EL SECTOR INDUSTRIAL EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA España es un país industrializado. Tradicionalmente se entendía que los países industrializados eran aquellos en los que el sector industrial ejercía un peso importante en la producción, que se medía mediante la aportación del sector al Producto Interior Bruto y al empleo. Además ese peso debía ser creciente. Desde los años setenta las cifras comenzaron a contradecir a estas teorías: los países más avanzados veían como la industria perdía importancia tanto en el empleo como en su aportación al PIB, mientras que el sector terciario avanzaba en sentido contrario, pero ello no quería decir que estos países retrocediesen en su nivel industrial; por el contrario, cada vez eran países más avanzados y con estructuras industriales más sólidas. Por otro lado, los países considerados “menos avanzados” comenzaron a recibir actividades industriales “deslocalizadas” desde los países avanzados, pero estas actividades no permitían afirmar que esos países fuesen industriales. Estas circunstancias llevaron a plantear una definición de “país industrializado” más compleja: lo importante ya no es el peso directo que el sector industrial tiene en el volumen de lo producido, sino las transformaciones en la estructura económica o formas de producir que introduce: • Aporta medios de producción (inputs) para los otros sectores y para sí misma, haciéndolos mucho más productivos. • Implementa un avance constante en el desarrollo tecnológico. • Genera una demanda de materias primas y servicios que impulsa el desarrollo y la innovación en los otros sectores. • Da lugar al desarrollo de nuevas formas empresariales más eficientes, que luego se extienden a los otros dos sectores económicos. • Posibilita un crecimiento continuo de la productividad, que lleva consigo un aumento de los recursos y de las rentas, que mejora los niveles de vida de los ciudadanos, aumenta la capacidad de inversión, transforma los patrones de consumo, y permite elevados niveles impositivos a los estados, lo que está detrás del desarrollo del llamado “estado del bienestar”. Así, España es considerado desde mediados de la década de los setenta un país industrial, tras haber llevado a cabo un largo proceso industrializador (comenzó en torno a 1830-50), que además tuvo retrocesos. Desde esos años, en España, como en el conjunto de los países avanzados, se ha dado un proceso de terciarización económica, por el que el sector servicios ha cobrado un notable auge, que se materializa en crecientes cifras de aportación al PIB y al empleo (cifras que superan el 66 %). Ahora bien, el avance de este sector no ha hecho que la industria pierda su peso estructural: sigue siendo el motor del desarrollo, aunque el volumen de lo que produce aumente menos de lo que lo hace el volumen de la producción del sector servicios. Este papel de motor se asienta en la importancia de las manufacturas en la generación de avances tecnológicos, en los que se sustenta el aumento general de la productividad y el desarrollo de los demás sectores económicos. En la actualidad, la industria supone un 14% del PIB y mantiene una tendencia constante a la reducción de su aportación. Esta cifra es relativamente baja y para entenderla hay que tener en cuenta: - El elevado peso que tienen el sector de la construcción, que viene originado por una multiplicidad de causas: el déficit relativo en infraestructuras (especialmente de transporte), la explosión de la demanda de segundas residencias, la adopción de un modelo de crecimiento urbano difuso, las políticas económicas que han impulsado la inversión en vivienda, y el desarrollo de un modelo turístico de calidad que ha impelido a la realización de obras de mejora de las infraestructuras turísticas. - El sector agrario viene manteniendo un peso también relativamente alto motivado por el mantenimiento, mediante subvenciones (PAC), de unas estructuras productivas (y empresariales) poco eficientes y poco competitivas, y por el desarrollo de sistemas de cultivo (especialmente los cultivos forzados) competitivos. - El peso de la industria española en el PIB y en el empleo siempre ha sido relativamente bajo, tanto porque el desarrollo industrial español ha sido relativamente menor que en otros países avanzados, como por el peso que el turismo y otros sectores han tenido.