VIGILIA PENTECOSTÉS

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1 VIGILIA PENTECOSTÉS1 “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que habita en nosotros. Aleluya” (Rm 5,5; 8,1 1).” AMBIENTACIÓN EL lugar donde se va a celebra la vigilia de la oración estora preparado para colocar los siguientes símbolos: Cirio Pascual; siete velas y una fuente de agua. Ambón paro la Palabra. Un icono de María. Cestito con los dones del Espíritu Santo. (Pequeñas llamas de cartulinas de colores, en las que están escritos los dones del Espíritu: SABIDURÍA, ENTENDIMIENTO, CIENCIA, FORTALEZA, CONSEJO, PIEDAD, TEMOR DE DIOS). El lugar está en penumbra. Se oye música de fondo. ACOGIDA Y MOTIVACIÓN Acogemos y saludamos a todos los participantes y les invitamos a colocarse en sus sitios. Animador: Bienvenidos/as a esta Vigilia de Oración. Nos reunimos con María, la Madre, que siempre nos lleva a su Hijo Jesús, para celebrar la Fiesta del Espíritu. Hacemos presente a toda la humanidad necesitada de vida, de paz, de verdad y de comunión. Comenzamos este encuentro haciéndonos una pregunta: ‘¿Qué necesita la Iglesia? La iglesia necesita el Espíritu Santo. La Iglesia necesita el Espíritu, el Espíritu Santo, animador y santificador de la Iglesia, su respiro divino, el viento de sus velas, su principio unificador, su manantial interior de luz y fuerza, su sostén y consolación, su manantial de carisma, y cantos, y paz y consuelo, su garantía y preludio de vida beata y eterna” (Pablo VI). “Sin el Espíritu, Dios queda lejos, Cristo permanece en el pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia es puro organización, la autoridad es tiranía, la misión es propaganda, la liturgia es simple recuerdo, y la vida cristiana moral de esclavos” (Ignacio IV Hazim, patriarca de Antioquía). 1. EL SOPLO DEL ESPÍRITU SANTO Nos abrimos al Espíritu divino para que encienda el fuego del amor en nuestro corazón; nos abra al Reino de Dios; nos revista de novedad y teja entre nosotros/as la nueva humanidad donde las diferencias de raza, religión, sexo, nacionalidad, o estado social no constituyen ningún privilegio (Cf. ICor 12,13). Canto: ¡Ven espíritu, ven Espíritu, ven, Espíritu, ven, Espíritu! (Se van intercalando las estrofas de la Secuencia de Pentecostés) Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. 1
PEDRO TOMÁS NAVAJAS Y ROSARIO GIL, Amigos de Orar, Suplemento: Orar 214 (2010) 32‐44. 2 Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas, y reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si tu le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía el que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. 2. EL ESPÍRITU ENSEÑADOR DE VERDADES El Espíritu divino está siempre en toda verdad. Nos acompaña en la búsqueda de toda verdad, nos acerca a Jesús, “el camino, la verdad y la vida” (Jn 1 4,6). El Espíritu nos enseña a reconocer su gracia en nosotros. Nos ayuda a superar las resistencias que tenemos a verdad, la tendencia hacia la mentira, la esterilidad de la mera supervivencia. El Espíritu nos descubre la oscuridad que todavía hay en nuestro mundo, las injusticias, las desigualdades, los abusos de poder y la marginación de los débiles y pequeños. Presentamos algunas situaciones que más golpean nuestra sensibilidad de creyentes en la Trinidad, que desea que toda la humanad una familia de paz y comunión. (Desde distintos lugares de la asamblea se oyen estas u otras voces) Inmigrantes rechazados. Víctimas del terrorismo. Niños/as calle. Jóvenes desorientados. Drogo‐
dependientes. Refugiados. Secuestrados. Enfermos. Condenados a muerte por sida en África. Los que sufren depresión. Enfermos mentales. Alcohólicos. Personas sin trabajo. Naturaleza violada. Mujeres maltratadas. Familias desunidas. Trabajadores explotados. Ancianos abandonados. Países en guerra. Y sobre todo, los miles de mártires que están muriendo hoy mismo por el sólo hecho de ser cristianos. Canto: En nuestra oscuridad enciende la llama de tu amor, Señor… Gesto: Con las manos enlazadas rezamos el Padrenuestro 3. EL ESPÍRITU DADOR DE VIDA El Espíritu es la fuente de la oración cristiana, nos hace exclamar: i Abbá, Padre! y confesar que Jesús es el Señor. “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriño los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios” (Rom 8,26‐27). A su luz se esclarece el misterio del ser humano. Símbolo: 3 Una persona entra con el Cirio Pascual encendido. Otra la Palabra abierta y otra con una fuente de agua. (Se colocan en el medio de la Asamblea con los símbolos en alto mientras se proclama la Palabra dos veces seguidas, dejando unos instantes de silencio entre las dos proclamadores. Todos nos ponemos de pie, miramos los símbolos y formamos un círculo alrededor) Lectura de la Palabra: El último día, el más solemne de las fiestas, Jesús, en pie gritaba: El tenga sed que venga a mí; el que cree en mí que beba. Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva” (Jn 7, 37‐38) Canto: Yo tengo un gozo en el alma, grande gozo en el alma, grande gozo en el alma y en mi ser. ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios! Es como un río de agua viva, río de agua vivo. Río de agua viva en mí ser. No te avergüences y alabo a tu Señor, no te avergüences y alabo a tu Señor, da gloria a Dios, gloria a Dios, gloria a Él, no te avergüences y alaba a tu Señor. Con alegría, alabo a tu Señor, con alegría, alabo a tu Señor, da gloria a Dios, gloria a Dios, gloria a Él, con alegría, alabo a tu Señor. Ama a María y alabo a tu Señor, ama a María y ataba a tu Señor, da gloria a Dios, gloria a Dios, gloria a Él, ama a María y alaba a tu Señor. Ama a tu hermano y ataba a tu Señor, ama a tu hermano y alaba a tu Señor, da gloria a Dios, gloria a Dios, gloria a Él, ama a tu hermano y ataba a tu Señor. Gesto: Mientas se canta, varias personas se acercan a la fuente de agua y la persona que preside la Asamblea toma agua de la fuente y les hace la señal de la cruz en la frente. 4. EL ESPÍRITU CREADOR DE COMUNIÓN “¡Qué extraordinaria riqueza, con sus dones de verdad y de amor, la del Espíritu!” (Juan Pablo II). Gracias al Espíritu podemos entrar en comunión con el Padre y con el Hijo. Por medio de Él, el Padre y el Hijo se hacen presentes y entran en comunión con la Iglesia, con el cristiano, con el mundo. El Espíritu nos regala la interioridad, la creatividad, la comunión; nos introduce en la gracia de ser amados, nos enseña a valorarnos desde el don de Dios, nos propone como estilo de vida el camino de la confianza creativa; nos cita en el Misterio. La comunión es el gozo de la presencia de la Trinidad en nosotros, es una experiencia de comunión. Dinámica: En pequeños grupos de dos o tres personas, durante breves minutos se comparte esta pregunta: ¿Qué es para ti la comunión? Luego, se hace eco en la Asamblea de lo compartido en los grupos. Símbolo: 4 Mientras el Lector lee los Dones del Espíritu Santo, se encienden las velas y siete personas las levantan en alto, otras personas reparten los dones del Espíritu Santo a los participantes. 1) Don de temor de Dios: Docilidad para acoger el Plan de Dios. 2) Don de sabiduría: Entrar en el Plan de Dios gozosamente. 3) Don de entendimiento: Fiarse totalmente de Dios: Padre‐Madre. 4) Don de consejo: Discernir el Plan de Dios a la luz de su Palabra. 5) Don de piedad: Afecto filial hacia Dios‐Padre y sentido de fraternidad 6) Don de fortaleza: Resistencia ante las adversidades. 7) Don de ciencia: Gozar de la Presencia de Dios en la vida. Otra versión posible: Si hay tiempo suficiente – o se juzga oportuno por cualquier otro motivo – en lugar de esta mención abreviada de los siete Dones del Espíritu, puede repartirse entre distintos asistentes un comentario más explícito a cada uno de los mismos... SEÑOR: ¿Por qué pedir ahora tus “siete dones”, si de Ti nos viene todo, y todo cuanto nos viene de Ti es puro “don”? Por que de algún modo tenemos que explicarnos cuando queremos pedirte una serie de hábitos, de disposiciones, de capacidades, de ayudas para tener siempre nuestras antenas orientadas hacia Ti Por que deseamos, rio sólo captar tu voluntad, sino disponer de estímulos concretos para cumplirla en cada situación concreta. Porque la acción de tu Espíritu en nosotros adopta distintas formas que ya Isaías (1 1, 1‐3) describía como: Espíritu de sabiduría, de inteligencia, de ciencia, de consejo, de fortaleza, de piedad y de temor de Dios. Porque el magisterio multisecular de nuestra Iglesia, así nos lo enseña… 1. Danos el “Don de Inteligencia” ¡Oh Espíritu de Dios! Sabemos que estás presente en todo, hombre, en toda criatura; te sabemos el Omnipresente. Pero te sabemos, al mismo tiempo, el “Dios escondido”. Por eso y para eso te pedimos el “Don de Inteligencia”: Para que no os falte el instinto de todo lo divino; para que te descubramos al trasluz de cada acontecimiento; para que cada criatura se nos convierta huella de tu paso entre nosotros. Mira, Señor, que cada vez parece que son más los estratos nuestra cultura, las áreas de nuestro saber que se vuelven opacos a tu Presencia. No permitas que sé nos hipertrofie el alma con cosas que carecen Que Tu ‐¡Verdad de verdades!‐ seas la clave de todas las nuestras 5 2. Danos el “Don de Consejo” ¡Oh Espíritu de Jesús! No nos’ niegues tu “Don de Consejo’ para distinguir entre valores y valores. Distinguir entre lo absoluto y lo relativo; lo peremne y lo caduco; lo urgente y lo aplazable; lo que importa en cada caso y lo que no. Porque... ¡qué difícil se nos hace a veces discernir entre importancias! Jerarquizar valores, elegir prioridades ¡Cuántas veces olvidamos que lo pobre y o sencillo se convierten en el eslabón más seguro que nos lleva hasta lo absoluto y definitivo que eres Tú! ¡Y cuantas otras lo efímero nos enreda entre sus telas sin dejarnos, escapar! Danos el “Don de Consejo” para poder decir siempre palabras de bien a nuestros hermanos; para poder ser para ellos fieles correas de transmisión de tu voluntad. Tu, ¡Espíritu Divino! nos fuiste prometido por Jesús como el gran Abogado, el gran Consejero, el gran Sugeridor. Y como él gran Recordador de cuanto nos habías dicho. No nos niegues ni acalles esa tu voz que nos habla allá en lo hondo y que no es capaz de callar todo el griterío de la calle. . . . 3. Danos el “Don de Sabiduría” Dánoslo, ¡oh Espíritu Divino!, como se lo diste a tus grandes amigos: Pablo, Agustín, Benito, Francisco, Domingo, Teresa, Juan de la Cruz, y a tantos otros como vivieron después o viven aún entre nosotros. Concédenos con este ‘Don de Sabiduría” la capacidad del “mirar contemplativo”; esto es: “Ayúdanos a mirar con amor; a descubrirte en el silencio. Ayúdanos a mirar con amor; a ver las cosas como Tú las ves” Llegar a ver las cosas como Tú las ves: ¡he ahí a cumbre de todo auténtico saber! Más aún: Que tu Sabiduría, Señor nos haga sabroso el bien, nos haga gustosa la verdad, nos inocule la alergia a la mentira. Y nos haga capaces de transmitir a cuántos nos rodean este mismo sabor, este mismo gusto, esta misma alegría que pedimos para nosotros. Que podamos repetir con verdad las palabras de esa oración en que tus fieles te pedirnos tantas veces: “degustar lo que es recto” (¡recta sapere!). Que nada ni nadie nos desoriente en momentos culturales como los nuestros donde tan desdibujado está todo, donde tan mezcladas andan la verdad y fa mentira. 4. Danos el “Don de Ciencia” Dánoslo, ¡oh Espíritu de Jesús!, para comenzar teniendo clara conciencia de las cosas que ignoramos. Concédenos con este don la gracia de esa “conciencia del límite” que salva de toda arrogancia y que con tanta nitidez distingue al verdadero sabio de quien, de forma petulante, pretende saberlo todo. Que tu “Don de Ciencia” nos abra los ojos para conocer y admirar el entramado de la vida y sociedad en que nos movemos. Para descubrir los “cambiantes signos de los tiempos” a los que aluden tanto el Concilio y el Magisterio de la Iglesia, y a los que debemos dar una respuesta si de ve’ dad vamos en busca de una “nueva evangelización” Que gracias a este “don”, sepamos mantener viva en nosotros la gozosa esperanza de que todo camine hacia un verdadero “progreso” No permitas, ¡oh Espíritu de Cristo! que se extinga en nosotros la capacidad de admiración y apoyo hacia las conquistas logradas por nuestros hermanos, los hombres de la ciencia, la técnica, el arte y los deportes o de la más humilde de las actividades humanas. Que secundemos, en fin, el sentimiento 6 paulino de apoyar todo lo grande, todo lo noble, todo lo bello y todo lo bueno con vista a que todo redunde en gloria tuya y todo colabore al bien de los que se han de salvar. 5. Danos el “Don de Piedad” Necesitamos, también, tu “Don de Piedad”. Una piedad entendida por una parte como la que tuvo Jesús con los niños, con los pobres, con los enfermos, con los marginadas, con los ignorantes como Pedro y Nicodemo y Zaqueo. Una piedad forjada a corazón abierto. Danos para ellos un corazón sin puertas. Un corazón amplio dilatado como las arenas del mar. ‐ Que gradas a este “don” consigamos también, una perfecta adecuación entre lo que de Ti sentimos en nuestro interior con nuestros comportamientos religiosos externos; para eso para que el adjetivo de “piadoso” no pase a significar algo así como beato y, mucho menos, hipócrita. Consérvanos el sentido y gusto por la santidad; que no caigamos en la tentación de poner el listón cada día más bajo, ni nos devore esa filosofía de la chapuza en lo relativo al amor Que no sólo cumplamos tus preceptos y los de tu Iglesia, sino que lo hagamos gustosos y con medida colmada, Alienta y aumenta en nosotros las esperanzas de tus Promesas y el respeto de tus inescrutables designios. Y que en nuestras vidas nunca falte una actitud adoradora dirigida exclusivamente a Ti, ya que... ¿sólo a tu Dios adorarás! 6. Danos el “Don de Fortaleza” Provéenos de él ¡Espíritu de Jesús! Lo necesitamos para que nuestra fe no vacile ante el ateísmo de los descreídos, ante tanta caricatura de creyentes como vemos a diario, ante la persecución por la justicia, ante la confesión de tu nombre, ante tu aparente silencio, ante el peso del vivir de cotidiano, ante el sufrimiento de los inocentes, ante el nuestro propio... Danos, Señor una brizna de tu fortaleza para llevar a cabo la tarea que nos has asignado en este mundo. Dánosla ahora; pero también más tarde: “Olvida los pecados de nuestra juventud”, y “que en la vejez y en las canas, no nos abandones, Señor”. 7. Danos el “Don de temor de Dios” Sí, sí hemos dicho bien. Danos, ¡Espíritu Santo! el “don de tu temor”. De ese “temor que es el principio de la sabiduría”. Un temor sin miedos. Más aún: Un temor capaz de librarme de todos los demás miedos. Te pedirnos, como Teresa de Jesús, “jamás .perder el temor de “perderte”. Qué el temor del mal, jamás prevalezca dentro de nosotros sobre nuestro amor al bien, a la verdad. Danos “temor como tantas y tantas veces té pedía tu hijo san Francisco de Borja. Y por último. Te pedimos... ¡el Don de dones! Ese verdadero y supremo “Don” que eres Tú, ¡oh Espíritu divino! Te necesitamos a Ti, que todo lo demás ya nos dijiste que se nos daría por añadidura… 5. EL ESPÍRITU NOS ENVÍA AL MUNDO Gesto: Las personas que llevaron los símbolos de la celebración los levantan... 7 Animador: El Espíritu, que es dador de carisma para la edificación del pueblo de Dios, nos envía a ser testigos del Amor en el mundo, a tejer la comunión en la Iglesia, y a vivir en verdad en nuestra vida. Canto: Id amigos por el mundo anunciando el amor. Mensajeros de la vida de la paz y el amor. Sed amigos los testigos de mi Resurrección. Id llevando mi presencia Con vosotros estoy. Otra versión posible: Como en el caso anterior, si hay tiempo suficiente – o se juzga oportuno por cualquier otro motivo – en lugar de esta mención abreviada de los siete Dones del Espíritu, puede repartirse entre distintos asistentes un comentario más explícito a cada uno de los mismos... ¿Por dónde nos lleva hoy el Espíritu? Con uno de nuestros himnos litúrgicos oramos de esta manera. Esta es la hora en que rompe el Espíritu el techo de la tierra, y una lengua de fuego innumerable purifica, renueva, enciende, alegra las entrañas del mundo. Esta es la fuerza que nos pone en pie a la Iglesia en medio de las plazas y levanta testigos en el pueblo para hablar con palabras como espadas delante de los jueces. Llama profunda que estructuras e iluminas el corazón del hombre; restablece la fe con tu noticia, y que el amor ponga en vela la esperanza, hasta que el Señor vuelva. Cierto, el Espíritu nos ayuda a tomar conciencia de nuestros techos. De esos techos que nos impiden tantas veces ver y, sobre todo yo‐lar. De ésos techos que no sólo dificultan nuestro hacer sino tantas y tantas veces hasta nuestro mismo orar Si esta es la hora en que el Espíritu rompe justamente esos techos, podemos y debemos preguntarnos: ¿Hacia dónde debemos volar? ¿Por quién debemos orar? ¿Junto a quién debemos trabajar? ¿Cuáles son hoy; finalmente los caminos por dónde quiere llevarnos el Espíritu? Y una voz, como muy desde dentro, nos responde: Por los mismos de aquel Pentecostés. Partiendo de Jerusalén, centro de la espiritualidad y símbolo de la experiencia religiosa, el Espíritu condujo a los seguidores del Señor. 1º Hacia Emaús: Aquellos discípulos se marchaban desesperanzados y desencantados camino de Emaús (Lc 24, 3‐35). Es el mismo camino del cansancio y del desaliento; de a desconfianza y del escepticismo; de la frustración 8 y del desengaño respecto de todo lo religioso, por el que caminan muchos de nuestros hermanos de humanidad. El mismo camino donde Él espera hacerse el encontradizo con ellos por medio de nosotros. Cómo... en aquel tiempo” 2º Hacia Jericó: Es el camino de Jerusalén a Jericó del que nos habla Lc 10, 29‐37. El camino que conduce hacia el apaleado, caído, marginado y empobrecido. El camino que siempre nos llevaré junto a las víctimas de las mil y una injusticias, de los mil y un dolores que afligen hoy a millones de seres humanos y de los que debemos ser los prójimos. 3º Hacia Roma: Entendiendo por Roma en primer lugar lo que supone para nosotros hoy esta Urbe como sede del Vicario de Cristo y epicentro de nuestra Iglesia y de su Magisterio. Pero también lo que Roma supuso para Pedro y Pablo como centro del mundo entonces conocido. Hacia esa dirección nos impulsa también hoy el Espíritu infundiéndonos el deseo de llevar el Evangelio a todas las culturas para injertar para inculturar en ellas sus valores. Es el camino que nos lleva “hasta los confines de la tierra, según Hch 1, 8. Es, sin duda, el camino que conduce a la Iglesia hacia todas las gentes para que todos escuchen la Buena Noticia “en su propia lengua”. Es el camino, en fin, hacia el diálogo, el respeto y la tolerancia desde el núcleo de esta Aldea global que hoy es nuestro mundo. 4º Hacia Atenas: El mundo hacia el que se dirigió Pablo. El ámbito del pensamiento y del saber De la pregunta por el sentido de la vida y de las cosas. El mundo de la increencia y del agnosticismo y de la indiferencia religiosa. El mundo de cuantos problemas genera esa interminable dialéctica entre ciencia y fe. Hoy, como en Hch 1 7, 23‐24, ése deberá ser uno de nuestros destinos apostólicos: La búsqueda de los distintos areópagos donde los creyentes entablemos diálogo racional y razonable, orante o directo, sobre todo cuando se puede y debe hablar con cualquier ser humano que busca, aun sin saberlo, ese altar al “Dios desconocido”. ¿Nos quedó suficientemente claro por hacia donde debemos dirigir nuestras plegarias y nuestros pasos? 6. DESPEDIDA Misión: Animador: Nuestro encuentro de oración termina, No nos queda sino recordar e! fin último que se propone toda acción del Espíritu en nosotros: Otorgarnos unos determinados dones. Sacarnos de nuestros miedos y refugios. Lanzarnos a cada cual por nuestro camino para convertir aquéllos en carismas. Hablando a cada cual en su propia lengua. Sin olvidar que todo lo debemos hacer... ¡En Iglesia! Canto: 9 Todos unidos formando un suelo cuerpo un Pueblo que en la Pascua nació Miembros de Cristo en sangre redimidos Iglesia peregrina de Dios. Vive en nosotros la fuerza del Espíritu, que el Hijo desde el Padre envió. Él nos empuja, nos guía y alimenta... ¡Iglesia peregrina de Dios! Sintoísmo final Cada uno de los presentes, puestos en círculo, coloca las palmas de sus manos frente a sí. Exhala sobre ellas su aliento y extiende, poco a poco sus brazos a lo alto trazando un circulo de suerte a sus manos vayan a entrelazarse con las de quien está a sus lados. Ya en esa posición, todos cantan repetidamente con palabras o boca cerrada, la antífona con el texto de Hch. 1, 14: “Todos perseveraban en la oración, con María, la madre de Jesus…”(Repetitivo) 
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