M-ôDULO fundamentos identidad amigoniana[1].

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Identidad amigoniana Nivel I
Lectura actividad N° 1.
FUNDAMENTOS DE
LA IDENTIDAD
AMIGONIANA
FUNLAM 2013
1
PRESENTACIÓN
Consciente de la fuerza transformadora del cristianismo en sus relaciones con
la realidad social y cultural, el pensamiento amigoniano contribuye con sus
enseñanzas a la construcción de la comunidad de los hombres, haciendo
posible el significado social del Evangelio. Siguiendo el recorrido del
cristianismo, particularmente en relación con la Doctrina Social de la Iglesia, se
quiere ofrecer una visión crítica e integral y una plena comprensión del
hombre, en su dimensión personal y social.
Desde sus comienzos, la acción amigoniana se inserta decididamente en el
ministerio de la evangelización social, mediante la interacción pedagógica con
grupos de descarriados y discriminados sociales, igualmente alimentada con la
perspectiva de trascendencia. Se ha dicho, con acierto, que la Iglesia vive y
obra en la historia, actuando en la sociedad y la cultura de cada tiempo, para
cumplir su misión de comunicar a todos los hombres la novedad del anuncio
evangélico, en la realidad concreta de sus dificultades, luchas y desafíos. La
visión cristiana permite un discernimiento de los problemas sociales a través
de la tutela del doble carácter temporal y trascendente de la persona humana,
lo que implica adopción del principio fundamental de la centralidad del hombre.
El compromiso evangelizador que integra la vida de los religiosos amigonianos
está centrado en la misión de ser zagales del Buen Pastor, que van en pos de
las ovejas descarriadas, hasta devolverlas al aprisco, mediante el influjo y
transformación real de sus vidas.
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JUSTIFICACIÓN
El presente módulo es un espacio de formación y reflexión, que da cuenta del
proceso histórico de un estilo de vida que ha asumido la Congregación de
Religiosos Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores, convertido,
desde su praxis, en un saber. Un saber de la vida cotidiana y del mundo simbólico
y religioso que se ha proyectado desde siempre en la figura de Fray Luis Amigó y
Ferrer, su fundador, saber que busca la instauración de una sociedad más justa,
en la que el libre desarrollo de cada uno no se pueda dar sin el de todos, y donde
el hombre puede encontrar verdadero sentido a su vida
Por ello, el amigonianismo, como estilo de vida, se reconcilia con la dimensión
temporal y existencial del ser humano; con sus valores e intereses personales,
sociales, económicos, culturales y políticos. Se proyecta tanto en la dimensión
espiritual del hombre como en su acción vital temporal. Busca recuperar el sentido
de pertenencia a la comunidad humana y confiere sentido a la vida material del
hombre. Trata de fusionar en un mismo proyecto lo material y lo espiritual, en una
unidad integral.
En su espíritu, el amigonianismo, deja de lado, por definición, cualquier intento de
desconfianza ante cualquier promoción del ser humano, de su voluntad, su
libertad, su deseo de realización personal y social. Porque se fundamenta en
principios cristianos, filosóficos, éticos y políticos, que en su totalidad constituyen
el instrumento para interpretar la problemática del hombre y su realidad, superar el
deterioro social y HUMANIZAR la vida del individuo y la sociedad en general, a
través de una praxis que compromete todas y cada una de las dimensiones del
individuo y la sociedad en general.
Lo anterior, ha permitido desarrollar un modelo educativo, reconocido desde sus
inicios como “la pedagogía del amor”, la cual exige de reflexión profunda, reflexión
que no puede comprenderse sin tener presente la fuente de su inspiración, la vida
y obra de su fundador: Fray Luis Amigó y Ferrer.
Dicho modelo recupera para sí, y en el contexto de la pedagogía reeducativa, al
hombre como ser integral, irreducible, trascendente, que tiende a realizarse
plenamente en relación con el seguimiento a Cristo, Buen Pastor, como modelo de
hombre perfecto.
Por estas razones, se justifica hacer un recorrido por la vida y obra de Fray Luis
Amigó y Ferrer, desde una contextualización del momento histórico que le tocó
vivir, del proceso de socialización desarrollado en su familia, que influyó en la
creación de la dos Congregaciones religiosas y del modelo pedagógico regente.
Desarrollar lo anterior, tanto como postura personal como postura académica,
exige contextualizaciones permanentes. Es importante en la actualidad
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preguntarse cómo, por qué, para qué, cuándo, ofrecer elementos evangelizadores
a poblaciones que están necesitadas de ellas, y que diariamente están
influenciadas por propuestas materialistas, donde la imagen del hombre actual,
está medida por las tenencias materiales y por salidas facilistas e inmediatistas a
las problemáticas sociales y personales.
OBJETIVO GENERAL
Desarrollar procesos de análisis, discusión y reflexión en torno a la identidad
amigoniana, desde el acercamiento a la vida y obra de quien fuera su iniciador,
Fray Luis Amigó y Ferrer, que posibiliten comprender la misión evangelizadora de
los amigonianos (religiosos y laicos) comprometidos con los contextos sociales en
los cuales se desenvuelven.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
 Fundamentar los conceptos de identidad en el contexto de los enfoques
educativos contemporáneos, en relación con la filosofía que caracteriza
los procesos de formación y desarrollo humano integral en la Fundación
Universitaria Luis Amigó.
 Relacionar la identidad amigoniana con la tradición del cristianismo y del
catolicismo mediante la valoración de los modelos de vida de Jesucristo,
San Francisco de Asís y Fray Luis Amigó y Ferrer.
 Proyectar los principios de la Filosofía Amigoniana en la praxis
educativa de los docentes “para la formación de profesionales con
conciencia crítica, ética y social; con el fin de contribuir al desarrollo
integral de la sociedad”.
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RUTA TEMÁTICA
Unidad 1: Fundamentos de la Filosofía Amigoniana
a.
Identidad.
b.
Identidad Amigoniana.
 Cristianismo.
 Catolicismo: (Jesucristo, San francisco de Asís y Fray Luis
Amigó)
c. Filosofía Amigoniana.
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CAPÍTULO I
IDENTIDAD
FUNLAM 2013
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Hacia un concepto de identidad
En el documento “Identidades”, Victoria Camps, citando a Píndaro, expresa que el
objetivo de la educación -la virtud- es llegar a ser lo que uno es, pero entendiendo
por tal un ideal de humanidad accesible y al alcance de todos. Parece que no es
posible llegar a ser uno mismo sin llegar a ser antes “alguien”. Tener una identidad
significa diferenciarse de la vulgaridad indiferenciada. Tener, además de nombre
propio, profesión y residencia -las señales de identidad mínimas, la prueba
objetiva de la diferencia y la igualdad jurídicas-, el sentido de la obligación de que
hay que ser mujer u hombre con cualidades. Tener una identidad es conferirle
unidad a la propia vida, recoger el pasado, introyectar y vivir el presente, en el
aquí y en ahora constante, y proyectarlo; fijar unos valores, marcar continuidades
o transiciones, gozar de manera plena de los derechos fundamentales. En suma,
generar de la propia existencia una narración con sentido.
El problema de la identidad ha sido un problema filosófico paralelo al despertar de
la conciencia individual, que ha producido una serie interminable de preguntas.
¿Quién estoy siendo yo?, ¿Hay un yo que persiste a través de los sucesivos
estados o experiencias?, ¿hasta qué punto yo sigo siendo o dejo de ser yo a lo
largo de la vida?, ¿somos lo que parecemos, puro fenómeno, o hay, además, un
noúmeno?, ¿ser uno mismo es ser siempre el mismo?, ¿La identidad personal
supone continuidad, coherencia, integridad, ser y vivir de una pieza, ser auténtico,
no engañarse?
Los filósofos han querido averiguar si existe algo que permita señalar
objetivamente el principio y el fin de la existencia personal, si cabe creer en la
permanencia e indestructibilidad de eso que intrínsecamente constituye el ser,
más allá de las transformaciones físicas y psíquicas, más allá incluso de la muerte.
Pues la ontología puede valer por sí misma, pero, además, de ella depende la
respuesta a una serie de cuestiones prácticas. La firmeza o fragilidad de la
identidad personal determinan cuestiones tan decisivas para la ética como el
sentido de la responsabilidad o de la conducta racional. En efecto, uno es
responsable sólo de las acciones que reconoce como propias, las acciones de las
que se sabe autor o sujeto. La racionalidad, igualmente, siempre ha sido sinónima
de coherencia e inteligibilidad. Ser racional es poder dar razones de los que uno
es y hace: saber cuáles son los propios fines y adecuar a esos fines los medios
justos. Todo lo cual supone algo así como un centro de la persona que irradie
normas, intenciones, sentidos, sin por ello perder las riendas de toda la empresa.
La pregunta por la racionalidad y la pregunta por la identidad se encuentran
estrechamente vinculadas.
Se sabe, por otra parte, que la identidad no se daría sin la diversidad y la
diferencia. Puedo decir “yo” porque hay “otros” iguales a mí y, a la vez, distintos.
Ser igual a uno mismo es distinguirse de los otros. Pero, por otra parte, son ellos,
los otros, quienes confirman la identidad que creemos construir y tener. La
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conciencia de sí pasa por la mirada y la expresión del otro, puesto que no somos
individuos solitarios, mi subjetividad no es sólo mía, sino el resultado de mis
relaciones. Nada mío es sólo mío, ni puedo abdicar de mi contexto si quiero
sentirme, conocerme sobrevivir.
La construcción de la identidad personal, el proceso de “llegar a ser alguien” pasa,
ineludiblemente, por dos momentos. El primero, es la integración en la realidad
social presente; el segundo, la memoria del pasado. Es preciso pertenecer a una
comunidad y aceptar el lenguaje, los símbolos, las instituciones, ideas y valores
que ella reconoce. Es más, la identidad se va construyendo por la integración
consecutiva en diversos grupos: la familia, la escuela, la Iglesia, la calle, las
corporaciones profesionales, las asociaciones deportivas, benéficas, recreativas,
culturales. La identidad la van otorgando las diversas corporaciones, a cuyas
estrategias y exigencias hay que adaptarse para ser admitido en ellas y usar su
nombre. La integración en el presente significa la posibilidad de ensanchar y
alargar el nombre propio y escueto de cada uno con una serie de títulos que
acabarán componiendo el curriculum biográfico.
Pero no basta la integración presente en la realidad. En la mayoría de las
existencias, y también de los proyectos colectivos, se producen cambios y
“conversiones”, se ingresa en mundos nuevos o desconocidos y se sale o se
abandonan situaciones habituales.
La identidad, por tanto, es la capacidad de considerarse a uno mismo como objeto
y en ese proceso ir construyendo una narrativa sobre sí mismo. Pero esta
capacidad sólo se adquiere en un proceso de relaciones sociales mediadas por los
símbolos. La identidad es un proyecto simbólico que el individuo va construyendo.
Los materiales simbólicos con los cuales se construye ese proyecto son adquiridos
en la interacción con otros.
Se puede afirmar, entonces, que la identidad tiene que ver con nuestra historia de
vida, que será influida por el concepto de mundo que cotidianamente manejamos y
por el concepto de mundo que predomina en la época y lugar en que vivimos. Por
tanto, hay en este concepto, un cruce individuo-grupo-sociedad, por un lado, y de
la historia personal con la historia social, por otro.
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CAPÍTULO II
IDENTIDAD
AMIGONIANA
FUNLAM 2013
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IDENTIDAD AMIGONIANA
Las bases fundamentales de la doctrina amigoniana reposan en una estructura
compleja de ideas: antropológicas, políticas, sociales, éticas, religiosas, entre
otras; en el Evangelio y en determinados modelos históricos de vida y
pensamiento de hombres y mujeres ejemplares. Luis Amigó adoptó una postura
clara en torno a la concepción del hombre. Es la antropología que sigue de modo
fundamental toda la cultura cristiana, que presenta siempre al hombre como un ser
referencial y relacional que se realiza en la medida en que, superando la tendencia
al autoencerramiento egoísta, como lo señala atinadamente el Padre Juan
Antonio Vives, es capaz de abrirse a los demás. Como el hombre fue creado a
imagen y semejanza de Dios, es evidente que ha sido creado igualmente para
amar y encontrar su felicidad y su verdad, en la medida en que aprende a amar.
La verdad de la vida está en el amor, porque sólo en él encuentra pleno y
gratificante sentido la vida humana. Para Cristo, la verdad consiste en encontrar el
sentido gratificante y liberador de la propia identidad humana. De ahí que el Padre
Vives comente: “La famosa frase: conoceréis la verdad y la verdad os hará libres,
pudiera traducirse muy bien por conoceréis el amor, maduraréis en él y él os hará
experimentar la libertad”.
Quien no es capaz de dejarse atrapar por el amor, quien no es capaz de crecer
“para los demás”, “hacia los demás” y “con los demás”; quien no es capaz de
superar las resistencias del propio egoísmo, se queda enanizado en los estrechos
y tristes horizontes de su “mismidad”. Sólo quien va creciendo en alteridad, quien
madura en el amor, va iluminando su propia existencia con la luz de la felicidad.
Luis Amigó considera la apertura a la trascendencia como una dimensión
irrenunciable para una cabal educación integral en camino hacia el ideal del amor.
Los modelos de la amigonianidad, representados por Cristo, especialmente a
través de la parábola del Buen Pastor; San Francisco de Asís y Luis Amigó y
Ferrer, determinan rasgos valiosos de la identidad y el carisma amigonianos.
Cristo ha sido, desde los inicios del cristianismo, un modelo válido de humanidad
y, en consecuencia, un referente cabal de lo que significa crecer humanamente
por el amor y de acuerdo a unos valores que constituyen el verdadero amor.
Cristo, patrimonio de la humanidad, aparece como referente cabal de identidad
humana y, según las enseñanzas del Padre Fundador, del pensamiento
pedagógico por él instituido.
Los acentos particulares del carisma amigoniano, tal y como lo percibe el Padre
Vives, se sitúan en el crecimiento unitario en amor. Amor que es, en la escala de
valores propuesta por Cristo en las bienaventuranzas, el único valor que no puede
ser relativizado y que, por el contrario, relativiza a todos los demás. Todos los
demás valores cobran vida y colorido desde el amor y todos ellos son válidos y
apreciados en la medida que reflejan y trasmiten el amor. El talante específico del
ser y hacer amigoniano se fundamenta en el crecimiento de la persona por el
amor. Un crecimiento en el que espiritualidad y humanidad se perciben y viven
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como perspectivas de una misma realidad vital. Este es un rasgo definitorio, el
sello característico, de la identidad amigoniana. En efecto, la maduración
amigoniana en el amor es el particular acento que ha puesto la tradición
amigoniana en el desarrollo de la dimensión misericordiosa del amor, como lo
puntualiza certeramente el Padre Vives: “El carisma, el talante amigoniano, se ha
dicho ya, implica un integral crecimiento en el amor, profundizando y vivenciando
de manera particular su dimensión misericordiosa” (Vives Aguilella, 2002, p. 114).
Y esa actitud misericordiosa se refleja en el hacer amigoniano, traduciéndose en
sensibilidad para convivir y para empatizar con la comunidad académica, en
sensibilidad para atender a la individualidad, para querer a cada uno como es y
querer más a quien más lo necesita, y en la sensibilidad necesaria para actuar con
coherencia.
La grandeza de servir es otra nota característica de la identidad amigoniana. Una
de las raíces inspiraciones de la identidad amigoniana y de su actuación se
encuentra en la corriente espiritual, humana y pedagógica iniciada con Francisco
de Asís y continuada a través de la doctrina franciscana. La influencia franciscana,
que ha conferido al talante amigoniano su característico matiz de servicialidad
descomplicada, sencilla y alegre, se inició a través de la persona misma del Padre
Luis Amigó. San Francisco funda la llamada minoridad, configurada por virtudes
hermanadas, que le confiere al que la vive el tono de servidor. Minoridad es
pobreza, obediencia, limpieza de corazón, mansedumbre, simplicidad y sencillez.
Es también misericordia y alegría. Es ante todo, humildad. Hablar de minoridad es
en definitiva hablar de teología de la humildad. Fray Luis Amigó descubrió que
(…) la felicidad de la persona está en el mundo del ser […] Y, a partir de ese
descubrimiento, orientó toda su vida a ser cada día más profundamente humano,
desapropiándose de todo aquello que pudiera dificultar su crecimiento como ser
para los demás (Vives Aguilella, 2002, p. 33).
Esto, que lo hizo testigo creíble de humanidad, quiso transmitirlo a sus seguidores:
Manifieste confiadamente el uno al otro su necesidad -escribe a sus frailes- a fin
de que él le encuentre y proporcione lo que necesita. Y cada uno ame y alimente a
su hermano como una madre ama y alimenta a su hijo (Vives Aguilella, 2002: p.
33).
La identidad amigoniana también adquiere fuerza de la doctrina del humanismo
cristiano, a partir del reconocimiento y respeto de la dignidad del ser humano,
valor del que se desprenden otros de elevada alcurnia como los de igualdad,
libertad y autonomía. El tema del hombre creado a imagen y semejanza de Dios
cambia radicalmente las ideas tanto de la divinidad como de la humanidad en el
pensamiento religioso renacentista. El hombre era no sólo el guardián de la
creación original de Dios, sino que por medio de su ingenio e inventiva era el
creador de la "segunda naturaleza", de la existencia civilizada.
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El humanismo cristiano consiste básicamente en la visión que del hombre tiene el
cristianismo, añadiendo, además, que esa visión implica una alta valoración de lo
humano, no una postura negativa, recelosa o de mera subordinación a la religión.
El humanismo cristiano defiende una plena realización del hombre y de lo humano
dentro de un marco de principios cristianos. Quienes estiman que la revelación
cristiana tiene un énfasis humanista, destacan que el hombre fue hecho a imagen
de Dios (imago Dei), que Jesucristo se hizo hombre en la encarnación, y que el
valor del individuo es una constante en la enseñanza de Jesús. De hecho, cuando
se le pidió una síntesis de la vida que complace a Dios, Cristo aconsejó a quienes
le oían "amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda
tu mente", y "amar al prójimo como a ti mismo".
Esbozo histórico del quehacer amigoniano:
Desde la respuesta sencilla a la pregunta de quién era Fray Luis Amigó, es
necesario comprenderlo como un ciudadano español nacido en 1854, miembro de
“una familia de clase media, de corte tradicional, patriarcal” (Vives, 2002, p.11) y
regida por un fuerte catolicismo, donde compartió su vida en un ambiente cálido y
positivo con el amor y la dedicación de sus padres1.
Un hombre sencillo, de gran sensibilidad y compromiso con los marginados, los
encarcelados y los menos favorecidos, a quienes dedica, su obra y la misión de
las dos congregaciones religiosas que fundó.
Una mirada concreta y corta de su vida la encontramos en el libro Identidad
Amigoniana en Acción, escrito por el Padre Juan Antonio Vives Aguilella, Terciario
Capuchino (2002, pp. 10-19).
Para comprender aún más las vivencias, pensamientos y acciones de Fray Luis
Amigó, es importante contextualizar los hechos más relevantes de la historia
española, entre los años 1854-1934, año de nacimiento y muerte. Mantuvo
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Fray Luis Amigó y Ferrer (1854-1934), nació en Masamagrell (Valencia-España). Sus padres
fueron Gaspar y Genoveva, su nombre de pila José María. Ingresó a la orden de Frailes Menores
Capuchinos de Bayona (Francia), el 28 de abril de 1874; dos años después (1876), hizo su Primera
Profesión Religiosa, cambiando su nombre de pila por el de Luis de Massamagrell. Ordenado
sacerdote en 1878, a la edad de 25 años, y orienta su apostolado hacia tres campos de la pastoral:
Las predicaciones populares, la atención a los encarcelados y la pastoral de la juventud. Fray Luis
Amigó, escribe unas Constituciones, o normas de vida, para un grupo de jóvenes que querían ser
dirigidas por él; después de ser aprobadas por las autoridades eclesiásticas, constituye
oficialmente en Mayo de 1885 la Congregación de Religiosas Terciarias Capuchinas de la Sagrada
Familia. El 12 de abril de 1889, funda la Congregación de Religiosos Terciarios Capuchinos de
Nuestra Señora de los Dolores. El 12 de junio de 1907 es elegido obispo de la Diócesis de
Solsona, y un año después de la de Segorbe (España), adoptando de nuevo el nombre de Luis
Amigó y Ferrer. El Padre obispo y fundador, muere en Godella (Valencia) el 1 de octubre de 1934.
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siempre como propósito el aportar a las soluciones de las problemáticas para él
más difíciles de la sociedad de su época, razones que lo llevan a ingresar a la vida
religiosa (como opción de vida personal y social), y se proyecta a través de dos
congregaciones religiosas.
Para 1854, España viene desde casi dos siglos atrás desarrollando procesos de
cambios políticos y económicos, mientras sus vecinos han consolidado en sus
territorios la industrialización. Para esta época España apenas inicia ese proceso,
lo cual trae consigo las confrontaciones políticas y militares propias de dichos
cambios. Fray Luis Amigó nace, vive, y prácticamente muere, en una sociedad en
guerra, lo que trae consigo inestabilidad política, económica y social, donde
grandes masas de la población ven vulnerados sus derechos cotidianamente.
Cuando Fray Luis contaba con trece años, España vive procesos de cambios:
“tras la revolución de 1868 en España se proclama una monarquía constitucional.
Hay una dificultad inherente al cambio de régimen y es encontrar un rey que
acepte el cargo. Finalmente, el 16 de noviembre de 1870 con el apoyo del sector
progresista de las Cortes y de los carlistas, Amadeo de Saboya es elegido Rey,
como Amadeo I de España, sucediendo a Isabel II.
Amadeo tuvo serias dificultades debido a la inestabilidad de los políticos
españoles, las conspiraciones republicanas, los alzamientos carlistas, el
separatismo de Cuba, las disputas entre sus propios aliados y algún que otro
intento de asesinato. Abdicó por iniciativa propia el 11 de febrero de 1873. A su
marcha se proclamó la Primera República Española, que duró once meses en los
que se sucedieron cuatro presidentes. La debilidad con la que nació el régimen y
que provocó la posterior restauración borbónica se debió a varios factores, entre
los que destacan la falta de una base social suficiente, dado el descontento de los
campesinos y trabajadores; la organizada oposición de manos de los
conservadores o monárquicos, incluidos los levantamientos carlistas, y la carencia
de una burguesía que sustentase el sistema” (Wikipedia.com).
En este contexto Fray Luis Amigó se mueve como ciudadano y como religioso, se
ve obligado a salir de su país (por la Ley de exclaustración y amortización) para
poder vincularse a la vida religiosa, con ello encontramos vivencias personales de
Fray Luis Amigó que no eran ajenas a los que vivían gran porcentaje de la
población española de la época: pobreza, desprotección, desplazamiento,
enfermedad, orfandad (en su caso, por la muerte prematura de sus padres) entre
otros; regresa a su querida patria y se encuentra con todos aquellos
desprotegidos.
Estando ya en territorio español funda las dos congregaciones: Religiosas
Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia (1885) y los Religiosos Terciarios
Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores (1889) y con ellos, un carisma y
una misión de carácter social, dando respuestas a las necesidades de poblaciones
vulnerables como la niñez, la juventud, las mujeres y la familia. Carisma y misión
que 119 años después siguen vigentes, pues su visión social fue tan amplia que
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posibilitó la contextualización permanente de ella, de acuerdo a la sociedad y al
momento histórico en que se apliquen.
Prácticamente hasta su muerte Fray Luis vivió en una España convulsionada
social, política y económicamente: “El 13 de septiembre de 1923 el Capitán
General de Cataluña, Miguel Primo de Rivera se subleva contra el Gobierno y da
un golpe de Estado con el apoyo de la mayoría de las unidades militares. La
reunión prevista de las Cortes Generales para fechas inmediatamente posteriores
con el objetivo de analizar el problema de Marruecos y el papel del ejército en la
contienda, fue el detonante último de la sublevación. A esta situación se une una
grave crisis del sistema monárquico que no acaba de encajar en un siglo XX
marcado por la revolución industrial acelerada, un papel no reconocido a la
burguesía, tensiones nacionalistas y unos partidos políticos tradicionales
incapaces de afrontar un régimen democrático pleno”.
Pilares De La Amigonianidad
 El Buen Pastor
Más que una figura, en el legado de Fray Luis Amigó, encontramos un Buen
Pastor vivo, como ejemplo, camino, orientador, cuidador, sanador, vigía. “Dar la
vida por vosotros si fuese necesario” se convierte en una frase casi viviente en la
práctica cotidiana de Fray Luis Amigó, por ello se retoma en este capítulo la
referencia que del Buen Pastor plantea Juan Antonio Vives, en su libro Identidad
Amigoniana en Acción (2002, pp. 141-149).
 La Virgen de los Dolores
Mucho se ha escrito ya sobre la devoción de Fray Luis Amigó a la Virgen de los
Dolores, de la relación permanente que hacía de ella con su madre. De la
admiración que le causaba la entereza y fortaleza para vivir como madre la
existencia de su hijo amado y aceptado. Madre que vio igualmente reflejada en
cada una de aquellas mujeres que detrás de cada muchacho “descarriado”
encontraba en su camino.
Para el desarrollo de esta temática es necesario retomar lo que el texto de
Identidad Amigoniana en Acción (Vives, 2002, pp.151-163) presenta, para
encontrar allí una fuente de reflexión sobre la figura que cotidianamente
encontramos, ya sea como víctima o victimaria: las madres de los muchachos que
habitan o han habitado en las instituciones dirigidas por la Congregación.
 San Francisco de Asís
Reconocido como el “Cristo de la Edad Media”, San Francisco de Asís materializa,
en la vida práctica, la capacidad de servicio desarrollado desde siempre por Fray
Luis Amigó.
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CAPÍTULO III
FILOSOFÍA
AMIGONIANA
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FUNLAM 2013
Para hablar de la Filosofía amigoniana es meritorio remontarse al pensamiento de
aquellos que la han vivido y sentido, y la han postergado en el tiempo hasta
nuestros días. Fray Marino Martínez Pérez, Terciario Capuchino, lega para el siglo
XXI su pensamiento filosófico.
Los Principios Amigonianos en la Práctica Pedagógica
El cambio es una característica esencial de nuestros tiempos y, aunque los principios
amigonianos se mantienen en cuanto a su esencia, su espíritu y su filosofía, es un
hecho que la realización y concreción de dichos principios en la práctica debe estar en
coherencia con el devenir histórico social. Podemos afirmar que se mantiene una
fidelidad pero dinámica, contextual, creativa, innovadora, más no repetidora del
pasado.
Durante 118 años, los principios propuestos por Luis Amigó y por los primeros
amigonianos se han venido adaptando, reflexionando, repensando y fortaleciendo a
través de una manera de ser y de actuar denominada carisma, talante o identidad
amigoniana.
Notas características de la Pedagogía Amigoniana
La pedagogía amigoniana está centrada en el amor y en el respeto a la persona
humana que, como tal, es sujeto de limitaciones pero también de potencialidades, que
se desenvuelve y se realiza en un contexto social, que ostenta como uno de sus más
valiosos atributos el de la libertad, y que tiene como meta esencial ser feliz.
En este contexto, el padre Juan Antonio Vives expresa que: “Quien no es capaz de
dejarse atrapar por el amor, quien no es capaz de crecer para los demás, hacia los
demás y con los demás; quien no es capaz de superar las resistencias del propio
egoísmo se queda enanizado en los estrechos, tediosos y tristes horizontes de su
mismidad. Sólo quien va creciendo en alteridad, sólo quien va madurando en el amor,
quien por su misma naturaleza exige éxodo del propio yo y peregrinaje hacia los
demás, va iluminando su propia existencia con la luz de la felicidad”. (Vives, Juan
Antonio. Identidad Amigoniana en Acción, Pág. 22)
La pedagogía amigoniana centra su acción en el ser humano cuya esencia es el amor
y que vive un proceso de crecimiento y mejoramiento continuo y se realiza en relación
con los demás. “La realización del ser humano, el compromiso que sabemos cumplir”
eslogan de la FUNLAM, sintetiza este ideal. Pero no se trata de un ser humano
cualquiera, un ser normal diríamos, sino el ser humano en dificultad, aquel que se
encuentra fuera del camino de la verdad, que significa, tal como lo plantea el padre
Vives en su obra ya citada,…”estar viviendo en carne propia el peor drama que puede
padecer un ser humano; el drama de estar biológicamente vivo sin haber encontrado
la alegría de vivir; el drama de andar muerto por la vida; el drama de vivir
desengañado de la vida misma y de vagar por el mundo buscando, como un
desesperado, la felicidad en falacias que, lejos de colmar las propias expectativas,
abocan con vértigo creciente a quien las experimenta, a sentimientos de frustración y
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vacío que hacen recordar de forma espontánea los sentimientos de desnudez
experimentados por la primera pareja humana” (ibídem pág. 48). Y agrega que: “En
cómo superar ese drama; en cómo conseguir que esos niños y jóvenes, que han
sufrido a veces verdaderos apaleamientos en su ser, que se han visto prostituidos en
su psique y en su cuerpo, que se han sentido ninguneados, lleguen a creer en el
amor, en su gratuidad y en su bondad, se encuentra el gran desafío que ha tenido
planteado desde siempre la pedagogía amigoniana en su proyecto de recuperar a la
persona desorientada a través de un crecimiento integral” (Vives, Ibídem pág. 49).
1. Los principios Amigonianos como Pilares Fundamentales
Al hablar de los principios amigonianos en la práctica, debemos referirnos a los
siguientes pilares fundamentales:

El amor como esencia y raíz de ese gran árbol que pretende lograr, como fruto
ubérrimo, la educación del ser, del sentimiento, del corazón.

La felicidad como referente y especie de faro que guía la formación del ser. El
humano, creado a imagen y semejanza de Dios es un ser para la felicidad,
salvo que se desvíe del camino.

Respeto por el derecho a la libertad, a la autonomía, a la autodeterminación.

Responsabilidad del sujeto como actor principal de su formación y desarrollo
integral

Acompañamiento adecuado, particularizado, “a la medida” y empático por parte
del maestro hacia su discípulo.

Firme creencia en el ser humano

Apoyo necesario por parte de la familia

Proceso misericordioso: atender más al que más necesita.
Vamos a analizar brevemente cada uno de estos pilares.
1.1 El amor como esencia
Tal como lo plantea el padre Vives, en su obra ya citada, la pedagogía amigoniana ha
considerado siempre al hombre como un proyecto de amor, concebido en relación con
el otro no como posesión material, sino como servicio y entrega espiritual.
La pedagogía amigoniana centra su acción en la concepción cristiana del ser humano,
creado a imagen y semejanza de Dios, por tanto, ser espiritual y trascendente. Como
Dios es amor, el hombre, hecho a su imagen y semejanza, fue creado para amar y
encuentra su plena realización y trascendencia en el amor: así mismo, y a los demás
en los cuales encuentra su plenitud.
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La dificultad está en entender qué es el amor para no desviarse del camino. El amor
es exigente, comprende lo humano pero trasciende hacia lo espiritual, hacia el
servicio desinteresado del otro en la búsqueda de la verdad, de la felicidad y no del
placer sensual.
Cuando no se entiende el verdadero sentido del amor, se cae en la mentira que
desvía al ser humano del camino correcto y lo dirige por la vía del error y de la falsa
felicidad. Por eso, fluctúa entre dos posibilidades: la de crecer en el amor y lograr la
felicidad, o decrecer en la mentira, en el egoísmo, en la búsqueda del placer; abrir
todas las posibilidades de crecimiento en el otro, o simplificarse y hundirse en su
propio encierro.
El yo y el tú tienen su síntesis esencial en el nosotros, la cual no se da sin el amor, ni
tampoco sin la renuncia. La apertura y entrega a los demás da sentido a la existencia
del ser humano y, por lo tanto, da sentido a la existencia y acción del pedagogo
amigoniano cuya misión es evitar que sus discípulos se desvíen del camino de la
verdad y del bien, de la desorientación ante la vida. Como lo afirma el Padre Vives,
“ser verdad implica encontrar sentido significante a la propia existencia, es decir,
saborear, disfrutar la vida” (ibídem pág., 48)
El amigonianismo fundamenta sus acciones en la pedagogía del amor, pero tiene muy
claras las exigencias que lleva implícitas ese amor, y que integra la dulzura en la
exigencia, porque cada una de ellas, por separado, formaría un monstruo sensiblero o
dictador. El problema es incluir, en el proceso de formación y aprendizaje, la dosis
adecuada de dulzura y exigencia, sin violentar a la persona, reconociendo sus
debilidades.
1.2 La felicidad como referente
Encontrar el camino de la verdad y del bien es encontrarle sentido a la vida y
experimentar un sentimiento de felicidad, de reconocimiento y afianzamiento de la
autoestima.
La felicidad no es otra cosa que la misma realización del ser humano de manera
integral. Está dentro del ser (se gesta –autogestión-), no afuera, pero esa realización
se da a partir del otro. El problema de la sociedad actual es que cada quien quiere
buscar la felicidad fuera de sí mismo y de manera egoísta.
Buscar la felicidad afuera es querer vivir de sensaciones pasajeras que, cuando más,
solo producen placer y, en el afán de incrementar cada vez más las sensaciones, solo
se logra un mayor alejamiento del camino de la verdad, del verdadero sentido de la
existencia.
La verdadera felicidad es el tesoro escondido del que habla el evangelio y que se
encuentra en el interior de cada sujeto. Educar para la felicidad es lograr el
afianzamiento de la mismidad que solo se realiza en interacción con el otro y que
tiene como resultado la armonía en el sentir, en el pensar, en el hacer y en el
trascender. Es la vivencia de una agradable y profunda experiencia de serenidad y
paz, aún en medio de los problemas y dificultades que trae el diario vivir.
18
Se suele asociar la felicidad con el éxito, la clase social, la salud, la buena
remuneración en el trabajo, la armonía en el hogar, el estatus ocupacional, las
condiciones económicas y políticas, el nivel educativo; pero, todos estos son factores
externos centrados en el tener, en el conocer, o en el hacer, pero no en el ser, en el
goce y disfrute de la existencia al servicio de los demás.
Algunos factores indicadores de felicidad, y en los cuales hay que formar al ser
humano son:
• Estar activo en lo que a uno le gusta o le interesa. La vida activa puede generar más
felicidad que la pasiva porque el ser humano está hecho para el crecimiento, para la
acción, para el movimiento, para el descubrimiento.
• Interactuar con los demás. El ser humano es social por esencia y necesita estar en
permanente comunicación, léase comunión, con los demás, desde la familia hasta
los círculos sociales y laborales, clubes, asociaciones, amistades.
• Ser productivo. Va de la mano con el primer factor. Los períodos improductivos
pueden generar tristeza, aburrición y hasta estados depresivos. Estar inactivo, no
producir, son hechos que van asociados con la sensación de no encontrarle sentido
a la vida.
• Tener objetivos. La gente feliz se propone metas para lograr a corto o largo plazo. Es
capaz de definir a dónde quiere llegar y hace todo lo posible por lograrlo.
• Pensar positivamente y reducir al máximo las angustias o preocupaciones.
Preocuparse es ocuparse antes de, es pensar negativamente sobre lo que aún no
ha ocurrido y que, en un altísimo porcentaje, no ocurrirá. Generalmente, las
preocupaciones tienen que ver con factores externos. Por tratar de anticiparnos a lo
que sucederá, no nos ocupamos de lo que realmente ocurre en nuestro alrededor.
Es vivir aquel dicho que todos conocemos que por estar añorando la luz del día no
disfrutamos de las estrellas. Es vivir entonces, a partir de las urgencias y no de las
necesidades.
Muchas veces, lo que determina situaciones felices no es lo que se tiene sino la forma
de mirar lo que se tiene, es la actitud positiva, de optimismo y disfrute de cada
momento de la vida. En esto los psicólogos nos han aportado algunos principios como
los siguientes: “uno actúa como piensa”, “lo que está en la mente también se da en la
realidad”, “la persona termina por lograr lo que busca”. De ahí que quien busca cosas
negativas seguramente las va a encontrar y viceversa.
• Estar centrado en el presente, disfrutar al máximo las experiencias que ocurren en la
cotidianidad, sin estar comparándolas con el pasado que ya no existe, ni estar
pensando solo en un futuro que no sabemos si llegará y en qué dirección. La
felicidad se encuentra en el aquí y el ahora, no en el ayer ni en el después. Para
ser feliz hay que disfrutar cada minuto como si fuera el último de la vida. Desde
este lugar se entiende el lema de nuestras comunidades terapéuticas: “Hoy es el
primer día del resto de nuestras vidas.”
19
• Quererse a sí mismo. El ser humano está hecho para el amor y éste empieza por
amarse a sí mismo, reconociendo sus potencialidades y aceptando las limitaciones.
Esto supone, a su vez, un profundo conocimiento de sí mismo para lograr el
autocontrol, la autonomía y la autodeterminación.
• Tener identidad. Esto significa ser auténtico, no estar buscando aparentar lo que no
se es, o querer ser otro. En otras palabras, ser uno mismo y valorar lo que se es,
porque una de las mayores riquezas del ser humano es ser sí mismo y diferente a
cualquier otro. Para encontrar a alguien que pueda amarnos tal como somos,
necesitamos presentarnos sin máscaras ni fingimientos. (Michael W. Fodyce,
traducción de Juan José Noaín, en wwww.fun_humanismo_ciencia.es/felicidad/niña
s/niños/3.htm).
En síntesis, educar para la felicidad es educar para el ser que, en palabras del Padre
Vives, es educación del corazón para tomar conciencia de la propia identidad personal
y asumir libremente el derecho a la libertad y a la autodeterminación y saborear,
desde ahí, la vida. (Vives, ibídem pág. 56). Lo que en términos de la cultura occidental
y de la civilización cristiana es educar para el amor.
1.3 Libertad y autonomía
El ser humano, contrario a los demás seres de la naturaleza que están sometidos a
unas leyes determinadas e invariables, es un ser que se construye a sí mismo en un
contexto de libertad y de autodeterminación. El ser humano vive eligiendo y en esa
elección se construye a sí mismo como un ser consciente y libre. Por eso, podemos
afirmar que su esencia es la libertad. Humanidad es esencialmente libertad. La
educación tiene que respetarla pero, a la vez, dotar a la persona de todos los medios
para ejercerla en un contexto de interacción social en la que la libertad se convierte en
responsabilidad.
Libertad significa autonomía, ser sin depender y sin apegos, sin abandono del camino
de la verdad y del bien en el mejor sentido amigoniano y evangélico. Conoceréis la
verdad y la verdad os hará libres, les comunicó Jesús a sus discípulos, mensaje que
según el padre Vives, “pudiera traducirse muy bien por conoceréis el amor,
maduraréis en él y él os hará experimentar la libertad”. (Vives, ibídem)
1.4 Responsabilidad del sujeto como actor principal de su formación.
La libertad y la autonomía del sujeto están en directa concomitancia con la
responsabilidad. Podemos decir que son las dos caras de una misma moneda. Ser
libre es asumir el compromiso de respetar al otro y comprender que la consecuencia
de sus acciones depende, en primera instancia, de sí mismo y no de factores
externos. El precio que se paga por ser libre es asumir la responsabilidad por lo que
se hace. En esa línea debe trabajar la educación para lograr personas autónomas.
Para lograrlo, la tradición amigoniana ha hecho énfasis “…en la educación del
corazón; en la educación de los sentimientos del alumno; en despertar o impulsar en
20
él la capacidad de sentir y, desde ahí, la capacidad de abrirse con gozo a la vida”
(Vives, ibídem pág. 55).
El padre Valentín, citado por Vives, afirmaba que: “Es menester apelar
constantemente a los sentimientos nobles y generosos del alumno… No se puede
sustituir su conciencia personal por una conciencia puramente exterior”.
La autonomía de la persona exige el compromiso de responsabilizarse de lo que
hace. La conciencia y la responsabilidad forman un binomio inseparable. De ahí que
el propósito esencial de cualquier acción educativa sea el de educar para ser, para
tomar conciencia de su identidad personal y el compromiso que se genera en la
relación con el otro, igualmente libre, autónomo, responsable, solidario y
comprometido. Esta es la real educación en humanidad tan susceptible, infelizmente,
de confundirse con alcahuetería y falsas concesiones.
1.5 Acompañamiento adecuado, a la medida.
El actor principal en el proceso de formación y educación es el sujeto. Él es el centro
del universo pedagógico y quien realmente se educa y aprende. De ahí que el papel
del docente debe ser el de acompañante para provocar en el estudiante el deseo de
aprender y para crearle los espacios y ambientes de aprendizaje adecuados para el
crecimiento continuo.
El acompañamiento a la medida, con profundo respeto por la persona acompañada,
ha sido una idea constante en el proceso pedagógico amigoniano, desde el momento
de la acogida. Es un acompañamiento personalizado que va desarrollando en el
educando el sentimiento de ser valorado y apreciado y que, paralelamente, permite
mejorar la autoestima. Así lo plantea el padre Vives cuando afirma: “La empatía, esa
capacidad de sintonizar con el otro asumiendo, con sacral respeto sus más íntimos
sentimientos en el propio corazón, además de contribuir a la creación del típico clima
familiar que ha reinado tradicionalmente en los grupos educativos amigonianos, se ha
distinguido principalmente, en la misma escuela amigoniana, por una cercanía de vida
y de corazón de los educadores hacia los alumnos, que ha matizado el mismo
quehacer amigoniano de presencia constante, de convivencia, de sensibilidad y
disponibilidad, de solicitud, de sencillez y de alegría” (Vives, pág. 91-92). El proceso
de acogida genera un impacto positivo que le permite al estudiante encontrar un
ambiente de afecto, comprensión y empatía.
El padre Domingo de Alboraya, citado por Vives, afirmaba que: “Desde el momento
que ingresa el alumno, debe ser objeto de cuantas atenciones necesite, sin
escatimarle nunca el cariño” (Vives, pág. 92). Y el padre Valentín de Torrente, también
citado por Vives, refiriéndose al momento de la llegada del alumno escribía que:”Es de
suma importancia que encuentre entre nosotros esa acogida atenta, ese cariño que le
hace abrir las puertas de su corazón… recíbase, pues, al alumno con muestras de
gran simpatía por él. Ninguna de sus cosas ha de ser mirada con indiferencia por el
educador, sino al contrario, muéstrese solícito y afanoso por servirle… muéstresele un
verdadero amor por su reforma, por su bien”. (Vives, pág. 93). Mejor perfil de un
acompañante no se puede encontrar.
21
Que el acompañamiento debe ser personalizado, a la medida, según el modelo
pedagógico amigoniano, no cabe duda cuando se analiza desde la parábola del Buen
Pastor: este llama a las ovejas por su nombre y las conoce (Jn. 10,4-5). No hay nada
más propio y personal que el nombre; es el referente de la identidad de cada ser. Por
algo, quienes no responden a su identidad se cambian de nombre o acuden a un
“alias” para camuflarse o esconderse. Llamar por el nombre es penetrar en la
personalidad del sujeto, es llegar a lo más íntimo del ser, no del poseer o aparentar.
Es, como afirma el padre Vives, “Un conocimiento que viene del corazón (Vives pág
94) y si viene del corazón es porque está impregnado de amor, de empatía, de
comprensión.
Esa compañía, vía corazón, ha caracterizado el quehacer del educador amigoniano y
ha permitido crear un ambiente de cercanía y una convivencia afectuosa para el logro
de los objetivos, en un ambiente de amor.
El padre Luis Amigó así lo pregonaba:”Propio es del amor procurar identificarse en un
todo con el amado, elevándole de su condición si es necesario, o descendiendo de la
suya el amante para procurar una perfecta unión de entrambos” (Obras completas
343). Fieles a este mensaje del Fundador los amigonianos han ido construyendo
desde su praxis una pedagogía del acompañamiento, de la presencia, del amor.
1.6 Creer en el ser humano
Podemos afirmar que las parábolas del Padre Misericordioso y de la oveja perdida,
paradigmas insignes de los amigonianos, son una bella alegoría de la humanidad en
la cual hay que creer y esperar respuestas. El Padre cree en su hijo pródigo, en su
arrepentimiento, en su regreso y por eso festeja su llegada. El Buen Pastor va en
busca de la oveja perdida porque tiene la certeza de regresarla al redil, porque sabe
que su esfuerzo por recuperarla no va a ser en vano. La pedagogía amigoniana cree
profundamente en la bondad natural del hombre y, aún en los casos más difíciles,
espera contra toda esperanza.
Toda persona, por el solo hecho de existir, es un sujeto con valores, y con
limitaciones. Los valores son potencialidades que deben descubrirse para
incentivarlos. Las limitaciones deben ser un reto para su corrección o mejoramiento.
En el contexto cristiano, aunque el ser humano cayó por el pecado tiene todas las
posibilidades de levantarse por el misterio de la redención. De ahí que para el
pedagogo amigoniano no exista ningún caso perdido cuando se trata de la persona
humana.
El padre Vives, en su obra citada afirma que: “… en todo ser humano existe una
capacidad innata de querer y de actuar el bien, por muy desfigurada que esta pueda
encontrarse en determinadas personas y circunstancias” (Vives, pág. 70) y agrega
que la bondad natural de todo hombre es un dogma irrenunciable para quien quiera
ser profundamente humanista.
El padre Domingo de Alboraya, citado por Vives, lo expresa bellamente cuando dice:
“Los alumnos que ingresan en nuestros centros no son degenerados, ni siquiera
perversos…, son jóvenes inexpertos, distraídos o desviados del cumplimiento del
deber…quienes en la primavera de su vida, atraídos por el fulgor de los halagos, han
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revoloteado cual indiscretas mariposas por entre diversos peligros, llegando algunos
al extremo de abatir las hermosos alas de sus nobles aspiraciones y caer revueltos en
las turbulentas aguas de la disipación”. (Vives, pág.71)
Una consecuencia directa e inmediata de lo anterior es que la pedagogía amigoniana
centra todas sus acciones en la persona y no en sus actos. Importa la persona y sus
posibilidades de formación y educación, mas no los hechos o faltas cometidas que
solo quedan para la historia.
Cuando el evangelio nos presenta la parábola del Padre Misericordioso y narra el
regreso del hijo a casa, su padre lo acoge sin hacerle reproche alguno y sin someterlo
a ningún tipo de juicio. Le importó la persona, no lo que había hecho su hijo.
Como lo afirma el padre Vives: “ese relato, que más allá de toda significación religiosa
contiene un verdadero y universal poema pedagógica, fue el que alimentó
tradicionalmente el sentimiento educativo amigoniano confiriéndole precisamente ese
matiz de saber trascender los hechos y centrar el corazón de la acción pedagógica en
la persona” (pág. 72).
Para creer en la persona, hay que centrar la importancia y la acción en el presente
con miras al futuro, y no en el pasado. Así lo establece este bellísimo fragmento del
padre Vicente Cabanes, citado por Vives (pág. 73): “No son las plantas ni las flores
solo, ni son los cuadros ni los pájaros los que hacen acogedora una casa de familia…
es el cariño, la alegría, los brazos abiertos de una madre que oculta las faltas del hijo,
que olvida sus andanzas, aunque las recuerde en el santuario de su corazón para
prevenirle y evitarle la recaída; que recoge las lágrimas de su hijo, fruto del dolor y del
arrepentimiento, para juntarlas con las suyas propias que son de amor y de perdón;
que cicatriza sus heridas con el bálsamo salido de sus labios…y este espíritu existe
entre los educadores amigonianos y sus alumnos”.
1.7 Apoyo de la familia
La pedagogía amigoniana siempre ha reconocido que el ambiente familiar es el
primero y más necesario para la educación, y cuando la familia natural o biológica no
existe, o no colabora, ha hecho del trabajo entre los educandos y docentes un
ambiente de familia, en el que la persona encuentra el afecto y el cariño que, quizás,
había perdido o nunca había experimentado.
Hoy se habla de las bondades que encierran el trabajo en equipo y el aprendizaje
entre pares o aprendizaje colaborativo. Por la práctica, los amigonianos han
comprobado, desde hace ya muchos años, cómo los alumnos asimilaban de manera
más eficiente los aprendizajes realizados espontáneamente con sus compañeros que
los efectuados a través de los dictados del educador. También, hoy en día, se
reconoce el beneficio que tienen en los procesos de reeducación y resocialización, los
trabajos y las terapias grupales, en comparación con las de tipo individual.
23
1.8 Proceso misericordioso
Ser misericordioso significa ofrecer más atención al que más necesita. Es la versión
cristiana de las diferencias individuales pregonadas en la pedagogía actual.
La parábola del Buen Pastor puede ser considerada como la síntesis de la acción
misericordiosa y, a partir de ella, el padre Luis Amigó escribió su testamento espiritual:
“Vosotros, zagales del Buen Pastor, sois los que habéis de ir en pos de la oveja
descarriada hasta devolverla al aprisco del Buen Pastor. Y no temáis perecer en los
despeñaderos y precipicios en que muchas veces os tendréis que poner para salvar la
oveja perdida; ni os arredren los zarzales y emboscadas con que tratará de
envolveros el enemigo, pues podéis estar seguros de que si lográis salvar un alma,
con ello predestináis la vuestra” (Obras completas 1831)
La búsqueda de la oveja descarriada es la manifestación del amor a la medida y de la
cuidadosa atención al más necesitado. Es el llamado pedagógico a atender,
prioritariamente, al estudiante que tiene mayores limitaciones o dificultades. Es el
mandato de trabajar en el desarrollo de las potencialidades de los discípulos antes
que seleccionar a los mejores para trabajar con ellos, descuidando a los más
necesitados.
2. La práctica pedagógica amigoniana en la FUNLAM
La creación y funcionamiento de la Fundación Universitaria Luis Amigó como
institución de educación superior ha permitido reflexionar, desde la academia, la
filosofía de los amigonianos y la experiencia por ellos recogida a través de sus
prácticas durante más de cien años, acción que se ha dado en doble vía: por un lado,
la FUNLAM ha bebido de la fuente unos principios y un quehacer ya centenario; a su
vez, ella ha enriquecido y contextualizado una filosofía enmarcada en el humanismo
cristiano, dando como resultado una forma de actuar diferente en el campo de la
formación de profesionales.
La síntesis de esas reflexiones aparece en numerosos escritos que van desde el
reglamento estudiantil hasta las publicaciones de textos, pasando por el plan de
desarrollo y el Proyecto Educativo Institucional. Vamos a exponer brevemente los
puntos más esenciales.
Tal como aparece en su Proyecto Educativo Institucional, PEI, la FUNLAM, concibe la
educación como un proceso de formación integral para el ejercicio de la autonomía
intelectual, la búsqueda de la verdad, la formulación de estrategias de autogestión y la
conformación de una sociedad armónica. Para la FUNLAM, la educación es un
proceso que permite el despliegue de las capacidades y potencialidades del ser
humano para que se apropie de su propia formación y esté en capacidad de darle
sentido y significado a su propio proyecto de vida, centrado en el amor por sí mismo,
por el otro, por la naturaleza y por Dios.
El PEI expresa: “la formación y el desarrollo humano integral se dirigen al ser humano
como una totalidad. Comprenden la formación y el desarrollo de las distintas
dimensiones del ser humano: corporal, cognitiva, comunicativa, ética, espiritual y
24
política. La formación integral tiene en cuenta valores, actitudes, emociones,
conocimientos, habilidades y destrezas. El desarrollo integral se refiere tanto a la
singularidad como a la atención a necesidades, intereses y expectativas de los seres
humanos en comunidad y en contextos socioculturales específicos”.
Y agrega que: “formarse como profesional en la FUNLAM significa asumir: una actitud
de vida basada en el humanismo cristiano; un desempeño profesional con calidad
fundamentada en los conocimientos, metodologías, procedimientos y prácticas,
validados socialmente; un saber disciplinar, científico o cultural, centrado en los
desarrollos históricos, la investigación y las tendencias de su desarrollo
contemporáneo; y un compromiso de servicio a la comunidad fundamentado en los
principios constitucionales”.
En la FUNLAM, por encima de todo avance científico, tecnológico y de todo
conocimiento está, en primer lugar, el ser humano y su proyecto de vida. Un ser
humano que debe formarse para aprender a desenvolverse en la incertidumbre tal
como lo plantea Edgar Morin, y para servir a la comunidad en un contexto de
solidaridad y participación.
Desde ese lugar, la docencia en la FUNLAM, se concibe como un proceso
intencionado, reflexivo, crítico de formación y desarrollo humano integral en un
ambiente de interacción entre docentes y estudiantes.
El docente se concibe como un maestro que acompaña al discípulo en su proceso de
aprender y construye conocimiento en un ambiente de diálogo. Y el estudiante es el
actor protagonista que gesta su aprendizaje y lo evalúa en un contexto de autogestión
y autonomía. Es un sujeto que aprende a trabajar de manera tanto personal como en
colaboración con sus pares.
Los rasgos básicos del perfil del maestro de la FUNLAM se pueden sintetizar así:
En lo personal, con actitud de búsqueda de la verdad; con profundo respeto y visión
integral del ser humano; abierto al diálogo; dispuesto a aprender de su discípulo;
creativo; solidario consigo mismo, con el otro y con el medio ambiente; con adecuado
desarrollo de la autoestima; y con gran capacidad de observación.
En lo pedagógico, programador de espacios y ambientes de aprendizaje; cree en su
discípulo y le facilita la participación; estimula el aprendizaje y la autoevaluación;
motiva y posibilita la investigación y el espíritu crítico y reflexivo; demuestra
habilidades para el trabajo interdisciplinario y lo estimula en sus estudiantes; es un
agente de cambio, hábil en el manejo de las interacciones comunicativas;
acompañante del estudiante para identificar las fortalezas, limitaciones y
oportunidades de aprendizaje y para orientar la toma de decisiones más adecuada;
preocupado por expresar por escrito su pensamiento y sus reflexiones pedagógicas.
En lo profesional y científico, es un trabajador de la cultura; conocedor de la disciplina
relacionada con su profesión; con actitud investigativa y capacidad de modificar
opiniones y conceptos ante nuevos saberes o descubrimientos; preocupado por estar
al tanto de los avances en el campo de su profesión.
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Por otro lado, los rasgos fundamentales del perfil del estudiante de la FUNLAM se
sintetizan en los siguientes aspectos:
En cuanto al ser, asume la responsabilidad y el compromiso de su propia formación y
proyecto de vida; demuestra ser ético y abierto al cambio; es solidario y maneja una
actitud positiva frente a sí mismo, frente a la vida y en relación con los demás;
respetuoso de los demás; se identifica con la cultura de su medio pero actúa crítica y
comprensivamente en el contexto de la globalidad; se interesa por trabajar en equipo;
demuestra amor por sí mismo, por el otro y por la naturaleza.
En cuanto al ser profesional, se compromete con su aprendizaje y autoevaluación; se
preocupa por la interdisciplinariedad del conocimiento; es un cuestionador de la
realidad para buscar el mejoramiento continuo en lo personal y en lo comunitario;
posee un pensamiento global a partir del conocimiento y análisis de su propia
realidad; demuestra suficientes y claras competencias comunicativas; aprende a
trabajar de manera personal y autónoma pero, a la vez, desarrolla competencias para
el trabajo y el aprendizaje colaborativo; demuestra autonomía intelectual y actitud de
permanente estudio y aprendizaje.
Como servidor de la comunidad, se preocupa por proyectarse a la sociedad y, en ella,
a los más necesitados; desarrolla competencias para intervenir, desde su disciplina,
las problemáticas sociales que afectan la calidad de vida del ser humano.
En cuanto al actuar pedagógico, la FUNLAM se ha propuesto pasar de un enfoque
centrado en la enseñanza a un enfoque centrado en el aprendizaje, propósito que no
ha sido fácil por la fuerza que tiene la costumbre y las dificultades que encierra el
cambio.
El enfoque centrado en la enseñanza ha hecho del docente y del programa el centro
del universo pedagógico, en el que el estudiante debe memorizar los contenidos que
el docente evalúa y califica para efectos de promoción. En él, subyace una
concepción de minoría de edad mental del estudiante, por lo que debe depender del
docente para el cual, la mediación fundamental para aprender es el discurso.
Contrario a esto, el enfoque centrado en el aprendizaje, y hecho propósito
permanente en la FUNLAM, reconoce que el centro del universo pedagógico es el
estudiante como sujeto que aprende y construye su proyecto de vida. El docente es
un mediador que provoca y acompaña el aprendizaje del estudiante, al cual se le
reconocen potencialidades, mayoría de edad mental y capacidad de autonomía y
responsabilidad.
Los posibles errores cometidos son factores pedagógicos para realizar acciones de
mejoramiento continuo. Y quien realmente sabe si aprende o no, y por qué, es el
estudiante. De ahí que sea él quien deba desarrollar competencias para la
autoevaluación de su proceso. En este orden de ideas cobra sentido el portafolio
personal de desempeño como instrumento esencial de la evaluación.
26
2.1 Proceso de Evaluación en la FUNLAM
Vamos a profundizar un poco en el proceso de evaluación que se lleva en la
FUNLAM, y que tiene su fundamento en lo que se ha esbozado en los párrafos
anteriores. Tal como aparece en el reglamento estudiantil, capítulo XII, La Evaluación
está concebida como: “un proceso crítico, intencionado y sistemático de recolección,
análisis, comprensión e interpretación de información que permite a los actores
educativos valorar el estado en que se encuentra la formación integral de los
estudiantes”.
En este concepto sobresalen varios elementos:
• La evaluación es un proceso y no un producto o resultado final. Por lo tanto, es
permanente, es dinámica; su función es lograr el mejoramiento continuo en la
formación y en el aprendizaje de la persona y no la de juzgar y calificar
resultados. Por eso, durante el semestre no se manejan calificaciones ni
porcentajes. La acción se centra en el seguimiento y el acompañamiento.
• Es un proceso crítico, es decir, que requiere reflexión y estudio cuidadoso de las
distintas situaciones y de los diferentes factores que inciden en el rendimiento y
desempeño, y está asociado con el cambio.
• Es intencionado y sistemático, es decir, obedece a unas finalidades, a unos objetivos
y a un orden y metodología previamente establecida y planeada, no improvisada.
• La evaluación requiere de información para poder valorar el proceso. En la FUNLAM
existen los exámenes con ese fin pero no con las categorías de parciales o
finales. Son permanentes y se corrigen y se valoran pero no se califican. A través
de ellos se realimenta el proceso para el mejoramiento continuo.
2.2 Características de la Evaluación en la FUNLAM:
• Es pedagógica, acompaña la formación y el desarrollo integral del estudiante para la
construcción de su proyecto de vida y desempeño profesional y sociocultural.
• Es integral, tiene en cuenta el ser humano como totalidad: Valores, actitudes,
emociones, conocimientos, habilidades y destrezas.
• Es continua, se realiza permanentemente y no como actividad parcial o final.
• Es cooperativa, participan en ella tanto los docentes como los estudiantes y,
fundamentalmente, estos últimos a través del portafolio personal de desempeño.
• Con perspectiva científica, tiene en cuenta los procesos de construcción, recreación
y comunicación del conocimiento científico.
• Es ética, reconoce las múltiples relaciones que se dan entre los actores educativos
en un contexto de respeto, autonomía, responsabilidad y equidad.
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2.3 Pretensión o alcances de la Evaluación en la FUNLAM:
• Comprender y valorar integralmente la formación y el aprendizaje del estudiante,
analizar los logros como también las dificultades y aplicar los correctivos
pertinentes.
• Orientar los intereses y capacidades de los estudiantes
• Fomentar en el estudiante la responsabilidad, la autonomía y la capacidad de
autocrítica y autoevaluación
• Favorecer los procesos de interacción y diálogo entre estudiantes y docentes, al
igual que resolver las dificultades que se presentan en el proceso de evaluación.
Como la evaluación apunta a la valoración del estado en que se encuentra la
formación integral del estudiante, comprende dos aspectos básicos: el desarrollo de la
persona y la formación académica profesional.
El primer aspecto, desarrollo de la persona, incluye elementos como la
responsabilidad y el compromiso del estudiante, la creatividad e iniciativa, la
autonomía y toma de decisiones, la interacción con el otro.
El segundo aspecto, formación académica del profesional, tiene en cuenta la
capacidad de análisis, comprensión o interpretación; el grado de asimilación,
apropiación, aplicación y construcción de conocimientos; y el grado de reconocimiento
de los conceptos, métodos, enfoques y procesos investigativos propios de su saber
específico.
Y para ser coherentes con la autonomía intelectual, la ética, la participación y la
autogestión, principios expresados en la misión institucional, la FUNLAM ha adoptado
el Portafolio Personal de Desempeño, como uno de los medios para la evaluación.
Existe otro componente importante en el reglamento estudiantil y es el de la
recuperación, entendida esta como el procedimiento que ofrece la Institución para que
aquellos estudiantes que, al terminar el período académico, no hayan alcanzado un
adecuado logro de los objetivos esenciales y/o complementarios del curso, puedan
lograrlo a través de nuevas estrategias metodológicas en el período intersemestral
durante un lapso de dos a cuatro semanas.
La recuperación tiene una fundamentación netamente amigoniana por las siguientes
razones:
• El estudiante es un ser humano inacabado, en permanente crecimiento y desarrollo.
• Un acompañamiento más personalizado permite conocer mejor al estudiante y que
éste se reconozca con sus potencialidades y debilidades.
• En el proceso de formación lo que importa es la persona, no sus actos.
28
• La FUNLAM no concibe que haya estudiantes imposibles o incapaces. Lo que
necesitan es un acompañamiento a la medida, particularizado y esto va de la
mano con el principio de la misericordia: dar más al que más necesita, ofrecer
mayor atención donde hay más carencia o necesidad. El estudiante con más
necesidades es el que tiene que tener mayor apoyo del docente.
2.4 Otros aspectos de raigambre amigoniana
Fuera del modelo pedagógico y del proceso de evaluación, la FUNLAM tiene otra
serie de políticas con honda raigambre amigoniana. Miremos algunas:
Sistema de becas: La FUNLAM rompe con el concepto tradicional de asignación de
becas por rendimiento académico y busca favorecer a los estudiantes de menores
recursos que, por esta razón, pueden tener rendimiento más bajo, por lo menos así
sucede en los países en vía de desarrollo.
Otro aspecto es el de las monitorías, contempladas en el reglamento estudiantil. Su
finalidad es ofrecer asistencia más individualizada y personalizada a los estudiantes,
con fundamento en las bondades que tiene el aprendizaje entre pares. Pero, también
están concebidas como un estímulo para quienes sobresalen en un saber o disciplina,
y como oportunidad de crecimiento personal y de formación de futuros docentes de
acuerdo con los principios institucionales, en especial el de la solidaridad.
Hay que resaltar, también, el enfoque que se le ha querido dar a las prácticas que
deben realizar los estudiantes de los últimos semestres. Están orientadas a la
proyección social con el fin de intervenir, desde la academia y de manera
interdisciplinaria, las “…Problemáticas que afectan la calidad de vida de la niñez y la
juventud, la familia y la sociedad” (misión institucional).
Se pretende que, a partir de la organización de equipos de trabajo con actores
educativos de los diferentes programas académicos de la Institución, se dé respuesta
a situaciones problemáticas de las comunidades más desposeídas. Se trata de
involucrar al estudiante en la realidad de las comunidades más desprotegidas para
que pueda explicarla, interpretarla y comprenderla y, a partir de ahí, elabore
propuestas para transformarla. Con esto se completa la trilogía que ha querido
establecer la FUNLAM como basamento esencial de la formación de sus
profesionales: El ser humano, el ser profesional y el servidor de la comunidad.
Y para concluir, digamos que, cuando el Padre Luis Amigó nos legó su misión de
trabajar en beneficio de los que están apartados del camino de la verdad y del bien
fue un visionario que señaló la ruta que habría de seguirse para hacer que el ser
humano caído, encontrara quien lo acompañara para desplegar sus alas y volar a
partir de la puesta en acción de las potencialidades adquiridas por la redención. La
FUNLAM, desde la academia, ha venido enriqueciendo las propuestas de ese
visionario en la mira de marcar diferencia y crear identidad en las personas que van a
tener en sus manos el desarrollo del país como profesionales y, ante todo, como
ciudadanos de bien, solidarios con la solución de los problemas de la sociedad actual.
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BIBLIOGRAFÍA
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FUNLAM 2013
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