INTRODUCCION INTR DUC Consideramos las <creservas»como una de las instituciones más originales del Derecho sucesorio, por cuanto por su virtud se altera el mecanismo general que rige Ia transmisión de bienes por causa de muerte y se consignan reglas que ha de tener presentes el profesional en el cumplimiento de Ias obligaciones que le impone el ejercicio de su cargo. El interés de esta materia lo acredita el hecho de verla tratada con gran frecrrencia en Revistas y Anales profesionales, sin perjuicio de las obras generales de Derecho, donde, como es lógico, se aborda igualmente la cuestión, aunque no sea con la abundancia de detalles y pormenores que caracterizan los trabajos especializados. Pero no obstante esa frecuencia, o por razón, acaso, de la misma, el tema sigue ofreciéndose obscuro a los cultivadores del Derecho, en gran parte porque muchas de las teorías sostenidas sobre este punto se han visto superadas y desbordadas por otras más modernas, planteándo- 8 REVISTA DE I,A. se d e tal manera al profesional un problema que le sitúa al borde de la perplejidad: ¿cuáles de esas doctrinas han conseguido perseverar, y cuáles han desaparecido como consecuencia de Ia evolución que representa todo progreso? Especialmente preocupados por todo lo que sea sentid o práctico en el ejercicio de la Carrera (que no excluye, evidentemente, el espíritu de investigación ni el amor al Derecho abstracto), hemos pergeñado las páginas q u e hoy ofrecemos a nuestros lectores, animados por el deseo d e que en ellas encuentren la solución, o el medio para hallarla, cuando menos, en los problemas que a diario se presentan en nuestros Despachos y que deben ser resueltos con la exactitud, claridad y precisión que requieren l o s intereses confiados a nuestra custodia. La historia de la institución jurídica conocida con el nombre de «reserva» en sus distintas variedades, es muy antigua. Y antigua es también la literatura escrita sobre ellas, puesto que el tema, aparte su importancia práctica, se presta a la discusión y especuIación científica. Prescindiendo d e antecedentes más antiguos, cuya referencia en este prólogo carecería de interés, sirviendo, a lo sumo, de prueba de nuestra erudición y no de guía q u e pudiera valer al lector para posteriores investigaciones, nos hallamos con el trabajo suscrito por Valverde Maruri en 1897 bajo el título «De los bienes reservablesp, al que sigue en orden cronológico la obra de Lozano Sicilia, titulada «Interpretación del articulo 81 1», que vé la luz en Córdoba en 1898. Al mismo autor se debe la «Iristitución de las reservas», publicada en Madrid el año de 1 91 4, en la que, a la vez q u e UNIVERSIDAD DE OVlEDO 9 aporta nuevos datos para el estudio de esta institución, reitera el contenido de la obra primeramente citada. A partir de la fecha, antedicha, y siempre con las pausas naturales en un tema que ha sido tratado por las plumas más autorizadas, se suceden los trabajos sobre el mismo, de entre los que pueden señalarse: <<Perspectivas del artículo 8 1 1», trabajo firmado por D. Antonio Maura en la <<Revista de Legislación y Jurisprudencia~,correspondiente al año de 1924. <<Contribución al estudio d e la reserva tronca1 en el Código civil,>, de la que es autor Riaza, editada en Santiago en 1925. «El derecho de representación y la reserva llamada troncal del articulo 8 1 1», de Clemente d e Diego, año de 1927. «Sobre la reserva de los artículos 968 y 980», de Capó Bañafús, año de 1928. «La reserva llamada tradicional u ordinaria: su evolución», publicada por Marin Monroy en la «Revista Crítica de Derecho Inmobiliario» el año 1930. <<Laverdad sobre el artículo 8 11», de la Cueva y Donoso, publicada en Sevilla en 1934. «El artículo 8 1 1 del Código civil», obra de Escobar, editada en San Fernando en 1940. «Sobre la naturaleza y disponibilidad del reservatorio~, artículo de Azurza Oscoz, inserto en la «Revista General de Legislación y Jurisprudencia», d e los meses julio-agosto de 1946. «La desheredación y las reservas», artículo de Geno- 1O REVISTA DE LA vés Amorós, en la «Revista de Derecho Privado» de 1947. Etc., etc. También en la literatura extranjera se encuentran algunos trabajos sobre el particular, mereciendo destacarse la obra de Bridey, «de la reserva hereditaria», (Caen, 1925), y más particularmente los trabajos del Profesor de la Universidad d e Coimbra, Dr. Braga da Cruz, titulados: «El problema de la sucesión de los ascendientes en el antiguo Derecho griego» (Coimbra, 1947), y «El derecho de troncalidad» (Braga, 1947). N o es extraño que el estudio de esta institución haya merecido menos atención por parte de los extranjeros que d e los autores españoles, porque algunas de las «reservas* o variec'ades d e éstas que existen en nuestro Derecho son desconocidas en los demás países, o se manifiestan bajo formas y con efectos completamente distintos, siempre más limitadas en aquellas legislaciones que en la española. Incluso podemos decir que la «reserva» del articulo 812 del Código, que en su forma contemporánea aparece tomada del Código civil francés (artículo 747), es, sin embargo, típicamente nacional, como procedente del Derecho de las regiones de fuero, particularmente de las «Observancias~7 y 27 d e Aragón, aparte los preceptos que a ella hacen referencia en el Fuero Juzgo y en el Fuero Real. D e los tres tipos de «reserva» previstos respectivament e por los artículos 968, 8 1 1 y 812 del Código, ha sido el segundo el que fué objeto de mayor número de trabajos jurídicos, acaso por ser el más frecuente en la vida del Derecho, y acaso también por la obscuridad d-e términos con UNIVERSIDAD DE OVIEDO 11 que la Ley se manifiesta a este respecto. La determinación de los parientes en cuyo obsequio fué establecida esta <<reserva,, ha sido objeto de arduas discusiones, a las que contribuyó en parte la misma jurisprudencia por lo dudoso e inlpreciso de sus fallos. Lo mismo ocurre con la posibilidad de que quepa o n o el derecho de representación en cuanto a ella; teoría que aparece últimamente desenvuelta por la Cueva y Castán en sentido afirmativo y que, caso de prosperar, abrirá nuevos horizontes a 1a aplicación del precepto legal. N o hemos de comentar las razones que puedan o no justificar la supervivencia de todos estos artículos en el Derecho contemporáneo. Por muchas que sean las objecciones que quieran oponérseles, es indudable que responden a un sentido moral y económico del Derecho d e sucesiones, contando además a su favor con la inveterada tradición d e su práctica, que tanto influye en la psicología de los pueblos. La «reserva» vidual forma parte, como veremos, d e una serie de medidas adoptadas desde 10s tiempos más remotos con motivo del matrimonio del cónyuge supérstite. Más aún: estas medidzs son también adoptadas por el D e recho romano y el histórico español con independencia de que el nuevo matrimonio se contraiga o n o en el supuesto de que existan hijos de «consuno», por estimar, probablemente, que la disolución del vínculo conyugal por fallecimiento de uno de los esposos pone término a la unidad de la familia, debiendo estimarse ésta para lo sucesivo como integrada por dos elementos independientes: el cónyuge viudo por un lado, y los hijos del matrimonio, 12 REVISTA DE LA representantes del premuerto y, por consiguiente, sucesores en la posición jurídica que antes ocupaba éste, por otro, siquiera con las salvedades y limitaciones que merece la supervivencia d e uno d e los padres. Este mismo sistema, esta idea matriz, es la que sirve de soporte al reconocimiento y atribución de los derechos legitimarios a los hijos, puesto que muerto uno de los padres la unidad económica antes existente se deshace y los herederos forzosos tienen derecho a la adjudicación de lo que en el acervo común correspondía al cónyuge difu nto, reemplazándole, conforme hemos dicho, en la posici ón económica y jurídica que antes ocupaba. La «reserva> vidual tiene la ventaja d e que es impuesta por igual a los dos esposos, siendo así una de las pocas instituciones en que la parcialidad del legislador no se ha manifestado dictando y estatuyendo solo para la mujer. Comparada esta disposición con las demás que regulan los efectos d e las segundas nupcias, casi siempre deprimentes para las hembras, vemos que la Ley ha dado aquí pruebas d e una equidad e igualdad que no suele ser inspiración de sus preceptos. La causa de ello se encuentra en que el propósito que se tuvo presente ha sido el de proteger los intereses de los hijos del anterior matrimonio, y estos intereses tan comprometidos pueden verse con el matrimonio del viudo que con el d e la viuda, razón por la cual era lógico que frente a este evento se adoptasen las mismas previsiones. Sin embargo, la justicia que observamos en este punto se echa de menos cuando se trata del ejercicio de la patria potestad, de la que queda privada la madre, en tanto el UNIVERSIDAD DE OVIEDO 13 marido la conservalacaso porque se parta de la supuesta debilidad del sexo femenino y se tema que la mujer pueda ser víctima en el nuevo matrimonio d e sugestiones y coacciones por parte d e su esposo. Esta verdad, n o es exclusiva, por desgracia, de la mujer binuba, y alcanza también a los varones, o puede alcanzarles, ya que ningún privilegio de inmunidad poseen frente al sexo contrario. Así, pues, estimamos que la fuerza de los hechos y el respeto debido a la verdad obligarían a adoptar alternativamente una d e las dos posturas siguientes: o respctar a ambos cónyuges en las prerrogativas inherentes a la patria potestad, actitud prevista por la Ley del matrimonio civil de 1870, o en otro caso adoptar las mismas precauciones respecto a los padres que contraigan segundo enlace, con indifencia de1 sexo, puesto que la experiencia nos demuestra, de acuerdo, por otra parte, con la naturaleza, que los peligros e inconvenientes para los hijos del primer matrimonio son iguales o resultan tan semejantes que apenas merecen el trabajo de una discriminación, salvando el respeto debido a las excepciones, que, por serlo, solo sirven para confirmar la regla general. La «reserva» del artículo 8 1 2 ha merecido menos comentarios por parte de los tratadistas, quizás, como decimos en el texto de esta monografía, por lo poco frecuente de su rrso. Esto no obstante, es seguramente la mejor caracterizada y la que ofrece detalles de mayor interés, principalmente porque desarrollada en el Derecho extranjero, los civilistas de estos países han hecho un estudio , f . ' más minucioso y completo de la materia. Su adaptación al '. 14 REVISTA DE L A Derecho español es evidente, por la inspiración común que caracteriza los preceptos. Además de esto, es interesante el artículo 81 2 por su entronque con el Derecho indígena español, motivo por el cual no nos explicamos el silencio adoptado por la mayor parte de los tratadistas patrios sobre esta «reserva». La razón de haberse escrito poco, nos ha estimulado a ser nosotros más extensos, calculando que mucho de lo que decimos respecto a las demás variedades de la institución reservataria puede encotitrarlo el lector en otras obras semejantes, pero no así 10 que afecta al referido artículo 812, omitido o pasado casi en silencio por muchos autores. Observará el lector que entre la realidad y la actitud de la jurisprudencia existe una flagrante contradicción, obstiriado esta última en negar el carácter de reservas que tienen algunas de las figuras jurídicas que vamos a estudiar. Diríase que es el horror a la tradición. Por ese motivo, la reserva es calificada como «esperanza o expectativa» de derecho, y no como derecho en sí mismo, aunque, en definitiva, produzca los mismos efectos que éstos. Pero es que ha querido intefitarse una renovación de nuestro Derecho nacional en términos tan amplios, y sobre tod o tan modernos, que todo aquello que transcienda a Leyes históricas tratadas de superar ha sido abolido en las palabras, aún cuando, como es lógico, tenga que perseverar y mantenerse en los hechos. Esta tendencia a la novedad, manifestada incluso en la reproducción de preceptos extraños, siendo así que entre UNIVERSIDAD DE OVIEDO 15 los nacionales se contaba coi1 manantial de inspiración suficiente, ha hecho que e1 Tribunal Supremo permaneciese durante algún tiempo en situación confusa y como a la deriva, no acabando d e encontrar la postura que realmente le correspondía en la interpretación y aplicación de los artículos del Código. A ello se debe lo frecuente de sus incongruencias y contradicciones, en las que se ve pasar las reservas de un concepto a otro, huérfanas de una unidad d e criterio tan indispensable, empero, en los fallos que dicte el Supremo, puesto que su contenido constituye jurisprudencia y puede ser alegada con éxito para obtener la casación, de acuerdo con la Sentencia de 11 de mayo d e 1900. De aquí-insistimos-que al presente trabajo hayamos procurado dotarle de aquellas cualidades prácticas que tan útiles pueden ser al profesional, revisando y depurando la doctrina de nuestros Tribunales para lIegar a lo que hoy pueden tenerse por conclusiones vivas y operantes. Como a todo buen empeño corresponde una actitud recíproca por parte de las personas a quienes se dedica, confiamos en que la de nuestros lectores ha de ser benévola al recibir y apreciar este trabajo, que de todo corazón les dedicamos. Salamanca, 1949. I N D I C E DE MATERIAS INDICE DE-MATERIAS CAPITULO I Acepciones de la palabra areserva». Sentido amplio y seritido restringido. La «reservan en el Derecho d e sucesiones: legítima, substitución fideicomisaria, derechos eventuales del ausente, ejecucidn testamentaria, herederos y legatarios bajo condición, etc., etc. Teorías d e Mucius, Petit, Pacchioni, Fada, Pinell6s, Girard, Czyiilard, Cluck, Merea. Anatemas contra las segundas nupcias: Tertuliano, Clemeiite d e Alejandría, Orígenes, etc. Teorías d e los niontanistas. Posición d e la Iglesia: San Marcos, San Lucas y San Mateo. Epístola a los Corintos. «Año d e luto». Preceptos del Fuero Juzgo, Fuero Real, Código d e Partidas y Novísima Recopilación. Derecho extranjero: Código alemán, legislaciones hispano-americanas; Francia, Italia y Suiza. Efectos d e las segundas nupcias en estos Derechos. Posición d e la mujer binuba: pérdida d e la patria potestad; sanciones de los artículos 50, 64, 206, 207, 211, 220 y 230 del Código civil. Efectos del segurido matrimonio eii cuanto a los dos cónyuges: art. 59 del Cúdigo; Ley d e 13 d e diciembre d e 1943. La *reserva.> vidual. Antecedentes. Leyes del Código, Novela 98; Leyes del Fuero Juzgo, Fuero Real, Partidas, Leyes d e T o r o y Novísima Recopilación. Opiniones d e los tratadistas. ¿Estaba el viudo obligado a reservar en nuestro antiguo Derecho? Teorías d e la Serna y Falcón. Examen d e la Ley XXIII, Título XI d e la Partida IV, Ley XV d e T o r o y Ley VII, Título IV, Libro X d e la Novísima Recopilación. Fundamento de la areserva». LESuna sanción'al cónyuge binubo? El problema eii el Derecho romano y en la legislación histórica. Opiniones d e los tratadistas. ¿Supone una división del pleno dominio?¿Es una propiedad sujeta a condición? Contradicciones del Supremo y opiniones d e los tratadistas: F ~ l c ó n ,Valverde, Sánchez Román, Mucius, etc. Naturaleza d e la .reserva». Doc- REVISTA DE LA 20 trina y jurisprudencia. Fecha en que comienza y casos de extinción o de no nacimiento. Bienes que comprende. Mejoras: posibilidades y requisitos para establecerlas. Eficacia d e las enajenaciones de bienes reservables: resoluciones del Supremo y de la Dirección General. Bienes muebles. Bienes inmuebles. Enaienaciones hechas antes y después del segundo matrimonio. Iiiventario de bienes reservables. Disposiciones de la Ley y Reglamento Hipotecarios para garantía de dichos bienes. CAPITULO 11 De la aieserva, llamada troncal. Analogías y diferencias con la vidual. El artículo 81 1 del Código civil. Naturaleza y origen de este articulo. ¿Establece una -reserva?» ¿Es una limitación a la legitima de los ascendentes. ¿Iiitegra una transmisión con cláusula resolutona? Opiniones de Alonso Martíiiez, Manresa, Riaza, Gil y Berges, Cárdenas, Valverde, Aldecoa, de Diego, Sánchez Romári, Castáii, etc., etc. Criterio de la jurisprudencia. El art. 81 1 en el Derecho foral y en la legislación histórica española. Sucesiones a que se aplica. Personas obligadas a la reserva. Bienes reservables. Momento en que nace la areserva». Reiiuncia de derechos. Reservatarios. Naturaleza del parentesco y forma de coinputarle. ¿Cabe el derecho de representación? Opiniones de la Cueva y Castán. Resoluciones de la jurisprudencia. Resumen de lo expuesto y efectos del art. 811. CAPITULO 111 De la areservan lineal.-Examen del art. 812 del Código civil. El art. 747 del Código francés: <<retourlegal*. Diferencias. Sucesiones a que se aplican. Funda mento del Derecho de regresión: paises de Derecho escrito y de Derecho consuetudinario. Donación con condicidn resolutoria. Teorías y efectos. Ampliación d e legitima. Opiniones de los tratadistas: Manresa, iMucius, Sánchez Roinán, Baudry, Planiol, Colin el Capitant, Glasson, etc., etc. Reserva lineal. Exanien d e la Ley VII, Título 11, Libro IV del Fuero Juzgo, y de la X, Titulo VI, Libro 1II del Fuero Real. «El derecho de troncalidad» de Bragada Cruz. La regla «los propios no subenm y su interpretación a partir de Du Mulin. Alcance y requisitos del art. 812. Título por el que e1 donante recupera los bienes. Sus obligaciones en cuanto a la sucesión. Efectos de la enajenación, permuta o cambio de los bienes donados. Obligaciones del contador-partidor o de los herederos en su caso. Problemas que se plantean con relación al metálico y a los bienes funpibles. Opiniones de Alonso Martínez, Manresa, Mucius, Sánchez Románfy de la doctrina y jurisprudencia española y francesa. Hijos naturales e Iiijos adoptivos. Resunien y consecuencias de todo lo expuesto. LEYES QUE SE CITAN LEVES QUE S E CITAN DERECHO ROMANO Ley 111, TítuIo IX, Libro V del Código; Novela 98; Const. ka, @debon. matern.», VI, 60; Const. XIII, nde legit. nered.., VI, 58; Const. VI1 *de revoc. doiiat.», VIII, 56; la 3-9, .de secund. nupt.,, V, 9; Novela 2. Cap. 111,68, 98, 127; Novela 22, Capts. XXII, XXXlV y XXXV; Leyes Julia y Papia Poppea; Ulpiano, XIV, 1; Ley VI, pr. D. «de iure dotn, XXIII, 3. DERECHO CANONICO Concilio Neo-Nezares. Concilio Laodicense. Concilio Niceno. Concilio de Trento: Canon XVII; Sezión 24, Cánones 2, 4 y 7. Hinuario latino-visigótico. Breviario Mozárabe. Corpus iuris: Cánones 1.118, 1.142 y 1.143. FUERO JUZGO Ley 1, Titulo 11, Libro 111; Leyes XIII, XIV y XV, Título 11, Libro IV; Ley 11, Titulo V, Libro 1V; Ley XI, Título 11, Libro In; Ley V11, Título 11, Libro IV. FUERO REAL Ley XIII, Título 1, Libro 111; Ley 1, Título 11, Libro 111; Ley VI, Título 11, y Leyes IV y SIII, Título V, Libro 111; Ley X, Título VI, Libro 111. REVISTA DE LA 24 CÓDICO DE PARTIDAS Ley 111, Título XII, Partida VI; Ley 111, Título XIII, Partida IV; Ley 111, Título 111, Partida VI; Ley 111, Título V, Partida VlI; Ley XXIII, Título Xi, Partida IV; Ley XXVI, Título XIII, Partida V. LEYES DE T O R O Leyes: VI, XV, Ll y LIV. NOVISIMA RECOPILACION Ley IV, Título 11, Libro I; Ley 1, Título X, Leyes II y 111, Titulo 111, Ley VII, Título IV, y Ley 1, Título XXiI, todas del Libro X. DERECHO FORAL Cataluña: acontituciones catalanas», Capítulo VI, Título 11. 5Vni7arra: «Fuero General d e Navarran, Titulo IV, Libro 11, y Capítulo XVI de de los mistnos Título y Libro. ~NovísiinaRecopilaciún de Navarra»: Leyes VI y VII, Título XIII, Libro 111. 74zcaya: <<Fuerode Vizcaya.: Leyes XIV y XVI, Título XIV, y Ley VII, del Título XXI. dragón: «Fuero Unico de Aragóii», aobservancia VII», «ObservanciaXXVII». DERECHO EXTRANJERO Francia: «Grand Coutumier de France.. «Costumbres de París, Art. 313. «Anteproyecto d e Código Civil d e L a u r e n t ~ Art. . 798. -Código Civil: artículos 390, 391, 395, 396, 1.098, 747 y 357. Alemania: Código Civil: artículos 1.696 y 1.697. Suiza: Cbdigo Civil: artículo 288. CODIGO CIVIL ESPANOL Artículos: 808, 781, 790, 800, 801, 804, 195, 968, S 11, 812, 52, 45, 199, 154, 167, 168, 211, 50, 108, 110, 64, 220, 230, 206, 207, 211, 59, 127, 321, 980,969, 839, 976, 781, 783, 69 y siguientes, 823, 972, 973, 974, 978, 975, 976, 816, 938, 4, 29, 988, 938, 641, 1.125, y 991. UNIVERSIDAD DE OVIEDO 25 LEYES ESPANOLAS Ley 25 d e marzo d e 1855, Ley de[ inatrimonio civil, Ley 4 d e julio d e 1939, Ley 23 d e septiembre d e 1939 y Ley 13 d e diciembre d e 1943. SENTENCIAS Sentencias de: 13 d e noviembre d e 1914, 29 d e enero d e 19 16, 2 1 d e dicieinbre 1918, 27 septiembre 1930, 13 agosto 1884, 24 junio 1892, 20 diciembre 1892, 10 noviembre 1902,14 diciembre 1916, 13 marzo 1914, 16 junio 1852, 22 junio 1895, l o j u n i o 1918,2 julio 1921, 9 mayo 1859, 21 mayo 1861, 27 junio 1866, 16 junio 1872,26 enero 1874, 8 julio 1874, 18 junio 1880, 22 junio 1895, 16 junio 1862, 20 dicieinbre 1904, 8 octubre 1910, 4 julio 1896, 6 mayo 1905, G julio 1916, 8 noviembre 1906, 29 octubre 1907, 8 octubre 1909, 7 noviembre 1909, 12 marzo 1897, 10 julio 1918, 1 abril 1914, 6 julio 1919, 27 noviembre 1929, 22 junio 1891, 9 julio 1910, 9 abril 1928, 4 enero 1911,21 inarzo 1912, 7 noviembre 1912, 13 diciembre 1919, 14 diciembre 1933, 20 diciembre 1904, 21 enero 1922, 14 julio 1899, 29 noviembre 1907, 20 abril 1917, 6 octubre 1930, 8 abril 1931, 25 marzo 1933, 21 enero 1922, 3 noviembre 1931, 8 octubre 1923, 22 juiiio 1895, 12 tnarzo 1897, 30 diciembre 1897, 1 mayo 1901, 26 octubre 1907, 8 octubre 1912, 2 enero 1929, 25 marzo 1933, 12 diciembre 1945, 19 noviembre 1910, 4 diciembre 1933, 4 enero 1911, 21 marzo 1912,7 iioviembre 1912, 13 diciembre 1919, 6 enero 1919, 20 diciembre 1904, 8 octubre 1909, 7 noviembre 1912, 30 diciembre 1897, 23 octubre 1913, 14 julio 1899, 29 septiembre 1905, 30 abril 1906, 4 mayo 1910, 20 alxil 1917, 21 noviembre 1902, 16 dicieinbre 1892, 8 noviembre 1906, 30 diciembre 1912, 22 junio 1931, 16 enero 1901, 8 novieinbre 1906, 19mayo 1910, 8 noviembre 1894, 29 septiembre 1905, 8 octubre 1910, 3 diciembre 1897, 27 e n e r o 1909, 19 noviembre 1910, 2 enero 1929, 24 julio 1901, 2 julio 1903,30 abril 1904, 6 niayo 1879, 9 agosto 1854, 14 inarzo 1902, 13 novieinbre 1903, 24 abril 1871, 24 julio 1901, 2 julio 1902, 30 junio 1930, 30 abril 1904, 5 enero 1945. RESOLUCIONES DE LA DIRECCION GENERAL Resoluciones de: 27 d e septiembre 1921, 30 marzo 1925,25 diciembre 1862, 25 junio, 1892, 29 diciembre 1931, 23 julio 1910, 27 junio 1906, 27 octubre 1917, 12 junio 1930, 4 enero 1911 y 12 diciembre 1945. CAPITULO 1 De la reserva^ uidual. Acepciones de la palabra «reserva». Sentido amplio y sentido restringidos. La «reserva» en el Derecho de sucesiones: legítima, substitución fideicomisaria, derechos eventuales del ausente, ejecución testamentaria, herederos y legatarios bajo condición, etcétera, etc. Teorías de Mucius, Petit, Pacchioni, Fadda, Pinellés, Girard, Czyhlard, Gluck, Merea. Anatemas contra las segundas nupcias: Tertuliano, Clemente de Alejandría, Orígenes, etc. Teorías d e los montanistas. Posición de la Iglesia: San Marcos, San Lucas y San Mateo. Epístola a los Corintos. «Año de luto». Preceptos del Fuero Juzgo, Fuero Real, Código de Partidas y Novísima Recopilación. Derecho extranjero: Código alemán, legislaciones hispanoamericanas, Francia, Italia y Suiza. Efectos de las segundas nupcias en estos Derechos. Posición de la mujer bitiuba: pérdida de la patria potestad; sanciones de los artículos 50, 64, 206, 207, 21 1, 220 y 230 del Código civil. Efectos del segundo matrimonio en cuanto a los dos cónyuges: art. 50 del Código; Ley de 13 de diciembre de 1943. La «reserva» vidual. Antecedentes. Leyes del Código, Novela 98; Leyes del Fuero Juzgo, Fuero Real, Partidas, Leyes de T o r o y Novisima Recopilación. Opiniones de los tratadistas. ¿Estaba el viudo obligado a reservar en nuestro antiguo Derecl-io? Teorías de la Serna y Falcón. Examen de la Ley XXIII, Título XI de la Partida IV, Ley XV de Toro y Ley VII, Título IV, Libro X de la No- 28 REVISTA DE LA vísima Recopilación. Fundamento de la «reserva». ¿Es una sanción al cónyuge binubo? El problema en el Derecho romano y en Ia legislación histórica. Opiniones de los tratadistas. ¿Supone una división del pleno dominio?¿Es una propiedad sujeta a condición?Contradicciones del Supremo y opiniones de los tratadistas: Falcón, Valverde, Sánchez Román, Muncius, etc. Naturaleza de la areserva». Doctrina y jurisprudencia. Fecha en que comienza y casos de extinción y de no nacimiento. Bienes que comprende. Mejoras: posibilidades y requisitos para establecerlas. Eficacia de las enajenaciones d e bienes reservables. Resoluciones del Supremo y de la Dirección General. Bienes muebles. Bienes inmuebles. Enajenaciones hechas antes y después del segundo matrimonio. Inventario de bienes reservables. Disposiciones de la Ley y Reglamento Hipotecarios para garantía d e dichos bienes. UNIVERSIDAD DE OVlEDO DE LAS <<RESERVAS»EN EL DERECHO Y EN EL COMPARADO ESPAROL Acepciones d e la palabra «reserva». Sentido amplio y sentido restringido. La «reserva>, en el Derecho general y en el d e sucesiones. Analogías y diferencias con otras instituciones. Teorías d e los tratadistas La palabra «reserva» tiene distintas acepciones. Gramaticalmente significa «apartar y guardar- alguna cosa, o «dilatar y diferir algo para otro tiempo». Partiendo de este concepto general puede decirse que existe reserva en el Derecho siempre que una persona se ve obligada por cualquier razón jurídica a conservar y retener para otra alguna cosa o algún derecho, ofreciéndosenos entonces la palabra «reserva» con una amplitud de términos que por su propia generalidad impiden el conocimiento de la institución, ya que lo general es opuesto a 10 singular y en la singularidad se halla precisamente la nota que permite establecer el diagnóstico diferencial entre institutos jurídicos análogos. En el concepto anterior, o sea en el de «apartar», «guardar» y «conservar» algo para otro, la reserva tiene aplicaciones ilimitadas, y lo mismo es atribuible al usufructo que al arrendamiento o al depósito, y, en una palabra, a todos aquellos actos y co:-- 30 REVISTA DE LA tratos, tan frecuentes en la vida d e relación, en que se retiene, posee, disfruta y «conserva» una cosa ajena para s u devolución en tiempo y forma al verdadero titular. Evidentemente, no es este el sentido que la Ley y la doctrina han querido otorgar a la «reserva». Si del campo del Derecho en general descendemos al de sucesiones, vemos que también en éste la palabra «reserva» tiene distintos significados. Reserva continúa siendo entonces la acción d e conservar y trasnsmitir una cosa a tercero; pero este concepto, que puede tenerse por aniplio dentro de 10 limitado del Derecho srrcesorio, sufre a su vez una nueva limitación o circunscripción cuando se trata d e las reservas propiamente dichas, en las que n o basta que se dén las mencionadas circunstancias, sino que es preciso además, que los bienes hereditarios sean recibidos por una determinada persona, tengan un cierto origen y existan corno expectantes otras personas también determiiiadas, con la concurrencia del resto d e las notas que serán objeto de estudio oportuno. A falta d e los requisitos mencionados no hay «reserva» en sentido estricto, aunque sí la habrá en su concepto extenso o lato, puesto que pueden perseverar las circunstancias d e fondo (conservación y transmisión a un tercero d e las cosas o derechos conservados), que singularizan la tan repetida reserva. En este concepto puede hablarse d e que la «legítima» es una «reserva», y así aparece definida no solo por algunos Códigos extranjeros, como expresamente consigna el francés, sino también por el nuestro, según acredita el artículo 808 al decir que ~ L e g í t i ma es la parte de bienes d e que el testador no puede disponer por haberla «reservado» la Ley a favor de determinados herederos.....>> Y no solamente es aplicable esta teoría a la legítima, sino que puede extenderse a otras instituciones mortis causa, como son la sustitución fideicomisaria, a la que se refiere Mucius en s u estudio del artículo 968 del Código; las instituciones d e heredero o legatario hechas bajo condición; el caso de herederos ausentes, etcétera, etc. UNIVERSIDAD DE OVIEDO 31 Por la sustitución fideicomisaria, en efecto, el instituído en primer término o fiduciario, está obligado a conservar y transmitir a un tercero, o fideicomisario, el todo o parte de la herencia, conforme previene el artículo 781 del Código, ratificado, entre otras, por las Sentencias de 13 de noviembre de 1914, 29 de enero de 1916, 21 de diciembre de 1918 y 27 de septiembre de 1930, dándose en el caso en cuestión, pues, los dos requisitos que se señalan como propios de la reserva. Mas adelante, empero, señalaremos las diferencias que existen entre ambas situaciones jurídicas. En el caso de institución condicional, regulada por los articulos 790 y siguientes del Código Civil, cuando la condición, siendo potestativa, fuese negativa o d e no hacer o no dar (artículo 800), o se trata de condición suspensiva, los bienes de la herencia se ponen en administración hasta que la condición se realice o haya certeza de que no podrá cumplirse (art. 801), cuya administración es confiada al heredero o al legatario sin condición, si entre ellos y el heredero condicional existe derecho de acrecer, al presunto heredero o a la persona que designen los Tribunales, según los casos, constituyendo obligación en todos ellos del administrador la d e cumplir los deberes que corresponden a los que lo son de bienes ajenos (artículo 804), integrados, en su esencia, por la conservación y entrega posterior del patrimonio a su verdadero dueño. Es este, pues, otro supuesto de «reserva» en el amplio sentido que admite esta palabra, ya que el administrador solo actúa como intermediario entre el causante y el adjudicatario de los bienes d e la sucesión, limitándose sus funciones a facilitar y asegurar ese tránsito, en una posición semejante, ya que no igual, a la del tenido por «reservista» con arreglo a la técnica del Código Civil. La misma consideración jurídica merecerá el ejecutor testamentario en cuanto a éste, conforme a las teorías de Petit («Tratado elemental de Derecho Romano», página 515); Pacchioni («Curso de Derecho Romanon, página 421); Fadda («Derecho Hereditario Romano», páginas 330 y siguientes, Tomo 11); Pinellés («Tratado d e Derecho Romano», páginas 103 y siguientes); Girard («Manual 32 REVISTA DE LA de Derecho Romanon página 803, Tomo 11); Czyhlard (~Instituciones», página 288); etc., etc., se le relacione con el ~familiaeemptorm y se suponga que en su origen-como dice Fadda-no tué más que una persona de la confianza del testador, encargada por éste de recibir primero y distribuir más tarde los bienes entre los herederos, a cuyo favor debía «conservarlos» bajo la garantía de la buena fé o fiducia que por sus cualidades inspiraba al causante de la sucesión. La tesis es todavía más cierta si aceptamos las doctrinas d e Gluck («Comentarios a las Pandectasm, páginas 649 y siguientes, Libro 29) y de Merea («El ejecutor testamentario», Lisboa, 1940), por cuya virtud existe en la historia de esta institución un tipo de ejecutor «autónomo» que adquiere para sí los bienes de la herencia, si bien con la obligación posterior de entregarlos a los herederos, lo cual constituye una verdadera «reserva» a favor de éstos. En fin, un nuevo caso del mismo género le hallamos en los artículos 195 y siguientes del Código Civil, hoy sustituídos por la Ley de 4 de julio de 1939, relativos a los derechos eventuales del ausente, particularmente en lo que se refiere a las sucesiones a que fueren llamados, tema de que trata Ignacio Serrano en «La ausencia en el Derecho español» y de que nos ocupamos en nuestra obra «El ejecutor testamentario en el Derecho comparado». Ahora bien; aun tenidas como reservas todas estas instituciones, al igual que existe reserva, según hemos dicho, siempre que alguien esté obligado a conservar y transmitir a un tercero alguna cosa o derecho, tratándose de la materia de sucesiones-única que nos interesa en este estudio-la tan repetida palabra tiene un sentido singular, sui géneri, no atreviéndonos a decir que sea propio, porque lo propio es lo exclusivo y dudamos bastante de que las notas que se señalan como características de la «reserva» se dén únicamente en ésta, ya que hemos visto como acompañan a otras instituciones que con ella guardan puntos de analogía más o menos próximos. Empero, por «reserva» se tiene para los efectos de la Ley las UNIVERSIDAD DE OVlEDO 33 reguladas por los artículos 968, 811 y 812 del Código Civil, Y a ellas hace relación el lenguaje jurídico, que, aun suponiéndole convencional, es el que prevalece en nuestras relaciones. Acometeremos, pues, en las líneas que siguen al estudio d e las «reservas,> según su significado en uso, tratando por separado d e cada una de eltas, porque ni su origen, ni su naturaleza, ni sus efectos son los mismos, motivos por los cuales ni aprobamos el métod o de algunos autores que se ocupan simultáneamente de todas estas figuras jurídicas, ni aplaudimos en su integridad el texto d e la Base XVIII de la Ley de 11 de mayo de 1888, donde, incidiendo en análoga confusión, se dice: «Respecto de las reservas....:, con lo que parece quedan todas equiparadas e identificadas entre sí. Esto repetimos, no es cierto. La del art. 968, en efecto, procede del Derecho romano, de donde la recogieron nuestras leyes históricas, y tiene por finalidad, según veremos, evitar perjuicios a los hijos del primero o anterior matrimonio, en el caso d e que el cónyuge viudo contraiga nuevas nupcias. La del art. 811 trae causa de la legislación foral, particularment e de las «Constituciones Catalanas», «Fuero» y ~NovísimaRecopilación de Navarra», y «Fuero de Vizcaya,, aparte los antecedentes que de ellas se encuentran en los Fueros n~unicipales, como el d e Sepúlveda, integrando una verdadera reserva troncal en obsequio de los parientes que estén dentro del tercer grado y pertenezcan a la línea de donde los bienes procedan. Y la «reserva» del art. 8 1 5 está tomada del Derecho francés, donde se la designa con el nombre de «retour legal,,, y supone la apertura de dos sucesiones: una normal o sujeta a los términos comunes del Derecho sucesorio, y otra normal o «anómala», como dice la doctrina francesa, circunscrita a los bienes objeto del «retour». En definitiva, puede tenérsela por una reserva «incompleta», «especial» o «singular», según estiman nuestros tratadistas, o como una reserva «lineal», de donde resultarán los tres tipos que nos proponemos analizar en este trabajo: la teserva vidual, la troncal y/-- ..' .( t r 1 . / ,\' - 43 34 REVISTA DE LA la lineal, o derecho de reversión, reguladas respectivamente, por los artículos de nuestro Código que quedan reseñados. Pero el carácter de reserva en este último caso, según aparece regulada en el Derecho positivo, que ha querido desarraigarla de nuestro Derecho histórico, es tan precario que ni siquiera se halla amparada por el mecanismo previsto por la Ley Hipotecaria y por su Reglamento para la protección de los bienes de esa clase. Sin embargo, que constituye una auténtica reserva lo veremos al estudiar en particular el referido artículo del Código civil. Empezaremos ahora por la reserva vidual, no solo por ser la más frecuente en la vida del Derecho, sino también por constituir modelo a la que se han querido ajustar las demás, con las excepciones derivadas de la especial naturaleza, como hemos dicho, del repetido art. 812. Reserva vidual La reserva vidual está íntimamente ligada a la historia de las segundas nupcias y forma parte de un sistema general de cautelas y previsiones, ya que no de sanciones, adoptadas por el legislador con tal motivo. Por esta razón consideramos de utilidad algunas referencias al tema tomado en su conjunto, antes de entrar en el estudio específico de la supradicha areservan. Anatemas contra las segundas nupcias El segundo matrimonio contraído por el cónyuge viudo no es ya objeto de los anatemas que en su día se fulminaron contra él por los titulados montanistas, quienes le estimaban como verdadero adulterio. La oposición a las segundas nupcias sostenida por Tertuliano, Clemente de Alejandría, Orígenes, etc., etc., no prosperó en la doctrina Católica, y si bien los Cánones apostólicos formularon determinadas salvedades contra ellas (como la de prohibir la investidura sacerdotal a quien hubiese contraído dos veces matrimo- nio, de acuerdo con el Canon XVII), y el Concilio Neo-Nezares imponía una penitencia al Sacerdote que lo autorizase, ya a partir del Laodicense quedaron reconocidos y aprobados los matrimonios que los viudos contrajeran. Es esta la doctrina auténticamente Cristiana, pues si la Ley del Nuevo Evangelio declara el matrimonio «uno» (San iMarcos XII), e «indisoluble» (San Marcos, X, 2-12; San Lucas XVI, 18; San Mateo XIX, lo), el Apostol declara en su Rom. VJI, que: «La mujer casada está ligada por la ley del matrimonio a su marido mientras éste vive, más en muriendo aquél queda libre de la ley que al mismo la ligaba. Por cuya razón será tenida por adúltera si, viviendo su marido, se junta con otro hombre; pero si el marido muere, queda libre el víuculo y puede casarse con otro bombre sin ser adúltera-. (Rom. VII, 2-3). En análogos términos está redactada la Epístola a los Corintos (versiculos X-XI-XV), siendo este el criterio sustentado por el Concilio de Trento enI sus Cáriones 2, 4 y 7 de la Sesión XXIV. En la actualid ad, coi] hallarse, por lo demás, históricamente .. bien comprobada ia iicitrxd de las segundas nupcias, quedan éstas autorizadas tanto por disposición (:xpresa del Codex Iuris en sus Cánones 1.142 y 1.143, como poIr deduc:ción lógica del Canon 1.118, en el que se declara que el niatrimonio rato y consumado (o sea el habido entre cristianos con cópula), se disuelve por muerte de irno de los aposos. Es esta también la regla de derecho que establece el art. 52 de nuestro Código Civil. 1 1. Pero aún autorizadas las segundas nupcias, tanto la Iglesia como las legislaciones positivas han establecido respecto d e ellas determinadas particularidades, procedentes unas veces del recelo que inspira la falta de continencia que las mismas denuncia, y dimanadas otras de la protección que merecen los hijos del primero o anterior matrimonio, cuando se considera que para lo sucesivo han d e quedar sometidos a una potestad extraña. 36 REVISTA DE LA De tal manera, si nuestros Concilios no manifestaron oposición alguna al segundo enlace, en el Hinrrario latino visigótico y en el Breviario mozárabe (así como en las Capitulares de Carlomagno) se encuentran reglas para el caso de que uno d e los contrayentes sea viudo, con tendencia todas ellas a procurar que el nuevo vínculo tenga el mismo valor e idéntica eficacia que el contraido la primera vez. A este temperamento parece responder el precepto del Codex que prohibe a la mujer recibir dos veces la bendición nupcial. El problema en nuestra legislación histórica La primera cautela que se observa en este sentido en nuestra legislación corresponde al titulado «año de luto», procedente del Derecho romano, y por cuya virtud, conforme al art. 45 del Código Civil, la viuda no puede contraer segundo matrimonio durante los 301 días siguientes a la muerte de su marido, o antes de su alumbramiento si hubiese quedado en-cinta. Esta prohibición aparece unánimemente reconocida por todos nuestros antiguos Cuerpos legales. La Ley 1, Título 11, Libro III del Fuero Juzgo equipara la inobservancia de tales preceptos al delito de adulterio y castiga a la esposa infractora con pérdida de la mitad de la fortuna. En los mismos térnlinos está redactada la Ley XIII, Título 1, Libro 111 del Fuero Real. El Código de Partidas, en su Ley 111, Título XII, Partida VI, autoriza a la viuda para que contraiga segundo n~atrimonio,por ser esta, dice, la doctrina de la Iglesia, de acuerdo con lo expuesto por San Pablo; pero cuando no respeta el año de luto es «considerada de mala fama e debe perder las arras e la donación que le fizo el marido, e las otras cosas que la hoviese dexado en testamento, e débenlas haber los fijos que quedaren dél, e si fijos non dexare, los parientes que hovieren de heredar lo suyo,). Se exceptúan de estas penalidades la desposada cuyo esposo hubiese muerto antes de consumado el matrimonio y la casada UNIVERSIDAD DE OVIEDO 37 que hubiera obtenido licencia del Rey para n o dejar transcurrir el término o plazo previsto. Sobre el mismo a articular pueden verse: la Ley 111, Título XIII de la Partida 1V; la 111, Título 111 de la Partida VI, y la 111, Título V d e la Partida VII, ratificadoras todas de los mismos principios jurídicos. En cambio d e esto, la Ley JV, Título 11, Libro 1 d e la Novísima Recopilación, con un amplio espíritu liberal pero con muy escaso sentido práctico, autoriza el matrimonio d e la viuda en cualquier inomento, eximiéndola. d e toda responsabilidad. Es más; en sus últimos párrafos prohibe sea tramitada denuncia alguna contra aquélla o contra su cónyuge con fulidamento en que los esposos n o dejaron transcurrir el término legal, bajo pena d e multa d e dos mil maravedis que pagarán Ion infractores a la Cámara Real. Aparte la excepción que representa esta Ley, todas las demás, tanto nacionales como extranjeras, se hallan inspiradas en el mismo criterio de limitación o restricción de las segundas nupcias, si bien debe advertirse que todas ellas, al igual que ocurre en nuest r o Derecho histórico, son más celosas en cuanto a las precauciones que deben adoptarse con las viudas que con los viudos, en parte, por haber siempre sido dictadas las leyes por los hombres, y en parte también, por los problemas a que puede dar lugar el matrimonio prematuro de la mujer en razón a la legitimidad d e los hijos. Estas afirmaciones pueden verse en el resumen siguiente: Disposiciones del Derecho alemán Siguiendo el criterio expuesto, el Código alemán, por ejemplo, sanciona con perdida d e la patria potestad a la viuda que contrae nuevo matrimonio (artículos 1.696, y 1.697) negándola el derecho a representar a sus hijos, aún cuando continúa sujeta al deber d e atenderles y cuidarles. 38 REVISTA DE LA El viudo, en cambio, conserva todos los derechos inherentes a la patria potestad, sin más que notificar al Tribunal de Tutelas e! propósito que tiene de contraer segundas nupcias, presentando el inventario de los bienes propios del hijo, previa liquidación de los que haya tenido en comunidad con él. Legislaciones hispano-americanas La mayoría de las legislaciones hispano-americanas (Méjico, Uruguay, Argentina, etc.), estiman perjudicial para la prole la celebración de segundo matrimonio por parte de la viuda, y adoptan a este respecto y en beneficio de los hijos las medidas oportunas. Francia En Francia se sigue un sistema especial, que procuraremos resumir: De acuerdo con lo previsto en el artículo 390 de SU Código civil, después de la disolución del matrimonio por muerte de uno de los cónyuges se abre la tutela de los hijos menores, que es encomendada al padre o madre supérstite. Este precepto es esencialmente distinto al contenido en el artículo 199 del Código civil español, en relación con el 154, puesto que entre nosotros Id tutela no surge sino en defecto de la patria potestad, y ésta solo desaparece por muerte de ambos padres, según el número primero del artículo 167. Coexisten, en cambio, en Francia ambas instituciones, pues si el cónyuge que ha sobrevivido continúa ejerciendo la patria potestad en cuanto a las personas de los hijos, por lo que se refiere al caudal que éstos han heredado de su madre desempeña el papel de tutor o administrador. Y no solo en el caso de disolución de matrimonio, sino también en el de Sentencia de divorcio quedan los hijos menores sometidos a la tutela que ejerce aquel de los esposos a cuya cus- UNIVERSIDAD DE OVIEDO 39 todia hubieran sido encomendados, d e acuerdo con las Sentencias en Casación de 13 de agosto de 1884 y de París de 24 de junio de 1892. Abierta la tutela y conferida ésta a la mujer por muerte del marido, puede aquél, a tenor de lo previsto en el artículo 391 del Código, designar un Consejo especial sin cuya aprobación no podrá la mujer realizar ninguno de los actos relativos a la tutela que se le ha conferido, salvo que el padre consigne especialmente en el nombramiento los actos que su viuda puede ejecutar sin necesidad de intervención. La facultad de designar tal organismo, concedida al marido y negada a la mujer, por estimar el nombramiento como manifestación póstuma de la autoridad marital, coloca a los cónyu,=es en posiciones distintas, estableciendo respecto de la madre medidas restrictivas, no ya en cuanto al ejercicio de la patria potestad, que se considera caducada, sino también respecto a la institución tutelar que ja sustituye. Pero existen otras medidas, todavía más concretas, para el caso de que la viuda pretenda contraer nuevas nupcias; y así, conforme a lo dispuesto en los artículos 395 y 396, tiene que ser sometida a una especie de reelección en su cargo de tutora por parte del Consejo de familia, a cuyos efectos, convocará el Consejo de referencia, dándole cuenta de sus designios y decidiendo aquél si la madre habrá o no de conservar la tutela que en su día se le confió. No cumplido este deber por la viuda, se la considera declinada en el cargo recibido y solidariamente responsable con su nuevo marido de la tutela que indebidamente traten de desempeñar (artículo 395). El Consejo de familia, por su parte, podrá acordar lo que al caso converiga, según queda dicho; pero cuando decida la continuación de la mujer en concepto de tutora de los hijos del anterior matrimonio, su nuevo esposo desempeñará el cargo de pro- 40 REVISTA DE LA tutor (artículo 396), quedando afecto a las responsabilidades correspondientes. Sin perjuicio de esto, adóptanse también por aquella legislación diversas garantías respecto a los bienes de los hijos, estableciéndose hipoteca lega! sobre los de los padres para asegurar los derechos patrimoniales del menor, que queda convertido para lo sucesivo en pupilo de sus progenitores. Así lo consignan Colín y Capitat en su «Cours Elementaire d e Droit civil francais~,de acuerdo con lo previsto en el Código civil y en el artículo octavo de la Ley de 23 de marzo de 1855. Sistema análogo al expuesto es el establecido por el Código civil italiano, en el que si bien es cierto que el cónyuge superstite conserva la patria potestad sobre los hijos menores, en lrrgar de abrirse la tutela como sucede en Francia, en cambio, al intentar contraer la viuda segundo matrimoiiio, el Coiisejo de familia d e los hijos determinará si aquélla debe o no continuar en el ejercicio de las facultades que como madre la corresponden sobre ellos. Suiza Y es el mismo procedimiento que aparece impuesto por el articulo 288 del Código suizo, si bién con aplicación a los dos cónyuges (no solo a la mujer), y siendo reservado únicamente para el caso de que las circunstancias lo exijan. En tales hipótesis, podrá i~ombrarseun tutor para los menores, supuesto que el padre viudo haya contraido segundo matrimonio. Resumen de lo expuesto Vemos, pues, como las legislaciones positivas han juzgado riecesaria la adopción de medidas precautorias para estos casos. El Código civil español no podía sustraerse a esa influencia de carácter general, tnucho más, cuando en nuestro derecho histórico UNIVERSIDAD DE OVIEDO 41 y Iiasta en la legislación de la Iglesia, que tanto ha influido en la nuestra, se encuentra una tradición tan abundante a su favor. El estudio de esta materia con referencia al Código requiere su clasificación bajo dos epígrafes distintos: el uno, comprensivo de los efectos particulares que producen las segundas nupcias respecto a la viuda, y el otro referente a esos mismos efectos cualquiera que sea el cónyuge que las contraiga. No entra en nuestro propósito ocuparnos d e estas materias con toda la extensión que merecen, porque, aparte su impropiedad en este trabajo, de ellas tratamos en nuestra obra «LA MUJER EN LA HISTORIA Y EN LA LEGISLACJON» con el detalle necesario, remitiendo al lector para estos efectos a lo que entonces consignamos; pero una breve referencia puede ser útil a todos, singularmente cuando ha sido siempre norma nuestra el aprovechar cuantas oportunidades se nos ofrecen para obtener la mayor divulgación del Derecho de familia. Efectos de las segundas nupcias con relación a la mujer En el orden político-social no deja de ser uno de los efectos. del matrimonio de la viuda la pérdida de su derecho a la percepción del subsidio familiar, impuesta por la Ley de 23 de Septiembre de 1939, como en otro orden de cosas es de recordar una vez mas el Canón 1,143 del Corpus luris que prohibe a la mujer recibir más de una vez la bendición nupcial, según hemos dicho. Pero el primero, más grave y característico de todos esos efectos es el señalado en el art. 168 del Código: la pérdida d e la patria potestad (que en ocasiones no es más que suspensión) sobre sus hijos menores, a menos que el marido difunto, padre de éstos, haya previsto el nuevo matrimonio y disponga para tal caso que la viuda conserve aquella autoridad. La regla es, pues, general; la excepción limitadísima, y la forma de consignarla circunscrita al testamento. 42 REVISTA DE LA Nadie, que no sea el marido, puede autorizar a la viuda a contraer segundas nupcias con reserva de la patria potestad, y el mismo marido solo puede conceder esa autorización por medio d e testamento. La discrepancia entre el precepto que nos ocupa y la Ley de1 matrimonio civil es absoluta, puesto que por el art. 64 de esta última Ley la madre conserva la patria potestad sobre sus hijos aun en el caso de que contraiga segundo matrimonio. El criterio del Código aparece ratificado y aun extendido en su aplicación por la doctrina del Supremo. A este temperamento responden las .Sentencias de 20 de diciembre de 1892 y 10 de noviembre de 1902, en las que se declara aplicable el art. 168 incluso a las mujeres que quedaron viudas antes de regir el Código civil, si el segundo matrimonio se contrajo después de la publicacidn d e aquel Cuerpo legal, declarando extensibles los preceptos de la legislación común a las regiones rorales, conforme reitera la sentencia de 14 de ciciembre de 1916. La perdida de la patria potestad, cuando tenga lugar, supone, como es Iógico, la apertura de la tutela respecto de los hijos menores, según establece el art. 199, siendo conferido el cargo a las personas y por el orden que señala el art. 21 1. A la formación d e la tutela acompañará todo el mecanismo de protutor y Consejo d e familia, con arreglo a las disposiciones generales que rigen esta materia. Otros efectos de las segundas nupcias con referencia a la mujer Se relacionan algunos de estos efectos con el plazo previsto por el Código para que la viuda pueda contraer nuevo matrirnonio, al cual hemos hecho referencia bajo la expresión del <cañod e luto» tomado del Derecho romano, conforme hemos dicho. De la materia trata el art. 45, en el que se señala un minimum d e 300 días siguientes a la muerte de su marido o antes del alumbramiento si hubiera quedado encinta, sancionándose el incumpli- UNIVERSIDAD DE OVIEDO 43 miento de estos preceptos, salvo que haya mediado dispensa, con Ias penalidades que se consignan en el art. 50 del referido Cuerpo legal. El fundamento de estas sanciones se encuentra en la necesidad de evitar dudas e incertidumbres en cuanto a la filiación de los hijos, puesto que presumiéndose legítimos los nacidos en los 299 días siguientes a la disolución del matrimonio o a la separación d e los cónyuges, cuando la viuda se casa sin dejar transcurrir el plazo determinado por la Ley el problema de la filiación puede ofrecerse insoluble, si es que el hijo nace después de los 180 días siguientes a la celebración del nuevo enlace, o si nacido dentro de ellos, el marido le reconoce como propio. En ambos casos, en efecto, la imputación de paternidad es punto menos que imposible, pues por los artículos 108 y 110 del Código resulta simultáneamente hijo legítimo del primer marido (como nacido antes de transcurrir los 300 días después de su muerte), y del segundo, por haber pasado ya los 180 días siguientes a la fecha del nuevo matrimonio, existiendo, pues, a favor d e los dos padres la misma presunción legal. Como estos inconvenientes no acompañan al matrimonio del viudo se comprende que en esta materia hayan adoptado las legislaciones diversa actitud según se trate de su matrimonio o del d e la viuda. Finalmente, son también efectos de las segundas nupcias el previsto en el art. 64, donde se dice que: «La mujer gozará de los honores de su marido, excepto los que fueren estricta y exclusivamente personales, y los conservará mientras no contraiga matrimonio»; y el que resulta de la aplicación de lo estatuido en el número 4.O del art. 21 1 y en los artículos 220 y 230 del repetido Código civil, porque es indudable que si el segundo de estos artículos solo autoriza a las «solteras» para que sean tutoras de sus hermanos locos, dementes, o sordo-mudos (regla aplicable a los condenados a penas que lleven consigo la de interdición, por virtud de lo dispuesto en el art. 230), la tutela decaerá al contraer matrimonio las 44 REVISTA DE LA solteras, volviendo a recuperarla cuando queden viudas, para perderla de nuevo en el caso de otro matrimonio posterior. Y ya en este punto, no podemos olvidar el precepto del artículo 206,párrafo 2 . O , en el que se sitúa a la viuda vuelta a casar no solo por debajo del varón que se halle en las mismas condiciones, sino también de las personas ajenas a la famiiia. De tal manera, si los extraños pueden nombrar tutores para los menores a quien hayan instituido herederos o dejádoles manda de importancia (artículo 207), en cambio, la designación que haga la madre que contrajo segundas nupcias no surtirá efecto sin la aprobación del Consejo de familia. Las prevenciones que el legislador adopta respecto a la viuda, son inagotables. Como índice de ellas bastará tener presente la Sentencia de 1 3 de marzo de 1914, en la que se declara que cuand o ha contraido segundo matrimonio no puede compIetar la capacidad del hijo menor de 18 años; requisito exigido, según sabemos, por los párrafos 2." y 3 . O del art. 59 del Código. La misma doctrina se consigna en la Resolución de 27 de septiembre de 1921. Efectos de las segundas nupcias con relación a ambos cónyuges Los artículos 157 y 321 del Código civil español establecen ciertas limitaciones respecto a los derechos que corresponden a los padres, es decir, a ambos esposos sin distinción de sexos, en el caso d e que contraigan nuevo niatrirnonio. En el primero de dichos artículos se dispone que cuando los padres casados en segundas nupcias se propogan corregir o castigar a los hijos del primer matrimonio, manifestarán al Juez los motivos en que fundan la corrección, oyendo éste a los hijos en comparecencia personal y. decretando o denegando la autarización sin ulterior recurso. A su vez, el art. 321 establece una excepción al principio general que prohibe a las hijas de familia mayores de edad, pero menores de 25 años (hoy 23, por aplicación de lo dispuesto en la Ley UNIVERSIDAD DE OVIEDO 45 de 13 de diciembre de 1943), dejar la casa paterna sin consentimiento del padre o de la madre en cuya compañía vivan, puesto que el precepto queda en suspenso cuando la hija se propone tomar estado, o cuando, sin mediar esta circunstancia, el padre o la madre han contraído «ulteriores bodas», como dice el Código. Como d e estos particulares tratamos con la necesaria extensión en nuestra obra «LA POSICION JURIDICA DEL MENOR EN EL DERECHO COMPARADO», nos permitimos recomendar su contenido al lector, en el deseo de no extendernos más sobre temas adjetivos y en la necesidad de analizar lo que específicamente es objeto verdadero de este trabajo: la reserva vidual, que, estimada o no como sanción, constituye uno de los efectos típicos de las segundas nupcias, cualquiera que sea el cónyuge que las contrae. Antecedentes de la reserva vidual Encontramos los antecedentes remotos de esta reserva en la Ley 111, Título IX, Libro V del Código, correspondiente a la época de las Constituciones, estableciéndose en aquella Ley la obligación de reservar determinados bienes a favor de los hijos para el caso de segundo matrimonio. Justiniano amplió esta obligación, haciéndola extensiva aún al caso de que el segundo matrimonio no fuera contraido. Las dos primeras Leyes del Título IX, Libro V del Código referido, se ocupan de la prohibición impuesta a la mujer para celebrar segundo enlace dentro del «año de luto», y la tercera designa específicamente los bienes que los viudos deben reservar para sus hijos en el supuesto de que el referido matrimonio se contraiga. En un principio quedaba afecto a tal obligación cuanto la mujer hubiera recibido de su esposo por cualquier título lucrativo, fuese intervivos o mortis causa; pero Justiniano, en la Novela 98, modificó, según hemos dicho, el derecho anterior e impuso la obligación de reserva a los dos padres con relación a los bienesk: r/: :./e a< :- 46 REVISTA! DE LA dotales y a las donaciones propter-nupcias, manteniendo a favor d e aquellos únicamente el usufructo, contrajeran o no nuevo matrimonio. De la misma materia se ocupa el Título 11, Libro IV del Fuero Juzgo, en cuyas Leyes XIII, XIV y XV se establecen determinadas limitaciones, que, aunque no idénticas a las reservas que hoy conocemos, pueden considerarse como precedentes de las mismas, o en todo caso, como prueba de la preocupación constante que el legislador ha sentido por los hijos del primer matrimonio y por los bienes que a los mismos pertenecen. La única Ley, sin embargo, en que puede hallarse analogía directa con las disposiciones del Derecho positivo que rigen la inateria, es la segunda del Título V, Libro IV del Fuero, en la que se impone a la mujer la obligación de reservar las arras que recibió d e su marido para los hijos que de éste hubiera tenido, en el supuesto de que contraiga dos o más matrimonios. La Ley 1, Título 11, Libro 111 del Fuero Real, se limita poco más que a copiar el precepto anterior, disponiendo que cada uno de los hijos de diversos o sucesivos matrimor,ios sucedan en las arras dadas por el padre a su esposa. El Código de Partidas se ocupa de la reserva d e la Ley XXIII, Título XI d e la Partida IV, según reconoce la Sentencia de 16 de junio d e 1862, encontrando las concordancias de aquel precepto en la Ley XI, Título 11, Libro 111 del Fuero Juzgo; en la Ley VI, Título 11, en las IV y XIII, Título V, y en la IX, Título VI, todas ellas del Libro 111 de1 Fuero Real; en las Leyes XV, LI y LIV de Toro; en la Ley 1, Título 1, en las 11 y 111, Título 111, en la VII, Título IV, y en la 1, Título XXII, Libro X de la Novísima Recopilación. La referida Ley del Código Alfonsino trata de «Por cuales razones gana el marido la dote que le fizo la mujer, e ella la donación que la fizo el marido por razón del casamiento», rozando o aludiendo, más bien que resolviendo expresamente, el tema de los derechos de los hijos a la reserva de los bienes que integraron UNIVERSIDAD DE OVIEDO 47 aquellas donaciones en la hipótesis de la muerte de uno de los padres. Mas claro es en este sentido el texto de la Ley XXVI, Título XIII, de la Partida V, cuyo epígrafe es: «Cuando los bienes de la madre son obligados a los hijos...>, estableciendo que: «Marido de alguna mujer finando, si casase ella después con otro, las arras e las donaciones que el marido finado le hubiese dado «en saluo fincan a sus hijos del primer marido»; «e devenlas cobrar, e haber después de la muerte de su madre; e para seguros destos los hijos, fincarles porende obligados e empeñados calladamente los bienes de la madre%,etc., etc. Esta disposición aparece reiterada por la Ley XV de Toro, y es recogida a su vez por la VI1 del Título IV, Libro X de la Novísima Recopilación, siendo en aquella, o sea en la Ley de Toro, donde primeramente y de un modo claro se regula en nuestro Derecho la institución de la reserva. Dice así la mencionada Ley «En todos casos en que las mujeres casando segunda vez son obligadas a reservar a los hijos del primer matrimonio la propiedad d e los bienes que hubieran de. primer marido o heredaren de los hijos del primer matrimonio, en los mismos casos el varón que casare segunda o tercera vez sea obligado a reservar la propiedad de ellos a los hijos del primer matrimonio, de manera que lo establecido acerca de este caso con las mujeres que casaren segunda vez, tenga lugar con 10s varones que pasaren a segundo o tercer matrimonio-. La Serna, comentando este precepto, dice que parte de un supuesto poco acreditado en nuestro Derecho: el de que las reservas se hallaban impuestas respecto a la viuda, y partiendo de tal base, las extiende al viudo que contraiga nuevas nupcias. Nada autoriza-afirma el autor-a sostener esa opinión, aunque es muy posible, añade, que al margen de la Ley figurase el deber de reservar entre las prácticas de nuestros antepasados. FaIcón, por lo contrario, en la página 401 de SLI obra «Derecho civil», en oposición al criterio que le atribuye Castán en la página 48 REVISTA DE LA 175 de su «Derecho civil español, común y foral», sostiene que «las reservas son de todos los tiempos y de todas las legislacioness; dotándolas esta universalidad de un sentido necesario que se opone a las pretendidas repulsas que contra ellas pudiera formular el clásico autor español. La obligación de reservar, en efecto, se halla consignada en las disposiciones de nuestro Derecho que dejamos reproducida. Y n o solo respecto a las viudas, sino también, y en cierto modo, con relación a los viudos, conforme acredita la Ley XXIII, Título XI d e la Partida IV, al establecer: «E lo que se dice en esta Ley, de ganar el marido o la mujer, la dote, o la donación que es fecha por el casamiento, por alguna de las tres razones sobredichas (por pleito, adulterio y costumbre) entiéndese sino hubiese hijos comunes. Ca si los hubiese, entonces deben haber los hijos la propiedad de la donación o de la dote; e el padre, o la madre, el que fincare viudo, o el que non entrare en Orden, o que non ficiere adulterio, debe haber en su vida el fruto della». La frase «el que quedare viudo», aplicable a los dos cónyuges indistintamente, es lo bastante expresiva para relevarnos de comentarios: la propiedad de los bienes contenido de la dote o de la donación pertenece a los hijos comunes o habidos de «consuno», como dice la Ley, a cuyo favor quedan práctica y jurídicamente reservados, no teniendo respecto de ellos el esposo supervivieiite más derechos que los que corresponden al usufructuario. Precisamente este sistema de dividir el dominio de los bienes entre el usufructo y Ia nuda propiedad, adjudicando cada uno de estos derechos a los respectivos interesados, ha servido de fundamento a parte de la doctrina, según luego veremos, para sostener que la reserva se halla integrada por dos derechos distintos e independientes: la referida propiedad de los bienes, atribuída desde el primer momento a los reservatarios, y el mencionado usufructo, que retiene el reservista en tanto dure la institución. Mas adelante nos ocuparemos de esto UNIVEXSIDAD DE OVIEDO 49 En 1805 se inserta en la Novísima Recopilación, con el número 7 del Título IV del Libro X, la precitada Ley XV de Toro, bajo el epígrafe de «Casos en que los padres que pasan a segundo matrimonio deben reservar a los hijos del primero la propiedad de los bienes del difunto.» Esta Ley, al igual que la repetida XV de Toro, que reproduce, se diferencia de la legislación anterior en que si bien concreta la reserva al caso de segundas nupcias, por cuyo motivo resulta más limitada en su alcance que los preceptos anteriores, en cambio, es de mayor contenido económico, ya que se aplica a toda clase de bienes, con independencia de la dote y de las donaciones matrimoniales, y se extiende a los que el cónyuge binubo adquiere d e sris hijos por I~erencia,sin precisar la clase de ésta, razón por la cual se aplica el precepto indistintamente a la sucesión testamentaria y a la intestada. El Código civil, como veremos en su punto, aún amplía más la base de la reserva, imponiendo su aplicación a los bienes que el esposo vuelto a casar «haya recibido d e los parientes del difunto en consideración a éste», y no solo tratándose de segundo matrimonio, sino también en el caso de hijo natural reconocido o declarado judicialmente durante la viudez, conforme estatuye el art.980. De lo expuesto se deducen las siguientes diferencias entre el Derecho nacional y el romano, según nos demuestra la comparación de los distintos Cuerpos legales y destaca Lozano Sicilia en su obra «Institución de la reserva»: a). En Roma no se conocieron las reservas hasta los últimos tiempos, según nos prueba la Novela 98 de Justiniano, mientras que en España aparecen unidas a su legislación desde el primer momento, acaso porque el Derecho propio de España empieza donde concluye el romano. b). Una vez aceptada la reserva en Roma se aplica a los dos padres, en tanto que el Fuero Juzgo y el Fuero Real limitan es- 50 REVISTA DE LA ta obligación a la madre, siendo las Partidas y las Leyes de Toro las que extienden el misnlo deber a los cónyuges varones, las primeras por su inspiración romana y las segundas por encontrarse ya con este antecedente en el Derecho patrio. c). Roma comenzó por comprender en la reserva todos los bienes adquiridos por uno de los cónyuges del otro por título lucrativo, circunscribiéndola luego a las donaciones hechas por razón d e matrimonio. Nuestro Derecho siguió camino distinto, limitando primero la reserva a estos bienes y aplicándola más tarde a todos los recibidos por el mencionado título. d). Finalmente, el Derecho romano concretó en su origen la tan repetida obligación al caso de segundas nupcias, imponiendo luego el mismo deber aun cuando no se contrajeran, en tanto que el Derecho histórico español procedió al revés, pues la generalidad de la reserva, impuesta al principio en términos absolutos, vino a concretarse en la hipótesis de segundos o posteriores matrimonios. A estas diferencias podemos añadir las derivadas de las tan repetidas Leyes XV de Toro y VI1 del Título IV, Libro X de la Novísima, donde la reserva alcanza a los bienes que el cónyuge binub o herede de sus hijos, y a los que reciba de los parientes del difunto en consideración a éste, según ordena el art. 969 del Código, ccn lo que el mencionado deber alcanzó límites cada vez más amplios. Además, conforme dejamos dicho, la reserva es exigle no solo en el caso de nupcias posteriores, sino en el de hijo natural, con lo que se propugna y obtiene una mayor eficacia en la protección de los intereses económicos de los hijos procedentes de anteriores matrimonios. Fundamento de la reserva Las consideraciones hechas hasta ahora nos permiten determinar el fundamento de la reserva, íntimamente relacionado con el deseo del legislador de evitar perjuicios a los hijos del primer ma- UNIVERSIDAD DE OVIEDO 51 trimonio, en el caso de que el cónyuge viudo contraiga nuevas nupcias. Así se explica que las 1,eyes que tratan de la materia en nuestro antiguo Derecho limiten la obligación de reserva a los bienes que proceden del primer marido, suponiendo que no podía ser propósito de éste el instituir como herederos a personas que no fuesen sus propios hijos. No se trata, por consiguiente, de una sanción impuesta al cónyuge binubo, como algunos quieren creer, sino d e una garantía establecida en favor de los herederos y continuadores legítimos del premuerto; hallándose este requisito de la legitimidad exigido por el mismo art. 968, al que sirven d e aclaración o ratificación las Sentencias de 22 de junio de 1895 y 10 de junio de 1918. Que la reserva vidual no integra una sanción, aunque sí pueda representar una limitación en los derechos correspondientes al c6nyege viudo, es tesis que sostiene el mencionado Lozano Sicilia al afirmar que la institución se funda en la voluntad presunta del causante, padre de los hijos en cuyo obsequio se haya establecido dicho derecho, y en que en la aludida Novela 98 de Justiniano, Capítulo 1 (cuya eficacia como antecedente de la reserva está reconocida por la jurisprudencia), la aplica lo mismo al viudo que contraiga que al que no contraiga segundo matrimonio, lo cual la despoja de ese carácter de penalidad que pretenden atribuirle algunos tratadistas. Sin embargo, que en el Derecho ramano tuvieron este carácter las medidas adoptadas para el caso, nos lo dice Shom en la págino 485 de sus «Instituciones», y de ahí-dice el autor-el nombre de «poenae secumdarum nuptiarumm con que se las designaba, figurando entre ellas la transmisión inmediata a los hijos del primer matrimonio de la propiedad de los bienes recibidos por el superstite del cónyuge difunto por título Irrcrativo. La misma opinión sostiene Serafini, con cita en apoyo d e su tesis de la Const. 4, «de bon. matern.,>, vr. 60; la 13, «de legit. hered.», vr. 58; la 7, «de revoc. d o n a t . ~ ,VIII, 56; la 3-9, «de secund. , 52 REVISTA DE LA nupt.», vr. 9; Ia Novela 2, Cap. 111, 68, 98, 127, y la 22, Cpts. XXIJ, XXXIV y xxxv. E igual es el parecer, compartido también por el resto de los tratadistas, de Eusebio Díaz y Juan Iglesias en su obra «Instituciones de derecho romano» (páginas 388 y siguientes), donde recuerdan la serie de vicisitudes sufridas por las segundas nupcias desde la secta de los catliavos, que las repudiaban, hasta las Leyes Julia y Papia Poppaea, que estimularon el matrimonio de las viudas, sancionando a éstas con las penas previstas para el celibato si no se casaban antes de los dos años, o del año y medio si se trataba de divorciadas (Ulpiano, XIV, l), con el criterio intermedio representado por la legislación de espíritu cristiano, donde, sin condenar el nuevo matrimonio, antes bien propulsándole, según nos prueba el Concilio Niceno celebrado en tiempos de Constantino, adoptaron diversas medidas en defensa, principalmente, de los intereses d e los hijos. Así, Teodosio el Grande dispuso la pérdida a favor de los descendientes de los «lucros» o ganancias obtenidas durante el anterior matrimonio por la madre binuba; medida extendida al padre en iguales circunstancias por Teodosio IJ y Valeritiniamo III, y aplicada por Justiniano incluso al caso de divorcio, que quedó equiparado para estos efectos al de la disolución por muerte del vínculo conyugal. En fin, estos mismos autores nos recuerdan Ias disposiciones d e León y Arthemio, por cuya virtud la madre viuda y vuelta a casar no podía donar a los hijos del segundo enlace más de lo que diese a los primeros, disposiciones que tienen su reproducción en el Derecho contemporáneo, ya de un rriodo implícito, como ocurre con nuestro art. 839, o ya de maqera más específica y concreta, según acredita el art. 1.098 del Código civil francés, calificad o de orden piiblico por la Sentencia de 2 de julio de 1891. Con estos antecedentes no es difícil comprender como algunos tratadistas patrios, tales conlo Febrero, Escrich, etc., han pretendido atribuir el mismo carácter de sanción a la reserva vidual im- UNIVERSIDAD DE OVIEDO 53 puesta por nuestro Derecho. A tales fines suele citarse la Ley XV, título JI, Libro IV del Fuero Juzgo, ya acotada anteriormente, donde se dice: «E si la madre se casare después de la muerte de su marido, desde aquel día deben haber sus hijos la parte que ella debía haber de la buena de su marido si no casaren. Pero fácilmente se advierte que esta sanción se refiere a la pérdida de la «buenar> y no al establecimiento de la reserva, que es cosa distinta y se halla prevista y regulada por otras Leyes, particularn~entepor la 11, Título V, del Libro IV, en cuyo último inciso se preceptúa: «E si la mujer hubo dos maridos o más, e hubo hijos dellos, las arras que hubo del un marido no puede dejar a los hijos del otro; más cada hijo o hija, o nieto o nieta debe haber las arras que le di5 su padre o su abuelo a su madre después de.la muerte de su padre». Esto se entiende, como dice la misma ley y se deduciría en otro caso de su espíritu, para las hipótesis de que, en efecto, existan hijos o nietos vivos, pues, faltando éstos, la madre podía disponer libremente de las arras, así como podía hacerlo de una cuarta parte de ellas en el supuesto de que hubiese descendientes, pero sin contraer nuevo matrimonio. En suma; tenemos aquí, pues, una cautela, una previsión o precaución respecto a las mujeres en general, a quienes la Ley acusa d e disponer de las arras en beneficio de extraños aún teniendo descendientes, motivo por el cual el legislador ordena que solo en cuanto a la cuarta parte pueda manifestarse ese poder de disposición. Y tenemos también establecida la institución de la reserva para el caso de que existan hijos del primer matrimonio; pero esta reserva impuesta con independencia de que la viuda celebre o n o ese segundo enlace, acotando para cada grupo de hijos o nietos las arras procedentes del respectivo marido o padre. Por lo tanto, la sanción no aparece por ninguna parte, toda vez que la reserva queda impuesta con independencia del nuevo matrimonio. Y si se quiere ver esa sanción, será solo con referencia a la limitación o prohibición de caráter genera1 que la Ley establece en cuanto a las arras, al disponer en los párrafos primeros de la ci- 54 , REVISTA DE LA tada Ley 11: «Porque a las mujeres era mandado que hiciesen de sus arras lo que quisiesen, las unas dejaban sus hijos e sus nietos, e dabanlas a otros extraños. Por ende menester es que aquellos ende hallan algún provecho por crianza de los cuales fué hecho el casamiento. Onde nos establecemos que la mujer que ha hijos o nietos, no pueda dar más de la cuarta parte de sus arras ni a la Iglesia .....m Naturaleza de la reserva. Criterio de la jurisprudencia La natui-aleza de la reserva ha sido objeto de amplia discusión, sin que parezca haberse llegado a un resultado positivo entre los tratadistas. La jurisprudencia por su parte, singularmente la dictada antes de la publicación del Código civil, más contribuye a obscurecer que a aclarar el problema con sus resoluciones francamente contradictorias. En ecte sentido son de anotar las Sentencias de 9 de mayo de 1859,21 de mayo de 1861, 27 de junio de 1866, 16 de junio de 1872,26 de enero' de 1874, 8 de julio del mismo año y 18 de junio de 1880. En todas estas Sentencias, el Tribunal Supremo se manifiesta indeciso y vacilante, tanto respecto al carácter de la institución como al alcance de la misma y a las personas que debe comprender. Así, por ejemplo, las sentencias de 21 de mayo de 1861 y 18 d e junio de 1880, con antecedentes en el Derecho histórico, consideran la institucióii integrada por dos facultades diferentes: la nuda propiedad, perteneciente a los hijos desde el momento en que el padre contrae segundas nupcias, y el usufracto que aquél conserva mientras viva; teoría esta que reitera el Supremo en su fallo de 22 de junio de 1895, o sea después de la vigencia del Código civil. En cambio, la Sentencia de 16 de junio de 1862, tratando de cohonestar la afirmación de las Sentencias precedentes, en las que UNlVERSlDAD DE OVIEDO 55 se dice que s610 pertenece a los hijos la propiedad de los bienes desde el moniento del segundo enlace, con la nulidad de las enajenaciones hechas por el padre durante el período de viudez, considera que el dominio que a éste corresponde antes de pasar a segundas nupcias es condicional y reservable, motivo por el cual los hijos del primer lecho pueden interesar y obtener la nulidad de las operaciones verificadas durante aquel plazo por su progenitor, si es que éste llega a contraer segundo matrimonio. Contradictorias son también las Sentencias d e 11 d e marzo d e 1861 y 22 de junio de 1895 (dictada esta última con fundamento en la legislación del Código), pues si en la prirera se declara que los nietos están exceptuados del beneficio de la reserva, por la segunda se les incluye en ella, y, lo que más es curioso, partiendo d e los mismos principios legales. Igual ocurre con las Sentencias de 8 de noviembre de 1906, 29 d e octubre de 1907, 8 de octubre y 7 de noviembre de 1909, en las que se considera la reserva como un «derecho personalísimo», y la de 12 de marzo de 1897, que proclama su transmisibilidad a los herederos del reservatario «en virtud del derecho de representación», que es absoluto, añade, en la línea recta descendente, aunque Únicamente en la legítima y no en la nutural, según aclara la Sentencia de 10 de julio d e 1918. Por último el Tribunal Supremo vuelve a insistir sobre Ia eventualidad del derecho a la reserva, en sus fallos de 1.O de abril d e 1914 y 6 de julio de 1919. Y aun cuando, en su deseo d e moderar y suavizar los conceptos, añade que el tal derecho «es expectante, condicionado y además incierto», continúa siendo un problema jurídico la coexistencia de esa expectativa con las facultades que se otorgan al cónyuge viudo para que pueda disponer libremente de los bienes, como luego veremos. Opiniones de los tratadistas // Las opiniones de los tratadistas se han dividido es esta matefia en tres grupos distintos: .. 7 56 REVISTA DE LA Para unos, siguiendo en este sentido la doctrina establecida por la jurisprudencia anterior al Código civil (aunque tampoco esa doctrina es unánime), consideran la reserva formada por los derechos de referencia: la nuda propiedad, que reciben los hijos directamente d e su padre, y el usufructo que conserva sobre los bienes el cónyuge viudo, según nos dice Falcón en las páginas 406 y siguientes de su obra «Derecho Civil», hallando fundamento para ello en la Sentencia referida de 1861, a la que pueden añadirse todas las dernás que quedan citadas. Esta solución, aparte argumentos más persuasivos, de los que no hemos de ocuparnos, pugna con el contenido de los artículos 974 a 976 del Código civil, toda vez que sería imposible pudiese el cónyuge viudo enajenar con plena eficacia los bienes objeto d e la reserva si hubiese en ellos reconocida participación a favor de persona distinta. Así lo confirman la Sentencia de 6 de julio de 1916, en la que se niega toda analogía entre el reservista y el usufructuario, y la de 27 de noviembre de 1929, en la que se califican las reservas como instituciones peculiares o sui géneris, afectas a fines determinados. Valverde estima que el viudo es dueño absoluto de los bienes antes del segundo matrimonio, considerando que después de celebrado éste contrae una obligación: la de reservar. La explicación de Valverde adolece de lo que pudiéramos llamar petición de principio, ya que no se trata en nuestro caso de saber si el viudo está sujeto o no a la reserva (hecho, por otra parte, demasiado conocido), sino de determinar en qué consiste, cótno surge y qué alcance tiene aquella obligación. Hay también quien la considera como una legítima o como una ampliación d e ella, a lo que se oponen las Sentencias de 22 de junio d e 1895 y 1.O de abril de 1914, en tanto Sánchez Román dice que se trata de una institución jurídica «nueva», lo cual ni es muy exacto, puesto que como queda demostrado en el estudio anterior y dice Falcón «las reservas son de todos los tiempos y de todas las legislaciones», ni resulta tampoco muy expresivo, porque UNIVERSIDAD DE OVIEDO 57 lo que interesa no es calificar la novedad o no do la reserva, sino señalar sus caracteres, s u naturaleza y efectos, en una labor q u e será útil en cuanto esté bien perfilada con independencia d e la antigüedad que se le atribuya. Para Mucius Scevola la reserva ofrece s u mayor ~ a r e c i d ocon la substitución fideicomisaria, teoría que no deja d e ser cierta en parte, como hemos dicho, ya que la substitución d e ese tipo, con arreglo al art. 781 de nuestro Código, semejante a los demás extranjeros, obliga al heredero a q u e «conserve y transmita a un tercero el t o d o o parte d e la herencia.>, siendo esta obligación la característica de la reserva según se desprende de la Ley y d e las rcsoluciones de la jurisprudencia, particularmente d e la Sentencia d e 16 de junio de 1862, ratificada por las de 26 d e enero d e 1874, 18 d e junio d e 1880 y 22 d e junio de 1891, esta última, por consiguiente, dictada después d e la publicación del Código civil. Sin embargo, aunque la reserva tenga anaIogías con la sustitución fideicornisaria en un concepto amplio o general, y esta última puede reputarse como una especie de reserva, la posición d e las partes es distinta en uno y otro caso, más rígida !a del fiduciario que la del reservista, puesto que el primero se ve constriñido por preceptos terminantes que le obligan a la entrega d e la herencia al fideicomisario (art. 783), cuyo derecho, por otra parte, nace desde la muerte del testador, (salvo que se trate d e un fideicomiso condicional, segun disponen las Sentencias d e 9 d e julio de 1910 y 9 d e abril de 1928), mientras que en el d e la reserva los derechos del reservatario surgen cuando quedan cumplidos los requisitos señalados por la Ley (hijos del primer matrimonio; segundas nupcias; hijo natural; supervivencia d e los primeros al fallecimiento del cónyuge binubo, etc., etc.), actuando mientras tanto el reservista como propietario d e los bienes, si bien con las salvedades derivadas d e la realización o no en su día d e aquel evento. Por t o d o esto, parece que la tesis más aceptable es la d e considerar la reserva como una propiedad a favor del cónyuge supers- 58 REVISTA DE LA tite sujeta al cumplinliento de cocdiciones que, una vez c~rmplidas, producen efectos retroactivos. Tales condiciones son: que el viudo contraiga o no ulterior matrimonio o tenga un hijo natural en estado de viudez, y que a su muerte sobrevivan los hijos del primer enlace. No cumplidas estas condiciones carece la reserva de aplicación, y ni los hijos podrán alegar nada contra los actos de disposición verificados por el padre que se ha mantenido en estado de viudez, ni la alegación hallará oportunidad para manifestarse, por haber fallecido los descendientes que tenían derecho a la consei-vación de los bienes reservados a su favor. Así opina Morell y así resulta de la conjunción de diversas Sentencias del Supremo, especialmente las de 4 de enero de 1911, 21 de marzo y 7 de noviembre de 1912, todas ellas contextes en que el reservatario solo adquiere derecho a los bienes al fallecimiento del reservista, criterio confirmado por la de 13 de diciembre de 1919. Y por su parte, la de 14 de diciembre de 1933, más explícita que las anteriores, determina que por virtud de la reserva se crea «una propiedad sujeta a condición resolutoria». Fecha e n que comienza la reserva Surgida la obligación de reservar desde el día en que se repite el matrimonio, o nace o se reconoce el hijo natural, conforme los artículos 968 y 980 del Código, termina la misma por cualquiera de los hechos que a continuación se señalan: Que al morir el padre o la madre viudos no existan hijos 1.O o descendientes del primer matrimonio, o éstos no sean legítimos, puesto que solo en obsequio de la descendencia legítima ha sido establecida la reserva, según preceptúa la Sentencia de 10 de junio d e 1918, ratificadora de la de 22 de junio de 1895, ya citadas. Esto no obstante, debe tenerse presente la doctrina derivada d e los artículos 69 y siguientes del Código para los casos de nuli- UNIVERSIDAD DE OVIEDO 59 dad de matrimonio y de divorcio, puesto que en ambas hipótesis el enlace produce todos sus efectos civiles respecto a los hijos, con independencia de la buena o mala fé de los cónyuges, perseverando la obligación de reservar, como dice De Buen. 2.O Que los hijos de dicho matrimonio renuncien al derecho que les asiste por reserva, siendo mayores de edad, según dice la Sentencia de 20 de diciembre de 1904, reiterada por la Resolución de 30 de marzo de 1925. 3." Que se trate de bienes dados o dejados por alguno de los hijos del primer matrimonio sabiendo que el padre o la madre estaban casados por segunda vez, aunque no cuando los bienes fueron heredados o recibidos por ministerio de la Ley, esto es, en sucesión legítima, puesto que en este caso no tuvo ocasión de manifestarse la voluntad del hijo y su deseo de excluir los bienes de la reserva, conforme se deduce de la Sentencia de 21 de enero de 1922. Fuera de estas hipótesis, la reserva subsiste siempre, sin que sea capaz a enervarla la autorización tácita o expresa concedida por los cónyuges para el segundo enlace, porque no se halla establecida en provecho de ellos, sino de sus descendientes. En tal sentido, aun cuando el marido hubiese previsto y consentido el segundo matrimonio de la viuda, y aún cuando este matrimonio sea aprobado por los hijos del primero, sigue aquélla sujeta a la obligación de reservar. Bienes que comprende Dos grupos de bienes comprende la institución: 1.O Los que el viudo o viuda hubiese adquirido por herencia, donación o por cualquier otro título gratuito de su esposo difunto o de los parientes del mismo en considaración a él, ya sea como heredero forzoso (Sentencia de 7 de noviembre de 1912), o ya co1110 sucesor abintestato. (Sentencia de 14 de julio de 1899, ratificada por la de 29 de noviembre de 1907), y 60 REVISTA DE LA 2.O Los que hubiese adquirido de los hijos del otro cónyuge por cualquier título lucrativo o heredado de ellos. Todos estos bienes (con las excepciones señaladas anteriormente), han de pasar a los hijos del primero o anterior matrimonio, una vez fallecido el cónyuge binubo; pero solamente los bienes mismos o su importe, y no el mayor producto que adquieran por virtud de negocios posteriores o actos de la vida contractual ejecutados por el reservista. Está así dispuesto por la Sentencia de 20 de abril de 1917, y de ello nos ocuparemos nuevamente al tratar d e la reserva prevista por el art. 81 1. A su vez, no es preceptivo que los hijos reciban dichos bienes por partes iguales, sino que el padre puede disponer de ellos a favor de sus descendientes en forma de mejora, de acuerdo con lo dispuesto en los artículos 823 y 972 del Código, aunque sobre la interpretación de tales preceptos deben tenerse en cuenta las Sentencias de 8 de octubre de 1930 y 8 de abril de 1931, que contradicen la de 25 de marzo de 1933. Aceptando la doctrina de esta última como más correcta, insistimos en que el viudo, haya o no celebrado nuevo matrimonio, puede mejorar a los hijos con los bienes que integran la reserva, siempre que la supradicha mejora sea expresa, como dice la sentencia de 21 de enero de 1922; y esto, aun cuando hubiesen sido instituídos desigrralmente en la herencia del causante de donde aquellos bienes procedan o hubiesen renunciado o repudiado la misma (art. 973). Eficacia en las enajenaciones de bienes reservables Pero siendo todo esto de interés, donde propiamente se halla la originalidad de las reservas es en la eficacia jurídica de las enajenaciones hechas por el cónyuge viudo antes y aún después de contraido el segundo matrimonio. La jurisprudencia del Supremo anterior a la publicación d e Código civil, y más concretamente la Sentencia de 16 de junio d e 1872, declaró que «los padres no podían disponer eficaz e irrevo- UNIVERSIDAD DE OVIEDO 61 cablernense de dichos bienes sino por testamenton, o antes «si hubiesen fallecido las personas en cuyo favor se hallaba estatuida la reserva». Tomaba esta Sentencia como fundamento la tesis establecida por otro fallo precedente, en el que se dice que «a la abligación de reservar va unida íntimamente la de no enajenar los bienes objeto de la reserva, porque sería absurdo que las Leyes constitutivas de aquella obligación proporcionaran a la persona a quien se impone los medios necesarios para eludirla». Tales medios, explica, «consistirían en que el viudo pudiese enajenar los bienes reservables la víspera del segundo matrimonio». Con análogo espíritu está redactada la Sentencia de 26 de enero de 1874, donde se consideran válidas las enajenaciones «cuando al fallecimiento del cónyuge obligado a reservar no queden hijos del primer matrimoniov. Fué, en cambio, la Dirección de los Registros, quien, en Resolución de 25 de diciembre de 1862 (mucho antes, por consiguiente, de que el Tribunal Supremo aceptase este criterio), estableció que el viudo podía disponer por venta o gravamen de los bienes reservables como poseedor que era de los mismos, siquiera su dominio estuviese pendiente de condición resolutoria. La Resolución de 25 de junio de 1892 ratifica la misma doctrina, advirtiendo que «no es obtdculo para la enajenación de los bienes e inscripción en el Registro d e la escritura el que aquellos estén srrjetos a reserva, siempre que se exprese tal circunstancia en la inscripción». Aceptada y generalizada la doctrina de la Dirección General, estudiaremos en los párrafos siguientes las hipótesis que pueden presentarse, habida cuenta de la clase de bienes de que se trate. Bienes inmuebles Con referencia a los inrnuebles el Gódigo civil distingue en su articulado dos supuestos: enajenaciones hechas antes y enajenaciones hechas después de celebrado el segundo matrimonio. í : -' 62 REVISTA DE LA Las primeras son válidas sin condición ni reserva de ningún tipo, pues no puede considerarse como tal (al menos en lo que afecta a la validez de la operación) el hecho de que el viudo deba asegurar el importe de lo enajenado a favor de los hijos del primer matrimonio, una vez contraido el segundo, por medio de hipoteca (art. 974 y núm. 4.O del 978), puesto que tales preceptos solo engendran obligaciones directas entre el reservista y el reservatario, pero no con relación al tercer adquirente de los bienes reservables, a no ser que en el Registro conste la cualidad que acompaña a dichos bienes (Sentencia de 20 de diciembre de 1904 y Resolución de 29 de diciembre de 1931). Lo mismo preceptúa la Sentencia de 8 de octubre de 1910, en la que se declara que no puede prosperar la acción reivindicatoria de los hijos contra el tercer adquirente de buena fe y a título oneroso que ignora la condición reservable de los bienes. Así, pues, los actos jurídicos realizados por el viudo o viuda en esta situación, son siempre válidos y prevalecen aún cuando queden hijos o descendientes de las primeras nupcias al fallecin~iento del esposo binubo, sin que aquellos puedan pedir su nulidad, de acuerdo con las Sentencias de 4 de julio de 1896 y 6 de mayo de 1905. En cambio, cuando después de verificado el segundo matrimonio se enajenan bienes inmuebles, estas enajenaciones solo prevalecerán, dice la Ley en su art. 975, cuando a la muerte del enajenante no queden personas con derecho a la reserva. Tanto en este caso como en el anterior, el padre que en segundas nupcias enajene bienes inmuebles está obligado a asegurar por medio de hipoteca constituida sobre los suyos el importe o precio que recibió (art. 978, reiterado por la Sentencia de 3 de noviembre de 1931), sin perjuicio de que si a su fallecimiento quedan reservatarios la enajenación resulte nula, salvo que los interesados en la reserva hayan renunciado a los derechos que la Ley les otorga, conforme a la Sentencia de 8 de octubre de 1923. UNIVERSIDAD. DE OVIEDO 63 Bienes muebles Pero si se trata de bienes muebles (entendida esta palabra en su acepción más universal y como contrapuesta al concepto de inmuebles), las operaciones que sobre ellos verifique el viudo antes o después del segundo enlace son válidas e irrevocables (art. 976), quedando a salvo el derecho de los hijos para ser indemnizados del precio que por ellos recibió el enajenante o del valor que tenían al tiempo de disponer de los mismos si la transmisión se hubiese realizado por título gratuito, y debiendo constituir hipoteca para asegurar el cumplimiento de tales preceptos, una vez contraidas las segundas nupcias, como si se tratase de bienes inmuebles. (Sentencia de 6 de julio de 1916). Inventario de bienes. Disposiciones de la Ley Hipotecaria sobre los reservables A los efectos de las reglas que preceden, llegado el caso de que el viudo pretenda casarse, y solo en este caso, conforme a la Sentencia ya aludida de 3 de diciembre de 1931, deberá inventariar todos los bienes sujetos a reserva, tasar los muebles y hacer constar en e1 Registro de la propiedad la calidad de reservables que tienen los inmuebles, bien en el «fondo» de la inscripción, si fueren objeto de ésta, o bien en la nota que al margen de ella se consigne, caso de que los referidos bienes estuviesen inscritos con anterioridad en el mencionado Registro. La Resolución de 23 de julio de 1910 impone como obligación de los herederos o del ejecutor testamentario que realice la partición, la de inscribir los bienes reservables que haya en el Registro y garantizar con hipoteca los bienes fungibles. Así lo determina también el art. 265 del Reglamento, pero advirtiendo que si los reservistas no lo hacen espontáneamente, el Registrador se abstendrá de calificar la naturaleza reservable de los bienes por muy vehementes que sean para tal apreciación los documentos que los interesados presenten en el Registro. 64 REVISTA DE LA El inventario que a tales fines debe formarse se podrá elaborar judicial o extrajudicialmente, y en este último supuesto por medio de Notario, incluyéndose en la relación todos los bienes que debieran reservarse, se conserven o se hallan enajenado con anterioridad, apreciándose su valor por medio de tasaciones periciales o por la capitalización que se obtenga, según el tipo de interés que se acostumbre a pagar en cada lugar. Resulta así de lo previsto en el art. 134 del antiguo Reglamento Hipotecario en relación con el 192 de la Ley, y más tarde e11 e1 22 del primero y 191 de la última, rigiéndose en la actualidad la materia por el párrafo último de la Regla 11 del art. 260 del vigente Reglamento, en el que se dice que si de los documentos presentados no resultase el valor de los bienes, se presentarán otros fehacientes que acrediten diclio valor. Conjuntamente con el Reglamento (artículos 259 y siguientes), están los preceptos de la Ley Hipotecaria, que en los artículos 184 y siguientes establece las normas que deben observarse en la constitución de hipoteca por bienes reservables. La facultad d e exigirla compete a los reservatarios que sean ciertos y mayores de edad, en cuyo caso solamente a elíos corresponde dicho derecho. Cuando se trate de menores o incapaces la exigirán en su nombre las personas que deban representarles legalmente, sin perjuicio, como es natural, de que el interesado, o sea el reservista, pueda constituirla sin excitación ni exhortación de nadie. El plazo para los fines expresados es el de ciento ochenta días a coritar desde que se repita el matrimonio, se reconozca al hijo natural o se acepte la herencia de la cual resulte la obligación a reservar, según previene el art. 187 de la I,ey en relación con el 261 de su Reglamento. Si transcurrido este plazo no hubiera cumplido el 1-eservistalos deberes que pesan sobre él, podrá ser requerido al mismo por los reservatarios, por cualquiera de sus parientes, por el albacea del cónyuge premuerto y, en su defecto, por el ministerio fiscal. UNIVERSIDAD DE OVlEDO 65 Así consigna el precitado art. 187 de la Ley, pero como el 185 atribuye exclusivamente a los reservatarios conocidos y mayores de edad el ejercicio de tal derecho, creemos que cuando son éstos los únicos interesados en la reserva no podrán ser subrogados o sustituidos por nadie, y mucho menos por el Ministerio Fiscal, a quien solo compete la representación de los ausentes, menores o incapaces, pudiendo los interesados hacer ineficaz sus derechos a la reserva, o por lo menos las garantías que a tales fines les otorga la Ley, sin más que renunciarlas tácitamente mediante el no ejercicio de las acciones oportunas, como a mayor abnndamiento previene y autoriza la jurisprudencia del Supremo, principalmente la Sentencia, ya anotada, de 8 de octubre de 1923, confirmada en cierto modo por la Resolución de 30 de marzo de 1925. La tramitación del oportuno expediente para hacer constar en el Registro la calidad de reservables de Ins inmuebles y constituir hipoteca especial para asegurar las restituciones e indemnizaciones determinadas por la Ley, se ajustará, a falta de escritura pública otorgada por las partes o por sus representantes legales, a lo previsto en las seis Reglas contenidas en el art. 260 del Reglamento Hipotecario de 14 de febrero de 1947. En síntesis, el interesado comparecerá ante el Juez de primera Instancia presentando el inventario y tasación pericia1 de los bienes que deba asegurar, con una relación de los que ofrezca en h-ipoteca, acompañada de los títulos que prueben su dominio y d e los dccumentos que acrediten su valor y libertad de cargas o gravámenes a que estén afectos, atendiéndose en cuanto al valor a las reglas que queden predeterminadas. Examinados los antecedentes, el Juez podrá estimar la suficiencia o no de la garantía ofrecida, exigiendo en este último caso que se extienda a otros bienes, y caso de no existir, consignando la obligación que adquiere el reservista de hacerlo en su día. Aprobada el acta er. que se declara el carácter de reservables 66 REVISTA DE LA de los bienes inmuebles y se acepta la hipoteca, incluso con la nota d e insuficiencia, se darán al reservista dos copias autorizadas d e la misma y del auto de aprobación, con el fin d e que, presentadas ambas en el Registro, se practiquen las inscripciones o notas niarginales que procedan. Si el reservista se negare a recibir dichas copias o a re sentarles en el Registro, el Juez las remitirá de oficio. El acta de constitución de hipoteca expresará las circunstancias propias de las hipotecas voluntarias y, además, las previstas especialmente para este caso en el art. 263 del Reglamento, relacionadas esencialmente con la naturaleza de la hipoteca que se constituye y los antecedentes formales y materiales de la misma. Garantizará la subsodicha hipoteca la devolución en su día d e los bienes reservables, o la del precio o estimación de los enajenados o realizados por cualquier título por el cónyuge superstite, sin perjuicio d e la validez d e los actos d e dominio que realizó en vida: validez absoluta, en cuanto se trate de bienes muebles o inmuebles vendidos antes del matrimonio o del nacimiento o reconocimiento del hijo natural, y sujeta a condición resolutoria respecto a la última clase d e bienes cuando su venta tuvo lugar después de contraido el segundo enlace o de cumplirse cualesquiera de los otros supuestos, siempre que a su fallecimiento queden hijos del primer matrimonio o descencientes d e ellos, según consignan las Sentencias de 22 de junio de 1895 y 12 de marzo de 1897. Con lo que antecede damos por terminado el estudio de la reserva vidual. Acaso pueda advertirse la ausencia de alguno de sus caracteres, pero estos los hallará el lector en el análisis del art, 81 1, cuyos preceptos, según disposiciones de la jurisprudencia,son aplicables a los 968 y siguientes del Código civil. UNIVERSIDAD DE OVIEDO CAPITULO 11 De la «reserva» llamada troncal. Analogías y diferencias con la vidual. El art. 811 del Código Civil. Naturaleza y origen de este articulo. ¿Establece una «reserva»? ¿Es una limitación de la legítima de los ascendientes? ¿Integra una transmisión con cláusula resolutoria? Opiniones de Alonso Martínez, Manresa, Riaza, Gil y Berges, Cárdenas, Valverde, Aldecoa, de Diego, Sánchez Román, Castán, etc., etc. Criterio de la jurisprudencia. El art. 81 1 en el Derecho foral y en la legislación histórica espaiíola. Sucesiones a que se aplica. Personas obligadas a la «reserva». Bienes reservables. Momento en que nace la «reserva». Renuncia de derechos. Reservatarios. Naturaleza del parentesco y forma de computarle. ¿Cabe el derecho d e representación? Opiniones de la Cueva y Castán. Resoluciones de la jurisprudencia. Resumen de lo expuesto y efectos del art. 81 1. DE LA LLAMADA RESERVA TRONCAL Analogías y diferencias con la vidual. El art. 81 1 del Código Civil. Naturaleza y origen de este artículo. ¿Establece una reserva? tEs una limitación de la legítima d e los ascendientes? ¿Integra una transmisión con cláusula resolutoria? Opiniones de Alonso Martínez, Manresa, Riaza, Gil y Berges, Cárdenas, Valverde, d e Diego, Sánchez Román, Aldecoa, Castán, etc. etc. Resoluciones d e la jurisprudencia Llainainos a la institución contenida en el art. 81 1 del Código Civil reserva troncal por ser este el carácter que corrientemente se la atribuye, sin perjuicio de las salvedades que algunos autores oponen a esta afirmación y de las que nos ocuparemos oportunamente. La jurisprudencia tiene reiteradamente declarado que a la reserva del art. 81 1 son aplicables las disposiciones dictadas para la interpretación del 968, no obstante la distinta naturaleza que media entre una y otra reserva, así cómo la diferencia d e origen que ambas ofrecen y las finalidades, también distintas, que se persiguen con los artículos en cuestión. La reserva del art. 968 procede, como hemos dicho, del Derecho romano, incorporada a nuestra legislación a través del Derecho histórico. La del 81 1, en cainbio, tiene su origen, se- ' 70 REVISTA DE LA gún veremos, en el Derecho nacional, y más propiamente en el foral, de donde están tomados sus preceptos. La primera, o sea la reserva vidual, se establece en beneficio de los hijos del primero o anteriores matrimonios, en el caso de que el cónyuge superstite contraiga nuevas nupcias. La segunda trata de asegurar los bienes al tronco de donde procedan, y con ella se benefician lo mismo los descendientes que el resto d e los familiares, cualquiera que sea su parentesco, siempre que estén dentro del tercer grado y formen parte de la línea de donde aquellos bienes traigan su origen. Finalmeiite, la reserva del art. 968, siquiera con bastantes salvedades, puede estimarse como una sanción impuesta al cónyuge binubo, y, en todo caso, se aplica únicamente a la hipótesis d e segundas nupcias, en tanto que la prevista en el repetido art. 81 1 n o se relaciona para nada con este suceso de familia, ni siquiera tiene que ver con él, puesto que, conforme al texto de la Ley, queda impuesta al ascendiente que hereda bienes de su descendiente que éste adquirió por título lucrativo de otro ascendiente o de un hermano, siendo indiferente para tales efectos que el obligado a la reserva esté soltero, se case, enviude y se vuelva a casar, ya que su obligación es independiente del «status» familiae en que se encuentre. Con todo, cómo la jurisprudencia, conforme queda dicho, hace extensivas las conclusiones dictadas para el art. 968, y la Ley Hipotecaria aplica en sus artículos 184 y siguientes, en relación con los 259 y sucesivos de su Reglamento, el mismo sistema o criterio de seguridad, parte de las consideraciones que hemos hecho acerca del artículo de referencia deberán ser tenidas en cuenta al interpretar y aplicar el 811, de que vamos a ocuparnos. Este artículo determina que: «El ascendiente que herede d e su descendiente bienes que &te haya adquirido por título lucrativo d e otro ascendiente o de un hermano, está obligado a reservar los que hubiese adquirido por ministerio de la Ley en fa- UNIVERSIDAD DE OVIEDO 71 vor de los parientes que estén dentro del tercer grado y pertenezcan a la línea de donde los bienes proceden». Como reconocen los tratadistas, en especial Manresa, cuya opinión tiene un valor destacado como vocal que fué de la Subcomisión de Códigos encargada de la redacción de este artículo, su contenido es nuevo en el Derecho castellano, aunque tenga precedentes en el Foral, tales como el Capítulo VI, Título 11 de las «Constituciones Catalanas», donde se trata del llamamiento lineal a la sucesión de un irnpuber, poseyendo el mismo valor de antecedentes el Título IV del Libro 11 del «Fuero General de Navarra»; el Capítulo XVI, Título IV del Libro 11 del mismo Fuero; la Ley VI, Título XIII del Libro III de la «Novísima Recopilación de Navárra~; las Leves XIV y XVI del Título XIV del «Fuero de Vizcayan, y la VI1 del Título XXI del mismo Fuero, así como numerosos Fueros Municipales, entre ellos el de Sepútveda. El principio de troncalidad aparece igualmente reconocido en la Ley VI, Título IJ, Libro IV del Fuero Juzgo, y en la Ley X, Título VI, Libro 111 del Fuero Real; pero las Partidas suprimieron toda distinción en cuanto al origen de los bienes, siendo éste el criterio que, confirmado por la Ley VI de Toro, continuó imperando hasta la publicación del art. 81 1 del Código civil. En general, este artículo ha sido censurado por los tratadistas, particularmente a causa de su obscuridad, la que ha dado ocasión a numerosos litigios. Lo hispotecaristas, por su parte, entre ellos nuestro ilustre compañero de Gijón, Sr. Ríos Mosquera, miran con prevención el precepto legal, estimando que constituye una seria dificultad para la transmisión por actos intervivos de los bienes que integran la reserva, pese a las facilidades que a tales efectos otorga la Juris/ prudencia. En todo caso, este compañero considera que tales fac? 72 REVISTA DE LA lidades debían formar parte del texto de IaLey, añadiendo al artículo 81 1 dos párrafos más: el primero destinado al indicado fin y el segundo con criterio semejante al que se deduce del artículo 15 en relación con los 185 y siguientes de la Ley Hipotecaria. El mecanismo obedece al deseo d e limitar lo más posible las consecuencias jurídicas y económicas del precitado artículo delCódigo, removiendo las abstenciones contractuales que por su virtud se producen, y en tal concepto o respondiendo a tal fin, es muy estimable; pero esperamos ver mejor desenvuelto el pensamiento del Sr. Ríos para emitir sobre él (siempre con las salvedades debidas a nuestra imperfección) un juicio más completo. En opinión de Narciso Riaza, según puede leerse en su «Contribución al estudio de la reserva troncal en el Código civil», el artículo 81 1 establece una reserva de este tipo, fundándose el autor para ello en las mismas palabras de la Ley, donde se habla de «reserva» y se constituye en beneficio de los parientes de la línea de donde los bienes proceden, lo cual supone-añade Riaza - «una reversión del patrimonio al tronco», por muchas que sean las salvedades con que quiere interpretarse el texto legal. En apoyo de su tesis alega argumentos tomados de Alonso Martínez, de Joaquín Gil y Berges en su obra «Los mostrencos en el Tribunal Supremo»; de Francisco Cárdenas en su «Introducción a los Comentarios» de Manresa; de Antonio L. Valverde y Maruri, en su trabajo sobre «Bienes reservables~,etc., etc.; pero todos estos autores se limitan, como es natural, a exponer un criterio propio, que, aun teniéndole por muy respetable, carece d e fuerza para obligar y deja subsistentes los problemas relativos a la calificación jurídica que merece el art. 81 1 de nuestro Código civil. Sin embargo, la idea de que envuelve una reserva prevalece en Ia mente de nuestros tratadistas, aunque sin atreverse a determinar su alcance por lo delicado y obscuro que resulta el tema. Así 110s lo demuestra Castán, al decir que «se la puede considerar co- UNIVERSIDAD DE OVIEDO 73 mo una reserva troncal, lineal o familiar», pues el uso indistinto d e estas palabras, que no corresponden, sin embargo, a los mismos conceptos, revela por parte de su autor la inseguridad de ánimo en que se encuentra para hacer una verdadera definición. Por otra parte, la idea de Castán, que es rechazada por varios tratadi~tas~tales como de Diego, Sánchez Román, Aldecoa, etc., etcétera, se halla, a la vez, en oposición con la doctrina del Supremo en sus Sentencias de 30 de diciembre de 1897, 1 de junio d e 1901,26 de octubre de 1907, 8 de octubre de 1912, 2 de enero de 1929, 25 de marzo de 1933 y 12 de diciembre de 1945, en las que se declara, como expresión más moderna del problema, que «el art. 81 1 del Código civil no arranca de principio alguno de verdadera troncalidadn. Manresa le estima como una «limitación» impuesta a la legítima de los ascendientes, a la que proporciona o atribuye en la hipótesis que nos ocupa «un especialísimo carácter», en cuyo sentido está redactada la Sentencia de 19 de noviembre de 1910. Crea, efectivamente, «una reserva a favor de determinados parientes~,pero-añade el autor-«no representa el triunfo del derecho de troncalidad sobre el de la proximidad de grado, sino una transacción entre una y otra doctrinan. Así lo considera igualmente Valverde, quien la califica de «reserva especial o incompleta, con apariencias de troncalidad*. Mucius Scevola critica la institución, porque, a su juicio, convierte a los ascendientes en usufructuarios de los bienes a que se refiere el art. 81 1, contra e1 crite1,io general de la Comisión de Códigos que estimó que la legítima de aquellos debía serles adjudicada en plena propiedad. La idea del usufructo es recogida por Manresa, pero para rechazarla, porque considera que el obligado a la reserva tiene más derechos que los correspondiefites al usufructuario (y así lo prueban, en efecto, los artículos 968 y siguientes del Código, aplicables a esta iristitrrción, como se sabe), estimando que la situación es análoga a la del «poseedor de biene sujetos a condición resolutoria», 74 REVISTA DE LA como, por otra parte, establece la Sentencia de 4 de diciembre de 1933, cuyo criterio tiene precedentes en las de 4 de enero de 1911, 21 de marzo y 7 de noviembre de 1912 y 13 de diciembre de 1919. Esta condición estribará en que a la muerte del reservista queden o no personas con derecho a la reserva: hasta ese momento -añade Manresa-«solo existe una esperanzan que «podrán ver realizada únicamente los que vivan a la fecha del fallecimiento del ascendientes. El Tribunal Supremo tiene resuelta así la cuestión en sus Sentencias de 4 de enero de 1911, 21 de marzo de 1912 y 6 de julio de 1916, donde se llama a la institución creada por el art. 81 1 «esperanza o expectación de derecho,. Lo mismo preceptiran la Resolución de 27 de junio de 1906 y la Sentencia de 6 de enero de 1919, en la que se reitera que la reserva es un «derecho expectante, condicionado y, además, incierto», según afirma igualmente De Buen y vuelve a ratificar la Dirección General en la Resolución de 30 d e marzo de 1925. Es igualmente la opinión de Azurza y Oscoz en su separata «Sobre la naturaleza y disponibilidad de la posición del reservatario», trabajo que aparece inserto en la «Revista de Legislación y Jurisprudencia» de 1946. En opinión de otros tratadistas, Mucius entre ellos, el art. 81 1 constituye una legítima a favor de los colaterales en cuyo obsequio se establece la reserva; pero esta tesis tiene su réplica en la Sentencia de 20 de diciembre de 1904, en la que se declaran renunciables los derechos concedidos por dicho artículo a los reservatarios, como lo son también los derivados del art. 968, de acuerdo con las Sentencias de 20 de diciembre de 1904, ya referida, y la d e 6 de julio de 1916. Este mecanismo es absolutamente opuesto al que preceptúa el art. 816, donde se declara la nulidad de la renuncia o transacción que se convenga sobre la legítima futura. Igual doctrina se deduce de la Sentencia de 1.O de abril de 1914, ratifícada por la Resolución de 27 de octubre de 1917, que modifica el criterio de las de 20 de julio de 1911 y 6 de abril de 1912. En síntesis, podemos decir que el repetido artículo del Código establece, en efecto, una reserva que pudiéramos llamar especial O singular, pero no troncal, como disponen las Sentencias de 26 d e octubre de 1907 y 8 de1 mismo mes de 1909, creada en contraposición a la ordinaria que previene el art. 968, e integrando una particularidad del Derecho de srrcesiones, conforme estima Sánchez Román y ratifica la Resolución de 27 de julio de 1906, o una limitación impuesta a la legítima de los ascendientes, según asegura Manresa, reitera Valverde y confirma el Supremo en sus Sentencias de 19 de noviembre de 1910, 4 de enero de 1911 y 7 de noviembre de 1912. T o d o esto de alto valor especulativo, ofrece, sin embargo, un interés muy secundario para el contador-partidor o los herederos a quienes lo que propiamente les conviene saber es cuando tiene lugar la reserva del precitado art. 81 1, a que clase de sucesiones se aplica, qué bienes comprende, en favor de quiénes se halla establecida y cuales son sus deberes en el caso en cuestión. Para ello habrán de recurrir muchas veces a los comentarios de Alonso Martínez, cuyos estudios sobre la materia han formado escuela, siend o repetidos sus argumentos y reflexiones aun por los comentaristas más modernos. LA qué sucesiones se aplica? Personas obligadas a la reserva Según aquel autor, a quien sigue Manresa, la reservo que nos ocupa se aplica a los dos tipos de sucesión (testada e intestada), contra el sistema previsto por nuestras Leyes históricas que hacen referencia al último tipo, entendiéndose que las mismas razones existen en uno que otro caso para establecer la reserva, como aclara la Sentencia de 30 de diciembre de 1897, cuales son el propósito de evitar que los bienes heredados por los ascendientes d e su descendiente y que éste, a su vez, recibió de otro ascendiente o de un herrnano, pasen al fallecer el heredero a línea distinta d e donde procedan. 76 REVISTA DE LA La reserva en las dos clases de sucesión, según decimos, aparece impuesta por los artículos 81 1 y 938 del Código civil, y su ratificación se encuentra en la Sentencia de 14 de julio de 1899, confirmada por la Resolución de 20 de marzo de 1905 y vuelta a reiterar por el Supremo en sus Sentencias de 4 de noviembre de 1912 y 23 de septiembre de 1913. Como la institución comprende todos los bienes que se reciben por ministerio de la Ley, en las sucesiones testadas queda sujeta a reserva la legítima de los ascendientes, y en las intestadas todo el conjunto de bienes, conforme a la Sentencia de 14 de julio de 1899, siendo indiferente la naturaleza de estos bienes, pues 10 mismo alcanza a los muebles que a los ininuebles y al metelico o valores que integren la sucesión, según preceptúa la Sentencia de 7 de noviembre de 1912. En este concepto existe la posibilidad de promover la contienda judicial oportuna en el caso de que el reservista fallezca sin haber expresado crrales eran los bienes sujetos a reserva, de acuerdo con la Sentencia de 29 de septiembre de 1905, y existiendo la obligación de sustituir unos por otros si aquellos desaparecen, al decir de la Sentencia de 30 de abril de 1906, o se presentan inezclados y conf~indidosen la sucesión, de conformidad con lo previsto en la Sentencia de 4 de mayo de 1910. En tal caso procederá practicar una nueva liquidación de los bienes del descendiente, una vez fallecido el ascendiente reservista, dand o intervención en estas operaciones a los reservatarios, de acuerdo con lo ordenado en la Sentencia de 7 de noviembre de 1912. La reserva se limitará a los bienes mismos o a su valor efectivo y «no al mayor ~ r o d u c t oo precio que alcancen mediante especulaciones o actos de la vida contractual realizados por el reservista». (Sentencia de 20 de abril de 1917), pudiendo ser reclamados d e quien los retenga, de conformidad con la Sentencia de 21 d e novien-ibre de 1902. Como personas obligadas a la reserva están los ascendientes que heredan de sus descendientes bienes que tengan la procedencia indicada, pero no todos los ascendientes, sino únicamente los UNIVERSIDAD DE OVIEDO 77 legítitnos, no los naturales, de acuerdo con las Sentencias de 16 de diciembre de 1892, 8 de noviembre de 1906, 29 de octubre d e 1907 y 30 de diciembre de 1912, ratificadas, en cierto modo, por la de 10 de julio de 1918. Los tratadistas sostienen la misma opinión fundándose en que el patrimonio que se pretende conservar por la aplicación del artículo 81 1 es el de la familia legítima; en que la organización de este tipo de familia es la normal dentro del Código civil, presentándosenos la iligítima como una excepción dentro de nuestro régimen, aunque otra cosa declare la Sentencia de 22 de junio de 1931; y en que el lugar que ocupa el art. de referencia en la sistemática de aquel Cuerpo de Leyes, acredita que el pensamiento del legislador es el que queda expuesto y aparece sancionado por la jurisprudencia. Lo mismo puede deducirse de las Sentencias de 16 de octubre de 1892, 16 de enero de 1901,8 de noviembre de 1906, 4 de mayo de 1910, 19 de mayo del mismo año, 7 de novienlbre de 1912 y 20 de abril de 1917, en todas las cuales se impone el sistema restrictivo en la interpretación del art. 81 1, inclinando el ánimo del jurista, por consiguiente, del lado de su aplicación exclusiva a la familia legítima. E igual criterio nos impone la semejanza que existe entre esta reserva y la prevista en los artículos 968 y siguientes del Código civil, cuyos preceptos son aplicables a la primera según dispone el Supreno en sus Sentencias 4 de enero de 1911 y 6 de julio de 1916, puesto que hablándose en dicho artículo de la viuda que contraiga segundo matrimonio y siendo éste el procedimiento mediante el cual se constituye la familia legítima, parece que es a ella a la que ha querido referirse al legislador, aunque otra cosa pudiera deducirse del art. 980 donde se extiende la repetida obligación de reservar el caso del hijo natural en estado de viudez, puesto que el hecho de consignar expresamente esta hipótesis revela por deducción a la inversa, que el pensamiento de la Ley ha sido el de referirse a la familia legítima, siquiera con la excepción que dentro d e su espíritu supone al art. 980. 78 REVISTA DE LA Bienes reservables Son bienes reservables, conforme hemos dicho, todos los que el ascendiente hereda de su descendiente en las expresadas circunstancias o con el origen y procedencia que señala el tan repetido art bmprendiéndose los bienes mismos (Sentencias de 8 de no de 1894 y 29 de septiembre de 1905), o «el haber efectivo y originario» que el descendiente heredó de su ascendiente, pero no el mayor producto que obtenga emj-,leando aquel capital «en negociaciones ulteriores o en actos propios de la vida contractual», según previene Ia Sentencia de abril de 1917, ya aludida. Hemos consignado igualmente que la obligación de reserva no afecta a la naturaleza de los bienes (mrrebles, inmuebles, valores, metálico), de acuerdo con lo que estatuye la mencionada Sentencia de 7 de noviembre de 1912 y la de 21 de noviembre de 1902, ratificadoras, por otra parte, del precepto legai, ya que en éste no se distingue la clase de bienes de que se trate para establecer respecto a todos ellos el referido deber. Dichos bienes har. de proceder inmediatamente del descendient e muerto, habiéndolos éste recibido a su vez de un ascendiente o de un hermano. El texto de la Ley es terminante, y tanto por el carácter restrictivoolimitativo que tiene el precepto,como por disposición expresa del Supremo(Sentencias de 30 de diciembre de 1897 y 8 de octubre de 1909) la naturaleza de la reserva «no requiere* (mejor diría no permite), que se indague el origen de los bienes más allá de la persona de quien los hubo el descendiente, de acwrd o con la doctrina de la Kesolución de 12 de junio de 1930 y la Sentencia de 12 de diciembre de 1945. El parentesco que ligue a unos con otros ha de ser legítimo, según hemos razonado, pero resultando indiferente que el heredero de quien haya el descendiente recibido los bienes sea de doble vínculo o de vínculo sencillo, pues en ambas hipótesis se tratará de un hermano legítimo. UNIVERSIDAD DE OVIEDO 79 ¿Cuándo nace la reserva? Renuncia de derechos La reserva nace el mismo día en que el ascendiente hereda al descendiente, pero su efectividad se aplaza hasta el momento en que fallezca aquél, o sea el ascendiente reservista, no teniendo hasta entonces los reservatarios más que una «esperanza o expectativa de derecho», conforme a la Sentencia de 8 de noviembre d e 1894, y a las antedichas de 26 de octuble de 1907,4 de enero d e 1911, 21 de marzo, 7 de noviembre y 30 de diciembre de 1912, 13 de diciembre de 1919 y 14 del mismo mes de 1933, donde se declara o se considera la reserva, según hemos dicho, como «una propiedad sujeta a condición resolutorian. Esa condición está en la supervivencia al fallecimiento del reservista de alguno de los reservatarios. e 27 de junio de 1906, en la que Así lo consigna la Resa se dice que «así como aquel aerecho puede desaparecer por prernorir los herederos al reservista, puede ser absoluto cuando éste f con lo que se confirma la doctrina que sobre el mismo partrcuiar estableció la Sentencia de 3 de diciembre de 1897. En razón a esta circunstancia y tambiét1 a la pos;ibilidad de que el derecho sea renunciado o tran sigido en vida, (:omo para ello autorizan las Sentencias d e 16 d e enero de 1901 y 19 de noviembre de 1910, juntamente con la Resolución de 30 de marzo de 1925 y el art. 4.' del Código civil, no es posible la determinación nominal de las personas que tienen derecho a la reserva hasta que sobrevenga la muerte del reservista, según establece la Resolución referida de 1906 y la de 4 de enero de 1911. Reservatarios. Legislación foral. Naturaleza del parentesco. Póstumos. Modo de computar el parentesco. &Cabeel derecho de representación? ¿Quiénes tienen derecho a la reserva? Parece ser éste el punto. más delicado de la institución. 80 REVISTA DE LA El art. 81 1 del Código la establece a favor de «los parientes que estén dentro del tercer grado y pertenezcan a la línea de donde los bienes procedan». El precepto tiene apariencias de sencillez, pero su aplicación ha dado lugar a numerosas controversias. En primer término hemos de advertir que el referido derecho no alcanza a todos los parientes que estén dentro del tercer grado que señala la Ley cuando son varios, sino a los más próximos (Sentencia de 8 de noviembre de 1894), fundándose este sistema en las Leyes de VI y VII, Título XIII, Libro 111 de la «Novísima Recopilación de Navarra» y en el Capítulo VI del «Fuero General», donde al establecer el derecho de troncalidad, cuyas analogías, aunque disimuladas y muchas veces contradichas por el Supremo son evidentes, se dispone que los bienas «tornen a la hermandad, y sino hay hermanos, a los parientes más próximos». Igual resulta del «Fuero Unicon de Aragón y de la «Observancia VIIv, así como de las «Constituciones de Cataluña» relativas a la sucesión de un impuber. Y como el propósito de la Comisión d e Códigos al redactar el art. 811, según nos informa Alonso Martínez, fué el de aproximar el Derecho común al foral, estableciend o entro ellos una especie de enlace o puente para faciIitar la unión, el repetido artículo debe ser interpretado y aplicado con espíritu semejante al que se sigue para los mismos casos en las regiones forales. Tal es el criterio estatuído por la Dirección General en su Resolución de 20 de marzo d e 1905, por cuya virtud se aplica a la reserva, para determinar la referencia entre los reservatarios, el sistema regulado por el Código civil para las sucesiones intrstadas, como consecuencia del cual el pariente más próximo excluye al más remoto. En todo caso, el parentesco ha de ser legítimo, de conforrnidad con la Sentencia mencionada de 10 de julio de 1918. Y aún cuando la reserva nace en el momento mismo en que hereda el ascendiente (Sentencia de 21 de marzo de 1912), como no se perfecciona hasta la fecha en que fallece, deben ser incluídos en el UNIVERSIDAD DE OVIEDO 81 grupo de parientes con derecho a heredar todos los que vivan en ese momento, aún cuando no hubieran nacido a la fecha de la primera sucesión, reputando como vivos a los concebidos y no nacidos, de acuerdo con el art. 29 del Código. Esta es la que se presume buena doctrina y se deduce de la Sentencia de 30 de diciembre de 1897 y la Resolución, tantas veces aludida, de 27 de junio de 1906, sin perjuicio de la demás jurisprudencia que Ilevamos citada y que considera la reserva como una expectativa de derecho solo consumable, perfeccionable y concretable «nominalmente» a la defunción del obligado a ella. El parentesco se computa entre el que reclama la reserva y el descendiente que di6 lugar a la misma, apareciendo así dispuesto en las Sentencias de 16 d e noviembre de 1892, 8 de noviembre d e 1906 y 30 de diciembre de 1912. Y tratándose de un derecho personalísimo, solo puede ser ejercitado por quien reuna las condiciones o requisitos exigidos por la Ley, según establece una dilatada y siempre sosteiiida jurisprudencia, a la que, de manera especial, pertenecen las Sentencias de 10 de Octubre de 1892, 16 d e enero de 1901, 8 de noviembre de 1906,27 de enero de 1909, 19 de noviembre de 1910, 30 de diciembre de 1912 y 11 de marzo de 1927. Como consecuencia d e lo antedicho y del criterio restrictivo que debe seguirse en la interpretación del art. 81 1, se estima que con referencia a él no cabe el derecho de representación. Sin embargo, esta teoría debe entenderse con algunas salvedades. Así, de la Cueva y Castán, este último con fundamento en lo que dice el primero, consideran que la prohibición de representar se refiere solo al caso de que los representantes sean parientes de cuarto grado o herederos de un pariente de tercer grado; pero fuera de estos casos cabe la representación, según dicen, invocando en apoyo de su tesis la Sentencia de 2 de enero d e 1929. De la misma opinión son Manresa, De Buen, Escobar d e la Riva, Maura en sus «Dictámenes», Morell, etc., etc. ;;4;Fq+ / :, ' / i * I \ '\ . 82 REVISTA DE LA Resumen Unas palabras más para completar el estudio de esta figura jurídica. Entraña, según dijimos, una expectativa de derecho, y su nacimiento, además de las circunstancias que quedan reseñadas, exige un acto directo del reservatorio, razón por la cual, en la inhibición o renuncia tácita de éste, la reserva no hace o se extingue sin eficacia jurídica ni económica alguna (Sentencias de 16 de enero de 1901 y 29 de septiembre de 1905). Existirán, pues, en el caso dos tipos de renuncia: una expresa, prevista por el Supremo con fecha 19 de noviembre de 1910, y otra supuesta, presunta o tácita, revelada por el hecho de que el reservatorio no ejercite los derechos que le reconoce la Ley y que, como todos los demás derechos, son renunciables con arreglo al art. 4 . O del Código civil, si bién para que la primera especie de renuncia sea posible, o sea la expresa, se necesitará que concurran al acto todos los que en su día pudieran ser reservatarios. También el ascendiente puede renunciar a la reserva a que tiene derecho, impidiendo el nacimiento de la misma sin mas que dejar de aceptar la herencia del descendiente, sin que los reservatarios, que no llegaron a serio, puesto que la reserva no nació, puedan impugnar los actos del ascendiente en este sentido, ya que se encontrará amparado por el referido art. 4.O y por el 988, donde se dice que «la aceptación o repudiación de la herencia son actos enteramente voluntarios y libres». Como consecuencia de la naturaleza expectante que tiene la reserva los favorecidos con ella nada podrán hacer durante la vida del reservista, como no sea ejercitar las acciones que les competen para asegurar los bienes de la futura sucesión (Sentencia de 21 d e marzo de 1912), pudiendo el reservista proceder a su venta con las limitaciones impuestas en los artículos 974 y 975, de aplicación al caso por virtud de la Sentencia 6 de julio de 1906. Funda el Supremo su doctrina en que otra cosa equivaldría a hacer UNIVERSIDAD DE OVIEDO 83 de mejor condición a los colaterales del art. 81 1 que a los hijos del segundo matrimonio>>, cuyos padres, pese a la reserva ordenada por el art. 968, gozan de una libertad de movimientos respecto a los bienes que en algunos aspectos es absoluta. También son aplicables al art. 81 1 las garantías que previenen !os arts. 977 y 978, de acuerdo con las Sentencias de 8 de noviembre 1894 y 30 de diciembre d e 1897. Sin embargo de esto, el reservatorio no puede impugnar en vida los actos que el reservista realice (Sentencia de 30 de noviembre de 1912), ni dirigir su acción (reconocida por la Sentencia de 21 de noviembre d e 1902) contra el tercer adquirente,si es que «por ~misión~~negligencia o voluntariedad» no se hizo constar en el Registro la cualidad de reservables que tenían los bienes, aunque «la procedencia más o menos conocida de ios mismos permitía sospechar o deducir la limitación a que estaban afectos». Quedó así dispuesto en la Sentencia de 20 de diciembre de 1904, añadiendo que para que dicha reserva produzca efectos respecto a tercero es indispensable que conste inscrita de modo expreso en el Registro, de acuerdo con el mecanismo que rige esta Oficina pública y la Resolución de 29 de diciembre de 1931. La Sentencia de 4 de diciembre de 1933 establece una nueva modalidad de la reserva al conceder a los herederos del reservista el derecho a retener las cosas objeto de la misma, en tanto no se les indemnice de los gastos útiles y necesarios hechos en ellas por el causante. Y, finalmente, la de 8 de octubre de 1930, resuelve un problema de interés, aunque su doctrina se halla contradicha por la d e 25 de marzo de 1933, que manifiesta criterio opuesto. A tenor del primer fallo, el reservista no puede disponer d e los biene reser rables para mejorar a los reservatarios, sino que han d e ser recibidos por éstos por partes igrrales, como tampoco tiene derecho a desheredarles, contrariamente a lo que ocurre con la reserva de los artículos 972 y 973. Esta doctrina, en realidad, se halla en oposición con la que 84 REVISTA DE LA constantemente ha mantenido el Supremo, por cuya virtud se entiende que el mecanismo deducido de los artículos 968 y ciguientes es aplicable a la reserva a que se refiere el art. 81 1. Tal criterio I.ia sido rectificado, según dijimos, y, en nuestra opinión con excelente sentido jurídico; pero el fallo que comentamos constituirá un motivo de duda y discusión que el Supremo debe evitar volviend o por los fueros de la buena doctrina. El deber del comisario o de los herederos, en su caso, frente a i de que nos ocupamos, no es dudoso. Consiste, como 1 también en el caso del art. 812, en restituir los bienes a las personas que tengan derecho a la reserva, lo cual harán después de su identificación y por medio de la correspondiente hijuela, o cuando menos consignando el carácter de tales bienes en alguno de los supuestos que sirven de base a la partición, como dice la Resoluciói~de 12 junio de 1930. El valor de tales bienes será deducido del importe total de la herencia, que solo será herencia con relación a los demás parientes en cuanto al exceso, como dispone la Sentencia de 8 de octubre de 1930. Por últiino, hemos de decir que a la garantía de la «reserva» preceptuada por el artículo que hemos analizado, son aplicables las disposiciones de la Ley y del Reglamento Hipotecario señaladas con motivo del estudio de la «reservan vidual. 1 UNIVERSIDAD DE OVIEDO CAPITULO 111 Examen del artículo 812 del Código civil. El artículo 747 del Código francés: «retour legal». Diferencias. Sucesiones a que se aplican. Fundamento del derecho de reversión: países d e Derecho escrito y de Derecho consuetudinario. Donación con condición resolutoria. Teorías y efectos. Ampliación de legítima. Opiniones de los tratadistas: Manresa, Mucius, Sánchez Román, Baudry, Planiol, Colin et Capitant, Glasson, etc., etc. Reserva lineal. Examen de la Ley VII, Título 11, Libro IV del Fuero Juzgo, y de la X, Título VI, Libro 111 del Fuero Real. «El derecho d e troncalidad~d e Braga da Cruz. La regla <<lospropios no suben» y su interpretación a partir de D u Mulin. Alcance y requisitos del artículo 812. Título por el que el donante recupera los bienes. Sus obligaciones en cuanto a la sucesión. Efectos de la enajenación, permuta o cambio de los bienes donados. Obligaciones del contador-partidor o de los herederos en su caso. Problemas que se plantean con relación al metálico y a los bienes fungibles. Opiniones de Alonso Martínez, Manresa, Mucius, Sánchez Román y de la doctrina y jurisprudencia española y francesa. Hijos naturales e hijos adoptivos. Resumeti y consecuencias de todo lo expuesto. DE LA RESERVA «LINEAL»O DERECHO DE «RETOUR» EN LA SUCESION HEREDITARIA Examen del art. 812 del Código civil. El art. 747 del Código francés: ((Retour legal». Diferencias. Sucesiones a que se aplican. Fundamento del derecho d e reversión: países de Derecho escrito y de Derecho consuetudinario. Donación con condición resolutoria. Teorías y efectos. Ampliación d e legítima. Opiniones de los tratadistas: Manresa, Mucius, Sánchez Román, Baudry, Planiol, Colin et Capitant, Glasson, etc., etc. Reserva lineal: la Ley VI], Título 11, Libro IV del -Fuero Juzgo,, y d e la X, Título VI, Libro 111 del Fuero Real. *El derecho d e troncalidad>. de Braga da Cruz. La regla ([los precios no suben» y SU interpretación a partir de Du Mulin El art. 812 del Código civil español establece reglas que modifican la mecánica general del Derecho de sucesiones interceptando el tránsito de los bienes y excepcionando los artículos que regulan el paso de aquellos a los herederos tanto en las herencias intestadas como en las testamentarias, según resulta del lugar que ocupa este artículo en la estructura del Código, situado en la «Sección quintan, que trata de las legítimas, y más claramente aún de lo dispuesto en el art. 938, donde se preceptúa que lo ordenado en los artículos 81 1 y 812 es aplicable indistintamente a los dos tipos de sucesiones. Consideramos de interés un examen del contenido y alcance 88 REVISTA DE LA del precitado artículo, cuyas disposiciones completan las que se contienen en el 81 1, por lo menos desde el punto de vista de cons. tituir excepción, como decimos, al sistema general regulador de la transmisión por causa d e muerte; pero este estudio encuentra mayores dificultades para su desarrollo que el procedente del artículo 81 1, debido a que su aplicación es menos frecuente en la práctica a causa de los numerosos subterfugios que ofrece y de las reservas y salvedades que a su efectividad oponen los tratadistas, razones por las cuales la jurisprudencia apenas ha tenido ocasión d e manifestarse respecto á él, acostumbrándose en su ausencia á aplicarse la dictada en la interpretación y eiecución del art. 81 1. Esto nos prueba como el precepto de referencia se mantiene en nuestro Derecho como una supervivencia de algo que fué y que no existe, o por lo menos, que no existe con aquellas frecuencia y extensión que pudieran justificar la existencia del artículo dentro del Código. Acredita éste, por consiguiente, el poder teorizante de los legisladores de 1881, y debe tenerse la disposición legal como un tributo rendido a la tradición o como un gesto de de sumisión y docilidad a lo extranjero, puesto que, aunque entroncado indirectamente con el Derecho patrio, el repetido artículo 812 está tomado literalmente, con excepción de las palabras finales, del 747 del Código civil francés. Una diferencia substantiva existe en este sentido, apenas advertida, sin embargo, por los autores, o a lo sumo comentada por ellos en forma tan breve y ligera que apenas da ocasión a que se advierta: en tanto el art. 747 francés solo se aplica en la h,r encia intestada del descendiente, el 812 del Código español tiene s u adaptación alos dos tipos de sucesiones, conforme hemos dicho. De aquí que su fundamento haya que buscarle en razones distintas. Porque en tanto el primer artículo puede justificarse habland o de la voluntad presunta del causante, fundamento general d e la sucesión intestada, y, por lo tanto, de esta «sucesión anómalan, como la llama Baudry, establecida en favor del ascendiente donante, el art. 812 de nuestro Código no puede tener rigurosamen- UNIVERSIDAD DE OVIEDO 89 te ese fundamento, por lo menos cuando se trata de la sucesión testamentaria, ya que la voluntad del testador contraria a su texto no prevalece, ofreciéndosenos como una ampliación de la legítima o como una legítima nueva cuando los ascendientes que la reciben (los abuelos, por ejemplo, viviendo los padres del causante) no son aquellos en cuyo favor queda establecida la legítima propiamente dicha por ministerio de la Ley. Partiendo del Derecho fi ancés, en efecto, puede suponerse que el donatario ha querido, puesto que conserva en su patrimonio los bienes que el ascendiente le donó, que estos bienes fuesen restituídos al donante con preferencia a las demás personas llamadas a la sucesión; pero este criterio no es aplicable a nuestro Código, porque en él, como decimos, la voluntad presunta debe ceder ante la expresa, y ésta no prevalece contra el precepto terminante del art. 812. En efecto; aún en la hipótesis de que el dcscendiente disponga en su testamento de los bienes que le fueron donados a favor de persona distinta del ascendiente donante, aquélla tiene derecho a reclamarlos, el acto es nulo y la reversión surge por encima del testamento, que carece de eficacia en cuanto a ese extremo. ElJo ha obligado a elaborar una doctrina distinta, suponiendo que la donación, como estima Sánchez Román, quedó sujeta en su día a una condición resolutoria tácitamente acordada, al igual que hubiera podido establecer de modo expreso al amparo del artículo 641. La idea no es absolutamente original, puesto que Baudry, al hacer el estudio de esta institución, cuyos caracteres, aparte el ámbito distinto de aplicación, son tan semejantes en ambos Derechos, nos refiere que su desarrollo fué distinto en Francia, según se tratara de los países de Derecho escrito o de Derecho consuetudinario. En los primeros, al igual que en el Derecho romano, el «retour successoral» se le refiere al derecho de obligaciones, considerándole basado en la condición resolutoria tácitamente estipulada para el caso d e que el donatario premuera al donante sin sucesión. ,, Si esta condición se cumple se estima que la donación no fué he??' ' 90 REVISTA DE LA cha y, por consiguiente, los actos del donatario devienen nulos. Así, pues, Ia cláusula de resolución que se supone tácitamente establecida produce los mismos efectos que si hubiese sido concertada de modo expreso. Enulos países d e Derecho consuetudinario, el «retour» admitid o en beneficio del ascendiente no se refiere al derecho de obligaciones, sino al de sucesión, tomando el nombre de areversión hereditaria,,, que luego se ha divulgado. De este principio se desprende que dicha reversión no puede perjudicar los derechos conferidos por el donatario o establecidos por él a favor de tercero. De la misma opinión son Colin et Capitant respecto al origen y naturaleza de esta institución, a la que llaman «sucesión anómala», «por ser este el nombre-dicen-más expresivo y más completo para designarla, puesto que siendo una sucesión, en efecto, en ella se trastoca y subvierte el orden general previsto por la Ley para las sucesiones». La idea de la donación con condición resolutoria, que defiend e Sánchez Iiomán, es combatida por Manresa y otros tratadistas, quienes afirman que aún existiendo una restitución o devolución al donante de los bienes donados, por cuya virtud parece que actúa en el caso la referida condición, lo que precisamente ha querid o evitar la Ley ha sido su establecimiento, siendo su propósito que la reversión se verifique al margen de todo convenio entre las partes y como consecuencia de un precepto legal. La discusión planteada en estos términos sería meramente d e palabras, en el supuesto de que la reversión voluntaria y la legal produjeran los mismos efectos; pero Colin et Capitant discriminan suficientemente este asunto, determinando las diferencias que existen entre una y otra en los párrafos que siguen: La reversión establecida convencionalmente hace que las cosas donadas se restituyan al donante como sino hubiese dejado nunca de ser propietario de ellas, lo cual da lugar a varios efectos: UNlVERSlDAD DE OVJEDO 91 El donante tiene derecho a recobrar las cosas donadas donde quiera que se encuentren, lo rnismo en la sucesión del donatario que en la propiedad de un tercero, pues si aquél las enajenó tuvo que haberlo hecho con la condición resolutoria que pesaba sobre ellas. 2 . O El donante, a! ejercitar su derecho de reversión convencional, recobra los bienes por él donados libres de toda carga, servidumbre o hipoteca que el donatario haya podido establecer en el intermedio. 3.O No está obligado al pago de las deudas de la sucesión, y 4.O No importa para que pueda ejercitar su derecho de reversión que se halle en estado que suponga incapacidad o indignidad para suceder, puesto que ejercita un derecho que le es propio y personal, y no una facultad que arranca del de «cuius» como consecuencia del Derecho sucesorio. El examen de nuestra legislación, particuiarn-iente de lo dispuesto en los artículos 641 y 1.123 del Código, nos prueba la aplicabilidad de este sistema a nuestro Derecho. Por lo contrario, cuando los bienes son recuperados por el donante en virtud de la reversión legal, las consecuencias que se producen son las siguientes: l.a Los bienes son devueltos al donante en el estado en que se encuentren al abrirse la sucesión. 2.a Las cargas, servidumbres e hipotecas impuestas por el donatario durante el plazo en que fué dueño de los bienes, deben ser respetadas. 3.a Dichos bienes han d e contribrrir al pago de las deudas y al levantamiento de las cargas de la sucesión. 4.a No se puede ejercitar el derecho de reversión legal en e! supuesto de incapacidad o indignidad para suceder. El mismo sistema aplican a nuestro Derecho Manresa y Sánchez Román, estimando que al recuperar !os bienes el ascendiente lo hace por título de herencia y no como donante, razón por la cual esos bienes han d e participar en la amortización d e las cargas 1.O 92 REVISTA DE LA generales de la sucesión, recibiéndoles el donante en el estado en que se encuentren a la fecha del fallecimiento del donatario, el cual procedió respecto de ellos como dueño que era, y pudiendo ser apartado aquél de la sucesión como consecuencia de la indignidad o incapacidad que pesen sobre él, al igual que si se tratara de cualquier otro heredero. T o d o esto cierto, aun existe otra nota que permite distinguir claramente los derechos de reversión convencional y legal: la formo y condiciones del primero pueden ser estipuladas libremente por las partes, con arreglo a los principios contractuales que rigen el Derecho moderno, siempre que tales pactos no vayan contra la Ley, la moral o el orden público. Por lo contrario, el derecho de reversión legal o aretour successoral», ¿puede ser también modificado por acuerdo entre los interesados? La jurisprudencia francesa ha establecido una distinción que no reparamos en extender a nuestro Derecho: cuando se trata de introducir en la donación hecha al descendiente alguna estipulación que tenga por finalidad aumentar los derechos del donante, dicha estipulación será lícita, por cuanto servirá para reforzar y garantizar su derecho de reversión legal; pero, en cambio, la estipulación no podrá disminuir los derechos que le concede la Ley, y mucho menos renunciarlos, porque entrañaría un pacto sobre herencia futura, prohibido en el Derecho francés lo mismo que en e! español. La Corte de Casación ha tenido oportunídad de manifestarse sobre esta materia en Sentencia de 24 de julio de 1901, ratificada por otras de 2 de julio de 1903 y 30 de abril de 1904, aunque la práctica notarial y la Corte de Apelación traten de resistir a esta jurisprudencia, que, en ocasiones, por los propósitos que pueden perseguir los pactos, imposibilita la realización o el cumplimiento de fines totalmente honestos. como opinan Colint et Capitant. Ahora bien; no constituyendo la reversión legal un caso de donación con condición resolutoria, ¿cual es su naturaleza? UNIVERSIDAD DE OVIEDO 93 Varias teorías jurídicas se han ideado sobre el particular. Es el propio Sánchez Román quien la califica de «reserva», a semejanza de la ordenada por el art. 968 del Código, o de ampliación de la legítima establecida a favor del ascendiente donante. Ninguna de las dos ideas es absolutamente exacta. El reservista del art. 968, lo mismo que el del 81 1, aún dentro de las facultades de disposición que le otorga el Código civil, se halla ciscunscrito y limitado por los preceptos de este Cuerpo y de la Ley Hipotecarial. Sus enajenaciones son válidas, en efecto, pero los bienes quedan sujetos, como dice la jurisprudencia, a una condición resolutoria; y aun cuando el derecho a la reserva puede llegar a no consumarse por falta de personas que tengan derecho a ella, una vez que alcance la perfección, el reservatorio tiene acción real para perseguir los bienes enajenados después que el reservista contraiga segundas nupcias y obtener la declaración de nulidad de las operaciones hechas, al igual que las realizadas anteriormente quedarán afectas a la supradicha condición, si es que esta condición se hizo constar en el Registro, de acuerdo con la Sentencia de 20 de diciembre de 1904 y la Resolución de 29 de diciembre de 1931. Todo ello, sin perjuicio del derecho que asiste al reservatorio para exigir la hipoteca regulada por los artículos 974 y 978 del Código civil, confirmados por la Resolución de 3 de noviembre de 1931. No acompañan estos caracteres a la reversión prevista por el artículo 812, puesto que recuperando los bienes el donante por virtud de un derecho sucesorio, está obligado a respetar, según dijimos, todos los actos ejecutados por el donatorio durante el periodo de vigencia de la donación, ya que durante dicho periodo compareció y se comportó ante tercero como único y legítimo dueño. En este concepto, su libertad es tan amplia que cualquier acto jurídico de disposición de los bienes por actos mortis-causa, puede ser realizado por el descendiente con plena eficacia legal. Sin embargo, ya razonaremos y desenvolveremos más tarde la idea de la reserva y las analogías que con esta figura jurídica pre- 94 REVISTA DE LA senta el artículo que comentamos, pero siempre apreciando las diferencias legales que separan ambas instituciones. Tampoco es la reversión una ampliación de la legítima, toda vez que los legitimarios del descendientes pueden ser personas distintas a las que la Ley conceda aquél derecho. Ocurre esto, por ejemplo, cuando el abuelo dona al nieto en vida de sus padres, los cuales son herederos forzosos de su hijo respecto a la legítima, pero quedan apartados de la herencia en cuanto a los bienes que constituyen el contenido económico de! «retour» legal. Por consiguiente, mejor diríamos que se trata de una legítima nueva, recibida a título singular y no universal, en concepto de Iegatario en vez de heredero, cuya legítima puede recaer sobre el mismo legitimario o sobre persona diferente, apartando éste a aquél en el conjunto de dichos bienes o en su precio, si fueron vendidos, o en aquellos porque fueron cambiados o sustituídos, aunque por virtud de esta interferencia en la aplicación del Derecho sucesorio común, el heredero forzoso quede sin haber, y, por consiguiente, prácticamente desheredado. Insistimos, pues, en que se trata de una sucesión ccanómala- o anormal, como hemos visto dicen Colin et Capitant y repite Plani01 en su ~ T r a i t ede Droit Civile~,que intercepta el destino habitual de los bienes para desviarlos en otra dirección, abriéndose en realidad dos sucesiones, como enseña Braudry: una la corriente, en la que se observan y cumplen la; reglas generales que rigen ía materia, y otra extraordinaria, excepcional o anómala, como con'secuencia de la cual el patrimonio a que se refiere sigue una trayectoria distinta a la que de ordinario le atribuye la Ley. ¿Cuál es el fundamento de esta excepción? Ya hemos hablado de la voluntad presunta del donatario y de UNIVERSIDAD DE OVJEDO 95 la posibilidad de que fuese interpretada en el sentido de que los bienes que recibió quería fuesen devueltos al donante a su fallecimiento sin tener sucesión. Pero esta idea, que no sirve para explicar el fenómeno ni aún en los países donde el «retour» solo se aplica a las sucesiones intestadas, menos puede valer en Códigos qrxe, como el español, no dan eficacia ni a la voluntad expresa del donatario'manifestada en contra de la presunción establecida por la Ley. Queda ya razonado este extremo. En su virtud, y alterando los términos del problema, la reversión se funda por los tratadistas en la voluntad del donante, suponiendo que éste habría establecido o convenido la cláusula de retorno si hubiera presentido que el donatario le premoriría sin sucesión. «La Ley-dice Baudry-no quiere que el donante tenga que añadir a la pérdida del descendiente la de los bienes que en su día le donó, y por ese motivo reserva a su favor el derecho de recuperarles, reproduciendo así el viejo aforismo romano tomado de la L. 6. pr. D. «De iure. dot.» XXIII, 3: «he filiae amissae et pecuniae damnum sentiret~;«principio prosaico-añade el autor-, q u e solo de modo muy incompleto puede razonar y justificar el precepto legal». Sin embargo, esta es la opinión de Glasson, quien en su «Historia del Derecho y de las instituciones francesas,, (páginas 540 y siguientes del tomo VI!), hace un examen retrospectivo muy completo del derecho de «retour», tomando por base la mencionada Ley VI del Libro XXIII del Digesto, en la que se establece el derecho de reversión a favor del padre donante cuando la hija premuere al marido y queda disuelto, por consiguiente, el matrimonio. Este principio, aceptado con más o menos resistencia por las diversas regiones francesas, fué el que sirvió de fundamento al actual derecho de «retour»-dice Glasson-, y, por lo tanto, ambos deben tener la misma naturaleza, suponiéndoles fundados en una misma razón de ser. 96 REVISTA DE LA Si el argumento expuesto es poco romántico, no es mucho más elegante el otro que se alega para justificar el derecho de «retour». «La esperanza que la Ley proporciona al donante, dice esta segunda teoría, de recuperar los bienes donados con exclusión de toda otra persona en la herencia del donatario muerto sin sucesión, le animará a ser más generoso en sus liberalidades». Este argumento, tomado de otro principio romano -«proscipiendum est enim, ne hac injecta formidini, parentum circa liberos munificentia retardaturn-, no nos parece mucho más persuasivo que el precedente, porque si la reversión legal otorga al donante la esperanza de recuperar los bienes donados, en cambio, no donando conserva la seguridad de que esos bienes no saldrán jamás de su patrimonio, en tanto él no quiera. Esperanza por seguridad, puede ésta mucho más en el ánimo de los hombres. Por otra parte, basta recordar las personas que el donante posterga en la donación (los padres del donatario, que son los hijos de aquél), para comprender que, salvo los casos de indignidad de sus inmediatos descendientes, no ha de encontrar inconveniente alguno para que los bienes revertidos queden en poder de ellos, máxime cuando se piensa que más tarde o más temprano, como consecuencia de la aplicación de los artículos del Código que regulan el sistema de legítimas, irán a parar a sus manos en todo o en parte. Pero aunque poco consistente el razonan~ientoque nos ocupa, él nos coloca en el camino de la verdadera solución. Hemos dicho, en efecto, que los repetidos bienes serían recogidos por los ascendientes inmediatos del donatario en la hipótesis de que no se hubiera establecido el derecho de reversión a favor del donante, y razonábamos que ante esta perspectiva debía serle a éste indiferente que la donación se le restituyera o se conservase por los padres del donatario, hijos a su vez del donante y herederos presuntos de el. Este mecanismo solo es cierto en parte, y en cuanto deja de serlo ha dado lugar a! «retorrr» legal. No debemos olvidar, en efec- UNIVERSIDAD DE OVIEDO 97 to, que en este sentido pueden darse dos hipótesis: que vivan los dos padres del donatario, en cuyo caso heredan los bienes objeto de la donación por partes iguales; y que so10 viva uno de ellos, no siendo éste el hijo del donante, en cuyo caso los bienes salen de la sucesión del hijo para entrar en línea distinta a la de aquél, con lo que quedan sustraídos definitivamente a su patrimonio, o mejor dicho, al patrimonio de la familia de donde los bienes proceden. El deseo de evitar ese cambio de líneas en la proyección futura de los bienes es lo que ha movido al legislador, sin duda alguna, a establecer la reversión a favor del donante. Basta examinar los preceptos patrios que se señalan como antecedentes del artículo 812, para comprenderlo así. Esos antecedentes son la Ley VII, Título 11, Libro IV, del Fuero Juzgo y la Ley X, Título VI, Libro 111 del Fuero Real. En la primera de dichas leyes se dispone, entre otros particulares, que «las cosas que ovo él (es decir, el causante) de parte de sus padres o de sus abuelos deben tornar a sus padres ó abuelos cuomo ge las dieron». Y en la segunda de dichas Leyes, se establece: «E otrosi mandamos que el que muriese sin manda, e no dexare fijos ni nietos, e dexare abuelos de padre, e de madre, el abuelo de parte del padre herede lo que fué del padre, y el abuelo de la madre herede lo que fué de la madre: e si él había hecho alguna ganancia, ambos los abuelos hereden de consuno igualmente*. Estos preceptos, a no dudarlo, establecen o consagran el sistema de la troncalidad: lo recibido de la Iínea del padre, a esta línea debe devolverse; lo de la madre, a la suya. En cambio, los bienes que el descendiente ganó directa y personalmente se repartirán entre los ascendientes por partes iguales. Nuestro criterio se reafirma teniendo a la vista el Fuero de Aragón de 1311, aplicado primero a las donaciones hechas al hijo muerto intestado y sin descencia, y extendido en 1471 a todos los bienes que el hijo recibiese de sus padres por cualquir título, incluso los de compra, permuta, etc., etc. Tales bienes debían ser restituidos a 10s padres de quienes pro- 98 REVISTA DE LA cedieran, por apartamiento en la sucesión de los hermanos y demás parientes del difunto. Pero si el donatario falIecía intestado dejand o hijos, y éstos, a su vez, morían igualmente intestados o durante la menor edad, al no poder heredarles sus padres muertos anteriormente, los bienes de la donación revertían al abuelo o la abuela, quedando apartados los demás parientes. Para comprender bien el alcance de este sistema es preciso recordar que en Aragón los hermanos (aunque no en todos los bienes del causante) constituyen el segundo orden de llamamientos en la sucesión intestada, después de los hijos legítimos, los legitimados por subsiguiente matrimonio y los adoptivos, conforme a la Observancia 27, «De generali privilegii~. A su vez, la troncalidad vuelve a repetirse entre los colaterales, pues en los bienes que procedan de la Iínea paterna heredan los parientes de esta Iínea; en los de la materna los que a ella pertenezcan, y en cuanto a los que no tengan ni uno ni otro origen, son heredados por los familiares más próximos del difunto de ambas 1'ineas. De tal manera, los padres quedan postergados por los colaterales en este tipo de sucesión, y así resulta de la Observancia 7, «De testamentisa. También en el art. 812 del Código quedan postergados los padres o el que de ellos viva a la fecha de la defunción del descendiente donatario, por los abuelos. Y como dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí, toda vez que el procedimiento de sucesión establecido por el >Fueroconstituye rrn sistema de troncalidad o de reserva lineal, siquiera esta reserva no vaya acompañada de las condiciones que caracterizan las de los artículos 81 1 y 968 del Código, la reversión prevista por el 812, o es una reserva lineal o tiene con ella tantos puntos de coincidencia que resulta técnicamente imposible distinguirlas, aunque por los resultados prácticos y por las distintas posiciones que ocupan los protagonistas de los respectivos negocios jurídicos, parezca fácil hacer esa distinción, y UNIVERSIDAD DE OVIEDO 99 aun esa misma facilidad nos induzca a pensar que se trata de instituciones absolutamente independientes. Todo esto se ofrece claro a nuestros ojos, pareciéndonos que la confusión en que se ha incurrido procede de los antecedentes que tuvo a la vista el legislador d e 1855 para dictar el tan repetid o art. 812 del Código, puesto, que prescindiendo de los nacionales que quedan resumidos, por lo menos en su texto, ya que en espíritu han perseverado, tomó como base para la discusión parlamentaria el art. 798 del Anteproyecto de Laurent del Código civil francés, y, en su caso, e1 747 del Código que hoy rige, y es reproducción del art. 313 de las «Costumbres de París». Estos artículos fueron los que, en definitiva, copiaron los referidos legisladores españoles, sin más que añadir algunas reformas finales (las relativas a la permuta o cambio de los bienes donados por otros y a los derechos que sobre estos bienes corresponden al donante), pese a la oposición hecha por Alonso Martínez a tales reformas. Sin embargo, del estudio del Derecho francés resulta igualmente la naturaleza, siquiera limitada, que tiene de reserva la institución. Nos lo dicen Colín et Capitant cuando al analizar e1 derecho de «retour» explican que por su virtud se abren dos sucesiones diferentes: una, la ordinaria o anormal, y otra la anómala, que corresponde a la reversión. «Así-comentan-, si el difunto deja hermanos o hermanas y un abuelo, que fué el que hizo la donación al descendiente, los primeros recogen la herencia ordinaria y el último los bienes donados por él. E idénticamente, cuando el heredero de las dos sucesiones es una misma persona, lo cual es frecuente, el heredero único, por ejemplo el ascendiente donante, podrá adoptar una actitud diferente para cada una d e ellas, aceptando la una y repudiando la otra, según previene la Sentencia de 6 de mayo de 1879~. Parece, pues, que existe una reserva a favor del donante, y parece que esta reserva crea una situación análoga a la de la tronca- 1O 0 REVISTA DE L A lidad, aunque limitada en su aplicación, como dejamos dicho, puesto que no son todos los parientes de la línea de donde los bienes procedan sino el donante el que tiene derecho a recuperarles en la sucesión del descendiente. Pero el donante solo, y no el otro cónyuge, padre igualmente del donatario, lo cual prueba, a nuestro juicio, que por el artículo 812 de nuestro Código o el 747 del francés, no se trata únicamente de recoger los bienes donados en la sucesión del donatario muerto sin descendencia, sino también, y muy substantivamente, de restituirlos a la línea de donde tales bienes procedan, simbolizada por el ascendiente donante. El más completo y moderno trabajo escrito sobre el particular («El derecho de troncalidad~,del profesor de Coimbra doctor Braga da Cruz), confirma estas teorías. El principio, los ascendientes del difunto quedan apartados d e la sucesión por virtud de la regla <<Lospropios no suben» («propes ne remontentp) interpretada con tal rigor jurídico que llega un momento en que los ascendientes sor1 postergados por el Fisco, según demuestra el autor con apoyo de sus argumentos en la «Práctica forensis», de Juan Masuer, y en la ~ C o n s t u m b r ede Reimsw, d e 1481, aunque el Derecho de esta región tarda muy poco en reaccionar, puesto que algún tiempo después, en la Constumbre de 1510, artículo 6 . O , se reconoce, como dice Glasson, la existencia de un verdadero «retour» legal a favor del padre donant e a sus hijos con ocasión del matrimonio de éstos. Funda Glasson esta disposición en la influencia del Derecho romano, que, juntamente con el Canónico, fueron los preponderantes en la organización jurídica de Reims. Por lo demás, que el derecho de aretourm decae en Francia durante los siglos anteriores al XV es un hecho fácilmente comprobable, sin más que advertir que en ninguno de los documentos jurídicos de aquella época, tales como el ~ G r a n dCoutumier de France», se hace relación alguna a este derecho. La reacción se inicia con D u Mulin a fines del siglo XV, y se consuma con la Revolución francesa. Fué aquél tratadista quien a1 UNIVERSIDAD DE OVIEDO 101 interpretar el artículo 129 de la ~AncieneCoutume de París» estableció las bases para la reposici6n del derecho de «retour». Según aquel artículo «en materia de sucesiones, en línea directa, los propios heredados rio suben», habiendo servido este aforismo, aplicado con todo rigor, de base para negar o abolir el tan repetido «retour». Pero Du Mulin probó con ocasión del precepto de referencia que por él no se prohibía la reversión de las donaciones al padre donante, porque la regla cpropes ne remontentn no trata de apartar arbitraria o sistemáticamente a los ascendientes de la sucesión del descendiente, sino de evitar que los bienes de esa sucesión pasen a parientes de línea distinta de la que procedan, ya que esto constituiría para ellos un motivo de enriquecimiento injusto. Por consiguiente-concluye D u Mulin en sus comentarios a la «Anciene Coutume de París»-, la regla de que los «propios no suben», no es incompatible con el derecho de «retour», el cual habrá de aplicarse a los parientes de la línea de donde los bienes proceden. Del mismo parecer son D' Argentré, Choppín, Loisel, Coquille, etc., quienes, siguiendo la trayectoria iniciada por Du Mulin, estiman que la fórmula tan repetida de la no ascensión de los bienes hay que relacionarla con el otro aforismo de «paterna paternisn, como consecuencia de! cual los bienes han de revertirse a la procedencia que tengan, lo que solo se consigue por medio del «retour» legal. Todos estos antecedentes, como hemos dicho, ¿no están demostrando que los artículos de los Códigos donde se establece ese derecho integran un caso de reserva que, por razón de las personas en cuyo obsequio queda establecida, es una verdadera reserva lineal? REVISTA DE LA AIcance y requisitos del art. 812. Título por el que el donante recupera los bienes. Sus obligaciones en cuanto a la sucesión. Efectos de la enajenación, permuta o cambio de los bienes donados. Obligaciones del contador-partidor o d e los herederos en su caso. Problemas que se plantean con relación al metálic o y a los bienes fungibles. Opiniones d e Alonso Martínez, Manresa, Mucius, Sánchez Román, y de la doctrina y jurisprudencia española y francesa. Hijos naturales e hijos adoptivos. Resumen y consecuencias de todo lo expuesto El art. 812 del Código se refiere a todos los bienes, cualquiera que sea su naturaleza (muebles, inmuebles, valores, etc.) que procediendo del donante se hallen en la sucesión del donatario fallecido sin descendencia a la fecha de su defunción. En este sentido se aplica el sistema establecido por la Sentencia de 7 de noviembre de 1912 respecto al art. 81 1, siendo esta también la opinión de los autores franceses (Baudry, entre ellos), contra el criterio del artículo 31 3 de la «Costumbre de París», en el que se inspiró el 747 del Código francés, modelo, a su vez, del nuestro. Se exceptúan de la reserva de1 812 los regalos que se hagan a los descendientes con ocasión de alguna festividad o solemnidad d e familia, los cuales son verdaderas donaciones que se consuman con la entrega de los bienes donados, transmitiéndose al donatario irrevocablemente su propiedad. Del texto de la Ley se deduce que tres son los requisitos que se precisan para que se dé el derecho de reversión: 1.O Donación hecha por el ascendiente al descendiente. S." Premoriencia de este último sin posterioridad, y 3." Subsistencia en la sucesión de los mismos objetos donados o de su precio o de aquellos otros por los que el donatario los cambió o permutó. El primer requisito constituye lo que pudiéramos llamar el presupuesto esencial de la reversión, puesto que en su ausencia carec e de oportunidad para manifestarse. El segundo es el que produce el fenómeno sucesora1 aludido, UNIVERSIDAD DE OVIEDO 103 ya que si el donatario sobrevive al donante o fallece con descendancia, la reversión no se dá y los bienes siguen el destino normal de toda sucesión, salvo lo dispuesto en el art. 81 1. La descendencia ha de ser legítima, pues se considera que siempre que el legislador quiera referirse a la natural lo hace de modo expreso, como ocurre con el art. 980 de1 Código. Además, el mencionado art. 812 forma parte de la Sección que trata de los derechos de los herederos forzosos, inmediatamente después de los que se adeudan a los descendientes y ascendientes y en grupo aparte al dedicado a los hijos ilegítimos, entre los que se encuentran los naturales. Lo mismo se deduce de la aplicación del art. 994 y de la íntima relación que existe entre los 81 1 y 812. En efecto; si el donant e fallece antes que el donatario y al morir éste más tarde los bienes pasan a un ascendiente, surge la reserva del art. 81 1 a favor de los parientes del donante, existan o no hijos naturales del donatario. Luego si estos parientes tienen tal derecho, más habrá de poseerle el donante, protagonista directo del acto y primer interesad o en la reversión. Consideramos, pues, aplicable al caso la jurisprudencia dictada para la interpretación del art. 811, que impone el criterio restrictivo en la aplicación de este artículo y en la del 812, y así lo entienden Manresa, Sánchez Román, etc., etc. La misma opinión prevalece en la doctrina francesa, si bien lamentando la obscuridad del texto legal, que puede dar ocasión a dudas. Esto no obstante, el problema aparece negativamente resuelto por la Sentencia de 9 de agosto de 1854. Baudry plantea el problema con referencia a los hijos adoptivos del donatario, los cuales, según estiman gran número de tratadistas, crean un obstáculo para la reversi6n, por cuanto el art. 357 del Código civil francés determina que: «El adoptado tendrá en la sucesión del adoptante los mismos derechos que los hijos o descendientes legítimos». Este artículo, cuya adaptación a nuestro Derecho se manifiesta en el caso de sucesión intestada del adoptante que no deje herederos forzosos, puesto que en tal hipótesis los hijos adoptivos tie- 104 REVISTA DE LA nen los mismos derechos que si fueran legítimos (Sentencia de 19 d e abril de 1905), ha sido resuelto negativamente por la jurisprudencia del vecino país, fundándose en que el hijo adoptivo es uri hijo «ficticio» o meramente civil, por cuyo motivo si la descendencia natural del donatario no supone dificultad para la aplicación del derecho de «retour», menos la supondrá la adoptiva que se halla más distante que aquella de la verdadera filiación, como dicen Colin et Capitant. Baudry justifica este punto de vista explicando que no se trata d e saber los derechos que al hijo adoptivo corresponden en la sucesión del adoptante, ya que esto aparece claramente determinado por el art. 357 del Código, sino en precisar a qué tipo o género de sucesión es aplicable el artículo antedicho. Evidentemente-dice el autor-, a la sucesión tenida por normal u ordinaria, pero no a la «anómala» o extraordinaria prevista por el art. 747 francés, semejante a nuestro art. 812. Poco persuasivos todos estos argumentos, singularmente después de la Sentencia referida d e nuestro Tribunal Supremo, los autores acaban por recurrir para estos efectos a lo que suponen el espíritu de la disposición, sosteniendo que si el donante hubiese establecido la resolución de la donacidn aún en la hipótesis de que e1 donatario tuviese descendencia natural, mucho más la establecería en el supuesto de tratarse d e hijos adoptivos. Planiol, por lo contrario, sostiene la tesis de que tanto el hijo adoptivo como el natural impiden la práctica del derecho d e «retour»: el primero, porque la Ley asimila su condición a la de los hijos legítimos, motivo por el cual han de reconocérsele los mismos derechos sucesorios que a estos últiinos; y el segundo, por que el Código le concede derecho a las tres cuartas partes de la herencia, lo que no tendría aplicación en Ia hipótesis de retraerse o deducirse del caudal hereditario las donaciones que el ascendiente hizo a su padre natural. En apoyo de esta doctrina cita la Sentencia de Orleans de 14 de marzo de 1902. No nos parece razonable este método discursivo. La adopción UNIVERSIDAD DE OVIEDO 105 es un vínculo meramente jurídico que no engendra obligación alguna respecto a los padres del adoptante. En ningún aspecto existe para ellos el hijo adoptivo de su descendiente. Tampoco puede existir este hijo para que se malogre en su perjuicio la reversión a que el ascendiente tiene derecho en defecto o a falta de descendientes del donatario, puesto que el adoptado, aunque sea hijo, no desciende del padre adoptante, ya que descender, según el sentido académico y jurídico de la palabra, es proceder, «traer causa de,> o <<tenerorigen en», lo que, en materia de hijos, supone haber participado en su generación, circunstancia que no concurre en las adopciones. Esta figura jurídica no produce efectos más arriba del padre adoptante. Y lo mismo sucede con el reconocimiento, según previenen nuestras Sentencias de 13 de noviembre de 1903 y de 5 de enero de 1945. Por lo tanto, siendo desconc)cid0 es te tipo de descendencia para el ascendient:c donan te, y car eciendo la adopción o el recoci1- ^C..^& :--..<A:. cicLL"s J U I LUICOS contra aquél, ¿cómo miento de hijos n a ~ uriics il..- uc se les podrán conceder en el Derecho sucesorio, permitiendo la interposición de los adoptivos o de los naturales para suspender la aplicación de los artículos 747 y 812 de los respectivos Códigos? Pensamos que de ninguna manera. Pero pensamos también en lo sencillo que hubiera sido añadir una palabra (~tegítirnan)a los artículos de referencia para dejar bien aclarada esta cuestión y evitar las disputas que en torno a cualquier lapsus legal puede promover el espíritu escrutador y minucioso de los tratadistas. -d. -- El tercer requisito (subsistencia de los mismos bienes donados en la sucesión, o de aquellos otros porque fueron cambiados, o del precio recibido, en su caso), es el que ha dado origen a mayores discusiones y, desde luego, el que ofrece más graves dificultades técnicas y prácticas, principalmente por la redacción de la última parte del precepto legal. 106 REVISTA DE LA Cuando los bienes donados, en efecto, se encuentran en naturaleza en la herencia del descendiente, su recuperación por parte del donante no ofrece ninguna dificultad. Este se limitará a recogerles. Pero como el título por el cual le son devueltos no es el de donacion, sino el de herencia, los percibirá con las cargas, servidumbres y demás gravámenes que haya podido imponer en vida el donatario, así como estará obligado a contribuir proporcionalmente a los gastos de la sucesión dado el concepto de legatario que obstenta frente a ella. Por otra parte, el «retour» ha de ser causa de devolución, pero no motivo de enriquecimiento para el donante, por cuya razón tendrá éste derecho al valor efectivo de los bienes donados y no «al mayor producto o precio logrado mediante especulaciones o actos de la vida contractual ejecutados por el donatario», según resulta de aplicar al caso la Sentencia de 20 de abril de 1917, dictada para la interpretación de nuestro artículo 811. En el caso de que los bienes hayan sido enajenados, cambiados o permutados, el problema de su restitución al donante ofrece serias dificultades. A ellas se refería Alonso Martínez, Presidente de la Comisión redactora del artículo, al hablar de los conflictos al que el mismo podría dar lugar, particularmente cuando la reversión consistiese en una cantidad de dinero. Por ese motivo proponía que su aplicación se limitara a los mismos bienes donados, o en todo caso, a los obtenidos por permuta, partiendo de la base de que si dichos bienes existían en la herencia yacente era como consecuencia de la donación que en su día se había hecho. La verdad es que el mismo argumento puede aplicarse a las sumas en metálico, cuyo origen se halla, como es natural, en la donación que recibió el descendiente, ya que ese metálico vino a sustituir «in numerata pecuniaen a los bienes enajenados. N o existe, pues, un fundamento real o jurídico, sino simplemente práctico, para querer excepcionar de la reversión el dinero que haya reemplazado en la herencia a los bienes que se entregaron al donatario, o a lo sumo, ese fundamento jurídico, si quiere UNIVERSIDAD DE OVIEDO 107 buscarse, se encuentra en razones distintas a las que acostumbran a invocar a los autores. Se halla, tal vez, en que la enajenación hecha por el donatario debe interpretarse como propósito de dejar consumada la donación que se le hizo y hacer desaparecer de su patrimonio los objetos que la integraban. Ahora, como esta voluntad es opuesta a la que se atribuye al donante, cuyo designio, segrín los intérpretes de la Ley, fué el de rescindir la donación en el supuesto de que el donatario falleciese sin descendencia, siendo esta voluntad la que prevalece sobre la otra comprenderemos que aunque en 11 práctica origine este tipo de restitución serios conflictos, no existe razón legal alguna para establecer en este caso el privilegio de una excepción a la norma general del «retour». Esto no obstante, el artículo 747 del Código civil francés la establece, por cuanto el ascendiente no tiene derecho al precio de los bienes donados, enajenados y cobrados, es decir, al metálico que ingresó en la cuenta del donatario por efecto de la antedicha enajenación, sino, simplemente, al que se le estuviera adeudando al tiempo de abrirse la sucesión, convirtiendo así los derechos del donante en los de un acreedor. Este procedimiento está explicado por Baudry en los términos que siguen: «Si el precio ha sido pagado en parte, el ascendiente sucede en la porción que todavia se deba al donotario, careciendo de todo derecho sobre el que éste recibió, puesto que la Ley dice expresamente que sucederá en el precio debido y no en el ya satisfecho~. De la misma opinión parecen ser Colin et Capitant, quienes añaden que cuando el precio ha sido recibido por el donatario se evapora el derecho de reversión del donante; opinión que, en iguales términos y casi con idénticas palabras, está sostenida por Planiol. Aparte esto, por disposición del úrltimo párrafo del artículo 747, la Ley concede al donante una acción de «reprise» o repetición contra el adquiriente del inmueble que no abonó su importe, 108 REVISTA DE L A ya para obtener el pago del precio no ingresado en el patrimonio del donatario, o ya para conseguir la nulidad d e la operación hecha y recuperar la cosa que en vida fué enajenada por aquél. El mecanismo francés, por consiguiente, es más severo que el español, por cuanto circunscribe el «retour» a los mismos bienes donados, al precio que se adeude por los vendidos (lo cual constituye un saldo fácil de determinar), al reembolso de esta cantidad o al ejercicio de las acciones de rescisión pertinentes. A principios más amplios, como son los establecidos por nuestro Código, corresponden también más amplias y complicadas situaciones, lo que produce el efecto, acaso sin proponérnoslo, d e que, por nuestro deseo d e ser exageradamente justos caigamos en el polo opuesto, o sea en el del error y la injusticia consiguiente. Considerándolo así, los tratadistas españoles como Sánchez Román y Mucius Scevola, imitando a distancia la actitud adoptada por Alonso Martínez, de que ya nos hemos ocupado, procuran limitar la aplicación del artículo 812 en lo que se refiere al metálico. A tal fin establecen varias distinciones, equiparando aquél en sus efectos y consecuencias a los bienes fungibles, respecto a los cuales se niega derecho a la devolución aun existiendo otros en la sucesión, fundándose en que por su naturaleza estos bienes se donan para ser consumidos por el donatario, ya que si hubieran d e ser devueltos se atribuiría al donante el carácter de mutuante, distinto, por consiguiente, al que le corresponde como consecuencia d e la donación. Solo tres excepciones se establecen en cuanto al dinero. A saber: 1.O Q u e el donatario lo consigne en depósito o en cuenta corriente, siempre que se pueda establecer la relación d e causa a efecto, o lo que es lo mismo, que el saldo que resulte a su favor proceda precisamente de la entrega que le hizo el donante. Si hubiese diferencia en menos, el donante sólo podrá reclamar el saldo que exista a la fecha d e la defunción del donatario; y si la diferen- , UNIVERSIDAD DE OVIEDO 109 cia fuese en más, se aplicará, en cuanto proceda, la doctrina de la Sentencia de 20 de abril de 1917, ya citada. 2.' Que el dinero esté representado por títulos, valores o monedas que subsistan en la precitada fecha, y 3.O Que se haga la donación en metálico para la compra de un bien mueble o inmueble o de cualquier otro efecto representativo de riqueza, y el donatario cumpla el encargo, encontrándose la cosa adquirida en la sucesión. Todas estas reglas revelan una buena voluntad por parte del intérprete; pero todos sabemos que la voluntad, aun siendo estimable, es muchas veces impotente para evitar el conflicto que emerge directamente de la obscuridad e imprecisión de la Ley. En tales casos, el interesado, el comisario ylos herederos, han de aplicar aquélla restrictivamente, como disponen las Sentencias que dejamos anotadas para la interpretación del artículo 81 1. Resumen dp lo LA,,. j efectos del articulo 812 Todo lo dicho nos permite resumir en unas líneas la naturaleza de la institución de que tratamos y sus particulares efectos: 1.O El derecho que el artículo 812 del Código Civil Español concede a los ascendientes para suceder en los bienes dados a sus descendientes muertos sin posterioridad con exclusión de toda otra persona, constituye una especie de reserva lineal, aunque d e limitados efectos, si es que no tiene que considerársela como una donación con cláusula resolutoria tácita o como una legítima más, incorporada de modo indirecto al sistema que regula éstas. 2 . O Contrariamente a lo que acontece en el Derecho francés, de cuyo artículo 747 fué copiado el nuestro, siquiera de modo ini completo o imperfecto, la reversión en el Derecho español se apli- 110 REVISTA DE LA ca a los dos tipos de sucesión (testada e intestada), según demuestra el artículo 938 del Código civil. 3.O El artículo 812 ha de interpretarse y aplicarse con criterio restrictivo, conforme resulta de las Sentencias de 16 de octubre de 1892, 16 de enero de 1901,8 de noviembre de 1906, 14 de marzo y 19 de noviembre de 1912, y 20 de abril de 1917, con todas las demás dictadas con el mismo temperamento para la aplicación del artículo 81 1, cuya doctrina es extensible al 812, según entienden los tratadistas. 4.O Como consecuencia de la conclusión anterior, la descendencia que impide la reversión es la legítima, no creando obstáculos para ella ni la adoptiva ni la natural. Con referencia a nuestro Derecho podemos dar por resuelto el problema con la Sentencia de 10 de julio de 1918. En el francés prevalece la misma opinión, pero algunos tratadistas la combaten, aunque la jurisprudencia se inclina por la negativa. 5.O Cualquiera que sea la naturaleza que se atribuya a Ia reversión, por su virtud del fallecimiento del donatario se abren dos sucesiones, como dicen los autores franceses: una ordinaria y otra «anómala», limitada esta última a los bienes que deben ser restituídos al donante. 6.O Por efecto de lo anterior, el ascendiente no recupera los bienes como tal donante, sino como heredero o legatario, produciéndose como consecuencia de ello los efectos que siguen: a). Dichos bienes son tomados de la sucesión en el estado en que se encuentren, hallándose obligado el donante a respetar las cargas que el donatario estableció en vida sobre ellos, aplicándose UNIVERSIDAD DE OVIEDO 11 1 al caso la doctrina de la Sentencia, tantas veces citada, de 20 d e abril de 1917. En su virtud, las mejoras que procedan del tiempo o de la naturaleza de las cosas ceden en beneficio del donante; las debidas a la industria o al trabajo del donatario, son abonables a sus herederos, porque, como dice Laurent y repite Manresa, la Ley quiere que el ascendiente recupere lo donado al descendiente, pero no que con tal motivo se enriquezca. Los frutos de dichos bienes pertenecen al ascendiente desde el día de la muerte del donatario como sucesor en cosa determinada que es. La misma teoría establece la Sentencia francesa de 30 d e junio de 1910. b). El donante está obligado a contribuir proporcionalmente a los gastos de la sucesión. c). El derecho de reve%ión no podrá ser ejercitado en caso de indignidad o incapacidad para suceder por parte del donante. A estos efectos podemos añadir el que sigue, derivado de la jurisprudencia propia del art. 81 1. d). La reversión es un derecho personalísimo y no se da respecto de ella el derecho de representación, de acuerdo, entre otras, ton las Sentencias de 16 de enero de 1901, 27 de enero de 1919, 19 de noviembre de 1910 y 30 de diciembre de 1912. Esta opinión, sin embargo, es combatida por Aubry e t Rau, que se inclinan por el carácter extensivo del art. 747 del Código civil francés, aunque, la verdad, ni de su texto ni de la jurisprudencia que le aplica puede deducirse esa extensión. También debe tenerse en cuenca el parecer de la Cueva y Castán, con fundamento en la Sentencia de 2 de enero de 1929, por cuya virtud la representación queda prohibida solo en el caso de que los representantes sean parientes de cuarto grado o herederos de un pariente de tercer grado. 112 REVISTA DE LA Finalmente, procede que consignemos otro efecto más, estudiado y resuelto por la jurisprudencia francesa y cuya adaptación al Derecho español no ofrece dudas: e). Cuando el donatario es casado, los bienes sujetos a reversión no se incluyen en la masa hereditaria para calcular la cuota correspondiente al cónyuge viudo, ni aún en la hipótesis de que así haya quedado previsto al hacer la donación, porque ello entrafiaría un pacto ilícito sobre herencia futura (Sentencias de 24 de julio de 1901, 2 de julio de 1903 y 30 de abril de 1904). Por la misma razón, esto es, porque constituiría un contrato sobre herencia futura, el derecho de reversión no puede renunciarse anticipadamente, o lo que es igual, antes de que se produzca, conforme a las Sentencias inmediatamente mencionadas. La renuncia solo puede hacerse después de abierta la sucesión, según dispone el art. 991 de nuestro Código, y siempre que concurren las circunstancias previstas en este artículo. 7.O El derecho de reversión, cuanto tenga lugar, se aplicará: a). A los bienes donados que existan en la sucesión. b). Al precio de los enajenados, de una manera absoluta en nuestro Derecho y solo en la parte que se adeude al donatario en el Derecho francés. c). A los bienes obtenidos por cambio o permuta de los que primitivamente se recibieron, según establece el art. 812 del Códig o español y dispone la Sentencia francesa de 24 de abril de 1871, aunque su Código guarda silencio sobre este punto. d). A los que el donatario adquirió por aplicación del precio d e venta o por inversión del numerario en que consistió !a donación. Es esta la teoría sostenida por Manresa y Planiol, inspirado es- UNIVERSIDAD DE OVIEDO 113 t e último en el sistema extensivo defendido por Aubry e t Rau, contra el criterio francamente opuesto de Colin e t Capitant, quienes estiman que la cosa donada ha de perseverar en naturaleza en la sucesión, pues no siendo la misma cosa, sino otra distinta, existe una «causa nueva» y, por consiguiente, no ha lugar a la reversión. Entre nosotros parece dominar la tesis expuesta, dejando a salvo la opinión de aquellos autores que procuran limitar la aplicación del art. 812 pol ser opuestos en esencia a su contenido. Este es el problema que plantean Sánchez Román y Mucius Scevola con referencia a la donación que consista en metálico e en bienes fungibles, pues en cuanto esos mismos valores no existan en la sucesión niegan al donante la posibilidad de recuperarlos, excepto en las tres hipótesis que dejamos anotadas. e) A las acciones que puedan corresponder al donatario sobre los bienes donados, y cuyas acciones consistirán unas veces en el cobro del precio que se adeude en caso de venta o en la entrega de los objetos por los cuales se permutaron, etc., etc., y otras en la rescisión de los respectivos contratos como consecuencia de la «reprisen o repetición que el ascendiente puede ejercitar. Los herederos del donatario o el contador-partidor, según los casos, deben tener presentes las reglas que preceden en el momento de hacer la partición. A tales efectos, lo mismo que en el caso del art. 81 1, una vez inventariados y singularizados los bienes objeto de la restitución, 'serán segregados de la masa general hereditaria para entregárselos al ascendiente donante previa la formación de la oportuna hijuela, realizando el cálculo de las legítimas y demás derechos correspondientes a los herederos con deducción de los bienes revertidos, salvo en lo que se refiere a la hijuela de gastos, en cuyo prorrateo entrará el ascendiente como un heredero o legatario más, satisfaciendo aquellos en proporción al valor de lo que recupere. 8.O