La pena de presidio perpetuo calificado en Chile y los

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La pena de presidio perpetuo calificado en Chile y los derechos humanos*
Nicolás Oxman **
Claudio González Guarda ***
1. Introducción
En líneas generales es necesario caracterizar el contexto jurídico y la realidad en la
que se inserta el Derecho penitenciario chileno 1. Al respecto, habría que indicar, que
nuestro país carece una ley penitenciaria que establezca el modo en que las personas
privadas de libertad pueden hacer valer sus derechos. Es más, aún no se ha avanzado
hacia un sistema de individualización científica de la pena, por lo que subsiste el
sistema vicarial heredado, a principios del siglo XIX, de la antigua tradición española.
Por si esto fuera poco, a nivel normativo no existe norma alguna que reconozca en la
Constitución un fin específico que deba cumplir la pena, pero sí se establecen los
efectos de pérdida del «estatuto de ciudadano» para quien ha sido condenado a una pena
superior a tres años y un día 2. A la ausencia de una ley penitenciaria se le suma que las
materias propias del Derecho penitenciario están reguladas en una norma
administrativa, que no establece un sistema de reclamación de derechos, como tampoco,
permite el acceso de los privados de libertad a la justicia, ni menos cuenta con jueces
especializados, ya que todas estas cuestiones se regulan de modo asistemático en
diversas disposiciones legales 3.
El Decreto Nº 518/1998, contiene el actual Reglamento Penitenciario, constituye un
esfuerzo por parte de nuestro país en el cumplimiento de la normativa internacional en
materia de derechos humanos, cuestión que reconoce expresamente su artículo 4º. Al
* Comunicación para el I Congreso Internacional de Seguridad, Justicia y Sistema Penal, realizado
entre los días 05 al 07 de febrero de 2014, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia.
** Profesor de Derecho Penal, Universidad Santo Tomás (Chile).
* * * Investigador del Instituto Andaluz de Criminología, Universidad de Málaga.
1
Véase, Stippel Alfred, Jörg, Las cárceles y la búsqueda de una política criminal para Chile. Un
estudio acerca del acceso a la justicia, la violación de derechos y el proceso penal, Lom, Santiago, 2006,
pp. 33-105.
2
Mañalich, Juan Pablo, «Pena y ciudadanía», Revista de Estudios de la Justicia, 6 (2005), pp. 76 y ss.
3
Especialmente crítico, Valenzuela, Jonatan, «Estado actual de la reforma al sistema penitenciario en
Chile», Revista de Estudios de la Justicia, 6 (2005), p. 201.
1
respecto, desde un punto de vista político criminal todavía está pendiente el estricto
cumplimiento de las normas internacionales, en especial, en lo referente al derecho que
le asiste a toda persona privada de libertad de ser tratada humanamente y con el debido
respeto a la dignidad inherente a todo ser humano y el derecho a no ser sometidos a
torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes (art. 5º de la Convención
Americana de Derechos Humanos y el artículo 10º.1º del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos) 4. No sólo son las condiciones inhumanas de nuestras
prisiones –sin desconocer la inversión pública que se ha realizado en el último tiemposino que, desde un punto de vista jurídico, por la circunstancia de que no se cuente con
una justicia especializada, unida a la circunstancia que nuestra legislación contenga esta
materia no en una ley sino que en un reglamento, al que se suma una regulación
dispersa (Ley Orgánica de Gendarmería de Chile nº 2.859; Código Procesal Penal;
Reglamento Penitenciario DL/518; Ley nºc18.216; DL nº 301, DL nº 409; D nº542).
Todo lo anterior, hace que quede bastante camino por recorrer para que pueda decirse
que nuestro país observa debidamente lo establecido tanto en los “principios básicos
para el tratamiento de los reclusos, adoptados y proclamados por la Asamblea General
en resolución 45/111, de 14 de diciembre 1990”, como en las “reglas de las Naciones
Unidas para la protección de los menores privados de libertad”, adoptadas por la
Asamblea General en resolución 45/113, de 14 de diciembre 1990 5.
2. Marco legal de la pena de presidio perpetuo calificado
El presidio perpetuo calificado fue incorporado en el Derecho chileno en
substitución de la pena de muerte, la que fue derogada a través de la ley nº 19.734, de
05 de junio de 2001, cuyo art. 1º nº 3, introdujo esta pena en el Código Penal el art. 32
bis que señala lo siguiente:
«La imposición del presidio perpetuo calificado importa la privación de libertad del
condenado de por vida, bajo un régimen especial de cumplimiento que se rige por las
siguientes reglas:
4
Al respecto, Informe de la Fiscal de la Corte Suprema Mónica Maldonado Croquevielle,
01.06.2009, indica en sus conclusiones que ha podido constatar una «falta de políticas y acciones
penitenciarias para la rehabilitación de los internos. Condiciones de hacinamiento que afectan la
integridad física de los internos, a la vez que constituyen condiciones de vida degradantes».
5
Véase, el diagnóstico a la situación carcelaria actual, AAVV., Informe anual sobre derechos
humanos en Chile 2012, Universidad Diego Portales, Santiago, 2012, pp. 197 y ss.
2
1ª No se podrá conceder la libertad condicional sino una vez transcurridos cuarenta años
de privación de libertad efectiva, debiendo en todo caso darse cumplimiento a las demás
normas y requisitos que regulen su otorgamiento y revocación;
2ª El condenado no podrá ser favorecido con ninguno de los beneficios que contemple
el reglamento de establecimientos penitenciarios, o cualquier otro cuerpo legal o
reglamentario, que importe su puesta en libertad, aun en forma transitoria. Sin perjuicio
de ello, podrá autorizarse su salida, con las medidas de seguridad que se requieran,
cuando su cónyuge o alguno de sus padres o hijos se encontraren en inminente riesgo de
muerte o hubiere fallecido;
3ª No se favorecerá al condenado por las leyes que concedan amnistía ni indultos
generales, salvo que se le hagan expresamente aplicables. Asimismo, sólo procederá a
su respecto el indulto particular por razones de Estado o por el padecimiento de un
estado de salud grave e irrecuperable, debidamente acreditado, que importe inminente
riesgo de muerte o inutilidad física de tal magnitud que le impida valerse por sí mismo.
En todo caso el beneficio del indulto deberá ser concedido de conformidad a las normas
legales que lo regulen».
3. Aproximación crítica
Tal como se ha indicado, esta pena aparece como una alternativa a la pena de muerte
que solo fue derogada en la legislación penal común, ya que se la dejó subsistente en el
Código de Justicia militar para los delitos cometidos en tiempos de guerra -sin
distinción sobre si se trataba de una guerra externa o interna- 6, lo que en su momento
fue calificado como un «avance tímido» en la protección y consagración plena del
respeto a los derechos humanos, desde el momento en que reaparece de vez en cuando
el debate sobre las implicancias de su reinstauración pese a que la Convención
Americana de Derechos Humanos prohíbe expresamente esa posibilidad 7.
6
Un sector doctrinal crítica el hecho de que no se haya realizado la distinción, en cuanto entiende que
al menos debería haberse limitado la subsistencia de la pena de muerte solo para los supuestos de guerra
externa, previa actualización del Código de Justicia Militar. Politoff, Sergio; Matus, Jean Pierre; Ramírez,
María Cecilia, Lecciones de Derecho Penal. Parte general, 2ª ed., Jurídica de Chile, Santiago, 2005, p.
473.
7
Véase, con citas a las opiniones consultivas de la Corte Interamericana de Derechos Humanos OC3/83, del 8 de septiembre de 1983, OC-14/94, del 9 de diciembre de 1994, Oxman, Nicolás, «pena de
muerte y derecho humanos», Revista de Derecho de la Universidad Central de Chile VIII (2002) 3, pp.
147. Posteriormente, con idéntica argumentación, Noguiera Alcalá, Humberto, «Informe en derecho sobre
moción para restablecer la pena de muerte para determinados delitos», Ius et Praxis 9 (2003) 2, pp. 217229. Del mismo, «Informe sobre restablecimiento de la pena de muerte por `proyecto de ley (boletín
6642-07)», Ius et Praxis 15 (2009), 2, pp. 307-316.
3
El hecho de que se introdujese esta pena en substitución de la pena de capital no
goza del parecer de nuestra doctrina. No por el hecho que se derogase la primera,
siguiendo la tendencia de las sociedades respetuosas de los derechos humanos, sino por
la circunstancia que se crease en su lugar una pena que equivale a la pena de muerte en
la cárcel 8. Aunque en realidad, idéntica afirmación y crítica cabe hacer respecto de
todas las penas perpetuas, desde el momento en que la finalidad de las mismas es que
duren por «toda la vida del condenado», a menos que se establezca la posibilidad de una
revisión o de la libertad, después de pasado un tiempo de cumplimiento de la pena. Pues
bien, esa eventualidad debería estar sometida a unas condiciones o requisitos que
permitiesen el ejercicio de una real opción, porque de otro modo serían incompatibles
no solo con la prohibición de tratos inhumanos y degradantes, sino que también con el
respeto y promoción de la dignidad del ser humano, cuando no derechamente con el
ejercicio efectivo del derecho a la vida.
Con razón se ha sostenido que las penas de presidio perpetuo y, en especial, el ahora
presidio perpetuo calificado son penas inocuizadoras 9, grotescas y cuya justificación 10
resulta contradictoria en un Derecho penal que debe reconocer como límites los
derechos humanos. Ahora bien, aunque no se argumenta en nuestro derecho la
inconstitucionalidad del presidio perpetuo calificado, indirectamente, se sostiene que
afecta el mandato del art. 1º de la Constitución dado que se trata de una pena que impide
la rehabilitación social, además, de instrumentalizar al ser humano con fines de
«seguridad ciudadana» en la medida en que el citado precepto reclama el deber del
Estado de estar «al servicio de la persona humana», cuya finalidad es el bien común
expresado en «contribuir a crear las condiciones que permitan a todos y cada uno de los
integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material
posible» 11.
8
Así, Cury, Enrique, Derecho Penal. Parte general, 7ª ed., Universidad Católica de Chile, Santiago,
2005, p. 719. Ampliamente, sobre el debate parlamentario, Oxman, «pena de muerte», op. cit., pp. 145 y
ss. Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones, op. cit., pp. 474 y ss.
9
Cillero, Miguel, «art. 32 bis», Código Penal comentado, Jaime Couso y Héctor Hernández
(directores), LegalPublishing-Abeledo Perrot, Santiago, 2011, pp.490-491.
10
Cury, Derecho, op. cit., p. 716.
11
Así, Politoff, Sergio; Matus, Jean Pierre, «arts. 18 a 49», texto y comentario del Código penal
chileno, t. I, Sergio Politoff y Luis Ortiz Quiroga (directores), Jurídica de Chile, Santiago, 2002, pp. 300301. Cury, Derecho, op. cit., p. 721.
4
La existencia de este tipo especial de presidio perpetuo, llamado «calificado» no
añade nada al panorama inocuizador que supone la existencia de penas perpetuas 12,
pero si denota la opción legislativa porque ciertos delitos considerados especialmente
graves, se castiguen con una forma calificada de presidio perpetuo cuyas condiciones de
otorgamiento de la libertad condicional, suponen derechamente un atentado a la
dignidad de la persona humana, su uso con fines de instrumentalización a favor de los
intereses de un Derecho penal de la seguridad en sacrificio de un Derecho penal del
ciudadano. La sola circunstancia de las restricciones al régimen general de la libertad
condicional, le añaden una intensidad cualitativa al castigo perpetuo que le convierten
en una sanción difícilmente conciliable con alguna finalidad rehabilitadora 13 de las que
se especifican en los instrumentos internacionales de derechos humanos 14, los que
forman parte del núcleo esencial de los derechos, conforme lo dispone el art. 5º inc. 2º
de la Constitución.
Al encierro perpetuo en países subdesarrollados como Chile se le suman
condiciones inhumanas que hacen de la prisión un trato degradante tolerado por el
Estado que conoce y actúa hipócritamente frente a unas condiciones carcelarias
impropias de una sociedad civilizada y, además, las justifica al amparo de la
indiferencia moral 15 imperante, donde la existencia de estos hechos que repugnan la
conciencia se niega y se desinforma, en la medida en que esa actitud frente a la dignidad
del ser humano aparece como una renuncia necesaria en miras de una seguridad
ciudadana con el discurso simplista asociado a la posibilidad que los mismos hechos
vuelvan a ser cometidos por estos penados en el evento de recobrar la libertad.
Pero este discurso no es algo nuevo. En efecto, a favor de las penas perpetuas en el
Código Penal se pronunció Fuensalida 16 quien sostenía que esta clase de penas eran las
únicas que frente a la escasa aplicación de la pena de muerte podían tranquilizar a la
sociedad por la alarma que producen los delitos, pero además entendía que el efecto del
12
Guzmán Dálbora, José Luis, La pena y la extinción de la responsabilidad penal, LegalpublishingAbeledo Perrot, Santiago, 2008, pp. 208-209.
13
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones, op. cit., pp. 477.
14
Aunque no de un modo expreso, le parece cuestionable, Cillero, «art. 32 bis», op. cit., pp.490-491.
15
«hostilidad de gobiernos incomprensivos o, incluso, de una sociedad sorda a la angustia de seres a
los cuales tiende a desdeñar», Cury, Derecho, op. cit., p. 720.
16
Fuensalida, Alejandro, Concordancias i comentarios del código penal chileno, t. I. Imprenta
Comercial Calle del Huallaga, Lima, 1883, pp. 179-180.
5
encierro de perpetuo podía mitigarse a través de la libertad condicional 17. Ahora bien,
se debe apuntar que precisamente esa la posibilidad es la que se ve limitada
sustancialmente en la modalidad calificada del presidio perpetuo. También, hubo
quienes abogaron por la ausencia de finalidades rehabilitadoras en este tipo de penas.
Así, tampoco existía acuerdo en los comisionistas durante la redacción del Código Penal
sobre la conveniencia de introducir el presidio perpetuo, pues había quienes estimaban
que era una pena contraria al estímulo que supone la enmienda y que limitarla por el
indulto era contraproducente 18.
Lo dicho vale para ambas modalidades del presidio perpetuo, en cuanto lo son por
toda la vida del condenado. La diferencia entre una y otra pena está, por una parte, en
que dentro de la escala general el presidio perpetuo calificado es la pena más grave que
se contempla en el ordenamiento jurídico a la cual secunda el presidio perpetuo y, por
otra parte, se distinguen en el régimen de cumplimiento 19. Así, mientras quien ha sido
condenado a presidio perpetuo puede optar al otorgamiento de la libertad condicional
una vez transcurridos veinte años de cumplimiento de la pena 20, quien ha sido penado
con presidio perpetuo calificado solo puede optar a la libertad condicional una vez
transcurridos cuarenta años de cumplimiento de la sanción y, además, queda sujeto a un
régimen especial de cumplimiento, concesión del beneficio y revisión.
17
En igual sentido, Vera, Robustiano, Código Penal de la República de Chile comentado, Imprenta de
P. Cadot, Santiago, 1883, pp. 166-167.
18
Así, Clemente Fabres en la Sesión 128, Código Penal de la República de Chile y actas de las
sesiones de la Comisión Redactora, estudio preliminar de Manuel de Rivacoba y Rivacoba, Edeval,
Valparaíso, 1974, pp. 473-474. También pueden verse las notas de las Actas en Fernández, Pedro Javier,
Código Penal de la República de Chile, explicado i concordado, t. I. 2ª ed., Imprenta, Litografía i
Encuadernación Barcelona, Santiago, 1899, pp. 145 y 146.
19
Así, Garrido Montt, Mario, Derecho Penal. Parte general, t. I., 2ª ed., Jurídica de Chile, 2007, pp.
281 y 282.
20
Véase, el art. 3º inciso 3º del Decreto Ley nº 321, de 12.03.1925, que establece la libertad
condicional. Originalmente, cuando la pena de presidio perpetuo era la alternativa a la imposición de la
pena de muerte, la posibilidad de optar a la libertad condicional se limitaba a los diez años de
cumplimento de la pena. Del Río, Raimundo, Derecho Penal, t. II. Nascimento, Santiago, 1935, p. 299 y
ss. Además, como bien recuerda Etcheberry la Ley nº 17.266, de 06.01.1970, había restringido
considerablemente la pena de muerte al establecer la posibilidad de que los tribunales aplicaran el
presidio perpetuo siempre en todos los casos como una alternativa, por ello, el régimen de penas podría
con todo ser calificado como «más humanitario» que el vigente. Etcheberry, Alfredo, Derecho Penal.
Parte general, t. II, 3ª ed., Jurídica de Chile, Santiago, 1997, p. 145. Aunque en realidad la libertad
condicional no es una forma de libertad, sino que siempre ha sido en nuestro sistema una forma de
cumplimiento de la pena. Véase, Novoa Monreal, Eduardo, Curso de Derecho Penal, t. II, 3ª ed., Jurídica
de Chile, 2010, Santiago, p. 314.
6
El régimen especial de cumplimiento se desprende del citado art. 32 bis. 2ª, en la
medida que la norma establece que no puede concedérsele a quien cumple una pena de
presidio perpetuo ninguno de los beneficios que impliquen «una puesta en libertad» de
los que establece el reglamento penitenciario. Al respecto, habría que indicar que ello…
En relación con la procedencia de la libertad condicional (otorgamiento y
revocación), la diferencia aparece desde el momento en que su valoración queda
entregada al Pleno de la Corte Suprema y no a la Comisión de Libertad Condicional 21.
Finalmente, se restringen los alcances y efectos de la amnistía y los indultos conforme
se desprende de lo indicado en el referido art. 32 bis.3ª del Código Penal.
Este conjunto de condiciones convierte esta modalidad de presidio perpetuo
calificado en una pena carácter permanente 22, «vergonzosa inexplicable en la
legislación de un sociedad civilizada» 23. Tal como han indicado Ortiz y Arévalo 24
parece en el Congreso una transacción a favor de los partidarios de la pena de muerte
que solo aceptaron su eliminación por una pena que fue igualmente degradante e
inhumana.
4. ¿Es inconstitucional la pena de presidio perpetuo, en especial, en su
modalidad calificada?
La respuesta es que asisten serias dudas de que sea declarada inconstitucional desde
el momento en que no se han presentado ante el Tribunal Constitucional chileno
cuestionamientos en tal sentido. Sin embargo, las posibilidades de una declaración de
inconstitucionalidad se merman, de entrada, por el hecho de que la Constitución no
consagra expresamente un derecho fundamental a la rehabilitación o reinserción
social 25, como tampoco, hay una norma que derechamente lo haga como ocurre en la
Constitución de Colombia de 1991, cuyo art. 34º establece que «se prohíben las penas
21
Véanse, art. 4º y 5º del citado Decreto Ley nº 321.
22
Cillero, Miguel, «art. 32 bis», op. cit., p. 491.
23
Cury, Derecho Penal, op. cit., p. 721.
24
Ortiz Quiroga, Luis; Arévalo Cunich, Luis, Las consecuencias jurídicas del delito, Jurídica de
Chile, Santiago, 2013, p. 139.
25
Así, por ejemplo, la Constitución española de 1978, en el art. 25.2. Aunque, pese a la declaración
expresa de un fin de la pena se ha sostenido que no existe un derecho fundamental, sino solo un mandato
de carácter penitenciario y administrativo, meramente orientativo. STC 2/1987, 28/1988, 55/1996,
112/1996, 75/1998, 204/1999. En especial, la STC 150/1991.
7
de destierro, la prisión perpetua y la confiscación»; es más, la legislación chilena
contempla derechamente estos tres tipos de pena de modo expreso.
La situación en Colombia es atendible, desde el momento que la Corte
Constitucional ha declarado que no resultan inconstitucionales las penas privativas de
libertad de cuarenta a sesenta años (para el llamado «estatuto antisecuestro»), porque
«la norma analizada no contiene el señalamiento de una pena perpetua. Lo perpetuo es
lo intemporal, esto es, lo que no tiene límites ni medidas en el tiempo, lo infinito, de tal
suerte que tiene un comienzo pero no un fin. La norma en comento tiene un límite
temporal preciso y determinado; por lo tanto, no puede decirse que ella es perpetua» 26.
La Corte entiende que la restricción del derecho a la libertad no afecta el contenido
esencial de ese derecho, como tampoco, conllevaría un sufrimiento físico y mental
equiparable a un trato inhumano y degradante. Al mismo tiempo, la imposición de este
tipo de penas de larga duración no equivale al establecimiento de facto de una pena de
prisión perpetua, desde el momento en que se establece un límite temporal, aunque nada
se diga sobre la posibilidad de la revisión de la pena, o bien, la imposibilidad física de
su cumplimiento íntegro dada la edad de los justiciables al momento de la imposición
de la sanción.
Recientemente, con ocasión de la convocatoria a referendo que modificara el art. 34
de la Constitución en el sentido de permitir la prisión perpetua para los delitos de
homicidio doloso, violación y explotación sexual, lesiones personales agravadas y
secuestro cometidos contra menores de 14 años y menores de edad con discapacidad
física y/o mental, la Corte tuvo oportunidad de pronunciarse nuevamente al respecto.
Sin embargo, aunque declaró la inconstitucionalidad de la convocatoria por vicios de
publicidad en el procedimiento legislativo y no entró a evaluar el fondo para determinar
si en Colombia podría implantarse la prisión perpetua, en alguna de las aclaraciones de
voto donde se considera que permitir la prisión perpetua en el ordenamiento penal
colombiano conlleva la anulación del principio de dignidad humana y un exceso del
marco de posibilidades de actuación del legislador democrático 27.
La situación del ordenamiento jurídico chileno, es similar a la juzgada en la
sentencia del Tribunal Constitucional alemán, de 21.06.1977, que se pronunció sobre la
26
Sentencia C-565/1993
27
Sentencia C- 397/2010.
8
posible inconstitucionalidad del presidio perpetuo 28. En efecto, en dicha oportunidad se
sostuvo que la condena a prisión perpetua para el caso de asesinato (§ 211, párrafo 1
StGB) es compatible con la Ley Fundamental, en la medida en que está dentro de la
competencia legislativa resultaba lícita la consagración de esta pena, siempre que esté
dentro del marco de la dignidad humana lo que se traduce en que al menos exista una
posibilidad para el penado de optar a la libertad condicional y, además, se establezca la
posibilidad de indulto la que por sí sola no resulta suficiente. Al mismo tiempo que
reconoce que «el mandato de respetar la dignidad humana significa especialmente, que
se prohíben las penas crueles, inhumanas y denigrantes» y que «el delincuente no puede
convertirse en simple objeto de la lucha contra el crimen» 29.
Decíamos que la situación es asimilable. En efecto, la Constitución chilena no
establece un fin específico para la pena, ni menos un derecho constitucional a la
reinserción o rehabilitación social. Indirectamente, esa posibilidad estaría dada por el
respeto a la dignidad de la persona humana, la prohibición de instrumentalización del
ser humano y la promoción del desarrollo personal y espiritual (art. 1º), en relación con
la obligación del Estado de respetar los derechos humanos como un límite al poder
punitivo que se desprendería de las obligaciones contenidas en los tratados
internacionales de derechos humanos (art. 5º inc. 2º). De ahí, habría que desprender del
art. 10.1 y 10.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que el trato
humano y el respeto a la dignidad de la persona suponen la obligación para el Estado de
que «el régimen penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será
la reforma y la readaptación social de los penados». Todo ello, podría ponerse en
relación con lo expresado en la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes, para concluir en relación con el contenido esencial
del derecho a la vida (art. 19º.1º en relación con el art. 19º.26º) se ha afectado más allá
de lo aconsejable, pero solo en la medida en que se considere que no hay posibilidades
reales de optar a la libertad condicional en un plazo, por cierto, razonable. Es decir, la
eventualidad de la libertad condicional ha de ser una esperanza seria para el condenado
y no una mera declaración formal en una ley.
28
45 BVerfGE 187 (1977). Véase, al respecto, Schwabe, Jürgen, Jurisprudencia del Tribunal
Constitucional Federal Alemán, Konrad-Adenauer-Stiftung e.V., México, 2009, pp. 54 y ss.
29
Con referencias, Schwabe, Jurisprudencia, op. cit., p. 55.
9
Ahora bien, teniendo en cuenta que el criterio del Tribunal Constitucional
chileno es ambiguo en relación al efecto que tienen dentro del orden constitucional los
derechos contenidos en los tratados internacionales 30, a lo que se suma la circunstancia
de que en alguna ocasión ha declarado que la creación y establecimiento del quantum de
la pena es potestad exclusiva del legislador 31, las esperanzas de que esta pena sea
considerada inconstitucional son bastante escasas.
A esta decepcionante conclusión se llega también sobre de contextos jurídicos
donde este debate está prácticamente cerrado. Tal es el caso de Costa Rica donde la
prisión puede tener una duración de cincuenta años 32. En efecto, tras un largo debate
que dio origen a seis acciones de inconstitucionalidad 33 y una consulta judicial 34, se
sostiene que pese a lo prolongado de la duración de la pena, esta no puede considerarse
un trato cruel o degradante prohibido por el art. 16º de la citada Convención contra la
Tortura. Al mismo tiempo que no se vulnera el fin rehabilitador y resocializador que
debe tener la pena de prisión, de conformidad con lo establecido en los instrumentos
internacionales (art. 5º de la Declaración Universal de Derechos Humanos, 10º.3º del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, art. 5º.6º de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. Lo anterior, porque a juicio de la Corte Suprema
Costarricense:
«Resulta un sofisma atribuirle al alargamiento de la pena los problemas propios
de la subcultura carcelaria y deplorables condiciones de nuestras cárceles, como
lo son el hacinamiento, sobrepoblación, restricción de derechos, etc.; motivo por
el cual la pena máxima impuesta no puede ser considerada en sí misma, cruel,
30
Especialmente, Pica Flores, Rodrigo, «Control de constitucionalidad y tratados internacionales:
¿Objeto o parámetro? Una síntesis jurisprudencial del Tribunal Constitucional de Chile», AAVV., El
diálogo transjudicial de los Tribunales Constitucionales entre sí y con las Cortes Internacionales de
Derechos Humanos, Humberto Nogueira Alcalá (Coord.), Librotecnia, Santiago, 2012, pp. 261 y ss.
31
En relación con el principio de proporcionalidad de los delitos y de las penas, Cisternas Velis,
Giovanni, El Derecho penal y procesal penal en la reciente jurisprudencia Constitucional de
inaplicabilidad (2006-2010), Cuadernos del Tribunal Judicial, Santiago, Agosto 2011, pp. 66 y ss.
32
El art. 51 del Código penal de Costa Rica de 1970 (reformado por la Ley nº 7389 del 22 de abril de
1994), establece lo siguiente: « La pena de prisión y las medidas de seguridad se cumplirán en los lugares
y en la forma en que una ley especial lo determine, de manera que ejerzan sobre el condenado una acción
rehabilitadora.
Su límite máximo es de cincuenta años».
33
SCS 17/10/2001; SCS 29/05/2002; SCS 27/08/2003; SCS 13/06/2007; SCS 16/05/2007; SCS
01/04/2008.
34
CCS, Sala Tercera, 27/10/2010.
10
degradante, inhumana o perpetua. Y es que a pesar de que la Convención
Americana sobre Derechos Humanos establece un fin rehabilitador de la pena
privativa de libertad, lo más propio es que ese propósito lo deba cumplir el
tratamiento, sea el régimen penitenciario, como lo indica el inciso 3) del artículo
10 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, dado que por su
propia esencia, la pena difícilmente puede sostener los propósitos readaptadores y
rehabilitadores, motivo por el cual, no resultan válidas las críticas hechas al
aumento de la pena máxima de prisión. Es entonces, el tratamiento el que debe
alcanzar su finalidad de prevención social, reeducando o resocializando al
condenado, sin que se apliquen tratamientos crueles o inhumanos, todo lo
contrario, con fundamento en los principios constitucionales que deben
observarse en la ejecución de la pena privativa de libertad, como la dignidad,
resocialización y personalidad. En este sentido, en lo que se refiere al marco
normativo, lo diseñado cumple con las especificaciones, ya que pretende la
reinserción del privado de libertad, procura su bienestar, al estar obligado a
adecuarse a los lineamientos establecidos en las Reglas Mínimas para el
Tratamiento de los recursos; aunque la realidad sea otra, ello no es atribuible, en
modo alguno, a la duración de la pena. Debe tenerse en consideración que la
Constitución Política no contiene una política criminal concreta en su seno, y
tampoco establece criterios determinados al respecto -y no podría hacerlo, ya que
ello se convertiría en un programa político-partidista-, únicamente establece unas
líneas programáticas generales y de valores a los cuales debe adecuarse el sistema
penitenciario, como lo son los parámetros de los derechos humanos sobre la
ejecución de la pena. Por último señala que la imposición de la pena máxima
únicamente cabe en los casos de penalidad de los concursos ideales y materiales,
y por esa circunstancia, constituye una medida más beneficiosa para el imputado
frente a estas situaciones, dado que se logra que al imputado se le imponga una
sanción menor a la que correspondería de la suma de cada una de las infracciones
cometidas, tomando en cuenta que efectivamente se produjo una multiplicidad de
lesiones» 35.
5. Conclusiones
En general, en el sistema jurídico chileno el legislador no ha tenido inconvenientes en
consagrar derechamente penas perpetuas, pese a que tal nomen iuris parece ser resistido
por las implicancias que implica en relación con los derechos humanos. Sin embargo, en
35
Véase, el considerando segundo de la SCS 17/10/2001.
11
Colombia y Costa Rica donde no se usa la expresión «presidio o prisión perpetua», no
ha habido inconveniente en fijar penas superiores a los cuarenta años.
Al mismo tiempo, las acciones de constitucionalidad que se han podido observar son
rechazadas en la medida en que se indica que la fijación del tiempo de la pena es
potestad de política criminal excluyente del legislador. De igual forma, se sostiene que
los derechos humanos contenidos en los tratados internacionales solo se limitan a
establecer el respeto por unas condiciones carcelarias mínimas y la vulneración no está
referida al tiempo de duración de la condena, en la medida que se establezca la
posibilidad real de optar a la revisión o a un régimen alternativo de cumplimiento como
la libertad condicional.
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