MIGUEL DELIBES - Sagrado Corazón

Anuncio
MIGUEL DELIBES
El reino de los cielos es semejante a un rey... qué rey ni qué niño muerto, una cosa que me
he preguntado mil veces, Mario, cariño, si a ti la Monarquía no te daba frío ni calor, ¿a santo de
qué armaste el trepe que armaste con Josechu Prados? Porque no me digas a mí, que a
Josechu, a bueno, no le gana nadie, de una familia de aquí, de toda la vida, figúrate los Prados,
conocidísimos, que hizo la guerra en primera línea, honrado a carta cabal, ¿a qué ton dar la
nota? ¿Por qué buscarle las vueltas? Al fin y al cabo si él era el jefe de mesa o como se
llame, a ti qué te iba ni te venía, con su pan se lo coma, él era el responsable, ¿no? Bueno,
pues tú que nones, que a contar, uno por uno y a contar, que ni sé cómo tuviste valor después
de la prueba de confianza, tú dirás, que si te eligieron fue como persona representativa, pero tú
ya fuiste a regañadientes, Mario, y con ganas de alborotar, eso no hay quien me lo saque de la
cabeza. Y si a Josechu le da por decir que el noventa por ciento de "síes", el cuatro de "noes" y
el seis de abstenciones, en blanco o como se diga, pues bueno, él era el jefe, ¿no?, que diga
misa si quiere, ¿qué te importaba a ti, al fin y al cabo? Pero no, es lo mismo que el lechazo de
Hernando de Miguel, o la gresca con Fito, el espíritu de la contradicción, cariño, es tu sino,
porque si, en definitiva, aquello no te gustaba, que tampoco había para tanto me parece a mí,
pudiste decirlo de buenas maneras, con educación, pero nunca pasar a mayores, haciéndoles
cara, que si tú dices "no me gusta pero acepto la decisión de la mayoría", pues todos
contentos, fijo, que después de todo, ésa es la democracia si no te he entendido mal. "No
puedo prestarme a eso", así, a boca llena, con mayúsculas, hijo, como en tus libros, para que
se oyera bien, que se entere hasta el apuntador, que si no dices las cosas a voces, revientas,
como yo digo, y dale con que a contar y a contar, y si no contamos, no hay acta , el chantaje,
qué bonito, que siempre has sido un hombre disparatado, Mario, y a ti lo que te gusta por vivir
es meter bulla, desafiar a la ciudad, aquí estoy yo, y aunque todos digáis blanco, yo digo negro,
pues porque sí, porque se me antoja, que te tengo muy calado. Y no es eso, Mario, calamidad,
que para vivir en el mundo hay que ser más flexible, tener un poquito de correa, que mucho
predicar tolerancia y después hacéis lo que os da la realísima gana, porque, después de todo,
sí tú hubieras sido un republicano de toda la vida, un republicano cien por cien, vaya, me lo
explico, pero si te has pasado la vida diciendo que República y Monarquía no son más que
palabras, y que tanto daba la una como la otra y que lo importante es lo que hubiera debajo, ¿a
qué ton dar la campanada de no firmar el acta? ¿Por qué hacerle un feo semejante a Josechu
Prados que nunca tuvo con nosotros más que atenciones? No tiene sentido, convéncete, que
aquello fue garrafal, que dice Vicente Rojo que el pobre Josechu llegó al Círculo
descompuesto, blanco como la pared y que tartamudeaba al hablar y todo, para haberle dado
algo, qué horror, acuérdate de su padre, una hemiplejía, que se pasó media vida en un sillón
de ruedas, pobre señor, todo porque una criada le soltó cuatro frescas. Hay que andarse con
más cuidado, Mario, tonto del higo, que por las bravas no se va a ninguna parte, convéncete, y
hay que vivir en el mundo, que Josechu, muy buena persona, pero también tiene su orgullo, a
ver, somos humanos, y te la guardó, acuérdate de lo de la casa, por las buenas un alma de
Dios, pero que no se te ocurra llevarle a contrapelo, si es de cajón. ¿Sabes lo que dijo la otra
noche Higinio Oyarzun y mira que ya ha llovido? Pues dice que dijo, Josechu, ¿comprendes?,
que eras un puritano pero que aquel día no te partió la cara, como te lo digo, en atención a la
amistad que sus padres tuvieron con los míos, date cuenta, el bochorno, que no sé cómo te las
arreglas pero, por fas o por nefás, te has cargado a la ciudad entera, cariño, que ésa es la
herencia que me dejas, tú dirás, ahora, si no fuera por papá, una pensión, a ver, la viudedad ni
para el piso, que ésa es otra cosa que está mal, yo misma lo comprendo. Me haces gracia con
eso de que con la verdad por delante se va a todas partes, me río yo, que contigo no hay
razones, porque ¿quieres decirme dónde has ido tú cariño?, coche todo el mundo y tu mujer, a
patita, es que no tienes ni dónde caerte muerto, ¡válgame Dios! una cubertería de alpaca a
todo tirar, que hasta vergüenza me da el decirlo. ¿Crees tú que eso es vida? Con la mano en el
corazón, Mario, ¿crees tú que habrá muchas mujeres que hubieran aguantado este calvario! Te
digo mi verdad, pero el que no lo reconozcas es lo que peor llevo, que en veintitrés años de
matrimonio que se dice pronto, no hayas tenido una sola palabra de gratitud, porque había
otros hombres, Mario, y tú lo sabes, que no me faltó dónde elegir, y aún les hay si me apuras,
que después de casada no me hubieran faltado proporciones, y si yo te contase, que éste es el
chiste, pero como una es una mujer de su casa, una mujer como debe ser, vosotros a
descansar, que eso es lo que explotáis los hombres; la bendición, un seguro de fidelidad, como
yo digo, habéis comprado una fregona, una mujer que de dos os saca cuatro, ¿qué más vais a
pedir? Así es muy cómodo, que, mientras, vosotros, ¡hala!, todo el monte es orégano, lo que os
da la gana. Como eso de que llegaste al matrimonio tan virgen como yo, mira, guapín, eso se
lo cuentas a un guardia, una bola así, y venga, "no me lo agradezcas, fue ante todo por
timidez", ¡qué timidez ni qué ocho cuartos!, como si no os conociéramos, los hombres, todos
iguales, ya se sabe, que tú, dale, con que tus torpezas eran la mejor demostración, ¡música
celestial!, que lo que pasa es que entre una perdida y una decente todavía hay distancia, y, en
el fondo, todavía queda algo digno en vosotros y es lo que sale a flote cuando os casáis, ni
más ni menos, ni menos ni más. ¡Virgen tú! Pero ¿es que crees que me chupo el dedo, Mario,
cariño? Y no es que yo vaya a decir que tú seas un vicioso, que eso tampoco, pero, vamos,
algún desahogo de vez en cuando...
Cinco horas con Mario
Descargar