“IGUAL SALARIO PARA TODOS” XXV Domingo del Tiempo Ordinario CICLO A TEXTO BÍBLICO: Mateo 19, 30 - 20, 16 Jesús dijo a sus discípulos: 19,30 Muchos de los primeros serán los últimos y muchos de los últimos serán los primeros. 20.1 Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. v. 2 Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña. v. 3 Volvió a salir a media mañana y al ver a otros desocupados en la plaza, v. 4 Les dijo: “Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que es justo”. v. 5 Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. v. 6 Al caer la tarde salió de nuevo y encontrando todavía a otros, les dijo “¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?”. v. 7 Ellos les respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Entonces les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña” v. 8 Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: “Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros”. v. 9 Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. v. 10 Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. v. 11 Y al recibirlo, protestaban contra el propietario v. 12 diciendo: “Estos últimos trabajaron nada más que una hora y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada”. v. 13 El propietario respondió a uno de ellos: “Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado de un denario?. v. 14 Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti v. 15 ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?”. v. 16 Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos. Introducción El texto está incluido dentro de la parte narrativa que precede al discurso “escatológico” (final de los tiempos), último de los discursos de Jesús. El relato hace mención a la tradicional imagen de la viña, símbolo del Pueblo de Dios en la Antigua Alianza, que luego lo sería de la nueva y definitiva Alianza. La parábola de los obreros de la última hora, propia de Mateo, pues no la tienen los otros evangelios, se presenta como la explicación de una frase enigmática de Jesús que aparece al principio y al final del texto: “Muchos de los primeros serán los últimos y muchos de los últimos serán los primeros”. El Señor con esta parábola hace referencia al misterio del Reino de los Cielos que es el tema que se viene desarrollando en esta parte del Evangelio. El Reino de Dios manifiesta el modo de pensar y de actuar de Dios, que no es el de los seres humanos. Aportes para la lectura v. 30 Según el contexto de la lectura, las palabras de Jesús están dirigidas a los fariseos, quienes consideraban que las personas valían según su cumplimiento de la Ley de Moisés, por lo tanto ellos como “cumplidores” se sentían con derecho a despreciar a los ignorantes y a los pecadores. También los paganos estaban incluidos dentro de esta categoría, porque no conocían ni practicaban la ley, desde el momento que no la habían recibido. Los fariseos y escribas se sentían desconcertados por el proceder de Jesús. Ellos esperaban recibir un tratamiento preferencial en el anuncio del Reino y sin embargo el Señor no se dirige a ellos, “cumplidores de la ley”, sino a los últimos, es decir a los marginados. v.1 La parábola está perfectamente ambientada en un hecho de la vida cotidiana: el propietario que contrata jornaleros para trabajar en su viña. La contratación se hacía desde la salida del sol y para la jornada completa. La viña era el símbolo del pueblo de Dios, en principio lo fue Israel (Is.5, 1-7) más adelante lo será el propio Jesús, “la verdadera vid”, pero también lo será su Iglesia, cuyos miembros están en comunión con Él (Jn. 15, 1s) v. 2 El primer vínculo que se establece entre el propietario y los trabajadores es por medio de un “contrato”, los trabajadores supieron de antemano lo que les esperaba a cambio del servicio que iban a prestar. Fueron a la viña con seguridades. La paga prometida fue de un denario, moneda de plata romana, que era la paga habitual a un trabajador por una jornada completa de trabajo. v. 3-5 Las siguientes tres salidas del propietario también desembocan en un envío a trabajar en la viña, aunque ya no media con los jornaleros un contrato, sino una promesa: dice el dueño “vayan a mi viña y les pagaré lo que sea justo”. v. 6-7 En la última salida, una hora antes de terminar el día, el patrón mandó a los obreros que habían quedado sin trabajo. Pero el envío fue realizado sin que mediara un contrato o una promesa: “vayan también ustedes a mi viña”. v. 8-9 Al finalizar la jornada y de acuerdo a lo establecido por la Ley (Dt. 24, l5) el mayordomo, por orden de su amo, comienza a pagar el salario a los trabajadores. Y lo hace empezando por los últimos, que habían trabajado sólo una hora, recibiendo cada uno de ellos un denario. v. 10-12 Al ver esto, los que habían trabajado todo el día, pensaron que ellos recibirían más de lo estipulado, pero el mayordomo siguió pagando la misma cantidad a todos. Esta igualdad en el tratamiento hizo que protestasen por lo que consideraban una injusticia. Se estaba pagando lo mismo a quienes apenas trabajaron una hora, que a quienes soportaron el peso del día y el calor. v. 13-16 El relato continúa con las palabras del propietario a uno de los obreros que reclamaba. Les explicó dos cosas: en primer lugar, que al pagarle un denario por el trabajo de todo el día, no estaba cometiendo ninguna injusticia, desde el momento que esto era lo que se había pactado y en segundo lugar, que nadie tenía derecho a criticarlo porque pagaba el salario completo al que había trabajado menos. No mide el trabajo realizado, sino la decisión de ir a hacerlo. Mide el premio mucho más por la bondad con que Él mira a los trabajadores que por el fruto que estos hayan conseguido. Jesús muestra que el amor misericordioso de Dios trasciende el concepto humano de justicia. La escala de valores del Reino de Dios es completamente diferente a la del mundo. La parábola pone de manifiesto dos formas de pensar nuestra relación con Dios. Una de ellas es poner como criterio el cumplimiento de la Ley. Para algunos, en este caso serían los fariseos, la relación con Dios entraría en el ámbito de lo “comercial”: “Yo hago tanto y Dios tiene que darme tanto”. El buen comportamiento y el cumplimiento de los mandamientos crearían una especie de derecho que Dios tendría que respetar dando todo lo que ha prometido. San Mateo aplica la parábola a la situación de los cristianos. Si originalmente fue pronunciada para referirse al modo de pensar de los fariseos, ahora se debe leer para aplicarla a nosotros. Es posible que muchos pensemos que nos estamos ganado lo que el Señor ha prometido y por eso estemos haciendo cálculos para ver cuantos méritos tenemos delante de Dios. La parábola de los obreros que van a trabajar a la viña nos ubica en nuestro justo lugar. En el Reino de los Cielos las cosas no se ordenan de acuerdo con la mecánica de los negocios, sino que todo depende de la misericordia de Dios y nadie tiene derecho a reprocharle porque entrega ese mismo “denario” tanto a los que trabajaron mucho como a los que trabajaron poco. Aportes para la meditación ¿Nos sentimos llamados a trabajar en la viña del Señor? Compartir nuestras experiencias de llamado y lo que estamos haciendo como repuesta. ¿Comprendemos que el trabajar en su viña, es un acto de bondad que el Señor tiene por nosotros? ¿Qué rasgos del Dios de la Vida nos muestra la parábola? ¿Cuál es la “medida” de mi justicia, la distributiva de los hombres o la de la bondad de Dios? ¿Entendemos nuestras “obras” cristianas como un acumular méritos o como una gracia que Dios nos concede por su gran amor? ¿Hacemos nuestra, la bondad de Dios? Aportes para la oración En la oración, el diálogo se realiza, en primer lugar, en intimidad personal con el Señor, luego se pone en común (en el caso de hacerlo comunitariamente). Damos solamente dos ideas posibles para estos pasos: Una pequeña oración, o un signo. Señor: Danos fuerzas para trabajar por tu Reino que no seamos mezquinos y aprendamos a darlo todo con alegría y entrega. Ayúdanos a “entender” tu bondad y a vivirla en nuestro corazón y en nuestras obras con los demás. Danos buen ánimo y mucha esperanza para escuchar tu Palabra y comprometernos con la vida. Si el encuentro se desarrolla a nivel comunitario puede servir hacer un signo: tomar un racimo de uvas y dar una uva a cada participante, llevarla a su casa como compromiso de acompañar a una persona concreta, “viña del Señor”, que esté precisando que alguien le acerque la presencia de Dios. Contemplación -Acción En el último paso de la Lectura Orante nos parece bueno recomendar que dejemos unos buenos minutos para contemplar todo lo que el Señor nos ha dicho con su Palabra, lo que le hemos dicho a través de la oración, y sobre todo descubrir a qué nos comprometemos, qué acción para transformar nuestro pequeño mundo realizaremos. Siempre debe ser algo muy concreto y en coherencia con lo que el Señor nos pide en su Palabra.