2. EVOLUCIÓN Y PROGRESO EN COMTE Y SPENCER • Las sociedades pueden evolucionar porque cambian las técnicas, las formas de propiedad, las instituciones políticas, los modos de conocer, el número de sus miembros, la complejidad de las relaciones entre éstos. Reflexionar sobre ello. • ¿Desempeña la religión alguna función social? ¿Cuál o cuáles? ¿Es un fenómeno arcaico y superado? • En caso de que puedan establecerse correspondencias entre niveles distintos de la realidad social (modos de conocer, formas económicas predominantes, grupos sociales dominantes o más destacados, etc.), tal vez estas correspondencias permitan comprender mejor las distintas sociedades y su evolución histórica. • Evolución lamarckiana y evolución darwiniana. ¿Selecciona la lucha por recursos escasos a los individuos más aptos? En tal caso, ¿hay condiciones políticas que faciliten esta selección? ¿Se puede equiparar la evolución en el reino animal y la evolución de las sociedades humanas? Auguste Comte (1798−1857) es considerado el primer sociólogo propiamente dicho, no tanto porque hiciera estudios científicos sobre la sociedad, sino más bien por su programa intelectual de construir un conocimiento de la sociedad con los rasgos de base empírica y rigor analítico propios de las ciencias naturales, que él bautizó como "positivismo". También merece el calificativo de primer sociólogo porque inventó e hizo circular por vez primera el término "sociología". Herbert Spencer (1820−1903) pertenece a otra generación, la de Marx, nacido en 1918. Pero su obra tiene, como la de Comte, un carácter más programático que de desarrollo efectivo de la sociología como saber teórico−empírico o como ciencia. En razón de esta analogía, tiene sentido estudiarlos juntos como los precursores de la disciplina. Además, ambos coinciden en abordar, como tema central de su reflexión, el tema del cambio social en un contexto intelectual muy marcado por la aceptación casi unánimemente optimista de la noción de progreso, que uno y otro interpretaron a su manera 2.1 AUGUSTE COMTE Comte introdujo la palabra sociología en el vocabulario moderno. La intención científica de su pensamiento social le llevó a inventar primero el término física social para denominar la nueva ciencia que pretendía desarrollar. Pero lo abandonó al descubrir que el matemático belga Adolphe Quételet utilizaba esta misma expresión, acusando a éste de haberle robado el invento sin reconocer su paternidad. Quételet, por cierto, merece una mención en la historia de la sociología porque aplicó la teoría de las probabilidades a las ciencias sociales y a la antropometría, y descubrió regularidades cuantificables en los fenómenos sociales; de ahí su noción de "hombre medio". Comte es un autor en varios aspectos paradójico. Su pensamiento oscila del tradicionalismo a la fe en el progreso, y por esta razón es difícil de catalogar. 2.1.1 Influencias recibidas Entre las influencias recibidas por Comte que merecen destacarse, cabe citar en primer lugar el tradicionalismo de varias fuentes, en particular de De Bonald, para quien la noción de orden era esencial. Comte dio siempre una gran importancia al tema tradicionalista de la reconstrucción de la comunidad moral destruida por el industrialismo, lo cual suponía recuperar un atributo esencial de toda sociedad bien 1 estructurada: el orden social. En 1844 se lamentaba de la "anarquía intelectual y moral" y hablaba de "la gran crisis moderna" o de "crisis social inmensa" de los anteriores 50 años. Sólo se podía salir de tal crisis, según Comte, hallando un orden nuevo. Como es obvio en este planteamiento, no cualquier estructuración de la sociedad se puede considerar "orden" auténtico. Pero la salida de la crisis debía cumplir "las exigencias simultáneas de orden y progreso". La noción de progreso la recibió de Condorcet. Fue tan importante para su sistema como la de orden, y es el eje en torno al cual construyó su visión de la evolución humana desde la oscuridad de la fase "teológica" a la luz de la fase "positiva". Recibió las influencias contrapuestas de Adam Smith y Jean−Baptiste Say, por un lado, y de Saint−Simon por el otro. Recoge de los autores liberales la idea de división del trabajo como un proceso de dos caras, una buena y otra mala, y de Say adopta la distinción entre capitalista y empresario. De Saint−Simon, con quien colaboró como secretario dando sus primeros pasos en el mundo intelectual, recibió una inspiración profundamente intervencionista y antiliberal. Comte heredó de Saint−Simon su espíritu reformador, su ambición de transformar el mundo mediante recetas de ingeniería social, aunque abandonando el ideal vagamente socialista del maestro. También Saint−Simon le transmitió una elevada valoración del papel de la ciencia y la técnica en la sociedad. Esto se traducía en la atribución de un papel innovador y "progresista" a los "industriales" y un elitismo peculiar: la élite científico−técnica había de desempeñar el papel dirigente en la sociedad futura. Algunos datos biográficos de este autor pueden hacer desmerecer, a primera vista, sus logros intelectuales. En efecto, su tendencia megalomaníaca a iniciar una nueva religión "de la Humanidad", con su Catecismo Positivista, y a postularse como Gran Sacerdote de la Iglesia Positivista, así como sus efusiones emocionales con motivo de su relación sentimental con Clotilde de Vaux, no deberían reducir, por su pintoresquismo, el valor de sus aportaciones al pensamiento social. Pues lo cierto es que en la obra de Comte, aunque detrás de una retórica algo teatral y de un enfoque especulativo, están ya presentes casi todos los grandes temas de la sociología del siglo XIX y más allá. 2.1.2 El positivismo: una ciencia "naturalista" de la sociedad Para empezar, se propuso crear una ciencia naturalista de la sociedad, capaz de explicar el pasado y predecir el futuro. En su famosa fórmula ("savoir pour prévoir, prévoir pour pouvoir") resuena la misma ambición que Francis Bacon había expresado siglos antes a propósito de las ciencias de la naturaleza. La referencia a las ciencias naturales como modelo para construir una ciencia social expresa la sólida autoridad de que aquellas gozaban, y se repetirá una y otra vez a lo largo de la historia de las ciencias sociales. Comte formula ya una idea elemental pero básica: que la sociedad, como el organismo, combina estabilidad y cambio. Para subsistir como tal sociedad, hace falta que se mantengan y se reproduzcan ciertas condiciones estructurales que proporcionan una identidad invariable a la sociedad de que se trate. Pero a la vez toda sociedad se compone de individuos vivos, que nacen, crecen, se desarrollan y mueren, cediendo su lugar a otros, de modo que la sociedad nunca es la misma. Además, no sólo cambian los individuos, sino las propias relaciones entre ellos: cambian las sociedades. Por esta razón, la ciencia social debe comprender a la vez una estática social y una dinámica social. En la sociedad francesa de su época esta doble faz se traducía en un lema, "orden y progreso", que refleja muy bien el pensamiento comtiano pero que fue también el lema dominante en la Europa decimonónica bajo la hegemonía cultural del liberalismo conservador admirador del progreso técnico. La inspiración naturalista de su metodología le movía a la búsqueda de leyes o regularidades en la vida social a partir de los datos observados. Comte pertenece a la tradición empirista. En la huella de Hume, sostiene que debe abandonarse la vana búsqueda de causas primeras y de causas finales y esencias más o menos permanentes. La tarea del científico es estudiar "las relaciones invariables de sucesión y semejanza" entre 2 clases de hechos observados. De ahí su adopción del término positivismo para caracterizar su posición epistemológica y filosófica. En la esfera social sostenía que mientras uno crea que los acontecimientos están "expuestos a perturbaciones por la intervención accidental del legislador, humano o divino, no será posible ninguna previsión científica". En cambio, sí serán posibles la explicación y la previsión científicas si resulta que los acontecimientos sociales están sujetos a "leyes naturales invariables" que "prescriban a cada periodo, con total certeza, los límites y las características de la acción social". Estas afirmaciones tajantes, que se repiten en otros pensadores del siglo XIX igualmente interesados en subrayar la vocación científica de la sociología y las ciencias sociales en general, nos resultan hoy anacrónicas. Pero tras ellas alienta una observación de largo alcance: la idea de que la acción humana no puede adoptar cualquier forma, sino sólo ciertas formas posibilitadas por el marco social en que se desenvuelve. La acción social, por usar las mismas palabras de Comte, no puede ser ilimitada, debe respetar el funcionamiento del organismo social, sus leyes, los límites que éste impone a las conductas individuales, etc. No se trata, pues, de que Comte negara la libertad individual ni la capacidad del ser humano para intervenir activamente sobre su entorno social y modificarlo. Justamente, como se ha dicho antes, este autor tenía una clara intención reformadora. Pero conocer las leyes sociales permite al ser humano intervenir de manera libre y consciente en la marcha de la sociedad, aunque siempre dentro de los límites impuestos por la "necesidad" social. Más allá de la controversia sobre el supuesto "determinismo" de pensadores como Comte, Marx o Durkheim, lo cierto es que todos ellos coinciden en su vocación social intervencionista. Por esto hay que interpretar sus afirmaciones a veces sospechosas de determinismo en el sentido de que más bien se trata de la voluntad de dejar bien claro que concebían las acciones humanas como algo que, pese a su apariencia a menudo desordenada, fortuita y accidental, puede encasillarse en unas regularidades racionalmente inteligibles que nos permiten estudiarlas científicamente. Comte rechaza la autoridad de la tradición a cambio de la autoridad del saber científico. Esta última se impone al investigador como pauta que no se puede obviar si se desea seguir la senda de la verdad. Comte insistió sistemáticamente en que la especulación sin base en los hechos es vana (aunque en realidad su obra contiene más especulación en el vacío que hechos observados: su positivismo fue más un programa ideal que una realidad efectiva). 2.1.3 Los métodos de la ciencia Hay métodos generales compartidos por todas las ciencias, que han tenido un éxito muy evidente en las ciencias naturales: observación, experimentación, comparación. Luego, cada ciencia tiene sus procedimientos particulares. Respecto a la observación conviene señalar que, contrariamente a la idea de "positivismo chato" que se suele atribuir a Comte, éste era consciente de que el conocimiento no puede ir simplemente "a los hechos" sin algún esquema teórico previo. Sin ese esquema, el observador no sabría qué hechos buscar. Ningún hecho social tiene una significación científica hasta que se conecta con otro a través de una teoría: Pues si por un lado toda teoría positiva ha de fundarse necesariamente en la observación, por otro resulta también evidente que, para poder observar, nuestra inteligencia necesita alguna teoría, del tipo que sea. Si al contemplar los fenómenos no los ligásemos de inmediato con unos principios determinados, no sólo nos sería totalmente imposible combinar estas observaciones aisladas ... sino que incluso seríamos incapaces de recordar; aun más, la mayoría de los hechos serían invisibles a nuestros ojos (Cours de Philosophie Positive, 1907, vol. I, p. 5). La experimentación, por su parte, es difícil, y a menudo imposible, en el mundo de los seres humanos. Comte se da cuenta de que los hechos patológicos y las perturbaciones tienen en las ciencias sociales un papel 3 equivalente al de la experimentación. En otras palabras, Comte percibe el papel heurístico que la desviación y otras perturbaciones del orden regular pueden desempeñar en la comprensión de los fenómenos sociales. Al representar un hiato en la secuencia regular y previsible de hechos, la desviación permite introducir variables de prueba susceptibles de testar la veracidad de las conexiones causa−efecto establecidas como hipótesis explicativas. Así, funciona como la experimentación. Cuando Galileo construyó su plano inclinado y su bola esférica, ambos pulimentados, para estudiar experimentalmente la ley de la gravedad, establecía artificialmente las condiciones de observación, de tal manera que los efectos del roce entre ambas superficies se redujeran al mínimo y la ley física pudiera manifestarse en forma casi pura. Así podía calcular con gran exactitud la correlación entre tiempo transcurrido y velocidad adquirida por la bola durante su desplazamiento por el plano inclinado. De modo análogo, el estudio de un caso de desviación, como la violencia doméstica contra las mujeres, permite estudiar casi como en un experimento el funcionamiento de los mecanismos de integración intrafamiliar por contraste con los casos de ruptura de esta integración; o, dicho en otras palabras, permite observar cómo actúan las fuerzas contrarrestantes de la conflictividad entre cónyuges examinando los casos en que estas fuerzas fallan. El método comparativo también halla su plasmación particular en las ciencias sociales. Se pueden comparar, por ejemplo, las sociedades animales, y sobre todo las de animales superiores, estudiadas por la etología, para sacar conclusiones de su contrastación con las humanas. Más frecuente y fecunda, sin embargo, es la comparación entre unas y otras sociedades humanas. Justamente una buena parte de la obra de los primeros estudiosos sociales se basó en relatos etnográficos e históricos de viajeros europeos que habían entrado en contacto con sociedades de otros continentes dotadas de formas de organización social diferentes a las europeas, que invitaban a reflexionar sobre las distintas fórmulas en que las comunidades humanas resolvían sus necesidades de comunicación, intercambio, organización, estabilidad, etc. Comte se dio cuenta de que ahí había un rico filón factual para el desarrollo de una ciencia de la sociedad. Finalmente, Comte subrayó el uso del método histórico como peculiaridad de las ciencias sociales. En todos los fenómenos sociales observamos en primer lugar la influencia de las leyes fisiológicas del individuo y, además, alguna cosa particular que modifica sus efectos y que proviene de la acción de unos individuos sobre otros, complicada de forma singular en la especie humana por la acción de cada generación sobre la siguiente (ibidem, p. 52). En esta cita queda claro que las ciencias sociales estudian las interacciones entre los seres individuales, más allá de lo que la "fisiología" nos pueda decir sobre la conducta de cada individuo (Comte no consideraba la psicología como un conocimiento que mereciera el nombre de ciencia), y a la vez la acción de cada generación sobre la siguiente, es decir, la historia. En realidad, Comte heredaba el historicismo que se respiraba en Europa desde la Ilustración y sobre todo desde principios del siglo XIX, y que iba ligado a la confianza en el progreso. Comte estableció una jerarquía de las ciencias, en la que intervenía también el factor histórico. La ciencia, como todo lo humano, evoluciona por etapas (cf. epígrafe siguiente). Las distintas ciencias avanzan a ritmos diferentes. Cada tipo de conocimiento alcanza la etapa superior en función de tres rasgos: simplicidad, generalidad e independencia. Las ciencias que aparecen primero son las que muestran la máxima simplicidad, generalidad e independencia. Las que van apareciendo en fases sucesivas muestran una complejidad creciente y una generalidad e independencia decrecientes. La secuencia establecida por Comte es la siguiente: matemática / astronomía / física / química / fisiología y biología / sociología. Obsérvese que no incluye la psicología entre las ciencias. Al no imaginar más psicología posible que la introspectiva, no le reconocía la calidad de "ciencia positiva", basada en hechos observables y contrastables objetivamente o intersubjetivamente. La emergencia de cada una de ellas depende de las conquistas previas de sus antecesoras. Además de la sociología mencionó también la ética como ciencia de las costumbres. Las ciencias sociales son, para Comte, las más dependientes de las restantes, las más complejas y las más 4 elevadas en la jerarquía. Son también las menos generales, puesto que excluyen todo lo que no sea interacción social. Aprovechan los recursos de todas las demás ciencias, a los que añaden el método histórico, que "investiga no por comparación, sino por filiación gradual". La sociología depende especialmente de la biología, la ciencia más próxima en la jerarquía. La biología se distingue de la física y la química por su carácter holístico, por ser estudio de totalidades orgánicos, rasgo que comparte con la sociología: "No puede haber ningún estudio de la sociedad, ya sea en sus condiciones o en sus cambios, si la dividimos en porciones y estudiamos cada porción separadamente". El único enfoque correcto en sociología consiste en "considerar cada elemento a la luz del entero sistema". En las ciencias inorgánicas conocemos mejor los elementos que la totalidad que constituyen, de modo que hay que proceder de lo simple a lo compuesto. Pero en el estudio del Hombre y de la Sociedad hay que aplicar el método inverso; conocemos mejor el Hombre y la Sociedad y nos resultan más accesibles como objetos de estudio que sus partes constitutivas. La matemática es la más perfecta de las ciencias porque es puramente deductiva. La física aumenta en perfección a medida que se vuelve más deductiva. Cuanto más nos alejamos de estas condiciones de simplicidad y generalidad, más complejos se vuelven los fenómenos estudiados, y se desarrollan procedimientos propios de cada ciencia, aunque no se abandone el ideal de perfección de la matemática. 2.1.4 Dinámica social: la ley de evolución de los tres estadios La dinámica social es el estudio de las leyes del movimiento o cambio de las sociedades. Comte elaboró una doctrina macrosociológica del cambio: le interesaban sobre todo las grandes líneas de la evolución social. El cambio se entiende como desarrollo sujeto a un progreso. El progreso es definido por Comte como "el desarrollo gradual del orden", de modo que se trata de dos conceptos indisociables. Orden sin progreso lleva a la petrificación y la decadencia. Progreso sin orden lleva a la anarquía. Comte se propuso "descubrir a través de qué serie fija de transformaciones sucesivas de la raza humana, empezando en un estadio no más elevado que el de los monos superiores, avanzó gradualmente hasta alcanzar el punto en que se halla hoy [1822] la Europa civilizada". Su conclusión es la siguiente: Cada una de nuestras concepciones dominantes, cada rama de nuestro conocimiento, pasa sucesivamente por tres condiciones teoréticas diferentes: la Teológica o ficticia; la Metafísica o abstracta; y la Científica o positiva [...]. En el estado teológico, la mente humana, buscando la naturaleza esencial de las cosas, las causas primeras y finales (origen y propósito) de todos los efectos [...] supone que todos los fenómenos están producidos por la acción inmediata de seres sobrenaturales. En el estado metafísico [...] la mente supone fuerzas abstractas, entidades verdaderas (esto es, abstracciones personificadas) capaces de producir todos los fenómenos. En el estado final, positivo, el espíritu ha abandonado la búsqueda vana de nociones absolutas, el origen y destino del universo y las causas de los fenómenos, y se dedica al estudio de los simples fenómenos y de sus leyes, es decir, de sus relaciones invariables de sucesión y semejanza [las negritas son mías]. Cuando habla de "fuerzas abstractas" o de "abstracciones personificadas" en el estadio metafísico se refiere específicamente a entidades como el éter, el principio vital, la fuerza, la atracción y la repulsión, etc., es decir a entidades "inobservables" que se ocultan tras los fenómenos. En este punto, Comte se adhiere al empirismo radical de Hume: es el marchamo de su "positivismo". Esta ley del progreso humano en tres estadios es, para empezar, idealista: pone como fundamento explicativo de la evolución social el "principio espiritual". La evolución social es función del modo de conocimiento dominante en cada etapa, y no del modo como se trabaja y se produce materialmente o de otros factores. En segundo lugar, Comte establecía unas correspondencias entre: modos de conocer / etapas del desarrollo orgánico / grupos sociales dirigentes / instituciones / modos dominantes de organización social. Veamos cómo 5 Comte establecía estas correspondencias. En el estadio teológico, que corresponde a la infancia de la sociedad, el modo dominante de conocimiento es la religión (que evoluciona en fases intermedias, de menos a más desarrolladas: fetichismo, politeísmo y monoteísmo). En él los grupos dirigentes son los clérigos y sacerdotes por un lado y los militares por otro, y la organización social se puede caracterizar como militarista y absolutista. En el estadio metafísico, que corresponde a la adolescencia de la sociedad, el modo dominante de conocimiento es la filosofía especulativa. Los grupos sociales dirigentes son los literatos y abogados, y la organización social es el imperio de la ley y de los derechos abstractos. En el estadio positivo, que corresponde a la madurez de la sociedad, el modo dominante de conocimiento es la ciencia. Los grupos dirigentes son los gestores industriales y los guías morales científicos, y la organización social se puede caracterizar por el predominio de la economía y la organización racional de la industria. Estas correspondencias pueden parecer simplistas y arbitrarias en cierta medida, aunque a la vez muestran agudeza en algunas percepciones como en la valoración de la ciencia, la industria y la economía como rasgos de la sociedad moderna de su tiempo. Pero tienen un valor destacable en la elaboración de categorías sociológicas. Contienen unas categorizaciones por niveles de la realidad social: formas de conciencia o conocimiento, formas de organización social, grupos sociales dominantes. Estas categorizaciones son un primer esbozo que permite clasificar los datos observables y empezar a establecer correlaciones entre ellos. Resultan, pues, un impulso metodológico innovador de cara a la construcción de una ciencia de la sociedad. Obsérvese también la metáfora de las edades del ser humano individual, sintomática del organicismo que late en el pensamiento de Comte. La historia humana se concibe como una evolución en forma de despliegue o desarrollo, como el de un organismo, de la fase más embrionaria o primitiva a la más desarrollada. Ello sugiere la irreversibilidad del proceso. No obstante, Comte también se daba cuenta de que la evolución no siempre es suave. Distinguía entre épocas orgánicas, en las que que predomina la estabilidad y la armonía entre los elementos de la sociedad, y las épocas críticas, en que las tradiciones se ven socavadas y las certezas subvertidas, y el orden social se tambalea o entra en crisis. De hecho, cada época de crisis es el preludio de una nueva época orgánica. (Obsérvese que también en este punto el orden espiritual es el fundamental: lo que genera la crisis no es un conflicto de intereses ni una evolución técnica o económica, sino una subversión en el orden de las ideas.) En la evolución social Comte establece otras dos leyes: 1) cada estadio nace del anterior y 2) sólo puede aparecer cuando se hayan agotado las posibilidades del viejo orden caduco. Estas "leyes" reaparecerán con formas algo distintas en Marx. Norbert Elias ha señalado (1970, cap. 1) que uno de los méritos de Comte en su doctrina de la evolución es haber esbozado una sociología del conocimiento de sumo interés. En su concepción de unas etapas precientíficas del conocimiento humano, mostró que sin lo que él llama el tipo teológico de conocimiento, y que nosotros llamaríamos tal vez sencillamente religioso, la formación de un tipo científico es absolutamente impensable: "La inteligencia humana, en el momento de nacer, se habría visto encerrada en un círculo vicioso que nunca habría roto si, por suerte, no se hubiese abierto una salida natural gracias al desarrollo espontáneo de las concepciones teológicas" (Cours, p.5). Como subraya Elias, la teoría clásica del conocimiento y la ciencia investiga cómo procede un sujeto, o sea, una persona individual, en el pensar, en el conocer. Comte rompió con esta tradición, que para él era incompatible con los hechos observables. La actividad de pensamiento y conocimiento de los hombres es más bien un proceso continuo que se extiende a través de generaciones, apoyándose en lo logrado por las generaciones anteriores, en el curso de un prolongado proceso social de desarrollo del pensamiento y el saber. Hay unas etapas primitivas en la evolución (tanto de los 6 individuos como de las sociedades) en las que la madurez científica no ha podido todavía desarrollarse, y en las que el espíritu humano, sin embargo, necesita operar mediante categorías que sólo alcanzan a ser "religiosas" (o "teológicas", según el léxico del autor). En otras palabras: no tomó como sujeto del conocimiento al hombre individual, sino a la sociedad humana en su evolución histórica. 2.1.5 La estática social Si en biología es útil distinguir la anatomía de la fisiología, en sociología hay que distinguir la estática de la dinámica. La distinción, dice Comte, "no es entre dos clases de hechos, sino entre dos aspectos teóricos. Corresponde a la doble concepción de orden y progreso". La estática se refiere a los fundamentos de la estabilidad social. "El estudio estático de la sociología consiste en la búsqueda de las leyes de acción y reacción de las distintas partes del sistema social." Estudia el equilibrio en las relaciones mutuas entre los elementos de un todo social. Se parte del supuesto de que debe haber armonía entre ellos: en caso contrario, se habla de patología social. Las partes elementales de la sociedad no son los individuos. La auténtica unidad social básica es la familia. "El organismo colectivo se compone esencialmente de familias, que son sus auténticos elementos; de clases y castas, que forman su tejido; y de aglomeraciones y ciudades, que son sus órganos." El planteamiento comtiano es, pues, organicista. No es individualista y rechaza expresamente el contractualismo y el utilitarismo. Nunca habría aparecido la sociedad ("el estado social") si hubiera tenido que depender de la convicción de su utilidad para los individuos. Comte compara la sociedad con el organismo. Pero ni son lo mismo ni funcionan con los mismos mecanismos. Las distintas partes del organismo se coordinan entre sí y cooperan para mantenerlo vivo mediante vínculos materiales: tejido conjuntivo, sistemas circulatorio, linfático, nervioso, etc. Las distintas partes de la colectividad humana necesitan unos vínculos específicos. Comte señala tres de ellos: lenguaje, religión y división del trabajo. El lenguaje es (1) un almacén de significados y de pensamientos heredados de las generaciones anteriores, y (2) un vínculo que nos liga a los demás y hace así posible la comunidad. Mediante el lenguaje participamos en una comunidad lingüística (también con los que ya murieron): no hay solidaridad, consenso ni orden sin el vínculo de una lengua común. Pero sólo es un medio. La religión es el contenido de los vínculos comunitarios. Contiene unas creencias compartidas y representa un principio unificador: es la base común para que la sociedad no se desgarre. Permite superar las inclinaciones egoistas y legitima las órdenes de los gobernantes. La división del trabajo es el tercer factor que vincula a los seres humanos entre sí. Con esta expresión designa la distribución de las ocupaciones y la consiguiente coordinación con miras a un propósito común. La división del trabajo avanza con la creciente complejidad del organismo social. Contribuye a la solidaridad social creando en cada persona un sentimiento de dependencia respecto de los demás. (Obsérvese que para Comte la coordinación generada por la división del trabajo tiene más que ver con los sentimientos que con los intereses: en esto se diferencia de los liberales utilitaristas o de Marx y los marxistas.) Para Comte son esenciales estos elementos que contribuyen al orden social, porque no hay sociedad sin orden y armonía. "Tiene que haber siempre una armonía espontánea entre las partes y el todo del sistema social [...]. Es obvio que no sólo han de estar siempre mutuamente conectados las instituciones políticas y los hábitos sociales, por una parte, y los hábitos y las ideas por otra; sino que, además, esta totalidad conectada ha de estar siempre vinculada, por su naturaleza misma, con el correspondiente estadio de evolución integral de la humanidad." 7 2.1.6 La doctrina normativa Si el orden es esencial para toda sociedad, y este orden tiene unos requisitos, era previsible que la sociedad "positiva" del futuro tuviera ciertos rasgos ineludibles. Así, por ejemplo, las viejas élites (guerreras, eclesiásticas, de juristas) han de dejar lugar a otras, y las viejas religiones a otra nueva: no cabe imaginar un orden social sin élites ni religión. Se tratará de una nueva sociedad dirigida por el poder espiritual de sacerdotes de la nueva "religión positiva", basada en el culto a la Humanidad (Grand Être) y por el poder político de los dirigentes de la banca y la industria. La élite "religiosa" estará compuesta por unos guías morales y censores, con una formación científica, directores de la educación y jueces supremos de las capacidades y conductas de las personas. Comte elabora, pues, una extraña combinación de medievalismo y tecnocracia. No da importancia a los derechos individuales (cuya defensa considera "subversiva" y disolvente), sino que da prioridad al bien colectivo. Si admira la Revolución francesa es porque puso fin a un régimen considerado por él como caduco, no por su defensa de los derechos personales. En su estela, Comte postulaba la idea tradicionalista de la necesidad de una "regeneración" moral y religiosa. 2.2 HERBERT SPENCER El pensador inglés Herbert Spencer ocupa un lugar paralelo al de Comte en la historia de la sociología. Igual que él, formuló un vasto programa de conocimiento de la sociedad con aspiraciones científicas, pero tampoco lo llevó a la práctica. Su extensa y polifacética obra es una gran síntesis macrosociológica basada en la literatura historiográfica y etnográfica disponible en su tiempo. Pero, igual que Comte, aportó un rico acervo de categorías teóricas con las que pensar los fenómenos de estabilidad y cambio de las sociedades, muchas de las cuales constituyen un punto de partida para las elaboraciones posteriores en las ciencias sociales. 2.2.1 Empirismo antimetafísico Spencer se ubica en la tradición empirista anglosajona, con una fuerte carga antimetafísica. A diferencia de Comte, que recibió una importante influencia conservadora y antiliberal (incluida la del peculiar antiliberalismo no conservador de Saint−Simon), Spencer fue abiertamente liberal. Es más, fue un auténtico apóstol del liberalismo económico y político. Tuvo mucho interés en distanciarse del pensamiento de Comte, como se revela en el párrafo siguiente: ¿Cuál es el objetivo declarado por Comte? Dar una ecxplicación coherente del progreso de las concepciones humanas. ¿Cuál es el mío? Dar una explicación coherente del progreso del mundo exterior. Comte se propone describir la filiación de las ideas en su necesidad y en su realidad. Yo me propongo describir la filiación de las cosas en su necesidad y en su realidad. Comte declara que interpreta la génesis de nuestro conocimiento de la naturaleza. Mi objetivo [...] es interpretar la génesis de los fenómenos que constituyen la naturaleza. Uno es subjetivo. El otro es objetivo (Autobiography, vol. II, p. 570). La preocupación principal de Spencer eran, pues, los cambios en las estructuras y las instituciones sociales y no los cambios mentales correspondientes. Establecía una filiación causal opuesta a la de Comte: "La opinión media o típica [average opinion] en cada época y país es función de la estructura social de esta época o país". 2.2.2 Evolucionismo Spencer concibe el cambio básicamente como evolución, que define como "cambio desde un estado de homogeneidad relativamente indefinida e incoherente a un estado de heterogeneidad relativamente definida y coherente". Spencer situaba sus categorías sociológicas en un marco filosófico general que abarca el conjunto de la realidad, de modo que la evolución social era para él un caso particular de una ley natural 8 aplicable universalmente. La sociología sólo puede convertirse en científica si se basa en la noción de una ley natural evolucionaria. Utilizó mucho las analogías entre biología y sociología, aunque subrayando los límites de las mismas. El pensamiento de Darwin representó para Spencer un fundamento esencial de su concepción de la sociedad (véase, sobre el "darwinismo social", § 2.2.6 infra) y un marchamo de cientificidad. Spencer utiliza constantemente metáforas organicistas para ilustrar sus explicaciones. Ahora bien, si el organicismo de Comte era coherente con su "colectivismo" y holismo, el de Spencer chocaba con su individualismo radical, propio de su liberalismo. 2.2.3 Estructura, crecimiento y diferenciación El crecimiento evolutivo supone cambios en la estructura y en las funciones de cualquier unidad. El crecimiento en tamaño precede al aumento de las diferenciaciones. "Como un animal inferior, el embrión de un animal superior tiene pocas partes diferenciables; pero a medida que adquiere mayor masa, sus partes se multiplican y se diferencian" (Sociology, 1892, vol. I, pp. 437−439). Las sociedades, como los organismos, se originan en grupos pequeños y crecen mediante dos mecanismos: o simple reproducción vegetativa o unión de grupos previamente separados. Ambos mecanismos pueden ir juntos. Los crecimientos de magnitud de los grupos sociales van invariablemente ligados a un aumento de la complejidad de su estructura. Las partes se diferencian en su estructura y función a fin de que la unidad más compleja sea viable. "Ser viable" era para el darwinista Spencer ser capaz de sobrevivir en la lucha por la vida. Los agregados sociales, como los organismos, pasan de estados poco diferenciados, donde las partes se asemejan, a estados más diferenciados, donde las partes pasan a depender, mucho más que antes, unas de las otras. La diferenciación implica interdependencia. "Mientras una sociedad es rudimentaria, todos sus miembros son guerreros, cazadores, constructores de cabañas, fabricantes de herramientas: cada uno satisface sus propias necesidades." Al crecer, crece la estructura, las partes asumen actividades distintas, cada actividad hace posible las otras y se establece una interdependencia entre las partes. Spencer habla de "mutual dependence" y de "reciprocal aid", utilizando expresiones muy poco acordes con el espíritu y la letra del darwinismo social. La división del trabajo es el sistema de especializaciones y diferenciaciones generadoras de complementariedades que hace de la sociedad una totalidad viviente, "a living whole". Donde las partes están poco diferenciadas, una puede cumplir fácilmente las funciones de las otras en caso de fallo, pero donde están muy diferenciadas, sólo las pueden cumplir imperfectamente o no las pueden cumplir en modo alguno. Por eso las sociedades complejas son más vulnerables y frágiles. La interdependencia de las partes y la vulnerabilidad a las circunstancias exigen la emergencia de un sistema regulador que controle y coordine las partes. De ahí la aparición de jerarquías entre centros reguladores superiores y elementos subordinados. En la evolución social la regulación central aparece primero hacia afuera, frente a presas y enemigos, y sólo más tarde también hacia adentro cuando ya no bastan los mecanismos de ajuste espontáneo entre las partes. 2.2.4 Clasificaciones de las sociedades Las sociedades se pueden clasificar según varios criterios. A. Por el grado de complejidad estructural. Simples, compuestas, doblemente y triplemente compuestas. Las simples se pueden clasificar en: sin jefes, con jefes ocasionales, con jefes inestables y con jefes estables. También las compuestas se clasifican según la complejidad de la organización política. 9 B. Por la regulación interna. Se basa en la teoría según la cual la estructura social depende de la relación de la sociedad con otras del entorno. Con relaciones pacíficas aparecen mecanismos de regulación interna relativamente débiles y difusos. Con relaciones conflictivas los controles se vuelven coercitivos y centralizados. (Aquí el criterio no es evolutivo.) En las sociedades "militantes" la cooperación es obligada: se cierra filas frente a la amenaza exterior. Se caracterizan por la coerción sobre los miembros individuales. Las sociedades "industriales" se caracterizan por la cooperación voluntaria y el autocontrol ["self−restraint"], así como la descentralización. C. Por el modo de asentamiento. Nómadas, semisedentarias, sedentarias. Estos criterios tienen una fuerte carga evolucionista. Los tipos varían con el grado de complejidad evolutiva. La clasificación por los grados evolutivos daba al sistema de Spencer una orientación optimista. No obstante, a medida que pasaron los años, este autor fue matizando su optimismo. Primero hablaba de "progreso" y más tarde tendió a preferir el término "evolución", más neutro. La oposición militar/industrial correspondía a un estereotipo habitual en la Europa del siglo XIX: la idea de que el predominio del comercio en las relaciones entre personas y grupos sociales había de dar por resultado interacciones más pacíficas en comparación con las "épocas guerreras". Pero en 1900 tuvo que reconocer que aumentaban los conflictos, el militarismo y la regulación coactiva y que retrocedían las libertades individuales, y que la evolución no era tan simple como había supuesto en sus primeros escritos. Si al comienzo pensaba en una evolución unilineal, equiparable a la del organismo viviente de la infancia a la senectud, en que la secuencia de fases está rígidamente determinada y "no hay atajos", en su madurez admitió que las sociedades pueden retroceder. La novedad más importante en este cambio de opinión reside en la idea de que las sociedades evolucionan en respuesta al entorno natural y social: "Un organismo social, como uno individual, experimenta modificaciones hasta que alcanza un equilibrio con las condiciones del entorno; desde ese momento sigue modificándose pero sin ningún cambio de estructura". Es más, una vez alcanzado este equilibrio, la evolución continúa hacia una "integración progresiva" que desemboca en la rigidez (Principles of Sociology, I, p. 95). Más específicamente, en su madurez habla de evolución multilineal y de progreso divergente y redivergente, que responde a la adaptación a una variedad de entornos: [...] los tipos sociales, como los tipos de organismos individuales, no forman una serie, sino una variedad de grupos divergentes y redivergentes. [...] Como otros tipos de progreso, el progreso social no es lineal, sino divergente y redivergente. [...] Al dispersarse por la Tierra, la humanidad ha hallado entornos de diferentes tipos, y en cada caso la vida social, parcialmente determinada por la vida social previa, se ha visto parcialmente determinada por las influencias del nuevo medio ambiente; de manera que los grupos en fase de multiplicación han tendido a diferenciarse, unos más y otros menos; han aparecido géneros y especies de sociedades (Princ. of Soc., III, pp. 329 y 331). 2.2.5 Funcionalismo Spencer expone muchas de sus observaciones sobre las instituciones sociales y sus cambios en términos funcionales. En estos análisis, el objetivo consiste siempre en buscar las funciones que cumple el factor analizado. Identifica función con necesidad: "Para comprender cómo se ha originado y desarrollado una organización, es obligado entender la necesidad satisfecha al comienzo y después" (Princ. of Soc., III, p. 3). Este uso del concepto de función introduce en el conocimiento social una novedad básica que por vez primera se formula con toda claridad: las instituciones no obedecen a intenciones y motivaciones deliberadas de los agentes, sino a exigencias funcionales y estructurales. Spencer fue sensible a las consecuencias no anticipadas de la acción humana, algo que ha pasado a ser un lugar común en la sociología del siglo XX. 10 Este funcionalismo permitía contextualizar los usos y costumbres de cada sociedad y liberarlos de puntos de vista etnocéntricos. Es un error, advertía, contemplar costumbres de otras sociedades, que nos resultan a nosotros extrañas y hasta repulsivas, como si también lo fueran para la sociedad considerada. Para librarse de este prejuicio, hay que investigar el papel que desempeñan en la existencia y evolución de las instituciones de la sociedad. La función, en otras palabras, nos revela la relatividad de las instituciones y los usos de cada sociedad a la vez que nos los explica. 2.2.6 Individualismo liberal frente a organicismo. Darwinismo social Fiel a su tradición cultural liberal, Spencer concebía claramente los orígenes de la sociedad en términos individualistas y utilitaristas. Los seres humanos originariamente se habrían agrupado hobbesianamente en bandas porque veían una ventaja en ello. Lo mismo valdría para el mantenimiento de una sociedad. Es más: "las propiedades de las unidades componentes [de los grupos humanos] determinan las propiedades del agregado". No obstante, la analogía organicista fue defendida por Spencer con más vigor que por Comte, como se ha visto antes. Esta paradoja, según Lewis Coser (1971), no queda resuelta: ambos principios interpretativos coexisten sin conseguir una síntesis satisfactoria. Spencer infería el papel del lenguaje y de la conciencia en las sociedades humanas, igual que Comte, del carácter orgánico de éstas. Un organismo biológico se halla dentro de los límites que le marca la piel o membrana exterior. Una sociedad se mantiene unida gracias al lenguaje. En un organismo las partes están juntas formando un todo continuo. En una sociedad son partes discretas, no están en contacto; sólo pueden cooperar gracias a la "función internuncial" del lenguaje, tanto el intelectual como el emocional y el corporal. En el plano de la conciencia hay otra analogía y otra diferencia. En un organismo la conciencia se concentra en una parte pequeña del agregado, que gobierna el conjunto. En la sociedad, la conciencia está dispersa. Todas las "unidades" tienen capacidad de conocer y de ser felices o desgraciadas en grados muy similares. No hay sensorio social. De ahí la conclusión inequívocamente individualista: "Como no hay un sensorio social, el bienestar del conjunto considerado como algo aparte de las unidades no es un fin que merezca ser perseguido. La sociedad existe para el provecho de sus miembros y no sus miembros para el provecho de la sociedad" (Princ. of Soc., I, p. 479, el subrayado es mío). Spencer creía tan firmemente como Comte en leyes sociales tan deterministas como las que rigen la naturaleza. Pero si Comte creía que estas leyes debían conocerse para actuar colectivamente, para intervenir en la vida social y dirigirla mediante la ciencia, el saber científico de los industriales y la dirección espiritual de los sacerdotes−sociólogos, Spencer creía que no debe interferirse en la vida social. Ni gobiernos ni reformadores han de intervenir. Tal vez el argumento más potente en favor de esta posición es el que apela a la complejidad de los procesos sociales y a los resultados no anticipables de las conductas sociales, que aconsejan dejar que actúen solas las leyes de funcionamiento de la sociedad. Su liberalismo era contundente. Las únicas prerrogativas que aceptaba para el Estado eran la protección de los derechos individuales y la defensa colectiva contra enemigos exteriores. Todo lo demás debía quedar a la libre iniciativa de los individuos y a los acuerdos y contratos que éstos decidan establecer entre sí. Su visión extremadamente anticolectivista creía tener un fundamento científico en la idea darwiniana de supervivencia de los más aptos, que se remontaba a Malthus (inspirador en esto de Darwin). Creía que el mecanismo de la selección natural permitía abrigar un cierto optimismo respecto de la especie humana. Al aumentar la población, hace falta más inteligencia para sobrevivir, de modo que mueren los menos inteligentes y sube el nivel general de inteligencia de la población. Se oponía a las "leyes de pobres" y a cualquier forma de protección en favor de los débiles, por interferir en el libre juego de la selección natural. En una de sus primeras obras, Social Statics, denunciaba que los mecanismos de protección "detienen el proceso purificador" de los elementos que calificaba despiadadamente de "unhealthy, imbecile, slow, 11 vacillating, faithless, reckless, incompetent [...]". Se suele asociar el origen del llamado "darwinismo social" con el nombre de William G. Sumner (1840−1910), que resume su posición con la frase: "no podemos salir de esta alternativa: libertad, desigualdad, supervivencia del más apto; falta de libertad, igualdad, supervivencia del menos apto. El primer término de la alternativa lleva la sociedad hacia adelante y favorece a todos sus mejores miembros; el segundo lleva la sociedad hacia atrás y favorece a sus peores miembros". Pero las mencionadas posiciones de Spencer le califican como uno de los inspiradores primeros, y el más influyente, de esta corriente. 2.2.7 La objetividad del conocimiento social La interferencia de la subjetividad del sabio en la génesis del conocimiento es un viejo topos que se remonta cuando menos a Francis Bacon y su reflexión sobre los varios idola. Otros pensadores del siglo XIX, como, por ejemplo, Karl Marx, abordaron este tema antes del clásico por antonomasia de esta temática, que fue Max Weber. Spencer también lo hizo. Señaló que el investigador de la sociedad, más que el científico natural, está expuesto a problemas de objetividad porque forma parte del mundo que investiga. Debe hacer un esfuerzo deliberado para librarse de parcialidades y sentimientos que pueden ser apropiados para el ciudadano, pero no para el científico. Los intereses, los prejuicios, las preferencias, las supersticiones de su propia sociedad son otros tantos factores de distorsión, como la nacionalidad, las creencias religiosas o filosóficas y los intereses personales o de clase o de raza. En su obra The Study of Sociology (1873) estudia los varios sesgos ("bias") que pueden interferir en la tarea del científico social: el sesgo del patriotismo, el sesgo de clase, el sesgo político y el sesgo teológico. A partir de ahí desarrolla una rudimentaria sociología del conocimiento. 12