“La Democracia cognitiva: una tarea pendiente”

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“La Democracia cognitiva: una tarea pendiente”
Dra. Elba del Carmen Riera
Universidad Nacional de Sgo. del Estero, Rep. Argentina.
En esta contribución, pretendemos centrarnos en los caracteres complejos de la
democracia que obligan a enseñarla y aprenderla para que se conforme como
Democracia Cognitiva.
La democracia es el sistema que instituye la complejidad política. Compartimos
con el Pensamiento complejo que la Democracia es de una complejidad tal, que,
escritores como Otto Neurath, han llegado a compararla con unos marineros que
deben reconstruir la nave en el mismo mar, usando la madera de la misma estructura,
porque están incapacitados para llevarla a tierra firme para reconstruirla.
Con ello queremos decir que la democracia, es incompleta e inacabada, no es
perfecta, pero es perfectible, sufre contaminaciones y por ello requiere de cambios y
modificaciones frecuentes. Las sociedades no la reproducen genéticamente, sino que
deben conquistarla trabajosamente, de allí se deriva su fragilidad. La democracia
debe ser constantemente revisada, discutida y profundizada, ya que se alimenta de
diversidad y de conflictividad de intereses e ideas. Podríamos decir que responde
plenamente a la caracterización epistemológica que Edgar Morin hace de un sistema
organizacional, entendiendo por tal, el que no se constituye de partes sino de
acciones, asociaciones y combinaciones como
producto emergente de las
interrelaciones, por lo cual, su dinamismo hace que se transforme, regenere,
produzca emergencias.
Pero también es propio de la complejidad, aceptar en el seno de su desarrollo, la
convivencia, complementariedad, al mismo tiempo que el antagonismo de sus
caracteres conjuntos. Prueba de ello es la conflictividad inherente a su modo de ser.
La base de la democracia está en la comprensión de una diversidad de opiniones e
ideas que interactúan en un mismo espacio que produce nuevas identidades
complejas.
Conflictividad.
La democracia supone el conflicto, porque comprende a las mayorías y las minorías
de una sociedad, con sus respectivos intereses e ideologías, pero también requiere
voluntad para superar las dificultades, atendiendo a resolver las necesidades y
reclamos de los ciudadanos porque la democracia es frágil y puede ser ahogada por
los conflictos; por lo tanto, no se debe justificar un estado permanente de
crispación que desencadene en reacciones que seamos incapaces de moderar. Se
deben explorar las maneras de crear las condiciones bajo las cuales la violencia y la
hostilidad inherentes a las relaciones sociales, puedan ser desactivadas y desviadas
para hacer posible un marco de convivencia. Las desinteligencias deben dirimirse
en el diálogo, el consenso, la discusión, la crítica y autocrítica; en ese momento la
democracia se convierte en reguladora del conflicto y permite incluso, que el
conflicto sea fructífero, es decir, que de él emerja algo nuevo. El consenso no
siempre impide el conflicto, pero el conflicto “dialogado” fortalece a la
democracia.
La conflictividad que es inherente a la complejidad de la democracia, no debe
interpretarse como negativa porque la diversidad de ideas y opiniones le dan
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vitalidad y productividad. Favorece y estimula la autonomía de espíritu de los
ciudadanos, su libertad de opinión y de expresión. Emilio Roger Ciurana sostiene
que cuando se le demanda a la democracia una perfección ideal y no conflictividad ni
antagonismo, se puede caer peligrosamente en estilos complacientes con la tiranía y
el autoritarismo. “Una ciudadanía no educada acaba viviendo una ficción de
democracia, al mismo tiempo que se produce una evolución muchas veces invisible
de nuevos tipos de poder”1
Diálogo
La complejidad de la democracia, así como supone el conflicto, exige el diálogo;
pero hay que devolverle a la palabra su peso significativo en las relaciones sociales,
que es la de restablecer las capacidades comunicativas y argumentativas de la
sociedad y de los ciudadanos.
Frente a la información unilineal que los individuos consumen como receptores
pasivos, muchas veces inducida por los medios de comunicación, es necesario
recuperar el diálogo, el coloquio, el discurso, el debate fundado, una actividad
racional que se encuentra en la raíz de la cultura política occidental. Es lo que
Aristóteles definía como el logos, esa peculiar facultad humana que permite
diferenciar a la especie humana con respecto a otras especies animales. Un diálogo
que, según Barber2 incluye funciones tan importantes como la articulación de
intereses, intercambios y pactos, la persuasión, la indagación mutua, el
mantenimiento de la autonomía de cada uno, el testimonio y la autoexpresión, la
reformulación y reconceptualización y, en definitiva, la construcción de una
comunidad entendida como un conjunto de intereses públicos, bienes comunes y
ciudadanos activos.
Nos interesa señalar, con Puig Rovira, algunas condiciones de la actitud dialógica
que por lo general, se omiten:
-reconocer a las demás personas como interlocutores válidos, con derecho a expresar
sus intereses y defenderlos con argumentos.
- no ir al diálogo con la creencia de tener toda la verdad. El diálogo debe ser
bilateral, no unilateral.
-ir al diálogo con la intención de encontrar una solución correcta, por lo tanto,
“entenderse” con su interlocutor. “Entenderse” no significa lograr un acuerdo total,
sino encontrar algo en común. El diálogo debe desembocar en un consenso ya que
los elementos que componen la visión individual de cada uno, se deben integrar en
una visión más amplia.
-tener en claro que la decisión final no debe atender a intereses individuales o
grupales sino a intereses universalizables, a aquello que “todos podrían querer."
Educación para la democracia
Para lograr esto es necesario educar para la democracia.
La estabilidad social precisa de una virtud ciudadana difícil de desarrollar si no ha
empezado a adquirirse a través del proceso educativo. El orden social no es natural,
por eso son posibles las transformaciones de la sociedad y por eso es necesario
educar en la democracia. Una paideia democrática no brota como una planta sino
que debe ser un cometido central de las preocupaciones políticas. En el primer
1
Ciurana, Emilio R.: ”La democratización del conocimiento y la educación de (en) la democracia”.
Conferencia Cátedra Itinerante Unesco “E.M.” Abril 2001.
2
Barber, Benjamín: “Un lugar para todos”, Paidós, Barcelona, 2000
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régimen democrático, el ateniense, la rotación, el sorteo, la decisión tras la
deliberación, las elecciones y los tribunales populares, no suponían la igual
capacidad de todos los hombres para asumir las cargas públicas, sino más bien
constituían las piezas de un proceso político educativo, de una paideia activa, que
pretendía ejercitar y desarrollar sus capacidades correspondientes.
Sostiene Emilio Ciurana que no puede existir una verdadera democracia allí donde
no se democratiza el conocimiento y la única vía genuina para la democratización del
conocimiento es la educación de los ciudadanos, o sea “una educación que nos desuniformice haciendo de nosotros individuos autónomos y no meros sujetos sujetados
por una educación informada e inducida.” 3
La democracia es un “invento”, o sea una creación; por lo tanto es necesario
enseñarla y aprenderla. Para formar hombres es necesario también formar
ciudadanos con:
-autonomía personal, con pensamiento autónomo y deliberativo.
-conciencia de sus derechos y responsabilidades.
-sentimiento del vínculo cívico con sus conciudadanos
-participación responsable en el desarrollo de proyectos que lleven a transformar
positivamente nuestra “aldea global”.
-asunción de la “doble ciudadanía”, ciudadanía cosmopolita nacional, regional y
planetaria, vinculada a los miembros de su comunidad por una identidad que los
diferencie de otras comunidades, pero también de identificación, en tanto que
persona, con todos aquellos que también son personas, aunque de diferentes
nacionalidades.
Procesos de regresión democrática:
Según Morin, la extensión de la mentalidad tecnocrática está originando importantes
consecuencias en los sistemas democráticos, que han generado procesos de
regresión democrática, los cuales tienden a marginar a los ciudadanos de las
grandes decisiones políticas porque, al ser “muy complicadas”, deben ser tomadas
por “expertos”. Parecería haber una expansión descontrolada del saber, al que sólo
pueden acceder aquellos que tienen la especialización y el conocimiento técnico. Las
corporaciones tecnocráticas, que se fundamentan, sobre todo en un criterio de
eficacia, conciben a la sociedad y sus problemas de un modo abstracto y técnico, al
margen de cualquier contexto de orden cultural, sociológico, psicológico, humano.
“La tecnocracia mide el mayor o menor acierto de las decisiones políticas y el
bienestar de los ciudadanos en virtud de los indicadores económicos básicos o el
PNB.”4
La política se fragmenta en diversidad de dominios y se disuelve en la
administración, la técnica, la economía y la tecnoburocracia; se manejan con
términos puramente instrumentales y funcionales, se pierde la comprensión de la
vida y de los acontecimientos humanos que se expresan en niveles altos de
insatisfacción ciudadana, en angustias, sufrimientos, en la mundialización de las
necesidades. La autoridad de los expertos sustituye el intercambio democrático de
opiniones, la política aparece, entonces, como una actividad secundaria y el
concepto de ciudadanía se debilita progresivamente. La tecnocracia no percibe a
los individuos como ciudadanos, como sujetos públicos de derechos y obligaciones,
3
Ciurana, E.: “Complejidad y sociedad civil” Memorias Primer Congreso del Pensamiento Complejo.
Bogotá 2000.
4
Ibidem, pag. 58
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sino como piezas de una serie de procesos continuos de producción y consumo. La
apatía, la falta de interés y de competencia atribuibles al pueblo, son los instrumentos
para justificar un determinado modelo de democracia. En ésta, lo que importa de los
individuos no es tanto su calidad de ciudadanos sino, sobre todo su condición de
asalariados, consumidores o contribuyentes. Se estimula al ciudadano a perseguir
fines contradictorios: debe mostrarse activo, pero pasivo; debe participar, pero no
demasiado; no puede participar fuera de las elecciones pero le está vedado abstenerse
en éstas. La única posibilidad que se le permite al ciudadano es la optar entre
partidos o grupos políticos rivales que previamente le son impuestos. Ello conduce a
una conceptualización puramente administrativa de la actividad política y de la
resolución de los problemas con criterios puramente funcionales. La concentración
del poder y el conocimiento en manos de las elites y de la tecnoestructura hace que
las posibilidades de participación política de los ciudadanos queden reducidas a
niveles mínimos. La política se disuelve así en administración, técnica, economía,
sondeos, estadística, lo que implica una gran regresión democrática.
Reforma del pensamiento
Una democracia cognitiva supone la reforma del pensamiento. Los modos de
actuar, gobernar, informar, enseñar, dependen del paradigma vigente en una
determinada cultura. El paradigma que actualmente condiciona nuestra manera de
pensar, de simplificación y disyunción, nos obliga a separar, fragmentar, oponer
conceptos, términos, modos de comprensión de la realidad que no predisponen
favorablemente para comprender el funcionamiento de la democracia. Este
paradigma nos enseña a conocer el mundo mediante “ideas claras y distintas”, nos
insta a reducir lo complejo a lo simple, a separar aquello que está unido, a unificar lo
que es múltiple, a eliminar lo que introduce desórdenes o contradicciones en nuestro
entendimiento. Una mente así escindida en política, piensa sólo en derechas o
izquierdas y este modo de pensar, no capacita para la colaboración y comprensión
del otro como ser humano. Por el contrario, la democracia une de manera
complementaria términos antagónicos: consenso/conflicto, comunidad nacional
/antagonismos sociales e ideológicos, igualdad/ libertad/ fraternidad. Esto la hace
eminentemente compleja, a lo que se suma el pluralismo entre los diversos actores
sociales; la mayor diversidad; el surgimiento de nuevos problemas, nuevas
situaciones. En nuestro tiempo necesitamos un pensamiento que acepte el desafío de
la complejidad, es decir apto para aprehender las relaciones, las interacciones y las
implicaciones mutuas, los fenómenos multidimensionales, las realidades que son, al
mismo tiempo, solidarias y conflictivas, como la propia democracia.
La educación debe favorecer una reforma del pensamiento, que permita articular e
integrar los saberes y superar la disciplinariedad e hiperespecialización en la
que estamos actualmente.
Se hace necesario la generación de un nuevo conocimiento, en el que los saberes se
complementen y se nutran entre ellos; para lograr una especie de sabia epistémica
que reconstituya la forma de pensar la complejidad: que rompa la dicotomía y
antagonismo entre Sujeto y Objeto del conocimiento; que considere el límite en el
saber, el sujeto en la ciencia y la responsabilidad y solidaridad en nuestros actos.
¿Es posible educar para la participación?
Hoy la ciudadanía se hace cada vez menos participativa, en la medida en que se hace
más débil; la voluntad del electorado se acaba diluyendo entre partidos y programas
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hasta que es olvidada y luego sustituida por otra más apropiada a las exigencias de
los dirigentes políticos. El ciudadano no sugiere propuestas, no ofrece soluciones; su
compromiso se limita a la adhesión o no a las propuestas y acciones elaboradas por
los dirigentes políticos.
Consideramos imprescindible la recuperación de la participación de los ciudadanos
en la vida democrática. Según Norbert Elías, en Grecia se usaba el término “idiota”
para referirse al que se mantiene ajeno a los asuntos del Estado, o sea la actitud que
delega en otros el cuidado de la cosa pública. El que, al dejar su responsabilidad
como ciudadano, pone en peligro la isonomía, el principio de una ley para todos los
hombres libres.
Pero participar no puede ser solamente reivindicación o protesta. Educar para la
participación implica desarrollar la capacidad crítica para pensar analítica y
contextualmente, la capacidad de cooperación en el logro de objetivos comunes y la
capacidad creativa para la innovación.
El desarrollo de la democracia participativa implica una doble labor: 1)adaptar y
adecuar las instituciones y procedimientos democráticos actualmente vigentes a las
nuevas realidades sociales 2) crear nuevas estructuras políticas que permitan una
participación más activa y directa de los ciudadanos o de los individuos en
general. Pero para que esa participación tenga efecto resulta indispensable la
existencia de una información capaz de otorgar un cierto discernimiento sobre
asuntos elementales relacionados con la cosa pública. Sartori sostiene que “la
tecnología está produciendo, a medida que avanza, un ser humano incluso más
crédulo e “inocentón” que el hombre medieval.”5
La participación ciudadana supone una apuesta positiva para avanzar hacia la calidad
democrática con ciudadanos más y mejor informados, involucrados en las
decisiones colectivas, que no dejen en manos de un grupo reducido toda la capacidad
de decisión, sin posibilidades de control, como requisito para que las instituciones y
los gobernantes sientan la obligación de ser responsables y receptivos.
¿ Qué educación debe proponerse?
Morin sostiene que la escuela debe ser el laboratorio de la vida democrática. La clase
debe ser el lugar de aprendizaje del debate argumentado, de las reglas necesarias para
la discusión, para la toma de conciencia de las necesidades de la gente, del proceso
de comprensión del pensamiento de los demás y del respeto por las voces
minoritarias y marginadas.
El “empoderamiento” de las comunidades y ciudadanos es una condición sine qua
non para lograr un desarrollo más equitativo en las sociedades. El “empoderamiento”
tiene que ver con el aumento directo de las capacidades y los conocimientos
necesarios para que las personas y grupos sociales aumenten su poder de decisión
sobre aquellos aspectos que afectan sus condiciones de vida.
Democracia cognitiva: cada vez se hace más necesaria una verdadera democracia
cognitiva, que sustituya a la delegativa o representativa.
Una democracia cognitiva debe incorporar en la educación, básicamente los
siguientes aspectos:
-el esfuerzo educativo debe estar dirigido al reconocimiento y comprensión de los
problemas globales y fundamentales, a partir de los cuales podrían ser
5
Sartori, G.: “La sociedad teledirigida”, Taurus, Madrid, 1998. Pag. 123
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comprendidos otros de carácter parcial y local. Pero esto no se puede conseguir con
la actual organización fragmentada e hiperespecializada del conocimiento; ello
impide ver tanto lo global, como lo esencial. Una enseñanza que coloca la separación
como fundamento, no capacita para la colaboración y comprensión del otro. Uno de
los papeles fundamentales de la educación hoy, debe ser enseñar a articular y
organizar la información para así, crear conocimiento, con capacidad crítica. Ello
requiere que se modifique la forma de concebir el conocimiento. Es importante
superar la fragmentación y separación del conocimiento en disciplinas rígidas, para
incorporar una mirada integradora, relacionante e interdisciplinaria. Es decir:
“crear mentes articuladoras frente a mentes escindidas sin capacidad para
establecer comunicación entre lo instrumental y los contenidos. Mentes, estas
últimas subdesarrolladas.”6 Pensar distinguiendo y uniendo allí donde sólo
aislamos y separamos. Pensar según un principio dialógico que nos haga situar,
en un mismo espacio de pensamiento, procesos a la vez complementarios y
antagónicos. Pensar de forma compleja allí donde gobierna la disyunción y la
reducción.
-la educación debe promover una “inteligencia general” apta para abordar los
problemas de una manera compleja y en el contexto de una concepción global. Se
trataría de favorecer la capacidad “natural” de la mente humana para plantearse y
resolver cuestiones fundamentales. Hoy no es suficiente tener un conocimiento
actualizado, reiterativo de los saberes; es imprescindible no solo "“aprender a
aprender” nuevos contenidos, sino “aprender a pensar”, aprender a integrarlos en
un contexto significativo, aprender a asumirlos críticamente, aprender a ser
capaces de generar nuevos saberes apropiados al mundo que vivimos.
-enseñar la complejidad humana; integrar la política y la educación con la
antropología. Una educación para la era planetaria debe privilegiar lo antropológico
por sobre lo económico y lo técnico. El desarrollo disciplinario de la ciencia produce
una hiper-especialización tal, que la complejidad humana es troceada en fragmentos
dentro de las Ciencias Sociales y polarizado entre ellas y las Ciencias de la
naturaleza. Es necesario entonces, complejizar y enriquecer el concepto restringido
de homo con un pensamiento que intente reunir y organizar los componentes
biológicos, culturales, sociales e individuales del ser humano. El ser humano es muy
complejo, a la vez, físico, biológico, psíquico, cultural, social e histórico, una mezcla
de sapiencia y demencia, sin embargo, cuando la educación actual, la desmembra en
disciplinas separadas, no contempla la unidad compleja de la naturaleza humana.
Debe tener en cuenta la unidad/diversidad de la condición humana intentando
integrar los conocimientos resultantes de las Ciencias Naturales, con los de las
Ciencias Humanas y con lo que suele denominarse como Humanidades (Filosofía,
Historia, Literatura, Poesía, Artes)
La democracia debe partir del respeto a lo diferente y articularlo para crear un
nuevo espacio dialogal en el que la articulación de las diferencias fomente la
igualdad y la solidaridad entre seres humanos. La educación debería mostrar las
múltiples facetas de la condición humana; ello conduciría a tomar conciencia de la
riqueza de la diversidad de los individuos, pueblos, culturas. Ayudar a pensar según
un principio dialógico que nos haga situar en un mismo espacio de pensamiento
procesos a la vez complementarios y antagónicos.
6
Ciurana, E.: op. cit. p.2.
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-la educación debe sensibilizar al educando para la comprensión y el diálogo. Un
planeta que se vuelve cada vez más conflictivo en todos los niveles, necesita una
educación para la comprensión mutua entre los humanos. Por ello es necesario
estudiar la incomprensión desde sus raíces, sus modalidades y sus efectos: las
xenofobias y racismos, el egocentrismo, etnocentrismo, sociocentrismo, el espíritu
reduccionista. “Para que pueda haber comprensión entre estructuras de
pensamiento se necesita poder pasar a una metaestructura de pensamiento que
comprenda las causas de la incomprensión de las unas con respecto a las otras y que
pueda superarlas”7
-la Universidad debe crear nuevos tipos de relación entre los distintos ámbitos. La
Universidad no solo debe acabar con su clausura de cara a la sociedad, sino con
sus clausuras departamentales en las que el saber, de tan dividido en especialidades
acaba banalizándose. No puede fomentar sólo la especialización, que genera cotos
intelectualmente cerrados. Hoy es difícil encontrar un espíritu humanista en nuestras
Universidades. “Hemos perdido el ideal de hombre universal”. Los alumnos deben
salir aprendiendo a relacionar su disciplina con otras. La Universidad debe entrar en
la era de la inter, transdisciplinariedad y la apertura, ya que la complejidad de los
problemas mundiales excede los límites disciplinares. Su objetivo será desarrollar
actitudes de tolerancia, solidaridad, fraternidad, expresadas en comportamientos
responsables y transformadoras de la realidad.
-La comprensión de los demás, nos lleva a la conciencia de que constituimos una
misma especie que tiene un mismo hogar, que es la Tierra. Debe ser un objetivo
básico de la educación, enseñar la identidad planetaria. La realidad globalizadora
está haciendo cada vez más urgente y necesaria la puesta en práctica de una
verdadera integración mundial. El concepto de ciudadano ha ido evolucionando a lo
largo de la historia con la intensificación de los procesos de globalización. Se ha
producido una expansión de las actividades políticas, económicas y sociales que
supera las fronteras estatales, regionales y continentales. Debemos complejizar el
concepto de democracia con los de globalización, diversidad cultural, identidad, etc.
En situaciones de elevada complejidad, las dinámicas sistémicas tienden a originar
una matriz normativa policéntrica, que surge de procesos ampliamente difundidos de
interacción estratégica y negociación multilateral. Esta matriz se asemeja más a la
estructura de una red, o de una serie de redes, que a la estructura piramidal.
Si bien el planeta constituye un territorio que dispone de un sistema de
comunicaciones, de una economía, de una civilización, le faltan disposiciones que
regulen el derecho, el poder, la economía, la política, la biosfera. No hay todavía
conciencia de una sociedad civil mundial y de que todos somos ciudadanos de la
Tierra Patria. Conciencia de pertenencia a una patria terrestre que prepara para una
ciudadanía planetaria, animada por las ideas de responsabilidad y solidaridad.
Hoy surge la noción de ciudadanía global, que debe ir acompañada de una
comprensión del carácter integral de los problemas, mostrando que todos los
humanos, confrontados a los mismos problemas de vida y muerte, viven “en una
misma comunidad de destino planetario”. El sentimiento de pertenencia a una
comunidad global va ligado a unos derechos y deberes que adquieren dimensión
supraestatal. La educación debe promover la toma de conciencia de que se vive en un
7
Morin, E: “La cabeza bien puesta”. Nueva Visión p.102
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mundo interrelacionado, cuyo dinamismo no puede aprehenderse de forma sólo
local, sino como un sistema global de conocimientos, aptitudes y valores en cambio
constante. “La asunción de la “doble ciudadanía” nacional y universal, es fruto de
un doble movimiento de diferenciación, que lo distingue de los miembros de otras
comunidades y de identificación, en tanto que persona, con todos aquellos que son
también personas, aunque de diferentes nacionalidades”8
Según Morin, el mundo actual necesita de un ciudadano estratega, con autonomía
personal en los juicios, problematizador, innovador, creativo, “que sepa
atravesar el peligro”, con capacidad para relacionar información y
conocimiento, tolerante y solidario.
Morin propone abrir paso a “una democracia cognitiva que permita una formación
ciudadana que fortalezca una cultura política capaz de pensarse a sí misma y capaz
de optar por la solidaridad, la responsabilidad y el sentido de pertenencia de todos
los ciudadanos al planeta Tierra para, de esta manera, “transformar la especie
humana en verdadera humanidad”9
Enseñar la democracia y la ciudadanía terrestre son elementos básicos para recuperar
el papel complejo de una política creadora, una política para el ser humano, que
pueda inscribirse en las finalidades profundas de la hominización.
BIBLIOGRAFÍA
Morin, Edgar: “Tierra Patria”, Nueva Visión, Bs. As. 1999
“La cabeza bien puesta” Nueva Visión, 1997
“Introducción a una política del hombre”, Gedisa, Barcelona, 2002.
“El Método V. La Humanidad de la humanidad”. Cátedra, Madrid,
2002.
“Introducción al Pensamiento Complejo”, Gedisa, Madrid, 1995.
Morin, e. y Nair, Samir: “Política de civilización”, Rev. Ensayo y Error. Sta. Fé
de Bogotá, 1997.
Cortina, Adela: “Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía”.
Alianza, Madrid. 2000.
Held, David: “Democracia y el orden global”, Paidós, Barcelona. 1997
VV.AA: “Cinco ciudadanías para una nueva educación”. Grao, Barcelona, 2002
Ciurana, Emilio R.: “Complejidad y sociedad civil. Un mundo de contradicciones para
vivir”. Memorias primer Congreso Internacional del Pensamiento Complejo. Bogotá. ICFES.
2000.
Arblaster, A. :”Democracia”, Alianza, Madrid, 1992
Rodriguez Prieto, Rafael: ¿Ciudadanos o demócratas?. El papel de la educación en la
democracia. Universidad Pablo de Olavide. Sevilla
Puig Rovira, José María: “Aprender a dialogar”, Aique, 1998, Bs.As. Argentina
8
Cortina, Adela: “Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía”. Alianza. Madrid.
2000.
9
Morin, E: op. cit.1997. Pag. 135
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