E L CONTRATO D E I N T E R I N I D A D M A R Í A DE CASTRO M A R T Í N E Z Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ SUMARIO I. INTRODUCCIÓN 555 II. ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y NORMATIVA REGULADORA III. CONCEPTO: LA INTERINIDAD POR SUSTITUCIÓN Y LA INTERINIDAD POR VACANTE. SUPUESTOS 1. La interinidad por sustitución. La suspensión del contrato de trabajo y demás supuestos de aparición... - La incapacidad temporal de los trabajadores - Maternidad de la mujer trabajadora y adopción o acogimiento de menores dé cinco arios - Cumplimiento del servicio militar o de la prestación social sustitutoria - Excedencia forzosa: Ejercicio de cargo público representativo - Privación de libertad del trabajador, mientras no exista sentencia condenatoria - Suspensión de sueldo y empleo por razones disciplinarias... - Excedencia por cuidado de hijos - Causas de suspensión del contrato de trabajo que no permiten la celebración de contratos de interinidad - Supuestos de no interrupción del contrato de trabajo 2. La interinidad por vacante: Supuestos 3. Requisitos formales del contrato de interinidad a) Identificacióndel trabajador sustituido b) Causa de la sustitución c) Formalización por escrito, contenido y registro del interinaje d) Información a los representantes legales de los trabajadores e) Obligaciones de Seguridad Social 553 557 565 570 574 578 580 581 583 586 587 589 589 592 596 596 601 602 607 608 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ 4. Los aspectos temporales en el contrato de interinidad a) Duración del contrato b) Período de prueba c) Suspensión del interinaje d) Extinción e) Requisitos de la extinción 554 610 610 618 619 620 624 EL CONTRATO DE I N T E R I N I D A D I. INTRODUCCIÓN La reforma laboral de 1997 se materializó en dos momentos claramente diferenciados: —El primero, político, culminado el 28 de abril de 1997, con la firma del Pacto Social suscrito por las organizaciones empresariales y sindicales más representativas —CEOE-CEPYME y CCOO-UGT—, por el que se trató de adaptar nuestra legislación laboral a las coordenadas económico-sociales que en Europa demandaba la tercera fase de la Union económica y monetaria. —El segundo, legal, mediante la publicación de las correspondientes normas jurídicas en que el Pacto Social se tradujo. El Real Decreto-Ley 8/1997, de 16 de mayo, de Medidas Urgentes para la Mejora del Mercado de Trabajo y el Fomento de la Contratación Indefinida, y el Real Decreto-Ley 9/1997, de la misma fecha, sobre Incentivos en materia de seguridad social y de carácter fiscal para el fomento de la contratación indefinida y la estabilidad en el empleo. Decretos Leyes, ambos, posteriormente tramitados como proyectos de Ley, que se convirtieron en las Leyes 63 y 64/1997 de 26 de diciembre, conforme: al artículo 86.3 de la Constitución. Operada así la reforma laboral, la misma y en lo que a su regulación directa se refiere no afectó, ni se refirió siquiera, a uno de los supuestos más utilizados en nuestra contratación laboral: el 555 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSE MANUEL RUIZ LÓPEZ contrato de interinidad. En efecto, ni las normas jurídicas citadas, ni ninguno de los tres acuerdos del Pacto Social (Acuerdo sobre Cobertura de Vacíos, Acuerdo Interconfederal sobre Negociación Colectiva y Acuerdo Interconfederal para la Estabilidad del Empleo), contienen mención alguna al contrato de interinaje. Así se reconoce en la exposición de motivos del Real Decreto 2.720/1998, de 18 de diciembre, por el que se desarrolla el artículo 15 del Estatuto de los Trabajadores en materia de contratos de duración determinada y regulador, hoy día, del contrato de interinidad: «Aunque las novedades legales anteriormente apuntadas no han afectado al contrato de interinidad, razones de seguridad jurídica hacen aconsejable la aprobación de un nuevo Real Decreto que ofrezca una regulación unitaria y completa de todas las modalidades de contratación de duración determinada que admite nuestro derecho, lo que debe facilitar una adecuada y correcta utilización de las mismas». Aunque ese olvido de las normas de la reforma laboral sobre el contrato de interinidad no permite afirmar que el mismo haya permanecido impasible en su aplicación práctica en los últimos años. Muy al contrario, tanto el Real Decreto 2.720/1998, como la propia interrelación de las diversas normas jurídicas del ordenamiento, fuerzan a afirmar lo contrario. Así, por ejemplo, en la medida en que la reforma persigue el fomento de la contratación indefinida, principalmente mediante incentivos fiscales y de seguridad social, es de suponer que la generación de empleo se decantará por el nuevo contrato para el fomento de la contratación indefinida, regulado en la disposición adicional primera del Real Decreto-Ley 8/1997; lo que implicará el descenso en la utilización genérica del contrato de duración determinada, y específica del de interinidad. Igualmente, la reforma operada en la legislación sobre empresas de trabajo temporal, afectará al contrato de interinidad, 556 EL CONTRATO DE INTERINIDAD al ser éste uno de los supuestos de utilización en el contrato de puesta a disposición entre empresa usuaria y cedente. No obstante, la exposición de las principales modalidades de contratos laborales, vigentes tras las reformas de 1994 y 1997, quedaría incompleta sin un capítulo destinado a una de las de más extendido uso: el interino; previsto para sustituir a trabajadores con derecho a reserva del puesto de trabajo. II. A N T E C E D E N T E S HISTÓRICOS Y NORMATIVA REGULADORA La naturaleza del contrato de trabajo, al margen de cualesquiera de sus clases, evidencia la importancia que en su configuración ocupa el factor tiempo. En efecto, el objeto del contrato laboral no consiste en la entrega puntual de un resultado concreto, sino en la cesión al empleador de un hacer sucesivo. El objeto del contrato consiste en el intercambio del pago del salario por el empleador y la propia contraprestación del trabajo por el empleado. No se agota, pues, con cada acto autónomo de las partes, antes bien, es característica básica del mismo su pervivencia en el tiempo. Ello es así, debido a que en la base misma del contrato subyace una imperativa búsqueda de su «modus vivendi» por el trabajador. Lo que sucede, si cabe, con mayor intensidad en la actualidad, en que los diversos grupos sociales se configuran como una sociedad de «asalariados», en la que lo excepcional es hallar una forma de vida distinta a la que proporciona un puesto de trabajo por cuenta ajena. En definitiva, el contrato de trabajo se convierte así en eje de la vida social, en tanto que al mismo se ligan, de un lado, las esperanzas alimenticias de la familia del trabajador, y de otro, el propósito de subsistencia que el empleador desea para su empresa. Por ello es lógico pensar que a esta dualidad de motivaciones con vocación de permanencia, se anude una marcada tendencia 557 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ hacia el carácter indefinido del vínculo negocial (García Piqueras). Aunque esta opción nunca pasó del plano teórico, pues su intentada materialización práctica fue inicialmente frenada por las circunstancias históricas en que nació el contrato de trabajo. Efectivamente, en los orígenes del derecho laboral fue notorio su afán de diferenciación con las anteriores etapas —esclavitud y régimen feudal— a través de las que se instrumentalizó el trabajo por cuenta ajena. Como aquellas etapas históricas se basaron en la indefinición temporal, y la opinión que de ambas se tenía era radicalmente negativa, el nuevo vínculo productivo habría de ser temporal. Asistimos al período histórico, hoy superado, en que se produce la escisión de la sociedad en dos clases, los propietarios de los medios de producción, de un lado; y todo un conjunto de «desposeídos, que no pueden disponer más que de la propia fuerza de su trabajo», de otro (Durán López). Coadyuvó al surgimiento de la nueva relación de producción la entonces declarada libertad formal de todos los individuos, como consecuencia de la extinción de los «obstáculos feudales que se oponían al desarrollo de las relaciones de producción capitalistas en una determinada formación social» (Acosta Sánchez). Todo ello confluyó decisivamente en la aparición histórica del contrato de trabajo, como «título jurídico en virtud del cual se articula la ajenidad de la propiedad de los frutos en un régimen de trabajo libre» (Alonso Olea). En definitiva, los prejuicios imperantes implicaron la no admisión de contratos de duración indefinida en los primeros tiempos de la normativa laboral, debido a la estrecha relación que de éstos se hacía, con los contratos para toda la vida. Pero la opción favorable a la permanencia del vínculo era tan fuerte, que durante los primeros años de la normativa social, socavó sus fundamentos, dando entrada a nuevas instituciones. Una de ellas fue vital en la admisión de la indefinición contractual: cuando se permitió la resolución unilateral del contrato por 558 EL CONTRATO DE INTERINIDAD parte del trabajador, se admitió la existencia del contrato de duración indeterminada. Es decir, no importaba que el vínculo fuera ilimitado, si el empleado podía romperlo cuando quisiera, sin dar explicaciones, ni acudir a tipo alguno de justa causa. Fiel reflejo de la nueva situación lo constituye el artículo 1.583 del Código Civil, regulador del arrendamiento de servicios dé menestrales y antecedente inmediato del contrato de trabajo. Este precepto admitió, para el servicio de criados y trabajadores asalariados, la contratación «sin tiempo fijo, por cierto tiempo, o para una obra determinada». Prohibiendo «el arrendamiento hecho por toda la vida.» Este artículo 1.583, demuestra cuál fue el sentir imperante durante el siglo pasado, pues, no en vano, supuso la confirmación de sus inmediatos precedentes, que mantuvo inalterados (artículo 1.524 del Proyecto de 1.851, y artículos 456 y 457 del Proyecto de 1.821) (Alonso Olea). Se plasmaban así en la ley los principios que inspiraron el nacimiento del contrato. De un lado se sentía preocupación ante la idea de pensar en un vínculo para toda la vida; de otro, se abría paso la contratación «sin tiempo fijo», primera forma de indefinición, junto a las temporales por tiempo cierto o para obra determinada. No obstante la coexistencia legal de ambos contratos —temporal e indefinido—, el ordenamiento pronto se decantó por los de duración determinada. El motivo de dicha preferencia fue, curiosamente, el mismo que posibilitó el reconocimiento legal del contrato indefinido: la libre resolución del pacto, aducida por el trabajador, impedía la esclavitud; pero, esgrimida por el empleador, suponía una enorme precariedad en el empleo y la consiguiente inseguridad económica. En la medida en que la libre resolución unilateral del contrato indefinido fuera ilimitada -tanto por el trabajador, como por el empresario-, la estabilidad de aquél en su puesto quedaba mejor garantizada con el contrato temporal que con el indefinido (Rodríguez-Pinero). Pues en definitiva, era preferible, en aras de la seguridad económica del empleado, conocer el momento exacto del cese, a quedar supe559 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ ditado al criterio caprichoso del empleador; quien podía decidir el despido en cualquier instante, sin ningún tipo de obstáculos. El argumento se refuerza, si se tiene en cuenta que para los contratos temporales la solución es la contraria: el empleador no puede despedir cuando quiere. El artículo 1.586 del Código Civil lo prohibe para ambas partes, de no mediar justa causa: «Los criados de labranza., menestrales, artesanos y demás trabajadores asalariados por cierto término para cierta obra, no pueden despedirse ni ser despedidos antes del cumplimiento del contrato, sin justa causa.» Sin embargo, paulatinamente va apreciándose en la nueva relación de trabajo, una descompensación en las posiciones de las partes. Así, mientras para el trabajador constituye una auténtica apuesta personal, para el empresario, lo «único» que se pone en juego es su patrimonio. Se supone que arriesga más el asalariado, y por ello comienza a cercenarse la libertad resolutiva de la empresa, en beneficio de la estabilidad del trabajador en el empleo. La mayor ventaja del contrato temporal -la imposibilidad de extinción unilateral por el empresario sin justa causa- se traslada así al indefinido. Cabiendo afirmar, por tanto, que en la raíz de dicha inversión se halla el naciente principio «pro operario». Evidentemente cualquier contrato no tiene porqué ser en sí mismo más o menos beneficioso que otro; sólo lo será en la medida en que el conjunto de las normas del ordenamiento favorezcan a uno en perjuicio del otro. Invertida la tendencia reguladora, su aplicación había de variar en idéntico sentido. Favorecida, en efecto, la contratación indefinida mediante la restricción de la potestad resolutoria del empresario, proliferó, como contraposición a la nueva normativa protectora del trabajador indefinido, la contratación temporal (Duran López). Es entonces, cuando comienza a aparecer la normativa específica sobre las distintas formas de contratación temporal, regulando sus concretos supuestos de extinción. Evidente560 EL CONTRATO DE INTERINIDAD mente el empresario desea poder determinar en cada momento lo más interesante para su proyecto económico y no tener que cargar con los salarios de un número de empleados, que ya no necesita. La vía escogida consistió en limitar, a su vez, las posibilidades de acudir a la contratación temporal. Comienzan así a distinguirse las causas por las que se hacía posible contratar a trabajadores a término o plazo y nacen las distintas modalidades de contratación temporal. En realidad, indefinición y temporalidad constituían dos modalidades orientadas a distintas necesidades económicas. La contratación indefinida, para cubrir las plazas consolidadas en la empresa y para desempeñar las funciones normales de su actividad económica; y la temporal, para todos los supuestos, que excedieran de aquélla y evidenciasen una alteración en el quehacer habitual de la misma. Sin embargo, la delimitación conceptual de la contratación laboral, operada primero por la jurisprudencia y luego por el propió ordenamiento legal, situó al pacto indefinido en un papel de extraordinaria predominancia. Aunque en principio, corrió decimos, no existió presunción legal de duración indefinida. El artículo 11 del Código de Trabajo de 1926 continuó la línea iniciada por el Código Civil, al permitir la celebración del contrato laboral «sin tiempo fijo, por cierto tiempo o para obra o servicio determinado». Inmediatamente después la Ley de Contrato de Trabajo de 1931, se mantuvo en idéntica situación, admitiendo el contrato de trabajo por tiempo indefinido, por cierto tiempo, expreso o tácito, o para obra o servicio determinado. La duración de éste último, según su artículo 21, se extendería a «la total ejecución de la una o hasta la total prestación del otro». Asimismo preveía que por duración del contrato, a falta de pacto, había de estimarse la mínima fijada por bases de trabajo o pactos colectivos en la clase de trabajo a que el contrato se refiriera, y en su defecto, por la costumbre (Durán López). Esta situación se perpetúa con la nueva Ley de Contrato de Trabajo, de 26 de enero de 1944, que mantiene la fórmula tradi561 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ cional de dejar en manos de las partes la delimitación de la duración del contrato. Sin embargo, durante su vigencia inicial se va abriendo paso definitivamente la corriente judicial, fielmente plasmada en la normativa sectorial de las Ordenanzas y Reglamentaciones de Trabajo, que prefiere el contrato indefinido sobre el temporal (Sala Franco). No obstante, esta vía fáctica no se convierte en derecho aplicable, ya que, hasta la promulgación el 8 de abril de 1976 de la Ley de Relaciones Laborales, no toma carta de naturaleza como derecho normativo el principio de preferencia por el contrato indefinido, largamente mantenido por la interpretación jurisprudencial y ratificado en la normativa específica de cada sector. En los primeros años del nuevo régimen que se abría paso en nuestro país, los contratos de duración determinada aparecen con un marcado carácter de excepcionalidad, determinado por la sumisión a una normativa restrictiva para su formalización, fundamentalmente en lo relativo a las causas y supuestos de admisión. Fue precisamente la Ley de Relaciones Laborales de 1976, la primera norma de carácter generalista y totalizador, (antes sólo se habían ensayado varios instrumentos normativos sectoriales), que admite la celebración de un contrato de trabajo temporal «para sustituir a trabajadores con derecho a reserva del puesto de trabajo» -artículo 15, 1, c)-. La aparición legal de este tipo de contratación especial tiene lugar debido a la necesidad, sobre todo en el ámbito de la Administración Pública, de sustituir a trabajadores con derecho a reserva de su puesto de trabajo, permitida por la normativa convencional; pero la misma, tiene lugar de un modo excepcional, ya que el reconocimiento de la preferencia legal por los contratos de duración indefinida adquiere en el artículo 15 de la Ley criterios incontestables. Y es que a la dicción literal de aquel precepto, por el que «el contrato de trabajo se presume concertado por tiempo indefinido», se une la regla que impone la presunción de duración indefinida del contrato inicialmente concertado con una duración determinada, cuando no haya denuncia del mismo 562 EL CONTRATO DE INTERINIDAD a su término, o la denuncia se realice de forma intempestiva artículo 15.3 de la Ley de Relaciones labórales y 76.2 de la Ley de Contrato de Trabajo de 1944-; cuando se trate de contratos laborales concertados deliberadamente en fraude de ley -artículo 15.3 in fine-; cuando no se cumpla con la forma escrita que se exige para las distintas modalidades de contrato temporal -artículo 15.2-; o cuando, por ultimo, se trate de la celebración de un contrato de interinidad y no se especifique conforme a lo requerido en la propia ley, el nombre del trabajador sustituido o la causa de la sustitución (Duran López). La pauta establecida por la Ley de Relaciones Laborales fue automáticamente asumida por la Ley 8/1980, de 10 de marzo, reguladora del Estatuto de los Trabajadores. Los primeros años de la contratación laboral en la democracia discurrieron bajo la estricta Observancia del principio que imponía la clara preferencia por los Contratos de duración indefinida y la consiguiente excepcionalidad y restrictiva admisión de la contratación temporal. El paradigma de la indeterminación en la contratación laboral reproducido en el artículo 15.1 del Estatuto resistió todos los embates reformadores que se dirigieron en la década de los 80 contra el texto estatutario rprincipalmente la Ley 32/1984-, hasta que en 1994 la crisis económica y sus graves repercusiones en el incremento desmesurado del índice de paro impusieron, previa negociación entre los interlocutores sociales, la equiparación de los contratos temporales a los indefinidos. Con ello el artículo 15.1 del Estatuto pasó a indicar que: «El contrato de trabajo podrá concertarse por tiempo indefinido o por una duración determinada.» El propósito perseguido: era dotar de mayor flexibilidad a la negociación laboral, aunque recuperando la causalidad en la contratación temporal. Se suprimió la modalidad coyuntural del contrato de fomento de empleó como modalidad contractual ordinaria -a salvo su utilización como técnica de favorecimiento del empleo de determinados colectivos con especiales dificultades de acceso al trabajo-, y se trasladaron hacia la temporalidad estructural del artí563 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ culo 15 del Estatuto el grueso de las posibilidades de contratar trabajadores de forma temporal en nuestro ordenamiento. Con ello, la interinidad tuvo un desarrollo extraordinario. Por último, hemos de resaltar los más recientes datos acerca de la relación entre la contratación laboral indefinida y la de carácter temporal. Provienen éstos de la reforma de 1997, objeto principal de este estudio. Mediante la disposición adicional primera del Real Decreto-Ley 8/1997, se vuelve a optar con carácter transitorio por una política de empleo de índole coyuntural, aunque en este caso no temporal, al articular una modalidad de contrato para el fomento de la contratación indefinida, dirigida a colectivos específicos singularmente afectados por el desempleo y la inestabilidad laboral. Manteniendo invariable el contrato de interinaje. Ahora bien, si dicha invariabilidad resulta predicable respecto a su mera referencia legal en el Estatuto, no sucede lo mismo con el desarrollo normativo que del contrato de interinidad se produjo. La definición legal del contrato se ha mantenido inalterada; pero el desarrollo reglamentario del mismo ha sufrido ligeros retoques, meramente formales y de escasa importancia, que han hecho ir oscilando a la jurisprudencia en la interpretación que del contrato hace. El 17 de octubre de 1980 se aprobó el Real Decreto 2.303/1980, que se constituyó en «la primera norma reglamentaria que desarrolló el artículo 15.1 de tal Estatuto... en cuyo artículo 3 se regulaba el contrato de interinidad» Este Real Decreto desarrollaba el Estatuto de los Trabajadores en materia de contratación temporal y, efectivamente, fue su artículo 3 el que destinándose a la reglamentación del «contrato de trabajo de duración determinada para sustituir a trabajadores con derecho a reserva del puesto de trabajo, a que se refiere el artículo quince, uno, c), del Estatuto...», estableció que había de instrumentarse por escrito, «en el que se especificará el nombre del trabajador sustituido y la causa de la sustitución.» Sin embargo la simpleza de esta normativa reguladora dejaba traslucir la existencia de múltiples lagunas que debieron ser 564 EL CONTRATO DE INTERINIDAD integradas por la labor interpretativa de doctrina y jurisprudencia. Fue precisamente ésto lo que motivó que surgiera una reglamentación sectorial y convencional, incorporando las aportaciones judiciales. Así, llegó el momento en que la redacción original del artículo 15 del Estatuto de los Trabajadores hubo de ser modificada en 1984, por medio de la Ley n.° 32, de 2 de agosto, aunque, como ya hemos adelantado, las diferencias fueran de mínima trascendencia. Inmediatamente después, el 21 de noviembre del mismo año se aprobó el Real Decreto 2.104/1984, segunda norma de desarrollo del artículo 15 del Estatuto, y por ende, del contrato de interinidad en él regulado. Está normativa se mantuvo inalterada hasta el Real Decreto 2.546/1994, de 29 de diciembre. En su Exposición de Motivos se alude a la entonces reciente Ley 11/1994, que «da nueva redacción al artículo 15 de dicho Estatuto de los Trabajadores», como causa directa de la sustitución de un reglamento por otro. Y es que, «con el fin de facilitar la creación de empleo, principal objetivo de la reforma del sistema de relaciones laborales llevada a cabo por la citada Ley, se hace necesario completar, mediante el correspondiente desarrollo reglamentario, el marco legal en el que podrán utilizarse las diferentes modalidades de contratación de duración determinada...» Como consecuencia de la renovación de 1994, la normativa que reglamenta el interinaje, queda constituida por el artículo 15 del Estatuto de los Trabajadores, como norma configuradora, y por el Real Decreto 2.720/1998, auténtica norma reguladora de la institución. III. CONCEPTO: LA INTERINIDAD POR SUSTITUCIÓN Y LA INTERINIDAD POR VACANTE. SUPUESTOS El contrato de interinidad queda definido en el artículo 15.1. del Estatuto de los Trabajadores, conforme a su actual redacción, procedente del Real Decreto-Ley 8/1997 y de la Ley 63/1997, en cuya virtud: 565 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JÓSE MANUEL RUIZ LÓPEZ «Podrán celebrarse contratos de duración determinada en los siguientes supuestos: c) Cuando se trate de sustituir a trabajadores con derecho a reserva del puesto de trabajo, siempre que en el contrato de trabajo se especifiquen el nombre del sustituido y la causa de sustitución». Por su parte, el artículo 1 del Real Decreto 2.720/1998, de 18 de diciembre, por el que se desarrolla el artículo 15 del texto estatutario en materia de contratos de duración determinada, al regular los «supuestos de contratos», expresa que «de conformidad con lo establecido en el apartado 1 del artículo 15 de la Ley del Estatuto de los Trabajadores, texto refundido, aprobado por Real Decreto Legislativo 1/1995, de 24 de Marzo, se podrán celebrar contratos de duración determinada, en los siguientes supuestos.... Destacando y regulando entre ellos, en su letra c), aquél que se produzca «para sustituir a trabajadores con derecho a la reserva del puesto de trabajo». Reserva ésta, que deberá venir preestablecida, bien mediante norma, convenio colectivo o acuerdo individual, según determina el artículo 4.1 del Real Decreto últimamente citado, que reproduciendo prácticamente con igual literalidad lo en su día establecido por el Real Decreto 2.546/1994, se expresa en los siguientes términos: «Artículo 4. Contrato de interinidad. 1.- El contrato de interinidad es el celebrado para sustituir a un trabajador de la empresa con derecho a la reserva del puesto de trabajo en virtud de norma, convenio colectivo o acuerdo individual. El contrato de interinidad se podrá celebrar, asimismo, para cubrir temporalmente un puesto de trabajo durante el proceso de selección o promoción para su cobertura definitiva». Hemos destacado en negrita este segundo párrafo del artículo 4 del Real Decreto 2.720/1998, porque el mismo mantiene y reproduce una sustancial modificación en la tipología del con566 EL CONTRATO DE INTERINIDAD trato de interinaje, que en su día se introdujera por el Real Decreto 2.546/1994. Y es que, en efecto, la definición y tipo tradicionales del contrato de interinidad, ya no sirven por sí solos; resultan incompletos, por cuanto que este nuevo pacto temporal, podrá celebrarse no sólo «cuando se trate de sustituir a trabajadores con derecho a reserva del puesto de trabajo» (supuesto tradicional), sino también «para cubrir temporalmente un puesto de trabajo durante el proceso de selección o promoción para su cobertura definitiva» (nuevo supuesto nacido en 1994 y mantenido en la actualidad). Se constata, pues, lo que ya antes expusimos: el legislador de la reforma de 1997, no ha considerado necesario recoger siquiera en ninguno de sus textos la realidad imperante en la contratación temporal interina desde 1994, pese a que la modalidad de cobertura provisional de un puesto de trabajo mientras se desarrolla un proceso de selección, es la de mayor utilización de este tipo contractual de gran aplicación en nuestro país, y muy especialmente por las propias Administraciones Públicas y grandes empresas. No obstante, la dicción del artículo 4 del Real Decreto 2.720/1998 es suficientemente clara y rotunda respecto de la naturaleza del contrato, y de su subdivisión en dos tipos distintos: a) El contrato de interinidad propio o por sustitución, celebrado para sustituir a un trabajador con derecho a reserva del puesto de trabajo. Esta modalidad de interinidad permite mantener a disposición del trabajador sustituido el puesto que ocupaba, haciendo posible su derecho a la reincorporación e impidiendo que la empresa elimine la plaza o la cubra de manera definitiva con un tercero. b) El contrato de interinidad impropio, por vacante o innominado, que se celebra para cubrir temporalmente no a un trabajador concreto de la empresa, con reserva de su puesto de trabajo, sino la propia situación de vacante de un puesto laboral, en tanto éste no se cubra de forma definitiva mediante el oportuno proceso de selección o promoción. 567 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JÓSE MANUEL RUIZ LÓPEZ En principio, la interinidad tradicional o por sustitución está pensada específicamente para su utilización en el sector privado y en el ámbito de la empresa, en la que el desempeño regular de las funciones propias de la misma puede verse interrumpido por la existencia de determinadas causas de suspensión de la relación laboral admitidas por el ordenamiento, que impiden la extinción del vínculo y exigen, por el contrario, la necesaria reserva del puesto de trabajo para el empleado con contrato suspendido. Por el contrario, la sustitución por vacante, responde a la habitual complejidad que adquieren en algunas empresas los procesos de selección para la cobertura de determinados puestos, con las consecuencias que de ello se derivan en orden, fundamentalmente, a la provocación de situaciones de vacante en los puestos a cubrir, que pueden extenderse en el tiempo; de modo tal, que exijan en el ínterin, que alguien pase a desempeñar la función, pues la falta de cobertura del puesto acarrea una inactividad, que supone, sin duda, perjuicios para la empresa. Un ámbito especialmente propicio para la utilización de esta nueva causa de contratación transitoria lo constituye la Administración Pública, pues es en ella donde a su rígida estructura organizativa se une el extremado grado de complejidad y formalismo que adquieren los procesos de cobertura de puestos funcionariales; situación impuesta por el artículo 102.3 de la Constitución, al exigir la regulación mediante Ley «del acceso a la función pública de acuerdo con los principios de mérito y capacidad...» En definitiva, dos son los subtipos contractuales en que se desdobla la relación de interinidad, cada uno con su objeto específico, y dedicado (en principio) a un tipo de empresario, igualmente diferente. Esa es además la posición dominante en la jurisprudencia, como se desprende de la Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 2 de noviembre de 1994 (Repertorio de Jurisprudencia Aranzadi 1994\10.336), estimatoria de un recurso de casación para la unificación de la doctrina, cuyo fundamento de derecho cuarto manifiesta cuanto sigue: 568 EL ¡CONTRATO DE INTERINIDAD «... el supuesto de interinidad «por sustitución» regulado en el artículo 15.1.c) del Estatuto de los Trabajadores ... está previsto específicamente para la contratación en empresas privadas, como puso de relieve extensamente la Sentencia de esta Sala de 27 marzo 1992, mientras que el supuesto de interinidad «por vacante» en el ámbito de las Administraciones públicas responde a propias singularidades, fundamentalmente a la exigencia de aplicar a las contrataciones laborales en el sector público cauces regulados en la provisión de vacantes a tenor de lo prevenido en el artículo 19 de la Ley 30/1984, ... llegando así a la misma solución prevista por la legislación en el campo funcionarial que prevé expresamente la figura de interinidad por vacante (artículo 5.2 de la Ley de Funcionarios Civiles del Estado de 7 de febrero de 1964)...» En todo caso, resulta indispensable destacar que está alternativa de objeto y destinatario, no implica que la modalidad por vacante no pueda ser utilizada por empresas privadas, toda vez qué la letra de la norma que ha regulado este subtipo, lo ha hecho con carácter de generalidad e incuestionable ambivalencia. Y ello, por la lógica razón de que tampoco puede desconocerse que la situación de vacante que trata de cubrirse con el interino, aparecerá fundamentalmente en grandes empresas, públicas o privadas, pero sujetas todas ellas: a la legislación mercantil, con complejos procesos, a veces externos, de selección de personal, con la intervención de entidades especializadas. En definitiva, la característica básica del pacto de interinidad se corresponde con la de aquellas modalidades temporales que se justifican en la naturaleza transitoria del trabajo a realizar, lo que en palabras de la doctrina ha sido denominado como «contratación temporal estructural». Cabe afirmar, en otro orden de ideas, que las dos modalidades de interinidad previstas en el artículo 4 del Real Decreto que lo regula, son en realidad «dos tipos contractuales con caracteres propios, donde sólo muy forzadamente puede decirse que el segundo derive del primero o viceversa» (Rodríguez Ramos). Como semejanza no presentan más que el hecho de la existencia «de un puesto de trabajo sin cubrir durante un período de tiempo más o menos prolongado» (Cruz Villalón). En lo atinente al régimen jurídico aplicable a 569 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSE MANUEL RUIZ LÓPEZ una y otra modalidad las diferencias son tan considerables, que su inclusión dentro de un mismo tipo contractual puede aparecer como algo carente de motivación lógica. El profesor Cruz Villalón se pronuncia con una personal interpretación acerca de la inusual asimilación de ambos subtipos en una misma modalidad contractual. Para él todo deriva del hecho de no haberse incorporado ambas especies al texto del Estatuto de los Trabajadores, pese a las reiteradas oportunidades legales y de cambio normativo producidas en estos últimos años. Como consecuencia de ello, la regulación hubo de materializarse por vía de reglamento, lo que evidentemente constituye una fórmula cuando menos poco ortodoxa, en lo que a la regulación laboral se refiere. Y sería por ello, afirma, por lo que el Gobierno, influenciado por una «molesta conciencia de no estar haciendo bien las cosas» con la creación por vía reglamentaria de una nueva modalidad contractual, trató de hacerla pasar por lo que no era, disfrazándola con su incardinación en la interinidad, con el objeto de aminorar los efectos del error en que se estaba incurriendo. En conclusión, nos hallamos ante una institución, que a pesar de su sencilla formulación legal, esconde todo un complejo entramado de consecuencias jurídicas, acrecentadas por el gran número de contratos de interinidad que se celebran cada año en España: 307.000 en 1994, 403.000 en el 95, más de 450.000 en el 96 y 385.000 en 1997 (último año del que tenemos datos), que exige a cualquier analista de esta figura contractual, un examen detallado de su régimen de aplicación y, principalmente, de la interpretación judicial que del mismo se efectúa. 1. La interinidad por sustitución. La suspensión del contrato de trabajo y demás supuestos de aparición La clave de este subtipo de interinidad la justifica el «derecho a reserva del puesto de trabajo» de que goza el empleado de una empresa, en virtud de norma, convenio colectivo o acuerdo 570 ELCONTRATO DE INTERINIDAD individual. Efectivamente, el cese en la prestación de servicios del trabajador ocasiona al empresario una vacante en la plantilla de la entidad, que se hace necesario cubrir para mantener inalterado el nivel productivo de la misma. Aunque la nueva contratación no deba efectuarse con carácter indefinido y permanente, al conservar el empleado sustituido su derecho a reintegrarse en el puesto de trabajo. Cabrá, por tanto, la formalización de un contrato de interinidad por sustitución, en todos aquellos supuestos en que la relación laboral quede suspendida legalmente; pero no extinguida de manera definitiva; dado que el trabajador que ha cesado en su prestación de servicios conserva el derecho a reincorporarse, cumplidos unos plazos y condiciones. A continuación, pasamos a enumerar cuáles son los supuestos; en que cabe contratar a un trabajador interino, por haber quedado en suspenso la relación laboral del empleado al que ya a sustituir. A estos efectos, comencemos manifestando que el artículo 45 del Estatuto de los Trabajadores contiene en su apartado primero una lista con las causas de suspensión del contrato de trabajó. Su redacción literal es la que sigue: «Artículo 45. Causas y efectos de la suspensión El contrato de trabajo podrá suspenderse por las siguientes causas: a) Mutuo acuerdo de las partes. b) Las consignadas válidamente en el contrato. c) Incapacidad temporal de los trabajadores. d) Maternidad de la mujer trabajadora y adopción o acogimiento de menores de cinco años. e) Cumplimiento del servicio militar o de la prestación social sustitutoria. f) Ejercicio de cargo público representativo. 571 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ g) Privación de libertad del trabajador, sentencia condenatoria. mientras no exista h) Suspensión de sueldo y empleo, por razones disciplinarias. i) Fuerza mayor temporal. j) Causas económicas, técnicas, organizativas o de producción. k) Excedencia forzosa. 1) Por el ejercicio del derecho de huelga. m) Cierre legal de la empresa». Del listado de causas que antecede, hay que entresacar algunos supuestos de suspensión del contrato laboral, a efectos de nuestro estudio. Porque no todos los casos de suspensión del contrato laboral ahora transcritos, justifican la posibilidad jurídica de instrumentar un contrato de interinidad. Ese es, al menos, el criterio que se desprende del artículo 48 del Estatuto de los Trabajadores, cuyo número 1 expone cuanto sigue: «Al cesar las causas legales de suspensión, el trabajador tendrá derecho a la reincorporación al puesto de trabajo reservado, en todos los supuestos a que se refiere el apartado 1 del artículo 45 excepto en los señalados en los párrafos a) y b) del mismo apartado y artículo, en que se estará a lo pactado.» Según lo regulado en este precepto, todos los supuestos, pues, de suspensión de la relación laboral contemplados en el artículo 45 del Estatuto de los Trabajadores, con las dos únicas excepciones del mutuo acuerdo de las partes y las causas consignadas válidamente en el contrato, como justificativas de aquélla, otorgan al trabajador el derecho a reincorporarse a su puesto de trabajo, una vez haya cesado la causa de la suspensión, y por consecuencia, facultarían, en principio, al empleador a suplirlos mediante interinaje. 572 EL CONTRATO DE INTERINIDAD Pero, de forma añadida, hay que resaltar que tampoco se puede anudar automáticamente el «derecho a reincorporación al puesto de trabajo», con la incondicionada «facultad para concluir contratos de interinidad». Pues, efectivamente, en varios de los supuestos enumerados en el artículo 45 del texto estatutario, en los que existe reserva del puesto de trabajo, no resulta ajustado a derecho sustituir al trabajador con contrato suspendido, por otro que ocupe su puesto mediante un contrato de interinidad. Así, por ejemplo, en el supuesto regulado en el artículo 45.1 J), desarrollado en el 47, ambos del Estatuto de los Trabajadores, en los que se contempla la suspensión del contrato por causas económicas, técnicas, organizativas o de producción; en dicho supuesto, decimos, y pese a que la relación laboral no quede extinguida, subsistiendo el derecho del empleado a retornar a su puesto, no se podría incorporar a un sustituto, mediante contratación interina. Ello es obvio. Pues resulta indiscutible que aquella suspensión del contrato, aceptada por la Autoridad laboral, tras el acreditamiento de ser la única medida adecuada para la superación de una situación coyuntural, negativa de la empresa, nunca podría desvirtuarse mediante la contratación de trabajadores interinos, que sustituyeran a aquéllos con contrato suspendido por dicha causa. Hay que recordar que las causas económicas, técnicas, organizativas o productivas sólo pueden afectar a puestos de trabajo, entendidos de forma genérica; es decir, un contrato laboral puede suspenderse cuando la existencia del mismo es coyunturalmente contraproducente para la empresa; pero nunca en la estimación de ser ese determinado trabajador que ocupa un concreto puesto de trabajo, el motivo que convierte el puesto de trabajo en amortizarle temporalmente. En otras palabras, un trabajador no puede ser suspendido por las causas objetivas del artículo 47, en atención a su propia persona, sino sólo en atención al puesto de trabajó que ocupa. Por ello estimamos conveniente exponer un esquema orientativo acerca de la relación existente entre cada una de las causas 573 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSE MANUEL RUIZ LÓPEZ de suspensión del contrato laboral previstas en el Estatuto y la posibilidad de sustituir al empleado con pacto en suspenso, mediante la firma de un contrato de interinaje. 45.1.c) La incapacidad temporal de los trabajadores Constituye una de las vías más utilizadas para contratar trabajadores mediante la modalidad temporal regulada en el artículo 4 del Real Decreto 2.720/1998, por el que se desarrolla el artículo 15 del Estatuto Laboral. En relación con la denominada «incapacidad temporal», hemos de indicar cómo, conforme a lo previsto en la Disposición Final Tercera de la Ley 42/1994, de 30 de diciembre, de medidas fiscales, administrativas y de orden social, «las referencias que en la legislación vigente se efectúan a las situaciones de incapacidad laboral transitoria e invalidez provisional se entenderán realizadas a la situación de incapacidad temporal.» Es decir, la actual incapacidad temporal equivale a los antiguos supuestos de incapacidad laboral transitoria e invalidez provisional; indistinta y/o acumulativamente. Es esta una modalidad bastante frecuente. Efectivamente, tiene pleno sentido la posibilidad de sustituir a trabajadores en situación de baja laboral por incapacidad temporal; pues entonces existe un tiempo durante el que subsiste tanto el derecho del trabajador dado de baja a reincorporarse a su puesto de trabajo, como al tiempo, una vacante en el organigrama de la empresa, que ésta precisa cubrir para mantener su nivel productivo. El tiempo por el que se ha de celebrar este contrato de interinidad será aquél durante el cual subsista el derecho de reserva del puesto de trabajo del sustituido. Y éste variará, a su vez, según la circunstancia causante de la baja temporal. Según el artículo 128.1 a) de la Ley General de la Seguridad Social de 1994, aquellas bajas «...debidas a enfermedad común o profesional y a accidente, sea o no de trabajo... —tendrán— 574 EL CONTRATO DE INTERINIDAD ... una duración máxima de doce meses prorrogable por otros seis cuando se presuma que durante ellos puede el trabajador ser dado de alta por curación.» Así como las debidas a períodos de observación por enfermedad profesional en los que se prescriba la baja en el trabajo, de acuerdo con la letra b) del mismo artículo. En este caso, «con: una duración máxima de seis meses, prorrogables por otros seis cuando se estime necesario para el estudio y diagnóstico de la enfermedad.» Es decir, que la duración máxima para esta forma de acceso al contrato de interinidad será de 18 o 12 meses, según la vía adoptada sea la de la letra a) o b) del artículo mencionado. No obstante, el propio Estatuto de los Trabajadores contempla una posibilidad que dio lugar a múltiples problemas en su momento y que se trató de solucionar mediante la legalización del supuesto en cuestión. Según su artículo 48.2, si la situación de incapacidad temporal se hubiese extinguido «con declaración de invalidez permanente en los grados de incapacidad permanente total para la profesión habitual, absoluta para todo trabajo o gran invalidez, cuando, a juicio del órgano de calificación, la situación de incapacidad del trabajador vaya a ser previsiblemente objetó de revisión por mejoría que permita su reincorporación al puesto de trabajo, subsistirá la suspensión de la relación laboral,] con reserva del puesto de trabajo, durante un período de dos años a contar desde la fecha de la resolución por la que se declara la invalidez permanente». En definitiva, se viene a alargar por dos años más la reserva del puesto de trabajo, y, con ella, la eventual duración del contrato del sustituto. En relación con esta forma de acceder a la interinidad y con la transformación en permanente de la incapacidad que comenzó siendo temporal, hemos de citar, por último, un aspecto cuya reiterada manifestación en la práctica lo hace necesariamente destacable. Nos referimos a las consecuencias de dicha transformación y, concretamente, a si lo que tiene lugar es la transformación en indefinido del interinaje, o simplemente, su extinción. 575 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ A este respecto, vamos a guiarnos por la solución aportada por la reciente Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 20 de enero de 1997 (Repertorio Aranzadi n.° 619/1997), que se expresa en los siguientes términos, cuyo criterio doctrinal compartimos plenamente: «La primera norma reglamentaria que desarrolló el artículo 15.1 del Estatuto fue el Real Decreto 2.303/1980, de 17 de octubre, en cuyo artículo 3 se regulaba el contrato de interinidad, habiendo sido interpretado este precepto con reiteración por los Tribunales españoles en el sentido de que, aun cuando el modo más propio y normal de extinción de su contrato era el que tiene lugar mediante la reincorporación del sustituido, ello no suponía que fuese la única forma de extinción del mismo, pues ésta también se producía cuando desaparecía la reserva del puesto de trabajo en favor del sustituido, de ahí que si concluía o quedaba suprimido este derecho a la reserva del puesto, «por razón de muerte, invalidez permanente, jubilación de aquél o por su no reincorporación en plazo», el contrato perdía su vigencia. Así se vino a mantener en diferentes Sentencias de esta Sala, de las que citarnos las de 18 y 21 de julio y 30 de septiembre de 1986. Pero esta situación fue modificada por el Real Decreto 2.104/1984, de 21 de noviembre, cuyo artículo 4.2, d) dispuso que los contratos de interinaje «se considerarán indefinidos cuando no se hubiera producido la reincorporación del trabajador sustituido en el plazo legal o reglamentariamente establecido.» Como no podía ser de otro modo la jurisprudencia siguió los mandatos contenidos en esta norma; y en distintas Sentencias, de las que citamos las de esta Sala de 17 de noviembre de 1987, de 30 de septiembre de 1988, 28 de enero de 1993, 27 de enero y 24 de mayo de 1994, entre otras, en las que se trataron asuntos surgidos durante la vigencia de este Decreto 2.104/1984, se sostuvo que, según dicho precepto, el contrato de interinidad se convertía en indefinido cuando el trabajador sustituido se moría, o era declarado en incapacidad permanente total o absoluta, o no se reincorporaba a la empresa en el plazo marcado a tal fin... Sin embargo, el antedicho Real Decreto 2.546/1994 ha derogado expresamente el Real Decreto 2.104/1984, tal como prescribe su Disposición Derogatoria Única. Y además ha reformado de forma manifiesta la regulación de la específica 576 EL CONTRATO DE INTERINIDAD materia que estamos tratando, pues de su texto se ha eliminado la disposición que establecía. el artículo 4.2, d) del Decreto 2.104/1984 sobre la conversión en indefinidos de los contratos de interinaje cuando no tenía lugar la reincorporación del sustituido en el plazo fijado al respecto; lo cual hace lucir con nitidez que tal conversión ya no puede tener efectividad en los contratos concertados en el ámbito temporal de vigencia de la nueva normativa. A lo que se añade, para disipar toda clase de dudas, que, como se expuso más arriba, el art. 4.2, c) del nuevo. Decreto incluye entre las causas de extinción del contrato de interinidad, «la extinción de la causa que dio lugar a la reserva del puesto de trabajo», de lo que se desprende que la muerte, la incapacidad permanente, la jubilación o la'.no reincorporación en tiempo del empleado sustituido producen la extinción o quiebra del contrato de interinidad, no lo convierten en indefinido.» En definitiva, a lo largo de su corta evolución reglamentaria, el contrato de interinidad ha venido oscilando entre una solución y su contraria. Primero se postuló la extinción del pacto por la declaración de invalidez permanente del sustituido. En 1984 se giró a la inversa, estableciendo la conversión en indefinido del interinaje, cuando concurría la citada evolución de la invalidez, de temporal a permanente: Reconduciendo, por último, esta situación, a la de origen, con la vigente normativa, que se decanta, ele nuevo, por la no conversión en indefinido del contrato. Situación que se confirma en el Real Decretó 2.720/1998, cuando en su artículo 8, regulador de la extinción y denuncia de los contratos en el mismo regulados, establece que: «El contrato de interinidad se extinguirá cuando se produzca cualquiera de las siguientes causas: 1ª . La reincorporación del trabajador sustituido. 2a. El vencimiento del plazo legal i o cónvencionalmente establecido para la reincorporación. 3a. La extinción dé la causa que dio lugar a la reserva del puesto de trabajo. 4a. ...» 577 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ 45.1.a) Maternidad de la mujer trabajadora y adopción o acogimiento de menores de cinco años La suspensión del contrato por maternidad tiene, de acuerdo con el artículo 48.4 del Estatuto, una duración de dieciséis semanas ininterrumpidas, que en caso de parto múltiple pueden ser ampliadas hasta las dieciocho. Estas dieciséis semanas se han de disfrutar, como en el propio artículo se indica, de manera continuada, sin interrupciones o solución de continuidad. No obstante, lo que sí se permite es la manera de situarlas en relación con la fecha del parto; es decir, que el período de suspensión del contrato se distribuirá a opción de la trabajadora, pudiendo, lógicamente, hacer uso de las mismas el padre para el cuidado del hijo, en caso de fallecimiento de la madre. El único requisito que se impone es el que seis de las dieciséis semanas, han de disfrutarse inmediatamente con posterioridad a la fecha del parto. Previsión esta última, suponemos, derivada de la ciencia médica y que se orienta a posibilitar que, al momento de su reincorporación, la madre haya completado su plena recuperación. Asimismo, en un claro afán por dar cumplimiento a las demandas que propugnan la igualdad entre sexos en nuestro ordenamiento, y para aquellos casos en que los dos padres trabajen, se permite a la madre que, al inicio del período de descanso por maternidad, opte porque sea el padre quien disfrute de hasta cuatro semanas de suspensión, siempre que éstas sean, también, ininterrumpidas y se sitúen al final del período. Todo ello, siempre que la sustitución de la madre por el padre en el disfrute del permiso por maternidad no suponga un riesgo para la salud de la madre que va a reincorporarse. En definitiva, lo que se intenta con esta medida, es dividir la «carga de la paternidad» entre ambos progenitores y, con ello también, entre los empresarios de cada uno de ellos, con el fin de resultar lo menos gravosa para todos. No obstante, el derecho de igualdad que se persigue con la medida encuentra sus límites. El disfrute del permiso no puede trasladarse al marido, más que en lo atinente a las últimas semanas del mismo por obvias razones biológicas. En 578 EL CONTRATO DE INTERINIDAD los primeros momentos de vida tras el nacimiento, es aconsejable que el niño no prescinda de su madre, y que la madre no se vea privada de un mínimo período de recuperación «post parto». Se da en estos casos la curiosa circunstancia de resultar posible una doble formalización de contratos de interinidad por motivo de un único parto. El empleador de la madre habría de sustituirla desde que comenzase a disfrutar su permiso, y, eventuálmente, el del padre debería sustituirlo durante las últimas cuatro semanas del permiso por maternidad. Todo ello recordando ique la formalización de contratos de interinidad no es obligatoria, sino potestativa para él empresario. No podemos dejar de mencionar un problema que, por su habitualidad, ha forzado múltiples pronunciamientos judiciales. Se trata del supuesto de la trabajadora dada de baja por esta causa, que, tras suspender su contrato y dar, con ello, lugar a la celebración de un contrato de interinaje, procede tras su reincorporación a solicitar una nueva suspensión de su contrato, basándose, esta vez, en el derecho a solicitar un período de excedencia para atender al cuidado del hijo; lo que venía dando lugar a la extinción del primer interinaje y al comienzo de uno nuevo. Reproducimos a continuación un fragmento de la Sentencia de 20 de noviembre de 1996, dictada por la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, con sede en Burgos, que aborda este asunto, y permite conocer el criterio de losjtribunales acerca del problema. Dice lo siguiente: Constituye objeto de debate la determinación de si concurrió o no la condición extintiva por la incorporación de su titular a la plaza vacante ocupada por la actora, y habiéndose de estar a la realidad de los hechos, es lo cierto, ... que tomó posesión de la plaza doña..., la cual en ese mismo acto solicitó la excedencia voluntaria, lo que le fue concedido, contratándose a otro interino para dicha plaza; de lo que se concluye que la titular no se incorporó de forma efectiva, como ya razonara la Magistrada de instancia, limitándose al acto formal de la torna de posesión, sin llegar a desempeñar las funciones de la plaza que, en principió estaba llamada a ocupar, lo que no puede interpretarse en el sentido de que la plaza vacante se haya 579 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ cubierto en propiedad, pues prueba de ello es la contratación de un nuevo interino; solución que, habiéndose alcanzado por la Magistrada de instancia al calificar de despido improcedente el cese de la adora al no estar amparado en causa válida, lleva, previa desestimación del recurso, a la confirmación de la misma al no incurrir en las infracciones alegadas.» En consecuencia, debe estimarse la existencia de despido improcedente en la extinción del contrato de interinidad producida, debido a que no había tenido lugar la cobertura reglamentaria de la plaza con la reincorporación de la trabajadora sustituida, causando seguidamente baja por excedencia la titular de la misma, sin solución de continuidad entre ambas, causa por la que no puede recurrirse a un nuevo contrato de interinaje. Es decir, en estos supuestos, sucede el caso contrario: ante dos causas distintas de suspensión del contrato de trabajo con derecho de reserva del puesto, no cabe realizar más que un único interinaje. En el supuesto de interinidad por adopción, la máxima duración de la suspensión y, con ella, del contrato de interinaje, será de ocho o seis semanas según el hijo adoptado sea menor de nueve meses, o tenga entre nueve meses y cinco años. El momento de la suspensión empezará a contar, de acuerdo con el artículo 48.4 del Estatuto y a elección del trabajador, bien a partir de la decisión administrativa o judicial de acogimiento, bien a partir de la resolución judicial por la que se constituya la adopción. En este caso no cabe, como en la maternidad, la formalización de sendos contratos de interinaje para sustituir las bajas consecutivas de padre y madre, ya que en la adopción, caso de que ambos adoptantes trabajen, sólo uno de ellos podrá ejercitar este derecho. 45.1.e) Cumplimiento del servicio militar o de la prestaciónsocial sustitutoria Actualmente, por razones económicas y sociológicas, apenas tiene incidencia esta causa de suspensión del contrato de trabajo, para motivar la celebración de un contrato de interinidad. 580 EL CONTRATO DE INTERINIDAD Sin embargo, es posible aún hallar algún caso residual; para el cual, el artículo 48.3 del Estatuto de los trabajadores prevé para su titular un plazo de reincorporación en la plaza reservada, de hasta treinta días naturales a partir de la cesación en el servicio. No obstante, esta duración vendrá determinada por la legislación sectorial aplicable a la obligación militar o civil sustitutoria. En este sentido, la Ley de 6 de julio de 1998, sobre Objeción de Conciencia y Prestación Social Sustitutoria, ha venido a establecer una idéntica duración de ambas obligaciones con el Estado; por lo que se acaba con la existencia de un régimen que discriminaba, en cuanto a su duración en el tiempo, entre la obligación militar y la civil sustitutoria. De tal forma que el artículo 8.2 de la citada Ley dispone que «la duración de la situación de la actividad será la misma que la fijada para el servicio militar en filas». Asimismo, la Ley 22/1998, de 6 de julio distingue entre los períodos de actividad, disponibilidad y reserva. La situación de disponibilidad tiene una duración máxima de tres años (artículo 8.1); la de actividad, de nueve meses; y la de reserva, de otros tres años. Es decir, en total, la prestación social sustitutoria puede extenderse teóricamente hasta los seis años y nueve meses, sin contar los posibles aplazamientos. Y otro tanto puede decirse del servicio militar obligatorio. Ahora bien, en la práctica, esto no significa que durante todo ese lapso temporal puedan celebrarse contratos de interinidad; ya que esto sólo es posible en el período de actividad al que antes hemos hecho alusión; es decir, actualmente nueve meses. 45.1 f) y k) Excedencia forzosa: Ejercicio de cargo público representativo El artículo 45 del Estatuto de los Trabajadores incluye en su número 1, letra f, como causa de suspensión del contrato de trabajó el «ejercicio de cargo público representativo». 581 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ Por su parte, la letra k) del mismo número y precepto añade como causa de suspensión de la relación laboral, la «excedencia forzosa» del trabajador. El artículo 46 del Texto Estatutario, regulador de las excedencias, y tras exponer que la misma «podrá ser voluntaria o forzosa» , añade que «la forzosa, que dará derecho a la conservación del puesto y al cómputo de la antigüedad de su vigencia, se concederá por la designación o elección para un cargo público que imposibilite la asistencia al trabajo. El reingreso deberá ser solicitado dentro del mes siguiente al cese en el cargo público». Se desprende de cuanto antecede, pues, la posibilidad del empresario de contratar a un trabajador interino, para cubrir el puesto dejado vacante por el trabajador excedente forzoso. Interinidad que podrá cubrirse desde el momento mismo del pase del trabajador sustituido a la situación de excedencia forzosa, o en cualquier momento posterior, a elección del empresario. Pudiendo mantenerse el contrato hasta justo el mes siguiente a la conclusión de la situación de excedencia forzosa del sustituido y coincidiendo así la terminación del pacto del sustituto, con la reincorporación de aquél. A tenor de lo dispuesto en el artículo 48, número 3, del Estatuto de los Trabajadores, a la excedencia forzosa por ejercicio de cargo público representativo, se equipara a efectos de la «suspensión del contrato con reserva de puesto de trabajo», el ejercicio de «funciones sindicales de ámbito provincial o superior», lógicamente siempre que dicho ejercicio, al igual que el del excedente forzoso por cargo público representativo «imposibilite la asistencia al trabajo» (artículo 46.1). No permite, en cambio, la contratación de un interino, el pase de un empleado a la situación de excedencia voluntaria. Por cuanto que, en este caso, «el trabajador excedente conserva sólo un derecho preferente al reingreso en las vacantes de igual o similar categoría a la suya que hubiera o se produjeran en la empresa». 582 EL CONTRATO DE INTERINIDAD 45.1.g) Privación de libertad del trabajador, mientras no exista sentencia condenatoria La indudable connotación peyorativa que esta causa de suspensión del contrato laboral conlleva, hace que en la realidad, su aplicación resulte irrelevante, casi nula. Cuando un empresario conoce que un empleado suyo está incurso en un proceso penal, básicamente en casos graves, y qué ello conlleva la privación de su libertad e imposibilidad, por tanto, de acudir al trabajo, su puesto es de inmediato cubierto por un nuevo titular. Pero no, como la ley permite, mediante un contrato de interinidad; sino con la normal y definitiva cobertura de la plaza por un trabajador fijo con contrato por tiempo indefinido. Esa es una realidad contra la que ningún legislador puede luchar. El poder de dirección del empresario, y si se apura, su sentido más patrimonial, pero también más fuerte, acaba imponiéndose a la Ley. Si él contrato de trabajo se formaliza «intuitu personae» y por ello su sustrato más íntimo se asienta en la recíproca confianza y lealtad, ello permite que en casos como el que se analiza, esa confianza se quiebre y haga fenecer la relación laboral. Adecuada o ilícitamente, acabará imponiéndose la extinción del contrato. Con mayor razón, incluso, a medida que el titular del contrato suspendido ejerza un trabajo o desempeñe un puesto en la empresa de mayor responsabilidad o nivel (E. Ceca). Es extremadamente inusual, por ello, que en casos como los comprendidos en el apartado g) del número 1 del artículo 45 del Estatuto de los Trabajadores, el empleado con contrato suspendido por prisión preventiva, acabe reincorporándose a la empresa. En cualquier caso, el fundamento de esta causa suspensiva de la relación laboral se encuentra en la legislación penal; en particular, en las medidas cautelares que el juez de instrucción puede decretar; puesto que, para que puedan cumplirse los dos presupuestos exigidos en el artículo 45.l.g) del Estatuto de los 583 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JÓSE MANUEL RUIZ LÓPEZ Trabajadores (inexistencia de sentencia condenatoria y privación de libertad del trabajador), es necesario que el Juez de Instrucción decrete la prisión provisional o preventiva del trabajador. Cualquier otra forma de privación de su libertad habría de adoptarse mediante sentencia condenatoria. La prisión provisional es, pues, aquella clase de privación de libertad acordada durante la tramitación del procedimiento penal, en virtud de la cual el contrato de trabajo no se extingue, se suspende. Prisión provisional a la que se refirió la Sentencia del Tribunal Supremo de 13 de diciembre de 1983, manifestando que «la suspensión del contrato laboral se extiende hasta que la resolución penal adquiera firmeza». Por su parte, la Sentencia de 12 de enero de 1983 del extinguido Tribunal Central de Trabajo entendió que «no es procedente el despido disciplinario del trabajador sobre el que recae una situación de privación de libertad provisional, por no asistir al centro de trabajo, mientras dicha privación de libertad se mantiene; de suerte que si posteriormente el trabajador resulta exculpado de toda responsabilidad por sentencia, el despido queda sin efecto». A tenor de esta jurisprudencia, la referencia legal a «sentencia condenatoria», debe entenderse como sentencia condenatoria firme; con lo que la reserva del puesto de trabajo del empleado privado de libertad continúa hasta la adquisición de dicha firmeza. A cuanto antecede, conviene igualmente añadir que la jurisprudencia ha sostenido que la privación de libertad no suspende automáticamente el contrato de trabajo; habiendo de ser el trabajador quien solicite la suspensión de su relación laboral, salvo imposibilidad manifiesta (Sentencias del extinto Tribunal Central de Trabajo de 23 de noviembre de 1982, 22 de diciembre del mismo año y 22 de junio de 1988). Esta interpretación deriva del tenor literal del precepto, en el que se recoge que «el contrato de trabajo podrá suspenderse», con lo que se limitaría a «dar dere584 EL CONTRATO DE INTERINIDAD cho a pedir y obtener la mencionada suspensión, siempre que aquella situación se ponga en conocimiento de la empresa». Por último, quedarían por analizar los efectos de la eventual sentencia condenatoria, según conlleve o no la imposición de una pena con privación efectiva de libertad. Así, si la sentencia no impusiere una condena de privación de libertad, no se suspendería el contrato, en ningún caso; por lo cuál la prisión preventiva decretada habría de concluir y con ella el contrato de interinaje eventualmente suscrito. Y lógicamente, si no procede la suspensión, en este casó, mucho menos procederá la extinción del contrato, si la sentencia fuere absolutoria; de ahí que, de producirse la extinción del pacto, la misma equivaldría a un despido improcedente, con las consecuencias jurídicas y económico-indemnizatorias pertinentes. Por último, si la sentencia fuere condenatoria y con privación de libertad, la misma constituiría per se causa de despido procedente, a tenor del artículo 54. 2. a), del Estatuto de los Trabajadores, siempre que aquélla implique realmente faltas suficientes de asistencia al trabajo, conforme a la normativa convencional de aplicación en materia disciplinaria. Aun así no hay que olvidar que la independencia de la jurisdicción laboral y la penal, así como su diferente aplicación normativa de base y el distinto análisis jurisprudencial de unas y otras normas, bien puede suponer, que aun con sentencia judicial penal absolutoria, el hecho origen de las actuaciones resulte acreedor de la sanción de despido disciplinario procedente del trabajador en su día en prisión preventiva, por cualesquiera de las restantes causas, previstas en el artículo 54.2 del Estatuto de los Trabajadores. Doctrina, la que antecede, hoy consolidada jurisprudencialmente, y que tiene su origen en sentencias como las del Tribunal Central de Trabajo de 6 de marzo, 3 y 13 de abril de 1984, 16 de octubre de 1985, 14 de mayo de 1986 y 5 de abril de 1988; y en la del Tribunal Supremo de 28 de febrero de 1990, entre otras. 585 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ 45.1.h) Suspensión de sueldo y empleo por razones disciplinarias Según el profesor Alonso Olea, constituye una sanción disciplinaria aquella medida adoptada por el empleador que «cubre o hace efectiva la responsabilidad del trabajador frente al empresario por los daños y perjuicios que le causen sus incumplimientos contractuales». El artículo 58 del Estatuto de los Trabajadores, bajo la rúbrica de «Faltas y sanciones de los trabajadores» hace una referencia genérica a todas las sanciones disciplinarias distintas al despido, regulado en el artículo 54 y siguientes, manifestando literalmente, lo siguiente: «Los trabajadores podrán ser sancionados por la dirección de las empresas en virtud de incumplimientos laborales, de acuerdo con la graduación de faltas y sanciones que se establezcan en las disposiciones legales o en el convenio colectivo que sea aplicable.» Debido a la evidente especialización de esta materia según ramos de actividad, la normativa aplicable se encuentra en las normas sectoriales. El sistema habitualmente empleado es el de establecer una graduación de las infracciones (faltas leves, graves y muy graves), asignando correlativamente a cada grupo, las sanciones equivalentes. La suspensión de empleo y sueldo es la sanción más frecuente desde el punto de vista normativo y práctico; ya que puede aplicarse a cualquier clase de infracción. Lo que varía con respecto a esta sanción es el tiempo por el que se acuerde su imposición. Así, los convenios suelen castigar los incumplimientos leves con suspensiones de hasta tres días de duración; los graves, con suspensiones de hasta quince días; mientras que para las infracciones muy graves se llega normalmente hasta los seis meses. Durante todo el tiempo que se prolongue la sanción suspensiva, el contrato de trabajo admite la formalización de contrato de interinidad. De modo que la duración del mismo, estará en 586 EL CONTRATO DE INTERINIDAD función del tiempo por el que se haya impuesto la correlativa sanción. Motivo por el cual no parece aconsejable, desde un punto de vista económico, la suscripción de estos contratos de interinidad cuando se trate de sancionar una infracción leve, por lo porto de su duración. 46.3 Excedencia por cuidado de hijos El artículo 46 del Estatuto de los Trabajadores regula esta causa de suspensión del contrato de trabajo. Estando considerada, por tanto, como una de las distintas especies de excedencias, aunque no se haga mención alguna a ella en el artículo anterior, relativo a las causas genéricas suspensivas de la relación laboral. El artículo 46 literalmente manifiesta en su número 3 que: «los trabajadores tendrán derecho a un período de excedencia, no superior a tres años, para atender al cuidado de cada hijo, tanto cuando lo sea por naturaleza como por adopción, a contar desde la fecha de nacimiento de éste. Los sucesivos hijos darán derecho a un nuevo período de excedencia que, en su caso, pondrá fin al que se viniera disfrutando. Cuando el padre y la madre trabajen, sólo uno de ellos podrá ejercitar este derecho». La duración máxima de esta excedencia, como se comprueba, es de tres años para el cuidado de cada hijo; tanto si éste lo es por naturaleza, corrió si por adopción; comenzando el cómputo de la misma desde el nacimiento del hijo, al margen de cuándo se produzca el inicio del periodo de adopción, para los hijos adoptivos. Pues hay que entender, a nuestro juicio, que el derecho puede indistintamente: utilizarse por los padres naturales y por los adoptivos, pero en identidad de condiciones. De ahí que, cabiendo que estos últimos procedan a la adopción no en forma coetánea con el nacimiento del hijo, sino en momento posterior, el cómputo del plazo, en este caso, conside587 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ rabie como dies a quo, no podría ser cualquier otro diferente al del día del nacimiento del hijo adoptivo. De forma que se genera el derecho de permanencia en la situación de excedencia especial, en todo caso, desde el día del nacimiento del hijo, sea por naturaleza o adoptivo, y hasta a aquel otro (dies ad quem) en que el niño cumpla tres años. El nacimiento de sucesivos hijos, da derecho a nuevos períodos de excedencia; y éstos, en todo caso, pondrán fin al que viniera disfrutándose. Puesto que los tres años de excedencia, para el caso de hijos no adoptivos, comienzan a contarse desde la fecha del parto, momento en el que habitualmente se estará disfrutando de la suspensión del contrato laboral por maternidad, dicha excedencia se solicita, habitualmente, poco después de ocurrir el nacimiento del hijo; y, consiguientemente, se acorta así el período de la misma, en tantos días como hayan transcurrido desde el alumbramiento hasta la solicitud de aquélla. Cuando el padre y la madre trabajan, sólo uno de ellos podrá disfrutar de este derecho. La reserva del puesto de trabajo sólo tendrá lugar durante el primer año de excedencia (a contar desde el momento en que ésta sea concedida). Transcurrido dicho plazo, la reserva quedará referida a un puesto de trabajo del mismo grupo profesional o categoría. Por tanto, transcurrido dicho primer año de excedencia no se podrán celebrar contratos de interinidad para sustituir a los empleados excedentes. Por otra parte, el legislador premia la formalización del contrato de interinidad en estos casos, puesto que, en la disposición adicional decimocuarta del Estatuto de los Trabajadores, prevé determinados incentivos en el pago de las cuotas de Seguridad Social por los empleados contratados de conformidad con el artículo 15.1.c) del Estatuto laboral y conforme al Real Decreto 2.720/1994. 588 EL CONTRATO DE INTERINIDAD La celebración de estos contratos de interinidad supondrá para el empleador una reducción en las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social por contingencias comunes del 95, 60 y 50 por 100, durante, respectivamente, el primer, segundo y tercer año de excedencia, siempre que dichos contratos se celebren con beneficiarios de prestaciones por desempleo, de carácter contributivo o asistencial, que lleven más de un año como perceptores, y siempre que no se trate de determinados familiares del empresario ni de miembros de los órganos de: dirección o administración de la propia entidad. — Causas de suspensión del contrato de trabajo que no permiten la celebración de contratos de interinidad Existen causas de ¡suspensión del vínculo laboral que, aunque dan lugar a reserva del puesto de trabajo, no justifican, en cambio, la formalización de contratos de interinidad. Entre ellas destacan: la excedencia voluntaria, regulada en los artículos 46.2 y 3 del Estatuto de los Trabajadores; la fuerza mayor temporal (letra i) del artículo 45.1); las causas económicas, técnicas, organizativas y productivas, (letra j) del artículo 45.1); y el ejercicio del derecho de huelga y el cierre legal de la empresa, (letras I) y m), del mismo artículo 45.1). Respecto de las dos primeras causas de suspensión del contrato de trabajo recogidas en el artículo 45 del Estatuto, el «mutuo acuerdo de las partes» y «las consignadas válidamente en el contrato», habrá que estar a lo que eventualmente en cada caso se haya pactado respecto de la reserva del puesto de trabajo, para conocer si existe o no posibilidad de formalizar contratos de interinidad. — Supuestos de no interrupción del contrato de trabajo Existen determinados supuestos que no implican la suspensión formal del contrato, sino únicamente la mera detención en la pres589 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JÓSE MANUEL RUIZ LÓPEZ tación de trabajo; a pesar de lo cual existe la posibilidad de contratar en interinidad para suplir a los empleados que no trabajan. La diferencia entre los supuestos que ahora se contemplan, y los que determinan la suspensión de la relación laboral, se encuentra, conforme a lo dispuesto en el artículo 45.2 del Estatuto de los Trabajadores, en que mientras la suspensión del contrato exonera a las partes de sus recíprocas obligaciones de trabajar y remunerar el trabajo, en la interrupción del contrato de trabajo, el trabajador conserva su derecho a la remuneración económica pactada, puesto que la prestación de servicios laborales se caracteriza por su intermitencia y discontinuidad; es decir, el trabajo no se presta de manera ininterrumpida, sino que tiene lugar con inevitables interrupciones. Así por ejemplo, el artículo 34.3 del Estatuto, impone un descanso entre el final de una jornada laboral y el comienzo de la siguiente de, al menos, doce horas. En efecto; en un considerable número de supuestos la prestación de servicios pactada en el contrato de trabajo, sin suspenderse, se interrumpe; posibilitando la suscripción de un contrato de interinidad. Estos supuestos son los siguientes: 1. La concurrencia del trabajador a exámenes y su asistencia a cursos de formación profesional (artículo 23 del Estatuto), previo permiso de la empresa. 2. El descanso semanal, acumulable por períodos de hasta catorce días, de día y medio ininterrumpido (artículos 34 y 37.1). 3. Las ausencias del trabajo con derecho a remuneración, debiendo mediar aviso previo y justificación, por alguno de los siguientes motivos y con la siguiente duración: • Matrimonio: quince días naturales. • Nacimiento de hijo, enfermedad grave o fallecimiento de parientes hasta segundo grado de consanguinidad o afinidad: cuatro o dos días, según haya que desplazarse con tal motivo o no. • Traslado del domicilio habitual: un día. 590 EL CONTRATO DE INTERINIDAD 4. El resto de causas que pueden dar lugar a permisos implican, por su propia naturaleza, que la duración de éstos no exceda de varias horas, lo que conlleva la imposibilidad material, aparte de la inutilidad, de celebrar contratos de interinidad: ausencias de la mujer trabajadora por lactancia de un hijo menor de nueve meses; guarda legal de un menor de seis años o de un disminuido físico o psíquico y licencia para buscar un nuevo trabajo en los casos de extinción del contrato por las causas del artículo 52 del Estatuto, El único de estos ¡supuestos que, por su más extensa duración, aconseja la celebración de contratos de interinaje es el del permiso matrimonial. Pues en cuanto a las vacaciones anuales retribuidas, la jurisprudencia entiende que es posible la sustitución de un trabajador en dicha situación, pero no por un interino, sino mediante la contratación eventual por circunstancias de la producción; dado que en estos supuestos lo que tiene lugar es una acumulación de tareas. Este es el sentido de las Sentencias del Tribunal Supremo, de 28 de febrero, 16 de mayo, 5 y 12 de julio, todas ellas, de 1994, dictadas en unificación de doctrina. La tesis del Altó Tribunal es la siguiente: «Esta Sala (dice la Sentencia de 5 de Julio de 1994) se ha pronunciado ya sobre la cuestión controvertida en el presente recurso en varias Sentencias precedentes de unificación de doctrina, entre ellas la de 28 febrero 1994 (RJ 1994\1.528) y la de 16 mayo 1994 (RJ 1994\4.208). La jurisprudencia sentada en estas resoluciones, que se han inclinado por la posición sostenida en la sentencia de contraste, se puede resumir como sigue: 1) La necesidad de refuerzo del servicio de correos por déficit de plantilla es una circunstancia de la producción asimilable a la acumulación de tareas, qué justifica la utilización del contrato de trabajo eventual del artículo 15.1.b) ET siempre que no supere el tope máximo de seis meses en el período de un año (TS 28 febrero 1994);.. En cambio, el procedimiento adecuado de atención a un puesto de trabajo concreto y determinado en la Administración pública que está sin titular es el contrato de interinidad, en la variante especial de «interinidad por vacante» (TS 16 mayo 1994). Debe añadirse en esta sentencia a las consideraciones anteriores, en atención a los datos particulares del presente debate procesal, que no es jurídicamente incorrecto proceder 591 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JÓSE MANUEL RUIZ LÓPEZ a la sustitución de un empleado en vacaciones mediante un contrato de trabajo eventual. El período de vacaciones no llega a suponer una suspensión del contrato de trabajo con derecho a reserva de plaza del trabajador que descansa, sino una mera interrupción de la prestación de servicios, en la que el puesto de trabajo no está propiamente en situación de vacante reservada.» 2. La interinidad por vacante: Supuestos El Real Decreto 2.720/1998, en su artículo 4 regula dos tipos de contrato de interinidad: el tradicional o por sustitución, y el nuevo o por cobertura de vacante. La jurisprudencia entiende que en ambos casos existe identidad en el motivo justificante del contrato. Así lo expresan las Sentencias del Tribunal Supremo de 28 de mayo y de 17 de noviembre de 1987. La primera de las cuales manifiesta lo que sigue: «...las especialidades de la cobertura de las plazas en la función pública determinan que no pueda considerarse contraria al artículo 15.1.c) del Estatuto de los Trabajadores la contratación subordinada a la provisión definitiva de la plaza, pues se da un supuesto de interinidad en sentido material aunque no concurra técnicamente una sustitución.» Se aceptó así por la jurisprudencia lo que posteriormente se convertiría en norma legal: la interinidad por vacante; es decir, sin sustitución propia y personal de un trabajador concreto. El origen de esta nueva modalidad de interinaje es doble: por una parte, los precedentes normativos aplicables a los funcionarios y al personal estatutario de la Administración Pública; por otra parte, la propia doctrina jurisprudencial ahora transcrita. Respecto al primero de los orígenes indicados, ya el artículo 5 de la Ley de Funcionarios Civiles del Estado de 1964 estableció que «son funcionarios interinos los que, por razones de necesidad o urgencia, ocupan plazas de plantilla en tanto no se provean por funcionarios de carrera». Asimismo, el artículo 5 del Estatuto Jurídico del Personal Médico de la Seguridad Social, 592 EL CONTRATO DE INTERINIDAD aprobado por Decreto 3.160/1966, también dispuso que: «tendrá la consideración de interino el personal designado provisionalmente para desempeñar una plaza hasta su provisión con carácter definitivo.» Posteriormente, la Orden del Ministerio de Trabajo, de 30 de julio de 1975, limitó la interinidad fiíncionarial a los supuestos en los que tenía lugar la sustitución del personal de plantilla con derecho a reserva de plaza; lo cual hizo nacer una importante corriente jurisprudencial, que incluyó la interinidad por vacante en el supuesto contemplado en el artículo 15 del Estatuto de los Trabajadores (Rodríguez Ramos). Respecto del segundo de los orígenes de esta modalidad de interinidad; esto es, la jurisprudencia del Tribunal Supremo, pueden señalarse varios ejemplos de esta doctrina iniciada con la sentencia anteriormente transcrita, de 28 de mayo de 1987, como son las Sentencias del Tribunal Supremo, de 17 y 18 de mayo; 12, 15 y 26 de junio; 6, 14, 15, 24, 25 y 31 de julio; 22, 25, 27 y 29; de septiembre; 4, 6, 10 y 25 de octubre; y 7 de noviembre de 1995; de 29 de marzo, 23 de abril y 4 de noviembre de 1996; y de 4, 20 y 21 de marzo y 17 de abril de 1997. Por su claridad, transcribimos la de 15 de julio de 1995 (RJ 1995/6.258): «... corno esta Sala tiene declarado en relación con la problemática aquí debatida, entre otras en las Sentencias de 2 noviembre 1994 (RJ 1994\10336), la doctrina de la interinidad por vacante, está consagrada por la Sala admitiendo la posibilidad de que las Administraciones Públicas puedan utilizar la contratación temporal no sólo en los casos de sustitución de trabajadores con derecho a reserva del puesto de trabajo, a cuyo supuesto se refiere el art, 15-l.c del ET y art. 4 del RD 2.104/1984, de 21 noviembre, sino también para la cobertura provisional de vacantes hasta que se cubran definitivamente las plazas por sus titulares a través de los procedimientos establecidos al efecto (Sentencia de 27 marzo 1992 [RJ 1992\1.880] que se remite a otras anteriores); el hecho de que se utilice el cauce del contrato para obra o servicio determinado previsto en el art. 15.1.a) del ET y art. 2 del RD 2.104/1984 —como sucede en el presente caso—sólo implica una irregularidad fórrnal, que no desvirtúa su naturaleza real de interinidad por vacante sin que' pueda transformar un 593 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JÓSE MANUEL RUIZ LÓPEZ contrato temporal para la cobertura provisional de vacante en un contrato por tiempo indefinido, ni de ello se deriva fraude de ley en la contratación; dicha posibilidad está justificada en la necesidad de cubrir plazas vacantes en las instituciones de la Seguridad Social hasta el nombramiento de sus titulares por los procedimientos reglamentarios previstos, aplicando el art. 4 del Código Civil, dada la laguna legal producida, por la redacción dada al art. 2.b) del Estatuto de Personal no Sanitario de la Orden 5 julio 1971, por la Orden Ministerial de 30 de julio de 1975, que preveía expresamente esta figura, reduciendo la interinidad a la sustitución de personal con derecho a reserva de plazas, al no poderse tampoco acudir al contrato de eventualidad del art. 15.1.b) del ET, vinculando la duración de la prestación de servicios a la cobertura definitiva de la plaza; este es el criterio por otra parte seguido en el campo funcionarial en donde existe esta figura jurídica (artículo 2 de la Ley de Funcionarios Civiles del Estado de 7 febrero 1964 apartado no afectado por la Ley 30/1984; en consecuencia, como se recogía en la Sentencia de 2 noviembre 1994 de esta Sala, dicha circunstancia y no otra es el dato fundamental y trascendental para calificar la relación jurídica como contrato de interinidad.» Al origen público del contrato de interinidad por cobertura de vacante, también se ha referido nuestra jurisprudencia en numerosas ocasiones; de las que es un sencillo ejemplo la Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 27 de marzo de 1992, que a continuación reproducimos: «En la empresa privada el supuesto fundamental, y casi único, de esa falta de ocupación temporal de un puesto de trabajo es el que señalan los artículos que se comentan (151-c del Estatuto de los Trabajadores y 4-1 del Real Decreto 2.104/1984), referente a trabajadores que no están prestando servicio a la empresa en el momento actual, pero que tienen «derecho a reserva de su puesto de trabajo»; además en este ámbito, la forma más segura de identificar un determinado puesto de trabajo es mediante el nombre del trabajador que habitualmente lo ocupa o desempeña. Sin duda el legislador, al redactar tales preceptos, tuvo en cuenta sobre todo a las empresas privadas, que constituyen el ejemplo más propio y típico de empleador del Derecho Laboral, y por tal causa en ellos se recoge la exigencia de que en el contrato se consigne el nombre del sustituido, debiendo éste de tener derecho a que se le reserve su puesto. Es más, si en este área de relaciones 594 EL CONTRATO DE INTERINIDAD no se impusiese la necesidad de consignar el nombre del sustituido, se abriría un amplio portillo al fraude, haciendo sumamente fácil que apareciesen como de interinidad muchos contratos en los que realmente no existe ninguna sustitución de un trabajador con derecho a reserva de plaza. Sin embargo la contratación laboral realizada por las Administraciones Públicas presenta, a este respecto, evidentes singularidades. Ante todo se ha de tener en cuenta que en ellas se da con frecuencia un supuesto de desocupación temporal de las plazas, que es típico de tales Administraciones y en el que concurren con toda claridad las necesidades y razones que justifican los contratos temporales de interinidad; se trata de aquellos casos en los que la plaza afectada se encuentra vacante, pero en breve va a ser cubierta de forma reglamentaria, lo que obliga a la Administración Publica a cumplir los trámites y realizar las pruebas que impone el artículo 19 de la Ley 30/1984, de 2 de agosto, y por tanto la cobertura de tal plaza no puede tener lugar de forma rápida e inmediata, pues esas pruebas y trámites requieren un determinado tiempo que generalmente alcanza a varios meses. Así esa plaza que en un próximo futuro va a ser cubierta con plena legalidad, tiene que permanecer desocupada un período de tiempo que en ocasiones puede ser, excesivo, lo que puede causar a la Administración, y a la función pública en general, graves quebrantos. Es claro, pues, que en estos casos se produce una situación, en la que, en relación a la entidad empleadora, concurren unas circunstancias, condiciones y necesidades que son prácticamente las mismas que se tuvieron en cuenta para reconocer a los empresarios la facultad de acogerse al contrato de interinidad en los supuestos de ausencia de un trabajador con derecho a reserva, de plaza. Por consecuencia los más elementales principios de la lógica y la razón obligan a concluir que en esos particulares supuestos relativos a las plazas de las Administraciones Públicas se debe reconocer también a éstas la posibilidad de concertar contratos de interinaje. A lo que se añade que el hecho de que no pueda designarse la correspondiente plaza por el nombre de su titular, dado que en estos casos tal plaza se encuentra vacante, no supone un riesgo mayor de fraude, por cuanto que dicha plaza puede ser identificada mediante el número que se le asigna por la Administración, en particular en relación a la Oferta de Empleo Público pertinente.» 595 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JÓSE MANUEL RUIZ LÓPEZ En conclusión, se comprueba que la interinidad por vacante ha surgido en el ámbito de la Administración Pública. Aunque es obvio que también el empresario privado puede utilizar esta forma de contratación. En este sentido, el Real Decreto 2.720/1998, de 18 de diciembre, ha venido a positivar una solución que ya venía siendo aplicada en la práctica. De modo que se permita normativamente al empresario privado utilizar la contratación interina «para cubrir temporalmente un puesto de trabajo durante el proceso de selección o promoción para su cobertura definitiva». Ello era lógico. La norma positiva no ha hecho sino reconocer una realidad, principalmente en las grandes empresas. Los procesos de selección en múltiples compañías para la cobertura de sus puestos de trabajo, a veces, se prolongan en el tiempo, sin la ocupación por su titular, manteniéndose la ineludible necesidad de cubrir, al menos transitoriamente, determinados trabajos. 3. Requisitos formales del contrato de interinidad Mientras en el artículo 4.2 del Real Decreto 2.720/1998 se recoge el régimen jurídico del contrato de interinidad, en los artículos 5 a 10 del mismo se contienen las disposiciones comunes a todos los contratos temporales que en él se regulan: para obra o servicio determinados, eventual por circunstancias de la producción, e interinidad. De estos preceptos se extrae el siguiente régimen jurídico, aplicable al contrato de sustitución. a) Identificación del trabajador sustituido La identificación del trabajador que va a ser sustituido por el interino constituye uno de los requisitos fundamentales de esta modalidad contractual temporal. Así puede deducirse del artículo 15.1.c) del Estatuto de los Trabajadores, conforme al cual: «Podrán celebrarse contratos en los siguientes supuestos: 596 de duración determinada EL CONTRATO DE INTERINIDAD c) cho a to de causa Cuando se trate de sustituir a trabajadores con derereserva del puesto de trabajo, siempre que en el contratrabajo se especifique el nombre del sustituido y la de la sustitución.» Por consiguiente, es requisito de la celebración del contrato de interinidad la consignación del nombre del trabajador sustituido y la exposición de la razón que justifica su sustitución. Ambas referencias, obligatorias, derivan de la naturaleza del contrato de interinaje; y, particularmente, de la variedad en que consiste la interinidad por sustitución. Evidentemente, no puede exigirse la misma identificación en ambas modalidades de interinidad, puesto que no es posible consignar el nombre del trabajador sustituido cuando se trata de celebrar un contrato de interinidad por vacante; ya que en tal supuesto, lo que existe es una vacante genérica y no un «contrato suspendido» dejado por un empleado concreto e identificable Es por este motivo por lo que el artículo 4.2.a) del Real Decreto 2.720/1998 que analizamos, introduce esta última frase dedicada a la nueva interinidad: « En el supuesto previsto en el segundo párrafo del apartado 1, el contrato deberá identificar el puesto de trabajo cuya cobertura definitiva se producirá tras el proceso de selección extema o promoción interna.» La jurisprudencia habida sobre la forma exacta de proceder la Administración contratante para determinar el puesto de trabajo cuya cobertura se pretende, ha sido oscilante; si bien, se respeta en todo caso, con mayor o menor flexibilidad, la necesidad de la identificación de la plaza. Así, la Sentencia del Tribunal Supremo, de 17 de junio de 1994, declara que: «El procedimiento adecuado de atención a una vacante determinada de la Administración pública, identificable como tal en su organigrama o relación de puestos de trabajo, 597 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ es el contrato de interinidad, en la variante especial de «interinidad por vacante» (STS 16 mayo 1994).» La dictada por el mismo Tribunal e1 día siguiente, 18 de junio de 1994, posibilita, de modo permisivo, prácticamente cualquier criterio para identificar la plaza. A su tenor: «Esta identificación cumple la función exigida en los artículos citados de dar certidumbre sobre las condiciones en que se sustenta el contrato, que son la actuación provisional del trabajador suplente hasta tanto el titular del puesto de trabajo se incorpore al mismo y esta certeza sólo se produce cuando la identidad del sustituido esté determinada, bien conociendo sus datos personales (artículo 15.1,c ET), o a través de elementos objetivos como son el conocimiento preciso de la vacante que está pendiente de cobertura y el sistema de nombramiento del titular de esa misma plaza.» Recientemente, y en la misma línea de doctrina, la jurisprudencia ha entendido cumplida la obligación de identificación del trabajador, mediante la descripción de la plaza vacante. Pero, eso sí, efectuada de tal forma que la delimitación de la plaza tan sólo será suficiente, y, por tanto, se cumplirá el requisito normativo, cuando no produzca indefensión al trabajador. Así se manifiesta la Sentencia del Tribunal Supremo, de 26 de junio de 1995 (RJ Aranzadi n.º 5.224/1995): «La cuestión debatida en este recurso... es la de si... es preciso que quede perfectamente delimitado el objeto del contrato, debiendo expresarse la específica vacante que el trabajador va a ocupar personalmente, y si caso de no hacerlo la contratación es indefinida... En cuanto a la identificación de la plaza vacante basta con que se haga de modo suficiente y con criterios de objetividad que impidiesen que la actitud posterior de la Administración ocasione indefensión al afectado como podía producirse en el caso de cese.» En cuanto a los efectos que pueda tener la falta de identificación del trabajador sustituido, o de la plaza vacante que se trata de cubrir, hay que distinguir dos supuestos: 598 EL CONTRATO DE INTERINIDAD A) En el caso de la interinidad por sustitución, la identificación del puesto que se: ha de desempeñar y consiguientemente del trabajador sustituido constituye, a juicio de doctrina y jurisprudencia, un requisito imprescindible para la validez del contrato, cuya omisión provoca por ello la nulidad de la cláusula de interinidad y, en consecuencia, la conversión del contrato en indefinido. En ese sentido se manifestó González Ortega en su monografía sobre «El contrato de trabajo interino», expresando que; «...la especificación del nombre del sustituido y la causa de sustitución... no es un simple requisito de forma del contrato... sino más bien ... de la propia celebración y existencia de tal tipo contractual. Si no se produce esa especificación, el contrato de trabajo interino no puede existir.» La jurisprudencia; aunque confirmó dicho criterio, no es menos cierto que se ha mostrado dubitativa en cuanto a la admisión de prueba en contrario sobre el carácter eventualmente indefinido del contrato. Es decir, cuestionándose si la citada omisión provocaba la nulidad de la cláusula de temporalidad (iuris et de iure), o si admitía prueba demostrativa de la duración concreta de la misma (iuris tantum). Sin haberse obtenido Una solución unívoca a lo largo de estos últimos años. La sentencia del Tribunal Supremo de 6 de octubre de 1983, seguida por otras varias posteriores, y contradicha por otras tantas, se pronunció a favor de otorgar el carácter de «iuris tantum» a la presunción de conversión en indefinido del contrato de trabajo. Afirmando dicha sentencia cuanto sigue: «...la ausencia de indicación del nombre del que se encuentra ausente..., es irrelevante en el caso contemplado, por lo que su falta no determina la conversión del contrato temporal en otro por tiempo indefinido, como se desprende de la interpretación que al mencionado art. 15 dio el R.D. número 2.303/1980, que en el artículo 5.º, que contiene las disposiciones comunes aplicables a las diversas figuras contenidas en tal texto, reconoce el carácter de presunción de las situaciones que cita en su número 2, la que decae cuando de la propia naturaleza de la actividad o de los servicios contratados se deduzca claramente la temporalidad de los mismos...» 599 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ La actual regulación no supone ningún cambio en relación con la citada doctrina jurisprudencial. B) Por el contrario, para el supuesto de la interinidad por vacante utilizada por la Administración, la solución es otra. En este caso, la omisión de la cita del puesto de trabajo cuya cobertura definitiva se producirá tras el preceptivo proceso de selección, sólo conlleva que el cese del interino sea calificado como despido improcedente, con obligatoriedad de indemnización y sin posibilidad de readmisión. El Tribunal Supremo, a propósito de diversos casos en que la empresa utilizó el cauce del contrato para obra o servicio determinado (con lo que no se hizo mención alguna a la plaza a ocupar), en supuestos en los que, legalmente, correspondía la formalización de interinaje, declaró que se trataba tan sólo de una irregularidad formal, que no afectaba, en absoluto, a su naturaleza real de interinidad por vacante; y que, por consiguiente, no podía convertir el contrato celebrado en uno por tiempo indefinido. Resultando paradigmática la Sentencia del Tribunal Supremo, de 20 de marzo de 1997, del siguiente tenor literal: «... que en el contrato concertado entre las partes, a pesar de su inicial envoltura formal corno contrato para obra o servicio determinado, se trató realmente de un contrato de interinidad por vacante, como pone de manifiesto la cláusula adicional ..., lo cual hace lucir que ésa fue la naturaleza del contrato desde su inicio y acredita el carácter temporal de la relación, de ahí que de conformidad con lo que dispone el art. 49.1, c) del Estatuto de los Trabajadores, no pueda afirmarse que dicha relación es de carácter indefinido». Téngase en cuenta, en todo caso, que el artículo 4.1 del Real Decreto 2.720/1998, acaba concluyendo que: «El contrato deberá identificar al trabajador sustituido y la causa de la sustitución, indicando si el puesto de trabajo a desempeñar será el del trabajador sustituido o el de otro trabajador de la empresa que pase a desempeñar el puesto de aquél.» Con este inciso normativo, como se comprueba, se ha positivado una práctica empresarial común, puesto que la baja en la 600 EL CONTRATO DE INTERINIDAD empresa de un empleado cualificado, exige su sustitución por alguien en quien el empresario pueda confiar; lo que suele verificarse, con frecuencia, «corriendo el escalafón», antes que contratando al nuevo trabajador con la preparación deseada. Con lo cual, se constata cómo la ley permite el interinaje, digamos, de segundo grado. Cubriendo el interino, no sólo el puesto del sustituido, en aquellos casos en que el trabajador con contrato suspendido no genere un corrimiento de las escalas o su inmediata y precedente sustitución interna por cualquier otro empleado de la empresa; sino también cuando se produzca la situación contraria. Cubriendo en este caso, el interino, el puesto del sustituto del sustituido. Y ello, por la lógica razón de que el puesto que realmente queda vacante cara al exterior, no es el de este, sino el de aquél. Instaurándose así una actuación previa del empresario, emanada de su poder de dirección, que condiciona y reconduce, en definitiva, la circunstancia de mera aleatoriedad con que normalmente se desencadena una situación de supensión del contrato laboral. Decide, en definitiva, el empleador, el puesto concreto que, en este caso, el interino vaya a ocupar. b) Causa de la sustitución A la vista de lo que antecede, se entiende que la obligación de cpnsignar la causa de la sustitución únicamente se refiera a la interinidad propia o por sustitución. La inclusión en el contrato de la causa de la sustitución constituye, pues, un presupuesto «ad substantiam», cuya omisión lleva aparejada la consideración del contrato laboral como indefinido; pero solamente para esta modalidad sustitutiva del interinaje. La falta de mención del requisito causal tiene el mismo efecto, pues, que la falta de consignación del nombre del trabajador sustituido; es decir la conversión del contrato temporal defectuoso, en contrato indefinido; puesto que ambas especificaciones se basan, asimismo, en idéntico motivo. La exigencia 601 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JÓSE MANUEL RUIZ LÓPEZ de consignar la causa de la sustitución responde así claramente a la finalidad de evitar la utilización fraudulenta de la modalidad contractual del interinaje. En efecto, el reflejo documental en el contrato de trabajo, del motivo de la ausencia del empleado relevado es un elemento vital en este tipo contractual; toda vez que con él se deja constancia del exacto tiempo de vigencia del pacto. Con lo que se consigue, en definitiva, evitar una utilización abusiva de este contrato, conforme a intereses particulares del empresario. Por otra parte, hay que recordar que estando la contratación interina claramente vinculada con la reserva de la plaza, se impone la obligatoriedad de la mención en el contrato, de la causa que lo origina, ya que si se señala el motivo de la contratación, se está al mismo tiempo determinando su vigencia temporal. Ese es el sentido de la Sentencia del Tribunal Supremo de 10 de octubre de 1989, cuyo tenor literal es el siguiente: «El fundamento ideológico del contrato de interinidad, según sienta la doctrina jurisprudencial de la Sala, radica en mantener a disposición del trabajador sustituido el puesto de trabajo que ocupaba, impidiendo que la empresa amortice la plaza o la cubra con carácter definitivo por un tercero, haciendo posible de esta forma el derecho a reincorporarse que tiene el trabajador sustituido. De aquí que sólo sea posible la contratación de interinos para sustituir a trabajadores que tengan derecho a la reserva de su puesto de trabajo, ...de manera que la interinidad subsiste mientras persiste el derecho de reserva, a no ser que al contrato de interinidad se le haya fijado como plazo de duración el del tiempo de la excedencia del sustituido, en cuyo supuesto se extingue una vez terminada la excedencia, aun cuando se acuerde prolongarla pero sin derecho a reserva —Sentencia de la Sala de 21 de julio de 1986 (RJ 1986\4.271)—.» c) Formalización por escrito, contenido y registro del interinaje Ambas clases de interinidad deben formalizarse por escrito, conforme a lo dispuesto en el artículo 6.1 del Real Decreto 2.720/1998. El incumplimiento de esta obligación conlleva la 602 EL CONTRATO DE INTERINIDAD presunción iuris tantum de haberse celebrado el contrato por tiempo indefinido. Así se desprende del artículo 9.1. del Real Decreto, a cuyo tenor: «Se presumirán celebrados por tiempo indefinido los contratos de duración determinada cuando no se hubiesen observado las exigencias de formalización escrita, salvo prueba en contrario que acredite su naturaleza temporal». De esta forma el precepto recoge para los contratos de interinidad lo que con carácter general ya se exigía en el Estatuto de los Trabajadores, aunque él artículo 8.2 del Texto Refundido aprobado por Real Decreto Legislativo 1/1995 tan sólo exige formalización escrita a los contratos de duración determinada de más de cuatro semanas. Disponiendo, en efecto, que: «...constarán por escrito los contratos por tiempo determinado cuya duración sea superior a cuatro semanas. De no observarse tal exigencia, el contrato se presumirá celebrado ... por tiempo indefinido, salvo prueba en contrario que acredite su naturaleza temporal» Por el contrario, y como lex specialis, el Real Decreto 2.720/1998 exige a los contratos de interinidad de duración inferior a cuatro semanas lo que el Estatuto tan sólo exigía a los que excedan de dicho plazo. La presunción establecida es de carácter iuris tantum, admitiendo, por consiguiente, prueba en contrario, a cargo del empleador. Esta exigencia se mantiene para el caso de ser las Administraciones Públicas las que hagan uso de la misma, en su modalidad de interinidad por vacante. Por otro lado, para la conversión en indefinido del contrato, es obvio que el trabajador ha de reclamar durante su vigencia; lo que plantea el problema de determinar cuál es el momento en que ha de ejercitarse la acción procesal para convertir en indefinido el pacto. Nada se dice en la ley y nada han manifestado, que conozcamos, los Tribunales. En consecuencia, a nuestro juicio, y en aplicación del carácter tuitivo del derecho laboral, hemos de 603 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JÓSE MANUEL RUIZ LÓPEZ admitir que dicha reclamación podrá efectuarse durante toda la vida del contrato de interinaje. Y por supuesto, una vez extinguido el mismo de forma inadecuada por el empleador, le cabrá al trabajador reclamar por despido improcedente, a efectos, al menos, del abono de las indemnizaciones fijadas en el artículo 56 del Estatuto de los Trabajadores. Además, la conversión del contrato de temporal en indefinido no es la única consecuencia que el ordenamiento laboral anuda al incumplimiento del requisito de forma escrita del contrato. El artículo 95.1 del Estatuto la cataloga entre la infracciones empresariales clasificadas como graves. Resultando aplicable como sanción, a tenor de la Ley 8/1988 sobre Infracciones y Sanciones en el orden social, la imposición de una multa que se cuantifica entre las 50.001 y las 500.000 pesetas. El último párrafo del artículo 6.2 del Real Decreto 2.720/1998 regula el contenido mínimo a consignar por escrito en el contrato de interinidad; señalando cuanto sigue: «Cuando los contratos de duración determinada se formalicen por escrito, se deberá hacer constar en los mismos entre otros extremos, la especificación de la modalidad contractual de que se trata, la duración del contrato o la identificación de la circunstancia que determina su duración, así como el trabajo a desarrollar.» Esta relación no tiene, obviamente, un carácter exhaustivo, sino meramente ejemplificativo. Pero es que además, las tres menciones recogidas carecen de trascendencia y son, de alguna manera, reiterativas. En efecto, con la obligación de que se especifique la modalidad contractual de que se trate, se quiere decir que lo que la empresa debe mencionar es que pretende contratar utilizando la modalidad laboral temporal, denominada interinidad, y que se utiliza, bien para sustituir a un trabajador con derecho a reserva de puesto, bien para cubrir coyunturalmente una plaza vacante 604 EL ¡CONTRATO DE INTERINIDAD hasta su definitiva cobertura. En definitiva, un requisito supérfluo (Barreiro). El precepto no menciona las consecuencias que se derivarían de su incumplimiento; lo que ha permitido a los tribunales construir una doctrina jurisprudencial, según la cual, el mencionado incumplimiento sólo implicaría una irregularidad formal, no ¡afectante a su naturaleza real de interinidad por vacante; con lo cual, no podría transformarse el contrato de interinidad en un contrato por tiempo indefinido (Sentencias del Repertorio de Jurisprudencia Aranzadi: 1997/2.606, 1996/3.401, 1996/2.502, 1995/8.673, 1995/8.252, 1995/7.678, 1997/7.200, 1995/7.584, 1995/6.926, 1995/6.914). Lo mismo puede afirmarse en relación a la constancia del tiempo de vigencia del contrato. Nos remitimos aquí, por tanto, a lo ya comentado sobre cada una de las causas que pueden dar lugar a la celebración de contratos de interinidad. En el caso de los interinajes impropios celebrados por Administraciones Públicas hay que matizar esta obligación, ya que normalmente no se va a conocer con antelación la exacta duración del proceso selectivo y por lo tanto no será posible determinar siquiera de este modo indirecto la duración del contrato. Otra cuestión relacionada con la duración de los contratos de interinidad por vacante es la que se refiere a los efectos de la demora excesiva en la convocatoria, por la Administración competente, del concurso u oposición para la provisión de las plazas cubiertas con interinos. El Tribunal Supremo ha declarado, a este respecto en la Sentencia de 14 de marzo de 1997 lo siguiente: «...la demora, razonable o irrazonable en el inicio del procedimiento reglamentario de selección sólo constituye el incumplimiento de un deber legal, del cual no deriva que el interino se convierta en indefinido, pues la conclusión contraria no sería conciliable con el respeto a los principios que regulan las convocatorias y selección de personal en las Administraciones Públicas y generaría perjuicio a cuantos aspiraran a participar en el procedimiento de selección.» 605 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JÓSE MANUEL RUIZ LÓPEZ La tercera mención obligatoria del contrato es la del trabajo que se habrá de desarrollar por el empleado suplente. Éste puede ser, de acuerdo con el artículo 4.2.a) del Real Decreto 2.720/1998, coincidente o no con el del trabajador sustituido. Volvemos a encontrar aquí una repetición de los mismos requisitos; cuando, por un lado se exige especificar si el puesto de trabajo que desempeñe el sustituto será el del trabajador sustituido o el de otro empleado de la empresa que pase a desempeñar el puesto de aquél; mientras que por otro lado, también se exige mencionar cuál va a ser «el trabajo a desarrollar». En ambos casos, bastará la mera referencia al puesto de trabajo que se vaya a desempeñar para que se cumpla con ambas obligaciones. En todo caso, parece que la omisión de cualquiera de estas tres exigencias formales tan sólo significaría la comisión de una eventual infracción administrativa sancionable de acuerdo con la tipificación prevista, en su caso, en el convenio colectivo de aplicación. En ningún caso parece lógico pretender el carácter indefinido del contrato aun admitiendo prueba en contrario. Asimismo, hay que añadir que el Real Decreto 2.720/1998 no contempla, ningún modelo oficial de contrato de interinidad. En principio, pues, cabe utilizar cualquier ejemplar de contrato, siempre que quede constancia del mismo por escrito. El INEM, no obstante, ha elaborado un contrato-tipo para cualquiera de las modalidades de contratación laboral de duración determinada contempladas en el artículo 15 del Estatuto de los Trabajadores. El mismo goza, sin embargo, de generalizada aceptación en las empresas; lo que puede deberse a que dicho modelo facilita el cumplimiento de la obligación impuesta al empresario por el artículo 64.1.6.° del Estatuto de los Trabajadores, cuando atribuye al comité de empresa la competencia para «conocer los modelos de contrato de trabajo escrito que se utilicen en la empresa...». El hecho de que el incumplimiento de esta obligación empresarial esté tipificado como infracción grave en el artículo 95.7 del Estatuto de los Trabajadores, sancionable con multa administrativa de 606 EL CONTRATO DE INTERINIDAD entre 50.001 y 500.000 pesetas ya es por sí sólo suficientemente persuasivo en favor de la utilización del modelo, ya que es una manera sencilla de cumplir con lo obligado. En relación con la obligación de registro del contrato de interinidad, encontramos una nueva duplicidad de normas. La primera, de rango legal, se recoge en el artículo 8 del Texto Refundido del Estatuto de los Trabajadores y se refiere a todos los contratos de trabajo de duración determinada que deban formalizarse por escrito. La segunda se contiene en el artículo 6.3 del Real Decreto 2.720/1998, a cuyo tenor: «Los contratos que hayan de formalizarse por escrito, y en su caso, las prórrogas que las partes acuerden expresamente, se registrarán por el empresario, en el plazo de los 10 días siguientes a su coñcertación, en la correspondiente Oficina de Empleo, donde quedará depositado un ejemplar». La omisión de esta obligación de registro sólo constituye una infracción administrativa leve, que de acuerdo con el artículo 26.5 de la Ley 8/1988, de 7 de abril, será sancionable con multa de entre 5.001 y 50.000 pesetas. d) Información a los representantes legales de los trabajadores Otro elemento que coadyuva a la utilización del modelo de contrato de interinidad publicado por el INEM, lo constituye la imposición contenida en el artículo 8.3. a) del Estatuto de los Trabajadores, por la que «El empresario entregará a la representación legal de los trabajadores una copia básica de todos los contratos que deban celebrarse por escrito... en un plazo no superior a diez días desde la formalizacion del contrato...» Para muchas empresas la manera más cómoda de cumplir con la citada exigencia consiste en remitir directamente una copia del contrato, del que previamente se han eliminado aquellas referencias que pudieran afectar a la intimidad personal del contratado, de acuerdo con la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo. 607 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ Asimismo, el artículo 10 del Real Decreto 2.720/1998 ha establecido la obligación de notificar a los representantes de los trabajadores la celebración de los contratos de interinidad, como la de cualquier otra modalidad de pacto de duración determinada. Dispone, en efecto, dicho artículo, cuanto sigue: «Los empresarios, en un plazo no superior a diez días a partir de la contratación, deberán notificar a la representación legal de los trabajadores en la empresa, los contratos de duración determinada que se regulan en este Real Decreto cuando no exista obligación legal de entregar copia básica de los mismos». Este precepto no tiene ninguna repercusión en materia de contratos de interinidad, puesto que todos ellos, según establece el artículo 6 del Real Decreto 2.720/1998, han de formalizarse por escrito; por lo que nunca será necesaria la notificación de haberse celebrado el contrato, toda vez que siempre se exigirá entregar una copia básica del mismo a los representantes de los trabajadores. Por último el artículo 8.5 del Estatuto de los Trabajadores dispone que «... el empresario deberá informar por escrito al trabajador... sobre los elementos esenciales del contrato y las principales condiciones de ejecución de la prestación laboral, siempre que tales elementos y condiciones no figuren en el contrato de trabajo formalizado por escrito.» A nuestro juicio es esta otra norma que, por reiterativa, tendrá una nula virtualidad práctica, debido a que las especificaciones exigidas por el Real Decreto 2.720/1998 han de evitar en la mayor parte de los casos que tales elementos y condiciones no figuren en el contrato. No obstante, y por si pudiera darse el caso, el modelo facilitado por el INEM reserva un apartado denominado cláusulas adicionales destinado a estas precisiones. e) Obligaciones de Seguridad Social Es obvio que el contrato de interinidad, como cualquier otro contrato de trabajo, implica determinadas obligaciones para el 608 EL CONTRATO DE INTERINIDAD empresario, en materia de seguros sociales. Lo mismo que genera ciertas responsabilidades su incumplimiento. En efecto el artículo 9.1 b) del Real Decreto 2-546/1994 al determinar que «adquirirán la condición de trabajadores fijos, cualquiera que haya sido la modalidad de su contratación, los que no hubieran sido dados de alta en la Seguridad Social, una vez, transcurrido un plazo igual al que legalmente hubieran podido fijar para el período de prueba, salvo que de la propia naturaleza de las actividades o de los servicios contratados se deduzca claramente la duración temporal de los mismos», está situando dicha obligación de dar de alta al contratado en la Seguridad Social, entre las destacables del contrato de interinidad. No en vano, de todos los incumplimientos formales que pueden afectar al contrato de interinidad, éste es, junto a la inobservancia de la forma escrita, el único cuya consecuencia conlleva la atribución del carácter de indefinido al contrato. Esta imposición atinente a la contratación por tiempo determinado no es sino concreción de la obligación genérica, contenida en el Texto Refundido de la Ley General de la Seguridad Social, aprobada por el Real Decreto Legislativo 1/1994, concretamente en su artículo 100.1: «Los empresarios estarán obligados a solicitar la afiliación al sistema de la Seguridad Social de los trabajadores que ingresen a su servicio, así como a comunicar dicho ingreso y, en su caso, el cese en la empresa de tales trabajadores para que sean dados, respectivamente, de alta y de baja, en el Régimen General.» La presunción de conversión de los contratos temporales en indefinidos por no dar de alta en la Seguridad Social al empleado sustituto tiene carácter «inris tantum», ya que la misma opera siempre, «salvo que de la propia naturaleza de las actividades o de los servicios contratados se deduzca claramente la duración temporal de los mismos». En consecuencia, en muy pocas ocasiones la falta de alta del empleado en la Seguridad Social ocasionará el carácter indefinido del contrato de interinidad, dado 609 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSE MANUEL RUIZ LÓPEZ que el cumplimiento del resto de requisitos formales exigidos para la instrumentación de esta modalidad contractual (la constancia del carácter de la contratación, el tiempo de vigencia, el trabajo a desarrollar, etc..) acreditará de manera suficiente la naturaleza temporal del mismo. Por ello, sólo aquellos contratos formalizados con absoluta omisión de todos los requisitos podrían dar lugar a su conversión, ya que los mismos quedarían incursos, por regla general, y por esa omisión completa de requisitos inexcusables, en la presunción iuris et de iure del artículo 9.3 del Real Decreto que analizamos, a cuyo tenor: «Se presumirán por tiempo indefinido los contratos duración determinada celebrados en fraude de ley.» de Este incumplimiento del empresario de su obligación de dar de alta en la Seguridad Social al contratado acarrea, en consecuencia, una doble sanción. Por un lado, la mencionada conversión del contrato en indefinido; y por otro, una multa administrativa de entre 50.001 y 500.000 pesetas, según la graduación que se efectúe de la falta, puesto que según el artículo 14.1.2 de la Ley 8/1988, sobre infracciones y sanciones en el orden social: «Son infracciones graves... no solicitar en tiempo y forma, la afiliación inicial, así como no comunicar en iguales términos el alta de cada trabajador que ingrese en su servicio.» 4. Los aspectos temporales en el contrato de interinidad El factor tiempo es, sin duda, de gran trascendencia, no sólo en esta modalidad contractual especial, sino en cualquier vínculo laboral de duración determinada. a) Duración del contrato El artículo 4.2. del Real Decreto 2.720/1998, al establecer el régimen jurídico del contrato de interinidad, se refiere en su letra b) a la duración del mismo, con la siguiente declaración: 610 EL CONTRATO DE INTERINIDAD «La duración del contrato de interinidad será la del tiempo que dure la ausencia del trabajador sustituido con derecho a la reserva del puesto de trabajó. En el supuesto previsto en el segundo párrafo del apartado 1, la duración será la del tiempo que dure el proceso de selección o promoción para la cobertura definitiva del puesto, sin que pueda ser superior a tres meses, ni celebrarse un nuevo contrato cpn el mismo objeto una vez superada dicha duración máxima». De dicho precepto se desprende la necesidad de volver a distinguir entre los dos tipos de interinidad existentes. Para la propia o por sustitución, la duración del contrato no puede ser otra que la derivada de su misma naturaleza. Si el trabajador interino es contratado para sustituir aun empleado de la empresa que suspende su contrato y conserva, pese a ello, el derecho a reserva del puesto de trabajo, la permanencia del vínculo contractual del suplente quedará condicionada al tiempo de subsistencia de dicha reserva. El caso de la interinidad impropia o por vacante es diferente, ya que no existe derecho a reserva de puesto alguno, sino simplemente la existencia de una vacante determinada que la interinidad pretende cubrir de modo provisional, hasta que tenga lugar su cobertura definitiva medíante el pertinente proceso selectivo. En este caso, pues, la continuidad del interinaje termina con la efectiva incorporación del empleado elegido por medio de dicho proceso de selección o promoción. Eso es lo que establece el precepto antes transcrito, cuando equipara la duración del vínculo del suplente, a la del proceso de selección tendente a determinar la persona concreta destinada a, ocupar dicha plaza. En relación con la duración del interinaje por sustitución, nada hay, pues, que añadir a cuanto se ha expresado sobre las causas que facultan para la celebración de dicha modalidad. Cada contrato perdurará hasta tanto se prolongue el concreto motivo de la reserva de la plaza. En aquellos casos en que, no habiendo derecho a reserva del puesto, pueda existir, según 611 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ determinada línea jurisprudencial minoritaria, posibilidad de celebrar contratos de interinidad (caso, por ejemplo, de las vacaciones, durante las cuales, sin existir técnicamente suspensión del contrato, ni reserva del puesto, se podría permitir la sustitución del trabajador en vacaciones por un interino), el vínculo contractual concluiría con la reincorporación del trabajador a su puesto. Siendo claro, por tanto, el momento final del contrato de interinidad, su instante inicial también lo es; puesto que el empleador tiene absoluta libertad para decidir la contratación de suplentes o, por el contrario, mantener la vacante que se haya producido, hasta la reincorporación del trabajador titular del puesto de trabajo en que se originó aquélla. Si ello es así, esta libertad debe entenderse ampliable al momento concreto en que se proceda a la sustitución. Es decir, desde la suspensión de un contrato y hasta su reanudación, momento en el que concluye la posibilidad de contratar interinos, el empresario tiene abierta la opción de celebrar este tipo de pactos. En relación con la interinidad por vacante, como por sustitución, el artículo 4 del Reglamento; esto es, el Real Decreto 2.720/1998 establece que: «La duración del contrato de interinidad será la del tiempo que dure la ausencia del trabajador sustituido con derecho a la reserva del puesto de trabajo. En el supuesto previsto en el segundo párrafo del apartado 1, la duración será la del tiempo que dure el proceso de selección o promoción para la cobertura definitiva del puesto, sin que pueda ser superior a tres meses, ni celebrarse un nuevo contrato con el mismo objeto una vez superada dicha duración máxima. En los procesos de selección llevados a cabo por las Administraciones Públicas para la provisión de puestos de trabajo, la duración de los contratos, coincidirá con el tiempo que duren dichos procesos conforme a lo previsto en su normativa específica». 612 EL CONTRATO DE INTERINIDAD Como vemos, el precepto que antecede regula omnicomprensivamente los tres supuestos de interinidad legalmente previstos: La interinidad propia o por sustitución, así como el contrato de interinidad impropio, por vacante o innominado; distinguiendo, a su Vez, en este último, el paso específico de las Administraciones públicas, de forma diferenciada al resto de los empleadores. En el primero de los supuestos; es decir, en el contrato de interinidad propio o por sustitución de un trabajador concreto, con la normal condición de empleado de plantilla de la empresa, la duración del interinaje será la correspondiente al tiempo que dure la ausencia del trabajador sustituido con derecho: a la reserva de su puesto de trabajo. En el contrato innominado, o de sustitución impropia, el interinaje durará el mismo tiempo en que se mantenga el proceso de selección o promoción para la cobertura definitiva del puesto; estableciendo el Real Decreto un tope máximo de tres meses, y la imposibilidad de celebrar un nuevo contrato con el mismo objeto, una vez superada dicha máxima duración. Por último, en este mismo tipo de contrato de interinidad impropia, quizá por la mayor credibilidad que al legislador le ofrece la Administración Pública como sujeto empleador del contrato de trabajo, la duración del interinaje se permite que coincida con todo el tiempo que duren los procesos de cobertura definitiva y ordinaria (reglamentada administrativamente) del puesto vacante, conforme a lo previsto en su propia y específica normativa. Por el contrario, es claro que la menor credibilidad que al legislador le supone la condición de cualquier empleador particular; y la eventual probabilidad de que se prolongaran; indefinidamente los procesos de selección y/o promoción, le fuerza, obviamente, a establecer un tope máximo de tres meses para la duración del contrato del interino. 613 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ Con lo cual se obtiene una clara conclusión, al tiempo que un tratamiento quizá hipotéticamente discriminatorio: percibe mejor trato el contratado interino público, que el interino privado. Aunque ambos se sometan, obviamente, al mismo Estatuto de los Trabajadores, y al mismo Real Decreto 2.720/1998. La diferencia la marca la calidad pública o privada del sujeto fuerte del contrato. De este modo, el precepto ahora comentado, relativo a la duración del interinaje por vacante en un empleador privado, puede quedar explicado con esta sencilla fórmula, tantas veces utilizada por el legislador en casos similares: Su duración será la menor de las dos siguientes: tres meses, como tope; o, la efectiva duración del proceso de selección definitiva de la plaza, siempre que resulte inferior a dicho tope temporal. En cuanto a la delimitación del concepto de «Administración Pública contratante», estimamos que debe entenderse el derivado del ámbito de aplicación de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, sobre Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, cuyo artículo 2 se refiere a: La Administración Las General del Estado. Administraciones de las Comunidades Autónomas. Las entidades que integran la Administración Local, y Las entidades de Derecho Público con personalidad jurídica propia vinculadas o dependientes de cualquiera de las Administraciones Públicas...» En cualquier caso, la doble regulación normativa a que antes nos hemos referido, es claro que responde también a las específicas circunstancias que concurren en el caso de la Administración Pública y que podrían dejar así difuminado el eventual tratamiento discriminatorio que a primera vista parece desprenderse de esta 614 EL CONTRATO DE INTERINIDAD doble regulación. En palabras extraídas de la Sentencia del Tribunal Supremo, de 28 de noviembre de 1995: «...la cuestión de las contrataciones temporales por las Administraciones Públicas es compleja por jugar normas correspondientes a distintos ordenamientos, el laboral y el administrativo, que han de ser objeto de una interpretación integradora, en ocasiones difícil, ya que las disposiciones en concurrencia obedecen a objetivos y principios inspiradores distintos e incluso contradictorios: en el laboral prima la estabilidad en el empleo y el administrativo consagra unos procedimientos de selección que garantizan la igualdad de los ciudadanos en el acceso a los puestos de trabajo en el Sector Público, reclutándose él personal aplicando criterios de mérito y capacidad (artículo 103.1 de la Constitución).» En consecuencia, y como quiera que la duración de la interinidad está en función de la causa en que se base la sustitución, por un lado; y del tiempo que para cubrir la plaza en propiedad se prevea en las normas; aplicables de derecho administrativo, por otro, esta falta de uniformidad ha sido la causante de la diversidad de criterios que la jurisprudencia ha ido adoptando sucesivamente en esta ¡materia, respetando siempre las peculiaridades de la Administración Pública. Así se desprende de la Sentencia del Tribunal Supremo de 26 de marzo de 1997 (Aranzadi n.° 2.627\1997), dictada en Unificación de doctrina: «...esta Sala al interpretar el contrato de interinidad, regulado en el artículo 4 del Real Decreto 2104/1984, ha establecido por una parte que este tipo de contrato puede cubrir las necesidades de las Administraciones Públicas de proveer temporalmente plazas vacantes hasta que éstas sean cubiertas por sus titulares en propiedad, pues, la obligación de las Administraciones de cubrir sus plazas de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 103 de la Constitución y Ley 30/1984, impide una contratación inmediata, al tiempo que las necesidades del servicio obligan a contar con el personal necesario para prestarlo. Por otra parte, a partir de la Sentencia de 17 noviembre 1987 (RJ 1987\8.000), se subrayó la índole de condición resolutoria de la incorporación del sustituido, en el contrato de interinidad, de modo que cuando esta incorporación no se producía, la relación devenía en indefinida. 615 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ Esta doble consideración del contrato de interinidad ha dado lugar a entender que cuando las Administraciones Públicas celebran un contrato de interinidad para cubrir un puesto de trabajo que está sin cubrir porque su titular tiene suspendido el contrato, cuando este puesto queda plenamente vacante por jubilación, fallecimiento o declaración de invalidez de su titular, el que lo desempeñaba interinamente sigue provisionalmente en el mismo hasta que la vacante sea cubierta de modo reglamentario. Con esta solución se respeta el que las vacantes sean siempre cubiertas, con la publicidad y acceso abierto y objetivo que es exigible a las Administraciones Públicas y al propio tiempo se da garantía al contratado interinamente para que desempeñe el puesto mientras no sea cubierto reglamentariamente, y teniendo por ello la posibilidad él, de concurrir para el desempeño definitivo. En este sentido se ha pronunciado la Sentencia de esta Sala de 26 diciembre 1995 (RJ 1996\3185), entre otras.» Es decir, como se comprueba, las peculiaridades de la Administración llevan a buscar una solución diferenciada a la habitualmente mantenida para el sector privado. Otra peculiaridad, al tiempo que problema largamente debatido por la doctrina y la jurisprudencia en relación con la duración de la relación de interinidad en la Administración pública, atañe a los efectos ocasionados por la demora injustificada en la convocatoria de la oposición o concurso público de méritos para la provisión de las plazas vacantes. La solución ofrecida a esta discusión queda nítidamente establecida en el fundamento de derecho cuarto de la Sentencia del Tribunal Supremo de 21 de marzo de 1997: «...se centra el tema de debate los fines de establecer el carácter de trabajo iniciada como temporal nistración, la demora injustificada para la cobertura definitiva de la objeto del contrato cuestionado. en si es o no relevante, a indefinido de una relación y concertada con la Admide ésta en la convocatoria plaza, cuya ocupación fue Sobre esta cuestión ya se ha pronunciado la Sala sentido de considerar que la demora es insuficiente, de para transformar en indefinida la relación temporal de jo. Dice, al efecto, nuestra Sentencia de 24 junio 1996 igual sentido, entre otras, la de 3 marzo 1997) que la 616 en el suyo, traba(y en demo- EL CONTRATO DE INTERINIDAD ra, «aunque pudiera implicar la infracción de normas administrativas, no determinaría ni un fraude de ley en la contratación temporal laboral, ni la transformación de esa contratación en indefinida», siendo ello debido a que «la función típica de la contratación temporal se mantiene: desempeñar provisionalmente un puesto de trabajo que no ha sido objeto de cobertura reglamentaria y la prolongación en el tiempo de la relación ningún perjuicio causa al trabajador, que puede libremente desistir del contrato respetando el plazo de preaviso». Sigue diciendo la, expresada sentencia que «las normas sobre dotación y creación de plazas en las Administraciones Públicas y sobre la provisión de vacantes no protegen el interés del trabajador contratado temporalmente para desempeñarlas de forma provisional, sino dos intereses distintos constitucionalmente reconocidos: 1) el interés público en él control del empleo en las Administraciones y su conformidad con las previsiones presupuestarias, así como la provisión de estas plazas de acuerdo con los principios de publicidad, mérito y capacidad, y 2) el interés de todos los ciudadanos en el acceso en términos de igualdad al empleo público». El criterio expresado es el que también ha seguido la Sala en sus Sentencias de 28 noviembre y 29 diciembre 1995 y 20 marzo 1996.» Queda, por último, abordar el tema de los efectos de la extinción del contrato del interino al servicio de la Administración Pública, cuando el pacto se resuelva por la amortización del puesto de trabajo que desempeñaba; aunque en el contrato suscrito con la entidad pública se hubiese dejado constancia de que se extendería hasta la provisión del puesto de trabajo con carácter fijo. Resolviendo este tema se manifiesta la Sentencia del Tribunal Supremo, de 2 de abril de 1997, con el siguiente tenor: «Las partes pactaron la duración de los contratos de interinidad de autos hasta la provisión de los correspondientes puestos de trabajo con carácter fijo. Ahora bien, la eficacia de tal pacto ha de entenderse sometida a la condición subyacente de la pervivencia de los puestos. Tal conclusión responde a la propia naturaleza de la relación contractual de interinidad, en cuanto referida al desempeño, con carácter de provisionalidad, de un puesto de trabajo. Entenderlo de otro modo, como pretende la parte recurrente, llevaría a conclusiones absurdas ya que o bien supondría la transformación del hecho de la interinidad en una situación propia de un contrato indefinido (pues 617 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ el interino no cesa en tanto no se incorpore el titular, cuyo nombramiento no se produce, por hipótesis, por entender la Administración innecesario el puesto de trabajo) o bien entrañaría la vinculación de la Administración a la provisión por un titular de un puesto de trabajo que estima innecesario y cuya supresión ha acordado. Debe entenderse, por todo ello, que la suscripción de dichos contratos de interinidad no limita ni elimina las facultades de la Administración sobre modificación y supresión de los puestos de trabajo.» Situación que se reitera en otras varias sentencias, la mayoría dictadas respecto del personal estatutario de la Seguridad Social, entre ellas, la del Tribunal Supremo, de 7 de junio de 1996. «El recurso interpuesto por la entidad gestora, dice la sentencia, plantea dos problemas: uno, relativo a si el cese acordado por la misma de un celador interino, cuya plaza no ha sido cubierta en propiedad, ni amortizada reglamentariamente, y para cuyo desempeño fue nombrado otro trabajador interino, constituye un despido... El problema ya ha sido unificado por esta Sala. Al respecto, constituye doctrina reiterada de la misma, que la interinidad, para cubrir una plaza, concertada con el llamado personal estatutario de la Seguridad Social, sólo se extingue, salvo él supuesto de amortización, cuando se reintegre a la misma su titular con derecho a reserva o se incorpore un nuevo titular, mediante el procedimiento reglamentariamente establecido. Esta consolidada doctrina -su reiteración hace innecesario identificar las sentencias concretas- no debe sufrir alteración por el hecho del otorgamiento del pacto, cuya infracción se pretende.» b) Período de prueba El Real Decreto 2.104/1984, norma reguladora, en su día, de los contratos de duración determinada, dedicaba su artículo séptimo al período de prueba, expresando que: «Podrá estipularse en el contrato individual o Convenio Colectivo un período de prueba, cuya duración será la pactada, con respeto en todo caso a lo dispuesto en el artículo 14 del Estatuto de los Trabajadores.» 618 EL CONTRATO DE INTERINIDAD Dicha mención desapareció, tanto en el derogado Real Decreto 2.546/1994, como en la actual regulación contenida en el Real Decreto 2.720/1998. Ello quiere decir que no existe hoy día ninguna norma específica sobre período de prueba en el contrato de interinidad. De ahí que hayamos de recurrir a la normativa general contenida en el artículo 14 del Estatuto de los Trabajadores. Según el cual, la concertación de un período de prueba en el interinaje ha de hacerse constar por escrito y sujetarse a las exigencias que al efecto imponga la normativa convencional aplicable. Fundamentalmente, y en lo atinente a su duración, la imposibilidad de exceder la prueba, seis meses para el personal técnico titulado y dos o tres meses para el resto, según la empresa emplee a más o menos de veinticinco trabajadores, respectivamente. c) Suspensión del interinaje El Real Decreto 2.720/1998 dedica su artículo séptimo a la regulación de la suspensión de los contratos temporales del artículo 15 del Estatuto, de cuyo desarrollo reglamentario se ocupa. A su tenor: «La suspensión de los contratos de duración determinada en virtud de las causas previstas en los artículos 45 y 46 del Estatuto de los Trabajadores no comportará la ampliación de su duración, salvo pacto en contrario.» Con ello se quiere decir que el tiempo de la suspensión se computa a efectos de la duración del contrato de interinidad, a no ser que en el propio pacto contractual o en norma convencional se determine lo contrario. Es lógico y no podía actuarse de otro modo en un tipo de relación laboral nacida con una clara vocación extintiva, que se sitúa en el momento en que se reincorpore el trabajador con| derecho a reserva de la plaza ocupada por el interino. Puede, por ello, suceder que la extinción del contrato de interinidad se produzca estando el mismo en suspenso, lo que tendría 619 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JÓSE MANUEL RUIZ LÓPEZ lugar cuando llegue el tiempo en que se reincorpore el trabajador con derecho a reserva de plaza o se provea a la cobertura definitiva de la vacante ocupada provisionalmente por el sustituto, y éste se encuentre con su contrato en suspenso por alguna de las causas de los artículos 45 y 46 del Estatuto de los Trabajadores. d) Extinción El artículo 8.1.c) del Real Decreto 2.720/1998 manifiesta cuanto sigue, en relación con la extinción del contrato de interinidad: «El contrato de interinidad se extinguirá cuando se produzca cualquiera de las siguientes causas: 1a La reincorporación del trabajador sustituido 2a El vencimiento del plazo legal o establecido para la reincorporación. convencionalmente 3a La extinción de la causa que dio lugar a la reserva de puesto de trabajo. 4a El transcurso del plazo de tres meses en los procesos de selección o promoción para la provisión definitiva de puestos de trabajo o del plazo que resulte de aplicación en los procesos de selección en las Administraciones Públicas.» Como se comprueba, dicho precepto recoge la misma solución contenida en el Real Decreto, ahora derogado, 2.546/1994, de 29 de diciembre, en materia de extinción del contrato de interinidad y otros pactos de duración determinada; normativa que se separa de la regulación anteriormente vigente, conforme a la cual se declaraba indefinido el contrato de interinidad cuando no se hubiera producido la reincorporación del trabajador sustituido, lo que resultaba contradictorio con la prescripción que imponía la vinculación del contrato de interinidad a la subsistencia del derecho de reserva del puesto. Motivo por el cual la doctrina científica estaba claramente dividida. La solución doctrinal mayoritaria obtuvo respaldo judicial en la Sentencia del Tribunal Supremo de 17 de noviembre de 620 EL CONTRATO DE INTERINIDAD 1987 (Repertorio de Jurisprudencia Aranzadi n.° 8.000/1987) y desde entonces fue reiterada en sucesivos pronunciamientos judiciales. Ejemplo reciente de dicha corriente y del diferente criterio jurisprudencial, derivado de la distinta normativa reguladora de estos contratos, lo constituye la Sentencia del Tribunal Supremo, de 24 de enero de 1996, en cuyo fundamento jurídico tercero se contiene cuanto sigue: «Según doctrina de esta Sala, sentada en Sentencia de 17 de noviembre de 1987 y reiterada entre otras por las de 26 y 30 septiembre 1988, 28 diciembre 1992 y 28 enero 1993, en la configuración reglamentaria del contrato de interinidad que fue efectuada por el Real Decreto 2.104/1984 primaba la condición resolutoria, por lo cual la no reincorporación del trabajador sustituido en el plazo correspondiente determinaba que dicho contrato quedara convertido en por tiempo indefinido. Mas tal doctrina, ya desde su inicio, contenía importante matización, referida a supuestos en que dicha modalidad contractual hubiera sido concertada por una Administración Pública. Así, la citada Sentencia de 17 noviembre 1987, iniciadora de la línea jurisprudencial expuesta, precisaba que en los mencionados supuestos y teniendo en cuenta lo establecido por la Ley 30/1984, la no reincorporación del sustituido en el plazo establecido no producía el efecto indicado, conservando el contrato de interinidad tal carácter, bien que extendiendo su duración hasta que la vacante así generada fuera definitivamente cubierta por el procedimiento adecuado, con lo cual, para tales supuestos, más que condición resolutoria, actuaría un término, bien que incierto en cuanto a su fecha, dado que dicha provisión, salvo amortización de la plaza, tendría que producirse, por ser legalmente obligada la inclusión de la vacante en la oferta pública de empleo. Esta importante matización dejaba. sentado que el contrato de interinidad era utilizable para la suplencia de vacantes laborales existentes en las Administraciones Públicas, conforme después y de -manera explícita, se declaró en nuestras Sentencias de 1.9 de mayo de 1992 y 21 de junio de 1993, en línea jurisprudencial que integraba el insuficiente marco legal entonces existente, actualmente superado por el Real Decreto 2.546/1994, de 29 diciembre ciertamente no aplicable al supuesto de autos teniendo en cuenta su fecha-, por el que se generaliza la posibilidad que ofrece el contrato de interinidad para suplir el puesto de trabajo vacante durante el proceso de selección o promoción para su cobertura definitiva, con inclusión de previsión espe- 621 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JÓSE MANUEL RUIZ LÓPEZ cífica para las Administraciones Públicas, estableciendo al propio tiempo que la no reincorporación del sustituido, o la desaparición de la causa que dio lugar a la reserva de puesto de trabajo o el transcurso del plazo durante el que hubiera de desarrollarse el procedimiento de selección, no convierte el contrato en indefinido, con lo cual, a tenor de esta nueva normativa, prima el término sobre la condición resolutoria».» En definitiva, no puede hoy mantenerse ya la doctrina dictada al amparo de la anterior normativa, que se basaba en una consideración de la reincorporación del sustituido como condición resolutoria del contrato, y no como término, tal como en la actualidad impone el vigente Real Decreto 2.720/1998, y ya anteriormente impusiera, en una etapa intermedia, el Real Decreto 2.546/1994. Aunque aquella doctrina tenía ciertamente una base jurídica sólida, que aún hoy nos sigue pareciendo conveniente conocer en sus fundamentos principales, obviamente, a los solos efectos de comprender con claridad el cambio que supone la nueva regulación. Para ello nos serviremos de la Sentencia del Tribunal Supremo de 24 de mayo de 1994, cuya dicción literal es la siguiente: «El artículo 15.1.c) del Estatuto de los Trabajadores establece que el contrato de interinidad podrá celebrarse cuando se trate de sustituir a trabajadores con derecho a reserva del puesto de trabajo y el artículo 4 del Real Decreto 2.104/1984, de 21 noviembre lo desarrolla, señalando en el apartado 2.b) que su duración será la del tiempo que subsista el derecho a la reserva de puesto de trabajo, pero esto no autoriza a entender que cuando termina este derecho en todo caso se produce la extinción del contrato de interinidad, pues este precepto hay que ponerlo en relación con el artículo 4.2.c) del Decreto que establece que la reincorporación del sustituido produce la extinción del contrato para el interino sin necesidad de preaviso, lo que hace ver que el párrafo 2.b) citado señala la duración potencial de la situación de interinidad que puede terminarse válidamente si el sustituido se incorpora a su puesto antes de que termine su derecho a reserva del mismo [apartado 2.c)] y que no en todos los casos de pérdida de ese derecho se produce la extinción de la situación de interinidad, pues, si no hay reincorporación el contrato se convierte en indefinido, como establece el párrafo 2.d) del artículo 4.a Por lo tanto, en este caso, aunque la trabajadora sustituida perdiera el derecho de reserva del puesto de trabajo al ser 622 EL! CONTRATO DE INTERINIDAD declarada en situación de invalidez permanente absoluta, no se produce el cumplimiento de la condición resolutoria que extingue el contrato de interinidad y, por el contrario, no habiéndose reincorporado al puesto que ocupaba la interina, desapareció la causa que sustentaba la temporalidad del contrato y éste se convirtió en indefinido, por lo que el cese de la actora no constituye válida terminación del contrato por las causas previstas en el misino (49.2 ET) sino un despido qué debe ser declarado improcedente.» En definitiva, también en lo referente al régimen extintivo, han de distinguirse los dos tipos de interinidad, en lógica consonancia con la distinta naturaleza de cada uno de ellos. En efecto, en el caso de la interinidad por sustitución, tres son las causas que, aparte las genéricas del artículo 49 del Estatuto de los Trabajadores, dan lugar a la terminación de la relación laboral temporal. Tales causas son las siguientes: • La reincorporación del trabajador sustituido. • El vencimiento del plazo legal o convencionalmenté establecido para la reincorporación. • La extinción de la causa que dio origen a la reserva del puesto de trabajo. Con ello, y siguiendo lo establecido por el anterior Real Decreto 2.546/1994, se ha solucionado en el actual Real Decretó el problema que plantea la falta de reincorporación del trabajador sustituido, en los términos recogidos por la jurisprudencia antes expuesta. Respecto de la interinidad por vacante, la normativa actual también recoge el sentir jurisprudencial al respecto. Así, los únicos motivos que extinguen el contrato temporal de cobertura provisional de la plaza vacante son, junto a los genéricos del artículo 49 del Estatuto de los Trabajadores y la cobertura definitiva de la plaza o su amortización, el transcurso del plazo máximo de duración de los mismos. A saber: los tres meses precep623 MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ Y JOSÉ MANUEL RUIZ LÓPEZ ruados para el empresario privado, y el plazo aplicable según la normativa administrativa, si aquél fuera público. e) Requisitos de la extinción El procedimiento extintivo no es, en todo caso, automático. No basta, por ello, esperar a que se produzca la causa extintiva, sin más, para lograr la finalización del contrato. Su extinción se regula en el artículo 8.2 del Real Decreto 2.720/1998, cuya dicción literal es la siguiente: «Los contratos de duración determinada que tengan establecida legal o convencionalmente una duración máxima y que se hubiesen concertado por una duración inferior a la misma, se entenderán prorrogados tácitamente, Plasta la correspondiente duración máxima, cuando no hubiese mediado denuncia o prórroga expresa antes de su vencimiento y el trabajador continúe prestando servicios. Expirada dicha duración máxima o la de la prórroga expresa del contrato eventual, ejecutada la obra o servicio, o producida la causa de extinción del contrato de interinidad, si no hubiera denuncia expresa y el trabajador continuara prestando sus servicios, el contrato se considerará prorrogado tácitamente por tiempo indefinido, salvo prueba en contrario que acredite la naturaleza, temporal de la prestación». Lo previsto en el primer párrafo transcrito sólo puede tener alguna virtualidad para la modalidad de interinidad por vacante, en la que existe un plazo máximo de duración, cifrado en tres meses para la empresa privada, y en el tiempo previsto en la normativa administrativa para la contratación por las Administraciones Públicas. En cuyo caso, si el trabajador continuara prestando sus servicios después de llegado el término establecido, y siendo éste anterior al correspondiente a la duración máxima legal del contrato, éste se prorrogaría tácitamente hasta el máximo período permitido por la normativa aplicable, salvo que por alguna de las partes se haya denunciado, o ambas de común hayan acorda624 EL CONTRATO DE INTERINIDAD do prorrogar el vínculo temporal, o el interino hubiera cesado por propia voluntad en la prestación de servicios. Conforme al final del artículo 8.2 antes expuesto, el contrato temporal se convierte automáticamente en indefinido, cuando se produjese la causa extintiva, sin que previamente ninguna de las partes hubiese denunciado su conclusión y continuase la prestación de servicios. El incumplimiento por el empresario del plazo de preaviso señalado da derecho al trabajador interino a una indemnización consistente en una cantidad equivalente al salario correspondiente a los días en que dicho plazo se haya incumplido, conforme a lo previsto en el artículo 8.3 segundo párrafo del Real Decreto. Existen otras consecuencias derivadas del incumplimiento de los deberes procedimentales. Así, por ejemplo, la sentencia del Tribunal Supremo de 21 de diciembre de 1995, determina que el cumplimiento de los requisitos formales exigidos transforma en improcedente la que, en principio, sería una extinción nula de un contrato temporal invocando una causa inexistente. Y ello es así, incluso en el caso de que el contrato temporal extinguido se hubiera celebrado en fraude de ley (Sentencia del Tribunal Supremo de 2 de junio de 1995) o la causa de la extinción que se alega no estuviera ajustada a las previsiones concretas de la modalidad en cuestión (Sentencia del Tribunal Supremo de 25 de mayo de 1995). Y es que en estos casos, en realidad, no hay un despido disciplinario que pudiera calificarse, ni como improcedente, ni como nulo o procedente; pero la situación se enfoca como si lo hubiera. MARÍA DE CASTRO MARTÍNEZ JOSÉ MANUEL RUÍZ LÓPEZ. Ceca Magán. Abogados 625