MODELO REFERENCIAL DE LA COMPETENCIA EMPRESARIAL EFICIENTE A la hora de enjuiciar la forma en que los agentes económicos concurren en el Mercado, hemos de remontarnos antes, en abstracto, a los valores normativos económico-jurídicos establecidos por la C.E. en su artículo 38, en un esfuerzo hermenéutico dirigido a determinar el principio normativo unitario del modelo concurrencial de nuestro sistema jurídico de la competencia empresarial, en orden a dotarnos de un modelo referencial desde el cual criticar y enjuiciar, coherentemente con todo el ordenamiento, los hechos concretos constitutivos de una conducta concurrencial antijurídica, frente al interés público y privado jurídicamente protegidos por nuestras leyes ordinarias y fundamentales. Existen en el artículo 38 CE varios valores normativos. Entre ellos, destacamos aquí los dos siguientes: a) Valor normativo de la “concurrencia y competitividad” empresarial. b) Valor normativo de la “productividad” también llamada por la Doctrina “principio de eficiencia económica empresarial”. Con la expresión “... libertad de empresa en ... la economía de mercado”, el artículo 38 CE establece el principio fundamental de la “libre competencia” que se proyecta directamente sobre la actividad de competencia de las empresas concurrentes en el mercado. Actividad concurrencial ésta que necesariamente habrá de practicarse de modo que no impida, limite o falsee la “competitividad” entre los agentes económicos (empresas) concurrentes en el mercado, de modo que quede garantizada la exigencia de “competitividad leal” y “productividad”, como interés público latente en el Mercado y jurídicamente protegido. Pues bien, desde la perspectiva que dejamos apuntada más arriba, el libre acceso al mercado –libertad de concurrencia- deberá realizarse de forma tal que no se falsee o limite la competencia eficaz y leal; dicho de otro modo, el libre acceso al mercado (la libre concurrencia) no puede servir de excusa a un agente para concurrir en el mercado de “cualquier modo”, sino que deberá todo agente observar una conducta concurrencial que no lesione los derechos subjetivos de los demás agentes, ni aproveche deslealmente el esfuerzo o mérito competitivo ajeno, afectando con ello la existencia del propio Mercado como interés público. Con lo dicho hasta aquí, enlazamos ahora con el otro valor normativo citado, que contiene el Art. 38 CE: el valor o principio de “productividad” que la Doctrina llama “eficiencia económica”. 1 Este principio de “productividad” no sólo completa el contenido esencial de la libre competencia, sino que lo “orienta” en su función enjuiciadora de toda actividad o conducta empresarial de competencia. La exigencia constitucional de “productividad” (o eficiencia) a toda conducta concurrencial de las empresas, engendra la obligación para todo agente (empresas) de fundar su estrategia económica en el propio esfuerzo y mérito que le permita competir lealmente con los demás, sin aprovecharse deslealmente del mérito o esfuerzo ajeno. El principio de competencia eficiente, así expuesto, garantiza y tutela al agente o empresario “esforzado” (es decir, eficiente) el aprovechamiento en el mercado de los méritos y ventajas de su propio esfuerzo, y correlativamente, tal principio constitucional, prohíbe, por antijurídico, el aprovechamiento del mérito, fama o esfuerzo ajeno, que pueda afectar el normal desarrollo y funcionamiento del propio Mercado. Concluyendo, este principio constitucional de “competencia productiva”, que la Doctrina bautizó en el año 1987 como “Competencia Eficiente”, debe ser el modelo unitario constitucional referencial y normativo que tutele jurídicamente el derecho de propiedad o dominio sobre los bienes de la empresa vinculados al producto o servicio ofrecido al mercado y garantice al mismo tiempo al “empresario eficiente” el aprovechamiento de “su propio mérito y esfuerzo”, prohibiendo, por antijurídico, el aprovechamiento desleal de la productividad y mérito ajeno, por ser una desviación del principio normativo de Competencia Eficiente. Pues bien, en este contexto normativo y conceptual deben situarse la Ley de Marcas, la Ley de Sociedades Anónimas, el Reglamento del Registro Mercantil, la Ley de Competencia Desleal y la Ley de Defensa de la Competencia coherentemente para enjuiciar cualquier acto concreto de deslealtad, abuso y/o discriminación, que infrinja o falsee la libre competencia en el mercado. Madrid, noviembre 2001 Jiménez & De Mulder Abogados 2