El magisterio episcopal vasco acerca del nacionalismo y terrorismo

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NACIONALISMO Y TERRORISMO
EN LA ENSEÑANZA DE LOS OBISPOS
DE LAS DIÓCESIS VASCAS
Y EN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
SUMARIO
INTRODUCCIÓN
PRINCIPALES DOCUMENTOS1
“Defendemos la vida del hombre para defender la paz” (DVHP) (10 de noviembre de
1978)
“La Verdad, fuerza de la paz” (VFP) (25 de diciembre de 1979)
“Salvar la libertad para salvar la paz” (SLP) (1 de abril de 1981)
“Respetar la justicia y construir la paz” (RJP) (24 de julio de 1982)
“Dialogo y negociación por la paz” (DNP) (12 de diciembre de 1987)
“Preparar la paz” (PlaP) (21 de mayo de 2002)2
Síntesis doctrinal
CEE: INSTRUCCIÓN PASTORAL “VALORACIÓN MORAL DEL TERRORISMO, DE SUS CAUSAS Y CONSECUENCIAS” (VMT) (Noviembre de 2002)
Contenido
Valoración
LA ENSEÑANZA DE LOS PAPAS Y SU APLICACIÓN AL CASO VASCO
De Juan XIII a Juan Pablo II
Los Papas y los obispos de las diócesis vascas
A MODO DE CONCLUSIÓN
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
ANEXO
Breve biografía eclesial de los obispos de las diócesis vascas (1969-2007)
1
Todos estos documentos, excepto “Preparar la Paz” se pueden encontrar en su integridad en “Al
servicio de la Palabra”, Ed. EGA. Bilbao 1993.
2
Este documento se puede encontrar en el Boletín Oficial del Obispado de Bilbao, n. 539, Junio
2002, pp. 759-770. Cuando citemos este Boletín lo citaremos por las siglas BOB.
INTRODUCCIÓN
1.
Justificativa
La permanencia del terrorismo de ETA durante 40 años ha derramado mucha sangre, ha producido mucho sufrimiento, ha maleado las relaciones sociales e incluso ha
pervertido la aplicación de conceptos tan básicos como justicia, derechos humanos, misericordia. En todos los estudios sociológicos aparece como la primera, segunda o tercera preocupación de todos los españoles. Ocupa portadas, noticias, editoriales y artículos
de opinión, un día sí y otro también, en todos los diarios nacionales, regionales e, incluso, con bastante frecuencia, en los medios de comunicación social extranjeros. Esta importancia queda de manifiesto en ser una o tal vez, la mayor de las cuestiones que
más preocupan a los obispos de las diócesis vascas. Al menos, así queda de manifiesto
en la extensión que ocupa en sus enseñanzas y doctrina.
Llama la atención al autor el desconocimiento e indiferencia que en el resto de la
iglesia española y de la ciudadanía española se tiene del magisterio los obispos de las
diócesis del País Vasco, lo que ha llevado a hacer creer a través de los MCS y de otros
medios de creación de opinión pública que los obispos vascos no han estado a la altura
de las circunstancias. Desearía con este trabajo hacer justicia a ese magisterio, denso,
eclesial, evangélico y valiente.
2.
Aclaraciones metodológicas
Dada la conflictividad y crispación que supone en ocasiones el adjetivo vasco
cuando se aplica a territorialidad es necesario hacer algunas aclaraciones:
Al hablar de episcopado vasco se hace referencia a los obispos de las tres diócesis
que corresponden a la comunidad autónoma vasca y a la comunidad foral de Navarra.
Varios de los documentos en los que se asienta este magisterio han sido firmados por
los obispos de esas diócesis. Esto tiene su lógica: el tema se vive y se sufre de una manera semejante en la ciudadanía de esas comunidades y porque, social y políticamente,
el llamado “conflicto vasco” les une y atañe. Esta opción, por tanto, no tiene en absoluto
nada que ver con una ideología política.
Aunque este magisterio es vasto y extenso este trabajo se ceñirá al análisis, por
necesidad, breve y sintético, de seis de ellos, los más básicos. Asimismo este trabajo
queda reducido al análisis de los documentos escritos entre 1978 y 1989, dando un salto
hasta el último documento firmado conjuntamente que por su actualidad y por la polémica en que se vio envuelto no parece oportuno obviar.
No obstante, hay que decir que dicho magisterio sistemático comenzó ya en
1969, en los inicios de la actividad de la banda terrorista ETA. En el período comprendido entre 1989 y 2002, los obispos se limitaron a elaborar notas condenatorias en los
casos de atentados de ETA y comunicados con ocasión de elecciones, en ambos casos
recordando la enseñanza de ellos mismos en documentos anteriores, dedicando sus cartas pastorales conjuntas a otros temas de importante dimensión pastoral.
3
3
La referencia biográfica (ver anexo) de los obispos de las diócesis vascas tiene en cuenta este período de 1969 a 2002, aunque este estudio como ya se ha indicado no contemple todos los documentos
por ellos elaborados.
PRINCIPALES DOCUMENTOS
1.
Análisis de los principales documentos
“Defendemos la vida del hombre para defender la paz” (DVHP) (10 de noviembre de 1978)
Este documento es firmado por los siguientes obispos: Jacinto Argaya (San Sebastián),
José María Setién (auxiliar de San Sebastián) y Juan María Uriarte (AA de Bilbao).
Contexto socio-político
La Constitución estaba lista para ser refrendada primero en el Congreso y en el
Senado y luego en referéndum popular. El PNV promovió la postura de la abstención al
considerar que el texto no reflejaba la plena reintegración de los derechos del País
Vasco.4 Por otra parte ETA sigue matando. En este contexto se celebra una gran manifestación contra la violencia, apoyada por el PSOE, PCE, UCD y CCOO, cuya convocatoria tacha ETA de “incomprensible y dolorosa”.
Temas tratados
Los dos grandes temas de este documento son: la preocupación porque la Constitución dé cabida a las justas aspiraciones del pueblo vasco y el nítido rechazo a la violencia como medio de conseguir el ejercicio de un derecho.
Consideran legítima la aspiración del pueblo vasco a que le sea reconocida su
identidad diferenciada, pero se rechaza sin ambigüedad el recurso a la violencia. Para
reivindicar la propia identidad han de emplearse sólo y exclusivamente medios pacíficos, colocando a la persona humana como punto de referencia.
Los obispos son los primeros en pronunciar un “Basta de sangre”, mostrando su
hartazgo por la actividad terrorista Afirman la prioridad absoluta de la vida física como
don de Dios, y derecho inalienable, quedando en segundo lugar la calidad de vida.
“La Verdad, fuerza de la paz” (VFP) (25 de diciembre de 1979)
Los obispos firmantes son: José María Cirarda (Arzobispo de Pamplona y AA de Tudela); Luis María Larrea (Bilbao), José María Setién (San Sebastián), José María Larrauri
(Vitoria) y Juan María Uriarte (auxiliar de Bilbao).
Contexto socio-político
La presencia de la violencia permanece y, desde la aprobación de la Constitución
el año anterior, las posibilidades de conocer la voluntad del pueblo aumentan. Unos
días después de la promulgación de esta carta pastoral, el Papa, ante la Jornada de la
Cf. JOSÉ ANTONIO PAGOLA: “Una ética para la paz”. San Sebastián. 1992, p. 66. La abstención, propugnada por el PNV, alcanzó en Bizkaia el 56,6%; en Gipuzkoa, el 56,55%; en Álava, el
40,7%. Estos números coinciden obstinadamente con los que, elección tras elección, se vienen dando: un
51% considera que aún no se han tenido en cuenta las reivindicaciones nacionalistas.
4
Paz, hará público un mensaje sobre “La verdad construye la paz”. Los obispos vascos,
conocedores de ese mensaje, lo aplican a las propias circunstancias.
Temas tratados
El tema central es la relación indisoluble entre verdad y paz. Ésta no es posible si
no es conseguida desde la verdad. Imponer verdades mediante la imposición de las armas o la manipulación desde concepciones ideológicas o estrategias políticas por mucho
que tengan buenas intenciones, pone obstáculos a la conquista de la paz.
La verdad requiere diálogo. Los obispos afirman la existencia de una Verdad absoluta impresa parcialmente en el corazón de cada persona. Para acceder a ella es necesaria la comunicación honesta, desprovista de mentira. Reiteran su rechazo a la violencia, negando cualquier posibilidad obtener fines políticos por medio de ella.
“Salvar la libertad para salvar la paz” (SLP) (1 de abril de 1981)
Esta carta pastoral es firmada por: José María Larrauri (Vitoria), Luis María Larrea
(Bilbao), José María Setién (San Sebastián) y Juan María Uriarte (auxiliar de Bilbao).
Contexto socio-político
El comienzo del año 1981 y muy especialmente el mes de febrero está lleno de
acontecimientos políticos que pueden condicionar el futuro de la transición española.
El 29 de enero había dimitido Adolfo Suárez, como presidente del gobierno. El 4
de Febrero el rey visita el País Vasco y es abucheado por miembros de HB en la casa
de Juntas de Gernika. El día 5 los obispos se adhieren a una gran manifestación solicitando la liberación del ingeniero de la central nuclear de Lemóniz, secuestrado por
ETA que es asesinado al dia siguiente. El 14 muere J. M. Arregui, víctima de torturas.
El 20 un comando de ETA (pm) secuestra a los cónsules de Uruguay y El Salvador. El
23 se produce un intento de golpe de Estado, con asalto al Congreso, intento de golpe
liderado por el general Milán del Bosch y el mando de la Guardia Civil, Tejero. El 25,
Leopoldo Calvo Sotelo es elegido presidente del Gobierno.
Temas tratados
Se reitera la condena tajante de la violencia terrorista de ETA (nombrada por primera vez explícitamente en un documento episcopal. A la vez, se apuntan graves riesgos que dificultan una transición pacífica a la democracia, promoviendo la reacción de
los sectores inmovilistas y de los temerosos de la libertad.
Los obispos proponen criterios para una valoración cristiana de la situación. Entre
ellos destacan: la condena tajante de la violencia; la definición de la misión de las Fuerzas Armadas en la sociedad democrática y el deber de promover la libertad para salvar
la paz.
Se sitúan a favor de la democracia, a pesar de sus posibles deficiencias en su aplicación, porque consideran que es el sistema que mejor respeta las libertades y sin éstas
no es posible la paz. Por ese mismo principio, las fuerzas del orden público tienen un
límite en su actuación represiva.
“Respetar la justicia y construir la paz” (RJP) (24 de julio de 1982)
Esta carta pastoral es firmada por: Luis María Larrea (Bilbao), José María Setién (San
Sebastián), José María Larrauri (Vitoria), Juan María Uriarte (auxiliar de Bilbao).
Contexto socio-político
El Estatuto de autonomía vasco había sido aprobado a finales de 1979. El día 30
de junio de 1982 el Congreso aprueba la ley del amejoramiento del fuero y la LOAPA.
Ésta, en el País Vasco, había sido recibida como una mutilación parcial del Estatuto de
Autonomía y un incumplimiento por parte del Estado que ponía en peligro el cumplimiento del Estatuto de Autonomía. Los núcleos duros del nacionalismo se confirmaban
en que sólo por la fuerza el pueblo vasco podría conseguir sus derechos.
Publicada esta carta el 24 de julio, el 2 de agosto se presentaba un recurso de
inconstitucionalidad contra la LOAPA. El 9 de ese mismo mes, el Tribunal Constitucional invalidaba 14 artículos de la LOAPA.
Temas tratados
En esta carta son abundantes los principios y criterios que se relacionan directamente con el pretendido derecho de autodeterminación del pueblo vasco. Los obispos
analizan la relación entre el Estado y las minorías nacionales o étnicas presentes en el
territorio de un Estado, así como las relaciones entre minorías y mayorías, dentro de un
Estado democrático. Señalan cuál debe de ser la actitud del Estado ante la reivindicación del derecho de autogobierno por parte de un pueblo inserto en su territorio debiendo promover las leyes que salvaguarden dicho derecho. Encuadran el ejercicio de este
en el deber de solidaridad con los otros pueblos del mismo Estado, afirmando que ni la
unidad de un Estado ni la independencia de un pueblo son objeto de un derecho primario o absoluto. Indican cuáles deben de ser las actitudes políticas de las mayorías y minorías en estos casos.
Rechazan en todo caso el recurso a la violencia como reacción ante una posible
injusticia de la autoridad. Reiteran, una vez más, su condena a la violencia terrorista.
“Diálogo y negociación por la paz” (DNP) (12 de diciembre de 1987)
Esta carta es firmada por: Luis María Larrea (Bilbao), José María Setién (San Sebastián)
y José María Larrauri (Vitoria).
Contexto socio-político
En los meses anteriores a la publicación de esta carta, la idea de un diálogo y de
una negociación de las fuerzas políticas con ETA comenzaba a verse como probable. A
finales de agosto, se daba por seguro que enviados del Gobierno se habían entrevistado
en Argelia con una representación de ETA. Felipe González, presidente del Gobierno,
admite la existencia de esos contactos.
Por otra parte, el 5 de noviembre, PNV, EE y el resto de los partidos estatales
suscriben el pacto de Estado contra el terrorismo.
Temas tratados
El tema central es el desarrollado en el punto 5 del documento titulado “Los caminos para la paz en el País Vasco”, en el que se incluyen los siguientes apartados: a) El
modelo político-institucional; b) El debate sobre la autodeterminación; c) La vía de la
negociación; d) Acción policial y derechos humanos; e) Colaboración internacional.
Los obispos no ponen en duda la legitimidad del pueblo vasco de reclamar el derecho de autodeterminación. Y añaden las condiciones en las que se debe de ejercitar
dicho derecho, negando como legítimo el recurso a la violencia para alcanzar el mayor o
menor grado de autodeterminación.
“Preparar la paz” (PlaP) (29 de mayo de 2002)
Esta carta pastoral fue firmada por: Ricardo Blázquez (Bilbao), Juan María Uriarte (San
Sebastián), Miguel Asurmendi (Vitoria) y Carmelo Etxenagusia (auxiliar de Bilbao).
Contexto socio-político
Esta carta pastoral se hace pública un año después de las elecciones de Mayo de
2001. En un contexto político todavía recientemente afectado por la rotura de la tregua
por parte de ETA, que había dado lugar a negociaciones entre el PP y dicha organización terrorista; y por el cruel asesinato de Miguel Ángel Blanco, concejal del PP en
Ermua (Bizkaia).
Los dos grandes partidos el PP y el PSOE han firmado el pacto antiterrorista.
La Iglesia española se había negado a ello, alegando su independencia en cuestiones
políticas, lo cual no fue bien recibido por el partido en el gobierno, el PP.
Con el apoyo de ese pacto, el PP propone la promulgación de una ley de partidos, persiguiendo la ilegalización de Batasuna, en cuanto partido que no condena la
violencia.
Los obispos constatan “graves desacuerdos” entre los partidos en este campo tan
sensible de la acción terrorista de ETA y una ausencia de diálogo honesto por parte de
todas las fuerzas democráticas que sea cauce de encontrar vías de solución al llamado
conflicto vasco, en el cual ETA encuentra su caldo de cultivo y razón de lucha.
En el ámbito internacional, se vive bajo el impacto emocional que supuso el acto
terrorista del 11 de Septiembre anterior en las Torres Gemelas de Nueva York.
Temas tratados
Defienden una vez más la necesidad de reconocer la legitimidad del pueblo vasco
de reivindicar su identidad nacional. Consideran éste un asunto nuclear y complejo que
está en la base del llamado conflicto vasco. Reclaman, una vez más, la vía del diálogo,
teniendo en cuenta la realidad multicultural de este pueblo, la obligación de solidaridad
y de que no salga perjudicado el bien común.
Precisan la necesidad de distinguir entre nacionalismo y terrorismo. Señalan que
no es lícito “alimentar la sospecha de que la connivencia con el terrorismo anida de
manera, al menos latente, en el corazón de un nacionalista”.
Reiteran su condena al terrorismo, extendiendo su condena a quienes lo apoyan,
encubren o defienden. En esta carta los obispos profundizan en esta condena, justificando este juicio moral en la perversidad moral intrínseca a la violencia terrorista de ETA,
ya que: viola gravemente el derecho a la vida, a la integridad física y a la seguridad personal; socava los cimientos del sistema democrático; contraviene la voluntad de la mayoría de los ciudadanos expresada en las urnas; destroza familias enteras; provoca miedo; desmoraliza la vida ciudadana y lleva la comunidad humana a la desesperanza;
mancha la imagen pública del pueblo vasco; supone un gravísimo obstáculo para que
los acuerdos políticos se puedan plantear de forma correcta y serena; es un atentado
contra la democracia y la convivencia política pacífica al atentar contra cargos electos
por el pueblo. Concluyen finalmente afirmando: “La valoración moral del terrorismo
de ETA ha de ser pues gravemente negativa”.5
Dedican también un espacio a los límites en los que se debe encuadrar la lucha
antiterrorista o la represión ejercida ante el terrorismo, tema también recurrente y presente en sus cartas pastorales, con mayor o menor relieve.6 Es en este contexto en el que
hay que entender la referencia que hacen a la entonces posible promulgación de la Ley
de partidos, mostrando su preocupación por las “consecuencia sombrías que prevemos
como sólidamente probables”7 que dicha ley podría traer consigo.
Reiteran asimismo la necesidad de respetar la Constitución, ya que ha sido aprobada o asumida8 como “eje vertebrador de nuestra convivencia”, por lo cual no puede
ser cambiada o suplantada sin graves razones. No obstante, al no ser ésta un bien absoluto puede ser cambiada en función de un valor mayor como es la paz. Pero ante cual5
Ya, en esta carta pastoral, anterior a la instrucción pastoral de la CEE, los obispos vascos, se adelantan, usando la misma expresión y con idéntica pretensión.
6
Ver, p.ej. “Salvar la libertad para salvar la paz”; también recogido en este trabajo, pág. 6.
7
Esta preocupación manifestada explícitamente parece ser que fue la que rodeó esta carta pastoral
de una gran polvareda por la que quedó desconocida y casi secuestrada. En realidad los obispos, como
ellos mismos manifiestan, se apoyaban en la consideración de personas de opinión autorizada y esta afirmación se basaba en que ello podía deteriorar la convivencia ciudadana en los pueblos del País Vasco,
que podía empeorar la situación de los amenazados, pudiendo sentirse acorralados en sus propios barrios
y pueblos y como ha quedado patente en las elecciones posteriores y, especialmente, en estas últimas
elecciones de 2007, imposibilitaba el conocimiento mediante el voto de las posiciones políticas de un
número importante de la ciudadanía vasca, ligada a la izquierda abertzale.
8
Aunque fue aprobada en el País Vasco con un alto grado de abstención, en la práctica el nacionalismo moderado la ha asumido, como una muestra de su deseo de reivindicar sus derechos por las vías
pacíficas y democráticas.
quier modelo o fórmula política, la Iglesia no puede ni sancionarlos como exigencia
ética ni excluirlos en nombre de ésta.
2.
Síntesis doctrinal
Los obispos consideran que el nacionalismo tiene legitimidad para reclamar el
respeto a su identidad cultural y de minoría étnica dentro de las estructuras políticas del
Estado español. Juzgan que la persistencia del conflicto en la democracia indica que esa
reivindicación no se ha visto reconocida. Consideran que ello exige una estructuración
política que haga real y eficacia esa diferencia identitaria. En función de ello apoyan el
derecho de autodeterminación. A su vez condenan tajantemente el uso de la violencia
como medio para obtener los derechos reivindicados.
El magisterio episcopal reconoce la legitimidad del régimen democrático español,
lo aprueban y lo defienden, por lo que no conciben el derecho de autodeterminación
como derecho de secesión o con objetivos rupturistas.
Su condena de la violencia es tajante e indiscutible, por razones antropológicas,
morales y sociales. Si en la época del gobierno franquista, dada la represión de este régimen a la cultura e identidad vasca, situaban una de sus raíces en esta política, no dejaron de condenarla. Después de la transición a la democracia, junto a las razones antropológicas, morales y sociales, la condenaban también por no estar justificada ni políticamente, existiendo cauces pacíficos para reivindicar dichos derechos. Alegan además
una cuestión práctica: que dicha violencia puede poner en peligro la democracia del
Estado español.
LA INSTRUCCIÓN PASTORAL “VALORACIÓN MORAL DEL
TERRORISMO, DE SUS CAUSAS Y CONSECUENCIAS”
CONTENIDO
Justificación de la Instrucción (1-4)
La intervención episcopal se justifica a partir de la obligación de la iglesia de no
permanecer callada cuando queda ultrajada la dignidad de la persona humana, por atentar contra su vida, su libertad y su capacidad de conocer la verdad.
Descripción del terrorismo (5-8)
La Instrucción caracteriza al terrorismo con los siguientes rasgos: forma parte de
una estrategia y con finalidades de tipo ideológico; pretende conseguir efectos que trascienden el mero daño producido sobre personas o bienes; busca rentabilidad política.
Diferencia el terrorismo de la guerra convencional o de la guerra de guerrillas, y niega
la posibilidad de calificar el terrorismo como una acción de violencia segunda o de legítima defensa. No se le puede aplicar por tanto los principios de la “guerra justa” ni la
legitimidad de una revolución violenta en caso de injusta opresión sistemática y prolongada.
Juicio moral (9-17)
El juicio se dirige a la misma raíz del terrorismo: al querer imponer su visión ideologizada de la realidad, lo hace por la fuerza, atropellando lo derechos humanos más
elementales a la vida y a la libertad. Para ello, deforma el lenguaje, pervierte sistemáticamente las conciencias y acaba desmoralizando a la sociedad, impidiendo un análisis
sereno de la realidad. Por todo ello se puede calificar al terrorismo como una estructura
de pecado.
Recordando la Instrucción Pastoral “Constructores de la Paz” de la misma CEE,
no duda en calificar el terrorismo como intrínsecamente perverso tanto por los mecanismos como por sus efectos y finalidad. Este mismo juicio moral afecta a quienes lo
hacen posible, mediante colaboración, encubrimiento o justificación e incluso con su
silencio.
Consecuencias (18-23)
El documento también enjuicia el terrorismo por los efectos perniciosos que produce en el tejido social: promueve la “cultura de la muerte”, confusión entre el bien y el
mal, relativiza el bien de la vida física, desconociendo a la persona humana como imagen y semejanza de Dios, y reduciéndola a un instrumento para la consecución de bienes políticos. Provoca, además, un clima de odio y miedo sistemáticos que deteriora y
deforma las relaciones sociales.
ETA, asociación terrorista (24-25)
El capítulo IV del documento califica ETA como asociación terrorista inserta en
el nacionalismo totalitario que persigue la independencia del País Vasco. Al tratarse de
un movimiento terrorista, VMT le aplica el juicio moral ya expuesto.
El nacionalismo totalitario, matriz de ETA (capítulo V)
El documento trata de penetrar en la raíz de ETA, para encontrar su matriz y cree
descubrirla en lo que denomina “nacionalismo totalitario”. En este punto, VMT va más
allá de lo que la propia CEE había enseñado en “Constructores de la Paz”. Condena el
trasfondo político social que es la matriz de ETA. Es decir no solamente condena los
medios sino también los objetivos políticos.
La Instrucción reconoce que toda identidad cultural tiene derecho a una soberanía
espiritual, que no necesariamente debe reflejarse en una fórmula política. Considera
que, precisamente, en el caso vasco no es aplicable el derecho a la soberanía política,
por estar el territorio incluido dentro de un estado democráticamente constituido y porque los supuestos derechos deben de estar sometidos a bienes mayores como el de la
solidaridad y el bien común.
Considera que no es aplicable el derecho de autodeterminación en el caso vasco,
ya que los Papas cuando han hablado de ello, se han referido a los países en proceso de
descolonización o injustamente invadidos. El documento afirma que no es moral cualquier modo de propugnar la independencia y la creación de un nuevo Estado.9
A partir de ahí, denuncia la idolatría del nacionalismo totalitario por convertir la
voluntad de independencia en principio absoluto. Acepta, con todo, la existencia de opciones nacionalistas moralmente aceptables siempre que se ajusten a la norma moral y a
las exigencias del bien común.
Finalmente la Instrucción afirma que los derechos individuales de la persona están
por encima de los derechos colectivos y distingue entre nación (hecho cultural) y Estado
(primariamente político), pudiendo darse varias formas de relación entre ambas realidades. Considera que en el caso de España, la reivindicación nacionalista de una soberanía política, sería negar unilateralmente la soberanía de España, poniendo en peligro la
convivencia de los españoles. Por ello, concluye afirmando la Constitución como marco
jurídico ineludible de referencia para la convivencia.
VALORACIÓN
1.
Con esta Instrucción, la Conferencia Episcopal quería dar cumplimiento a una de
las acciones previstas en su Plan Pastoral para el cuatrienio 2002-2005, que dice así:
“Ante la situación actual resulta conveniente que, después de las intervenciones habidas,
se estimule una reflexión entre los teólogos e intelectuales católicos y la misma Conferencia elabore un documento sobre el terrorismo y la aportación de la Iglesia para su
erradicación”. Llama la atención el contexto en el que se publicó (dada la prudencia con
que la Iglesia actúa en estos casos), las prisas de su publicación y el poco o ningún
protagonismo “de los intelectuales y teólogos católicos” en la reflexión previa y posterior al documento, tal como recomendaba la citada acción pastoral.
9
Para argumentar esta posición VMT se apoya en el discurso de Juan Pablo II al Cuerpo Diplomático en Enero de 1984.
Se publicó en un contexto políticamente complicado y difícil. La estrategia antiterrorista del gobierno español y la promulgación de la Ley de Partidos se sintió cuestionada por la carta “Preparar la Paz” firmada por los obispos de la diócesis vascas el 29
de mayo de ese mismo año, hasta el punto que el presidente del gobierno, Sr. Aznar,
afirmó que los obispos vascos habían cometido una “perversión moral”. Por otra parte,
el gobierno se había quejado públicamente ante la Iglesia española por no haberse adherido al pacto antiterrorista. La inmensa mayoría de los obispos conocieron el texto en el
momento de su presentación en la sesión plenaria. Sorprende en un documento de este
rango, en el que se abordaba un tema tan comprometido, la prisa con que se presentó
para su aprobación, sin dar lugar a los obispos a una lectura detenida y a un mayor debate en torno a su contenido.
2.
Resulta llamativa la ausencia de referencias al magisterio ejercido individual y
colectivamente durante décadas por los obispos de las diócesis vascas, quienes como ya
hemos visto son quienes más han hablado, escrito y debatido sobre la cuestión. Es cierto
que hay una referencia a ellos en nota a pie de página (nota 3), que los engloba, sin citarlos explícitamente, del siguiente modo: “se pueden encontrar también otras intervenciones sobre este tema en: J.F. Serrano Oceja (ed.), “La Iglesia frente al terrorismo de
ETA”, Presentación del Cardenal A. Mª Rouco Varela y Epílogo de Monseñor F. Sebastián Aguilar. BAC. Madrid 2001, XXXIV. 823 pp.”. Aparte del peculiar modo de formular esta reseña bibliográfica citando la presentación y el epílogo, sorprende sobremanera el desconocimiento o la laguna intelectual que supone no citar compilaciones de
documentos en referencia a este tema como “Al servicio de la Palabra y “Una Ética para
la Paz”. El silenciar dicha enseñanza induce a pensar que o bien se trataba de corregir
dicho magisterio o bien proclamar una enseñanza sobre estas cuestiones con autoridad
superior, desautorizando, por consiguiente, aquél.
3.
Los comentarios a que dio lugar la publicación de dicha Instrucción se centraron
en el contenido del capítulo V. En efecto, a respecto de los 4 primeros capítulos, la posición del episcopado era prácticamente unánime y sobre ello, como se ha visto, habían
escrito abundantemente los obispos de las diócesis vascas. Sin embargo el referido capítulo necesita matizaciones, sin lo cual da lugar a lecturas erróneas o a interpretaciones
fuera de lugar.
La lectura del texto no aclara cuándo se trata del terrorismo en general y cuándo
del de ETA en particular. Aunque ello no invalida la clara condena de cualquier terrorismo, no tiene la misma catalogación un terrorismo que busca defender reivindicaciones de derechos colectivos (caso del terrorismo de ETA) y el que busca superar la escandalosa miseria de numerosos grupos humanos, que se mueren de hambre (caso del
Tercer Mundo) diferencia que, con lucidez, distingue Ignacio Ellacuría,10 ya que en este
caso se puede aplicar los principios de la guerra justa y en el otro caso, no.
La Instrucción se adentra en una serie de cuestiones que son más de técnica política y de cuestiones opinables. Su tratamiento lleva a pensar que cualquier nacionalismo
no es justificable en España desde que reivindique el derecho de autodeterminación y
fórmulas políticas mediante las cuales hacer efectiva la soberanía espiritual o cultural.
La crítica al documento no es sólo por lo que dice, sino también por lo que deja de decir
o por lo que puede inducir a pensar.
IGNACIO ELLACURIA: “Trabajo no violento por la Paz y violencia liberadora”. Concilium
n. 215. Madrid 1988.
10
4.
Al apoyarse en Juan Pablo II para justificar el contenido del capítulo quinto, no se
le cita correctamente. Esto se comprueba al leer atentamente las notas a pie de página
del número 28. Al hablar de la soberanía espiritual y concluir que aquélla no implica la
soberanía política, se cita el discurso del Papa ante la Asamblea General de la ONU, en
el que se recoge que “cada nación tiene el derecho de construir su propio futuro”. Seguidamente, el referirse a realidades nacionales legítimamente vinculadas a otras dentro
de un mismo Estado, el documento afirma que “no puede decirse que dichas naciones
gocen necesariamente de un derecho a la soberanía política”. En realidad el texto de
Juan Pablo II en el que se apoya esta Instrucción afirma, más bien que “los casos son
complejos y muy diversos y cada uno de ellos pediría un juicio diferente, según una
ética que tenga en cuenta a la vez los derechos de las naciones, fundados en la cultura
homogénea de los pueblos, y los derechos de los Estados a su integridad y soberanía”.
Tan forzado es usar la doctrina de los Papas para defender las reivindicaciones nacionalistas como para negarlas. Lo que valen son los principios desde los que los Papas elaboran sus juicios y en el texto citado queda claro: es necesario compaginar el ejercicio
de los derechos de las naciones con los derechos de los Estados. Y esto es una cuestión
de creatividad política y de diálogo democrático.
5.
La valoración moral que es lo que realmente se quiere tratar en el documento
podría haber adoptado una perspectiva más evangélica. El documento se resiente al haber entrado en cuestiones más propias de la filosofía política, o de ética social. Sorprende las pocas referencias bíblicas en el cuerpo doctrinal. Dada su pretensión de no quedarse únicamente en la condena del terrorismo, sino hacer un juicio sobre sus causas y
consecuencias, hubiese sido necesaria una exégesis más completa y un comentario más
global y amplio del texto bíblico citado de Caín y Abel. En este relato bíblico se da un
conflicto de intereses entre el que tiene derecho a la tierra por ocuparla y trabajarla y el
que tiene derecho a la misma tierra por “promesa de Dios” (de sus causas); en el que se
da una resolución violenta al conflicto (el hecho) y en el que se advierte que una reacción no adecuada a ese hecho es siete veces condenable (de sus consecuencias). Dada la
pretensión anunciada por la Instrucción, ésta queda incompleta, lo que sin duda da lugar
a lecturas no siempre correctas ni justas, como ya se ha advertido en el punto 3 de esta
misma valoración
LA ENSEÑANZA DE LOS PAPAS
Y SU APLICACIÓN AL CASO VASCO
Existe una coincidencia en el juicio moral condenatorio respecto de la violencia
terrorista de ETA tanto por parte del magisterio de los obispos de las diócesis vascas
como por parte de la Instrucción Pastoral VMT. Sin embargo se detectan sensibles diferencias de opinión en la valoración que se hace del nacionalismo y sus reivindicaciones,
especialmente al tratar el punto del derecho a la libre determinación.11 Por ello, parece
conveniente recoger las enseñanzas de los Papas respecto de estos temas. A partir de la
II Guerra Mundial y la descolonización de los pueblos del Tercer Mundo se plantea políticamente esta problemática, que se hará más compleja con la caída del muro de Berlín
y las reivindicaciones nacionalistas de los países incluidos en la antigua URSS.
Tal vez sea necesario recordar el contexto histórico en el que se inscriben esas
enseñanzas.12 En el año 1960 con la resolución 1514 promulgada por la Asamblea General de la ONU adquirió carta de naturaleza el principio de la libre determinación. Esa
declaración quiere responder al proceso de descolonización que se estaba dando en diversos lugares del mundo.13 Este principio de libre determinación acabó adquiriendo
rango de principio estructural en la Declaración sobre Principios de Derecho Internacional en la resolución 2625 de la ONU del 24 de octubre de 1970. En ésta se afirma:
“Todos los pueblos tiene derecho de determinar libremente y sin injerencia externa, su condición política de proseguir su desarrollo económico social y cultural y
todo Estado debe de respetar este derecho. El contenido del derecho de libre determinación se expresa:
11
Esta misma disparidad de opiniones se contempla en la sociedad civil donde politólogos, juristas
y sociólogos propagan diferentes puntos de vista, a veces contrapuestos. Llama la atención que todos ellos
se apoyan en las mismas fuentes. Son conocidas las resoluciones de la ONU sobre estos asuntos y
asimismo, en el ámbito eclesial se conoce la doctrina proclamada por los Papas. No obstante, a la hora de
aplicar estos principios al caso vasco, no hay acuerdo. En el fondo, la cuestión está en definir quién es el
sujeto de la libre determinación y en qué condiciones puede ejercerse sin quiebra de la solidaridad y del
bien común. Detrás de ello, asimismo, está la relación entre nación y Estado y cómo se entiende en el
caso español. En relación a este último punto la revista Sal Terrae en mayo de 1999 editó un número
dedicado a “Los nacionalismos en la España actual”, con la colaboración de diversos autores con sus
distintos puntos de vista. Asimismo se puede consultar VILLOTA ELEJALDE, Ignacio: “Iglesia y
Sociedad. España-País Vasco”. IDTP-Desclée de Brouwer. Bilbao 2000. Acerca de los distintos puntos de
vista en relación a la aplicación del derecho de autodeterminación al caso vasco, señalamos algunos estudios
en la Bibliografía.
Cfr. MARÍA TERESA COMPTE GRAU: “El nacionalismo en la doctrina social de la Iglesia”
págs. 32 y ss. en VVAA: Terrorismo y nacionalismo. Comentario a la instrucción pastoral “Valoración
moral del terrorismo en España, de sus causas y consecuencias”. BAC. Madrid 2005.
12
13
Por lo que tiene que ver con el caso vasco, es interesante recoger la opinión de Mbuyi Kabunda,
de la Republica Democrática del Congo, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de
Basilea y en la Universidad de Lubumbashi (RDC), y de Relaciones Internacionales y Estudios africanos
en la Universidad Autónoma de Madrid, licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración. Cuestiona el planteamiento aplicado a estados artificialmente constituidos y sin ningún protagonismo de las
etnias y pueblos que coexistían en un mismo territorio. La resolución, en efecto, desgraciadamente, según
opinión de este experto africanólogo, no recoge la libre determinación de las minorías étnicas diversas
que comparten un mismo territorio constituido en Estado. De ahí los conflictos surgidos posteriormente
en toda África con las luchas tribales, entre los bubis y los fang en Guinea y los hutsis y los tutsis en
Ruanda, etc.
a. En el establecimiento de un Estado soberano e independiente.
b. En la libre asociación o integración con un Estado independiente.
c. En cualquier otra condición política libremente decidida por un pueblo.14
Dicha resolución continúa diciendo: “Ninguna de las disposiciones anteriores se
entenderá en el sentido de que autoriza fomentar cualquier acción encaminada a
quebrantar o menoscabar, total o parcialmente, la integridad territorial de estados
soberanos e independientes que se conduzcan de conformidad con el principio de
la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos antes descritos
y estén, por tanto, dotados de un gobierno que represente a la totalidad del pueblo
perteneciente al territorio”.15
En este contexto, hay que situar la doctrina de Juan XIII, expresada en la Mater et
Magistra y de modo especial en la Pacem in Terris.
Tanto Juan XIII como posteriormente Pablo VI y Juan Pablo II han manejado
no podía ser de otra manera los principios fundamentales de antropología cristiana,
que definen al ser humano como individuo que se desarrolla en sociedad. Es decir, es
un ser social, que vive constantemente en la necesidad de combinar lo particular con lo
universal, lo individual con lo social.
Por eso defenderán sin ambigüedad el derecho a la libertad; pero por eso también
exigirán que sea respetado el bien común; por eso los derechos individuales tienen una
“hipoteca social”.16 Y por eso también no hay derechos sin deberes y el ejercicio de
cualquier derecho tiene sus límites en los derechos de los otros o en el respeto al bien
común. Salvo el derecho a la vida y a la dignidad de la persona, en tanto en cuanto que
es imagen y semejanza de Dios y templo del Espíritu que, por ello, son absolutos e
inalienables, todos los demás derechos salvo aquéllos, es lógico, de los cuales dependan esos dos derechos prioritarios y en la medida que así sea los demás son de segundo
rango y tienen que ejercerse y aplicarse con la correspondiente hipoteca social.
La base donde se cimienta esta enseñanza está en el núcleo de la fe trinitaria donde se confiesa la unidad en la diversidad. Una unidad que no respete la diversidad no es
una unidad católica. Una defensa de la diversidad que rompa la unidad tampoco es
14
El destaque de esta tercera posibilidad es del autor de este estudio, ya que si bien es difícil situar
la situación del País Vasco en una de las otras dos alternativas, lo es menos en este tercer caso. Parece que
es aquí donde se asientan las afirmaciones en relación a este tema del magisterio episcopal vasco.
15
A este respecto hay que recordar (cfr: el análisis que se hace en este mismo trabajo de la carta
pastoral “Dialogo y negociación para la Paz”, pág. 7) que el episcopado vasco, al defender el derecho de
autodeterminación no lo contempla como secesión ni como ruptura. En relación a la resolución de la
ONU y la aplicación de los principios en ella contenidos, los que defienden el derecho de autodeterminación del pueblo vasco lo hacen en función de dos constataciones: aún reconociendo la fundamental soberanía del Estado español, afirman que para que la transición a la democracia que tuvo lugar en 1978 fuese
completa sería necesaria una segunda transición que recogiese los intereses de todos los ciudadanos, también los de los vascos, no suficientemente recogidos en la Constitución del 78, razón por la cual el PNV
propugnó la abstención a la hora de votarla. Es decir, sin el ejercicio del derecho de autodeterminación
por parte del pueblo vasco, habría como una especie de déficit democrático en el Estado español, al no
respetar los derechos de esa minoría. En Bibliografía se indican algunos estudios en torno a esta compleja
problemática.
16
privada.
Tal como señalará Juan Pablo II en “Solicitudo rei socialis” al referirse al capital y la propiedad
compatible con la doctrina católica. La aplicación a cada caso concreto debe de hacerse
iluminada por estos principios. A partir de ahí, la doctrina católica, respetando la autonomía de la política, respeta la legitimidad de la pluralidad de opciones de técnicas políticas que traten de resolver los conflictos de convivencia entre los ciudadanos de un
mismo territorio.
Y toda la enseñanza de los Papas en relación con el derecho de autodeterminación
está sustentada en esos principios fundamentales.17
Esa búsqueda de la Verdad, a la que hace referencia Juan XIII en el n. 35 de la PT,
ha de hacerse desde la libertad condición indispensable para que el ser humano se
aproxime a la Verdad, desde el respeto a su individualidad e identidad, de forma que
solamente es sujeto de deberes en cuanto es sujeto de derechos; con la misma fuerza y
valor que se puede decir que el ser humano en cuanto sujeto de derechos, tiene éstos
limitados en los derechos de los otros, que es lo que le convierte, por ello mismo, en
sujeto de deberes.
Y lo que es “verdad para el hombre lo es también para los pueblos”.18 Bien es
cierto que la aplicación de estos principios a relaciones individuales ofrece menos dificultad que cuando se trata de relaciones entre los pueblos, donde intervienen las relaciones políticas y donde hay que pasar a hablar de naciones y de estados; donde la nación,
comunidad natural, lugar de los padres (patria), es un dato dado al ciudadano en consecuencia de su nacimiento, de la cultura donde nace y crece, de la etnia (o pueblo) donde
desarrolla su actividad cotidiana y donde se educa, que le arraiga a una historia y a un
pasado, donde realiza y desarrolla su sociabilidad; mientras que el Estado es la estructura política necesaria para la buena convivencia de los ciudadanos de una o varias naciones, estructura que se dan voluntariamente, para propiciar el orden ciudadano y defender
el bien común.
En las múltiples decisiones que hay que tomar o apoyar en cada caso, para la doctrina de la Iglesia existe una ley moral que deber regir la ordenación de la convivencia
nacional e internacional. No es la voluntad de cada individuo o de ciertos grupos de
donde brota la fuente de los derechos y deberes de la persona humana.19
Pablo VI hace referencia al tema objeto de este estudio en tres de sus once mensa-
17
“La convivencia entre los hombres será consiguientemente ordenada, fructífera y propia de la
dignidad de la persona humana si se funda sobre la verdad, según la recomendación del apóstol San Pablo: “Deponiendo la mentira, hablad la verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros unos de
otros”. Ello ocurrirá cuando cada uno reconozca debidamente los recíprocos derechos y las correspondientes obligaciones. Esta convivencia así descrita llegará a ser real cuando los ciudadanos respeten efectivamente aquellos derechos y cumplan las respectivas obligaciones; cuando estén vivificados por tal
amor, que sientan como propias las necesidades ajenas y hagan a los demás participantes de los propios
bienes; finalmente, cuando todos los esfuerzos se aúnen para hacer siempre más viva entre todos la comunicación de valores espirituales en el mundo. Ni basta esto tan sólo, pues la convivencia entre los
hombres debe estar integrada por la libertad, es decir, en el modo que conviene a la dignidad de seres
racionales que, por ser tales, deben asumir la responsabilidad de las propias acciones”, afirma Juan XIII
en la PT, 35.
18
JUAN PABLO II: “Carta con ocasión del 50º aniversario del comienzo de la Segunda guerra
mundial”, 8: AAS (Acta Apostolicae Sedis) LXXXII, 12 de Enero de 1990, 50-60 (56).
19
PT, 78.
jes con motivo de la Jornada Mundial por la Paz del 1 de Enero,20 por él instituida. Señala las actitudes en las relaciones nacionales e internacionales que ponen en peligro la
paz. Y advierte de la tentación que algunos pueblos pueden tener de hacer uso de la violencia para reivindicar sus derechos.
En relación al caso vasco, queda evidente que la doctrina de los papas no ve compatible la búsqueda de la justicia con el uso de la violencia. Pero Pablo VI parece referirse a la situación de países en los que el hambre y la pobreza hacen inviable la vida
humana y en los que el recurso a la violencia se ve como única posibilidad de cambiar
el curso de la historia. Evidentemente éste no el caso vasco donde la reivindicación es
por un derecho colectivo y no por uno individual como es el derecho a comer para poder
sobrevivir. Si en este caso no se justifica la violencia, menos en el caso de reivindicaciones nacionalistas. Pero esto ya es conocido por el magisterio episcopal vasco y sigue
fielmente esta doctrina como ya hemos visto al analizar los documentos en relación al
juicio que le merece el terrorismo de ETA. Cuando Pablo VI da un juicio sobre la violencia al servicio de la reivindicación de los derechos colectivos no está pensando en la
situación vasca, ya que ETA todavía no había comenzado su historia macabra. Pero su
juicio si es aplicable por lo que ya se ha dicho.
A la vez, más adelante en este mensaje llama la atención a los gobernantes, responsables y a quienes ejercen autoridad, porque ellos también pueden ser responsables y
causa de la violencia aun cuando ésta en ningún caso se justifique.
Los obispos de las diócesis vascas ya habían advertido y llamado la atención sobre
la responsabilidad de la autoridad constituida de tener en cuenta las reivindicaciones del
pueblo vasco y habían condenado ciertas prácticas represivas, constatadas, que no se
ajustaban a la legalidad ni a la ley moral defendida por la Iglesia.21
En su mensaje del año 1975 Pablo VI vuelve a hacer referencia a la “amenaza de
recelosos nacionalismos cerrados en sus manifestaciones, de toscas rivalidades basadas en la raza, la lengua y la tradición”. Es cierto que en esta ocasión, Pablo VI conoce
la actividad de ETA. También es cierto que los obispos de las diócesis vascas, siguiendo
esta enseñanza harán todavía más explícita la condena de ETA, no quedándose en condenarla por ser violencia sino vaciándola de la justificación con que ETA se legitimaba.
Finalmente, Pablo VI en el mensaje del siguiente año, 1 de enero de 1976, reconoce la
legitimidad del nacionalismo, a la vez que señala y lo considera como una desgracia su
exacerbación. En ese mismo mensaje, señala un punto clave que dificulta la resolución
20
En la Jornada por la Paz del 1 de enero de 1968, señala las actitudes en las relaciones nacionales
e internacionales que ponen en peligro la paz: “el peligro de supervivencia de los egoísmos en las relaciones entre las naciones; el peligro de las violencias a que algunos pueblos pueden dejarse arrastrar por la
desesperación, al no ver reconocido y respetado su derecho a la vida y a la dignidad humana; el peligro,
hoy tremendamente acrecentado, del recurso a los terribles armamentos exterminadores de los que algunas potencias disponen, empleando en ello enormes medios financieros, cuyo dispendio es motivo de
penosa reflexión ante las graves necesidades que afligen el desarrollo de tantos otros pueblos; el peligro
de creer que las controversias internacionales no se pueden resolver por los caminos de la razón, es decir
de las negociaciones fundadas en el derecho, la justicia, la equidad, sino sólo por los de las fuerzas espantosas y mortíferas”.
21
Sobre esta cuestión, los obispos de las diócesis vascas han hecho diversas llamadas de atención
tanto a los gobiernos españoles como a las Fuerzas del Orden, llamadas de atención nunca bien acogidas
por aquéllos a quienes iban dirigidas. Veánse las cartas pastorales “Salvar la libertad para salvar la paz”
y “Preparar la paz” entre otros documentos.
de los conflictos mediante el diálogo o las vías pacíficas: el peligro de absolutizar las
ideologías. No se desprende de ahí que el papa condene las ideologías, pero sí que obstaculizan o impiden la paz cuando se adjetivan “irreductibles” las adjetiva él o cuando se arman poderosa y eficazmente para hacer desaparecer al adversario, desnudándole
de razones para subsistir. Evidentemente, aunque el Papa no lo dice expresamente, la
única forma de vencer este peligro es el rigor científico, la honestidad con lo real y la
búsqueda incansable de la Verdad que puede estar, al menos de forma parcial, en el adversario.
De modo que podríamos sintetizar que el pontificado de Juan XII y Pablo VI en el
tema objeto de este estudio se resume en lo siguiente:
“El mundo que Juan XIII y Pablo VI conocieron durante sus pontificados estuvo marcado por la tensión Este-Oeste y Norte-Sur. A los dos les preocupó el establecimiento de relaciones pacíficas de convivencia entre los hombres y los pueblos. Su Magisterio sociopolítico giró en torno a la mundialización de la cuestión social, el orden político, la participación activa de los católicos en la vida pública, el desarrollo y la formación de la
conciencia religiosa y moral de los laicos. Todo ello desde la óptica del Concilio Vaticano II. Juan XIII condensó su Magisterio social en la Pacem in Terris. Pablo VI lo hizo
en la Populorum Progressio. Ambas encíclicas están dirigidas a un mismo fin: el establecimiento de relaciones pacíficas de convivencia sobre normas justas que expresen y permitan el ejercicio de los derechos humanos en su dimensión individual y comunitaria. La
cuestión nacional en ambas encíclicas se entiende desde la perspectivas del establecimiento de estructuras políticas y económicas que fomenten el desarrollo de los hombres
y de los pueblos.22 Ello no impide que Juan XIII, el pronunciarse sobre la justicia en las
relaciones entre los pueblos, se refiera a los derechos y deberes de las minorías étnicas.
A Pablo VI le preocupa el desarrollo de los pueblos y todo aquello que impide que esos
pueblos, entendidos como una unidad que se organiza en una sociedad política, sean sujetos de desarrollo”.23
De todo ello, cabe deducir:
1. que la doctrina de Juan XIII y Pablo VI sobre la libre determinación no es
aplicable al caso vasco;
2. que lo que sí es aplicable al caso son los principios generales que rigen tal
doctrina; a saber: a) la necesidad de compatibilizar la unidad con la diversidad; b) el respeto a los derechos de las minorías; c) el deber de que el ejercicio
de la libertad se lleve a cabo sin perjuicio a terceros y sin que obstaculice el
desarrollo de los pueblos; mas bien, que lo facilite, es decir, el derecho a la libertad lleva consigo el deber de la solidaridad; d) en ningún caso, es aceptable
el recurso a la violencia;
3. que esta doctrina es conocida y asumida por el magisterio episcopal vasco, incluso cuando defiende el derecho de autodeterminación del pueblo vasco.24
22
De acuerdo con este comentario que María Teresa Compte Grau hace de la doctrina de Juan XIII
y Pablo VI se puede colegir que la preocupación de los Papas es que los derechos de los pueblos y de las
nacionalidades se concreten en estructuras políticas que no perjudiquen al bien común y que se dirijan al
desarrollo de los hombres y de los pueblos.
23
24
MARÍA TERESA COMPTE GRAU, op. cit. Ver nota 9.
Ello quedará más clarificado cuando dediquemos una referencia a las alocuciones de los Papas a
los obispos de la diócesis vascas con motivo de sus visitas “ad limina”.
Juan Pablo II
La doctrina de Juan Pablo II en relación al tema de nuestro estudio hay que enmarcarla en las consecuencias político sociales que tuvieron lugar en los países del Este
europeo tras la caída del Muro de Berlín y la desmembración de la antigua URSS, lo
que trajo graves divisiones, luchas fratricidas y políticas genocidas en diversos lugares
del Este europeo: Serbia, Croacia, Bosnia-Herzegobina, Kosovo,… El dramatismo y la
barbarie que a que dio lugar esa situación trajeron a la luz el cuestionamiento por la legitimidad del derecho de autodeterminación y la determinación del sujeto colectivo legitimado para su disfrute y las condiciones en las que ejercerlo.
Es este contexto el que lleva a Juan Pablo II, buen conocedor de la problemática
de los países del Este europeo, a exponer su doctrina en relación al tema de nuestro estudio.
Juan Pablo II comienza por afirmar y lo hará de forma reiterada en todos los documentos, alocuciones o discursos en los que haga referencia a estos temas que el ser
humano se esfuerza por conocer la Verdad y una mediación para ello está en su pasado,
en sus raíces, en su cultura, la cultura de su nación. De ahí que los derechos de la persona humana se trasladen a los derechos de los pueblos a ser reconocidos en su identidad
cultural.25
La nación, para Juan Pablo II es un cuerpo social, un grupo humano particular en
el que el hombre nace y crece y del que recibe unos bienes que debe cuidar. Es una comunidad histórica de origen, que no se reduce a la nación-Estado ni se identifica con
criterios de carácter biológico, como es la raza. La nación se define como una concreta
identidad cultural,26 una memoria histórica,27 una lengua y que se distingue de las otras
por la actitud que sus miembros adoptan ante la vida28 y ante el misterio de Dios. Todo
ello conforma la soberanía cultural de la nación. Juan Pablo II asimila el amor a la Nación como un deber igual al amor a los padres.
Juan Pablo II tampoco desconoce el fenómeno de la globalización y conoce que
frente a la universalización e interdependencia internacional que este fenómeno supone,
muchas minorías nacionales, naciones y pueblos se muestran recelosas.
En síntesis, éste será el contenido que Juan Pablo II da a los derechos de las naciones:





25
a la existencia;
a la libertad religiosa;
al empleo de la lengua propia;
a cultivar una cultura propia;
al desarrollo de acuerdo a los valores y tradiciones culturales.
Discurso a la UNESCO (2-6-1980),14.
26
JUAN PABLO II, SRS, 26.
27
Id, CA, 18.
28
Id, CA, 24.
Pero asimismo señalará sus límites en forma de deberes. Éstos son:
 de promover actitudes de respeto por las diferencias, que no son en sí mismas
gérmenes de escisión, sino elementos que enriquecen el género humano;
 de ejercer la caridad social y la solidaridad;
 de promover el bien común;
 de mantener una actitud de paz.
Tanto los derechos como los deberes expuestos en la doctrina de Juan Pablo II
responden al principio trinitario de la unidad en la diversidad.
En su enseñanza Juan Pablo II se adentra en un tema que, según se interprete afecta a la visión que se tenga desde la DSI de la cuestión vasca y que de ahí se derivan los
diferentes y aparentemente irreconciliables puntos de vista en relación a dicha cuestión
y el posible derecho de autodeterminación de dicho pueblo. Se trata de cómo entiende
Juan Pablo la soberanía necesaria para que un pueblo, una nación o una minoría étnica
pueda ejercer en la práctica el derecho a su identidad. Digamos, inmediatamente, que
Juan Pablo II mantiene una lógica en toda su enseñanza. Si los derechos de un pueblo a
su identidad se fundamentan esencialmente en raíces culturales y espirituales, él hablará
de soberanía cultural y espiritual y no de soberanía política. Él defiende aquéllas. Sobre
la necesidad de que éstas exijan una soberanía política para que no sean un mero ente de
razón, Juan Pablo II tiene algunas reservas y hace algunas consideraciones que no pueden ser ignoradas. Pero no ofrece afirmaciones tan tajantes como en lo referente a la
soberanía cultural y espiritual. En este sentido, el Papa deja libertad al modo como ha de
llevarse a la práctica dicho derecho. La soberanía política no es un derecho que defienda
el Papa, pero tampoco lo niega. La política tiene su autonomía. El Papa advierte de fórmulas que puedan atentar contra otras soberanías reconocidas y contra posibles formas
de defender ese derecho que atenta contra los derechos de otros colectivos y, mucho
más, cuando atenta contra la vida física de los miembros de esos colectivos. No hay que
olvidar que Juan Pablo II tiene muy en cuenta lo que está sucediendo en el Este europeo: las guerras fraticidas, los genocidios étnicos que se están produciendo en esos territorios.
La cuestión se complica al preguntar por la relación entre la dimensión cultural de
la nación y su dimensión política y por la relación entre identidad cultural de la nación e
identidad política nacional.
Juan Pablo II expresa su temor a que tras el derrumbe del imperio comunista algunos grupos nacionales pretendan la defensa de su identidad mediante el recurso a la
violencia, lo cual podría fomentar el resurgir de tendencias totalitarias y la promoción
del fundamentalismo religioso. Por eso, recuerda que el derecho fundamental de todas
las naciones es su derecho a existir pero ello no exige necesariamente una soberanía
estatal. Con todo, no niega el derecho de autodeterminación:
“¡No hay paz si los derechos de todos los pueblos y, particularmente los más
vulnerables no son respetados! Todo el edificio del derecho internacional se basa en el principio de igual respeto, por parte de los Estados, del derecho de autodeterminación de cada pueblo y de su libre cooperación en vista del bien común
superior de toda la humanidad”.
En definitiva advierte que el derecho de autodeterminación tiene también sus límites y sus condiciones para su ejercicio y se muestra muy restrictivo cuando tiende a expresarse como independencia o secesión.
Aunque no lo exprese directamente, del conjunto de toda la DSI, se desprende que
el ejercicio del derecho de autodeterminación expresado como secesión depende de:
 tener en cuenta el grado de opresión al que está sometido un pueblo, la naturaleza de los agravios que se le han inflingido y el grado de democratización de
las estructuras políticas en las que está inserto;
 valorar el patrimonio común creado durante siglos o tiempos de historia y convivencia común;
 calcular las ventajas y consecuencias que supondría la creación de un nuevo Estado. No sólo para quienes quieren independizarse sino también para quienes
sufrirían la amputación de una parte de la unidad estatal originaria. Todo ello,
según una justa primacía del bien común.
Tal vez, esté aquí la clave de la divergencia existente entre la CEE y el magisterio
de los obispos vascos. Y, precisamente también el eslabón de la cadena que los identifica. Difícilmente es aceptable en la actual situación del País Vasco dentro del Estado
español defender el derecho de autodeterminación como expresión de secesión.
Otra cuestión es la defensa que los obispos vascos hacen de ese derecho como el
medio adecuado por el que el pueblo vasco sea respetado en su identidad, ya que entre
el ejercicio del derecho de libre determinación como descolonización o como secesión
se pueden contemplar situaciones intermedias.
Los Obispos vascos y las visitas “ad limina”
Finalmente, queda por analizar el pensamiento de los Papas en relación con este
tema aplicado directamente a la cuestión vasca. Lo podemos encontrar en las alocuciones de los Papas con motivo de las visitas “ad limina” de los obispos vascos.
Si el magisterio de Juan XIII y Pablo VI estaba centrado en las situaciones creadas
por al descolonización de los países en desarrollo y por la tensión entre Este-Oeste y
Norte-Sur, el magisterio de Juan Pablo II, en torno a estas cuestiones está centrado en la
situación creada con la caída del muro de Berlín y las reivindicaciones nacionalistas e
independentistas de los países del Este que habían estado sometidos a la estructura política de la URSS. Aplicar esta doctrina, sin las consiguientes correcciones, al caso vasco
es dar un salto en el vacío, porque ni España ha sido la URSS para el País Vasco ni el
nacionalismo vasco se identifica con la situación vivida por los países del Este europeo
en la URSS.
Para conocer más de cerca y con mayor precisión la doctrina de los Papas referida
a la cuestión vasca, no hay mejor manera que acudir a la poca documentación prácticamente desconocida fuera de los obispos de las diócesis vascas que son las alocuciones pronunciadas por los Papas a los propios obispos vascos en sus visitas “ad limina”.
Recogemos de estas alocuciones lo más significativo.
Los Papas y los obispos de las diócesis vascas
Aunque no sea un magisterio pródigo ni tampoco existan, en él, afirmaciones
explícitas sobre determinadas cuestiones discutidas en relación a la cuestión vasca, sí da
pie para afirmar que los Papas, conocedores de la situación, de la doctrina emanada desde el episcopado y de la contestación que esta doctrina tiene en el resto de la Iglesia
española, confirman con sus declaraciones dicho magisterio.
El 24 de octubre de 198629 en la visita “ad limina” junto con los obispos de las
provincias eclesiásticas de Pamplona, Zaragoza y Burgos, después de manifestar su dolor por la incalificable plaga del terrorismo les había dicho: “Me consta que en vuestra
actividad pastoral no habéis dejado de hacer reiterados llamamientos a la paz.30 Se
trata no solo de condenar la violencia, sino sobre todo de trabajar por hacerla cada vez
menos posible, fomentando en las gentes el espíritu de la paz”.31
En 1991,32 a este grupo de obispos, en su visita “ad limina” les decía Juan Pablo
II: “No habéis callado ante los problemas y las contrariedades, sino que habéis ofrecido siempre las orientaciones que los hombres demandan de vuestra autoridad moral.
Tampoco habéis dejado de condenar el recurso a la violencia como medio para conseguir metas de pretendida justicia”.33
En 1997,34 de nuevo durante la visita “ad limina”, el Papa les exhorta a enseñar la
vía del perdón, de la convivencia fraterna y solidaria y de la justicia, que son los verdaderos fundamentos para la paz y la prosperidad de los pueblos, como el mejor método
para colaborar en la extirpación total de la violencia terrorista”.
29
AAS, LXXIX, 8 de Julio de 1987, pp. 850-856, 8; BOB, 394, Noviembre-Diciembre 1986, pp.
628-634.
30
El papa ante las críticas de que eran objeto los obispos de las diócesis vascas, sale al paso de
esas críticas injustas.
31
El episcopado vasco tomó buena cuenta de estas palabras. Y además de seguir condenando sin
ningún tipo de ambigüedad el terrorismo de ETA, propició actividades como la creación de la Comisión
por la Paz y la Reconciliación, en la diócesis de Bilbao, siendo obispos Don Luis María Larrea y Don
Juan María Uriarte, cuyo objetivo fundamental era educar para la paz.
32
AAS, LXXXIV, 8 de Septiembre de 1992, pp. 863-867; BOB, 422, Octubre de 1991, pp. 650-
654.
33
¿Qué diferencia el juicio que merece la actividad de los obispos de las diócesis vascas al Papa
Juan Pablo II de aquéllos que les juzgaban de permanecer callados?
34
BOB, 499, Octubre de 1997, pp. 845-852.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Los obispos vascos han condenado siempre, sin ningún margen de ambigüedad, la
violencia terrorista de ETA afirmando que su valoración moral ha de ser gravemente
negativa. Condenan también a quienes lo justifican o hacen posible, con su complicidad
o con su silencio.
Han considerado legítima la reivindicación del pueblo vasco a su identidad cultural y a que ésta tenga reflejo en una determinada fórmula política. En este punto, parece
existir una divergencia con la Instrucción Pastoral VMT. Ello les lleva a afirmar que el
pueblo vasco tiene legitimidad para reclamar el derecho de autodeterminación.
¿Esta es una cuestión de doctrina social de la Iglesia o de opinión política en el
que la divergencia es legítima?
Ambas posiciones conocen la doctrina de los papas y muy especialmente, en este
punto, la enseñanza de Juan Pablo II, llegando a opiniones opuestas. ¿Cómo es posible?
Afirmar o negar el derecho de autodeterminación del pueblo vasco apoyándose en la
autoridad de Juan Pablo II supone argumentar en falso, ya que en ningún caso Juan Pablo II ha sentado doctrina sobre dicho derecho en relación al pueblo vasco. Su doctrina
ha estado orientada hacia los países del Este; así como los Papas anteriores, al enseñar
sobre este tema, lo hacen teniendo en cuenta los países en proceso de descolonización.
Por lo cual, tienen razón quienes afirman que no se puede aplicar el derecho de autodeterminación tal como está formulado por los Papas al caso vasco; pero, a la vez, apoyándose en ello, no tienen pie para negárselo. Y, por ello mismo, quienes defienden ese
derecho no se sienten desautorizados por la doctrina de los Papas. Al caso vasco cabría
aplicar la afirmación de Juan Pablo II como “un caso complejo y diverso, que pide un
juicio diferente”.
En todo caso lo que rige es el principio de una ética que tenga en cuenta compaginar los derechos de las naciones a su identidad y los derechos de los Estados a su integridad y soberanía, que esto sí es una enseñanza constante en la DSI, entre el derecho al
reconocimiento de lo particular y el deber de lo particular a someterse al bien común.
En definitiva, también en estas cuestiones, debe aplicarse el principio trinitario de la
unidad en la diversidad.
Se puede decir que los obispos de las diócesis vascas son fieles a este principio al
reconocer la legitimidad del pueblo vasco a reivindicar dicho derecho; y a la vez valorando la estructura política democrática del Estado español, no pudiendo por tanto el
ejercicio de ese derecho perjudicar gravemente el bien común. Y la DSI no puede ir más
allá, ya que la fórmula concreta política de compaginar esos dos derechos y deberes es
una cuestión de creatividad política y diálogo democrático.
Existe un debate abierto de fondo entre dos hechos: el hecho cultural de la nación
y el hecho primariamente político del Estado. Cómo se armonizan estas dos realidades
en el caso del Estado español es una cuestión política hartamente debatida, en el cual
juegan un papel importante las ideologías desde las que se analiza la realidad. La extensión de este trabajo no permite entrar en ello, pero como ya se ha advertido anteriormente, existen diversos estudios recogidos en la Bibliografía (ver nota a pie de página 8).
POSTDATA
Este trabajo se terminó de elaborar el 24 de julio de 2007, 34 años
después de la ordenación presbiteral del autor.
En el recordatorio de su ordenación se puede leer: “Si vosotros permanecéis en mi doctrina, sois de veras discípulos míos y conoceréis
la Verdad y la Verdad os hará libres” (Jn 8,31-32).
Desde su compromiso con la Verdad, el autor ofrece este trabajo como
una aportación en la búsqueda de la misma, reivindicando el lugar que
merece un magisterio el de la iglesia que le ordenó presbítero para la
Iglesia Católica injustamente ignorado, olvidado y silenciado.
En Bilbao, a 24 de julio de 2007
ANEXO: BREVE BIOGRAFÍA DE LOS OBISPOS VASCOS
DON JACINTO ARGAYA GOIKOETXEA, nacido en Vera de Bidasoa (Navarra) en
1903. Nombrado obispo auxiliar de Valencia el 15 de agosto de 1952. Nombrado obispo
titular de Mondoñedo el 27 de octubre de 1957. Nombrado obispo de San Sebastián
hasta su renuncia en 1968.
DON JOSE MARIA CIRARDA LACHIONDO, nacido en Bakio (Bizkaia). Fue nombrado obispo auxiliar de Sevilla, siendo entonces arzobispo Monseñor Bueno Monreal
el 29 de junio de 1960. Nombrado obispo de Santander en noviembre de 1968. Posteriormente y ante la muerte de Don Pablo Gúrpide Beope, fue nombrado Administrador
Apostólico de Bilbao el 19 de noviembre de 1968. El 14 de diciembre de 1971 fue
nombrado obispo de Córdoba y el 29 de enero de 1979, arzobispo de Pamplona-Tudela.
DON ANTONIO AÑOVEROS. Nació en Pamplona el 13 de junio de 1909. Fue capellán castrense durante la Guerra Civil. El 6 de octubre de 1952 es nombrado obispo auxiliar de Málaga. En 1954 es nombrado obispo coadjutor de Cádiz. Siendo obispo titular
de Cádiz es nombrado obispo de Bilbao en 1971. Fue obispo hasta 1978. Tuvo que soportar la cruz de la reacción agresiva del régimen español ante una carta pastoral que no
gustó nada al entonces gobierno español. Su salida de Bilbao fue abortada por la Santa
Sede al amenazar de excomunión a los que se responsabilizaran de dicha salida.
DON JOSÉ MÉNDEZ ASENSIO, andaluz, nacido en Vélez-Rubio (Almería). Fue
obispo de Tarazona entre 1968-1971. Posteriormente, arzobispo de Pamplona-Tudela,
en el período de 1971-1978. Posteriormente, fue nombrado arzobispo de Granada.
DON FRANCISCO PERALTA, nacido en Híjar (Teruel). Fue obispo de Vitoria entre
los años 1955 a 1978.
DON JOSÉ MARÍA LARRAURI, nacido en Vitoria. Colaboró como presbítero con
Monseñor Tabera. Posteriormente fue nombrado auxiliar de Monseñor Tabera en la
diócesis de Pamplona-Tudela. En 1979 es nombrado obispo de Vitoria.
DON JOSÉ MARÍA SETIÉN ALBERRO, nacido en Hernani (Gipuzkoa) el 18 de marzo de 1938. Fue profesor y decano de la Universidad de Salamanca. Doctor en Derecho
Canónico. Siendo Vicario de Pastoral de la diócesis de Santander, fue nombrado obispo
auxiliar de Monseñor Argaya para la diócesis de San Sebastián, el 29 de septiembre de
1972. El 17 de febrero de 1979 es nombrado obispo titular de dicha diócesis.
DON JUAN MARÍA URIARTE GOIRICELAIA, nacido en Fruniz (Bizkaia), el 7 de
junio de 1933, licenciado en Teología por la Universidad Pontificia de Comillas. Obispo
auxiliar de Bilbao desde el 12 de septiembre de 1976 hasta el 17 de octubre de 1991,
cuando es nombrado obispo de Zamora. A raíz de la dimisión de Don Antonio Añoveros desempeñó el cargo de Administrador Apostólico de la diócesis. Nombrado obispo
de San Sebastián el 13 de enero de 2000. Ha tenido varios cargos en la CEE. Presidente
de la Comisión del Clero, miembro del Comité Ejecutivo y de la comisión permanente,
participó por elección de la CEE en el Sínodo de obispos en 1999.
DON RICARDO BLÁZQUEZ PÉREZ, nacido en Villanueva del Campillo (Ávila) el
13 de abril de 1942. Ha sido profesor y decano de la Universidad de Salamanca. Fue
obispo auxiliar de Santiago de Compostela (1988-1992), siendo titular de la misma
Monseñor Antonio María Rouco Varela. Nombrado obispo de Palencia (1992-1995).
Posteriormente fue nombrado obispo de Bilbao el 8 de septiembre de 1995. Es actualmente presidente de la CEE.
DON CARMELO ETXENAGUSIA URIBE, nacido en Iurreta-Durango (Bizkaia) el 25
de abril de 1932. Fue nombrado obispo auxiliar de Don Ricardo Blázquez para la diócesis de Bilbao el 8 de septiembre de 1995
DON MIGUEL ASURMENDI ARAMENDIA, nacido en Pamplona el 6 de marzo de
1940. Fue nombrado obispo de Tarazona el 27 de julio de 1990 hasta su nombramiento
como obispo de Vitoria el 8 de septiembre de 1995.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
FUENTES
“Al Servicio de la Palabra”. Cartas pastorales y otros documentos conjuntos de los
Obispos de Pamplona-Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria (1975-1993). Ed. EGA.
Bilbao 1993.
“Paz y reconciliación: documentos de la Iglesia en el País Vasco 1968-1990”. Ed. Delegación de MCS del Obispado de Bilbao. Bilbao 1990.
BIBLIOGRAFIA
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en VVAA: Terrorismo y nacionalismo. Comentario a la Instrucción
Pastoral “Valoración Moral del Terrorismo en España: de sus causas
y consecuencias”. Ed. BAC. Madrid 2006, 361-442.
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VVAA: Terrorismo y nacionalismo. Comentario a la Instrucción Pastoral “Valoración Moral del terrorismo, de sus causas y consecuencias”. BAC. Madrid 2005, 207-259.
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praxis violenta en las relaciones socio-políticas (La Teología del
episcopado vasco sobre la violencia -1969-1990)” tesina de licenciatura en Teología Fundamental, presentada en la Facultad de Teología
fundamental de Sant Cugat.
“Perdón y Memoria de las víctimas” en la revista diocesana de Bilbao
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DEPARTAMENTO DE PENSAMIENTO SOCIAL CRISTIANO. ICAI-ICADE: “Una
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3ª edición. Madrid 2006.
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puede encontrar una síntesis realizada por el propio autor en la revista
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Acerca del derecho de autodeterminación
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EGUIGUREN, Jesús: “Derechos Históricos y pacificación” en VVAA “Foralismo,
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HERRERO DE MIÑON, Miguel: “Estructura y función de los Derechos Históricos”
en VVAA “Foralismo, Derechos Históricos y Democracia”. Fundación BBV. Bilbao 1998:
SANZO, Luis: “El Pueblo Vasco y la Autodeterminación”. Ed. Erein. Donostia 2001.
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