después el fuerte reproche por el escándalo que significaron los ataques entre candidatos, siendo la reprimenda para el propio Gutiérrez, y concedió un espacio para referirse al programa de Sarmiento, que definió como una “coz”, origen de una ardua polémica que se explicará más adelante. “Excuso decirle que con este modo de pensar y con estos sentimientos, no puedo aprobar ni una sola línea de su artículo contra la candidatura de Sarmiento y contra el hombre Sarmiento, sobre todo cuando es atacado con armas que sólo existen en un arsenal secreto, de donde Ud. no está autorizado a sacarlas. Por razones de orden tampoco apruebo la carta-programa de Sarmiento, que siendo una coz a nuestro partido, y un desconocimiento injusto de los trabajos, sacrificios y conquistas de las generaciones presentes, se prestaba a reflexiones más importantes y trascendentales que la caricatura poco seria que Ud. hace de él, citando hasta a Villergas para hacerlo más humillante; y a Vicuña Mackenna, que acaba de retractarse en Chile de esas líneas inconsideradas que Ud. prodiga, cuando su autor las reniega públicamente con rubor. ¿Qué se propone Ud. con eso? Si su artículo no es un deshago personal, como en realidad no lo es, Ud. debe proponerse por objeto hacer imposible la candidatura de Sarmiento, puesto que toca contra él hasta la trompa de alarma, para indicar que nos llevaría al abismo. Supongo que consigue Ud. su objeto, lo que no es difícil, cuando se trata de candidatos que sólo pueden prosperar en medio de la benevolencia de los amigos. La de Elizalde se halla en el mismo caso, compartida del mismo modo, debe Ud. admitir como posible que sus enemigos obtengan el mismo resultado.” Decidió retar a casi todos los candidatos pero, además, hizo evidente más que nada, su preocupación por Urquiza, que representaba el tipo de gobierno personal que necesariamente recordaba a Juan Manuel de Rosas, que por otra parte no nombraba. “Cada uno se saca un ojo y los dos se quedan tuertos ¡Bravo! Los dos cantan victoria. La Nación cuelga de un farol a Sarmiento y La Tribuna cuelga a Elizalde de otro farol. Este sería el caso de preguntar: ¿ El partido de la libertad está más claro ahora? Con estas dos luminarias ya sabría que Rawson es peor que los dos colgados; que Paz es peor que peor, que Alsina es archipeor, y que el resto no sirve ni para taco de escopeta. Y eliminados todos los candidatos probables o posibles que representan o puedan representar gobiernos de principios, de opinión y de libertad, en contraposición de las influencias personales y de las ligas de gobierno electorales. ¿Con quién se quedaba el partido liberal? Entonces predominaría la candidatura del General Urquiza u otra parecida porque entonces tendría razón de ser y tendría a la par de la fuerza relativa que le daría la disolución de sus opositores, la fuerza negativa que le daría la opinión del país, desorientada y desmoralizada en presencia del espectáculo vergonzoso de un partido nacional disuelto en fracciones mezquinas, animadas de odios innobles, incapaces de unirse ante el peligro común, y sucumbiendo, sin combatir, ante una individualidad que sólo representa el gobierno personal. Cuando se inicia la campaña empezando por colgar o repudiar a sus hombres más distinguidos y se sacrifican víctimas humanas que son sangre de nuestra sangre, en holocausto de nombres propios, sin que quemar un grano de incienso a los principios, ¿ qué otra cosa puede suceder?” En un momento se le presentó la duda de si estaba resultando demasiado severo y agregó que ni el mal de sus enemigos deseaba. “Tal vez soy demasiado severo; pero sírvame de disculpa que un sentimiento generoso es el que me inspira: que no me anima ningún interés bastardo, y que cuando abogo por la causa de todos, sin desear el mal ni aún de nuestros enemigos, y sin excluir a ninguno de los que pueden hacer el bien o recibir el beneficio, me es permitido echar una rociada a mis amigos, como el elefante de la fábula: “yo hablo con todos y con ninguno”. Suyo siempre. Bartolomé Mitre.”2 Gutiérrez la publicó en su diario, autorizado para ello por Mitre, que quiso de ese modo dar a conocer al pueblo argentino su opinión sobre el panorama político y electoral que vivía el país. Decía “La Nación Argentina”, el jueves 19 de diciembre de 1867: “Entregamos hoy a la publicidad la carta con la que fuimos honrados por el Grl. D. Bartolomé Mitre, en que expone sus vistas sobre la cuestión de candidaturas a la Presidencia de la República. Hemos vacilado un instante antes de colocar al pie de un documento histórico de tamaña importancia, la contestación que le enviamos y que encerrándose en el círculo de las exigencias actuales, no podrá jamás levantarse a la altura de donde se descubre los grandes horizontes que abrazan las inteligencias privilegiadas, cuando las guía la luz del más puro patriotismo, se trata del General Mitre [...]”3 REPERCUSIONES POR EL “TESTAMENTO POLÍTICO”. SARMIENTO y LA POLÉMICA POR EL PROGRAMA. SARMIENTO Y SIEMPRE SARMIENTO. El Presidente, además de conocer la opinión de los militares (entre ellos sus parientes, Emilio Mitre, Nicolás de Vedia y J. A. Gelly y Obes) favorable a Sarmiento, tenía clara conciencia que en Elizalde se personificaba el más ciego partidismo por él, y que el solo nombre de su ministro era irritante fuera del estrecho círculo partidario de Brasil. Jugar oficialmente a Elizalde –decía A. J. Pérez Amuchástegui- era exponerse al ridículo, pues el apodo de candidato brasileño no era gratuito. Cualquier político más o menos sagaz, podía advertir que el apoyo a Elizalde equivalía al descrédito, aunque se lograra el triunfo, y Mitre –según Pérez Amuchástegui- que aspiraba a una segunda presidencia, debía evitar el papelón.4 Mientras el Presidente planteaba su extenso análisis de la situación política y Alsina se preparaba para responderle, Sarmiento, por su parte, seguía sumando adhesiones. Alsina reaccionó con otra carta, fechada el 24 de diciembre, en la que no ahorró frases duras5 dirigidas contra Mitre, en ese mes había fallecido su madre, 2 Ídem; T I, p. 25 y ss.. “La Nación Argentina”; Jueves, 19 de diciembre, Año VI, Nro. 85. 4 Pérez Amuchástegui, Antonio Jorge; op. cit., T. IV, p. LXXXII. No tiene o no presenta fundamentos el autor, para afirmar que fuera así, pero es una interpretación más. 5 Consta en Archivo del General Mitre. Documentos y Correspondencia. Presidencia de la República. 3 Antonia M. De Alsina, y los diarios se hicieron eco del deceso.6 Mitre le contestó en enero 6 de 1868: Volvió a condenar severamente los procedimientos empleados para la elección de candidaturas. Aclaró que no lo atacaba a Alsina por sus condiciones personales, sino por los medios que se empleaban en su favor, uniendo tras de su nombre a todos los que, sin llamarse federales, servían al federalismo o a sus tendencias afines. No discutía sus títulos para ser candidato presidencial sino los procedimientos utilizados por quienes lo apoyaban y creían contar, como si fuese cosa propia, con los votos del electorado de sus provincias. “[...] Sin pretender herir su persona, ni su carácter, ni pretender influir en mal en sus destinos políticos”.7 En esa carta, el Presidente de la Nación, volvió a condenar severamente a los gobiernos provinciales que habían empleado procedimientos que los convertían en agentes electorales de precandidaturas presidenciales. Opinó que los buenos liberales debían luchar por consolidar la nacionalidad, "acreditando y haciendo amar la libertad por la práctica leal y sincera de las instituciones que nos rigen, propendiendo así a dar a los gobiernos su verdadera fuerza, y a que se concentren en torno de un interés salvador de las voluntades de los hombres de principios, que trabajan por el triunfo de las ideas más que por el triunfo de determinados intereses y determinadas personas."8 A pesar de la defensa que Alsina hizo de su posición y de su conducta, sosteniendo que no era un ambicioso en pos de la presidencia de la República, afirmando que no había iniciado o realizado alianza o pacto con gobiernos de provincia para fines electorales y en provecho propio, y negando a Mitre el derecho de presentarlo como un mandón refractario, las cartas del primer magistrado fueron bien recibidas por la opinión pública. Se consideró ese acto suyo, como uno de los grandes aciertos de su vida política, porque demostró que pudiendo volcar su influencia, que era mucha y muy poderosa, y los recursos oficiales de cuyo manejo era responsable, en favor de un candidato de sus simpatías, se abstuvo de hacerlo, dando a sus funciones presidenciales un contenido de elevada ética política. La opinión pública valoró debidamente ese gesto y lo aprobó, y en su aprobación estuvo tácita la aceptación de las afirmaciones de esas cartas a las que consideró elevados y bien inspirados documentos políticos, de gran valor cívico para la educación del pueblo y dignos de un gran hombre público.9 Pero también reaccionaron los que no compartieron la prescindencia del Presidente, por ejemplo: Elizalde y sus partidarios, habían creído en un seguro y firme respaldo de Mitre, y por lo tanto se sintieron desilusionados. Tampoco agradó el gesto de Mitre a los seguidores de Alsina, pese a la enconada defensa de este último, consideraron que sus cartas habían desacreditado su candidatura, como lo reconoció el mismo candidato. Sarmiento también se sintió molesto, aunque al no favorecer a Elizalde, lo habían favorecido indirectamente a él. A la señora Mary Mann le escribió, al enterarse del contenido del “Testamento”: "Es un pobre documento; no se sabe si está a mi favor o al de Elizalde" 10 Campaña Electoral 1867-68 (Intervención Nacional a Santa Fe; 1868), op. cit., T I, p. 44. “La Tribuna”; Domingo, 15 de diciembre de 1867, Año XV, Nro. 4162. 7 Consta en Archivo del General Mitre; Documentos y Correspondencia. Presidencia de la República. Campaña Electoral 1867-1868 (Intervención Nacional a Santa Fe; 1868), op. cit., T I, p. 55. 8 Ibídem. 9 Campobassi J. S.; Mitre y Sarmiento. Hombres de Mayo y de Caseros, op. cit., p. 204 y ss.. 10 Ídem; p. 206. 6 Pero hubo algo más en esta carrera de sinceridades iniciada por el Presidente, Mitre consideró la candidatura de Sarmiento como un cisma del liberalismo, y el sanjuanino no se quedó atrás, le respondió a esa creencia con el articulo "La coz", fechado el 22 de marzo de 1868 en Nueva York. ¿Pero de dónde había surgido lo de “La coz”? Para explicarlo se hace necesario recapitular: El 20 de setiembre, cuando Mansilla recibió la carta de Sarmiento desde Washington, decidió apresuradamente en una de sus tantas indiscreciones que lo harían famoso, darla a publicidad en “La Tribuna”, en “El Nacional” y en un folleto con el título de “Carta-Programa”, sin reparar que se trataba de un cordial acuse de recibo, escrito sin la meditación que reclamaba un Programa Presidencial. La carta molestó a Mitre, que en el documento de Tuyú-Cué, la consideró una “coz” al partido –como se dijo-. Sarmiento sostuvo que era una carta particular y que Mitre sin razón contra la opinión general, la había llamado Programa. Pero el Presidente no falseaba la verdad. Mansilla, había dado a publicidad esa misiva como si se tratara de un Programa Presidencial. Prueba es que en otra carta que escribió a Sarmiento, el 19 de diciembre, desde el Campamento de Tuyú-Cué, el inquieto Comandante le dijo: “Contesto la de Vd. Fecha Setiembre 20, que me ha permitido publicar como expresión de los sentimientos de que está Vd. animado. Llegó a mis manos precisamente en los momentos en que nuestros opositores pedirían un Programa y no era posible dejar de taparles la boca como se las tapé. Perdone si he cometido una indiscreción y si lo cree necesario enmiende Vd. mi plana, que hablando Vd. no habrá que decir: la enmienda es peor que el soneto.”11 La palabra “coz” utilizada por Mitre para calificar lo que Mansilla había presentado públicamente como el Programa Presidencial de Sarmiento, motivó del sanjuanino, el artículo titulado puntualmente “La coz”, que envió a los diarios amigos y que reflejaba el malestar momentáneo con Mitre. Se expresó entonces en estos términos: “Nueva York, Marzo 23 de 1868. “La Coz. Espero que transcurridos ya los términos electorales éstas llegarán cuando el dado esté irrevocablemente tirado. Sin esta seguridad habría guardado el silencio que sobre la política militante de nuestro país me he impuesto [...] Verdad es que hace tiempo dirigí a Dios esta humilde oración _Líbrame, Señor, de mis amigos políticos, que de los enemigos, su propia injusticia me guardará [...] Sólo a un cargo de Gutiérrez responderé. Con motivo de una alusión que creí personal en uno de sus anteriores escritos [...] niego que yo haya solicitado, ser enviado a los Estados Unidos [...] Paso, sin otro preámbulo, a mitigar, si puedo, las duras apreciaciones del General Mitre sobre mi carta-programa. Si me hubieran presentado en pruebas el artículo de Gutiérrez y la carta del General, a escoger entre dos males, habría preferido el de Gutiérrez, como menos eficaz. Principio por negar que yo haya escrito un programa en esa carta privada que tan a la ligera escrita al Comandante Mansilla [...] Los que esto 11 Ministerio de Educación y Justicia. Dirección General de Cultura. Barreiro, J. T; Selección, prólogo y notas, Domingo Faustino Sarmiento. Cartas y Discursos Políticos. Itinerario de una Pasión Republicana, Bs. As., Ediciones Culturales Argentinas, 1965, T. III, p. 142 . lean y sean padres, comprenderán el móvil de una carta mía al Comandante Mansilla, ofreciéndole lo que un padre puede ofrecer a un amigo, compañero y jefe del hijo malogrado. A esto me contestó desde Fraile Muerto, hablándome de elecciones, como tantos otros antes que él. Contestele lo que ha dado lugar a tan poco benévolas apreciaciones. Que el Comandante Mansilla no vio en la publicación cosa que me desfavoreciese, resulta de su intento, aunque poco feliz, de favorecerme [...]” Sin embargo el General Mitre tenía hasta cierto punto, derecho a tomarla como un Programa, por la circunstancia que Sarmiento ignoraba, de que sus partidarios habían hecho la publicación con estos títulos: “Cartas de Sarmiento-Su programa.” Sarmiento siguió refiriéndose a Mansilla, al diario “El Standard”, que tampoco consideró la carta como un Programa, estaba realmente ofendido por la palabra “coz” y agregó: “[...] vengo diciendo, “vamos mal, he aquí el camino”_Perífrasis de la palabra extravío de que usa y hecho que confiese el General. Cuestión de estilo o de gramática. ¿Por qué en su pluma el acto asciende a la elevación de Washington, y en la mía desciende hasta una violencia puramente animal, como dar una coz? [...] Si antes y en tiempo no quise hacer un programa, menos he de querer ahora, ni aún por represalia a objeciones y cargos infundados y maliciosos.”12 Pero en el mes de abril, acometió en forma directa contra el mismo Mitre, como consecuencia de su designación como Ministro –que más adelante se explicará- sin olvidar lo de “coz”. “Nueva York, abril de 1868. Excmo. Sr. General D. Bartolomé Mitre. Con su carta explicándome los motivos del nombramiento de ministro, me llegaba el de senador de San Juan [...] Afortunadamente el nombramiento de senador me daba una salida toute faite; pues si para otros era inexplicable el nombramiento de ministro a última hora, mi aceptación en preferencia a ser senador habría parecido inconcebible [...] me refiere usted en su carta a lo que se ha llamado su testamento, que hubiera deseado no hubiese usted escrito [...] llamar “coz” a mis ideas, mientras que en el mismo documento usted se compara con Washington, si hace lo mismo que reprueba. Si no lo atribuyese a un descuido del lenguaje en escrito en que sólo esta palabra dura se registra, creería que hace años noto en usted que entre dos interpretaciones de mis actos y conducta, usted se inclina a la menos indulgente. De todos modos le agradezco su intervención para contener el desafuero de su amigo Gutiérrez [...] Si sucediese que vuelva a mi país de paso definitivamente, cuento que con sólo vernos se disipen las nieblas que la distancia interpone entre actos y palabras que toman e importancia que no tienen.” 12 . Sarmiento, D. F; Obras. Memorias, op. cit., T. XLIX, 269 y ss.. Archivo del General Mitre. Documentos y Correspondencia. Presidencia de la República. Campaña Electoral 1867-68 (Intervención Nacional a Santa Fe; 1868), op. cit., T I, p. 104. D. F. Sarmiento.”13 Luego la emprendió por si acaso también, contra Urquiza, escribió un tremendo articulo contra él, titulado:“El Uno (Urquiza) y el Otro (Sarmiento)”:14 “Dos candidatos reales tiene por delante el pueblo argentino, para la próxima Presidencia [...] Rosas, reformado en el UNO, por afinidades; Rivadavia rejuvenecido en el OTRO por rasgos de familia [...] Más o menos barbarie y violencia el UNO, todo lo que nuestro país admite de civilización el OTRO, ambos pueden apelar al juicio de la historia, el de sus contemporáneos [...] El UNO es hijo de la violencia. Riquezas fabulosas se han acumulado en torno suyo; y si la fortuna fuera en la vida pública el premio de los servicios, diríase que Dios premiaba en la tierra las grandes virtudes. Otros dudarían de la justicia de la Providencia. Instrumento afilado de la tiranía de Rosas, abandonólo para seguir los impulsos de su propia ambición [...] El OTRO representa el polo opuesto. Fiel a una idea fija [...] ni la fortuna le ha sonreído al paso [...] sólo él tuvo una patria común, apellidándose “porteño en las provincias, provinciano en Buenos Aires” [...] Cada vez que el UNO agita el poncho del viejo montonero, las malas pasiones se agitan en toda la República, la guerra civil enciende su antorcha, la cinta colorada resucita [...] Cuando el otro deja correr la pluma, vense levantar Escuelas en las Pampas [...] Tras del UNO, un reguero de sangre que señala su camino. Tras el OTRO donde quiera que haya pasado,[...] algún esfuerzo a favor de América [...] El UNO, suscitará secuaces donde quiera que haya un bárbaro [...] ha sido con Rosas, General, Presidente en una Confederación imposible y Libertador hasta destronar a su antiguo Jefe; pero General, Libertador o Presidente, fue y se quedó siempre caudillo. El OTRO, publicista, administrador, legislador o diplomático [...] mostró que era siempre maestro de escuela, como él se ha llamado siempre para honrarse con ello [...] Estos son los dos candidatos para la próxima Presidencia [...]”15 Vélez, poseedor de esta pieza, obró adecuadamente, no dándola a publicidad; Urquiza, posteriormente, se comportaría hidalgamente al aceptar la decisión popular y Sarmiento buscaría su apoyo. Volviendo a Mitre, en realidad tenía preferencias y temores en cuanto a candidatos, y lo manifestó sinceramente evitando el peso de la administración para no favorecer a ninguno. En los círculos privados, a Sarmiento y a Elizalde, les reconoció verdaderas ventajas para ser gobernantes, aunque con algunas reservas con respecto a Sarmiento. Se inclinaba en la intimidad en favor de Elizalde, comentaban algunos de sus amigos confidencialmente, personaje que había trabajado a su lado durante muchos años, para ese hombre guardó las simpatías del amigo, correligionario y dirigente liberal. Pero tuvo mucho cuidado de señalar que no se trataba de la opinión del gobernante, ni 13 Sarmiento, D. F.; Epistolario Íntimo, op. cit.; T II, p. 75. Los paréntesis fueron agregados por el Autor de este artículo. 15 Obras de Sarmiento, D. F; Memorias, op. cit., T. XLIX, p. 281. 14 de una indicación para sus amigos, que quedaban en completa libertad de acción.16 La campaña electoral durante los tres primeros meses de 1868, fue mucho más tranquila que en los últimos de 1867, y el pueblo siguió las alternativas de la lucha con una mezcla de preocupación por los grandes y graves problemas internacionales e internos de la República, y de esperanza en el progreso del país.17 16 17 Campobassi, J. S.; Mitre y Sarmiento. Hombres de Mayo y Caseros, op. cit., p. 206. Campobassi; J. S.; Mitre y su época, Bs. As., Ed. Eudeba, 1980, p. 221.