Vida real y ficticia de la Monja Alférez - UvA-DARE

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VIDA REAL Y FICTICIA DE LA
MONJA ALFÉREZ,
UNA MUJER CON DISFRAZ VARONIL
Tesina doctoral del Máster Spaanse taal en cultuur
Universidad de Ámsterdam, Facultad de Humanidades
NAGORE ARMENTIA VALLEJO
Núm. de estudiante 6123023
Tutor Dr. ANTONIO SÁNCHEZ JIMÉNEZ
Julio 2010
Índice
Introducción
3
Capítulo I
5-22
Hipótesis, manuscritos y ediciones relevantes
5
Identidad del autor
9
Carácter autobiográfico
12
Carácter picaresco
14
Relación de méritos y servicios
16
Capítulo II
23-35
El disfraz de Erauso
23
Capítulo III
35-48
La Monja Alférez, comedia de Juan Pérez Montalbán.
35-48
Cuarta teoría
35
Argumento
36
Autor y su relación con Lope de Vega
38
El teatro barroco y el disfraz
39
Intención de la comedia de Montalbán
41
Diferencias entre Vida i sucesos y La Monja Alférez
41
El humor
47
Críticas a la comedia de Montalbán
47
Conclusión
49
Obras citadas
51-52
Notas
53-54
2
Introducción
Catalina de Erauso nació en 15921 en la villa guipuzcoana de Donostia, en la cuna de
una familia hidalga. A la edad de cuatro años fue ingresada en el convento dominico de San
Sebastián el Antiguo de la misma villa. A los quince, tras una reyerta con una de las monjas, y
antes de tomar los votos, decidió huir para viajar por el mundo. En la víspera de San José, de
madrugada, cogió las llaves de su tía, monja del mismo convento, unas tijeras, hilo, aguja y
unos reales, y se escapó. Durante los siguientes días, escondida en un castañar cerca del
convento diseñó y cosió con las prendas que tenía un atuendo varonil. A pie y cansada, llegó a
Vitoria, alimentándose de hierbas que encontraba por el camino. La suerte le hizo colocarse
de paje en varias casas y varias ciudades durante los primeros años de su nueva vida, en la que
nadie llegó a reconocerla debido a su nueva identidad como Francisco de Loyola.
Mientras, sus padres intentaban localizarla, pero la novicia estaba decidida a no volver
al convento y a viajar por el mundo, por lo que hizo todo lo posible para que no la
encontraran. Un día tomó la decisión de embarcarse como soldado en un barco con rumbo al
Nuevo Mundo. A partir de entonces y durante aproximadamente los siguientes veinte años de
su vida, bajo la identidad de Alonso Díaz Ramírez de Guzmán, sirvió a sus jefes, por lo
general mercaderes, y a la corona de España como soldado en Perú y Chile en las más
sangrientas guerras, contra los más feroces indios. Envuelta en una reyerta provocada por un
malentendido en el juego de los naipes, como era común en ella, debido a su carácter
pendenciero, agresivo y fanfarrón, mató a un hombre. Como consecuencia de este asesinato
Catalina fue condenada a muerte, lo que la obligó a confesar su verdadera identidad de mujer
para intentar salvarse de su ejecución. Sorprendentemente no solamente se salvó de cualquier
represalia sino que tras su retorno a España, en Madrid, consiguió que el rey Felipe IV le
adjudicara una pensión vitalicia y que el papa Urbano VIII la dejara proseguir con su disfraz
varonil.
Una vez consiguió estas mercedes, Catalina retornó al Nuevo Mundo, en concreto a
Nueva España, donde fallecería ejerciendo el oficio de arriero entre Veracruz y Méjico
capital, bajo el nombre de Antonio de Erauso.
El presente trabajo pretende, entre otras cosas, llegar a deducir quien fue el autor de las
memorias de Catalina de Erauso, escritas en 1624. Para esto, tras una lectura de la edición
crítica de Rima de Vallbona Vida i sucesos de La Monja Alférez (1992) presentaremos
3
primeramente la historia cronológica de los documentos existentes de estas memorias:
manuscritos, copias, relaciones, certificaciones de testigos, etc., y a continuación
analizaremos el carácter genérico del texto y la importancia del mismo en la época del siglo
de Oro.
El segundo tema en el que nos concentraremos será el del disfraz varonil, dentro de su
contexto histórico. Las descripciones a través de los ojos de personajes que la conocieron en
algún momento de su vida y dos retratos de la Monja Alférez nos ayudarán a acercarnos a este
disfraz y a la percepción barroca del mismo. Asimismo, ejemplos de mujeres que llevaron una
vida típica de hombre o que hicieron también uso del disfraz varonil antes, durante o después
de Catalina de Erauso, dentro y fuera de España, nos mostrarán que ella no fue la única en
esconder su identidad real.
Y por último, durante el tercer capítulo, utilizando la edición de Luzmila Camacho
Platero (2007), se analizará la comedia La Monja Alférez del dramaturgo madrileño Juan
Pérez de Montalbán, la cual fue escrita alrededor de 1626, dos años más tarde de las
memorias de Catalina de Erauso. Todo esto, con el fin de aclarar si algún capítulo de esta
comedia pudo ser, como se ha llegado a afirmar, base narrativa para un episodio de las
memorias, con la intención de acercarnos al teatro barroco y sus autores predilectos, de
marcar las diferencias principales ente Vida i sucesos (memorias) y La monja Alférez
(comedia) y por supuesto de analizar la intención del autor en cuanto al carácter de la obra y
de su personaje protagonista.
4
Capítulo I
Hipótesis, manuscritos y ediciones relevantes
Catalina de Erauso fue una mujer de capa y espada con grandes aptitudes, entre las que
se caracterizan su maestría con las armas, capacidad comercial y clara habilidad para cambiar
de identidad. No obstante por los datos que poseemos sobre ella es imposible conocer con
exactitud su grado de destreza con la pluma, y por lo tanto saber si fue ella la autora de su
biografía. Este es uno de los temas que han ocupado y aún mantiene ocupados a numerosos
eruditos y especialistas en los siglos XVI y XVII.
Según las hipótesis creadas hasta el momento existen varias teorías sobre el autor de la
obra: La primera afirma que fue la propia Catalina la que redactó su autobiografía sin ningún
tipo de ayuda; la segunda no duda que la protagonista fuera la Monja Alférez, pero sí que ésta
tuviera dotes narrativas, y postula, por lo tanto, que Catalina se debió de ver obligada a dictar
su vida a un escribano de oficio, el cual había interpolado algunos pasajes en el texto, o que
estas interpolaciones ocurrieran más tarde; la tercera maneja la hipótesis de que un anónimo,
tras escuchar sus relatos escribiera la obra; y por fin, la cuarta, y en mi opinión junto con la
anterior las menos probables, que el autor de la „autobiografía‟ de la Monja Alférez se
inspirara en la obra de Juan Pérez de Montalbán, autor de la Monja Alférez, comedia famosa,
llevada a escena en 1626, y redactara una nueva historia.
Las dudas que se presentan acerca del autor podrían estar fundadas en algunos datos
históricos erróneos, anacronismos, numerosas exageraciones en el relato de sus aventuras, y
en la mezcla de ficción y realidad que caracterizan la obra plasmada en la más antigua copia
del manuscrito que hasta la fecha se conoce. Sin embargo, esto es algo que podría ser
explicado si analizamos con detención el género o géneros al que esta obra pertenece. Pero
para hacernos una idea más completa del fundamento de cada una de estas teorías, y antes de
adentrarnos en el tipo de texto que nos ocupa, presentamos a continuación una explicación de
lo que pudo ocurrir con el manuscrito original y de la transmisión del mismo a través de
distintas copias y ediciones a partir del siglo XVIII.
Todo comienza cuando Catalina de Erauso, tras supuestamente escribir o dictar su
autobiografía en septiembre del año 1624, volviendo hacia España en el galeón San José2,
entregó el original en 1625 al editor Bernardino de Guzmán, en Madrid, y al impresor
Simón Fajardo, en Sevilla, con el fin de su publicación:
5
Une première et une seconde Relacion de ses exploits et hauts faits furient publiées coup sur coup, en
1625, à Madrid par Bernardino de Guzman et par Simon Faxardo à Séville.
(Heredia 2)
Una primera y una segunda relación de sus aventuras y hazañas fueron publicadas, seguidamente, en
1625, en Madrid, por Bernardino de Guzmán, y por Simón Fajardo, en Sevilla.
(Esteban 25)
A partir de este momento el paradero de este manuscrito original es desconocido y las
siguientes noticias que acusamos de un manuscrito que podría ser el principal o una copia nos
llevan a mediados del siglo XVIII, a un tal Domingo de Urbizu, Alguacil Mayor de la Casa
de Contratación de Sevilla, que según datos proporcionados por Lucas G. Castillo Lara 3, pudo
ser pariente de un antiguo jefe de La Monja Alférez. En su viaje de Panamá a Perú, en
concreto a la ciudad de Trujillo, Catalina viaja como empleada y protegida del comerciante
Juan de Urbiza. Según el título del capítulo tercero: De Panamá pasa con el amo Urquisa,
mercader de Truxillo, al puerto de Paita i… (Vallbona 44), Juan de Urquiza fue el amo de
Catalina en ese viaje y, a su vez, el pariente de Domingo de Urbizu.4
El siguiente paso que dio el manuscrito fue en la segunda mitad del siglo XVIII,
cuando el poeta Cándido María Trigueros copió este manuscrito posiblemente del original5
en Sevilla, según datos de Menéndez Pelayo (Vallbona 17). El título „original‟ de esta copia
es, ni más ni menos, Vida i sucesos de la Monja Alferez, o Alferez Catarina, D.ª Catarina de
Araujo doncella, natural de S. Sebastián, prov.ª de Guipuzcoa. Escrita por ella misma en 18.
de Sept.ᵉ 1646, bolviendo de las Indias a España en el Galeon S. Josef, Capitan Andres Oton,
en la flota de Nª España, General, D. Juan de Benavides, General de la Armada Tomás de la
Raspuru, que llegó a Cadiz en 18. de Noviembre 1646.
6
6
Se cree que aunque la copia no sea idéntica al original (Esteban 27), sí sea bastante fiel
al mismo. Éste es el motivo por el que ediciones posteriores se han basado en la copia de
Trigueros, la cual se encontraba a fecha de 20087, y probablemente se encuentre aún a fecha
actual, en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid con el número XVIII,
A-70, perteneciente a la Colección de Juan Bautista Muñoz y Ferrándiz.
Este conocido historiador, en su tarea de recoger la Historia del Nuevo Mundo, realizó
numerosas copias de distintos documentos, entre las que se encuentra una del manuscrito de
Trigueros, fechada al final de la última página con el 24 de mayo de 1784. Esta es la única
copia conocida hasta el siglo XIX, en el que Felipe Bauzá, director del Depósito Hidrográfico
de la Marina en Madrid y Diputado radical en las Cortes durante la época del Trienio Liberal,
realizó una nueva copia de este manuscrito.
Por lo tanto se podría concluir que el manuscrito de Trigueros (s. XVIII), ubicado en
la Real Academia de la Historia, es la única copia conocida del manuscrito „original‟ y que
existen dos copias del manuscrito del poeta, la de Muñoz (s. XVIII) y la de Bauzá (s. XIX).
La historia de las copias termina aquí hasta el día de hoy. Sin embargo no debemos
olvidar que en el siglo XIX, Bauzá dio a conocer esta copia a su amigo vasco y compañero
político Joaquín María Ferrer, «antes de que a ambos los condenaran a muerte» (Esteban 31).
Durante su exilio en París Ferrer editó por primera vez en 1829 su primera edición de Historia
de La Monja Alférez, doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma en la imprenta de Julio
Didot. En 1838 apareció una segunda edición en Barcelona, en la imprenta de José Tauló.
8
7
Asimismo, es de gran relevancia no olvidar el hecho de que, a pesar de que «la edición
de Ferrer incluía en un apéndice pruebas documentales irrefutables como la partida de
bautismo y numerosos certificados, memoriales, pedimentos, testamentos, cartas o decretos
reales» (Areta 242), contribución inmejorable para verificar la existencia de nuestra
protagonista, no obstante Ferrer también realizó correcciones en su texto, que nunca llegó a
anotar:
Ferrer explica que preparó tal edición haciendo un cuidadoso cotejo con el manuscrito y que corrigió
mutilaciones y errores del copista; entre éstos, cuentan “muchos nombres de pueblos y de personas, y
casi todas las fechas de la relación que hace de sus propios hechos esta mujer interesante”. Sin embargo,
Ferrer no anotó los cambios ni enmiendas; ni siquiera explicó, en ninguna de las dos ediciones suyas, el
procedimiento de modernización usado en el discurso narrativo.
(Vallbona 3-4)
Desde entonces numerosas ediciones y traducciones se han basado en la edición de
Ferrer, a pesar de que no corresponde en su totalidad con la copia de Trigueros, y quizá
debido a que el manuscrito de la Real Academia de la Historia vio la luz por primera vez, y no
antes, en 1992, en una edición crítica de la experta en Literatura Latinoamericana, escritora y
profesora universitaria, Rima de Vallbona: Vida i sucesos de la Monja Alférez: autobiografía
atribuida a Doña Catalina de Erauso.
9
Al igual que la edición de Ferrer, Vallbona incluyó en su edición documentos
originales adjuntos al pedimento de la Monja Alférez al Consejo de Indias y al Rey, pero sin
8
cambiar el texto „original‟; se sirvió de los cambios realizados por el vasco exiliado para
intentar explicar los errores y anacronismos, que aparecen en el manuscrito; y además realizó
un listado de los errores más importantes, añadiendo las correspondientes correcciones. Esta
es la razón por la cual las citas que aparecen en este trabajo son sacadas de la edición de
Vallbona.
Identidad del autor
Algunos anacronismos como el de la fecha de nacimiento de Catalina de Erauso, que
consta en el manuscrito de Trigueros, año 1585, y en su partida bautismal, año 1592 10, hacen
pensar a la crítica que el manuscrito, que se encuentra en la RAH,11 no es una copia idéntica
de la autobiografía de la Monja Alférez sino una creación ficticia del poeta. La lógica detrás
de estas sospechas es que es imposible pensar y creer que el autor o la autora de su propia
biografía, cometería un fallo de siete años, a no ser, por supuesto, que lo hiciera
intencionadamente y con un fin concreto.
¿A caso Trigueros se atrevió a realizar fallos tan graves en una posible nueva creación
del manuscrito? Ménendez Pelayo, basándose en palabras de Manuel Serrano y Sanz
«plagado [el manuscrito] de anacronismos y absurdas invenciones», y haciendo referencia a
las artes del dueño está convencido de esta falsificación. En su opinión Trigueros era muy
dado a modificar los textos, tenía práctica conocida en estos quehaceres, y aunque
su
intención fuera la de mejorarlos no siempre lo conseguía. Este sería el motivo que lleva al
historiador a dudar sobre la posibilidad de que se trate de una autobiografía, y crea más bien
que Trigueros escribiera una novela basada en las relaciones existentes impresas en el siglo
XVII y en otros documentos del Perú. Como Rima de Vallbona afirma, ésta es una valiente
opinión si se tiene en cuenta que Menéndez Pelayo nunca vio el manuscrito de la Real
Academia de la Historia.
Sin embargo parece que el escritor navarro José Berruezo comparte la opinión de
Menéndez Pelayo:
Este clérigo, Trigueros, oriundo de Toledo, pero radicado en Carmona y en Sevilla, es posible que
tuviera algo que ver con la autoría del manuscrito, copiado por Juan B. Muñoz y editado más tarde por
Ferrer.
(Berruezo 12)
9
El crítico Federico Carlos Sáinz Robles, por su parte, también da su opinión sobre las
habilidades de Trigueros:
Tenía talento, buen gusto y cultura; pero le faltaba don creador y gracia personal. Tuvo, en
compensación, una gran habilidad para adaptar las obras de otros autores, inclusive mejorándolas en
partes.
(Sáinz Robles, en Vallbona 18)
Al contrario de estas opiniones existen también otras que piensan que Trigueros se
limitó a realizar una copia del cuaderno de Urbizu. No dudan que Trigueros pudiera hacer
algún cambio o corrección leve en el manuscrito, pero creen que la copia es principalmente
fiel al original, si naturalmente se da por hecho que el manuscrito de Urbizu fuera el original.
Ángel Esteban (31), en su introducción a la edición de Cátedra 2008, de Historia de la
Monja Alférez, Doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma, opina que aunque el error de
la fecha de nacimiento sea grave, Trigueros no pudo cambiar demasiado el manuscrito de
Urbizu, ya que Juan Bautista Muñoz se habría dado cuenta a la hora de copiarlo. El
valenciano no solamente ostentaba el título de „Cosmógrafo Mayor de Indias‟, otorgado por
Carlos III, sino que en el año 1779 fue también designado, por el mismo monarca, para
elaborar una Historia de América y en 1785, tras la fundación del Archivo General de Indias,
fue el encargado de recopilar en la antigua Casa Lonja de Mercaderes todos los documentos
posibles, que resaltaran verdaderas historias de América y que desmintieran las falsedades,
que en aquel entonces recorrían toda Europa (Bas Martín 903-04).
Asimismo, Vallbona es partidaria de creer que Trigueros no modificó el texto
„original‟, de ahí que eligiera éste para su edición crítica, ya comentada. La escritora chilena
no duda que el manuscrito sea una copia de un original pero sí de que la obra pueda ser
atribuida exclusivamente a la protagonista. Posibles interpolaciones en el texto, por una parte,
que sugieren un carácter novelesco y el hecho de que desconozcamos hasta qué grado la
Monja Alférez dominaba la lengua castellana, por otra, la hacen dudar sobre el autor de la
obra:
Sin embargo, pese al fondo histórico del relato, es innegable que persisten secuencias narrativas de
marcada calidad novelesca. Son estos espacios imaginarios interpolados en la narración verídica de los
sucesos, los que la convierten en una lectura fascinante más propia del campo literario que del
testimonio autobiográfico.
(Vallbona 3)
10
En cuanto al dominio de Erauso de la lengua castellana, Vallbona opina lo siguiente:
A lo anterior hay que agregar que en la evaluación del presente manuscrito debe tomarse en cuenta que
la lengua nativa de Catalina de Erauso era el euskera: proveniente de una familia vasca de clase
privilegiada de aquel período y por lo mismo monolingüe, a los cuatro años pasa a vivir en un convento
protegido y dirigido también por vascos…Estos datos llevan a suponer que sus conocimientos del
castellano era limitado. Por lo mismo, también, es probable que haya interferencias del vascuence en el
manuscrito. Además, hay que considerar la posibilidad de que fueran vascos quienes le ayudaran a
escribir sus memorias.
(Vallbona 8)
Sabemos por el manuscrito de Trigueros, que Catalina fue internada por sus padres en
1596, en el convento de dominicas de San Sebastián El Antiguo. Con quince años, es decir en
1607, decidió huir y probar suerte fuera de sus muros. Por lo tanto la educación clerical que
recibió en este convento donostiarra duró 11 años. No olvidamos que Catalina provenía de la
familia de Erauso, familia noble e hidalga de la villa de San Sebastián, y que en los siglos
XVI y XVII los nobles guipuzcoanos que vivían dentro de las murallas de la villa hablaban no
solamente su lengua materna (euskera), sino también castellano (romance/latín), y en algunos
casos, gascón. Por lo tanto en este punto debemos diferir de la opinión de Vallbona:
La población nativa del interior [intramural de San Sebastián] conocía el euskera, que debía ser de uso
coloquial generalizado, el castellano en que se expresaba en su ministerio parroquial el clero de la época
y algo de gascón.
(Jimeno Jurio 242)
Pero hay que tener en cuenta una etapa específica en la educación de los vascos que no existía en
Burgos. Para aprender a escribir había que iniciarse en el castellano.
(Huxley 164)
Es de suponer que las jóvenes que dedicaban sus vidas a Dios en el claustro de un convento aprendieron
a leer y cantar oficios en latín, y ciertamente aprendieron a escribir porque se encuentran sus firmas en
muchísimas ocasiones sobre cualquier escritura relacionada con los bienes del monasterio.
(Huxley 164)
Al margen de si Catalina de Erauso gozara de un buen o mal nivel de castellano, estas
interpolaciones en la narrativa y otros anacronismos de carácter grave como el de la fecha del
viaje realizado por Catalina de Colombia a España, nos hacen pensar por un momento que
Erauso pudo redactar su autobiografía a algún genio literario, conocedor de los distintos
géneros de aquellos tiempos: narrativa soldadesca, la picaresca, narración ficticia, …
Si bien hay que fijarse en los errores del título de Vida i sucesos, dónde consta dos
veces la fecha errónea del viaje de Catalina, 1646, y otras dos la españolización de nombres
vascos como “Araujo” y la Raspuru:
11
Vida i sucesos de la Monja Alférez, o Alférez Catarina, doña Catarina de Araujo doncella, natural de
San Sebastián, provincia de Guipúzcoa. Escrita por ella misma en 18 de septiembre de 1646 bolviendo
de las Yndias a España en el galeón San Josef, Capitán Andrés Otón, en la flota de Nueva España,
General, don Juan de Benavides, general de la armada, Tomás de la Raspuru, que llegó a Cádiz en 18 de
Noviembre 1646.
(Vallbona 32)
Por lo tanto si hay algo en claro en todo esto es que el genio del que hablábamos pudo
ser el artífice de tales interpolaciones pero no de los errores y anacronismos. Los errores de
castellanización de los nombres solo pudieron ser realizados posteriormente por un copista sin
nociones de la lengua vasca, ya que cambió un nombre de origen vasco (y/o navarro) como
„Erauso‟ por „Araujo‟, otro de origen gallego, y no reconoció el apellido de Larraspuru (otra
grafía: Larrazpuru), modificándolo al de La Raspuru. Si el escribano y genio, al que La Monja
Alférez supuestamente dictó sus vivencias, hubiera cometido tales errores, Catalina se habría
percatado y le habría obligado a corregirlos.
Solamente el mero hecho de los errores de la fecha de nacimiento, de llegada a
España, y de cambio de apellidos, hacen difícil concebir que Trigueros realizara
modificaciones de este tipo, y más fácil suponer que la copia de Domingo de Urbizu no es el
original sino otra copia, con la cual pudo ocurrir varias cosas dentro del círculo familiar de los
Urbizu y de las cuales es mejor, por falta de pruebas, no especular.
Carácter autobiográfico
La realidad de los hechos es que a día de hoy es imposible saber con certeza quién fue
el autor del manuscrito precedente a Vida i sueños (manuscrito de Trigueros). Quizá un
acercamiento al carácter literario de la obra sería de mayor utilidad en nuestra búsqueda del
autor de la vida del personaje que nos ocupa.
De lo que no cabe duda es que Catalina de Erauso, la Monja Alférez, existió. Los
documentos verifican su vida y sus distintas hazañas, reyertas, relaciones reales con
personajes conocidos de la época y sus viajes. La narración de relatos de tipo personal,
introducidos por datos históricos y geográficos, son combinación típica del género de la
autobiografía. El profesor chileno Randolph Pope nos explica en la introducción de su libro,
La autobiografía española hasta Torres Villarroel (1974), que la autobiografía «encontró un
temprano y sorprendente desarrollo en España, pero que luego fue sofocada justamente
cuando empezaba a florecer en el resto de Europa» (2). Y a continuación añade que «la
autobiografía ha sido descuidada por los críticos literarios posiblemente porque está
12
plenamente sumergida en la historia» (2). Si bien es sabido que la autobiografía no era
conocida como género en sí, este tipo de narración tampoco era ajeno a la sociedad española
del siglo XVI. A partir de mediados de tal siglo se escribieron autobiografías como la de El
Libro de la Vida (1562-66), de Santa Teresa de Jesús. Probablemente la Monja Alférez
escuchara hablar sobre este libro y quizá tuvo ocasión de leerlo.
Siguiendo las aclaraciones de Pope apreciamos características básicas de este género.
Vida i sucesos presenta varias si no todas: Se cree que Catalina de Erauso escribió su vida con
una intención concreta al igual que en la autobiografía, donde una persona presenta su vida
real; este género se ocupa habitualmente de un solo período: Erauso narró su vida desde el
momento de la huída del convento, con una breve introducción a su nacimiento y origen hasta
el momento de su confesión al Obispo de Guamanga; la intención del autor es escribir sobre
su vida por «razones de amor propio, curiosidad, necesidad de defenderse ante la
murmuración, la voluntad de establecerse como un ejemplo o cualquier otro de los motivos
que llevan a la expresión del individuo a través de la palabra escrita» (Pope 4): Catalina tenía
varios motivos para redactar su vida: justificar su disfraz masculino antes de que esta
iniciativa se usara en su contra, alabar sus hazañas de valentía y fiereza a favor de La Corona
Española luchando contra los indios araucanos, consiguiendo así el cargo de Alférez, para
conseguir una pensión vitalicia del Rey, y el reconocimiento de la Iglesia para que le dejara
seguir usando su indumentaria de hombre en el Nuevo Mundo:
Replicóle a su Santidad, vn Cardenal mirasse bien que no era justo hazer exemplar para que las mujeres
que avían sido religiosas anduviesen en traje indecente, a [lo] que su Santidad respondió, dame otra
Monja Alférez, y le concederé lo mismo.
(Vallbona 171)
Pope también nos explica que el relato de hechos reales
es un tópico de la autobiografía que establece una actitud en el lector que interpreta lo que lee de un
cierto modo especial: esta relación ha sido llamada por Lejeune pacto autobiográfico. Por supuesto este
pacto no impide que al autor le falle la memoria o que el pudor y ciertas consideraciones a personas
vivas mantengan en secreto o transformen el recuerdo de ciertos sucesos de la vida del autor. Incluso
puede mentir, pero con esto sólo se subraya la relación con acontecimientos históricos que el relato
procura teóricamente ofrecer.
(Pope 4)
Dentro de esta característica o rasgo autobiográfico se podría incluir algunos de los
errores y anacronismos de la Vida i sucesos. La fecha incorrecta del nacimiento de Catalina,
1585, que aparece en el primer capítulo sigue siendo una incógnita, debido a la diferencia de
siete años que existe con la fecha de partida bautismal del Libro de Nacimientos de la
13
parroquia donostiarra de San Vicente, 1592. Quizá este error no fuera un error de un mal
copista y sí un osado cambio voluntario de la propia interesada, en un posible intento de
conseguir una pensión vitalicia más interesante. Probablemente este dato es algo a tener en
cuenta.
Los detalles íntimos, los acontecimientos cotidianos, hacen ver al lector que no se
encuentra ante un personaje, ni un mundo ficticio, típicos de una novela. Catalina nos cuenta
al comienzo de su relato como en Vitoria, al negarse a aprender más latín, el catedrático
Cerralta la pegaba para que siguiera estudiando. Antiguamente, solo hace una generación, los
alumnos que no querían estudiar o daban una contestación no grata para el profesor, recibían
en ocasiones un fuerte reglazo en la mano o en los dedos. En el capítulo dos nos explica lo
que le costó acostumbrarse a la vida marítima: «Pasé algunos trabajos en el camino por ser
nuevo en el oficio». (Vallbona 42). ¿Qué persona, que haya comenzado un oficio nuevo no ha
tenido sus momentos difíciles hasta llegar a acostumbrarse? Estas dos anécdotas son buenos
ejemplos de como el lector se identifica con la protagonista a través de momentos de su vida
cotidiana.
La correspondencia del relato con hechos históricos puede ser comprobada por la
comparación de los hechos narrados en el manuscrito y fuentes históricas de la misma época
de narración. Esto es una forma de demostrar la veracidad por parte del autor. Erauso nombra
continuamente a personajes conocidos de la época, capitanes, gobernadores, virreyes, obispos,
etc. y siempre en un contexto cronológico acertado, si no cercano: Muerto el Ilustrísimo de
Guamanga, luego en breve envió por mí el Metropolitano Arzobispo de Lima, el Ilustrísimo
D. Bartholomé Lobo Guerrero, que dizque lo era desde el año 1607, i murió en 12 de Enero
1622. (en Vallbona 113). Ferrer confirma en una nota de su edición (102) que Bartolomé
Lobo Guerrero existió, siendo el cuarto arzobispo de Lima, que comenzó su promoción en el
arzobispado en 1607 y falleció en 1622.
Carácter picaresco
Esteban compara el comienzo del relato de la vida de Erauso con la de Lázaro de
Tormes, El Lazarillo, el gran pícaro español por antonomasia. Ambos cuentan su vida, desde
su nacimiento, nombran a sus progenitores y brevemente hablan de su infancia justo hasta el
momento de su huida y narran el servicio a varios amos. Aunque quizá habría que aclarar que
en el caso de la Monja Alférez los detalles sobre sus padres se reducen a sus nombres
completos y a la villa donde viven, y en el del Lazarillo el autor al menos describe los oficios
14
y destinos de su padres. No obstante, sus relatos coinciden de nuevo en que en ambos escriben
sobre su vida desde una edad adulta y en que «el relato se plantea como una confesión»
(Esteban 69), desde la perspectiva de un personaje que todo lo que ha aprendido lo ha hecho
en la escuela de la calle, sirviendo a varios amos, algo común en los pícaros.
Asimismo la estructura de los capítulos es similar, en cuanto en el título de cada
capítulo se resume en tercera persona lo que ocurrirá en él y a continuación en el mismo
capítulo se pasa al autobiografismo del autor, es decir a la primera persona.
Tratado primero
Cuenta Lázaro su vida y cúyo hijo fue
Pues sepa Vuestra Merced, ante todas cosas, que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González
y de Antonia Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes,
por la cual causa tomé el sobrenombre;…12
Capítulo I
Su patria, padres, nacimiento, educación, fuga(1)
Nací yo, Dª Catalina de Araujo, en la villa de San Sebastián (2), provincia de Guipúzcoa, en el año de
1585: hija del Capitán Miguel de Araujo i de María Pérez de Galarraga i Arze, naturales i vecinos de
aquella villa.
(Vallbona 33)
Otras características de la obra picaresca es el amoralismo del protagonista en ciertos
pasajes y el tono irónico o burlesco de muchas secuencias. Un ejemplo de esto sería en el caso
de Erauso el pasaje del capítulo VII, en el que una señora mestiza la acoge en su casa en un
episodio de hambre y debilidad, yendo de Concepción a Tucumán:
Al cabo de ocho días que allí me tuvo, me dixo la buena mujer, que me quedase allí para gobernar su
casa. Yo mostré grande estimación de la merced que me hacía en mi descarrío, i ofrecíme a servirla
quanto bien yo alcanzase. A pocos días me dio a entender que tendría a bien que me casase con su hija
que [217] allí consigo tenía, la qual era una Negra fea como unos diablos(11), mui contraria a mi gusto
que fue siempre de buenas caras (12). Mostréle grande alegría de tanto bien si mercerlo yo, i
ofreciéndome a sus pies para que despusiese de mí como de cosa suya adquirida en derrota.
(Vallbona 70)
A pesar de que Erauso sabe perfectamente que no puede casarse con la hija de la
señora mestiza, en primer lugar por su condición de mujer y en segundo lugar porque la futura
novia le desagrada: Negra fea como unos diablos, sin embargo decide seguirle el juego a la
madre, agradeciéndole la confianza y dejando por entendido su intención de acceder al
15
casamiento. Está condición de vivir el día a día, usando el engaño en situaciones de
conveniencia, confirman el carácter pícaro de la protagonista.
Relación de méritos y servicios
Durante el Siglo de Oro existen distintos géneros que incluyen obras escritas en
primera persona: la confesión, la picaresca y el memorial de servicio. De hecho algunos
críticos vieron el origen de la picaresca en un tipo de relación de servicio, también llamada
relación de servicios y méritos, un género muy común en la época de la colonización del
Nuevo Mundo.
El origen de este género se remonta al comienzo de la conquista y colonización de
América, y según Robert Folger, al carácter burocrático de la misma: «In spite of popular
romantic images of the Conquest of the Americas as a heroic, barbaric, or at any rate, epic
endeavor, it was fundamentally bureaucratic in nature» (Folger 21). Fue Cristóbal Colón, uno
de los primeros, si no el primer personaje conocido, que debido a condiciones estipuladas en
las Capitulaciones de Santa Fe13, tuvo que dar cuenta de sus expediciones a través de
relaciones o informes que enviaba a los Reyes Católicos.
A partir del siglo XV y casi hasta el siglo XVIII la gran movilidad de la sociedad
española, la distancia de las autoridades peninsulares y las coloniales, y la necesidad de
controlar los asuntos de la Corona hizo que las mercedes del siglo XV, destacadas por su
brevedad, evolucionaran a un procedimiento complejo y regulado.
A partir del siglo XVI España decidió gobernar sus colonias a través del aparato
burocrático más complejo nunca visto en toda Europa: «Spain chose to rule its colonies via a
bureaucracy more complex and effective than any yet seen in Europe» (Folger 21).
Los encargados de que esta nueva burocracia funcionara lo mejor posible fueron los
expertos, en los que la Corona ya había delegado su confianza en el siglo XV, una multitud de
letrados, escribanos y secretarios, entrenados en la elaboración de textos administrativos. La
manera más efectiva fue la administración a través de relaciones de méritos y servicios.
Las relaciones de méritos y servicios consisten en la enumeración y exposición de las
hazañas y servicios prestados al Rey y a la Corona. Estas eran individuales y se presentaban
con una finalidad concreta. Dependiendo del oficio y los servicios prestados, ya fuera en
campañas militares de tierra o de mar, o en universidades o en la Iglesia, sus pretensiones
16
cambiaban. José Garmendia Arruebarrena, en la introducción a su Diccionario Biográfico
Vasco, basado en un estudio e investigación de las relaciones de méritos y servicios de vascos
durante el siglo XVI, que se encuentran en varias secciones del Archivo General de Indias de
Sevilla, nos explica los motivos de los solicitantes, dependiendo de su oficio y servicios
prestados:
Muchos que se habían distinguido en acciones de guerra por tierra o mar pretendían ser gobernadores,
alcaldes mayores, o bien, almirantes, generales, pilotos mayores, etc., etc. Tales los casos de vascos
como…del azcoitiano Tomás de Larraspuru, famoso perseguidor de corsarios pretendiendo ser
gobernador de la Habana,…
(Garmendia 16)
Uno de los documentos que Ferrer adjunta en los apéndices no. 5 y 6, en su edición
Historia de la Monja Alférez es la relación de Tomás de Larraspuru, guipuzcoano que
acompañó a Catalina de Erauso en el Galeón San Josef en 1624. Comienza así:
Relación de algunos documentos relativos a solicitudes hechas al rey por el almirante Tomás de
Larraspuru, y de una carta suya escrita en alta mar en 11 de octubre de 1624, viniendo con la flota desde
Cartagena de Indias.
Pero volviendo a los demás oficios que pretendían una remuneración u otra
recompensa, Garmendia nos recuerda también a estudiantes y religiosos:
Otros muchos con títulos obtenidos en las diversas Universidades (Salamanca, Alcalá de Henares,
Bolonia, Oñate, etc., etc.) pretendían puestos en las Audiencias, plazas de abogados reales o
funcionarios en instituciones de carácter jurídico. Otros, en fin, alegaban méritos en servicio de la
Iglesia pretendiendo obispados, canonjía, prebendas y curatos.
(Garmendia 16)
Asimismo hay que destacar que existía una gran diversidad de formulaciones de estos
documentos dependiendo de la época y la circunstancia en la que se redactaba:
Según los tiempos y las circunstancias, la redacción y exposición de méritos es muy diversa. Al
principio son más breves y muy pocas veces impresas. Después aparecen impresas con un
encabezamiento y la primera letra en grabado. Otras son minuciosas contando años, meses y días de
servicio, y acompañando diferentes papeles, certificaciones, autos y testimonios autorizados.
(Garmendia 17)
La siguiente imagen de la relación del siglo XVIII de Josef Iturribalzaga, exponiendo
sus servicios a la Corona en Chile y Perú, nos ayuda a tener una impresión del contenido,
estilo y forma que este tipo de documento presentaba. Téngase en cuenta que se trata
solamente del comienzo, y que la longitud de una relación podía ser inmensa, dependiendo de
los requerimientos del órgano o institución donde hubiera que presentarla y de la recompensa
que el individuo solicitante anhelara obtener.
17
14
Rima de Vallbona adjunta en el apéndice no. 2 de su edición crítica una serie de
documentos que pertenecen a la relación de Catalina de Erauso, la Monja Alférez. La gran
cantidad de documentos que Erauso tuvo que presentar nos aclaran, en parte, la complejidad
del curso administrativo de las relaciones de méritos y servicios del siglo XVII.
Folger nos explica que el primer filtro dentro del proceso administrativo eran las
audiencias reales: «The first filter was the royal „audiencias‟, who only admitted petitions
which they considered to have a chance at success» (Folger 29). El último paso para que las
relaciones llegaran al Rey, sería el del Consejo de Indias, el cual tras su análisis de los
documentos presentados decidía si estos eran merecedores o no. Según Folger, para llegar
hasta esta institución, el individuo debía seguir un camino burocrático estricto. Su relación
debía estar completa antes de presentarla junto con su abogado a la audiencia. Esta debía
constar de un pedimento o petición, acompañada de un informe de sus méritos y de sus
antepasados, de una lista de testigos a los que el interesado deseaba llamar, y un llamado
„interrogatorio‟, que consistía en una serie de preguntas para los testigos. Estos testigos eran
interrogados por un notario, y en el caso de que estos no residieran en el mismo lugar de las
audiencias, por un „receptor‟. Sus testimonios eran tomados bajo juramento, escritos en
formato notarial o testimonial, sin ningún tipo de abreviatura, y firmados por los testigos, tras
una lectura previa obligatoria. A continuación, el relator o abogado presentaba la relación de
18
méritos y servicios completa a la audiencia. Y ésta añadía su opinión, sus pareceres,
solamente en el caso de que el presentante (solicitante) fuera benemérito, ya que la simple
solicitud de mercedes mediante una relación de méritos no era base suficiente para la
concesión de los mismos. El estatus de persona benemérita, solamente se conseguía si todos
los involucrados en la relación contribuían a ensalzar la imagen del solicitante (Folger 33).
Otra manera adicional de ser benemérito de las mercedes era escribiendo una
autobiografía, según Folger, esencial en cualquier relación de méritos:
There is no doubt that at the core of a relación de méritos y servicios… is a writing of the Self:
anticipating/repeating the authoritative version of his life inscribed in the Archive, an individual
provides purportedly true information about his person and lived experience; this image of the self is
repeated, written down, and authenticated by witnesses and bureaucrats.
(Folger 35)
Esto explicaría el hecho de que Catalina comenzara a escribir su autobiografía a bordo
del galeón San Josef, en 1624, durante su viaje de retorno a España. Folger explica como los
pasajeros que solicitaban una licencia para viajar a las Indias estaban obligados a presentar
una relación de su vida, una especie de curriculum vitae, y a demostrar su linaje: «The
individual applying for a license to go to the Indies had to present an account of his life and
prove his legitimate genealogy» (Folger 35). Por lo que se podría deducir que la redacción de
una autobiografía era una actividad común en la sociedad del Siglo de Oro.
Una vez comprobada la solicitud, ésta era trasladada al Consejo de Indias, el cual en
sus funciones de asesoramiento proponía al Rey el cumplimiento de las mercedes, y éste, por
fin, daba su visto bueno.
A pesar de que la descripción de este proceso pueda parecer la de uno breve, nada más
lejos de la realidad, ya que algunos individuos se mantenían ocupados durante años solamente
con la recopilación de documentos.
La Monja Alférez necesitó aproximadamente 3 años desde el momento de su entrega
de la relación (1626) hasta recibir las mercedes solicitadas (1628), pero me atrevería a decir
que su caso es excepcional, ya que debido a la sensación que este causó en la sociedad
española de aquella época, «escondiéndome quanto pude, huyendo del concurso que acudía a
verme vestida en hábito de hombre» (Vallbona 118), y habiéndose presentado ante el Rey:
«Víneme a Madrid: presentéme ante su Magestad suplicándole me premiase mis servicios,
que puse en sus mano (Vallbona 119)», el proceso burocrático no se dilató tanto como en
otros casos. Gracias a los documentos adjuntados por Ferrer y Vallbona en sus ediciones
19
podemos seguir el proceso de solicitud de la Monja Alférez en su afán de conseguir sus
mercedes: una pensión vitalicia y la continuidad de su atuendo varonil.
A continuación nombraré brevemente la autobiografía y los documentos que
corresponden al proceso de solicitud de mercedes, desde que Erauso presentó a la Secretaría
del Consejo y Cámara de Indias de las Negociaciones de Perú sus relaciones, hasta el
momento en que el Rey le concediera la cédula (y duplicado de la cédula), pasando por el
decreto del Consejo. Para esto me basaré en el apéndice 2 de la edición de Rima de Vallbona,
páginas 129 a 150:
1624
Autobiografía (posible copia del original) escrita por Catalina de Erauso en el galeón San
Josef. Manuscrito de Trigueros en la Real Academia de la Historia de Madrid.
Documentos testimoniales de los servicios prestados a la Corona, que acompañan al
pedimento, y que se firmaron en Madrid, ante notario, escribano y escribano real:
17-2-1624
Certificación de Francisco Pérez de Navarrete.
25-1-1625
Certificación de Juan Cortés de Monroy.
2-2-1625
Certificación de Luis Céspedes Xeria.
15-2-1625
Reconocimiento de la certificación de Francisco Pérez de Navarrete.
15-2-1625
Reconocimiento de la certificación de Luis Céspedes Xeria.
17-2-1625
Reconocimiento de la certificación de Juan Cortés de Monroy.
13-9-1625
Auto sobre estas certificaciones y reconocimientos firmado. por el Lcdo. Pantoja y el Escribano
de su Majestad Diego Ruiz de Tapia.
Documentos testimoniales sobre el atraco y encarcelamiento de Catalina de Erauso en el
Piamonte, que también acompañan al pedimento, y que se firmaron en Pamplona, ante su
Alcalde, escribano, y escribano real:
28-6-1625
Documento de Alcalde de Guardas de Pamplona, Nicolás de Plaçaola, pidiéndole a Erauso que
se dirija a un Escribano Real para poner por escrita su declaración sobre los hechos acontecidos
en el Piamonte.
1-7-1625
Testimonio de Pedro del Río (criado y acompañante en su viaje frustrado a Roma).
2-7-1625
Declaración del presbítero Juan Saner (compañero de casa de Erauso).
8-7-1625
Declaración de Antonio de Erauso (= Catalina de Erauso, la Monja Alférez), ante escribano del
Rey y el Alcalde de Guarda de Pamplona.
19-7-1625
Testimonio de Juan Pérez de Biquendi (peregrino navarro, testigo y víctima del atraco)
24-7-1625
Testimonio de Juan de Echeverría (peregrino vizcaíno, testigo y víctima del atraco y amigo del
anterior)
20
29-7-1625
Decreto, en el que se presenta la declaración y testimonios, y se ordena trasladarlo a manos de
Catalina de Erauso para que haga con estos documentos lo que crea oportuno. Erauso los
adjuntó al pedimento.
30-7-1625
Ratificación de este decreto en Madrid, por el Escribano Real, Baltasar Salgado.
Más documentos testimoniales de los servicios prestados a la Corona, que acompañan al
pedimento, y que se firmaron en Madrid, ante notario, escribano y escribano real:
5-9-1625
Certificación del Maestre de Campo, Juan Recio de León.
25-10-1625
Petición de Erauso: solicitud de reconocimiento de certificación de Juan Recio de León.
25-10-1625
Reconocimiento de la certificación del Maestre de Campo, Juan Recio de León.
31-10-1625
Declaración y autos signados, ante el Secretario Diego Ruiz de Tapia.
7-3-1626
Pedimento solicitado a la Secretaría del Consejo y Cámara de Indias de las Negociaciones del
Perú, el cual comienza de esta manera:
Señor:
El Alférez doña Catalina de Erauso ha dado una petición en el Consejo, en el que refiere ha diez
y nuebe años pasó a las provincias del Perú en ábito de barón, por particular
(Vallbona 131)
15
7-3-1626
Oficio de trasladado por el Consejo al Rey aconsejándole que le conceda la merced de la
pensión vitalicia pero recomendándole no ceda en la de proseguir con el hábito de hombre.
19-2-1626
Informe y decreto16 del Consejo, decidiendo la pensión vitalicia de quinientos pesos de a ocho
reales y solicitando al rey su decisión en cuanto al cambio de hábito:
21
Decreto-El consejo en 19 de Febrero de 1626. Cuenta quinientos pesos de a ocho reales en
pensión de encomienda, y remitir a Su majestad que en cuanto al mudar de hábito, mande lo que
fue servido [está rubricado].
(Vallbona 147)
27-6-1628
Documento de solicitud del pago de la pensión prometida en la cédula real a situar en las
provincias de Méjico o Guatemala, para así poderse embarcar en una flota que en poco tiempo
se dirige hacia allí17.
Entre paréntesis aparece: «El 27 de junio de 1628 el Consejo le dio licencia para ella sola».
(Vallbona 148)
15-7-1628
Documento en el que alguien, probablemente miembros del Consejo (debido a las ocho
rúbricas), solicita al Rey le haga la merced de mudarle la pensión a Méjico o Guatemala y se
nombra la fecha de la cédula de esta pensión: 23-4-1626.
Sin fecha
Documento del Alférez Catalina de Erauso dirigido al Rey para que le otorgue licencia con el
fin de poder pasar a la Nueva España.
18-4-1630
Petición del Consejo al Rey para que le sea otorgada un duplicado por pérdida de la cédula, que
el rey le otorgó el 26-6-1628 (no coincide con la fecha anterior). Entre paréntesis aparece:
Otorgada.
18-4-1630
Documento en el que el Consejo, traslada la solicitud de Erauso al Rey pidiendo una nueva
licencia para embarcar, con dos criados, con destino a Nueva España por no haber conseguido
embarcación. El Consejo le concede un criado.
11-7-1630
Solicitud de despacho de la solicitud del duplicado de la cédula que Erauso hizo ante el
Tesorero, Alguacil Mayor de la Casa de Contratación de Sevilla.
11-7-1630
Duplicado de la cédula de 12-7-1628, en la que El Rey solicita se le deje pasar a La Nueva
España al Alférez doña Catalina de Erauso, sin pedirle información alguna, y lo firma a
continuación.
Si la cuenta no falla, el proceso de solicitud de mercedes de Catalina de Erauso cuenta
con 30 documentos conocidos, y el tiempo requerido para conseguir la cédula (cantidad de su
pensión) y la licencia para poder embarcar rumbo al Nuevo Mundo es de cuatro años. Por lo
tanto esto prueba la afirmación de Folger sobre la complejidad del aparato burocrático español
en el Siglo de Oro, y la gran posibilidad de que el manuscrito de Trigueros fuera una copia de
la autobiografía de Catalina, la cual tuvo que entregar a la Secretaría del Consejo como parte
de su relación de méritos y servicios. No obstante deberíamos pensar que lo que actualmente
denominamos „autobiografía‟ en aquella época pudo llamarse de otra manera. En el siglo
XVIII Trigueros la llama, no en vano, “relación” en sus notas finales: De suerte que la
relación hasta aquí escrita, la deja en Nápoles en el mes de Julio de 1626. (Vallbona 126).
22
Capítulo II
El disfraz de Erauso
El comienzo de la autobiografía de Catalina de Erauso coincide con el principio de su
vida en solitario, una vida llena de aventuras, hazañas, anécdotas y vivencias propias de un
hombre de acción del Siglo de Oro. Tras introducir su origen y linaje, Catalina nos cuenta
cómo el 18 de marzo de 1600, a la edad de quince años, se escapó del convento dominico de
San Sebastián el Antiguo, donde había estado confinada desde los cuatro años. A partir de
entonces su vida se convertiría en un disfraz.
A la noche 18 de marzo de 1600(7), víspera de San Josef, levantándose el convento a media noche a
maitines, entré en el coro i hallé allí arrodillada a mi tía, la qual me llamó, i dándome la llave de sus
celda, me mandó traerle el brevario; yo fui por él, abrí, i tomélo, i vide allí en un clavo colgadas las
llaves del Convento: dexéme la celda abierta, i bolvíle a mi tía su llave i el breviario.
Estando ya todas las Monjas en el coro, i comenzados maitines con solemnidad, a la primera lección,
llegué a mi tía i le pedí licencia porque estaba mala (8). Mi tía, tocándome con la mano la cabeza, me
dixo:
-Anda, acuéstate.
Salí del coro, tomé una luz, fui a la celda de mi tía, tomé allí unas tixeras i hilo, i una aguja; tomé unos
reales de a ocho que allí estaban, tomé las llaves del convento i salí, i fui abriendo puertas i
emparexándo[las](9), i en la última que fue de la calle, dexé mi escapulario, i salí a la calle, sin haverla
visto, ni saber por dónde echar, ni adónde me ir. Tiré no sé por dónde, i fui a dar en un castañar que está
fuera i cerca, a las espaldas del Convento, i acogíme allí; estuve tres días, trazando i acomodándome i
cortando de vestir: corté i híceme de una basquiña (10) de pano azul con que me hallaba, unos calzones
de un faldellín verde de perpetuan (11), que traía debaxo, una ropilla i polainas; el hábito me lo dexé por
allí por no ver qué hacer de él. Cortéme el cabello [207] i echélo por allí, i partí la tercera noche, i eché
no sé por dónde, i fui colando (12) caminos i pasando lugares por me alexar.
(Vallbona 34-36)
La huida repentina o premeditada de Catalina del convento es algo que no sorprende a
un lector contemporáneo acostumbrado a gozar de libertad. Sin embargo, la decisión de la
novicia donostiarra de comenzar una nueva vida lejos de su patria, sin dejar huella alguna y
disfrazada de hombre, sí podría ser causa de sorpresa y curiosidad. ¿Por qué la Monja Alférez
decidió cambiar de identidad? ¿Cuáles fueron los motivos de su huida? ¿En qué o quién se
inspiró para decidir usar un disfraz varonil? ¿Por qué no quiso comunicárselo a ningún
miembro de su familia? ¿Por qué aguantó durante 20 años sin revelar su verdadera fisiología?
23
Es obvio que nunca podremos saber con certeza el porqué de sus acciones. Lo único
que sí podemos hacer es buscar las posibles respuestas a estas preguntas dentro del contexto
social y cultural que le tocó vivir a Catalina, en el Siglo de Oro español.
Sabemos que Catalina pertenecía a una familia noble numerosa de la villa de San
Sebastián. Según José Ignacio Tellechea Idígoras, los padres de Catalina, el capitán Miguel de
Erauso y María Pérez de Galarraga i Arce, «habían heredado un estimado patrimonio» (55), y
además pertenecían a la nobleza de la villa de San Sebastián. Catalina tuvo tres hermanos y
tres hermanas. Los hermanos se dedicaron, al igual que el padre, a la carrera militar y
sirvieron a la Corona de España, en Europa o en el Nuevo Mundo. Las hermanas, a excepción
de una que contrajo matrimonio, fueron ingresadas en el mismo convento que Catalina, donde
permanecieron toda su vida hasta la fecha de su fallecimiento. La familia Erauso-Pérez de
Galarraga parecía con todo ello cumplir con las normas exigidas por la Iglesia y por su estatus
social de aquella época.
Nerea Aresti Esteban, autora, y profesora del Departamento de Historia
Contemporánea de la Universidad del País Vasco, comenta en su artículo «The gendered
identities of the „Lieutenant Nun‟: rethinking the story of a female warrior in Early modern
Spain» (1992), que en el siglo XVI y XVII, durante la Contrarreforma (1560-1648), surgió
una «intolerant attitude towards any gender deviations, increased control over women and
encouraged their sequestration, symbolized by the convent» (406). Esto nos explica, entre
otras cosas, que durante la infancia, juventud y madurez de Catalina, el control sobre la mujer
fue incrementado, recluyéndola en el hogar o en conventos, y hace comprender, en cierto
modo, la conducta de sus padres con respecto al ingreso de tres de sus hijas en el convento
dominico de la villa de San Sebastián.
La convicción de que la mujer era inferior al hombre se radicalizó durante el período
post-tridentino (1583-1725) y éste fue uno de los motivos de la existencia de los malos tratos,
especialmente en los círculos de la nobleza baja y de hidalgos con capital económico alto. La
cuestión de honor era un tema relevante en esta época y la mujer se convirtió en el
representante y portador del mismo. Esto conllevó al aislamiento de la misma, ya fuera de
estado civil soltera o casada: «se aislaba en su domicilios a las doncellas para evitar que
hubiese alguna duda sobre su honestidad (y virginidad) en el momento de entregarla a su
esposo (14), se hacía lo mismo con casadas para tener la certeza de la legitimidad de los hijos
24
(15), se ingresaba en conventos a las hijas para contar con más dinero con el que dotar a sus
hermanas, etc.» (Pedro L. Lorenzo 121-22).
No obstante, esta reclusión no era aplicable a todas las mujeres de la sociedad española
del siglo XVII. Las mujeres de la alta nobleza no precisaban mantener su reputación para no
dañar su estatus, y la mujeres del pueblo llano no podían permitirse el lujo de permanecer en
sus hogares, debido a la necesidad económica. Por lo tanto, el «aislamiento en el domicilio
familiar, los matrimonios de conveniencia, las hijas ingresadas como monjas siendo aún
niñas, etc.» (Lorenzo 122), fue sufrido por la mujer perteneciente a las clases medias urbanas.
Y como bien dice Lorenzo «las mujeres hidalgas fueron, sin duda, las más castigadas por
todas las prácticas antifemeninas existentes en la época» (136).
Es imposible negar que a Catalina le tocó vivir una época dura. Cómo hidalga que era,
y siendo hija de nobles de clase media urbana su destino clerical probablemente estuvo
decidido nada más fue engendrada. Como ya hemos comentado el patrón de comportamiento
de los padres de Catalina se rigió conforme a las normas correspondientes a su estatus social y
religioso, ingresando a temprana edad a prácticamente todas sus hijas en un convento. Sólo
una se libró de este destino, casándose, y por lo tanto recibiendo la dote correspondiente,
reservada para ella.
Sin embargo, en el caso de Catalina, la reclusión de la que nos hablaba Lorenzo,
solamente estuvo asegurada, hasta que el carácter rebelde, inquieto e intrépido de la
muchacha, demostrado en numerosas ocasiones durante su agitada vida, la hiciera aventurarse
en su búsqueda de libertad. A pesar de su enclaustramiento en San Sebastián el Antiguo,
durante su infancia y parte de su juventud, la Monja Alférez fue una gran conocedora de la
sociedad de su época. Ella era consciente de que la única forma de sobrevivir fuera de los
muros del convento sería el matrimonio, la prostitución, la criminalidad o el disfraz -únicas
opciones existentes para una doncella de la España barroca- y astutamente se decidió por el
disfraz varonil. Catalina «Demostró que la estructura social de su época tenía una abertura por
la cual ella se pudo filtrar con el objetivo de construirse genéricamente» (Luzmila Camacho
585), y haciendo un trueque práctico de su aspecto femenino por uno nuevo masculino,
confeccionándose en las cercanías del claustro un atuendo varonil, se fugó del convento.
Como Camacho comenta: «La ropa de hombre se debe considerar, en estos casos, como el
trampolín para obtener una osada independencia y autorrealización personal» (587), que sin
duda Catalina consiguió.
25
Pero para su perfecta construcción de disfraz varonil no bastaba con cambiar el hábito
de monja por el de varón, de ahí que la donostiarra también cambiara su nombre femenino por
uno masculino, convirtiéndose de esta forma en lo que actualmente se denomina ´travesti‟.
Tras su fuga, en los primeros años de su vida extramural, en los que trabajó como paje para
amos como Juan de Idiáquez, en Valladolid, o Carlos de Arellana, en Estella, se hizo llamar
Francisco de Loyola. Posteriormente, en 1603, justo antes de embarcar como grumete en
Sanlúcar, a bordo del galeón del capitán Esteban Eguiño, prefirió otro -quizá más ilustre- y
cambió éste por el de Alonso Díaz de Guzmán, bajo el que pasaría todas sus hazañas y
aventuras en el Nuevo Mundo.
Existen dos retratos de la época, en que Catalina se encontraba en Europa, y por lo
tanto, ya era conocida como la Monja Alférez. En aquel entonces „recuperó‟ su apellido y se
hizo llamar Antonio de Erauso. Uno de los retratos fue pintado en 1626, en Italia, por
Francisco Crescencio, y el otro aproximadamente en el mismo año por Juan van der Hamen y
León, aunque este último haya sido atribuido hasta hace poco a Francisco Pacheco 18. Gracias
a estos retratos podemos conocer el aspecto físico de la Monja Alférez, y gracias a otros dos
retratos literarios del italiano Pedro della Valle y de Fray Nicolás (o Nicomedes) de Rentería,
nos es posible imaginarla a través de los ojos de personajes que la describieron desde un
punto de vista barroco y lejano a nuestra perspectiva actual.
Retrato pintado en 1626, en Italia, por Francisco Crescencio.
26
Rima de Vallbona adjunta en su edición crítica un documento, que es copia de Juan
Bautista Muñoz, cotejada el 24 de mayo de 1784 (127), en el que Pedro della Valle escribe
una carta a su amigo Mario Schipano. A continuación se presentan varios pasajes del mismo:
[f. 237] Pedro del Valle el peregrino, en su tomo 3° de su viage escrito por él mismo en letras
familiares, en lengua italiana a su amigo Mario Schipano, impreso en Bolonia 1677, en la letra ó
carta 16 de Roma a 11 de julio de 1626, pág. 602, N° 2, dice lo siguiente:
A los 5 de junio de 1626 vino a mi casa la primera vez el Alférez Catarina de Araujo, Vizcaína venida
de España, llegada a Roma el día antes.
Era ésta una doncella de edad ahora como de 35 a 40 años...
Ella es de estatura grande i abultada para muger, bien que por ella no parezca no ser hombre. No tiene
pechos: que desde mui muchacha me dixo haver hecho no sé qué remedio para secarlos i quedar llanos,
como le quedaron: el qual fue un emplasto que le dio un Ytaliano, que quando se lo puso le causó gran
dolor pero después, sin hacerle otro mal, ni mal tratamiento, surtió el efecto.
De rostro no es fea, pero no hermosa, i se le reconoce estar algún tanto maltratada, pero no de mucha
edad. Los cabellos son negros i cortos como de hombre, con un poco de melena como hoi se [f. 238]
usa. En efecto parece más capón, que muger. Viste de hombre a la Española: trahe la espada bien
ceñida, que de cortesano i de vida amorosa. Sólo en las manos se le puede conocer que es muger,
porque las tiene abultadas i carnosas, i robustas i fuertes, bien que las mueve algo como muger.
Retrato pintado circa. 1626 por Juan van der Hamen y León.
El siguiente retrato literario pertenece a la relación verbal, hecha en 1693, en el
convento de los capuchinos de Sevilla, por el padre fray Nicomedes de Rentería, el cual
conoció a la Monja Alférez en 1645 en Veracruz, Méjico, ejerciendo la profesión de arriero:
27
«Que en el año de 1645, siendo seglar, fue en los galeones del general D. Pedro de Ursúa: i que en la
Vera-Cruz vido i habló diferentes vezes a la Monja Alférez Da Catarina de Araujo (que entonces allí se
llamava D. Antonio de Araujo) i que tenía una requa de mulas en que conducía con unos Negros, ropa a
diferentes partes: i que en ella, i con ellos le transportó a México la ropa que llevaba: i que era sugeto
allí tenido por de mucho corazón i destreza: i que andava en hábito de hombre, i que traía espada i daga
con guarniciones de plata: i le parece que sería entonces como de cinquenta años, i que era de buen
cuerpo, no pocas carnes, color trigueño, con algunos pocos pelillos por bigote».
(Vallbona 126)
Estos cuatro retratos, dos óleos y dos literarios, nos acercan al disfraz de la Monja
Alférez, aunque ya fuera en una edad más avanzada a su huida y en una época en la que ante
peligro de muerte, ya había confesado su condición fisiológica de fémina. No obstante, no
queda duda de que aunque sus ´manos carnosas´, como nos comenta Pedro della Valle, y sus
´pocos pelillos por bigote´, como lo hace fray Nicomedes de Rentería, fueran rasgos típicos de
mujer, estos dos detalles no fueron suficientes para descubrir a Catalina en los veinte años que
pasaron desde su partida del convento en 1600, hasta su confesión ante el obispo de
Guamanga en 1620.
El hecho de que Miguel de Erauso, hermano y capitán de Catalina, al que sirvió
durante tres años no la reconociera, es comprensible, ya que cuando Miguel partió para las
Indias, su hermana solo tenía dos años. Sin embargo sorprende que sus padres a pesar de su
aspecto cambiado no se percataran de su presencia en dos ocasiones. Estando Catalina en
1600 en Valladolid, sirviendo como paje a Juan de Idiáquez, secretario del Rey, apareció su
padre buscándola:
«estando una noche a la puerta con otro page compañero, [¡]llegó mi padre i preguntónos si estaba en
casa el señor D. Juan! Respondió mi compañero que sí. Dixo mi padre que le avisase que estaba allí.
Subió el page, quedándome yo allí con mi padre sin hablarnos pa-[207v]labra, ni él conocerme.»
(Vallbona 37)
Dos años más tarde, en 1602, tras haber vivido en Estella, Navarra, y quizá por
motivos de nostalgia o una posible despedida de su pasado, antes de partir para las Américas
vuelve a su convento, dónde ve a su madre:
«Pasado ese tiempo, sin más causa que mi gusto, dexé aquella comodidad, i me pasé a San Sebastián,
mi patria, diez leguas distante de allí, i allí me estuve sin ser de nadie conocida, bien vestida i galana
(24), i un día oí misa en mi Convento, la qual oyó también mi madre (25), i vide que me mirava, i no me
conoció, i acabada la misa, unas Monjas me llamaron al coro, i yo, no dándome por entendida (26), les
hice muchas cortesías i me fui (27).»
(Vallbona 38-39)
Catalina fue consciente de que el éxito de su disfraz físico tenía que ir acompañado por
una gran prudencia, evitando situaciones en las que su nueva identidad corriera peligro y su
28
verdadera persona fuera descubierta. Sin embargo, parece ser que durante este pasaje se le
olvidó la prudencia, arriesgándose a que la reconocieran. Cuáles fueron los motivos de esta
osadía, es algo que nadie más que ella puede saber. Por lo tanto, no nos cabe más que pensar
que fue una despedida de su madre, y una prueba relevante de que su disfraz le serviría en su
nuevo destino.
Pero Catalina no fue la única mujer que hizo uso del disfraz varonil. Existen
suficientes casos en la historia de España y de Europa, previos, paralelos y posteriores a su
caso. Al parecer la mujer varonil existía desde al menos la Edad Media y siguió existiendo en
la Edad Moderna, tanto en la realidad como en la literatura.
Entre los antecedentes más próximos cronológicamente a Catalina se encuentran
mujeres tan famosas como Juana de Arco, la Doncella de Orléans, conocida heroína, militar
y santa francesa del siglo XV. Juana convenció al rey Carlos VII de que expulsara a los
ingleses, y a pesar de que no todos los nobles militares varones, y otros, estaban conformes
con su presencia en el campo de batalla, el rey le dio autoridad sobre su ejército en el Sitio de
Orleáns. Más tarde lucharía en otros enfrentamientos. Juana de Arco usó la armadura en el
campo de batalla, lo cual le pudo otorgar un aspecto varonil, y a diferencia de Catalina de
Erauso, no ocultó su condición de mujer. Esto fue uno de los motivos por los que perdió la
vida. Juana fue condenada por herejía y quemada viva por el duque Juan de Bedford.
Curiosamente su fama y su caso se hicieron famosos después de su muerte y Juana fue
venerada en el siglo XVI, por nada más y nada menos, que la Liga Católica. La vida y
hazañas de Juana pudieron ser perfectamente un modelo precedente para Catalina, cuya
lectura posiblemente avivara el espíritu aventurero de la Monja Alférez en las largas horas de
enclaustramiento en su celda.
Otros ejemplos nacionales pudieron ser la española María Pérez, que como Víctor
Rocha nos explica en El poder del cuerpo y su gestos; travestismo e identidad de género en
América Colonial: El caso de Catalina de Erauso (4), en el siglo XII «combatió vestida de
hombre contra los musulmanes, recibiendo por su heroica acción en defensa de la fe y del
reino de Castilla, el apodo de la Varona». Cuatro siglos más tarde a finales del siglo XVI,
Feliciana Enríquez de Guzmán también hizo uso del disfraz varonil pero por otros motivos
bien distintos a los de servir a la patria en el campo de batalla. La noble sevillana decidió usar
el atuendo masculino para perseguir a Salamanca a un galán, del que se había enamorado. Allí
estudió durante tres años, algo inédito para una mujer de aquella época, y llegó a ganar
29
premios literarios. Una vez hubo vuelto a su ciudad natal, Sevilla, se dedicó a la literatura,
cosechando gran éxito en la poesía y escribiendo, entre otras, una obra, basada en su vida.
Según nos cuenta Melveena McKendrick, en Woman and Society in the Spanish Drama of the
Golden Age: A study of the mujer varonil (19) «-one [obra de Feliciana] based on her own
life- with she tried to win support for the classical dramatic percept». El uso del disfraz le
permitió a Feliciana el acceso a una educación, con el que las mujeres de aquella época no
osaban soñar. Quizá Catalina escuchó su historia o llegó a leer su obra. Aunque esta
posibilidad sea mínima no se puede descartar el hecho de que, al ser la sevillana doce años
mayor que la donostiarra, esta última tuviera la oportunidad de oír hablar de ella.
Siguiendo el marco literario deberíamos hacer un alto en los libros de caballería, que
«con sus doncellas andantes, debieron de contribuir muchísimo a la formación de las mujeres
vestidas de hombre» (Bravo-Villasante 14). El conocido tema de la virgo bellatrix nos lleva,
al menos al siglo XII, donde dos variantes se introducen. Por una parte encontramos a la
doncella guerrera, que por necesidad se dedica a las armas, y por otra a la amazona, cuyo
mito, aunque ya conocido de antes de este siglo, se incorpora plenamente en la literatura
francesa durante el mismo.
En el Libro de Silence, de Heldris Cornualles (apróx. 1270), el eje central del relato es
la doncella guerrera. Silence, la protagonista, es «una mujer que desde su nacimiento tiene
que ocultar su condición femenina para poder heredar los bienes de sus padres y ejercer así el
derecho que el rey Ebain había negado a las mujeres. Su destreza con las armas y su belleza
cautiva a todos los caballeros y despierta equívocos amores en las damas, que la toman como
un hermoso y valiente caballero» (Marín Pina 83). Silence consigue a través del disfraz
varonil ocultar su verdadera condición.
Por otra parte las legendarias amazonas, aunque de espíritu guerrero-varonil no iban
disfrazadas, ni intentaban esconder sus atributos femeninos. Sí es verdad que tenían una cierta
aversión al hombre, como es sabido, y solamente les visitaban para engendrar descendencia,
no obstante existen autores que intentaron humanizar o transformar este mito, escribiendo
cómo algunas de ellas se enamoraban de los hombres. Otro dato curioso referente a estas
mujeres tan especiales, es su costumbre de cauterizarse el seno derecho para manejar con
mayor facilidad el arco. Este dato es tan sorprendente como el hecho de que Catalina de
Erauso, queriendo deshacerse de un rasgo fisiológico tan femenino como los pechos, se
pusiera un emplaste a temprana edad, lo que según relato escrito de Pedro de la Valle,
30
consiguió. Por lo tanto, es posible pensar de nuevo que Catalina dedicó sus horas libres en el
claustro a leer, y que cómo es lógico se nutrió de estos libros de caballería, las fuentes
narrativas de moda en el siglo XVI y XVII.
En cuanto al disfraz varonil y al travestismo en los siglos XVI y XVII, son de destacar
los casos que se dieron en los Países Bajos durante esta época. Al igual que la Corona de
España estaba presente en las Indias del Oeste, los Países Bajos lo estaban en las del Este.
Como se sabe la Compañía holandesa de las Indias Orientales (Verenigde Oostindische
Compagnie o VOC, en holandés) se estableció en 1602. Gracias a los Estados Generales de
los Países Bajos, esta compañía multinacional consiguió un monopolio de 21 años para
realizar distintas actividades coloniales en Asia. Esto significó que multitud de varones, en
busca de trabajo y en algunos casos de fortuna, se enrolaran en los barcos que partían para las
Indias. No obstante, las mujeres holandesas no quisieron quedarse atrás en esta aventura
asiática y muchas de ellas decidieron por propia iniciativa, o instigadas por otra persona,
enrolarse como soldados o marineras, disfrazadas de hombres.
Rudolf Dekker y Lotte van de Pol, nos describen en su libro Daar was laatst een
meisje loos: Nederlandse vrouwen als matrozen en soldaten: een historisch onderzoek (1981)
el típico ritual de cambio de aspecto de las mujeres holandesas (35):
De vlechten afgeknipt, broek en wambuis aangeschoten, met een nieuwe naam en vaak in een andere
plaats zo begonnen de vrouwen hun nieuwe leven.
Las trenzas cortadas, pantalón y jubón vestidos con rapidez, con un nombre nuevo y a menudo en otro
lugar, así comenzaban las mujeres su nueva vida.19
La mayoría de las mujeres que tomaba la iniciativa era de origen modesto y soñaba
con una vida mejor en las Indias o con un estatus superior al que poseía en Holanda. Sin
embargo, como ya hemos comentado, no siempre eran ellas las que tomaban la iniciativa, sino
que en ocasiones eran instigadas por reclutadores de flota y armada:
Verschillende keren tenminste verklaarden vrouwen dat ze op instigatie van anderen tot hun besluit
waren gekomen. Vooral ronselaars voor vloot en leger zouden vrouwen meer dan eens op het idee
hebben gebracht en hen met de uitvoering hebben geholpen.
(Dekker y van de Pol 28)
Al menos en varias ocasiones las mujeres declararon haber tomado su decisión por instigación de otros.
Sobre todo los reclutadores de flota y armada debieron haberles sugerido algún plan y ayudado con la
ejecución del mismo.20
31
Muchas de estas mujeres, que durante 2 a 5 meses habían sido soldados o marineras,
eran llevadas a tierra tras ser descubiertas. A pesar de esto, muchas persistían en su intento y
volvían a emprender su aventura: «Het is wel duidelijk dat men het, na ontdekking als vrouw,
vaak nog eens probeerde» (Dekker y van de Pol 46). Algunas como Maria van Spanjen
llegaron a dedicarse a los oficios de soldado o marinera hasta en cinco ocasiones.
Otras, que decidían permanecer en su patria, llegaban a casarse con otra mujer, sin que
esta última pudiera imaginarse lo que estaba ocurriendo, lo cual acarreaba grandes problemas
durante la convivencia matrimonial. Sin embargo, también existen casos excepcionales como
el de Cornelia Gerritse, cuya mujer antes de contraer matrimonio ya estaba al tanto de su
verdadero sexo, y esto por lo tanto, esto le facilitó vivir como travesti durante dos años y
medio (Dekker y van de Pol 47).
Por otra parte las soldados o marineras, que se enrolaban en los barcos de la VOC, y
que no tenían inclinaciones lesbianas, utilizaban por lo general el disfraz varonil con el fin de
llegar a las Indias Orientales y allí reunirse con su amado o familiar, o simplemente con el fin
de llevar una vida mejor. Una vez desembarcaban, volvían a vestirse de nuevo con ropas de
mujer. Por lo tanto, apreciamos dentro del disfraz varonil diversos motivos.
El hambre fue otro de los motivos del cambio de indumentaria femenina por la
masculina. En los Países Bajos del Siglo de Oro, las holandesas de clase económica baja se
travestían temporalmente por no llegar al estado de hambruna o al de la prostitución.
El más honorable de todos los motivos fue el de servir a la patria, motivo que
Catalina expresó en su pedimento al rey Felipe IV. Sin embargo Dekker y van de Pol
cuestionan este motivo dentro del marco holandés, y piensan que aunque el patriotismo pudo
ser uno de los motivos, no podía ser el único. Algunas mujeres holandesas recalcaban su amor
a la patria como motivo de travestismo para conmover a los jueces, y así pedir clemencia (63).
Durante esta aventura travestí algunas mujeres conseguían sus fines, otras eran
descubiertas por distintas razones, siendo delatadas por alguien que pertenecía al complot; o
reconocidas por algún conocido o familiar; o bien espiadas por algún compañero, que
sospechara; o bien eran descubiertas mientras realizaban sus necesidades más íntimas. Este
último fue el caso de la soldado, llamada ´Claus Bernsen´, de la cual otro soldado de la VOC,
Johann von der Behr, cuenta lo siguiente en su diario:
32
Ze had met een stel maats zoveel brandewijn gedronken, dat ze onvoorzichtig werd en ging plassen
terwijl een bootsgezel pal bij haar stond.
(Dekker y van de Pol 52-53)
Había bebido con unos marineros tanto aguardiente, que se descuidó y se puso a orinar justo al lado de
un compañero de barco.21
En este sentido, cualquier descuido podía ser motivo de la catástrofe que acabara con
su disfraz, y a la vez, con sus propósitos. Pero también las hubo que no cometieron estos
errores, y no fueron descubiertas hasta después de su muerte. Dekker y van de Pol, basándose
en la literatura extranjera -desde un punto de vista holandés- afirman que en la Europa del
siglo XVI al XVIII no hubo ninguna guerra en la que entre los caídos no se encontraran
mujeres soldados (57).
Para el lector desconocedor de la situación social de la mujer durante la Edad Media y
la Edad Moderna es casi imposible imaginarse a lo que estas mujeres se exponían con el
travestismo. Por lo general si eran descubiertas al poco tiempo de comenzar sus andanzas
masculinas, la reacción era negativa.
En España la postura del Estado y de la Iglesia al respecto era relativamente clara. El Estado tenía el
travestismo terminantemente prohibido, ya en las Partidas preparadas por Gregorio López para la
edición de Salamanca de 1555, se establece que la ley se debe aplicar de igual manera a mujeres y a
hombres (Louis Crompton), y en el Deuteronomio 22: 5 se lee: `La mujer no llevará vestido de hombre,
ni el hombre vestido de mujer, porque el que hace tal cosa merece la reprobación de Yavé´.
(Camacho 587)
Sin embargo, en la práctica, el travestismo no era siempre castigado. Cómo dicen
Dekker y van de Pol en su libro sobre las mujeres holandesas, si una mujer conseguía estar
disfrazada de hombre durante una larga temporada sin ser descubierta, las reacciones solían
ser positivas, llegando a ser admirada y premiada: «Wanneer een vrouw een tijdlang
succesvol was geweest in haar mannenrol, was het oordeel juist positief: men bewonderde en
beloonde haar» (88). En el caso de la mujer holandesa soldado o marinero ésta solía ser
condecorada con una medalla o premiada con una cantidad de dinero o incluso con un sueldo
de un año. Según Dekker y van de Pol, esto ocurrió en distintos países europeos, ya que tal
deferencia con mujeres que habían conseguido hacer carrera (militar) y se encontraban en el
foco de interés público, les proporcionaba buena fama a los monarcas. Al parecer, dirigentes
como Luis XIV y Napoleón, en Francia, y la reina Ana y el rey Jorge IV en Inglaterra,
otorgaron algún tipo de compensación a estas mujeres: «In Frankrijk hebben Lodewijk XIV
en Napoleon, in Engeland koningin Anne en koning George IV aan verschillende van
dergelijke vrouwen gunsten verleend» (103).
33
Catalina de Erauso, la Monja Alférez, fue obviamente la más afortunada de todas las
mujeres disfrazadas de hombre en el siglo XVII, en Europa, ya que consiguió la
compensación soberana más generosa de todas ellas, según Dekker y van de Pol (103).
Sin embargo, no es lógico tras nuestra lectura sobre la situación social de la mujer en
la época barroca, que la Monja Alférez fuera galardonada de tal forma. ¿Cómo es posible
entonces explicar la supresión de un castigo y la recompensa recibida en este caso?
A mi entender, y como ya he comentado anteriormente en este capítulo, Catalina de
Erauso, conocía la sociedad, tanto eclesiástica como civil, de su época a la perfección. Fueron
estos conocimientos los que la ayudaron a narrar su persona en su autobiografía y relación, de
tal forma, que lo que pudo haber acabado con ella, terminó por favorecerla y ayudarla en la
última etapa de su vida. Catalina hizo gala de su linaje, nombrando su origen noble villano;
utilizó su condición de vizcaína; hizo hincapié en su vida conventual; y no dudó en demostrar
su honra de doncella, haciéndose examinar su virginidad por dos comadronas:
A la tarde, como a las quatro, entraron dos Matronas i me miraron i satisficieron i declararon después
ante el Obispo con juramento, haverme visto i reconocido quanto fue menester para certificarse i
haverme hallado virgen intacta, como el día en que nací.
(Vallbona 112)
Esta combinación de valores modélicos del siglo XVII salvaron a la Monja Alférez de
cualquier posible represalia y le proporcionaron las mercedes que tanto ansiaba: una pensión
vitalicia, del Rey, y la prosecución de su atuendo varonil, del Papa.
Tras este éxito cabe preguntarse si Catalina fue consciente de la suerte que había
corrido, ya que al parecer nuestra protagonista aún no quedó satisfecha. Según Ruth
González-Vergara en su artículo «Las conquistadoras españolas en Chile», Catalina -que en
aquel entonces se hacía llamar Antonio de Erauso- permaneció cinco años en Nápoles,
solicitando en vano el mando de una compañía como capitán, e intentó ingresar, sin éxito, en
la Orden de Malta (78).
El disfraz de la Monja Alférez ya no era completo, su condición de mujer ya estaba
revelada, y la sociedad del Siglo de Oro seguía siendo intransigente con la mujer noble. El
acceso a una futura carrera militar como capitán le había sido vetado, simplemente por ser
mujer.
34
En 1630, probablemente algo desengañada, partió con su disfraz para Nueva España,
dónde se dedicó al oficio de arriero hasta el final de sus días, y como fray Nicomedes dijo «i
que era sugeto allí tenido por de mucho corazón i destreza» (Vallbona 126).
Capítulo III
La Monja Alférez, comedia de Juan Pérez de Montalbán.
Cuarta teoría
Al comienzo del primer capítulo se nombraban las distintas teorías sobre el autor
verdadero de la narración de la vida de la Monja Alférez, con el fin de que el lector durante la
lectura de este trabajo forjara su propia opinión sobre el origen del texto. La cuarta teoría
nombrada, presentaba la casi vana posibilidad de que la autobiografía, memorias o relación de
Catalina Erauso, se hubiera basado en la comedia de Juan Pérez de Montalbán La Monja
Alférez. El hispanista James Fitzmaurice-Kelly, quien en 1908 publicaría la primera edición
anotada de La Monja Alférez, de Montalbán, fue, junto con Serrano y Sanz, uno de los
defensores de la misma.
35
El escocés sugiere brevemente en su introducción que la comedia de Montalbán
pudiera ser anterior a Vida i sucesos de la Monja Alférez, ya que, según él, el episodio del
nuevo Cid que aparece en el manuscrito, se podría haber extraído de la obra de teatro.
My own conjecture would be […] that the work was mainly pieced together by some deft hand from the
genuine Relaciones for which Catalina was responsible, and that the episode of the New Cid was
elaborated from Pérez de Montalbán„s play, la Monja Alférez; but this is purely personal impression,
and nothing more.
(Fitzmaurice-Kelly 33)
Si bien, ambos, el retorno de Catalina de Erauso a España y la puesta de escena de la
obra de teatro son de comienzos de los años veinte del siglo XVII, la fecha del relato que
aparece en el manuscrito de Trigueros (1624), demuestra que pasaron dos años antes de que
Montalbán llegara a escribir su comedia en 1626, y por lo tanto, que la escena del Cid del
dramaturgo madrileño no pudo ser base de inspiración para Vida i sucesos de la Monja
Alférez.
Argumento
Justo en la época en que Catalina de Erauso se encontraba en España e Italia,
reclamando sus mercedes al Rey, y solicitando seguir con su disfraz varonil al Papa, la
comedia de Pérez Montalbán se estrenaba en Madrid, en concreto en 1626, al menos esto se
deduce de las palabras finales de Montalbán, puestas en boca del vizconde de Zolina:
VIZCONDE.
Con aquesto, y pidiendo
perdón, tenga fin aquí
este caso verdadero,
donde llega la comedia
han llegado los sucesos;
que hoy está el Alférez Monja
en Roma, y si casos nuevos
dieren materia a la pluma,
segunda parte os prometo.
FIN.
(Camacho 172)
En la jornada I, la Monja Alférez, bajo el nombre de Guzmán, se despide en Lima de
su amada Doña Ana, explicándole que su nuevo destino, el puerto de El Callao, no dista en
mucho de la capital y este hecho hará posible sus futuras visitas a la dama. Guzmán también
36
se despide de su apreciado amigo Don Diego, con el que, a modo de regalo de despedida,
intercambia algunas prendas.
Por otra parte durante este acto Miguel de Erauso, hermano de Guzmán, destinado al
Callao, recibe una carta de su padre, donde le pone al día de las andanzas de su hermana
desde su huida del convento dominico hasta sus aventuras por las Indias, advirtiéndole del uso
de un disfraz varonil, y adjuntándole un retrato para un mejor reconocimiento de su hermana.
Casualmente tras la llegada de esta carta los hermanos se encuentran por primera vez en una
partida de cartas, que al igual que en Vida i sucesos terminará con una pelea, en la que
Guzmán acaba protegiendo a su hermano, de cuyo nombre se había enterado durante la timba.
A partir de este momento, Miguel, sorprendido ante esta reacción, comienza a sospechar de la
identidad de Guzmán.
Mientras tanto, Guzmán, cumpliendo su promesa de visita a Doña Ana, se dirige a su
casa, donde ante su sorpresa, ve entrar a dos caballeros conocidos, Don Diego y Don Juan,
por lo que decide alejarse sin intuir que algo incorrecto y no deseado pudiera acontecerle a su
amada. Doña Ana, pensando que es Guzmán el que va a visitarla, deja entrar a Don Diego y
mantiene relaciones sexuales con él.
A continuación, Miguel, intrigado por la sospecha de que Guzmán pueda ser Catalina,
invita a su hermana a acompañarle a la playa donde supuestamente éste se batirá en duelo con
un caballero, para así utilizar la oportunidad y exigirle que revele su verdadera identidad.
Guzmán no cede a sus ruegos y decide batirse con su hermano, le hiere de muerte, al menos
eso piensa, y huye del Callao, desapareciendo durante tres años.
En la jornada II Guzmán regresa y se reencuentra con Doña Ana, la cual le pone al
día del incidente acaecido en su alcoba. Tras enseñarle los guantes que el impostor olvidó en
su alcoba, Guzmán enseguida los reconoce como los que le regaló a Don Diego en su
despedida, y ante esta prueba tan obvia obliga a su antiguo amigo a contraer matrimonio con
Doña Ana con el fin de restablecer el honor de la dama. Don Diego, sabiendo que ella no le
ama, y por temor a ser traicionado durante su matrimonio, duda en hacerse cargo de la
situación. Es entonces cuando Guzmán, a sabiendas del peligro que esto supone, y para
calmar los posibles celos de Don Diego, le revela su gran secreto, que es mujer.
Por otro lado, Guzmán, haciendo honor a su fama de justiciero, mata al nuevo Cid y es
arrestado. Don Diego, en su miedo a que Guzmán sea ejecutado y en un supuesto afán de
37
evitarlo, decide revelar la identidad de la protagonista, informándole al Vizconde de la Zolina
que ha arrestado a una mujer, y no a un hombre. Tras la comprobación de esta increíble
noticia, la ejecución es suspendida con la condición de que Guzmán se vista de nuevo con
hábito de mujer.
En suma, en la tercera y última jornada de la pieza teatral, Guzmán es obligado a
reconocer que es mujer, a pesar de que en primera instancia no desee hacerlo. Su amor por
Doña Ana le hace ceder, y por fin, a pesar de la humillación que esto le causa, confiesa su
condición de mujer.
Autor y su relación con Lope de Vega
Para una adecuada interpretación de la comedia, que nos ocupa es importante conocer
a su autor y a las personas que pudieron influir considerablemente en él.
Juan Pérez de Montalbán nació en Madrid en 1602 y murió en la misma ciudad treinta
y seis años más tarde. A pesar de su corta vida, Montalbán no perdió el tiempo. Hijo de Felipa
de la Cruz y de Alonso Pérez, librero famoso de la Corte y propietario de varios
establecimientos, en dónde tenían lugar tertulias literarias, en 1617, con quince años, se
licenció en Filosofía y Humanidades por la Universidad de Alcalá de Henares, y ocho años
más tarde, probablemente se licenciaría en Teología. Fue sacerdote y capellán y publicó su
primera obra de teatro, Morir y Disimular, con diecisiete años.
Tras el arresto de su padre, Alonso Pérez, por un supuesto plagio de El Buscón, de
Quevedo, Montalbán se vengó «asegurándose de que la Inquisición prohibiera los libros de
Quevedo» (Camacho 10). A partir de entonces surgió una gran enemistad entre los dos
escritores, que atormentaría a Montalbán hasta el resto de sus días.
Pero no todo fueron enemistades. Como es sabido, Alonso Pérez fue el editor favorito
de Lope de Vega, creándose así entre los dos una gran amistad, que heredaría su hijo Juan
Pérez Montalbán. Se podría decir que Lope fue para Montalbán más un maestro y figura
paternal, que un simple amigo íntimo de la familia.
En 1638, el escritor madrileño, falleció en su ciudad natal, tras haber escrito cerca de
cincuenta obras, poemas y novelas cortas, entre las que hay que destacar La Monja Alférez,
por ser ésta la que nos ocupa.
38
Como ya hemos comentado en varias ocasiones, Catalina de Erauso presentó sus
memorias al Rey Felipe IV en la capital española en agosto de 1625. Por lo tanto, cabe la
posibilidad de que Montalbán escuchara la noticia y conocedor de la sensación que la historia
había causado en la sociedad española de aquel entonces y partícipe del tema preferido del
público peninsular, la mujer varonil, quiso aprovechar esta oportunidad para escribir su
comedia. No en vano, tuvo como maestro a un experto en este tema: Lope de Vega.
El teatro barroco y el disfraz
Durante la época del Barroco existía una tendencia a los casos o acontecimientos
prodigiosos, contradictorios, extraños. Se trataba de captar la atención de las masas. La
sociedad española del siglo XVII estaba ávida de casos raros, nuevos, extraños, que se
salieran de lo común, incluso que tuvieran algo de excéntricos. Todo lo que asombrara y
dejara perpleja a la sociedad tenía éxito.
Como Stephanie Merrim nos dice, el tema del „monstruo‟ era algo que atraía la
curiosidad del pueblo, «Particularly emblematic of this Baroque tendency, and significant for
the case of Erauso, is the matter of monsters» (193). La mejor forma de saciar esta curiosidad,
haciendo alusión al origen etimológico de la palabra “monstruo”, es decir. “mostrar”, del latín
“monstrare”22, era representando a estos monstruos en escena, en el teatro, a través del arte,
óleos, etc. Asimismo, Merrim opina que la novicia donostiarra se había convertido en un
fenómeno monstruoso «Catalina de Erauso had something of the “monstruous”» (193). Según
el Tesoro de la Lengua Castellana o Española de Sebastián de Covarrubias, en la impresión
de 1611, el término monstruo significaba lo siguiente: MONSTRO. Es cualquier parto contra
la regla y orden natural, como hacer el hombre con dos cabeças y quatro piernas.23
Conociendo el contenido y el alcance de esta definición podría ser que Montalbán
decidiera escribir y representar su obra de teatro con una protagonista como la Monja Alférez,
ya que la „vizcaína‟ ya había causado sensación y admiración nada más desembarcar en
España y el dramaturgo probablemente pensaría que el éxito estaba prácticamente asegurado.
Asimismo, hay que añadir el elemento del disfraz de Catalina, y su condición de mujer
varonil, tema que tuvo gran relevancia en la escena del drama español, a partir de 1570. Como
Melveena McKendrick nos explica en el prefacio de su libro Woman and Society in the
Spanish Drama of the Golden Age: A study of the mujer varonil refiriéndose al disfraz varonil
(X-XI):
39
For the mujer varonil - the woman who is ´masculine´ not only in her dress but also in her acts, her
speech or even her whole attitude of mind - is undoubtedly the best means of establishing the nature of
that feminism which has been attributed to nearly every seventeenth-century Spanish dramatist at some
time.
(McKendrick X-XI)
Como es conocido, Lope de Vega, maestro y amigo de Juan Pérez de Montalbán,
popularizó y dio brío al personaje de la mujer varonil dentro del teatro español. No es algo de
extrañar siendo él uno de los mayores ´productores´ de comedias de capa y espada con el
elemento de mujer varonil. Según un estudio realizado por Jaime Homero Arjona “El disfraz
varonil en Lope de Vega” (1937): «de 460 comedias de Lope de Vega, 113 revelan el uso del
disfraz varonil, es decir, casi la cuarta parte de su obra». Sobre este tema Lope escribiría en
Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo «Las damas no desdigan de su nombre, / y, si
mudaren traje, sea de modo / que pueda perdonarse, porque suele / el disfraz varonil agradar
mucho» (versos 280-83)24.
Uno de los personajes, creados por el Fénix, María Pérez, en La varona castellana, es
otra mujer varonil, en la que Montalbán pudo haberse inspirado para escribir el papel de
Guzmán, en La Monja Alférez. Ambos protagonistas son creados por sus autores con un
carácter «excesivamente varonil» (Jack H. Parker 669), fanfarrón y sangriento:
Ya me muero por la guerra,
piérdome por cuchilladas,
en dos desnudas espadas
toda mi gloria se encierra.
Ver que éste entra, aquél repara,
mis fiestas y gustos son.
Nácenme en el corazón
los que no tengo en la cara.
Ver matar es mi alegría.
(Acad., VIII, 226b, en Parker 669)
No obstante, no se debe olvidar que no fue Lope el que inventó la mujer varonil; ésta
ya existía en el teatro pre-Lopista. Bravo-Villasante nos habla de los orígenes italianos de la
misma, mientras que McKendrick nos presenta como único dramaturgo interesante en cuanto
al contexto de la mujer varonil a Gil Vicente, cuya contribución se limitó al Auto de la sibila
Casandra, «one of the most interesting of the early Spanish plays and the first in which the
40
theme of active feminism appears» (45), primera obra, y durante muchos años el único
«example of the heroine who denounces the very concept of marriage and all it entails in
words of sublime arrogance» (45).
¿Quién mete ninguno andar
ni porfiar
en casamientos comigo?
Pues séame Dios testigo
que yo digo
que no me quiero casar.
¿Quál será pastor nacido
tan polido
ahotas que me meresca?
…
¡Y piensan que ser casada
que es alguna buena estrena!
(C.C. pp.43-4, lines I-22, en McKendrick 45-46)
Intención de la comedia de Montalbán
La intención de Montalbán al escribir La Monja Alférez fue la que muchos
dramaturgos barrocos, ante una historia verídica de este calibre, hubieran tenido: la de crear
una comedia de capa y espada. El discípulo de Lope no necesitó inventar un disfraz o una
mujer varonil, y tampoco un „monstruo‟, como nos comentaba Merrim, ya que todo esto ya
existía, concentrado en una sola persona. Simplemente se trataba de adaptar con maña y
eficacia el caso real de Catalina de Erauso, la Monja Alférez, al estilo de las tragicomedias,
que atraían, sorprendían agradablemente, y entretenían al público español. Como Luzmila
Camacho nos comenta en su edición de La Monja Alférez, de Juan Pérez de Montalbán,
(2007): «Montalbán explota una noticia de gran interés social» (19).
Si el autor madrileño consiguió lograr crear una obra y una protagonista exitosamente,
esto es algo en lo que en breve nos adentraremos.
Diferencias entre Vida i sucesos y La Monja Alférez
Es lógico que Montalbán hiciera cambios de tipo cronológico, geográfico y de forma
en su comedia. El autor se concentra en momentos biográficos críticos de la autobiografía de
Catalina de Erauso y «elabora un mundo ficticio en el que el amor entre dos mujeres
[Catalina, alias Guzmán, y Doña Ana], el engaño y la traición funcionan como elementos
41
fundamentales del argumento; y confecciona un héroe caracterizado por su masculinidad, su
valentía, su sexualidad, su travestismo y su identidad transgenérica» (Camacho 19).
Para lograr todo esto, la obra de teatro de Montalbán sigue la concepción lopista de la
comedia nueva. Se divide en tres jornadas (o actos) y el lugar de acción no se limita a uno,
sino que las dos primeras jornadas se desarrollan entre la ciudad de Lima y el Puerto de El
Callao, en Perú, y la tercera, en Madrid, España. La pieza teatral también se caracteriza por la
mezcla de lo trágico y lo cómico, y el uso del verso con diferentes tipos de estrofas.
En cuanto a los personajes, a pesar de que Guzmán es el más importante de la comedia
otorgándole, quizá exageradamente los rasgos característicos del galán o del héroe, también
existen otros tan típicos de la comedia como los de la dama enamorada y deshonrada, Doña
Ana, la criada confidente y acompañante de la dama, Inés, o el criado gracioso, Machín, que
cumplen su papel a la perfección.
Montalbán sigue rigurosamente los temas usuales del teatro barroco: el amor y la
honra. La relación amorosa de Guzmán y Doña Ana, la violación de la dama por Don Diego,
la traición de su amigo, y el sacrificio del protagonista de revelar su identidad para salvar el
honor de su amada, son hechos que aunque no ocurrieron en la realidad - al menos de esto no
tenemos constancia-, sin embargo, forman parte de esta comedia.
En cuanto a las diferencias argumentales entre Vida i sucesos (manuscrito, ed.
Vallbona) y La Monja Alférez (comedia, ed. Camacho) hay que destacar tres pasajes dentro de
la pieza teatral: el encuentro con su hermano Miguel y la muerte de éste, las dos experiencias
vividas con el llamado nuevo Cid, y el dramático final con la agnición de Guzmán.
A pesar de que en Vida i sucesos Catalina convive con su hermano durante tres años,
sin que éste la reconozca, la presencia de Miguel en la comedia es mucho más relevante. En la
vida real Miguel pasa revista a la compañía en la que su hermana se encontraba enrolada, y al
escuchar su nombre y lugar de origen muestra tanto interés, que incluso la invita a comer, e
intercede por ella para que la cambien a un destino menos peligroso; algo que era común entre
los vizcaínos (vascos) en las Américas de aquella época.
i llegando a mí, i oyendo mi nombre i patria (8), soltó la pluma i me abrazó, …, i en acabando, me llevó
a comer a su casa, i me sentó a comer (10). Díxome que aquel presidio que yo llevaba de Paicabí, era de
mala pasadía de Soldados (11); que él hablaría al Governador para que me mudasse la plaza.
(Vallbona 56)
42
En la historia ficticia de Montalbán, Catalina ve a su hermano en una casa de juegos
por primera vez desde que tenía dos años.
Guzmán:
(A parte )
¡Oh santo cielo!
este es mi hermano.
(Camacho 81)
En este primer encuentro con su hermano, Guzmán se niega a pagar la patente
obligatoria, por lo que es llamado al orden por el personaje del nuevo Cid, el cual, haciendo
alusión a la falta de barba de la donostiarra, hace sospechar a Miguel sobre la posibilidad de
encontrarse ante su hermana. Anteriormente, Miguel había recibido una carta de su padre, que
adjuntaba un retrato de Catalina, en la que le explicaba cómo su hermana había escapado del
convento y se encontraba en las Indias. Estos «elementos cliché» (Camacho 23) de la
comedia, carta y retrato, son usados por Montalbán para crear esta escena ficticia de relación
fraternal de sospecha-disfraz entre Miguel y Guzmán (jornada primera, escena VI).
Don Miguel:
…cualquier joven que viere, en quien el sello
no ponga de la edad al rostro el bello,
he de pensar que es ella, y ya el deseo
comienza a ejecutallo en el que veo, (53)
pues no sólo en la voz, el rostro, y el talle
me parece mujer; mas me parece
que las facciones que su rostro ofrece
las del retrato son, quiero miralle
unas con otras partes confiriendo.
mas…¿qué locura acreditar pretendo? (54)
si es este Alonso de Guzmán, deshecha (55)
no deja su valor cualquier sospecha.(56)
(Camacho 84).
Más adelante, en la escena IX de la misma jornada, Miguel vuelve a sospechar:
DON MIGUEL. Si ofrecen los afectos naturales
de la oculta verdad claras señales;
¿qué conjetura o presunción más llana,
de que esta es mi hermana,
que el repentino ardor, y ciega furia
43
con que dio fuego al golpe de mi injuria?
(Camacho 89).
Para acabar con toda sospecha y salir de dudas de una vez por todas, y con la intención
de poder hablar a solas con su hermana, Miguel ruega a Guzmán le haga la función de padrino
en un supuesto duelo, que se celebrará en la playa. Allí ante la postura de Guzmán de no
querer admitir su identidad de mujer y hermana, Miguel y Guzmán se baten en duelo. Este
duelo es completamente diferente en las memorias de Catalina, ya que en ellas es accidental;
la identidad de su adversario (Miguel) no es revelada hasta el final, por lo cual el efecto
sorpresa le confiere un brutal dramatismo.
-[¡]Ha, traidor!, ¡que me has muerto!
Yo quise reconocer la habla de quien yo no conocía. [¡] Preguntéle quién era! Dixo:
-El Capitán Miguel de Araujo.
Yo quedé antónito [sic](46).
(Vallbona 65)
Por el contrario, en la comedia, aunque el encuentro sea concertado, el duelo, no. Éste
surgirá durante el transcurso de la conversación con Miguel, tras escuchar Guzmán sus
intenciones: el ingreso inmediato en un convento o la muerte. Ante esto, Guzmán no ve otra
salida más, que batirse en duelo con su propio hermano.
DON MIGUEL. …, yo estoy resuelto
a que desta playa misma,
sin plazo, ni dilaciones
en un convento de Lima
he de partir a encerrarte,
o he de quitarte la vida,
porque no hagas más afrenta
a la nación vizcaína.
(Camacho 103-04)
…
GUZMÁN.
Para mostraros que es hombre,
y más hombre, quien fulmina
44
rayos, que espanta el cielo,
y que la tierra castigan.
([Miguel]cae herido.)
DON MIGUEL. ¡Tente, tente, que me has muerto!
(Camacho 104)
A pesar de que Guzmán cree haber matado a su hermano, solamente le hiere de
gravedad, muriendo Miguel más tarde de muerte natural, y no por estas heridas infringidas
por su hermana. Según Camacho (23), Montalbán quiso crear un héroe y por eso no permitió
que Guzmán se convirtiera en un fratricida.
Otro episodio lleno de ficción, es el de la muerte del nuevo Cid, creado por Montalbán
en La Monja Alférez en la escena VIII de la segunda jornada. Pero antes de presentarlo hay
que recalcar, que aunque en Vida i sucesos el nuevo Cid es un individuo más que se cruza en
su vida y al que, como muchos otros, mata tras tener un altercado en una partida de cartas, la
narración dramática de los hechos en este capítulo supera a la escena de la comedia:
Proseguí mi juego, gané una mano, i entró la mano en mi dinero i sacóme unos reales de a ocho, i fuese.
De allí a un poco bolvió a entrar: bolvió a entrar la mano, i sacó otro puño (2), i púsoseme detrás.
Previne la daga. Proseguí el juego. Bolvióme a entrar la mano al dinero. Sentílo venir, i con la daga
clavéle la mano contra la mesa. Levantéme, saqué la espada, sacáronla los presentes, acudieron otros
amigos del Cid, apretáronme mucho, i diéronme tres heridas. Salí a la calle i tuve ventura, …Llegando
cerca de San Francisco, me dio el Cid por detrás con la daga una puñalada que me pasó la espalda por el
lado izquierdo de parte a parte; …Yo me levanté con ansias de muerte, i vide al Cid a la puerta de la
Yglesia. Fuime a él, i él se vino a mí diciendo:
̶ Perro, [¿]todavía vives? ̶ , tiróme una estocada i apartéla con la daga, i tiréle otra con tal suerte que se la
entré por la boca del estómago atrabezándolo, i cayó pidiendo confesión. Yo caí también. …
- [¿]Haí qué hai que hacer sino confesarlo [?](7).
El otro[el Cid] es-[227v]piró luego.
(Vallbona 101-02)
En la comedia, el nuevo Cid es presentado por Montalbán, en una escena breve, como
el „caballero‟ asesinado por Guzmán, en el cual este último actúa en defensa de su honor:
GUZMÁN.
¡Ha vil traidor!
EL NUEVO CID.
GUZMÁN.
Procura defenderte.
¿Conoces que es Guzmán el que contigo
mide la espada?
EL CID.
Muerto soy, espera,
déjame confesar antes que muera. (Vase.)
(Camacho 132-33)
45
Las escenas del nuevo Cid no solamente representan en Vida i sucesos a una Catalina
pendenciera y sangrienta, y en la comedia a un „hombre‟, que mata por su honor y el de su
hermano, sino que nos llevan a la confesión de la protagonista. En este caso, de nuevo, se
presentan diferencias, pero esta vez, en los motivos de su confesión. Mientras que en las
memorias Catalina revela su identidad por afán de supervivencia, en la comedia, la
protagonista se ve obligada a descubrir su género femenino ante el Vizconde por amor a Doña
Ana, su enamorada, para así reparar el agravio que Don Diego le había causado, y de esta
formar mantener el honor de la dama:
GUZMÁN.
Y para que efeto tenga
segunda vez os confieso,
que soy mujer, pues deshago
y satisfago con esto
vuestro agravio, pues decís,
que soy mujer, es lo mesmo,
que confesar que no pude
agraviaros, ni ofenderos;[…]
vencida, y que a merced vuestra
vivo, pues quedáis con esto,
mucho más que con matarme,
ventajoso, y satisfecho.
(Camacho 171)
La confesión de identidad de Guzmán, alias Alonso Díaz Ramírez de Guzmán, es decir
Catalina de Erauso, nos revela el carácter didáctico de la obra. La presentación del personaje
de Guzmán como excelente espadachín, su valentía, y actitud fanfarrona durante las tres
jornadas hacen que el final de la obra culmine, gracias a esta confesión de identidad, con la
humildad del protagonista, que llega a humillarse y sacrificarse por su amor hacia la dama.
A diferencia que en Vida i sucesos, en La Monja Alférez Guzmán, Guzmán (Catalina),
se niega a reconocer que es mujer, algo que sin duda representa el rechazo general de la
feminidad reflejado en la sociedad del Siglo de Oro. Por otra parte, la exaltación de las
características varoniles de Guzmán como galán fanfarrón durante prácticamente toda la obra,
dejan en claro la superioridad del hombre ante la mujer. Y de esta forma se consigue la
humillación del género femenino.
Sin embargo, como comentábamos en las memorias esta es diferente. Vallbona afirma
(22) «Respecto al rechazo constante que la protagonista hace de su condición femenina en la
46
comedia, hay que aclarar que en el texto autobiográfico Catalina de Erauso no se queja ni una
sola vez de ser mujer, pues sabe que ella se ha ganado el respeto de los valientes y ha
alcanzado una fama que muchos hombres quisieran para sí mismos».
El humor
La autobiografía de Catalina de Erauso fue utilizada como memorias o relación para
presentarlas ante la máxima autoridad y con fines vitales de gran seriedad, por lo que es
lógico advertir la ausencia de cualquier tipo de humor. ¿Pero qué sería de una comedia sin
humor? Este elemento, cuyo fin es entretener y divertir al público, alternado en consonancia
con lo trágico, también hace su presencia en La Monja Alférez, a través de varios personajes,
en concreto el del criado gracioso Machín. Por lo general, y aunque no aparezca escrito a
continuación del texto humorístico, el actor (el personaje) se dirige al público (al lector).
Al final de la escena VI, de la jornada primera, durante la primera aparición del nuevo
Cid, Machín confirma, con cierta gracia, las palabras de su amo:
GUZMÁN.
Hecha donde yo estoy la demasía,
siempre la tomo yo por cuenta mía.
MACHÍN.
Esto es hecho, allá va la vizcaína,
que nunca vuelve sin hacer cecina.
(Camacho 86)
En la escena XI, de la misma jornada, Guzmán se ve obligado a pedir dinero a Doña
Ana, y Machín comenta burlonamente la acción de su amo y la reacción de su amada:
GUZMÁN.
Hice, señora, un exceso,
que pienso que ha de costarme
cuidado, y desasosiego,
y dinero.
MACHÍN.
(Aparte.) Disparó.
DOÑA ANA.
Cuanta hacienda tengo yo
tienes por tuya.
MACHÍN.
(Aparte.)
Dio fuego.
(Camacho 92)
47
Críticas a la comedia de Montalbán
Diversos críticos han expresado su opinión sobra la comedia La Monja Alférez, de
Juan Pérez de Montalbán. Algunos como Julie Greer Johnson opinan, según Vallbona (21),
que el dramaturgo hizo demasiado hincapié en la rebeldía de Guzmán en aceptar su verdadera
identidad, olvidándose de las características típicas del personaje real:
While Montalbán was aware of Catalina‟s uniqueness and includes one aspect of this in Guzman‟s
continual denial of feminity, he failed to portray her as the truly extraordinary figure she was in real life.
By presenting Catalina as a stereotyped gentleman and by involving him in a fictitious love
entanglement, the playwright placed more importance on following the conventions of the Golden Age
theater than on exploring the dramatic possibilities of his central character .
(En Vallbona 21-22)
Otros como Bravo-Villasante hablan de la Catalina (Guzmán) de Montalbán como una
exagerada deformación de una caricatura:
Es mujer de tipo anormal, exagerado hasta la deformación de una caricatura.
(Bravo-Villasante, en Parker 671)
Parker cita a Antonio Sánchez Moguel, el cual critica a Montalbán afirmando que ha
afeado la figura de la heroína:
La imaginación del dramaturgo [Montalbán], siguiendo los hechos históricos además fantásticos, lejos
de embellecer, “ha afeado la figura de la heroína que intentaba enaltecer con sus invenciones, al
convertirla en personaje ya de comedia de capa y espada”.
(Parker 669)
Tras estos comentarios es imposible concluir que Montalbán tuviera un éxito rotundo
en la construcción de su protagonista, al menos entre la crítica contemporánea. Quizá sería
interesante plantearse la cuestión de que las intenciones prioritarias del dramaturgo fueron
más bien hacer uso de una noticia de actualidad para crear su pieza teatral ficticia y que el
dramaturgo madrileño simplemente adaptó el final real de la Monja Alférez al típico final
dramático de cualquier mujer con disfraz varonil en el teatro barroco español: el de la
revelación de su condición de mujer.
48
Conclusión
Los errores y anacronismos que aparecen en el texto Vida i sucesos de la Monja
Alférez, procedente del manuscrito del poeta Cándido María Trigueros, nos hacen dudar sobre
la identidad del autor del contenido. Es imposible afirmar con certeza quién fue el autor de las
memorias de Catalina de Erauso, pero sí es posible descartar algunas osadas ideas sobre la
teoría de que la comedia de Juan Pérez de Montalbán sirviera de base para las memorias de la
novicia. Otra posibilidad que se nombra en este trabajo es la de que un autor llegara a
escuchar las hazañas de Catalina Erauso y simplemente las pusiera en papel, algo que parece
improbable si nos fijamos en ciertos pasajes que contienen detalles demasiado personales
como para que una tercera persona llegara a narrarlos de tal manera.
En cuanto a si el texto fue escrito en su totalidad por la propia Catalina de Erauso o
con la ayuda de algún genio literario de aquella época, que interpolara algún que otro pasaje,
podríamos decir que aunque no es algo comprobado esta posibilidad no sería de lo más
descabellada, puesto que al parecer esta práctica era algo común en la narración de relaciones
de méritos y servicios durante el siglo de Oro. Las mercedes a las que se apelaban y que en
ocasiones eran otorgadas al solicitante explicarían el interés y la argucia del autor por hacer
una narración lo más perfecta posible con tal de conseguir sus intereses.
El disfraz varonil es el mejor arma que Catalina de Erauso pudo utilizar para su huida
y su vida posterior. Gracias a éste logró una nueva identidad, que le permitió realizarse como
persona. Catalina era consciente de que como mujer hidalga independiente no hubiera tenido
éxito y su rebeldía hubiera sido castigada mediante una de las diversas formas que existían en
aquella época. Por lo tanto, si no hubiera hecho uso de este disfraz tampoco hubiera
conseguido viajar sola por el mundo, trabajar como paje o soldado y llevar la vida que llevó,
ya que la misoginia existente en la sociedad del siglo de Oro no se lo hubiera permitido.
Probablemente gracias a casos verídicos en la historia europea y a la literatura
existente sobre la mujer varonil, la donostiarra supo elegir el camino a tomar, lo que la
recompensó en un futuro con la admiración, no solamente del pueblo, sino de las máximas
autoridades, el Rey y el Papa, los cuales accedieron a concederle las mercedes que solicitó en
su relación. Fue así como la Monja Alférez, se convirtió en la mujer europea con disfraz
varonil que mayor remuneración recibió de un monarca de la Europa del siglo XVII.
49
Pero no todo acabó aquí ya que la sensación que este caso „monstruoso‟ causó en la
sociedad española, hizo que el teatro barroco se fijara en ella y en 1626, a través de uno de los
dramaturgos más famosos de la época, Juan Pérez de Montalbán, conocido discípulo de Lope,
algunos pasajes de su vida fueran puestos en escena en los teatros españoles.
Las diferencias argumentales de algunos pasajes nos delatan el estilo ficticio de la
comedia y revelan así un personaje, que aunque parecido a la Monja Alférez, se diferencia en
su forma de pensar sobre su género femenino. En la comedia, a diferencia de en las memorias,
Guzmán (Catalina) reniega continuamente de su condición de mujer y su destino final será el
de la humillación a través del reconocimiento de esta condición, lo cual se acerca más a las
características típicas de la mujer con disfraz varonil del teatro barroco que a las de la vida
real, es decir, a la ficción y no a la realidad.
25
50
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a female warrior in Early modern Spain». Gender & History 10. No. 3. (2007): 401-18.
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52
Notas
1
Fecha de nacimiento según relato de Catalina de Erauso en la página 33 es el año 1585. La fecha nombrada en
el texto aparece en la partida de nacimiento de Catalina de Erauso, en el libro de Nacimientos de la parroquia de
San Vicente de San Sebastián, Guipúzcoa.
2
Estos datos aparecen en el Prefacio de la traducción francesa de Heredia, de las Memorias de doña Catalina de
Erauso, editada en París, Lemérre, 1894, en Historia de la Monja Alférez, Catalina de Erauso (serie Perulibros),
Biblioteca Cervantes Virtual.
3
Castillo Lara, Lucas G. La asombrosa historia de doña Catalina de Erauso, La Monja Alférez, y sus
prodigiosas aventuras en Indias (1602-1624), Caracas, Planeta, Biblioteca Andina, 1992, pág. 11.
4
Comparando los distintos escudos de Urbizu y Urquizar en Gran Diccionario Gráfico de Blasones,
http://www.conmishijos.com/escudos/1/U/U.htm se encuentra uno común, por lo cual deduzco que las dos
familias se unieron en algún momento de la historia, y que este pueda ser el motivo de la conexión entre las dos
familias según Castillo Lara.
5
Se trataría del „original‟ solamente en el caso de que familia Urbizu poseyera éste y no una copia.
6
Primera página (folio 206) del manuscrito de Vida i sucesos de la Monja Alférez, depositado en la Real
Academia de la Historia de Madrid por Juan Bautista Muñoz. Fue copiado en 1784 de uno que pertenecía a
Cándido Trigueros, en Vallbona 31.
7
Según ERAUSO, Catalina de. Historia de la Monja Alférez, Catalina de Erauso, escrita por ella misma. Ed.
Ángel Esteban. Madrid: Cátedra, 2008.
8
Portada de Historia de la Monja Alférez, Doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma de la edición de
Joaquín Ferrer (1838).
9
Portada de La Nonne Alférez, traducida por José María Heredia. París: Alphonse Lemerre, Editeur, 1894.
10
Esta fecha fue cotejada por Ferrer con la original de la partida de bautismo de Catalina de Erauso y añadida en
su edición de Historia de la Monja Alférez, escrita por ella misma.
11
RAH, abreviatura de Real Academia de la Historia.
12
La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades. Edición digital. Alicante: Biblioteca Virtual
Miguel de Cervantes, 2004.
13
Las Capitulaciones de Santa Fe son los documentos suscritos el 17 de abril de 1492, en la localidad de Santa
Fe (Granada), por los Reyes Católicos, que recogen los acuerdos alcanzados entre los reyes y Cristóbal Colón
relativos a la expedición a las Indias por el mar hacia occidente.
˂http://es.wikipedia.org/wiki/Capitulaciones_de_Santa_Fe˃.
14
Ejemplo del comienzo de una relación del siglo XVII, recopilado del Archivo de Indias por Garmendia para su
Diccionario Biográfico Vasco, P. 31.
15
Manuscrito del pedimento presentado al Consejo por Catalina de Erauso en Marzo de 1626 (Archivo General
de Indias), en Vallbona 130.
16
Este decreto aparece en las tres últimas líneas del Manuscrito de la Real Academia de la Historia, según
Vallbona 147.
17
Según Vallbona 147-48, en el Archivo de Indias (Secretaría de Nueva España. Audiencia de Mésico. Cartas y
expedientes del virrey vistos en el Consejo, 60-2-10) se lee este contenido.
53
18
Hasta esta revelación se creía que Francisco Pacheco había sido el creador de esta obra, habiéndolo pintado en
1630, en Sevilla, mientras Catalina de Erauso esperaba su cédula y permiso para poder embarcar para el Nuevo
Mundo. Jordan B. William explica en su libro Juan Van Der Hamen y Leon and the Court of Madrid como el
dueño del retrato, Joaquín María Ferrer, en aquel entonces amigo de Goya, estaba convencido de la autoría del
óleo por Francisco Pacheco. Al parecer el guipuzcoano fascinado por la curiosa personalidad de la Monja
Alférez publicó la vida de la misma, adjuntando la comedia del amigo de van der Hamen y discípulo de Lope de
Vega, Juan Pérez de Montalbán.
19
Traducción propia.
20
Ídem.
21
Ídem.
22
Definición del diccionario etimológico online, en http://etimologias.dechile.net/: MONSTRUO. El nombre
monstruo viene del latín monstrum, - i como es bien sabido. Sin embargo, en latín era una voz de sentido
religioso, denotaba un prodigio, un suceso sobrenatural (p. ej.: hombre con dos cabezas) que testimoniaba una
señal de los dioses. De ahí llegaría al significado genérico de „monstruo‟. La etimología de monstrum no era un
secreto para los escritores romanos que ya indicaban que monstrum se llamaba así porque “monstrat futurum,
monet voluntatem deorum” y advierte de la voluntad de los dioses”. Por lo tanto es el verbo monere „avisar,
advertir‟ el étimo sobre el que se forma mon-strum. (Monere tiene como étimo *men- „pensar‟ y de él se derivan
voces como monitor, monumentum „que recuerda‟, Moneta, etc.). De monstrum se derivan monstruosus,
monstruositas y especialmente los verbos monstrare, demonstrare de un significado parejo al del castellano
actual.
23
Sigue así: como aconteció en el condado de Urgel, en un lugar dicho Cerbera, el año 1343, que nació un niño
con dos cabeças y quatro pies; los padres y los demás que estaban presentes a su nacimiento, pensando
supersticiosamente pronosticar algún gran mal y que con su muerte se evitaría, le enterraron vivo. Sus padres
fueron castigados como parricidas, y los demás con ellos. He querido traer sólo este exemplo por ser auténtico y
escribirle nuestros cronistas. Díxose monstro, latine monstrum, a monstrando, quod aliquid significando
demonstret.
24
LOPE DE VEGA Y CARPIO, Félix. Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo.1609. Edición de Juan
Manuel Rozas. P. 8.
25
Firma auténtica de Catalina de Erauso, que aparece debajo del grabado del Diccionario colonial de Chile de
José Toribio Medina.
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