La línea mágica de la calle de Alcalá

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La línea mágica
de la calle de Alcalá
Una línea mágica, recta casi perfecta, resume la historia de los
toros en Madrid, que es la historia misma de la fiesta. El desarrollo
de la cañada –que será después carretera y ahora calle de Alcalá–
ha ido acompañando la evolución de la fiesta de los toros desde las
celebraciones reales, realizadas con gran pompa en la Plaza Mayor,
hasta la feria del 75 aniversario de Las Ventas. Incluso de creer a
Goya y a Leandro Fernández de Moratín, en la vega del Manzanares
y en la misma explanada donde ahora está la Plaza de Oriente, los
musulmanes que dieron origen a Madrid convirtiéndola en plaza
fuerte del Califato, se complacían en alancear toros.
Texto: Andrés de Miguel
Fotos: Archivo Espasa Calpe
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omo es bien sabido, el crecimiento de
Madrid se produce en círculos cada vez
mayores pero que mantienen un lado fijo
que no es otro que la línea del Manzanares
o por mejor decir de los acantilados, si la
palabra no parece excesiva, que se yerguen
sobre la ribera izquierda del vilipendiado
río. Sobre la cima del más enriscado se
aprovechó para construir el castillo con su
primitiva muralla árabe y sobre el mismo
espacio se edificaron el posterior Alcázar
de los Austrias y el actual Palacio Real de
los Borbones.
Manteniendo este punto fijo, Madrid
va creciendo hacia el este y construye su
Plaza Mayor junto a la primitiva Puerta
de Guadalajara, camino de Alcalá. Aquí se
suceden las fiestas reales que la Condesa
d’Aulnoy relata en el siglo XVII de una
manera florida y pintoresca, fijándolas en
la imaginación europea colectiva como la
seña de identidad española, como aquello
que todo buen viajero debe conocer.
La Plaza Mayor, lugar de fiestas y mercados, cadalso abierto al público, centro de
una ciudad en permanente y desordenado
crecimiento, no puede acoger la costumbre cada vez más extendida de celebrar con
una fiesta de toros cualquier acontecimiento local, político o religioso.
En Madrid se celebran corridas de toros
en todas las plazas públicas con el pretexto de conseguir fondos para la asistencia
pública a los necesitados o para levantar
una iglesia a un santo que ha procedido a
hacer un milagro con el que adornan los
madrileños de la época su esperanza en
una vida mejor de la que llevan.
La multiplicación de fiestas produce una
pequeña industria, los toros vendidos para
corridas están mucho mejor pagados que
los explotados para labor y carne, los toreros más imaginativos y valientes actúan
más veces que los demás, las corridas de
toros se revelan como una fuente de ingresos sustanciosa para sufragar los gastos de
hospitales, que el erario público dedicado a
financiar guerras y funcionarios no puede
ni plantearse.
Esta conjunción entre la necesidad de
ingresos para la beneficencia y el negocio
que supone para toreros y ganaderos, unido
al aumento de madrileños con tiempo y
dinero para gastar, ayuda a la consolidación
de las corridas de toros como espectáculo
para el cual ya no bastan las plazas públicas
y para el que hay que construir un recinto
propio.
La modesta línea que iba de la Plaza
de Oriente a la Puerta de Guadalajara se
amplía hasta unos terrenos próximos a
la Puerta de Alcalá, frente al Retiro, extramuros de la ciudad a mediados del siglo
XVIII, donde en 1754 se inaugura la plaza
de toros que Fernando VI donará a la Junta
de Hospitales de la capital.
Con el paso del tiempo,
la Plaza Mayor no puede
acoger la costumbre cada
vez más extendida de
celebrar fiestas de toros
Esta plaza de tosca fábrica de mampostería revestida, junto al camino de
Alcalá, va a permitir separar las corridas
de toros de los espectáculos cortesanos,
va a independizar las corridas de toros
de las fiestas reales.
Aquí la fiesta recorrerá todo el arco
de espectáculos con toros, desde las
mojigangas, especie de toreo bufo con
profusión de actores y decorados, hasta
las peleas de los toros con diferentes
animales que el organizador de turno
encontraba, quién sabe donde, como
leones, tigres y hasta elefantes. Pero
todos ellos fueron barridos por la corrida
de toros, por la fiesta que Pedro Romero
y Pepe-Hillo depurarán de los juegos y
quiebros populares y que Paquiro organizará como un espectáculo singular,
urbano y bello.
Aparecerán los primeros periódicos
taurinos, los primeros aficionados y las
primeras compilaciones de conocimientos e historia de la fiesta. También aparecerá el primer aficionado integrista, el
ilustre José Sánchez de Neira autor de El
Toreo. Gran Diccionario Tauromáquico,
quién proclamará “desde que se reti-
Sobre estas líneas, plaza de la carretera de Aragón. Abajo, el coso de la Puerta de Alcalá.
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Breve cronología:
l La Plaza Mayor se inauguró con una fun-
ción real de toros en el año 1618 y continuaron dándose corridas hasta 1846.
l La plaza de la Puerta de Alcalá se inauguró
en 1754 y se derribó en 1874, con la apertura
de la plaza de la carretera de Aragón que
estuvo en funcionamiento hasta 1934.
l En 1931 se inauguró la Plaza Monumental
de Las Ventas que empezó su uso regular la
temporada de 1935.
l No está documentada la existencia de
funciones de toros en los terrenos aledaños
al Palacio Real ni en la vega del Manzanares.
l En Madrid existieron, además de estas
principales, numerosas plazas de toros en
diversos ámbitos de la ciudad y en recintos
especialmente construidos. Hay abundante
bibliografía sobre ello.
La modesta línea que iba de la Plaza de
Oriente a la Puerta de Guadalajara se
amplía hasta unos terrenos próximos a
la Puerta de Alcalá, donde en 1754 se
inaugura una nueva plaza de toros
ró Paquiro, no se ha vuelto a ver lidiar
toros con la edad, el peso y la fuerza
que tenían cuando él toreaba” inaugurando así una gran tradición de nostálgicos que harán furor entre la saga de
aficionados integristas que se prolonga
a través de toda la historia de los toros.
Madrid sigue creciendo y la Plaza
de la puerta de Alcalá cae en los terrenos que formarán parte del barrio de
Salamanca, por lo que será demolida y
sustituida por otra junto a lo que entonces se llamaba la carretera de Aragón
que no es otra que la calle de Alcalá, por
donde sigue trazándose la línea mágica
de la tauromaquia.
Tengo para mí que esta plaza llamada nueva por sus contemporáneos y
vieja en la terminología actual, lo cual
produce más de un equívoco, es el gran
templo de la fiesta de toros. Aquí se sustanció la competencia entre Lagartijo y
Frascuelo, verdadero momento fundacional de la corrida de toros moderna,
aquí la fiesta se constituye en espectáculo definitivamente moderno, dirigido
al público urbano que busca un entretenimiento para su tiempo de ocio y que
lo encontrará en la corrida despojada
de las adherencias cortesanas, separada
definitivamente de los juegos rurales,
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La última parada de la línea
mágica del toreo es la Plaza
Monumental de Las Ventas,
sueño de Joselito, en su afán de
modernizar la Fiesta de los Toros
seleccionada la bravura del toro, depurada
la técnica de torear.
La plaza de la carretera de Aragón despedirá a Guerrita, quién dejará, otra más
entre sus muchas sentencias, una frase
para la historia: “En Madrid que toree San
Isidro”, que muchos después de él han pensado aunque sin repetirlo en voz alta.
Gallito saldrá llevado por los aficionados
a la sillita de la reina por su puerta grande
el día de los 7 toros de Martínez y Belmonte
realizará allí las grandes faenas de su primera época entre ellas la del Montepío,
que obligó a puntualizar a Joselito ante
Clarito: “Esa será la faena más grande del
toreo, pero ¡el mejor torero soy yo!”.
La primera faena moderna consistente
en 16 pases naturales y de pecho en series
ligadas con la mano izquierda, haciendo
girar alrededor de Chicuelo, colocado en
el centro del ruedo, al toro Corchaíto, se
vio en los tendidos de la plaza de fabrica de
ladrillo de estilo neomudéjar que ocupaba
el lugar donde hoy se levanta el Palacio de
los Deportes.
No hay peor cosa que ser nostálgico de
aquello que no se ha vivido, así que vamos
a dejar la plaza de la carretera de Aragón
para seguir esta línea mágica del toreo
hasta su última parada, por ahora, que no
es sino la Plaza Monumental de Las Ventas.
Grandioso sueño de Joselito, en su afán de
modernizar la Fiesta de los Toros, capaz de
acoger a grandes públicos y de proporcionar el sustento económico y mediático,
que sólo es posible aumentando la escala
de una fiesta que recorriendo todo el siglo
XIX, llegó a su plenitud en los primeros
decenios del XX.
PLAZA DE LAS VENTAS
Las Ventas ha recogido toda la historia
moderna del toreo, no se la voy a describir,
no han tenido más que abrir los ojos para
verla bien. Cada uno habrá visto en ella lo
que quiera y sepa: toros bravos o mansos,
toreros épicos, artistas, valientes o mediáticos, público apasionado, entendido, intransigente o cruel, bellos espectáculos o aburridas corridas, largos abonos o corridas de
verano. Usted sabrá.
Las Ventas es el punto y seguido de la
línea mágica que viene desde la Plaza
Mayor, donde llegó subiendo desde que los
hombres empezaron a jugar con los toros
en las proximidades del Manzanares y
sigue desplazándose, acompasando al crecimiento de Madrid la evolución de la fiesta
de los toros, a lo largo del camino de Alcalá,
llevándonos en un mágico viaje al oriente,
al este, al lugar de donde viene la cultura y
la fiesta, al sitio donde nace el sol.
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