José Aguado Martínez

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José Aguado Martínez
Luis Barcala, 13, 6º. A, Izdª.
Orihuela (Alicante)
Tlf.: 665873856
[email protected]
Al Juzgado de Instrucción nº. 1 de Granada
He recibido su auto de fecha 15 de febrero próximo pasado, acompañado del escrito de acusación del
Fiscal E. Juan J. Meca. Curiosamente, este escrito del Fiscal está dirigido al acusado Adán Santiago Cortés,
a quien se le imputan actos cometidos por mí. ¡Así funciona la Administración de Justicia Española!
Pongo en conocimiento de ustedes que no voy a nombrar abogado ni procurador, por lo que pueden
actuar como a ustedes les parezca.
También pongo en conocimiento de ustedes que la instrucción de este proceso debe rectificarse por
estar viciada, ya que la declaración que presté el día 11 de noviembre de 2010 debe quedar invalidada,
puesto que en ella prevaricó escandalosamente la Juez Yolanda Julia Candela Quesada. Como se deduce
fácilmente de la copia de la denuncia presentada contra ella que adjunto, la mencionada juez, entre
otras prevaricaciones, no me permitió declarar absolutamente nada en mi defensa, además de tratarme
con un despotismo y una grosería intolerables, por lo que, acogiéndome al derecho que me otorga el artículo
400 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que establece que “El procesado podrá declarar cuantas veces
quisiere, y el Juez le recibirá inmediatamente la declaración si tuviere relación con la causa”, ruego que
se me tome de nuevo declaración.
Observo que esta acusación pretende privarme del derecho que me otorga el artículo 20.1.a de la
Constitución Española vigente, que dice: “1. Se reconocen y protegen los derechos: a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio
de reproducción”. Al verme privado de un derecho constitucional, deduzco que la actuación de la juez
Candela Quesada forma parte de una programación premeditada contra mí, por lo que me doy ya por
condenado de antemano. No obstante, puedo garantizarles que mi condena será una victoria pírrica, pues ya
contaba con ella desde antes de enviar los escritos que dan origen a sendas querellas y estoy preparado para
reaccionar, como se ve en el artículo que publiqué en el periódico Vegamediapress, con el título de “Si te
dicen que estoy en la cárcel...”. .
Si analizamos las tres manifestaciones por las que se me instruye esta querella, observamos lo siguiente:
1.– “...por la experiencia que tuve con ese Tribunal Superior, no espero de ustedes una atención justa”. Es evidente que, al decir “no espero”, no estoy aseverando que la atención no
pueda ser justa, sino que me limito a expresar mis sentimientos, totalmente subjetivos,
basados en experiencias anteriores.
2.– “...considerando muy difícil que la moralidad de ese Tribunal Superior que usted preside
haya mejorado desde el año 2003, en el que me trataron de una forma completamente
obscena”. Si empiezo la frase estimada como delictiva con la palabra “considerando”, es
indiscutible que, también en esta ocasión, estoy exponiendo una opinión, puesto que el
sujeto del verbo “considerando” soy yo. Sí podrían considerarse constitutivas de una aseveración las palabras “me trataron de una forma completamente obscena”; pero, en vez
de tretractarme, me ratifico en ellas y estoy dispuesto a demostrar su veracidad con documentos, uno de los cuales es el escrito de fecha 6 de octubre de 2003, dirigido a ese TSJA,
y que figura en las páginas 146 y siguientes del libro “Si pides Justicia, date por jodido”.
3.– “Estoy seguro de que chocaré de nuevo con el insolente corporativismo con que están
blindadas las acciones inmorales de muchos jueces”. El hecho de que una persona esté
segura de algo no justifica la existencia del objeto de su seguridad. Nos encontramos, una
vez más, ante una opinión, amparada por el antes mencionado artículo 20.1.a de la Constitución Española. En cuanto a la impunidad de que goza la inmoralidad de muchos jueces, es
algo evidente y manifestado por otras personas contra quienes nadie se ha atrevido a
querellarse: Felipe González (La Justicia está hecha unos zorros, por el ganado que tenemos
dentro); Jiménez Villarejo (Torturadores franquistas) y el terrible libro de Luis Bertelli,
“Jueces a juicio, de servidores de la Ley, han pasado a ser sus amos”, en el que se dan
ejemplos espeluznantes de felonías cometidas en los tribunales Meterse con personas encumbradas que opinan lo mismo que yo de la Administración de Justicia sería como, para
los ratones, ponerle el cascabel al gato; en cambio, arruinar la vida de un Pepe Aguado
indefenso es mucho más fácil o, por lo menos, así parece.
Más adelante, se dice: “Las expresiones vertidas por el acusado en su escrito, aludiendo al ejercicio
profesional del TSJA de manera despectiva, grave a ignominiosa, lo fueron con el único propósito de
menoscabar el prestigio profesional del mismo, y el de la Administración de Justicia en general”.
Aclaremos: mis manifestaciones sobre el TSJA y la Administración de Justicia NO son despectivas
en ningún momento, sino que las hago muy dolido por la conducta ruin de una entidad que debería ser
el Sancta Sanctorum de las instituciones españolas; SÍ son graves, porque los hechos de que me quejo
son muy graves; TAMPOCO son ignominiosas y, en vez de dar explicaciones para justificarme, me limito
a aconsejar a quien haya pensado así que consulte el DRAE para conocer el verdadero significado de dicha
palabra. Esas aseveraciones tajantes del Fiscal, con las que me atribuye unos sentimientos que no tengo, sí
que constituyen un delito de calumnias.
Mucho menos aún, pretendo “menoscabar el prestigio profesional del mismo [TSJA] y el de la
Administración de Justicia Española en general”. Todo lo contrario: al denunciar una inmoralidad, lo
único que pretendía era aportar mi granito de arena para sacar a estas instituciones del lodazal donde se
encontraban y siguen encontrándose.
También quiero invocar el artº. 20 del Código penal, que declara exento de responsabilidad penal a:
1. El que al tiempo de cometer la infracción penal, a causa de cualquier anomalía o alteración psíquica, no pueda comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa
comprensión.
4. El que obre en defensa de la persona o derechos propios o ajenos, siempre que concurran los requisitos siguientes:
1. Agresión ilegítima. En caso de defensa de los bienes se reputará agresión ilegítima el
ataque a los mismos que constituya delito o falta y los ponga en grave peligro de deterioro
o pérdida inminentes.
5. El que, en estado de necesidad, para evitar un mal propio o ajeno lesione un bien jurídico
de otra persona o infrinja un deber, siempre que concurran los siguientes requisitos:
1. Que el mal causado no sea mayor que el que se trate de evitar.
2. Que la situación de necesidad no haya sido provocada intencionadamente por el sujeto.
3. Que el necesitado no tenga, por su oficio o cargo, obligación de sacrificarse.
6. El que obre impulsado por miedo insuperable.
Y digo esto, porque, como pueden comprobar en las fotocopias que les adjunto, en el año 1983 se me
diagnosticó una esquizofrenia paranoide, por la que se me reconoció una incapacidad absoluta para todo
trabajo. Su causa: la persecución que sufrí en la empresa donde trabajaba, por luchar contra la corrupción.
Esta enfermedad no impide que, en condiciones normales, sea una persona equilibrada e incluso brillante,
como puedo demostrar con mi actividad como columnista habitual de varios periódicos o tertuliano también habitual de diversos programas de radio o televisión; pero, cuando me enfrento a una situación de
injusticia, como ha ocurrido en esta ocasión, se cumple lo que el Dr. Gil Nágel manifiesta en el diagnóstico
que emitió en el año 1980, que pueden encontrar en las fotocopias adjuntas. Ustedes han conseguido que ese
hombre brillante que fui se haya convertido en un misántropo que siente repugnancia por esta sociedad tan
corrompida, de la que la Administración de Justicia Española es el ejemplo más grave.
Yo les aseguro que, aunque me cueste la vida, no voy a callar mientras no se corrijan las tropelías
cometidas contra mí por la Administración de Justicia, y tengan en cuenta que, en mi infancia, no conocí
más medio de comunicación que el pregonero del pueblo, que iba de esquina en esquina voceando sus
mensajes; pero ahora tenemos internet y tengo medios para llegar a los rincones más recónditos del mundo
y a los despachos más elevados.
Si quieren que me calle, tienen que elegir entre dos extremos: aplicar meticulosamente le Ley o
matarme. Y no llego a pedirles algo tan sublime como que hagan Justicia: me basta con que apliquen la Ley.
Orihuela, 7 de marzo de 2011
Fdº.: José Aguado Martínez
José Aguado Martínez
Luis Barcala, 13, 6º. A, Izdª.
Orihuela (Alicante)
Tlf.: 665873856
[email protected]
9 de marzo de 2011
Sr. D. Juan José Meca
Fiscal
Granada
Sr. Fiscal:
Le adjunto el auto que he recibido del Juzgado nº. 1 de esa localidad, acompañado de su escrito de
acusación.
Me permito recomendarle e incluso rogarle que considere nulo su escrito y emita uno nuevo cuando
se encuentre, procurando que no esté contaminado por muestras de insansatez.
De entrada, usted considera PERSONA A QUIEN SE ACUSA, a D. ADÁN SANTIAGO CORTÉS,
un señor que no tiene nada que ver con los hechos que se le imputan, cuyo único y exclusivo autor ha sido
este servidor de usted.
Al enumerar los hechos, considera delictivos (pues de no ser así, no tendría lugar la acusación) actos
que están protegidos por el artº. 20 de la Constitución Española, fallo que me parece inadmisible, intolerable e indisculpable en un profesional de su categoría laboral.
Además, usted dice que “Las expresiones vertidas por el acusado en su escrito, aludiendo al ejercicio profesional del TSJA de manera despectiva, grave a ignominiosa, lo fueron con el único propósito de
menoscabar el prestigio profesional del mismo, y el de la Administración de Justicia en general”. Aparte
de que las palabras “lo fueron” no me parecen basadas en la ortodoxia gramatical, usted se toma la libertad
o, mejor dicho, comete la ruindad de atribuirme intenciones que jamás tuve. Quien trata al TSJA y a la
Administración de Justicia en general de forma “despectiva, grave a ignominiosa” no soy yo, que me
limito a narrar unos hechos y deducir unas opiniones, sino los profesionales de la Justicia ineptos y sinvergüenzas, que hay muchos. Sería bueno para nosotros dos que usted me aclarase si estas palabras son de su
cosecha o se las ha dictado Méndez de Lugo.
Añade después que “De estos hechos es responsable, como autor el acusados”. Es una muestra más
de su deficitario conocimiento de la Gramática, pues debe ir una coma después de “autor”. Además, “acusados”, siempre en mi humilde y osada opinión, quedaría mucho mejor en singular, concertando con “el”.
Finalmente, usted dice: “No concurren circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal”. ¿Y usted qué sabe? Si hubiese dicho “No se conocen...”, hubiese quedado de maravilla; pero al
aseverar categóricamente, ha metido usted la pata hasta el corvejón. Debería enterarse bien de las circunstancias y estudiar detenidamente el artículo 20 del Código Penal.
Si la juez prevaricadora Yolanda Julia Candela Quesada, que me tomó declaración en Orihuela, me
hubiese permitido declarar como indica la Ley, usted estaría al corriente de las “circunsatancias
modificativas”; pero, una vez más, el caciquismo desvergonzado de la Administración de Justicia me privó
de mis derechos.
Para formular esta aseveración, me baso en el artº. 396 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que
dice:
“Se permitirá al procesado manifestar cuanto tenga por conveniente para su exculpación o para la explicación de los hechos, evacuándose con urgencia las citas que
hiciere y las demás diligencias que propusiere, si el Juez las estima conducentes para
la comprobación de sus manifestaciones.
“En ningún caso podrán hacerse al procesado cargos ni reconvenciones, ni se le
leerá parte alguna del sumario más que sus declaraciones anteriores si lo pidiere, a
no ser que el Juez hubiese autorizado la publicidad de aquél en todo o en parte.”
Da pánico pensar en qué manos caemos, cuando topamos con la Administración de Justicia.
Fdº.: José Aguado Martínez
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