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Sec.03_Revista UNAM 10/26/11 5:33 AM Page 74
Las razones
de Obama
Antonio Navalón
Los evidentes conflictos de Barack Obama, presidente de los
Estados Unidos, en política económica, lo han conducido por
una ruta donde la reelección parece cada vez más improbable.
Antonio Navalón analiza algunos de los aspectos de su mandato y de su carácter. Según el analista, Obama no supo darse
cuenta de que, al ganar las elecciones de 2008 no estaba encarnando una “evolución, sino una revolución”, y en ello, acaso, estará la causa de su derrota.
Muy pocas veces el partido en ejercicio se ha visto obligado a enfrentarse a la alternativa de no presentar al presidente en turno para una posible reelección, por el hecho de que seguramente perderá.
Hubo casos como el de Lyndon Baines Johnson o
como el de Herbert Hoover —a quien le tocó lidiar con
los primeros momentos después de la Gran Depresión
de 1929—, por hablar de presidentes importantes en la
historia de Estados Unidos, en los que ellos mismos decidieron sencillamente no presentarse.
¿Por qué lo decidieron? Evidentemente porque sabían que era muy difícil que consiguieran ganar y que
les saliera bien. Sin embargo, Barack Hussein Obama
está convencido de que puede ganar por lo que está intentando ser presentado.
El problema es que así como en la película del viejo boxeador, Rocky Balboa, la mirada de tigre era la
clave para ganar, con la voluntad por encima de cualquier técnica o pronóstico, también los perdedores
tienen su propia mirada y los últimos momentos, discursos e intervenciones del todavía presidente estadounidense han dejado notar la derrota en sus ojos y
en sus acciones.
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Obama ha descubierto demasiado tarde que su jugada correcta, en la que él justificaba y defendía su posición política, era la de alguien que encarnaba no una
evolución sino una revolución.
Obama entendió demasiado tarde que quienes sostuvieron a George W. Bush y a Dick Cheney —que decidieron destrozar el valor del dinero, que comenzaron
guerras insensatas llevados por el dolor de lo ocurrido
el 11 de septiembre de 2001— eran una opción histórica que tras su elección él tenía que terminar y castigar.
Barack Obama tuvo varios caminos frente a sí para
elegir cuál recorrer en su mandato —y sé que en la historia como en la vida el hubiera no sirve, no existe—
pero hoy en día es fácil ver que la opción que tomó de
querer salvar el sistema financiero en lugar de castigar a
los responsables de la crisis y en vez de poner atención
en mantener los puestos de trabajo de la población fue
su mayor error histórico cometido en 2009.
Esto además se podía haber visto en parte tamizado
si Obama, en su intento de conseguir una unidad de
acción bipartidista, no se hubiera empeñado en demostrar que era un político lleno de buenas intenciones pero también de desconcierto y de debilidad.
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LAS RAZONES DE OBAMA
Lisa Beck, Hidden Place, 2004-2007
Alex Brown, Supermix, 2004
Ahora ya es tarde. Resulta vergonzoso que desde los
libros hasta los artículos actuales presentan un Obama
con buenos propósitos pero rodeado de un equipo de
colaboradores contrapuestos que solamente le provocan confusión.
El liderazgo es una cualidad fundamental en la vida,
y más en la vida de las naciones. Barack Hussein Obama lo ha perdido, es un hombre frío, bienintencionado, pero que conoce poco de seres humanos y menos de
cómo usarlos para cumplir el sagrado deber de no decepcionar a los héroes del cambio que lo llevaron a ocupar la presidencia.
Si se presenta, cosa más que discutible, como el candidato por parte del partido demócrata, lo más seguro
es que pierda. No importa que enfrente no se vea nadie.
El problema radica en que Obama representa el fracaso de la esperanza puesta en el cambio.
Cada país, como cada familia, como cada persona,
tiene convicciones profundas. Sin temor a equivocarme, una de las convicciones más profundas de los estadounidenses es que son unos winners (ganadores), sin
embargo, la historia se empeña en demostrarles que en
realidad son unos losers (perdedores).
Dentro de todos los perdedores, el mayor de todos
es aquel que tenía el sacrosanto deber de sacar lo mejor,
no solamente de la coherencia moral, jurídica, institucional y constitucional de Estados Unidos, sino también
de lograr tener la capacidad de reaccionar y de actuar
con la fortaleza que se requiere de un líder, máxime en
los tiempos de crisis que se viven.
Solamente el congreso está por debajo del nivel
de aceptación del Presidente y eso provoca la siguiente interrogante: ¿quién tiene hoy en día la capacidad de liderar el viaje a ningún lugar de Estados
Unidos?
No sé quién será el beneficiado, pero sí sé que la condición humana a la que pertenezco, sobre todas las cosas,
le tiene miedo al vacío y hoy lo que hay frente a nosotros no es otra cosa que un enorme y tenebroso vacío.
Es como el agujero que dejaron las Torres Gemelas que
tardó nueve años en ser rellenado convirtiéndose así en
una prueba física evidente de que lo sucedido el 11 de septiembre de 2001 no fue sólo la destrucción y la pérdida
de cuantiosas vidas humanas, sino un agujero negro en
cuanto a los objetivos nacionales de Estados Unidos.
Ahora, la torre que sustituyó a las Torres Gemelas ya
fue terminada. En función de eso considero que el viaje al extremo, al desconcierto, a la ineficiencia del país
que una vez fue la gran potencia Estados Unidos, está
tocando fondo.
Ahora, Barack Hussein Obama, quien podía haber
sido el Franklin Delano Roosevelt del siglo XXI, está condenado a ser solamente una nota de color y un elemento
testimonial de que en Estados Unidos todo es posible.
Sin embargo, como suele pasar, en época de crisis tan
profunda como la que vivimos, la fe es fundamental y
siempre cabe la posibilidad de un milagro.
Que Barack Hussein Obama pueda acabar ganando las próximas elecciones por ser lo menos malo no es
consuelo, pero podría darse. Aun la victoria no le exculpa de su responsabilidad histórica de haber desaprovechado un momento único.
En noviembre de 2012 Estados Unidos de América
tendrá que elegir entre ser una potencia venida a menos,
ahogada por sus miedos, sus debilidades y sus fracasos
o apostar por toda la tradición histórica estadounidense basada en la grandeza, la coherencia constitucional y
la capacidad de superar los malos momentos.
Esto es quizá lo único que deja la candidatura de
Barack Obama como posible.
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