• esfera cultural LIBROS Por JOAQUÍN BORRELL “La nieta del señor Linh” por Philippe Claudel S probable que quien haya conocido a Philippe Claudel (Nancy, 1962) a través de su impactante “Almas grises” quede un poco desconcertado ante su nueva creación. Como aquélla, se trata de una obra estupendamente escrita, basada en un planteamiento inusual –en “Almas...”, un crimen sórdido junto al frente de trincheras en plena guerra mundial; aquí, el monólogo interior de un anciano indochino, extranjero en idioma y en percepciones en cierta innominada ciudad occidental–. Sin embargo, se diría que entre una obra y otra el autor ha perdido músculo. Lo sugiere el propio formato, que en “La nieta...” apenas rebasa la categoría de cuento sostenido –con arreglo a la tendencia editorial, que comprime las obras a la extensión que el supuesto consumidor medio absorbe en un fin de semana–; y lo confirma la renuncia al tremendismo, que en “Almas grises” mantenía al lector sin resuello durante muchas páginas. No obstante, “La nieta del señor Linh” continúa siendo una obra reco- E La nieta del señor Linh, Salamandra. Escritura 58 PÚBLICA • “La nieta del señor Linh” continúa siendo una obra recomendable. El lector empatiza fácilmente con los desvelos del protagonista por la recién nacida Lo que retrata la pluma de Carlos Fuentes, indudablemente vigorosa en ocasiones y un tanto críptica en otras, es el habitual cuadro de miserias, arbitrariedades y abusos mendable. El lector empatiza fácilmente con el señor Linh y con sus desvelos por la nieta recién nacida. Los encuentros con el único occidental que le tiende la mano equivalen a un bonito tratado sobre la amistad sin palabras. Y, sobre todo, los posibles defectos del libro se redimen en las últimas páginas, por virtud de una sorpresa descomunal. Más prodigada en el cine que en la novela –véase la carrera de Shyamalan–, la sorpresa postrera requiere una técnica muy depurada. Cuando se ejerce con garbo, provoca una reacción admirativa del lector –”hay que ver cómo me ha engañado ese tipo”– y al instante un anhelo revisor, para comprobar si el prestidigitador ha jugado limpio. Aunque con justeza en algún extremo, Claudel, que en cuestión literaria es un técnico excelente, pasa airosamente la prueba. “Todas las familias felices” por Carlos Fuentes ARLOS Fuentes anda cerca de los ochenta años y ya han pasado cuarenta y cinco desde “La muerte de Artemio Cruz”, de modo que se le puede disculpar; pero cada vez resulta más insistente la tendencia a exprimir la carrera de los grandes nombres en la literatura del último siglo mediante la concentración de las páginas sueltas que, por uno u otro motivo, quedaron excluidas de la imprenta durante sus años de plena producción. Como en el caso de “Todas las familias felices”, es frecuente que exista calidad en muchas de ellas, que al fin y al cabo proceden de un gran autor; pero suele concurrir la falta de conexión temática, por más que la editorial trate de hallarla. Al fin y al cabo, uno de los tópicos de la novela es que cada novelista escribe C siempre sobre lo mismo, por más que disfrace la guarnición. En el caso de “Todas las familias felices” la unidad de concepto viene referida al estado presente de la sociedad mejicana; francamente deteriorado, si se hace caso de un testigo supuestamente cualificado como Fuentes. Lo que retrata su pluma, indudablemente vigorosa en ocasiones y un tanto críptica en otras, es el habitual cuadro de miserias, arbitrariedades y abusos de toda índole, sin excluir ciertos clichés, como los curas descreídos convertidos en moneda de curso desde Graham Greene. Como suele ocurrir con estas recopilaciones, los distintos episodios tienen valor desigual; y es difícil mostrarse benévolo con el poemario en verso libre que los suelda, en el que Fuentes trata de mostrarse nerudiano sin que le haga ninguna falta. Cuentan que cuando Berlioz envió a Liszt la partitura de “La damnation de Faust” para que la contratase en Weimar, Liszt se la devolvió sin abrir, con la indicación “Viniendo de usted, no necesito leerla para saber que es recomendable”. Ya ha quedado dicho que en el panorama actual algunos autores –recuérdese la sintaxis de muchos párrafos de “El hereje” de Delibes, exento de crítica en virtud del privilegio de inmunidad– gozan de esta prerrogativa. Sin embargo en este caso, incluso después de haberlo leído y dando por reproducidas las advertencias anteriores, siempre cabe recomendar un libro de Carlos Fuentes. “Los mayas, una civilización milenaria” coordinado por Nikolai Grube UNQUE es dudoso que incite a nadie a coger la máquina del tiempo, la película “Apocalypto” puede despertar en bastante gente el interés por los mayas. Coincidiendo aproximadamente con su estreno, lo que en apariencia implica una mera ca- A Todas las familias felices, Alfaguara. vela, porque se trata de una obra de gran calidad. Entre el silencio de sus piedras y la complejidad de sus intrincadísimos jeroglíficos, el legado que nos dejaron los mayas del pasado es fundamentalmente visual: las tallas primorosas y esos frescos que representan sujetos inquietantes y del color del cacao, casi siempre narigones, satisfechos de gastar villanías tremendas a sus enemigos vencidos. Su historia, expeditivamente truncada por los españoles, aparece tan envuelta en brumas como sus pirámides se Los mayas, una civilización milena- enredan con la maleza. Para descifrarla inteligiblemente se ria, Könemann. necesita aplicarle un método esmerado, tan concienzudo como el tópico atribuiría a un equipo alemán. En la obra que nos ocupa, el empeño tiene éxito. Comienza por analizar el relieve complejo y las dificultades que presenta a la agricultura, con los consiguientes efectos nocivos para la biosfera, y presenta los materiales básicos: el maíz para comer, el jade para decorar y la obsidiana para matar. Desde aquí, con minucia de detalle digna de unos herederos de Mommsen, desarrolla el íter de casi todas las potencias históricas (comunidad rural – urbanismo – aparato estatal – luchas de poder – decadencia, en este caso inducida y abrupta), con paradas provechosas en las estaciones del saber, de la arquitectura y de la religión. La obra acaba por enlazar con el estado actual de la población de origen maya, francamente mejorable como proclama el alegato de su integrante más ilustre, Rigoberta Menchú. sualidad, la editorial Könemann traduce Queda decir que el material gráfico al castellano una obra plural sobre la ci- es excelente y está ordenado con maña vilización maya, entre cuyos redactores al estilo de una buena exposición. Tamhay mayoría alemana, coordinada por bién que, según requiere el método hisNikolai Grube. Se trata de una edición tórico que cada vez se lleva menos, por muy cuidada, de gran formato, con esa imperativo de la comercialidad, el estiprofusión de ilustraciones con las que lo es frío y desapasionado, sin la menor los libros de divulgación elemental, a toma de partido emocional. En definitimenudo vacuos, intentan entretener al va, una mini-inversión más que recolector. Sin embargo en esta ocasión el mendable, alejada de la miscelánea culempeño justifica la inclusión en este es- tural en píldoras que tiende a hacerse pacio habitualmente dedicado a la no- pasar por historia. ■ La obra coordinada por Nikolai Grube es una mini-inversión más que recomendable, alejada de la miscelánea cultural en píldoras que tiende a hacerse pasar por historia Escritura PÚBLICA 59