Pag. 40-43 ok 4/2/04 11:02 Página 40 Afrontar la enfermedad de nuestros propios hijos L as familias de los médicos pueden tener un niño más o menos gravemente enfermo según la preparación de sus padres. Debido a su formación y contactos los médicos están a menudo en mejor posición para procurar el mejor cuidado a sus hijos enfermos. Aunque esta situación es ventajosa, ello no elimina las alteraciones logísticas y emocionales, las cuales pueden ser dramáticas. El pediatra Mark A. Mozer, de Blue Springs, Montana, conoce esto muy bien. El pronóstico y travenosa y atenderle cuando vomitaba a causa de la quimioterapia. “Sin apenas dormir y sobreviviendo a duras penas” decía Mozer, “nos preguntábamos cómo los padres normales habían aprendido a vivir con esta situación”. Aunque el cáncer de Jacob ha estado en remisión desde mayo de 1999, los Mozer están todavía constantemente en guardia. El neuroblasto- El cuidado de Jacob implicaba mucho más que una pérdida de sueño. Mozer y su esposa, Cheryl, farmacéutica, tenían que mezclar y administrar nutrición parenteral total, inyecciones y medicaciones orales, y renovar los apósitos de la vía central Dennis Murray, Senior Editor cuidado de su hijo, Jacob, diagnosticado de un infrecuente cáncer infantil, era a menudo su único pensamiento. “En el trabajo”, dice “es duro para mí luchar con situaciones aparentemente triviales, tales como padres que se quejan de estar noches enteras cuidando una infección de oído de un niño. Les diría ahora qué afortunados eran”. El cuidado de Jacob implicaba mucho más que una pérdida de sueño. Mozer y su esposa, Cheryl, farmacéutica, tenían que mezclar y administrar nutrición parenteral total, inyecciones y medicaciones orales, y renovar los apósitos de la vía central. En un momento dado, bañaban al niño cada 6 horas en Hibiclens para prevenir quemaduras cutáneas causadas por la quimioterapia. A la hora de dormir cumplían turnos durmiendo en la habitación de Jacob para vigilar su vía in- ma de Jacob asocia riesgo de leucemia, y el tratamiento de quimioterapia dañó su audición. Como resultado de ello utiliza ayudas auditivas y está recibiendo clases de logopedia. “Todavía no cantamos victoria” dice Mozer, “pero el pronóstico de Jacob es bastante favorable”. El médico de familia Mike Christian y su mujer, Katherine, comprenden lo que los Mozer han pasado. Hace tres años, Mike y Catherine, que es enfermera, se convirtieron en padres adoptivos de un niño prematuro de 29 semanas que nació gravemente enfermo con un síndrome de adicción a cocaína. El sistema local de cuidados para la adopción y los Servicios de Protección del Menor pensaron que una familia sin conocimientos médicos se vería sobre- 40 MEDICAL ECONOMICS | Edición Española | 30 de octubre de 2003 Pag. 40-43 ok 4/2/04 11:02 Página 41 pasada por la tarea de cuidar de un niño tan frágil y enfermo como Michael, a quien la familia Christian llevó a casa después de casi tres meses de estancia en una UCI neonatal. “Llegó con oxígeno, un monitor de apnea y un monitor de saturación de oxígeno” comenta Christian, que ejerce en Moses Lake, Washington. “Necesitaba ser alimentado cada tres horas, pero llevaba una hora alimentarle, y parecía que escupía más de lo que comía. Después del primer día, Catherine y yo nos mirábamos el un al otro desmayados. En aquella época teníamos 45 años y dos adolescentes” “Durante el primer mes”, continúa, “Catherine abandonaba la casa sólo para acudir a las citas con el médico. Estas eran múltiples, y requerían dos horas de viaje en coche tanto a la ida como a la vuelta debido a la distancia existente entre nuestra casa y el centro de atención terciaria. Algunos de estos viajes fueron muy inquietantes pues se nos dijo que, con Michael, el problema no era si teníamos que aplicarle RCP sino cuándo” (afortunadamente no precisó RCP). A los 8 meses, Michael estaba mucho mejor, había ganado peso y se le había retirado todo el equipamiento. Muy pronto fue puesto bajo la custodia de familiares que abusaron de él. “A los dos meses de estar con ellos”, dice Christian, “fue hospitalizado con crisis, magulladuras en más del 90 por ciento de su cuerpo y un brazo fracturado; fue una víctima de la estupidez burocrática que permite el sistema de adopciones”. Michael había perdido presencia (expectoraba, perdía peso y no sonreía) pero los Christian le hicieron recuperarse y decidieron adoptarle una vez el Estado determinó la necesidad de buscar otros parientes con los que pudiera vivir. “Ahora tenemos un hijo de 18, otro de 16 y otro de 3 años”, dice Christian. “Michael es como cualquier otro niño de su edad con la única diferencia de que parece que está siendo criado por sus abuelos”. Relación con los cuidadores Uno de los aspectos principales para el padre-médico de un niño enfermo es la interacción con el equipo médico. Podría parecer que los compañeros y enfermeras ignoran o bien sobrevaloran las capacidades de estos padres, asumiendo que, dado que son médicos, deben conocer todo acerca de la situación de su hijo y, por tanto, no necesitan más explicaciones. En cualquier caso, el padre-médico no recibe compasión y atención en la misma medida que el resto de casos. Otro problema para el padre-médico es la frustración ante lo que puede parecer una falta de atención y cuidado hacia el problema del niño. Es lo que Elizabeth Pector, médico de familia, percibió en su contra cuando no sabía dar explicación a la extrema irritabilidad y retraso en el desarrollo de su hijo. “Como la mayoría de los padres, esperaba que los médicos de Jared dieran con el problema, hicieran un diagnóstico, prescribieran la terapia adecuada y vigilaran de cerca su progresión”, dice Pector, que ejerce en Naperville (Illinois). “Lo que pronto encontré es que tenía que convertirme en su abogado, expresando mi preocupación sobre su desarrollo, leyendo sobre posibles diagnósticos, hablando con otros padres, recabando evaluaciones con terapeutas”. El diagnóstico definitivo sigue pendiente. Mark Mozer también se convirtió al poco tiempo en un incansable abogado para su hijo. Cheryl y él evaluaban doblemente, y a menudo cuestio- MEDICAL ECONOMICS | Edición Española | 30 de octubre de 2003 41 Pag. 40-43 ok 4/2/04 11:02 Página 42 naban, la elección de fármacos así como los planes de tratamiento, a menudo para consternación del equipo del hospital y de los médicos de su hijo. “Quizá exageramos un poco en el control de las cosas” admite Mark, “pero puedo decir honestamente que nuestro hijo vive y está bien debido a nuestros conocimientos médicos. Por ejemplo, yo podía interpretar inmediatamente los resultados de todas las pruebas realizadas a Jacob en cada estadio de su tratamiento, lo cual nos ayudó a tomar decisiones, tanto importantes como menores. Y los dos éramos capaces de comprender y analizar la literatura médica, lo que hubiera podido exceder la capacidad de otras personas”. La lucha no es un concepto cómodo para los médicos Aunque todos los padres de un niño enfermo o con necesidades especiales deben aprender a tratar con esta condición de sus hijos, el problema para los padres-médicos es el hecho de que los médicos están preparados para hacer cualquier cosa en caso de enfermedad; cuando no pueden, se sienten muy afectados. El descontento y la depresión son a menudo la consecuencia. Algunos médicos piden rápidamente consejo; otros encuentran consuelo en hablar con padres de otros niños con la misma enfermedad. “Pertenezco a un grupo de apoyo de madres de niños autistas”, dice la pediatra Ivonne Sudaeshan (Bronsville, Texas). “Comparamos casos, pedimos asesoramiento, compartimos problemas y éxitos. También leemos todo lo existente sobre autismo, hasta tal punto que mi marido me dio una novela y me dijo: “¿Por qué no lees algo más?”. Mark y Cheryl Mozer también han encontrado en Internet una valiosa ayuda. “El hospital infantil local solamente trataba unos pocos casos de neuroblastoma al año, lo que nos hacía sentir un tanto aislados”, dice Mark. “Internet se convirtió en una valiosa herramienta que nos permitió contactar con otras familias en nuestra misma situación”. Mozer recomienda especialmente la Association of Cancer Online Resources (1) y él incluso mantiene una página web propia que permite a las familias intercambiar información y recursos relacionados con el neuroblastoma (2). “Además de los recursos online, los padres-médicos con hijos gravemente enfermos deberían (1) www.acor.org (2) www.members.aol.com/nrainh20/jacob.html contar con fisioterapeutas y con expertos en comunicación” dice Elizabeth Pector. “Estos expertos” continúa, “saben bastante más que los médicos sobre cómo relacionarse con niños enfermos, cómo emplazarles a conseguir metas, cómo animarles o cómo celebrar pequeños triunfos. Incluso cuando no hay un diagnóstico específico, la terapia y el trabajo continuado con el niño es muy importante”. Pector recomienda el libro del psiquiatra Stanley I. Greenspan´s, The Child With Special Needs: Encouraging Intellectual and Emotional Growth (Perseus Press, 1998), que constituye una interesante guía para la interacción práctica, incluso con niños seriamente discapacitados. “Tener un niño con una necesidad especial o una enfermedad grave comporta su propia tristeza”, dice Pector. “Los padres siempre se lamentarán por lo que piensan que deberían haber tenido: un niño física y mentalmente normal, un niño que sobreviviría hasta la edad adulta. Nosotros nos adaptamos a sus discapacidades, pero nunca les aceptaremos del todo o dejaremos de pensar sobre lo que podrían haber sido”. ■ 42 MEDICAL ECONOMICS | Edición Española | 30 de octubre de 2003