HUME. Investigación sobre el entendimiento humano. Sección 7

Anuncio
HUME. Investigación sobre el entendimiento humano. Sección 7 parte 2.
[Introducción]
[La principal obra de Hume fue Tratado sobre la naturaleza humana, donde desarrolló los
fundamentos de su filosofía, entendida como ciencia que se ocupa del ser humano. En ella
analiza los fundamentos de nuestro conocimiento y los principios que regulan nuestros juicios
morales. Como esta obra no tuvo el éxito esperado, volvió a exponer los principios de su
filosofía en otras obras: Investigación sobre el entendimiento humano, en la que trata de
clarificar su teoría del conocimiento e Investigación sobre los principios de la moral, que
expone de nuevo su pensamiento moral.
La parte 2 de la sección 7 se ocupa de la idea de causalidad. En ella, Hume presupone su
análisis empirista del conocimiento: sólo conocemos nuestras propias percepciones, que se
dividen en impresiones e ideas, y las ideas deben derivar de una o varias impresiones; si una
idea no procede de alguna impresión, entonces esa idea es arbitraria y falsa. Partiendo de estos
principios, sostiene en este texto que, en los casos particulares, solo podemos observar que unos
hechos siguen a otros; sin embargo, cuando esa observación se repite en varios casos, surge en
nosotros la idea de conexión causal necesaria. A lo largo de estos párrafos, Hume trata de
desentrañar el origen de esa idea y valorar su alcance.]
[En casos particulares, observamos que un acontecimiento sigue a otro, pero no que haya
un vínculo entre ambos (lín. 13-30)]
26. Pero apresurémonos a concluir este argumento, ya excesivamente prolongado. En
vano hemos buscado una idea de poder o conexión necesaria en todas las fuentes de las
que podríamos suponer que deriva. Parece que en casos singulares de operaciones de
los cuerpos no podemos jamás, ni por el más completo escrutinio, descubrir nada sino un
evento siguiendo a otro, sin ser capaces de comprender ninguna fuerza o poder por el
que la causa opere, o ninguna conexión entre ella y su supuesto efecto. La misma
dificultad se nos presenta al contemplar las operaciones de la mente sobre el cuerpo; lo
que observamos es el movimiento del último siguiendo a la volición de la primera, pero
no somos capaces de observar o concebir el lazo que liga movimiento y volición, o la
energía por la que la mente produce este efecto. La autoridad de la voluntad sobre sus
propias facultades e ideas no es ni una pizca más comprensible. De modo que, en suma,
no se manifiesta, en toda la naturaleza, ningún caso de conexión que nos resulte
concebible. Todos los eventos parecen completamente desprendidos y separados. Un
evento sigue a otro, pero nunca podemos observar ningún lazo entre ellos. Parecen
conjuntados, nunca conectados. Y como no podemos tener idea de nada que nunca se
haya presentado a nuestro sentido externo o al sentimiento interno, la conclusión
necesaria parece ser que no tenemos idea de conexión o poder en absoluto, y que estas
palabras carecen por completo de cualquier significado cuando se emplean en los
razonamientos filosóficos o en la vida ordinaria.
[(lín. 13-30) En nuestra experiencia de casos aislados, sólo podemos observar la sucesión entre
dos objetos, pero no podemos percibir un vínculo necesario entre ellos. Lo mismo ocurre
cuando a un acto de voluntad sigue un movimiento del cuerpo; comprobamos que un
movimiento corporal sigue a una volición, pero nunca vemos la conexión entre la actividad de la
mente y el movimiento a continuación. Por otro lado, no podemos tener ideas que no procedan
de impresiones de sensación (“sentido externo”) o de impresiones de reflexión (“sentimiento
interno”). Se concluye, por tanto, que la idea de “conexión necesaria” carece de sentido, ya que
no procede de impresión alguna (“nunca podemos observar ningún lazo entre ellos”)]
1
[Cuando hay una sucesión continuada de eventos, a uno lo llamamos causa y al otro efecto
(lín. 34-48)]
27. Pero queda todavía un método para evitar esta conclusión, una fuente que aún no
hemos examinado. Cuando cualquier objeto natural o evento se presenta, nos resulta
imposible, independientemente de nuestra sagacidad o penetración, descubrir o incluso
conjeturar, sin experiencia, qué evento resultará de él, o llevar nuestra previsión más allá de
este objeto inmediatamente presente a la memoria y los sentidos. Incluso después de un
caso o experimento donde hayamos observado que un evento particular sigue a otro, no
estamos autorizados a formar una regla general, o a predecir lo que sucederá en casos
similares; teniéndose con justeza por temeridad imperdonable juzgar del curso todo de la
naturaleza a partir de un único experimento, por preciso o cierto que sea. Pero cuando una
especie particular de eventos ha estado siempre, en todos los casos, conjuntada con otra, ya
no tenemos más ningún escrúpulo para predecir uno a partir de la aparición del otro, ni
para emplear este razonamiento, único que nos puede asegurar de cualquier cuestión de
hecho o existencia. Llamamos entonces a un objeto, causa; al otro, efecto. Suponemos que
hay alguna conexión entre ellos, algún poder en el uno por el que éste infaliblemente
produce el otro, y opera con la mayor certeza y la más fuerte necesidad.
[(lín. 34-48) Cuando un objeto siempre ha precedido a otro, llamamos causa al primero y efecto
al segundo y pensamos que hay una conexión necesaria entre ellos. No observamos dicha
conexión necesaria (“suponemos”), pero creemos firmemente en que se producirá con toda
seguridad (“infaliblemente”). Así pues, según Hume, nuestra predicción de los hechos futuros,
basada en esta relación causal, no sería verdadero conocimiento sino mera creencia o
suposición.]
[La idea de conexión necesaria entre causa y efecto nace en la imaginación por la costumbre
(lín. 54-79)]
28. Parece, entonces, que esta idea de una conexión necesaria entre eventos surge de una
pluralidad de casos similares en los que se da la constante conjunción de éstos; y que no
puede esta idea sugerirla jamás ninguno de estos casos aislado, por más que se le considere
bajo toda posible luz y desde todo posible punto de vista. Pero nada diferente hay en un
número de casos de lo que hay en cualquier caso singular al que se supone exactamente
similar; excepto, sólo, que, después de una repetición de casos similares, la mente se ve
llevada por el hábito, con motivo de la aparición de un evento, a esperar a su usual
acompañante y a creer que existirá. Esta conexión, por consiguiente, que sentimos en la
mente, esta acostumbrada transición de la imaginación desde un objeto a su usual
acompañante, es el sentimiento o impresión a partir del cual formamos la idea de poder o
conexión necesaria. Nada más hay en este caso. Considérese la cuestión desde todos los
ángulos; nunca se encontrará otro origen de esta idea. Ésta es la única diferencia entre un
único caso, del que nunca podemos recibir la idea de conexión, y una pluralidad de casos
similares que la sugieren. La primera vez que un hombre vio la comunicación del movimiento
por impulso, como en el choque de dos bolas de billar, no pudo afirmar que un evento
estaba conectado, sino sólo conjuntado, con el otro. Después que hubo observado varios
casos de esta naturaleza, afirmó que estaban conectados. ¿Qué alteración ha sucedido para
dar lugar a esta nueva idea de conexión? Ninguna, salvo que ahora siente que estos eventos
están conectados en su imaginación, y puede fácilmente predecir la existencia de alguno a
partir de la aparición del otro. Cuando decimos, por consiguiente, que un objeto está
conectado con otro, sólo indicamos que han adquirido una conexión en nuestro
pensamiento, dando lugar a esta inferencia por la que devienen pruebas de la existencia el
uno del otro. Una conclusión que es de algún modo extraordinaria, pero que parece
fundada en una evidencia suficiente. Y ninguna desconfianza general respecto del
entendimiento debilitará su evidencia, ni tampoco una sospecha escéptica sobre cualquier
conclusión que sea nueva y extraordinaria. No puede haber conclusión más agradable para
2
el escepticismo que aquella que descubre la debilidad y los estrechos límites de la razón y la
capacidad humana.
[(lín. 54-79) En este extenso párrafo Hume analiza con detenimiento la idea de conexión
necesaria entre causa y efecto. Esta idea no puede surgir de un caso aislado en el que un evento
es seguido por otro, sino cuando hay muchos casos (“pluralidad de casos”) en los que esa
sucesión se repite (“se da la constante conjunción de éstos”). En esta segunda situación, se
genera una costumbre o rutina (“hábito”) en nuestra mente que nos lleva a creer necesariamente
que un evento seguirá siempre a otro. La idea de conexión necesaria, por tanto, procede de
nuestra imaginación por la costumbre: sentimos (impresión de reflexión) que dos objetos están
necesariamente unidos (uno precede al otro de modo habitual) y esto da lugar a esa idea;
creemos en esa conexión, pero no la conocemos.
A continuación, propone un ejemplo en la observación del choque de dos bolas de billar. Si la
observación es de un caso aislado, lo único que se percibe es una relación espacio-temporal
(“un evento… conjuntado”) y no se puede afirmar la conexión necesaria entre el movimiento de
una y de la otra. Sin embargo, si se observan varios casos semejantes (hemos visto muchas
veces una bola de billar chocar contra otra y desplazarla), entonces se afirma dicha conexión
necesaria, porque la imaginación une ambos movimientos por el hábito o costumbre. Pero la
conexión necesaria no está en los objetos sino en nuestra mente. La causalidad, por tanto, no es
algo real sino psicológico o subjetivo.]
[Afirmamos por la costumbre que a toda causa le sigue un efecto, pero no tenemos idea de
esa conexión (lín. 85-118)]
29. ¿Y qué ejemplo más poderoso puede darse de la sorprendente ignorancia y debilidad del
entendimiento que el presente? Pues seguramente, si hay cualquier relación entre objetos
que nos importe conocer perfectamente, es esta de causa y efecto. Sobre ella se fundan
todos nuestros razonamientos sobre cuestiones de hecho o existencia. Sólo por medio de ella
obtenemos alguna seguridad sobre objetos alejados del testimonio presente de nuestra
memoria y de nuestros sentidos. La única utilidad inmediata de toda ciencia es enseñarnos
cómo controlar y regular los eventos futuros por sus causas. Nuestros pensamientos e
investigaciones, por consiguiente, a cada momento se centran en esta relación. Y, sin
embargo, tan imperfectas son las ideas que formamos sobre ella, que resulta imposible dar
ninguna definición justa de causa, excepto la que se bosqueja a partir de algo que le es
extraño y ajeno. Objetos similares siempre están conjuntados con objetos similares. De esto
tenemos experiencia. Conforme con esta experiencia, por consiguiente, podemos definir una
causa como un objeto seguido de otro, donde todos los objetos similares al primero son
seguidos de objetos similares al segundo. O, en otras palabras, donde si el primer objeto no
se hubiera dado, el segundo nunca hubiera existido.
La aparición de una causa siempre conduce a la mente, por una acostumbrada transición, a
la idea del efecto. De esto también tenemos experiencia. Podemos, por consiguiente,
conforme con esta experiencia, formar otra definición de causa, y llamarla un objeto seguido
por otro, cuya aparición siempre conduce al pensamiento de este último.
[lín. 85-103) En primer lugar, se afirma la limitación de nuestro entendimiento por la dificultad
que hallamos para conocer y definir el concepto de causa. A continuación, se señala que todos
nuestros razonamientos referidos a cuestiones de hecho están fundados en la relación causaefecto y que empleamos esta relación para predecir y dominar los acontecimientos futuros.
Hume propone dos definiciones de causa en las que se pone el énfasis en la repetición de los
casos y la costumbre que se genera en nuestra subjetividad (en ambos casos se emplea el
adverbio “siempre”).
Aunque ambas definiciones están bosquejadas de circunstancias ajenas a la causa, no
podernos remediar esta inconveniencia, o conseguir ninguna definición más perfecta que
pueda señalar aquella circunstancia en la causa que la conecta con su efecto. No tenemos
3
idea de esta conexión, ni siquiera ninguna noción distinta de lo que deseamos conocer
cuando procuramos formarnos una concepción de ella. Decimos, por ejemplo, que la
vibración de esta cuerda es la causa de este particular sonido. Pero, ¿qué queremos decir con
esta afirmación? O indicamos que esta vibración es seguida por este sonido, y que todas las
vibraciones similares han sido seguidas de un sonido similar; o que a esta vibración le sigue
este sonido, y que, con motivo de la aparición de la una, la mente, anticipándose a los
sentidos, forma inmediatamente la idea del otro. Podemos considerar la relación de causa y
efecto desde cualquiera de estas dos perspectivas; pero más allá de ellas no tenemos
ninguna idea de ella.
[(lín. 108-118) Hume señala que, cuando hablamos de la relación causa-efecto (vibración de una
cuerda-sonido), lo único que vemos en la experiencia es la relación espacio-temporal, es decir,
que un objeto (vibración cuerda) es seguido por otro (sonido). En el texto se refleja con las
expresiones “esta vibración es seguida” o “vibraciones similares han sido seguidas”. Sin
embargo, se afirma que “no tenemos idea de esta conexión” en el sentido de que no tenemos
experiencia de ella.]
[Resumen y conclusión (lín. 124-147)]
30. Recapitulemos, pues, los razonamientos de esta sección. Toda idea es copia de alguna
impresión o sentimiento precedente; y donde no podamos encontrar ninguna impresión,
podernos estar seguros de que no hay ninguna idea. En todos los casos singulares de
operación de los cuerpos o de las mentes, nada hay que produzca una impresión, ni que,
consecuentemente, pueda sugerir la idea de poder o conexión necesaria. Pero cuando se
presentan muchos casos uniformes y el mismo objeto siempre se ve seguido del mismo
evento, empezamos a tener la noción de causa y conexión. Sentimos entonces un nuevo
sentimiento o una nueva impresión, a saber, una acostumbrada conexión en el pensamiento
o en la imaginación entre un objeto y su acompañante habitual; y este sentimiento es el
origen de aquella idea que buscamos. Pues como esta idea surge de una pluralidad de casos
similares, y no de ningún caso único, ha de surgir de esta circunstancia en la que la
pluralidad de casos difiere de cualquier caso individual. Pero esta acostumbrada conexión o
transición de la imaginación es la única circunstancia en la que difieren. En todo otro
particular son indistintos. El primer caso que vimos de movimiento comunicado por el
choque de dos bolas de billar (por retornar a este obvio ejemplo) es exactamente similar a
cualquier otro caso que pueda, en el presente presentársenos; excepto sólo en que no
pudimos, en el primero, inferir un evento a partir del otro, lo que al presente estamos en
disposición de hacer tras un tan prolongado curso de experiencia uniforme. No sé si el lector
captará fácilmente este razonamiento. Me temo que si fuera a multiplicar las palabras sobre
él, o a presentarlo desde una mayor variedad de perspectivas, sólo lo volvería más intrincado
y oscuro. En todos los razonamientos abstractos hay un punto de vista que, si felizmente
podemos alcanzarlo, habremos ido más lejos en ilustrar la materia de lo que lo haríamos
mediante toda la elocuencia y la más profusa expresión del mundo. Este punto de vista es el
que debiéramos procurar alcanzar, y reservar las flores de la retórica para materias más aptas
para ella.
[(lín. 124-141) Hume realiza un resumen de lo dicho anteriormente: a) toda idea ha de provenir
de una impresión y si una idea no procede de una impresión, entonces esa idea es falsa; b) en los
casos particulares en los que un fenómeno es seguido por otro no percibimos ninguna conexión
necesaria entre ellos; c) cuando la observación es de muchos casos, hallamos en nuestra mente
una idea de conexión necesaria que procede de una impresión de reflexión (“un nuevo
sentimiento o una nueva impresión”) que consiste en una conexión habitual (“acostumbrada
conexión”) de dos objetos en nuestro pensamiento o imaginación, fruto de la costumbre.
Con estas premisas, concluye que la observación de muchos casos repetidos en los que un
evento sucede a otro nos facilita creer que las cosas seguirán ocurriendo como hasta ahora y que
las generalizaciones que hemos realizado hasta ahora seguirán siendo válidas en el futuro.]
4
Descargar