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EL MODERNISMO PICTORICO
Los pintores de la época dieron la bienvenida al Modernismo, de la misma manera que
arquitectos y escultores, como un movimiento que liberaba el tratamiento de las
formas en contraposición a la anterior rigidez academicista.
El Modernismo significa libertad, la posibilidad de desarrollar cualquier forma, color o
idea y la pintura no fue una excepción. La libertad de expresión se puede observar
tanto en las amables escenas burguesas de Ramón Casas como en las duras figuras
marginales de Nonell.
El Modernismo pictórico catalán presenta una gran variedad y riqueza de temas, esta
es la razón por la que algunos especialistas prefieren hablar de "Pintura del periodo
modernista" en vez de "Pintura Modernista". A pesar de todo, algunos pintores como
Rusiñol, Ramon Casas, Meifrèn, Mir, Utrillo, LLuïsa Vidal y otros son considerados en
ocasiones como los estrictos representantes del Modernismo. Otros como los
hermanos Masriera representan, bajo este punto de vista, una tendencia más
tradicional -más cercana al academicismo, pero entendido como un refinamiento del
realismo no basado en normas clásicas- dentro del Modernismo.
Las diferencias de estilo no se hallan únicamente entre los distintos artistas, sino
también dentro de la obra de cada uno de ellos. Esto se evidencia en la obra de
Ramon Casas, este excepcional pintor caracterizado por sus amables escenas
burguesas como "Plein air", "Baile de tarde", decoración del Cercle del Liceu en
Barcelona, retratos de la alta sociedad catalana y otros de contenido similar, es
también el autor de pinturas presentando temas con motivos sociales como
Este es también el caso de Isidre Nonell, ya que siendo imágenes de la dura vida y
apariencia de seres marginales el motivo central de su pintura, presenta también
especialmente en el periodo de alrededor de 1907, una serie de obras que retratan la
alta sociedad catalana, con características por descontado mucho más amables que
en la pintura que forma la base de su obra.
Santiago Rusiñol, conjuntamente con Ramón Casas es el pintor más característico de
este periodo. Su activa promoción del Modernismo, la celebración de las "Festes
Modernistes", sus actividades alrededor del Cau Ferrat y su obra literaria le permitieron
adquirir un gran prestigio dentro del movimiento. La variedad de temas que pintaba:
retratos (Eric Satie), paisaje ("El puerto de Barcelona" y jardines), temas de la vida (La
"Cocina del Moulin de la Galette"), nos pueden dar una idea de sus viajes y las
diferentes fuentes de inspiración que acompañaron su vida bohemia.
Retratos y paisajes son los motivos más frecuentes de la pintura Modernista. Esto es
muy evidente en la obra de los hermanos Masriera, Eliseu Meifrén, Utrillo, Lluïsa Vidal,
Joaquim Mir y otros. De hecho este es uno de los pocos elementos comunes en un
estilo -el Modernismo- que agrupa una gran cantidad de artistas normalmente
autodefinidos como Modernistas, pero que manifiestan una gran libertad creativa y no
están demasiado preocupados por su fidelidad a las normas muy laxas del
movimiento, lo que no es difícil si pensamos que en este, la norma es precisamente la
ausencia de normas.
Fue
absolutamente
sincrético.
En
Hispanoamérica se produjo un rechazo de la
tradición literaria española y los escritores
dirigieron sus miras hacia Europa, principalmente
a Francia, donde desde finales del s. XIX habían
ido surgiendo una serie de escuelas literarias y
pictóricas. El modernismo español tomó su
impulso
tanto
de
los
escritores
hispanoamericanos en especial del nicaragüense
Rubén Darío (1867-1916) como de la vecina
Francia.
En la amalgama se advierten rasgos del
prerrafaelismo de Dante Gabriel Rossetti y sus
temas religiosos, paisajísticos y medievalizantes;
del parnasianismo, capitaneado por Leconte de
Lisie y Théophile Gautier, autor este último de la
famosa divisa «el arte por el arte», sin cuya
influencia no habrían surgido las Prosas profanas
(1896) de Darío, exponentes del peculiar gusto por la exquisitez formal, la sensualidad
y el retorno al mundo grecolatino; del simbolismo encarnado en los «poetas malditos»
como Baudelaire, Verlaine, Rimbaud o Mallarmé, quienes crearon una poesía
hermética a través del uso de símbolos, así como de un lenguaje cercano a la música,
a cuya influencia no son ajenos ni las Prosas profanas ni los Cantos de vida y
esperanza (1905) de Darío.
Del decadentismo de D'Annunzio y su incitación a gozar del placer de los sentidos; y
del impresionismo pictórico de los Manet, Monet, Renoir o Gauguin, el cual tiene su
correlato literario en el gusto por la imagen inacabada para que el lector tenga que
recomponer el conjunto. Todo ello sin olvidar la impronta de los norteamericanos Walt
Whitman y Edgar Alian Poe, o del británico Osear Wilde.
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