Como decía la primera lectura: “Mira: las tinieblas cubren la tierra, y

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Queridos hermanos y hermanas,
En las lecturas y los textos litúrgicos de hoy nos
aparece reiteradamente un elemento muy importante:
la luz.
Estamos celebrando la Epifanía, Epifanía quiere decir
manifestación, hoy Cristo se manifiesta como luz para
nosotros y para todas las naciones.
Como decía la primera lectura: “Mira: las tinieblas
cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre
ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti. Y
caminarán los pueblos a tu luz.”.
Cristo es esta luz. Cada celebración litúrgica nos quiere
comunicar unas gracias concretas, las de esta
celebración son que nuestra personalidad llegue a ser
una Cristofanía. Explico la palabra: teofanía es una
manifestación de Dios, si un día caminando por la
montaña veis una zarza que quema y no se consume,
esto es una teofanía = manifestación de Dios. Por tanto,
una cristofanía es una manifestación de Cristo.
Nuestra personalidad ha de ser una cristofanía.
Nosotros hemos de ir construyendo una personalidad
que sea una Cristofanía, que haga luz allá donde esté.
Si Cristo es la luz y nosotros hemos de ser
manifestación de Cristo, también nosotros hemos de
ser luz.
Estamos llamados a ser luz, luz para la familia, luz para
nuestros vecinos, luz para nuestros amigos, nuestros
compañeros de trabajo, para todos los que nos rodean.
Quizá no conocen Cristo, pero viendo nuestros actos,
nuestra luz, se acercarán al Cristo. Ya nos decía
Jesús: “para que viendo vuestras buenas obras
glorifiquen al Padre”.
En nuestro mundo hay muchas oscuridades y estas
oscuridades nos han de interpelar. Nos decía el Papa
Benedicto hace unos años en una homilía de Navidad:
”La Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña
como para estar en un pesebre. Se ha hecho niño para
que la Palabra esté a nuestro alcance. Dios nos enseña
así a amar a los pequeños. A amar a los débiles. A
respetar a los niños. El niño de Belén nos hace poner los
ojos en todos los niños que sufren y son explotados en
el mundo, tanto los nacidos como los no nacidos. En los
niños convertidos en soldados y encaminados a un
mundo de violencia; en los niños que tienen que
mendigar; en los niños que sufren la miseria y el
hambre; en los niños carentes de todo amor. En todos
ellos, es el niño de Belén quien nos reclama; nos
interpela el Dios que se ha hecho pequeño. En esta
noche, oremos para que el resplandor del amor de Dios
acaricie a todos estos niños,” (¡qué poético! y ¡qué
interpelador!: Nos dice el Papa que en todos los niños
que sufren hemos de ver el niño Jesús: “en ellos es el
niño de Belén quien nos reclama”. Continúa diciendo el
Papa) “ y pidamos a Dios que nos ayude a hacer todo lo
que esté en nuestra mano para que se respete la
dignidad de los niños” (¿estamos haciendo todo lo que
está en nuestras manos por los niños que sufren?); “que
nazca para todos la luz del amor, que el hombre
necesita más que las cosas materiales necesarias para
vivir.”
Os imagináis la luz que haríamos si “hiciéramos todo lo
que está a nuestra mano” por los niños, por los pobres,
por los que sufren. Sería una luz tan potente (en este
mundo lleno de egoísmo) que llenaría esta iglesia de
nuevos feligreses. Entonces seríamos una cristofanía,
una manifestación del Cristo. Hace falta pensarlo... Si
en este mundo hay tanta oscuridad, en parte es por
culpa de nuestra mediocridad. Somos poco creíbles...
El Papa en el mensaje de Navidad de este año dice
después de hablar de ciertas oscuridades: “Nos
acostumbramos a que el mundo sea así. Se adormece
nuestra conciencia y convivimos en un mundo que
aparenta crecer…. Navidad es un don de Dios, pero es
también una tarea ofrecida a todos los hombres de
buena voluntad.”
No nos quedemos sólo en buenos sentimientos y
trabajemos para que la liberación de Cristo abrace
todos los órdenes de aquello que es humano. En un
mundo de grandes injusticias estructurales, el anuncio y
vivencia de la fe pasa también por un trabajo activo a
favor de la justicia y del cambio de estas estructuras
injustas. Ser cristiano no es sólo rezar e ir a misa, es
también una manera de estar en el mundo y luchar para
que los derechos de los pobres, “los destinatarios
preferidos del amor de Dios” (dice el Papa en el
mensaje de Navidad) sean respetados.
El día de reyes es siempre un día muy entrañable, muy
alegre, los niños son los grandes protagonistas. Dos
sugerencias os querría hacer: A) El primero es no caer
en la trampa consumismo, hay una pasa de consumismo,
vigilad que a nosotros los cristianos no nos afecte.
Lo que más me preocupa del consumismo es que lo
tenemos asumido como una cosa normal, casi obligada,
como una cosa que ya está bien como está.
Los modelos de comportamiento consumistas han
penetrado en nuestro interior mucho más de lo que nos
pensamos. Hemos hecho nuestras sus pautas de
comportamiento y consumo sin tener, respecto a ellas,
una visión crítica. Este es un mal que me preocupa,
porqué no nos damos cuenta.
La segunda sugerencia es educar en los valores
contrarios a los del mundo: la austeridad, el
compartir, la preocupación por los que no tienen, etc.
Recuerdo que a Mira-sol, la parroquia donde estaba
hace unos años, el día después de reyes antes de la
misa entró una familia cristiana. Eran los padres y tres
niños, 10, 8 y 5 años. Se dirigieron donde había
representada la escena del nacimiento y cada niño
ofreció un regalo al niño Jesús. Un regalo sin abrir y
que los reyes les habían traído. Los dos mayores lo
hacían con una comprensión profunda de lo que estaban
haciendo y la pequeña lloraba desconsoladamente. Los
padres me lo quisieron explicar: “Nos parece una buena
manera de educarlos en el compartir y de
sensibilizarlos de que han de amar a los pobres”. Me
parece un bello ejemplo. Estos valores o se enseñan en
casa o los niños no los aprenderán.
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