García Alonso, Luz - E

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CONGRESSO TOMISTA INTERNAZIONALE
L’UMANESIMO CRISTIANO NEL III MILLENNIO:
PROSPETTIVA DI TOMMASO D’AQUINO
ROMA, 21-25 settembre 2003
Pontificia Accademia di San Tommaso
–
Società Internazionale Tommaso d’Aquino
Saber especulativo-práctico
del orden técnico
Prof. Luz García Alonso
Centro Universitario de la Ciudad de México (México)
He recibido el encargo de presidir la sección sobre Educación y Cultura
en este Congreso Mundial de la Academia Pontificia de Sto. Tomás y de la
Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
Ante todo, haré una breve introducción al tema.
El término cultura, proviene del latín cultura que significa cultura o
cultivo, en general, y, en especial, cultivo de las facultades humanas. Se refiere
al conjunto de conocimientos científicos, sapienciales y artísticos. Se extiende,
también, al conjunto de estructuras sociales y religiosas y de manifestaciones
intelectuales: científicas y artísticas que caracterizan una sociedad.
La acción cultural consiste en el influjo que el universo, natural o ya
modificado, recibe por parte del hombre, supuesto que con ello pretenda un fin.
Dicho influjo recae sobre los individuos que constituyen el universo corpóreo o
sobre los modos de esos individuos. Así la acción cultural, es una acción
transformadora y una acción que persigue un bien, por lo que es asimismo una
acción perfeccionante.
Puesto que también el hombre se considera como un individuo
perteneciente al universo corpóreo, la cultura es reflexiva; es decir, incide o
puede incidir sobre el propio sujeto que la produce. El hombre es capaz de
perfeccionarse a sí mismo, comúnmente esta tarea ocupa gran parte de sus
energías. Lo cultivado desempeña el papel de objeto, pero como sujeto y objeto
son funciones –no seres-, en el hombre coinciden el cultivar y el resultar
cultivado.
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Fundación Balmesiana – Universitat Abat Oliba CEU
L. GARCÍA ALONSO, Saber especulativo-práctico del orden técnico
El desempeño del hombre en el cosmos consiste en cultivarlo –y
cultivarse, como parte del mismo-, en mostrarse su dueño y señor, en destacar
su superioridad con respecto al universo. Consiste en penetrar en el misterio de
la modificabilidad de los seres, y en lograr modificarlos orientando dicha
transformación hacia un punto ya previsto. El universo está incompleto
mientras no cumpla con la actualización de algunas de las innumerables
posibilidades que ofrece. El hombre esta incompleto mientras no responda al
llamado que el universo le hace para llevarlo hacia un estado de mayor
perfección. Por eso la cultura es expresión de plenitud, cúspide en la que se
encuentran actualizados el agente y el paciente, por lo mismo el ser cultural
implica una perfección superior a la del ser meramente natural.
Las mejores páginas
transformación del hombre.
de
la
epopeya
cultural
se
refieren
a
la
Participar en la generación de un sabio, en el cultivo del genio de un
calopoeta, en la plenificación de un santo, es sin duda una ocupación cultural
de primer orden.
En el sentido ya señalado la tarea educadora es una forma de cultura.
Habría que añadir que la cultura puede entenderse de un modo subjetivo
en cuanto a las capacidades humanas para hacer cultura, y aquí caben los
distintos hábitos tanto intelectuales como voluntarios: la sabiduría, la ciencia, el
arte, la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.
Pero la cultura puede entenderse, también, de un modo objetivo, ya que
la objetivación del ejercicio de esos hábitos operativos, se plasma en los objetos
cultivados. Desde esta segunda perspectiva, son cultura los artefactos artísticos,
desde los monumentos arquitectónicos, hasta los utensilios más modestos, las
aportaciones científicas, y, ante todo, el hombre cultivado, que es el sabio, el
artista y el virtuoso.
La aproximación filosófica a la cultura, puede hacerse de dos formas
distintas: una especulativa y otra especulativo-práctica. La filosofía que
especula sobre la cultura se ha ocupado de la Filosofía de la ciencia, las distintas
Filosofías del arte (desde las bellas artes, hasta los oficios) la Filosofía de la
educación.
La Filosofía que pretende dirigir, -aunque remotamente- el orden
práctico, se escinde en dos ramas: la que se ocupa del ámbito moral que es la
Filosofía moral o Ética y aquella otra que se ocupa del ámbito dianoético, y que
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es la Filosofía de la eficacia o Filosofía del orden del hacer o productivo.
Durante mi breve conferencia haré un bosquejo de la Filosofía de la
eficacia.
Naturaleza de la filosofía de la eficacia
Se trata de un saber filosófico especulativo por su modo –procede por
demostración- y práctico por su fin –debe apuntar a lo operable y ser capaz,
aunque remotamente, de regir la operación-.
El objeto material de este saber son: los actos humanos transeúntes y su
producto.
El objeto formal motivo está compuesto por la explicación por causas
últimas, la penetración del primer grado de abstracción formal, la evidencia
intrínseca y el carácter de necesidad propio de lo especulativamente práctico
del orden del hacer.
El objeto formal terminativo es la eficacia medida por la ordenación del
acto y de su producto, al fin último terreno del hombre: el bienestar de la
humanidad.
Anclado en la Metafísica y en la Psicología filosófica, este saber se
construye a semejanza de la Ética, pero no en el orden del obrar, sino en el del
hacer.
En 1984, Roger Veneaux escribe: “Esta es mi opinión después de estudiar
su obra. La doctrina me parece completamente en la línea de Sto. Tomás. Es del
todo clásico el distinguir entre hacer y obrar. Es pues, también legítimo
construir una filosofía del hacer paralela a la filosofía del obrar. La última existe
desde hace tiempo, es la Ética. La primera no existía aún y Ud. la ha diseñado
(…). Ud. ha hecho una obra útil y de actualidad (…). Mi deseo es que Ud. le dé
a su pensamiento todo el desarrollo que juzgue posible”.
Las grandes líneas de la Filosofía de la eficacia
La filosofía del hacer señala las fuentes de la eficacia en los actos
transeúntes y en sus efectos, analizando su bondad técnica en función del
modo, la especie y el orden, que corresponden a las circunstancias el objeto y el
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L. GARCÍA ALONSO, Saber especulativo-práctico del orden técnico
fin, tanto del acto como del artefacto, ya que estos son los elementos
constitutivos del bien y, en su caso del bienhacer.
La Filosofía de la eficacia señala también los criterios de eficacia que son
objetivos y subjetivos: la recta razón (criterio objetivo próximo), la ley cósmica
(criterio objetivo remoto) y los juicios prácticos comparativos del acto técnico
con la recta razón poiética o con la ley cósmica (criterio subjetivo de eficacia).
Finalmente estudia la virtud del arte y sus especies, sus relaciones con la
prudencia y las virtudes morales y sus relaciones con las virtudes especulativas.
Los conocimientos anteriores, permiten señalar el justo medio de la
eficacia, regulando la proporción entre el esfuerzo y el resultado, entre el
beneficio a corto plazo o en un ámbito y restringido y el beneficio a largo plazo
o inserto en la totalidad; entre el bienestar particular y el bienestar común, entre
la bondad principal de los medios y los efectos malos tolerables. Permiten así
mismo determinar las especies poiéticas no ordenables –en absoluto o bien
relativamente- al bienestar humano común. Cabe lo anterior es posible también,
jerarquizar las artes y sus artefactos y subordinarlos en función del orden
natural, del orden racional y del orden moral.
La dimensión eficaz del acto humano
En los actos humanos, es preciso distinguir entre su ser psicológico, su
ser moral y su ser eficaz.
El ser psicológico del acto humano es la operación misma de la voluntad.
En la medida en que la voluntad opere naturalmente como potencia, sus
operaciones son buenas, ya que constituyen su objeto propio. Sólo cuando la
cualidad de la voluntad tenga signo negativo (impotencia volitiva) sus
operaciones se clasificarán entre los males físicos, siempre procedentes de una
causalidad segunda deficiente. Así, el ser psicológico del acto humano es la
misma facultad volitiva en acto segundo, es decir un accidente cualidad
potencia.
El ser moral del acto humano es una relación que este guarda de modo
necesario con el fin último del hombre, ya que se trata de la operación de un
apetito racional. Si se trata de una relación de ordenación a dicho fin, califica al
acto humano de moral, si, por el contrario, esa relación es de desorden respecto
al fin último, califica al acto humano de inmoral. La moralidad no es sino la
relación misma del acto humano respecto al fin último del hombre. La relación
necesaria del acto voluntario con el fin último del hombre, es su constitutivo
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formal. El ser moral del acto humano es un accidente relación que inhiere en el
hombre a través de otro accidente consistente en la operación voluntaria libre.
En este sentido escribe el Aquinate: “el acto humano por su substancia
pertenece a una especie natural, y, sin embargo, por sus condiciones morales,
que accidentalmente le sobrevienen, puede pertenecer a dos especies
diferentes”.1 Establecida la causa formal del acto moral, conviene señalar que su
causa material próxima es el ser físico del acto voluntario, su causa material
remota es la facultad volitiva y la causa material última el sujeto humano.
El ser eficaz del acto humano es una relación que este guarda, de modo
contingente con los distintos fines no últimos del hombre, fines obviamente
muy numerosos. Si dicha relación, se ordena a determinado fin temporal o no
último, califica al acto de eficaz, de lo contrario, lo califica de ineficaz. El ser
eficaz del acto humano es un accidente relación –contingente- que inhiere en el
hombre y especialmente en lo operado –a través de otro accidente que consiste
en la operación voluntaria trascendente o acción externa.
La causa material del acto eficaz es la misma que la del acto moral: la
próxima es el acto humano mismo, la remota el apetito racional y la última la
persona humana.
Los actos moral o eficazmente positivos, hacen bueno al hombre, ya en
cuanto tal, ya en cuanto artista o técnico, pero esa bondad no es perfecta ni
permanente. En cambio, los hábitos morales y los hábitos eficaces, estabilizan
perfeccionan y facilitan la bondad práctica.
El mandato de la sindéresis, en el orden del hacer, se trasluce en el
comportamiento general, por el que todos pretenden hacer bien las cosas, desde
caminar o hablar bien hasta cocinar o relatar bien un suceso. Es claro, además
que no basta con la disposición para hacer bien las cosas, no basta hacer las
cosas bien de modo esporádico, sino que deben hacerse bien de modo estable. Y
no es lo mismo realizarlas fácil y agradablemente que hacerlas difícil y
desagradablemente. El hábito del arte inclina de un modo permanente al
bienhacer con facilidad y deleite.
Ser un buen trabajador consiste en dominar el arte del trabajo que se
desempeña.
Ser un buen trabajador es lo mismo que ser eficaz en el trabajo.
1
S.Th.1-2 q.18 a 7 ad. 1.
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El ser de la eficacia
Los artistas, los filósofos y, en general, los humanistas han participado
del prejuicio que conceptúa a la eficacia como una cualidad de segunda o
tercera categoría. Cualidad alejada en primer término, de aquellas de la
aristocracia del espíritu, cualidad acomodada a la vulgaridad del mundo del
comercio y el factoraje, cualidad chata, mecánica, trivial, metalizada. Este sería
un primer acercamiento distorsionado y parcial al ser de la eficacia.
Por el contrario, el hacer eficaz es el bienhacer. Diestro y competente
son sinónimos de eficaz. Eficiencia y maestría se identifican. En la medida en
que dominan la materia y hacen resplandecer la forma, esto es, en la medida en
que realizan bien su arte, los artistas son eficaces. La meta principal de las
instituciones de beneficencia, de los programas sociales, de las estrategias para
la paz, de los programas para combatir la pobreza, de la difusión cultural, es su
eficacia.
La finalidad de la eficacia es el bienestar de la humanidad. Para
develar el ser de una realidad cualquiera, hay que preguntarse por su finalidad.
Porque la final es la causa de las causas. Asentando que el para qué de la
eficacia es el bienestar de la humanidad, habrá que preguntarse por su causa
material, por el sujeto de la eficacia. A lo que propiamente se le llama eficaz es a
la acción humana. Las operaciones del universo infrahumano, por fatales, por
estar sujetas al determinismo, escapan al calificativo de eficaces o ineficaces.
¿A qué realidad compete de suyo el ordenarse al bienestar humano? No
a una substancia, sino a una operación, no una operación infrahumana, sino a
una operación racional. No a una operación simple –como serían la
especulación intelectual o la volición elícita- sino a una operación compleja, a
una operación que se inicia en la intelección práctica (la cual pende de la
especulativa) continúa en la volición libre y se plasma en la ejecución. Esta
operación compleja no es sino el acto voluntario imperado y lo ejecutado por
ella es el artefacto.
Si la acción humana y el artefacto producido alcanzan su fin, serán
eficaces. Para alcanzarlo deben ordenarse a él. Esta ordenación, este “deberser” de la acción humana al bienestar del hombre, es su forma, su causa
formal, su esencia. Dígase lo mismo del artefacto.
Por último se debe inquirir por la génesis de la eficacia, por su causa
eficiente. Esta es doble: la verdad y la eficiencia. La eficacia pende de la
verdad, tanto porque toda orientación al fin implica su visión, su pre-visión
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intelectual, cuanto porque la elección supone un juicio y la raíz de la libertad es
la inteligencia. La eficacia pende de la eficiencia porque la causalidad que
produce el efecto eficaz, debe fluir desde su fuente sin obstáculo, desde la
inmanencia de la elección hasta la trascendencia de la ejecución externa
plasmada en el efecto.
Al término de este cuádruple análisis es posible ofrecer la siguiente
definición de eficacia:
“Ordenación del acto humano imperado y su producto, al bienestar de la
humanidad”. La pregunta lógica inmediata es la de si cabría que el acto
humano se ordenase a otra meta. La respuesta es positiva. La ordenación del
acto humano (elícito o imperado) al fin último eterno del hombre, es la
moralidad.
El perfeccionamiento moral se esculpe en la tierra y se perpetúa en la
eternidad.
El perfeccionamiento eficaz es intramundano, secular, incapaz de
alcanzar lo eterno, inmanente al tiempo. No pretende otorgar la felicidad, sino
proporcionar al hombre el bienestar que se mide “de tejas para abajo”.
Mientras que el moral es el orden del obrar, el eficaz es el orden del
hacer. Bienobrar y bienhacer son distintos pero complementarios. Ni son
ajenos ni, mucho menos son opuestos. Pero no deben confundirse.
Realidades a las que se extiende la eficacia
A la pregunta sobre cuales acciones pertenecen al orden del hacer eficaz,
la respuesta es muy sencilla; todas aquellas que cooperen al bienestar terreno.
De este modo los quehaceres que encabezan la lista, son precisamente los
más nobles: las bellas artes, las ciencias, el cultivo de las humanidades, la
educación, la tecnología y los quehaceres mecánicos. La música, los aparatos
electrónicos, los adelantos de la medicina la literatura, el cine, la escultura, los
saberes históricos, el arte gramatical, el derecho... estos géneros de acciones
voluntarias orientadas al bienestar humano, estos géneros y muchos otros
constituyen el ámbito de la eficacia, del hacer y de lo técnico en sentido amplio,
o –si se quiere evitar el sesgo peyorativo- de lo poiético.
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De qué realidades no se puede predicar la eficacia
La eficacia no es una cuestión de convencionalismo sino de naturaleza.
La eficacia no es el resultado meramente azaroso de la suma de acciones, sino el
resultado de acciones no sólo ordenadas sino coordenadas, es el resultado del
bienhacer inserto en la totalidad.
No es la mera adecuación de los medios al fin. De esta resulta, cuando
más, una eficacia parcial o a corto plazo.
Una acción puede ser adecuada a un fin, pero desproporcionada, es decir
muy costosa, muy difícil o lenta o con efectos colaterales negativos, como lo
sería el matar moscas con metralleta, el apagar la chimenea con bomba
extinguidora o el encender cigarros con papel moneda.
Una acción podría ser adecuada a un fin personal, pero inadecuada a un
fin social. O bien adecuada al bienestar de una sociedad, pero perjudicial para
la humanidad entera.
Lo anterior significa que el criterio objetivo de eficacia es la naturaleza
humana descubierta por la recta razón. La otra cara de la moneda es la ley
cósmica que es la develación de la ley eterna por el esfuerzo racional.
Como el orden terreno o temporal se subordina al orden eterno, así el
orden de la eficacia y su correlato el bienestar de la humanidad, se subordinan
al orden moral cuyo correlato es la felicidad eterna del hombre.
Por eso, en sentido estricto una acción inmoral no puede ser eficaz (lo
será sólo parcial y provisionalmente). El objeto de la eficacia debe ser
ordenable primariamente al bienestar de la humanidad y secundariamente a
su felicidad eterna.
Insuficiencia de la virtud del arte y las ciencias aplicadas
El artista (carpintero, labrador, alfarero, etc.) es un hombre cuyo “arte” le
procura el éxito de su labor, el “arte o la técnica del carpintero” es la razón de la
eficacia en su trabajo, lo mismo que el “arte o la técnica del alfarero” es la razón
de la eficacia de este en el suyo.
Pero cuando el trabajo artístico necesita de una certeza, de una seguridad
mayor que garantice su hacer, entonces el artista recurre a la ciencia. Así el
curandero recurre a la biología y entonces aparece la medicina –de igual modo,
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el comerciante recurre a la aritmética y así nace la contabilidad-. En pocas
palabras: la aplicación de las ciencias particulares (como pueden ser la Biología,
la Física, la Química y las Matemáticas) al terreno del arte, da lugar a las
distintas “tecnologías”.
¿No basta el auxilio de las ciencias particulares?
Sin embargo, estas mismas tecnologías cuando se encuentran en una
situación de complejidad que compromete su certeza –por lo tanto su eficacia-,
cuando requieren de una visión mas universal, cuando se preguntan por su
misma naturaleza, por su situación entre los demás tipos de conocimiento o por
su fundamentación (entre otras necesidades), entonces requieren de un saber ya
no científico, sino sapiencial. Un saber sapiencial es una ciencia que no da
explicaciones únicamente por medio de causas inmediatas, sino por las últimas
causas de los hechos, de los efectos, de las cosas. Un saber sapiencial es una
ciencia que no se reduce al estudio de una parcela de la realidad (las
matemáticas sólo estudian la cantidad, la biología sólo a los vivientes, la física
sólo a los cuerpos, la astronomía sólo a los astros). Por ello el orden científico se
divide en el de las ciencias particulares y en el de las ciencias filosóficas, ya que
la Filosofía es ciencia de todas las cosas por sus causas últimas. Por eso, entre
las ciencias, sólo las filosóficas ofrecen una visión integral y una capacidad de
síntesis superior.
El recurso al saber filosófico
¿Cuáles son las ventajas de que el mundo fabril o de servicios, busque
mayor eficacia en su hacer acudiendo a las ciencias filosóficas?
Su visión de la verdad que alcanza verdades últimas más iluminadoras
y mas ciertas y con ello
Su visión de totalidad, porque es propio del sabio ordenar, porque sólo
el sabio alcanza un panorama sintético de la realidad, capaz de señalar los
distintos modos de integración de las realidades.
Su visión del fin de la eficacia: el bienestar de la humanidad entera.
Su visión de la necesidad de la integración de los esfuerzos y las metas.
Su juicio sobre la coherencia de la axiomática o del sistema de creencias
de un complejo productivo.
Su análisis sobre el hacer productivo mismo –el carácter de la técnica-.
y
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Su profundo conocimiento de la causalidad
De la causa material y formal para determinar la naturaleza de las
materias brutas y del producto o servicio y tantas y tan distintas naturalezas
que rodean al proceso fabril.
De la causa final, para poder fijar las metas, encadenarlas, subordinarlas
y armonizarlas entre sí. Para distinguir los fines de los medios y establecer
jerarquías reales entre ellos.
De la causa eficiente que es la que hace pasar la acción fabril al producto
acabado, o la destreza al servicio realizado. La complejidad y el
desconocimiento de esta causa y de sus especies explican la mayor parte de los
fracasos en el orden técnico.
Las aplicaciones de la filosofía de la eficacia
Los terrenos indicados para la aplicación de la Filosofía de la eficacia, son
aquellos que por su extensión, por su complejidad o por ambas razones, ofrecen
dificultades especiales para resolver sus problemas a través de las técnicas o por
la mediación de las ciencias particulares, por lo que requieren de la visión
técnico-sapiencial.
Se trata de realidades como la educación, la miseria, el hambre, la
seguridad, la ecología, las relaciones internacionales, la paz, la justicia…
Los bienes agregados de la Filosofía de la eficacia
La asesoría filosófico-técnica, es un campo abierto al filósofo, un campo
exclusivo del filósofo realista y un campo especialmente propicio al filósofo
tomista, ya que este tipo de asesoría consiste en analizar la verdad de los
principios teóricos –ya sean explícitos o tácitos en los que se inspira una tarea
suficientemente compleja. Valorada la coherencia y la verdad de los principios,
y con ellos la especificación del fin, habrá que realizar un análisis causal de los
materiales, de las causas eficientes o de la génesis productiva misma y una
valoración del resultado o de la nueva forma artificial conseguida.
La gran complejidad de las visiones y las acciones para el bienestar
terreno de la humanidad, ansiando el éxito, requiere –probablemente sin
advertirlo, pero indispensablemente- del apoyo inestimable de la Filosofía.
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