no solo fue un gran historiador sino un maestro

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enorme gracia pero sin malevolencia. Su memoria
era prodigiosa. Escribía con una letra menudita y
cuando teníamos que mecanografiar esas fichas
sudábamos la gota gorda. Muchos nuevos y
antiguos discípulos caían por ahí entre ellos Pablo
Macera, cuyos exabruptos y poses encantaban a
Porras. En su soberbia biblioteca había muchos libros
de literatura. Y acaso la razón de la buena prosa de
Porras Barrenechea se debió a sus voraces lecturas
de los clásicos castellanos, a los que enseñó durante
algunos años en el colegio y en la Universidad de
San Marcos”.
INSTITUTO RAÚL PORRAS BARRENECHEA
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
“NO SOLO FUE
UN GRAN HISTORIADOR
SINO UN MAESTRO”
Por Mario Vargas Llosa
(De El pez en el agua. Memorias de Mario Vargas Llosa)
INSTITUTO RAÚL PORRAS BARRENECHEA
Monumento Histórico - Casa Museo
Calle Colina N.° 398, Miraflores - Lima 18
Teléfono: 619-7000 anexo 6102
Telefax: 445-6885
“Tengo una gran deuda contraída con
Raúl Porras Barrenechea. Sus clases
de historia eran deslumbrantes por la
elegancia de sus exposiciones y el
rigor con que preparaba su curso.
Creo que todos los que tuvimos
el privilegio de pasar por sus
aulas vivimos la Historia del Perú de una manera
entrañable y a la vez cuestionadora, pues además
de las riquísimas anécdotas con que el doctor
Porras aderezaba sus exposiciones ellas incidían
siempre sobre una problemática que nos planteaba
múltiples desafíos intelectuales. Porras Barrenechea
no solo fue un gran historiador sino un maestro en
el sentido más generoso y cabal de esta palabra.
El doctor Porras Barrenechea me contrató como
uno de sus dos ayudantes —el otro era Carlos
Araníbar— en un proyecto de Historia General del
Perú, patrocinado por el librero y editor Juan Mejía
Baca, en el que a él le correspondía los periodos de
Conquista y Emancipación. Durante cerca de cinco
años trabajé en su casa de la calle Colina de 2 a 5
de la tarde y para mí esas horas y esos años son
los que me dieron mi mejor formación universitaria.
Gocé tanto trabajando a su lado que en algunos
momentos hasta estuve tentado de abandonar los
estudios de Literatura para consagrarme a la Historia.
Además de un investigador de gran aliento, Porras
Barrenechea, fuera de trabajo, era conversador,
risueño, gran contador de anécdotas y siempre
dispuesto a dar un consejo y prestar una ayuda a
quienes trabajamos cerca de él.
Tal vez lo más importante fue su ejemplo de probidad
intelectual. Como él era tan exigente consigo mismo
en el trabajo intelectual nada lo exasperaba más
que la falta de seriedad, la negligencia o la picardía
de esos profesores o intelectuales que citaban de
memoria o mentían a la hora de escribir sus trabajos
de investigación porque sabían que el público al
que se dirigía no reconocería sus embustes. Porras
nos enseñó a sus discípulos a escribir como si los
lectores de todo lo que publicaremos fueran los más
inteligentes y los más cultos del mundo.
Recuerdos que me llenan de nostalgia y cariño. El
primer trabajo que me encargó el doctor Porras fue
leer las crónicas del Descubrimiento y la Conquista
fichando todas las referencias a los mitos y leyendas,
un tema en el que la historia se volvía a menudo
literatura fantástica. No todo era trabajo. A veces
llegaba el doctor Ricardo Vegas García, gran amigo
de Porras, y nos llevaba a tomar té a la Tiendecita
Blanca. Porras Barrenechea cultivaba el viejo arte
limeño de la chismografía y sabía ironizar y burlarse
de las gentes de manera prodigiosa y risueña, con
“Tengo una gran deuda contraída con
Raúl Porras Barrenechea. Sus clases
de historia eran deslumbrantes por la
elegancia de sus exposiciones y el
rigor con que preparaba su curso.
Creo que todos los que tuvimos
el privilegio de pasar por sus
aulas vivimos la Historia del Perú de una manera
entrañable y a la vez cuestionadora, pues además
de las riquísimas anécdotas con que el doctor
Porras aderezaba sus exposiciones ellas incidían
siempre sobre una problemática que nos planteaba
múltiples desafíos intelectuales. Porras Barrenechea
no solo fue un gran historiador sino un maestro en
el sentido más generoso y cabal de esta palabra.
El doctor Porras Barrenechea me contrató como
uno de sus dos ayudantes —el otro era Carlos
Araníbar— en un proyecto de Historia General del
Perú, patrocinado por el librero y editor Juan Mejía
Baca, en el que a él le correspondía los periodos de
Conquista y Emancipación. Durante cerca de cinco
años trabajé en su casa de la calle Colina de 2 a 5
de la tarde y para mí esas horas y esos años son
los que me dieron mi mejor formación universitaria.
Gocé tanto trabajando a su lado que en algunos
momentos hasta estuve tentado de abandonar los
estudios de Literatura para consagrarme a la Historia.
enorme gracia pero sin malevolencia. Su memoria
era prodigiosa. Escribía con una letra menudita y
cuando teníamos que mecanografiar esas fichas
sudábamos la gota gorda. Muchos nuevos y
antiguos discípulos caían por ahí entre ellos Pablo
Macera, cuyos exabruptos y poses encantaban a
Porras. En su soberbia biblioteca había muchos libros
de literatura. Y acaso la razón de la buena prosa de
Porras Barrenechea se debió a sus voraces lecturas
de los clásicos castellanos, a los que enseñó durante
algunos años en el colegio y en la Universidad de
San Marcos”.
(De El pez en el agua. Memorias de Mario Vargas Llosa)
INSTITUTO RAÚL PORRAS BARRENECHEA
Monumento Histórico - Casa Museo
Calle Colina N.° 398, Miraflores - Lima 18
Teléfono: 619-7000 anexo 6102
Telefax: 445-6885
Además de un investigador de gran aliento, Porras
Barrenechea, fuera de trabajo, era conversador,
risueño, gran contador de anécdotas y siempre
dispuesto a dar un consejo y prestar una ayuda a
quienes trabajamos cerca de él.
Tal vez lo más importante fue su ejemplo de probidad
intelectual. Como él era tan exigente consigo mismo
en el trabajo intelectual nada lo exasperaba más
que la falta de seriedad, la negligencia o la picardía
de esos profesores o intelectuales que citaban de
memoria o mentían a la hora de escribir sus trabajos
de investigación porque sabían que el público al
que se dirigía no reconocería sus embustes. Porras
nos enseñó a sus discípulos a escribir como si los
lectores de todo lo que publicaremos fueran los más
inteligentes y los más cultos del mundo.
Recuerdos que me llenan de nostalgia y cariño. El
primer trabajo que me encargó el doctor Porras fue
leer las crónicas del Descubrimiento y la Conquista
fichando todas las referencias a los mitos y leyendas,
un tema en el que la historia se volvía a menudo
literatura fantástica. No todo era trabajo. A veces
llegaba el doctor Ricardo Vegas García, gran amigo
de Porras, y nos llevaba a tomar té a la Tiendecita
Blanca. Porras Barrenechea cultivaba el viejo arte
limeño de la chismografía y sabía ironizar y burlarse
de las gentes de manera prodigiosa y risueña, con
INSTITUTO RAÚL PORRAS BARRENECHEA
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
“NO SOLO FUE
UN GRAN HISTORIADOR
SINO UN MAESTRO”
Por Mario Vargas Llosa
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