Bicarbonato sódico en la alimentación del ganado porcino Bicarbonato sódico en la alimentación del ganado porcino R. Lizardo IRTA- Departamento de Nutrición Animal Apartado 415 43280 Reus, España Introducción En las últimas décadas, hemos observado una mejora de los resultados de crecimiento y reproducción de los cerdos, con inevitables consecuencias sobre la determinación de los requerimientos y el establecimiento de las recomendaciones nutricionales. El apetito, que no era un factor limitante en los cerdos de genotipo convencional, se ha transformado en un factor determinante para la optimización de los resultados de crecimiento de los cerdos de genotipo magro utilizados hoy en día. De hecho, la velocidad de crecimiento en engorde está frecuentemente limitada por el apetito y el nivel de ingestión de las cerdas en lactación es sistemáticamente inferior a sus requerimientos nutricionales. Para agravar el problema, estos casos de sub-alimentación se exacerban cuando el estado sanitario y/o las condiciones de alojamiento son desfavorables, en particular cuando la temperatura ambiente es muy elevada. Las recomendaciones en energía, proteína, aminoácidos, calcio y fósforo son regularmente actualizadas para hacer frente a estos cambios (NRC, 1998) pero las recomendaciones de otros minerales de importancia fisiológica trascendente, como es el sodio, el potasio o el cloruro se basan todavía en estudios relativamente antiguos. Por otro lado, los piensos para cerdos tienen tendencia a contener cada vez menos materias primas ricas en proteína, debido a la disponibilidad de aminoácidos sintéticos y a la creciente preocupación de reducir el riesgo de contaminación medio-ambiental por nitratos asociado a la producción de cerdos. Este cambio de criterios de formulación conduce a la fabricación de piensos para los cuáles conviene verificar y corregir el balance electrolítico (BE) de acuerdo con los valores recomendados para cada estado fisiológico. El bicarbonato sódico (NaHCO3) es, ante todo, una fuente de electrolitos que presenta la ventaja de aportar sodio sin incorporar cloruro. En la industria de piensos, viene siendo regularmente utilizado 2 desde los estudios precursores de Mongin (1968) realizados en avicultura. Igualmente se utiliza como sustancia tampón en los piensos para rumiantes. En porcino es particularmente interesante para corregir el balance electrolítico. Electrólitos y balance electrolítico El organismo está constituido por dos tercios de agua, que se reparten entre los compartimientos intracelular (60%) y extracelular (40%). La homeostasis del animal depende del equilibrio entre estos compartimentos que, a su vez, se basa en mecanismos de regulación que permiten utilizar el agua y los electrolitos suministrados por los alimentos manteniendo el equilibrio hidro-electrolítico del organismo. Los iones sodio (Na+), potasio (K+), cloruro (Cl-) y bicarbonato (HCO3-) juegan un papel preponderante sobre esta regulación y su importancia relativa determina el equilibrio ácidobase. La homeostasis ácido-base corresponde al mantenimiento a nivel constante de las concentraciones intra y extracelular de protones (H+) y está asegurada por la existencia de sistemas tampón, p.e. el del bicarbonato, por los pulmones que disipan una parte del CO2 y por los riñones que aseguran la reabsorción o regeneración de bicarbonato y la excreción de protones bajo forma de amonio (NH4+). El pH sanguíneo es normalmente de 7.4-7.5 y el pH urinario es inferior a 7, lo cual indica que el metabolismo y el mismo alimento, llevan a una sobrecarga ácida que el animal tiene que eliminar. Estos ácidos provienen del metabolismo, p.e. de la producción de dióxido de carbono (CO2) y de agua. Aunque el CO2 no sea un ácido, se combina con el agua para formar el ácido carbónico (H2CO3), lo que conlleva a una producción importante de protones y de bicarbonato. Los riñones contribuyen a la eliminación de otros ácidos, llamados metabólicos, originados en procesos varios, como el catabolismo de aminoácidos azufrados, el metabolismo de los fosfolípidos, etc..., pero estos son menos importantes que el ácido carbónico. Por otro lado, en situación de estrés térmico, los pulmones contribuyen a la termorregulación evacuando el calor en forma de vapor de agua. La hiperventilación resultante puede llevar a un estado de alcalosis por disminución de las reservas de CO2. De ahí el interés del aporte de bicarbonato sódico fácilmente disponible en los alimentos. Los desequilibrios ácido-base originados como consecuencia de los ácidos producidos en el metabolismo, tienen normalmente un origen patológico: las diarreas conducen a una acidosis metabólica debido a las pérdidas digestivas de HCO3- y a su vez, los vómitos conducen a una alcalosis metabólica consecutiva a la pérdida de protones pero igualmente de K+ y de Na+. El alimento tiene igualmente influencia en el equilibrio ácido-base del cerdo (Patience y Wolynetz, 1990) y su poder acidogénico o alcalinogénico se puede evaluar a partir del balance entre cationes 3 (Na + + K++Ca2++ Mg2+) y aniones (Cl-+H2PO4-+HPO42-+SO42-). Aunque fuera conveniente considerar este balance, en nutrición de monogástricos se suele considerar únicamente el balance entre iones monovalentes (Na + + K+ - Cl -), o sea, lo que se conoce como balance electrolítico (BE; Mongin, 1981). Cuanto más bajo es el BE, más acidogénico es el alimento y, a la inversa, cuanto más alto es el BE, más alcalinogénico es el alimento. El cerdo parece ser más sensible a los problemas de acidemia que de alcalemia, por lo tanto, conviene vigilar a que no se les suministre piensos con un BE demasiado bajo. Requerimientos en electrolitos de los cerdos Los iones de sodio y de cloruro son, respectivamente, el principal catión y anión extracelulares del organismo. El cloruro es además el principal elemento del jugo gástrico. Estos iones son necesarios para el crecimiento de los cerdos y se absorben con una elevada eficacia (>85%), dado que son monovalentes. El potasio es el tercer mineral más importante del organismo, después del calcio y del fósforo, y es el más abundante en los tejidos musculares. En el ámbito intracelular, ejerce como catión monovalente para equilibrar el exceso de aniones a través del mecanismo fisiológico conocido como “bomba de sodio-potasio”. Los requerimientos en sodio de los cerdos aumentan progresivamente desde 1 g/d al destete hasta cerca de 3 g/d al final del engorde (Tabla 1; NRC, 1998). Por esto, se recomienda que los piensos para cerdos en crecimiento contengan cerca de 1g/kg de sodio. En lechones, los requerimientos parecen ser más elevados y por esto se recomienda que los piensos de pre-iniciación contengan 2 g/kg y los de iniciación 1.5 g/kg (Mahan et al., 1996). Si los cerdos disponen de agua a voluntad, éstos parecen ser tolerantes, o poco sensibles, a los excesos de sodio. Por el contrario, una deficiencia o un aporte insuficiente de sodio provocan una reducción del crecimiento. Los requerimientos de las cerdas reproductoras no están establecidos con exactitud, pero se podrían estimar en 2.8 g/d en gestación y 10 g/d en lactación. Por esto, los piensos deberían contener 1.5 y 2.0 g/kg de sodio, respectivamente en gestación y lactación (Cromwell et al., 1989). Los requerimientos de cloruro no están tan bien definidos como los de sodio, mientras que en cerdos en crecimiento podrían variar desde 1.5 a los 25 kg de peso vivo hasta 2.5 g/d al peso de sacrificio (NRC, 1998). Esta situación lleva a que se recomiende una concentración de 0.8 g/kg en el pienso. Tal como en el caso del sodio, los requerimientos en cloruro de los lechones también parecen ser más elevados (Mahan et al., 1996) que lo anteriormente establecido y por ello fueron recientemente actualizados (NRC, 1998). No se conocen estudios en los cuáles se haya determinado con exactitud los requerimientos en cloruro de las cerdas reproductoras. Las recomendaciones existentes se basan 4 en la composición de la leche y en estudios de la incorporación de sal (cloruro sódico; NaCl) en la dieta y sus efectos sobre el crecimiento de los lechones. Los requerimientos en cloruro serían aproximadamente un 20% inferiores a los del sodio (Tabla 1). Tabla 1. Requerimientos en electrolitos del porcino (adaptado del NRC (1998)). Lechones (3-5 kg) Lechones (5-10 kg) Lechones (10-20 kg) Cerdos en crecimiento (30-60 kg) Cerdos de engorde (60-90 kg) Cerdos en acabado (90-120 kg) Cerdas en gestación *1 Cerdas en lactación * 1 Sodio g/kg g/día pienso Potasio g/kg g/día pienso Cloruro g/día g/kg pienso 0.63 1.00 1.50 1.86 2.58 3.08 2.80 10.50 0.75 1.40 2.60 4.27 4.89 5.23 3.70 10.50 0.63 1.00 1.50 1.48 2.06 2.46 2.20 8.40 2.5 2.0 1.5 1.0 1.0 1.0 1.5 2.0 3.0 2.8 2.6 2.3 1.9 1.7 2.0 2.0 2.5 2.0 1.5 0.8 0.8 0.8 1.2 1.6 *1 Suponiendo que las cerdas consumen 1.85 y 5.25 kg/d de pienso en gestación y lactación, respectivamente. Los requerimientos de potasio varían de 0.7 a 5.2 g/d desde el destete hasta el final (Tabla 1). Esto lleva a una disminución progresiva de concentración de K+ en las dietas (de 3 a 1.7 g/kg) con el aumento de peso vivo de los cerdos. No existen estudios sobre la determinación de los requerimientos en potasio de las cerdas reproductoras, por lo que se recomiendan valores similares a los de un cerdo en crecimiento. Esto lleva al establecimiento de unos requerimientos de 3.7 y 10.5 g/d, respectivamente, en gestación y lactación, o sea una concentración promedio de 2.0 g/kg en el pienso (NRC, 1998). En general, los alimentos compuestos para cerdos se elaboran a partir de materias primas de origen vegetal y, como tal, son deficientes en sodio y aportan potasio en exceso (Tabla 2). Por esto, la incorporación sal en los piensos es una práctica indispensable. Sin embargo, los requerimientos en cloruro son inferiores a los de sodio y la sal aporta más cloruro que sodio. Esta suplementación conduce a un exceso de Cl-, por lo que es conveniente utilizar la sal únicamente para satisfacer los requerimientos en Cl- y completar los requerimientos de Na+ con bicarbonato sódico. Debido a la implicación de los electrolitos en los equilibrios hidro-mineral y ácido-base, cuando no exista un exceso o una deficiencia de cualquiera de entre ellos, es más conveniente formular los piensos 5 atendiendo al BE que a cada nutriente por separado (Mongin y Sauveur, 1977). Según estos investigadores, en avicultura de carne, el BE que optimiza los resultados productivos está comprendido entre 230 y 300 mEq/kg de pienso. Aunque los cerdos sean probablemente menos sensibles que las aves al exceso de cloruro, se recomienda ajustar su aporte al estrictamente necesario y aportar el sodio y el potasio en forma de sales de aniones metabolizables, tal como es el bicarbonato sódico (Sauveur y Pérez, 1989). Tabla 2. Contenido en sodio, potasio y cloruro y balance electrolítico de algunas materias primas habitualmente utilizadas en los piensos para porcino (adaptado del INRA-AFZ (2002)). Maíz Trigo Cebada Sorgo Mandioca 72% Guisante Altramuz blanco Soja extrusionada Torta de soja 46 Torta de soja 48 Torta de girasol Torta de colza Salvado de trigo Corn gluten feed Pulpa de remolacha Cascarilla de soja Melaza de remolacha Suero de leche ácido Harina de pescado 65% Fosfato bicalcico Carbonato de calcio Sal Bicarbonato sódico L-lisina, HCl Sodio (Na) g/kg MS Potasio (K) g/kg MS Cloro (Cl) g/kg MS B. Electrolítico mEq/kg MS 0.04 0.1 0.1 0.2 0.4 0.1 0.4 0.8 0 0.3 0.2 0.4 0.1 2.3 2.9 0.1 6.8 7 11.3 0.8 0.7 374 277 0 3.2 4 4.8 3.6 5.7 9.8 11.6 18.5 21.2 21.1 15.1 12.3 11.9 12 4.3 12 39.2 21 9.7 1.2 0.7 0 0 0.3 0.5 0.9 1.1 0.6 0.2 0.8 0.5 0.4 0.4 0.5 1.4 0.7 0.8 2 1.2 0.2 4.5 21.2 17.7 0.4 0.2 575 0 194 68 79 98 86 161 229 299 500 536 539 355 315 290 349 207 305 1174 245 244 54 43 45 12000 -5464 6 Influencia del balance electrolítico sobre los resultados zootécnicos Las condiciones en que se realizan los ensayos experimentales divergen bastante entre los artículos disponibles en la literatura científica. La composición del alimento, el programa alimentario, la concentración de nutrientes en la dieta, posibles desequilibrios de las dietas, el número de animales, la edad y/o el peso vivo de los lechones, el sexo, el genotipo, las condiciones de alojamiento, el manejo general, la temperatura, etc..., son algunos de los factores que pueden influir en los resultados y condicionar la interpretación de los mismos. Tabla 3. Influencia del balance electrolítico sobre la digestibilidad ileal y fecal de nutrientes y el balance del nitrógeno en cerdos en crecimiento (adaptado de Haydon y West (1990)). Balance electrolítico, mEq/kg Digestibilidad ileal Materia seca Energía Nitrógeno Lisina Metionina Treonina Digestibilidad fecal Materia seca Energía Nitrógeno Lisina Metionina Treonina Balance de Nitrógeno Ingerido, g/d Retenido, g/d Retenido, % absorbido Retenido, % ingerido -50 100 250 400 62.0 63.3 68.9 79.4 75.4 66.9 67.2 68.4 72.8 82.2 78.4 70.3 68.6 69.6 75.4 83.6 76.9 72.3 71.5 72.3 76.1 83.6 79.2 72.4 79.7 77.4 73.3 72.5 63.4 69.1 82.2 80.5 78.0 77.0 67.1 73.6 82.2 80.1 77.2 76.8 66.2 73.1 82.4 80.7 78.2 78.3 70.1 74.5 45.0 23.8 70.8 52 43.8 23.3 67.4 52.9 44.4 24.9 73.0 56.4 43.7 25.8 74.5 58.3 Digestibilidad de los alimentos La información sobre la influencia del BE en la utilización de nutrientes en cerdos no es abundante. Sin embargo, se cree que éste pueda afectar a los resultados dependiendo de las condiciones de realización de los experimentos y de las posibles interacciones con otros componentes de las dietas. 7 En un experimento en el cual el BE varió de –50 hasta 400 mEq/kg, debido a la sustitución del carbonato de calcio por clorato de calcio y bicarbonato sódico, se observó que el BE puede afectar a la utilización digestiva de nutrientes en cerdos en crecimiento (Haydon y West, 1990). La digestibilidad ileal de MS, energía, nitrógeno y principales aminoácidos aumentaron progresivamente con un aumento del BE (Tabla 3). A nivel fecal, también se observó una mejoría de la digestibilidad, aunque estadísticamente no significativa, debido a la interferencia de la flora microbiana del intestino grueso. La retención de nitrógeno también aumentó con el BE, en particular cuando se expresó en función del nitrógeno ingerido y este efecto se debió, sobretodo, a una reducción de la excreción urinaria de este elemento. En lechones alimentados con una dieta de un 10% de polisacáridos no-amiláceos, Dersjant-Li et al. (2001), observaron igualmente una mejoría de la digestibilidad de MS, energía y nitrógeno, al pasar el BE de –100 a 200 mEq/kg. Sin embargo, al aumentar el contenido en polisacáridos no-amiláceos de 10 al 15% en la dieta, se observó exactamente lo contrario. En un ensayo, en el que el BE varió de 130 a 630 mEq/kg, debido a la incorporación de dosis crecientes de bicarbonato sódico o potásico, Patience et al. (1986) tampoco observaron ninguna alteración de la digestibilidad ileal o fecal de la energía, del nitrógeno o de la lisina hasta 440 mEq/kg. No obstante, a 630 mEq/kg se observó una degradación de la digestibilidad. La falta de uniformidad de resultados entre experimentos puede deberse, muy probablemente, a las diferentes condiciones experimentales. Aún así, la representación gráfica de los resultados de digestibilidad ileal (Figura 1), parece indicar que el BE que maximiza la utilización digestiva de los principales nutrientes está comprendido entre 250 y 300 mEq/kg de pienso. Por otro lado, el BE parece también influir favorablemente en la digestibilidad o la retención de ciertos minerales. Asimismo, la retención de calcio y de fósforo aumenta progresivamente cuando el BE pasa de –20 a 163 mEq/kg, mientras que la retención de otros minerales (K, Na, Cl, Mg) no parece responder a este criterio (Patience y Chaplin, 1997). El metabolismo de estos últimos se vería afectado principalmente por el nivel de ingesta y por las interacciones que se pueden producir entre ciertos iones (Golz y Crenshaw, 1990), en particular de potasio y cloruro (Golz y Crenshaw, 1991) y no por el BE de la dieta. 8 90 80 70 60 Energía 50 -100 100 Nitrógeno 300 500 Lisina 700 BE (Na+K-Cl), mEq/kg Figura 1. Influencia del balance electrolítico sobre la digestibilidad ileal de la energía, del nitrógeno y de la lisina en cerdos de engorde (adaptado de Haydon y West (1990) y de Patience et al. (1986)). 800 600 400 200 CMD 0 -50 50 150 250 350 GMD 450 550 BE(Na+K-Cl), mEq/kg Figura 2. Influencia del balance electrolítico sobre el crecimiento y el índice de conversión en lechones recién destetados (adaptado de Golz y Crenshaw 1990, Giesting et al. 1991, Krause et al., 1994 y Mahan et al. 1996). 9 Lechones en post-destete y recría La clave para conseguir buenos resultados productivos en la fase de post-destete reside en que los lechones empiecen a comer pienso lo antes posible y de forma regular, evitando así los períodos de anorexia, los atracones y las diarreas. Por ello, el consumo de pienso es el factor más importante a tener en cuenta en esta fase, porque de él depende el crecimiento y, en consecuencia, el índice de conversión. De todos los datos disponibles sobre la influencia del BE en lechones recién destetados, parece ser que el consumo de alimento aumenta desde los valores de BE más bajos hasta alcanzar un valor máximo cerca de los 350 mEq/kg (Figura 2). El crecimiento sigue una tendencia similar mientras que el índice de conversión disminuye sin que se alcance un valor mínimo. Sin embargo, es de esperar que esto ocurra una vez alcanzado el máximo de consumo de pienso y de crecimiento. El estudio con mayor amplitud de BE y número de tratamientos experimentales (15) ha sido realizado por Golz y Crenshaw (1990), en el que evaluaron los efectos de diferentes niveles de los 3 iones implicados en el BE. Estos autores, llegaron a la conclusión que después del destete, el crecimiento de los lechones responde a un aumento de BE, siendo el máximo de GMD y el mínimo de IC alcanzados alrededor de los 250 mEq/kg. Sin embargo, dentro del rango de 150 a 300 mEq/kg, los resultados podrán ser similares, dependiendo de las condiciones en que se realicen los experimentos o del manejo existente en cada explotación. En lechones en período de pre-engorde, es decir, entre 15 y 30 kg PV, se observa claramente un aumento del consumo de alimento, del crecimiento y una disminución del IC cuando el BE pasa de – 175 hasta cerca de los 250 mEq/kg (Figura 3). A partir de este valor, parece ser que el consumo se reduciría, diminuyendo en consecuencia también el crecimiento (Patience et al., 1987). Asimismo, en las dietas para lechones se podría recomendar que el BE estuviese comprendido entre 200 y 250 mEq/kg. 10 800 4.5 4.0 600 3.5 400 3.0 2.5 200 2.0 GMD 0 -250 IC 1.5 0 250 500 BE(Na+K-Cl), mEq/kg Figura 3. Influencia del balance electrolítico sobre el crecimiento y el índice de conversión en lechones en pre-engorde (adaptado de Patience et al. 1987, Utley et al. 1987, Patience y Wolinetz 1990, Dersjant-Li et al. 2001). En la actual situación de prohibición del uso de antibióticos como aditivos promotores del crecimiento en los piensos, es cada vez más frecuente incorporar ácidos orgánicos (fórmico, láctico, cítrico, propiónico, fumárico, etc....) en su sustitución. El objetivo es hacer bajar el pH del estómago, ayudar a la digestión de las proteínas, controlar la proliferación de la flora microbiana patógena y prevenir la aparición de diarreas, sobretodo en lechones al destete. Para que los ácidos orgánicos sean efectivos hay que vigilar de cerca la capacidad tampón1 de los piensos para lechones, la cual, para evitar el desarrollo de la flora microbiana patógena, debe ser inferior a 750 mEq/kg (ITP, 1992). A primera vista, la utilización de bicarbonato sódico en los piensos parece ser contradictoria con el uso de acidificantes pero en realidad no es así. De acuerdo con una de las ecuaciones de cálculo propuestas (Meschy, 1998), un cambio del BE de 100 a 275 mEq/kg en un pienso con 5.5% de cenizas, equivale a cambiar la capacidad tampón de 580 a 670 mEq/kg, respectivamente. Estos 1 La capacidad tampón corresponde a la cantidad de ácido clorhídrico a añadir a un kg de pienso hasta alcanzar un pH de 3 ó 4 al final de 1 hora a 37ºC. Entre otras, la capacidad tampón de un pienso se puede calcular como CT = [(0.249 + 0.0005 BE (mEq/kg MS) + 0.00575 Cenizas (g/kg MS)] x MS (g/kg) (Meschy, 1998). 11 valores son razonables para un pienso estándar y ambos inferiores al valor de referencia propuesto por el ITP (1992). Dada su naturaleza, la utilización de ácidos orgánicos en los alimentos también aumenta el riesgo de acidosis, de forma que su uso combinado con el bicarbonato sódico permitiría evitar este inconveniente, e incluso mejorar los resultados. La combinación de 2.5% de ácido fumárico y 2.3% de bicarbonato sódico en los piensos para lechones, incrementó la ganancia de peso en post-destete, comparativamente a la utilización de ácido málico o cítrico (Krause et al,. 1994). Resultados similares fueron observados con dietas a base de concentrado de proteínas de soja pero que no se confirmaron en las dietas que contenían caseína o suero de leche (Giesting et al., 1991). Este efecto de asociación entre un acidificante y el bicarbonato sódico podría ser dependiente de otros elementos de la dieta, incluso del propio BE, que no se presenta en ninguno de los artículos anteriormente citados. En cerdos de engorde, la acidificación es menos necesaria y esta sinergia entre el ácido fumárico y el bicarbonato sódico no parece observarse (Krause et al,. 1994). 950 5.50 900 5.00 850 4.50 800 4.00 750 3.50 700 3.00 650 2.50 600 2.00 550 GMD IC 500 1.50 0 100 200 300 BE(Na+K-Cl), mEq/kg 400 500 Figura 4. Influencia del balance electrolítico sobre el crecimiento y el índice de conversión en cerdos en crecimiento e acabado (adaptado de Haydon et al. 1990, Bonsembiante et al. 1993, Krause et al. 1994, Wondra et al., 1995a, Bonsembiante et al. 1998, Medel et al. 1999, Dourmad y Lebret, 2000, Latorre et al. 2000). 12 Cerdos en crecimiento En cerdos de engorde, se observan unas tendencias similares a las anteriormente indicadas para lechones (Figura 4). El consumo de alimento y el crecimiento aumentarían regularmente desde 25 hasta 250 mEq/kg y diminuirían después, en total acuerdo con los resultados de Haydon et al. (1990). El índice de conversión parece verse menos afectado que en el caso de los lechones postdestete, lo que podría deberse a las diferencias de concentración energética de las dietas utilizadas en cada caso. La modificación de la ingestión voluntaria de alimento en respuesta a las variaciones del BE podría asimismo explicar, al menos parcialmente, los efectos observados sobre la velocidad de crecimiento. En el fondo, podría tratarse de un mecanismo de regulación que permitiría limitar los efectos de un alimento demasiado ácido o, a la inversa, demasiado alcalino. Esta misma posibilidad fue estudiada por Yen et al. (1981) en un experimento cuyo objetivo fue limitar el apetito de los animales futuros reproductores mediante la incorporación de cloruro en las dietas. La incorporación de 4% de cloruro de calcio en el pienso provocó una fuerte reducción del consumo y en consecuencia, de la velocidad de crecimiento, mientras que la incorporación de 2% de bicarbonato sódico permitió recuperar el consumo y el crecimiento hasta niveles normales. El aumento de apetito podría ser también la consecuencia de un mejor funcionamiento del trato digestivo. Sin embargo, en otro experimento con cerdos pesados destinados a la elaboración de jamón de Parma y alimentados de forma restringida, Bonsembiante et al. (1993) observaron un efecto positivo de la incorporación de 1.5% de bicarbonato sódico sobre el crecimiento y el índice de conversión. Por tanto, el apetito no sería el único factor explicativo del incremento de los resultados. De ahí, que en las dietas para cerdos en crecimiento y acabado se pueda recomendar un BE comprendido entre 180 y 250 mEq/kg. Cerdas reproductoras La información disponible en la bibliografía sobre la influencia del BE en cerdas reproductoras es bastante escasa. En un ensayo comparativo entre 170 y 270 mEq/kg de BE, Dove e Haydon (1994) no observaron ningún efecto estadísticamente significativo, sobre la mayor parte de los criterios zootécnicos de las cerdas en lactación. No obstante, fueron observadas algunas tendencias positivas a favor del BE de 270 mEq/kg sobre los criterios de consumo de alimento (4.36 vs. 4.45 kg/d), pérdida de peso (–10.2 vs -8.4 kg) y pérdida de espesor de grasa dorsal (–1.1 vs. -0.7mm) durante la lactación. Igualmente, los lechones de las cerdas alimentadas con la dieta de BE más alto pesaron más al destete a los 21 días (5.71 vs. 5.25 kg) y esto con independencia de la época del año. Estos resultados son similares a otros de un estudio de Bonsembiante et al. (1994) en el cual se estudió la 13 incorporación de 1% de bicarbonato sódico en los piensos de gestación y lactación que ya de por sí contenían 0.5% de sal. En gestación, no se observó ningún efecto pero en lactación, se observó un aumento significativo del consumo de alimento (4.1 vs. 4.5 kg), una reducción de la pérdida de peso (-31.8 vs. -25.7kg) y un ligero aumento del peso de los lechones al destete (6.45 vs. 6.74 kg). De confirmarse estos resultados, la incorporación de bicarbonato sódico para aumentar el BE podría ser bastante interesante para las cerdas en lactación, una vez que la satisfacción de los requerimientos nutricionales está condicionada por la baja ingestión voluntaria de alimento, sobretodo en situaciones de estrés térmico por altas temperaturas. Reducción del contenido en proteína de las dietas y el BE Hasta hace poco, el BE no se incluía en las tablas de composición de materias primas y por ello, no se tenía en cuenta en la matriz de formulación, quizás porque los piensos destinados a los cerdos ya presentaban unos valores de BE que no degradaban los resultados zootécnicos. Sin embargo, las condiciones de producción han ido cambiando por razones sanitarias, de bienestar animal o de medio-ambiente y esto obliga interesarse por este parámetro. Entre otros, la necesidad de tener en cuenta el BE en cerdos de engorde viene determinada por la utilización de dietas con bajo contenido en proteína bruta para limitar el riesgo de contaminación medio-ambiental por nitratos. De hecho, está demostrado que el contenido en proteína bruta de las dietas que satisface los requerimientos de los cerdos se puede reducir considerablemente sin que los resultados productivos se vean afectados, gracias al aporte de aminoácidos esenciales sintéticos. Este cambio en los criterios de formulación lleva a reducir la incorporación de granos de proteaginosas o tortas de oleaginosas, en particular de soja. Estas, a su vez, son bastante ricas en potasio (Tabla 2), y una disminución de su incorporación en los piensos lleva obligatoriamente a una reducción del BE de las dietas (Tabla 4). Actualmente, la reducción del contenido en proteína puede realizarse hasta el límite técnico permitido por la utilización de los aminoácidos sintéticos: lisina, metionina y treonina. La previsible reducción del precio del triptófano llevará a un aumento de su utilización en las dietas para porcino y consecuentemente, el contenido en proteína bruta podrá disminuir todavía más, contribuyendo a una nueva disminución del BE de los piensos. En el caso de piensos, cuyos contenidos en aminoácidos no estén balanceados de acuerdo con la proteína ideal, un exceso de aminoácidos sulfurados (metionina y cisteína) con relación a la lisina conlleva a que aquellos sean oxidados, produciéndose ácido sulfúrico que, a su vez, hace disminuir el BE. En el caso de un aporte de proteína equilibrada, también se puede producir un proceso similar 14 desde que el aporte no esté ajustado al potencial de crecimiento muscular de los cerdos o, dicho de otra manera, desde que se verifique un exceso con relación a los requerimientos (Quiniou, 2002). Por otro lado, aumentar el BE en dietas deficientes en lisina parece tener consecuencias benéficas debido a un efecto de ahorro de este aminoácido y que se produciría a raiz de la incorporación de bicarbonato sódico en las mismas (Mabuduike et al., 1980). Este efecto podría sin embargo, estar condicionado por el contenido en triptófano de los piensos (Patience et al., 1984). Cuando no se observa aquella deficiencia, este efecto de ahorro de la lisina es substancialmente menos importante y puede inclusivamente llegar a ser negativo (Golz e Crenshaw, 1985). Según Forsberg et al. (1984), este efecto benéfico del aumento del BE en dietas deficientes en lisina seria un consecuencia de una influencia a corto y medio plazo del bicarbonato sódico sobre el transporte, catabolismo y/o incorporación de la lisina en la proteína muscular. Tabla 4. Influencia de la reducción del contenido en proteína bruta de la dieta sobre el balance electrolítico y el nivel de incorporación de bicarbonato sódico necesario para reponer es mismo BE (adaptado de Quiniou, 2002). Crecimiento Control - Guisantes - Soja 48 Ingredientes Torta de soja 48% PB Guisantes 21% PB Trigo Salvado de trigo Aceite de soja Melaza de caña L-Lisina HCl DL-Metionina Treonina Triptófano Sal Fosfato bicálcico Carbonato de cálcio Corrector mineral y vitaminas Análisis químico Proteína bruta, g/kg Lisina digestible, g/kg Energía neta, MJ/kg B. electrolítico, mEq/kg Bicarbonato sódico, g/kg *1 Acabado Control - Guisantes - Soja 48 115.0 140.0 584.3 80.0 15.0 30.0 2.0 0.7 1.0 3.0 7.0 17.0 5.0 115.0 724.7 80.0 12.0 30.0 3.9 0.6 1.3 3.0 7.5 17.0 5.0 60.0 783.0 80.0 6.0 30.0 5.5 0.9 2.0 0.2 3.0 7.8 17.0 5.0 67.0 140.0 563.0 150.0 15.0 30.0 2.1 0.5 0.8 3.0 6.0 18.0 5.0 67.0 703.0 150.0 12.0 30.0 4.0 0.5 1.2 3.0 6.5 18.0 5.0 30.0 753.0 140.0 7.0 30.0 5.1 0.6 1.7 0.1 3.0 6.8 18.0 5.0 164.0 8.35 9.75 183 - 153.0 8.38 9.76 149 2.8 136.0 8.35 9.75 115 6.0 150.0 7.37 9.62 174 - 139.0 7.40 9.62 140 3.0 127.0 7.39 9.62 116 5.0 * 1 Cantidad de bicarbonato sódico que es necesario añadir a los piensos de crecimiento y acabado, respectivamente, para conseguir un BE similar al de los piensos control. 15 Influencia del bicarbonato sódico sobre la calidad de la canal y de la carne En un experimento realizado en Francia, en el cuál fue evaluada la incorporación de bicarbonato sódico y el consiguiente aumento del BE de los piensos, pudo observarse una mejoría significativa de la calidad de la canal (Dourmad y Lebret, 2000). Comparativamente a los animales del tratamiento control (BE: 150 mEq/kg), los cerdos alimentados con 0.5 y 1.0% de bicarbonato sódico (BE: 210 y 270 mEq/kg presentaron un rendimiento en carne magra superior (59.1, 61.0 y 61.3%). Igualmente, el peso de la grasa de riñonada (1.43, 1.37 y 1.13 kg) y las pérdidas de agua por oreo en el despiece (7.1, 5.7 y 6.1%) fueron favorables a los tratamientos con bicarbonato sódico. Los demás parámetros no fueron afectados por los tratamientos alimentarios. En otro estudio realizado en España, no se observaron diferencias en estos parámetros, pero se observó un mejor rendimiento de canal (75.0, 76.4, 75.2 y 75.5 %) y una mayor superficie del jamón (29.1, 30.8, 29.8, 31.1 cm2) con los tratamientos que llevaban bicarbonato sódico (0, 0.25, 0.5 y 0.75 %; Latorre et al., 2000). Sin embargo, ni el porcentaje de carne magra, ni el espesor de grasa dorsal fueron afectados y los efectos precedentes podrían ser una consecuencia directa de un mayor peso vivo sacrificio de los cerdos de los tratamientos con bicarbonato sódico. En estudios realizados en Italia, tampoco se observaron diferencias de calidad de la canal o de las piezas cárnicas en cerdos ligeros (Bonsembiante et al., 1998) o pesados destinados a la fabricación de jamón de Parma (Bonsembiante et al., 1993) alimentados con piensos conteniendo bicarbonato sódico. En este último caso, se observó un mayor porcentaje de músculo y una reducción del contenido en grasa al despiezar la paleta. Sin embargo, esto no se pudo confirmar en el despiece de las otras piezas cárnicas. La generalización del uso de cerdos hipermusculosos conllevó al aumento de las carnes PSE (pálidas, blandas y exudativas). Éstas resultan de una disminución excesiva del pH post-mortem, debido a una fuerte glicólisis muscular, particularmente en cerdos sensibles al stress o portadores del gen de sensibilidad al halotano. Un cambio en las condiciones previas al sacrificio, en particular la aplicación de bicarbonato sódico en el agua de bebida (12.6g/L) parecen evitar ese descenso tan rápido de pH, mejorando la calidad de la carne en los cerdos sensibles al stress (Ahn et al., 1992; Boles et al, 1994). Del mismo modo, también la aplicación post-mortem de una solución de bicarbonato sódico por vía endovenosa (Van Laack et al., 1998) o intramuscular antes del rigor mortis (Kauffman et al., 1998), parece prevenir ese descenso brusco de pH, reduciendo las pérdidas de agua por oreo y mejorando incluso el color de la carne. Finalmente, el uso de una solución con bicarbonato sódico puede reducir los aromas y sabores atípicos en la carne de animales adultos y minimizar su detección por parte de los consumidores (Sindelar et al., 2003). 16 El balance electrolítico y las úlceras gástricas Las úlceras gastro-esofágicas constituyen un problema grave en porcinocultura, ya que en general presentan entre 10 y 17 % de incidencia en cerdos de engorde (Eisemann et al., 2002). En un estudio reciente realizado España se observó hasta un 27% de lesiones gástricas, siendo 12% clasificadas como lesiones ulcerativas (Ramís et al., 2004). Este tipo de lesiones parece producirse como consecuencia del reflujo del ácido y jugos biliares para la región pars esophagea (Cole et al., 2004) en una situación de pH inferior a 4.0 (Lang et al., 1998). No obstante, hay toda una serie de factores predisponentes: forma física y composición del pienso, nivel alimentario, stress, etc... (Eisemann y Argenzio, 1999). Los alimentos granulados, con poca fibra y molidos finamente son efectivamente un factor de riesgo (Wondra et al., 1995b), sobretodo si están asociados a un BE demasiado bajo (Royer y Granier, 2004). En un pienso a base de trigo y torta de soja finamente molido (0.35mm) y con un BE de 134 mEq/kg, la incorporación de 1% de bicarbonato sódico aumentó el BE hasta 222 mEq/kg y reduce significativamente la incidencia de úlceras (Wondra et al., 1995a). Sin embargo, en un alimento a base de maíz y molido menos fino (0.49mm), no observan diferencias de ulceración o queratinización del estómago al pasar el BE de 177 a 399 mEq/kg con la incorporación del bicarbonato sódico. En otro estudio, también se observaron resultados positivos sobre la gravedad de las úlceras con la utilización de 1% de bicarbonato sódico en un alimento a base de maíz y soja (Sorrel et al., 1996). Sin embargo, este efecto desapareció cuando el mismo alimento se suplementó con aceite. A pesar de no ser estadísticamente significativo, también Dourmad y Lebret (2000) observaron una ligera reducción en la escala de gravedad de las úlceras con un pienso suplementado con el 1% de bicarbonato sódico. La adición de sales alcalinas al pienso podría contribuir a tamponar el pH del estómago en la zona da pars esophagea y asimismo prevenir la formación de úlceras. Este mismo efecto podría también conseguirse incorporando bicarbonato sódico al agua de bebida (Ange et al., 2000; Cole et al., 2004). El balance electrolítico y los defectos de aplomos Un exceso de iones cloruro produce acidosis metabólica, perjudicando el proceso de calcificación de los huesos en formación (Dourmad y Meschy, 1998). En cerdos pesados destinados a la producción de jamón de Parma, Tarocco (1992) observó que aquellos que consumían un alimento con 0.43% de bicarbonato sódico presentaban menos problemas de aplomos y de lesiones osteocondríacas de la escápula y del húmero que los alimentados con 0.3% de sal. Estas observaciones, en cierto modo, confirman la mejora de resistencia ósea observada por Van del Wal et al. (1986) quienes, no 17 obstante, no observaron ningún efecto sobre las lesiones osteocondríacas. Por otro lado, en cerdos Duroc seleccionados en cuanto a fragilidad ósea de las piernas y alimentados con una dieta a base de maíz y soja, no se observó ninguna influencia sobre este tipo de lesiones al sustituir la sal por el bicarbonato sódico (Ernst et al., 1990). El tipo de cerdos o las diferentes condiciones experimentales podrían ser responsables de las diferencias de resultados observadas y según Budde y Crenshaw (2003), los huesos tampoco se desmineralizan para compensar el exceso de cloruro. Conclusiones El suministro de sodio en los piensos para porcino debe ser razonado en función de los requerimientos, que a su vez dependen del estado fisiológico y también del balance electrolítico de la dieta. En la formulación de los piensos, esto es fácilmente realizable introduciendo el balance electrolítico en la matriz de formulación. En los cerdos en crecimiento, los mejores resultados productivos se obtienen con valores de BE comprendidos entre 200 y 250 mEq/kg de pienso. Valores más bajos o más elevados de BE conducen a resultados inferiores, sobretodo en situaciones de temperatura elevada. Estos mismos valores de BE parecen ser los adecuados para las cerdas reproductoras. Los resultados obtenidos en lechones, sobretodo inmediatamente después del destete, parecen indicar que un BE más elevado (250 mEq/kg) sería más favorable. Sin embargo, dado el incremento del uso de ácidos orgánicos en los piensos para este tipo de cerdo, sería conveniente estudiar las interacciones y sinergias que puedan producirse antes de establecer unas recomendaciones definitivas. Por otro lado, la tendencia hacia la utilización de piensos con bajo contenido en proteína, suplementados con aminoácidos sintéticos para reducir el riesgo de contaminación medioambiental, conlleva a un descenso del BE y un riesgo de disminución de los resultados productivos, por lo que conviene corregir el BE mediante la incorporación de bicarbonato sódico. Como tal, la aplicación de bicarbonato sódico en los piensos para porcino en España puede contribuir a mejorar la productividad y, en consecuencia, mejorar la competitividad del sector porcino español. 18 Recomendaciones de uso del bicarbonato sódico en cerdos: El balance electrolítico (BE) del alimento debe situarse entre: Lechones post-destete: 200-300 mEq/kg Lechones pre-engorde: 200-250 mEq/kg Cerdos en crecimiento: 180-250 mEq/kg Cerdas reproductoras: 200-270 mEq/kg Limitar el uso de cloruro sódico hasta la satisfacción de los requerimientos de cloruro Complementar los requerimientos de sodio incorporando bicarbonato sódico (2,5-10 g/kg) Referencias bibliográficas AHN D.U., PATIENCE J.F., FORTIN A., McCURDY A.; 1992. The influence of pre-slaughter oral loading of acid or base on post-mortem changes in Longissimus dorsi muscle of pork. Meat Sci., 32: 65-79. ANGE K. D., EISEMANN J. H., ARGENZIO R. A., ALMOND G. W., BLIKSLAGER A. T.; 2000. 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