Del pensamiento mítico al racional

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Filosofía y ciudadanía 1º bachillerato
La condiciones del surgimiento del pensamiento racional
Del pensamiento mítico al filosófico
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Todo comenzó a principios del siglo VI a.C.,
en la ciudad de Mileto, en la costa de Asia Menor,
donde los jonios habían establecido colonias ricas y
prósperas. Hasta entonces la sociedad griega arcaica
estaba caracterizada por dos hechos: ser una sociedad
de economía agraria y regida por una aristocracia
guerrera que exaltaba como ideales morales los
atribuidos a la nobleza, y ser una civilización de
tradición oral, donde la educación reposaba en el
recitado de cantos o relatos poéticos, que eran
transmitidos de generación en generación. Era en
estos cantos donde se encontraba consignado todo lo
que un griego debía saber sobre el ser humano, su
pasado y su destino, sobre los dioses, sus familias, sus
genealogías, sobre el mundo y sus orígenes. Estos
relatos eran los mitos que fueron recopilados,
básicamente, por dos poetas: Homero y Hesíodo. Los mitos intentaban dar una explicación total de
la realidad por medio de relatos poéticos (orales), en los que se usaba el poder seductor de la
palabra. En los mitos se personificaban y divinizaban las fuerzas naturales y, en fin, los sucesos se
hacían depender de la voluntad divina, que, al no poder ser conocida por el ser humano, aparecía
como arbitraria, lo que suponía la inexistencia de las leyes (necesarias)del cosmos.
En realidad no hay ninguna definición del mito. Los mitos... difieren enormemente en su
morfología y su función social. Carlos garcía Gual nos propone la siguiente definición: “Mito es un
relato tradicional que refiere la actuación memorable de unos personajes extraordinarios en un
tiempo prestigioso y lejano”
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Y sigue:
“El mito es un relato, una narración, que puede contener elementos simbólicos, pero que, frente a los
símbolos o a las imágenes de carácter puntual, se caracteriza por presentar una “historia” Este relato
viene de tiempo atrás y es conocido de muchos, y aceptado y transmitido de generación en
generación. Los mitos son “historias de la tribu”y viven en “el país de la memoria” comunitaria. La
tradición mítica es un fenómeno social que puede presentar variaciones culturales notables, pero que
existe siempre, y en Grecia presenta una singular libertad.
El relato mítico tiene un carácter dramático y ejemplar. Se trata siempre de acciones de
excepcional interés para la comunidad, porque explica aspectos importantes de la vida social
mediante la narración de cómo se produjeron por primera vez. Ese valor paradigmático de los mitos
es uno de los trazos más destacados por los funcionalistas (Malinowski, y M. Eliade) El dramatismo
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de los mitos los caracteriza con una alegre y feroz espontaneidad. (...) Mediante la rememoración de
esos sucesos primordiales y la evocación de esas hazañas heroicas y divinas, la narración mítica
explica el porqué de las cosas son así y sitúa las causas de esos procesos originales en un tiempo
primordial. Hay unos temas esencialmente míticos, los que se refieren al comienzo de las cosas: La
cosmogonía y la teogonía y los que se refieren al final de todo, más allá de la muerte y del tiempo
terrestre: la escatología. Pero los mitos explican también la causa de muchos usos y costumbres, de
más o menos importancia, que son de interés colectivo. Los mitos tratan del comienzo, del arché, y de
las causas, ahitiai, del universo y, en especial, de la vida humana. En ese interés explicativo y
etiológico sufren luego la competencia de la filosofía en la cultura griega (desde el siglo VI a. C.).”
Carlos García Gual; Introducción a la mitología griega
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En esta civilización de mentalidad mítica se inicia un largo proceso de
transformación que culminará en los siglos VII y VI a.C. Entre los cambios
producidos hay que resaltar el auge del comercio, que permite el
intercambio de mercancías, pero también de conocimientos y de cultura.
Concretamente se importan los procedimientos geométricos y los saberes
astronómicos de Egipto y Babilonia. Se produce, además, el contraste de
las creencias y los valores propios con los de otros pueblos, favoreciendo
así el surgimiento de la crítica. Al mismo tiempo, la extensión de los
intercambios comerciales lleva a hacer necesaria la existencia de normas
que los regulen. La adopción de la escritura alfabética facilita la
transmisión del conocimiento. Por último, la creación de una nueva forma
de organización demográfica como la polis o ciudad-estado favorece la
forma de gobierno democrática. En ella, todos los ciudadanos libres
pueden discutir en el espacio público del ágora y decidir mediante su
participación en la Asamblea. Los asuntos políticos dejan de estar
reservados a unos pocos privilegiados y se convierten en públicos.
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Estas sociedades prósperas, cuyo sistema productivo descansaba
sobre la esclavitud, permitían la libertad de pensamiento y el ocio de sus ciudadanos, estimulando
de esta forma la investigación intelectual. El propio Aristóteles señala, después de afirmar que la
filosofía tiene su origen en el asombro, que «así lo atestigua el modo en que sucedió: y es que un
conocimiento tal comenzó a buscarse cuando ya existían todos los conocimientos necesarios, y
también los relativos al placer y al pasarlo bien»
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Aristóteles, Metafísica, 1, 2, 982b, 22-24
«Los griegos supieron empezar a tiempo y transmitieron como ningún otro pueblo la enseñanza de
cuándo se debe empezar a filosofar. No ciertamente en la miseria -contra la opinión de los que
piensan que la filosofía nace de la adversidad-, sino en plena prosperidad, en una virilidad madura,
en el seno de una generación valiente y joven».
Nietzsche
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Así pues, la actividad filosófica surge como una crítica de las creencias míticas tradicionales
y por tanto supone un cambio definitivo de mentalidad. Se abandonan las soluciones mitológicas y
en las mentes de los seres humanos nace la convicción de que el caos que se observa en el mundo
tiene que ocultar, necesariamente, un orden que lo explique. Se comienza a pensar que las causas
del mundo natural han de hallarse dentro del propio mundo y que el entendimiento humano es
instrumento suficiente para encontrar las respuestas a las preguntas planteadas. Surge, en estas
circunstancias, la idea de un principio capaz de explicar racionalmente la realidad. La idea de orden
racional suplanta definitivamente a la idea de la voluntad de los dioses, es decir, se trata de dar
cuenta no sólo de que algo ocurre sino de por qué es necesario que ocurra así.
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El pensamiento filosófico implica la aparición de una nueva forma de comprender la realidad
en la que los fenómenos ya no se personifican y su explicación ya no consiste en relatar su
genealogía, como en el mito, sino en demostrar sus causas. La filosofía apunta, como señalaba
Aristóteles, a un conocimiento de las cosas por sus causas. Se introduce la idea de una naturaleza
ordenada y regular, regida por una ley interna que preside, desde el origen, su disposición.
También es nueva la idea de que subsisten principios permanentes detrás del cambio aparente de las
cosas. Lo idéntico, lo unitario, rige lo aparente, lo cambiante y lo múltiple. Surge así la dualidad
entre lo inteligible y lo sensible, entre el entendimiento y los sentidos. En definitiva, aparece la idea
de la naturaleza (physis) como un ámbito en el cual todo encuentra su explicación.
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La Physis, primer tema de investigación
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En castellano no hay una palabra que sea
estrictamente equivalente al término griego Physis, pero
éste suele traducirse como naturaleza. Para nosotros
esta palabra hace referencia a lo que las cosas son,
pudiéndose identificar, a veces, con el concepto de
esencia. Por otra parte, por naturaleza entendemos
también un ámbito de la realidad, frente al ámbito de lo
artificial. Pues bien, los griegos empezaron por entender
la Physis de una manera parecida a lo que nosotros
entendemos hoy por «realidad» en general, pero
añadiéndole al concepto el sentido de movimiento y
transformación, o sea, algo dinámico, en perpetuo
cambio. La naturaleza así concebida no es algo estático e
inerte. Esa dinamicidad emana desde dentro de ella
misma (inmanencia), lo que permitirá más tarde a Aristóteles definir a los seres naturales como
aquellos que tienen en sí mismos el principio del movimiento y el cambio. Este movimiento propio
de la naturaleza no es caótico; necesariamente tiene que atenerse a una ley única (orden) que regula
el devenir, y esta idea de necesidad permitirá que se considere, progresivamente, la posibilidad de
un conocimiento racional de las cosas y de los sucesos naturales.
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Al hombre griego se le presenta la naturaleza en continuo proceso de cambio. Así lo
atestiguan los sentidos que muestran los fenómenos y los estados cambiantes de las cosas; pero
también se le aparece como manifestación de una realidad permanente que se mantendría estable a
pesar de todos los cambios. A la capacidad intelectual que descubre este ser de las cosas los griegos
lo llamarán preferentemente nous o Logos, lo que podríamos traducir, respectivamente, por
intelecto o razón. Así pues, la pregunta por la naturaleza implica buscar la fuente y el origen de
todas las cosas, su principio, su arché. De ahí que la pregunta por la Physis se transforme en la
pregunta por el arché de la misma. El arché es el principio activo que gobierna todas las cosas
unificando la diversidad de los seres. ¿Cuál es el arché de la Physis? Así queda formulada la
pregunta que encontrará respuestas diferentes en los llamados filósofos presocráticos.
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Aunque dentro de la denominación general de presocráticos se pueden encontrar varias
tradiciones o escuelas, todas tienen en común dos rasgos; en primer lugar, el objeto de su
indagación: el principio último y eterno del que todo procede y del que todo se compone; y en
segundo lugar, que sus obras nos han llegado a través de fuentes muy indirectas y de manera muy
fragmentada, lo que hace difícil su interpretación.
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Se han utilizado diferentes criterios para agrupar a estos filósofos. Se han clasificado, por
ejemplo, atendiendo al número de principios que proponen como arché. Así se habla de monistas
cuando un solo principio se utiliza para explicar el origen de las cosas; de dualistas, cuando son
utilizados dos principios para este fin; o de pluralistas, cuando basan su explicación de la naturaleza
en más de dos principios. Otra forma de conocer a estos filósofos es atendiendo al criterio
geográfico, encontrándonos entonces dos tradiciones o escuelas diferentes. La primera es la
tradición jónica (físicos), que incluye a pensadores originarios de la costa de Asia menor; entre ellos
encontramos a los filósofos de Mileto (Tales, Anaximandro y Anaxímenes), Éfeso (Heráclito),
Clazomene (Anaxágoras) y Abdera (Demócrito). La segunda es la tradición itálica (logicosmatemáticos), a la que pertenecen fundamentalmente pensadores procedentes de la región del sur
de Italia: Crotona (Pitágoras, que, aunque nace en Samos, desarrolla allí su teoría), Elea
(Parménides y Zenón) y Agrigento (Empédocles). Presentaremos ahora a los filósofos milesios,
teniendo en cuenta que fueron, cronológicamente, los primeros en aparecer, aunque su datación
histórica resulta siempre aproximada.
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