Ferrer i Guàrdia y la psicopedagogía actual

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FERRER I GUÀRDIA
Y LA PSICOPEDAGOGÍA ACTUAL
Francesc Ferrer i Guàrdia /
Lluís Maruny i Curto
La obra ferreriana contiene antedentes claros de los procesos de construcción del conocimiento que, décadas
después, defendieron corrientes como el constructivismo de Piaget, la concientización de Paulo Freire o la
investigación sobre lectoescritura de Ana Teberovsky. Las ideas de Ferrer i Guàrdia siguen dando frutos,
pero estamos lejos aún de vencer en la lucha contra el conformismo o el autoritarismo en la escuela.
LLUÍS MARUNY I CURTO
Psicólogo de la Educación.
92 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº391 JUNIO 2009 } Nº IDENTIFICADOR: 391.024
opinión
“Seguiremos atentamente los trabajos de los sabios que estudian al
niño, y nos apresuraremos a buscar
los medios de aplicar sus experiencias
a la educación que queremos fundar,
en el sentido de una liberación cada
vez más completa del individuo”.
Francesc Ferrer i Guàrdia, en La
Escuela Moderna.
“La enseñanza racionalista ha de
situar al niño en la vía amplia y directa de la investigación personal”.
Francesc Ferrer i Guàrdia: frase grabada
en el monumento a Ferrer, en Bruselas.
Francesc Ferrer i Guàrdia (1854-1909)
no sólo generó uno de los primeros movimientos educativos globales, alternativos
a la escuela religiosa tradicional, sino que
estuvo entre los primeros en situar al
alumno como sujeto activo de su propia
educación. También precursor en situar
el estudio de las características psicológicas de los niños, como fundamento de
la pedagogía.
A semejanza de las Escuelas Laicas,
creadas por Bartolomé Gabarró Borrás
entre 1882 y 1897, la Escuela Moderna
(a partir de 1901) se difundió rápidamente por todo el territorio nacional, apoyada por los movimientos de librepensadores y por los incipientes Ateneos Obreros.
Sin embargo, a diferencia de aquellas, la
Escuela Moderna desarrolló un auténtico
corpus pedagógico en cuanto a las ideas,
a los materiales y a las aportaciones didácticas. Ferrer i Guàrdia no construyó
una escuela modélica o experimental,
sino una propuesta de escuela para que
se ensayara en todas partes. Para ello fue
fundamental la creación de una editorial
desde la que se difundieron materiales y
libros didácticos pero, más importante
todavía, un Boletín casi mensual con aportaciones didácticas, análisis de las experiencias que se iban produciendo, criterios
pedagógicos, etc. El material editado tuvo
tanta repercusión como la propia escuela original de Ferrer i Guàrdia. No sólo
en España, sino en toda Europa, América
(EEUU, Brasil, Uruguay, Argentina…) y en
Filipinas.
Las ideas más fructíferas
En el contexto nacional y mundial, fuertemente polarizado, en el que surgió la
Escuela Moderna, los aspectos ideológicos y las circunstancias, especialmente el
injusto fusilamiento de Ferrer i Guàrdia,
marcaron decisivamente la experiencia.
Quizás ahora podamos verla con mayor
perspectiva y reconocer algunas de sus
ideas pedagógicas más fructíferas.
En primer lugar, recordemos que en
1900 el nivel de analfabetismo en España
era del 52’04%, más de once millones y
medio de españoles iletrados. En 1920
apenas había disminuido: 43’74%. Tan
grave como el analfabetismo, en aquella
España, era la insalubridad y la miseria de
las condiciones de vida en los barrios
populares. En cada Boletín (de la Escuela
Moderna), el primer catedrático de Pediatría de Barcelona, Andrés Martínez Vargas, publicaba un apartado sobre higiene
y salud infantil y recomendaciones médicas y psicológicas para un desarrollo infantil sano. El juego y el ejercicio físico al
aire libre, las excursiones, etc. eran tan
habituales en la escuela como la vigilancia
sobre la limpieza y salud de los alumnos.
Paul Robin, considerado el creador de
la primera experiencia renovadora de la
educación europea, en su orfanato de
Cempuis, al norte de París, y un precedente claro del movimiento de Escuela
Nueva, había establecido la coeducación:
niños y niñas en la misma aula, algo
completamente insólito en el contexto.
Ferrer i Guàrdia fue más allá: no solo
coeducación de género, sino de clases
sociales: estableció una cuota escolar
desigual, proporcionada a los ingresos
familiares. Sostenía que esa convivencia
interclasista era el mejor medio para reconocer la desigualdad y su injusticia. Y
lo hizo efectivo porque no sólo acudieron
a su llamada los hijos de los trabajadores
más conscientes, sino muchos hijos de
librepensadores acomodados. Ferrer había conocido a Paul Robin durante su
estancia en París (1885-1889), antes de la
creación de la Escuela Moderna. Robin
era también un defensor de los derechos
de las mujeres y creó el primer dispensario de anticonceptivos, además de introducir la educación antiautoritaria -sin
castigos ni premios escolares- e integral,
combinando el aprendizaje intelectual
con la actividad manual. Fue un colaborador constante en el Boletín de la Escuela
Moderna, intercambiando experiencias y
aprendizajes.
Ferrer i Guàrdia, recoge con firmeza la
igualdad de género: “La mujer no debe
estar recluida en el hogar. Su radio de
acción debe dilatarse más allá de las
paredes de su casa y debería alcanzar a
donde llega y termina la sociedad… Los
conocimientos (de las mujeres) deberían
ser, en cantidad y calidad, los mismos
que al hombre se proporcionan”.
Y desarrolla el tema de la educación
integral, entendiéndola como la combinación del desarrollo intelectual con el
desarrollo físico, ético, estético y emocional. Pero, sobre todo, Ferrer i Guàrdia
pone el acento en lo cognitivo: “el aprendizaje –ahora añadiríamos “significativo”se adquiere a través de la actividad física
y mental del propio alumno...” El objetivo
de la educación es enseñar a pensar por
sí mismos: el segundo lema de la Escuela
Moderna dice: “no hay verdades; ayudemos a los alumnos a encontrar sus propias
verdades”. O, también: “El objeto de
nuestra enseñanza es que el cerebro del
alumno ha de ser el instrumento de su
voluntad”. Dicho de otro modo, el objetivo de la educación es enseñar a pensar
y no enseñar lo que hay que pensar.
Ferrer i Guàrdia no construyó
una escuela modélica o
experimental, sino una
propuesta de escuela para que
se ensayara en todas partes
Ese acento en la actividad física y mental del alumno será un tema constante en
las reflexiones de Ferrer i Guàrdia. En su
libro póstumo La Escuela Moderna, afirma:
“La instrucción, por sí misma, no tiene
ninguna utilidad para el niño. No comprende por qué le enseñamos a leer,
escribir y le llenamos la cabeza de física,
geografía o de historia… el niño tiene
una necesidad atávica de trabajo…organizad la tarea a su alrededor, mantened
en el niño la disciplina lógica y legítima y
se llegará fácilmente a una educación
completa, fácil y saludable… Basta con
haber vivido un poco la vida del niño para
saber que un deseo irresistible le empuja al trabajo (…) el juego no es sino otra
forma de trabajar”.
{ Nº391 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA.
93
Ferrer afirma, ya en el primer Boletín,
su convicción de que sacaremos cerebros
vivos capaces de reaccionar, que “las
inteligencias de nuestros educandos, cuando se emancipen de la racional tutela de
nuestro centro, continuarán enemigas de
los prejuicios, serán inteligencias sustantivas, capaces de formarse convicciones
razonadas, propias, suyas, respecto a todo
lo que sea objeto de pensamiento”. Añade asimismo, que su propuesta consiste
en dar a los alumnos “vitalidad cerebral
propia”. La Escuela Moderna, dice, “excitará, desarrollará y dirigirá las aptitudes
propias de cada alumno”. En última instancia, la Escuela Moderna aspira a que
sus alumnos alcancen a ser “personas instruidas, verídicas, justas y libres de cualquier prejuicio”. Un heredero de la notable influencia de la Escuela Moderna, en
Brasil, Paulo Freire, expresaba esa misma
idea y actitud: “enseñar exige respetar
los saberes de los alumnos”.
Sin duda, estos podrían ser principios
del constructivismo psicopedagógico desarrollado a partir de las investigaciones
de Piaget.
Sin embargo, Ferrer no podía avanzar
más: “Esto no quiere decir que abandonemos al niño, en sus comienzos educativos, a formarse los conceptos por cuenta propia… El procedimiento socrático es
erróneo si se aplica al pie de la letra. La
misma constitución de la mente, al comenzar su desarrollo, pide que la educación, en esa primera edad de la vida,
tenga que ser receptiva”.
Pero, para nosotros, que tuvimos la
excitante oportunidad de conocer las investigaciones de Ana Teberosky y su grupo, sobre el aprendizaje de la escritura,
o las de Isabel Solé y su grupo, con relación a la lectura, y de ponerlas en juego
en la práctica psicopedagógica en muchas
escuelas de Girona, ha sido emocionante
rastrear en la obra ferreriana antecedentes claros de esos hallazgos posteriores.
La sorpresa en el proceso de
lectoescritura
Así, ya en el nº 2 del Boletín, correspondiente a noviembre de 1901, sólo un
mes después de iniciar la primera Escuela
Moderna, comenta un hecho insólito que
se produce en el aula de la clase infantil.
Habían organizado a los alumnos en tres
niveles por sus conocimientos previos, al
margen de la edad que tuvieran. La “cla94 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº391 }
se infantil” era el primer nivel; en éste se
consideraba previo la alfabetización, y
Ferrer explica que: “Se ha producido un
hecho que a la vez nos ha complacido
mucho y nos ha alarmado no poco: muchos niños de la clase infantil nos han
pedido con insistencia que les enseñáramos a leer… esperamos una semana… y
por último cedimos creyendo que cuando
un niño manifiesta deseos de aprender
es útil comenzar las lecciones”.
Un precursor en proponer a sus
alumnos la escritura de textos
personales para relatar sus
experiencias escolares; y en
destacar la importancia de la
correspondencia escolar
La sorpresa, quizás el desconcierto, al
ver que los alumnos planteaban algo
imprevisto, relacionado con el aprendizaje de la lectura, se resuelve de forma
coherente con el planteamiento general:
ajustándose a los intereses –y a los saberes– de los alumnos. Cuando nosotros
empezamos a plantear la introducción de
actividades de escritura y de lectura ya
con los párvulos de tres años, recogiendo
sus ideas y permitiendo su expresión,
tropezamos con la misma sorpresa por
parte de los maestros… y la misma naturalidad e interés por parte de los alumnos.
Por supuesto, Ferrer ignoraba la génesis de la construcción de la escritura en
el niño, pero tenía opiniones firmes: “La
enseñanza inicial de la lectura y la escritura se da mal en las tres cuartas partes
de las escuelas; dada a altas dosis por los
métodos más lentos, más enervantes,
menos eficaces...” Y aplaude los métodos
empleados por Gallet (Bélgica) y Javal
(Francia) de los que dice que se caracterizan por “acercarse lo más posible a los
procedimientos espontáneos seguidos
por el niño para aprender su lengua materna”. Su Cartilla para el aprendizaje de
la lectura y de la escritura, recoge elementos interesantes; presenta alfabetos
completos, minúsculas y mayúsculas, con
distintas formas caligráficas frecuentes.
Inmediatamente palabras con sentido y
enseguida textos sencillos.
Ferrer recomienda en ese mismo número, para la lectura, el siguiente proceso: “conocer las letras, primero las labiales asociadas a cada vocal; las dentales,
guturales, sibilantes, líquidas y dobles o
compuestas… leer todas las sílabas”.
Y, en cuanto a la escritura, afirma: “recomiendo eficazmente a los profesores
que dejen a los niños perfectamente libres
de entregarse a los impulsos de su carácter individual, limitándose a obtener de
ellos seguridad, limpieza y claridad, en
vez de perder el tiempo queriendo dar a
todos el mismo sistema de escritura. En
este punto como en todos, debe cederse la parte principal a la originalidad, la
cual puede ser dirigida, pero jamás comprimida ni sofocada”. Esto se traduce en
primar la inteligibilidad sobre los aspectos
caligráficos; la originalidad sobre las aburridas copias de textos, la expresión del
propio pensamiento personal sobre los
ejercicios repetitivos. En la segunda edición de su Cartilla Filológica, Ferrer evalúa los resultados obtenidos con la primera edición: “como habíamos previsto,
los niños aprenden a hablar, a saber y a
pensar, al mismo tiempo”. Fue un precursor, también, en proponer a sus alumnos la escritura de textos personales para
relatar sus experiencias escolares; y en
destacar la importancia de la correspondencia escolar, a la que dedicó una publicación específica.
Las propuestas de Ferrer tienen mayor
mérito si consideramos el contexto escolar
de la época. La enseñanza Primaria, por
lo que se refiere a la escritura, se orientaba
fundamentalmente a formar escribientes,
no escritores. En aquella época, las oficinas
administrativas, bancarias, empresariales,
etc. estaban repletas de trabajadores cuya
misión consistía en repetir innumerables
copias de toda clase de documentos. Ese
era el objetivo primordial de la educación
básica: repetir machaconamente palabras
y textos sin otro sentido que el de ejercitar
la caligrafía, la única escritura prevista: copiar indefinidamente, con rapidez, limpieza y buena letra, toda clase de textos legales o empresariales. La letra “clara y
elegante” era tan importante como la
velocidad, la ausencia de errores y la limpieza del resultado. Y, desde luego, el
contenido no tenía variaciones posibles.
En los tiempos de Ferrer i Guàrdia, las
máquinas de escribir ya se habían inventado, pero apenas empezaban a generalizarse. Los escribientes tenían, desde luego,
enfermedades profesionales: calambres
opinión
en los dedos, manos o antebrazos. Muchos
años después de que ese oficio se transformara con la mecanización, aquí seguíamos aprendiendo con métodos para escribientes y no para escritores, caligrafía,
pero no escritura. Algo de lo que Ferrer
ya abominaba.
Al rendirle homenaje en el
centenario de su ejecución, no
podemos más que reconocer
cuán lejos estamos todavía de
alcanzar el éxito en la lucha que
él, y muchos más, iniciaron contra
el conformismo y las rutinas
Por otra parte, Ferrer sentía el mayor
interés por las ciencias, en una época de
cambio de paradigmas y desarrollo científico y tecnológico. Odón de Buen, catedrático de la Universidad de Barcelona,
naturalista y creador de la oceanografía,
es un colaborador constante del Boletín.
Por cierto, de Buen fue expulsado de la
universidad de Barcelona, por su defensa
del evolucionismo. En ciencias, la propuesta de Ferrer es más explícita: “no se
trata de hablar durante cierto tiempo
sobre un asunto, sino de que reflexionen
los niños sobre las cosas que se les quiera enseñar y de hacerles decir cuanto
puedan descubrir por su propia experiencia”. Comenta así la forma de trabajar
con los alumnos del grado medio: “se les
anima a trabajar, por medio de lecturas
y experimentos de todo tipo, no interviniendo el maestro si no es para guiarlos,
sin enseñar nada directamente; (…) sus
elementos de estudio los sacarán de la
Biblioteca y de las colecciones de materiales que tienen a su disposición”. Hay
una nota sorprendente que indica su interés por los avances tecnológicos: en el
último Boletín de la Escuela Moderna,
hecho en Bruselas el primero de mayo de
1909, anuncia un debate, La cinematografía en la enseñanza: apenas en 1906
había aparecido el primer largometraje
(Meliés) y en 1908, el primer noticiario
filmado (Charles Pathé). Entre los colaboradores habituales del Boletín, figuran
científicos muy destacados de la época:
el geógrafo Reclus, el astrónomo Flam-
marion, el biólogo Haeckel, el químico
orgánico Berthelot, y muchos más.
Respecto a los exámenes y formas de
evaluar, dice: “no tienen por objeto poner
a prueba el mérito del maestro… se dirigen a que el maestro juzgue lo que los
discípulos han adquirido seriamente en
el curso del trimestre, especialmente
desde el punto de vista de su inteligencia:
¿han aprendido a observar? ¿comienzan
a saber sacar algunas deducciones justas
de sus observaciones? ¿Manifiestan el
gusto por sus estudios?”
Hacia el final de su vida, en Bruselas,
al constituir la Liga Internacional para la
Educación Racional, afirma desde el primer apartado: “la educación de la infancia debe fundamentarse sobre una base
científica y racional… la instrucción debe
ir acompañada del desarrollo de la inteligencia…” y culmina su declaración de
principios afirmando que “es preciso,
especialmente en la educación de la primera infancia, que los programas y métodos se adapten lo mejor posible a la
psicología del niño”.
Su amigo Decroly, autor de Études de
Psicogenèse y de La Psychologie de
l’enfant –publicadas póstumamente, en
1948– compartía esta idea, así como Maria
Montessori, ayudante de la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Roma y de
la Clínica Ortofrénica, para deficientes.
Maria Montessori publicará en 1953 La
mente absorbente del niño. Justo antes
de que Piaget fundara el Centro Internacional de Epistemología Genética, en
Ginebra (1955), y abriera las puertas a una
revolución pedagógica, todavía en curso,
para basar la enseñanza en el razonamiento propio de las distintas etapas del desarrollo infantil. También Freinet compartía esa opción psicopedagógica, con la
que fundamentó el movimiento internacional de la Escuela Nueva, recogiendo
las principales ideas de Ferrer i Guàrdia
en su propuesta racionalista internacional.
Las ideas pedagógicas de Ferrer i Guàrdia, y de tantos otros, siguen fructificando
a través de distintas vías. Sin embargo, al
rendirle homenaje en el centenario de su
ejecución, no podemos más que reconocer cuán lejos estamos todavía de alcanzar
el éxito en la lucha que él, y muchos más,
iniciaron contra el conformismo, las rutinas,
el adultocentrismo o el autoritarismo en
la escuela. Lejos, todavía, de que nuestros
alumnos “aprendan a hablar, a saber y a
pensar al mismo tiempo”. Y a escribir,
leer, calcular, investigar… pensando.
para saber más
X La Fundació Ferrer i Guàrdia conserva la
biblioteca de Ferrer y las publicaciones de
la Editorial, incluyendo la serie completa
del Boletín de la Escuela Moderna. Calle
Avinyó, 44, 08002 Barcelona.
http://www.laic.org
X La Biblioteca Archivo Ateneo Enciclopédico
Popular contiene, asimismo, mucha bibliografía sobre Ferrer y la Escuela Moderna,
así como sobre Bartolomé Gabarró y las
Escuelas Laicas. También información muy
completa sobre el contexto social de la
época, librepensamiento y anarquismo.
http://www.ateneuenciclopedicpopular.
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