3. Aquellos elementos que tienen cinco, seis o siete electron^es en

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3. Aquellos elementos que tienen cinco,
seis o siete electron^es en la órbíta externa.
Tales elementos completan esta órbita externa ganando electrones, convirtiéndose con
ello en iones cargados negativamente. En estos casos el ión que resulta tiene ^una configuración parecida a la de3 gas inerte que sigue al ele^mento en el sistema periódico. El
oxígeno y el fluor ganan dos y un electrones,
respectivamente, convirtiéndose en 0= y Fsiendo su configuración atómica parecida .a
la del neón. Análogamente, el azufre y el cloro se convierten en S^ y Cl -, pareciéndose
al argón en su estructura.
4. Aquellos elementos que tienen cuatro
electrories en su órbita ext^erna. Tales elementos completan esta órbita sin ganar ni
perder electrones, sino intercalando los mismos con lós de otros elementos. TJn elemento
así es el carbono; cuando está combinado con
el hidrógeno, en el compuesto metano CH„
cada átomo de hidrógeno está unido al átomo de carbono por un par de electrones, el
electrón del hidrógeno y uno de los electrones
del carbono.
DESCUBRIMIENTO DE LA ESTRUCTURA ATOMICA
Llegados aquí, vaya un símil que he leíilo
no recuerdo dónde, péro que viene como ar.^ -
llo al dedo. En una mañana de invierno s:^le
un hombre a la puerta de su casa y se disp^^ne a separar la nieve que cubre su ancha acera, ar^rojándola sobr2 la calzada. A1 principio
todo va bien; la operación es sencilla. Pera
a medida que au^menta ante él el montón de
nieve, la dificultad crece de más en más, obiigándole a frecuentes descansos y aun a subir
sobre el montón para rebajar su altitud y
facilitar la sucesiva tarea.
Algo parecido ocurre con la Ciencia. Todas los comienzos son sencillos, pero, a medida que se avanza, crecen las dificu]tades,
producidas siempre por el influjo de lo nuevo y la precisa recordación de lo que antes se
aprendió. Conviene de vez eri cuando descansar, para cobrar nuevas fuerzas, que también el intelecto se fatiga, y aun para remover lo anterioxmente expuesto, recapacitando sobre ello para mejor asimilarlo y aun
para descubrir, ante esta remoción más fácil, algunas nuevas facetas d^e la cuestión.
Como al cuerpo le agradan los cambios de
postura, la inteli^encia tamhién agradece
meditadas variaciones , en las tareas que tiene encomendadas.
Parados, por tanto, volvamos lá ^mirada
hacia el camino andado y tranquilamente
descubrimos importantes detalles, que antes
pasaron desapercibidos en el fragór del trabajq ascensional invertido. Sólo mirábamos
hacia arriba, sin prestar atención a lo que
quedaba a uno y otro lado del camino recorrido.
Iiemos dicho que el átomo era considerado
como indivisible e indestructible. Sin verlo,
lo presintieron y lo demostraron nuestros antepasados y sobre éllevantaron la teoría atómica, qu^e de tal modo ha venido y viene influyendo en e] desarrollo de la química. Pero
démonos ahora una idea de la tarea en que,
casi sín comerlo ní beberlo, estamos metidos :
la de examinar el contenido-la ^ tripas-del
átamo, cuya pequeñez, aunque nos esforzarnos en imaginar, no apreciamos debidamente de un modo relativamente material. Ya
hicimcs anteriormente mención del número
de mol^culas contenidas en dos gramos d^e hidrógeno, haciéndote ascender a 606.000 trillones; pero como la molécula de hidrógeno
(uno de íos cuerpos más aencillos) consta, cada
una, de dos átomos, deducimos que los contenidos en aquel referido peso se deben duplicar. Hemos de tener presente este número,
si queremos darnos cuenta de nuestra empresa: penetrar en el edificio de este átomo.
Pues bien. Las primeras preguntas que se
nos ocurren son las siguientes : L Cómo y por
aué se ha Ilegado a deducir que el átomo es
todo el complicado mecanismo que estamos
describiendo? LSe trata de una simple presuncicín o de la evidencia de un hecho cierto?
Veamos de contestarlas.
A1 finalizar el siglo xix, cuando ya los sar
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bio^ estaban tranquilos ,y sat^sfechos con sus
notables progresos científicos, se le ocurrió
a Róentgen (año 1895) descubrir los rayos
que llevan su nombre, dotados de la notable
propiedad de atravesar toda suerte de cuerpos sólidos. Dedicadas crecientes actividades
al estudio de estos rayos, halló Becquerel
(1896) una s^ustancia que emitía dé por sí rayos análogos a los de Róentgen, capaces de
actuar sobre una placa fotográfica a través
^ de delgado papel negro o de una delgada lámina de aluminio; la^sustancia era una sal
de urano (el elemento más pesado). Removido cada vez más este nuevo interesante asunto por valiosas autoridades científicas, entre
las que están bien destacadas las de María y
Pedro Curie, se Ilega, para no perdernos en
^nás detalles, al descubrim:ento de dos nuevós elementos : el radio (emisión de radiaciones) y el polonip (nombre dado en honor a
Polonia, patria de María Curie) .
Tan mezquino y difícil de distinguir es el
contenido de radio del mineral uranífero llamado pechblenda de Joachi^msthal, que cada
díez toneladas (10.000 kilogramos) de pechblendá suministran, en buenos casos, un gramo de radio; los gastos para su obtención
importaban, antes de la.presente guerra, pesetas 450.000, y su precio de venta era casi
el triple.
Según manifiesta V. V. Xarvín, en 1935,
cad^ ^.ño se ^roducían unos diez kilogramos
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de radio, y todo el metal obtenido hasta entonces en fot•ma de sales ascendía a algunos
centenares de gramos.
Según Thorpe, todos los minerales que contienen uranio contienen también radio. En
la mayor parte de ellos la relación del radio
ai uranio es igual a la llamada "relación de
equzlibrio", igual a 3,2 X 10-', o sea que por
cada tonelada de uranio existen 320 ^miligramos de radio. En la "antunita", fosfato cálcíco uránico hidratado, que se encuentra en
Francía y en Portugal, la proporción de radio es tan sólo de un 20-80 por 100 de Ia
anterior, por no haberse estabtecído aún ^en
el mineral el equilibrio radiactivo. Las forma-,.
ciones geológicas antiguas contienen el radio
en proporción ligeramente superior que en
las formaciones más i^ecientes.
El reconocimiento del radio por la medida
extremadamente sensible de la emanación ha
revelado la presencia del citado elemento en
todos los minerales y rocas comunes y en los
manantiales naturales, tanto calientes como
fríos. Muchas de las aguas minerales más renombradas contien^en cantidades apreciables
de radio o de emanación.
LAS RADIACIONES DEL RADIO
Y aquí tenc^mos a tres buenos seres (urano,
radio y polonio) emitiendo espontáneamente
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